Dormitorio de las chicas

Asiento, con un suspiro suave.

-Demasiado bueno para su propio bien, a mi parecer -. Tanto como para que lo tomen por un simplón. Rick lo soporta con bastante más entereza de la que yo sería capaz de aguantar. Y lo sé porque a mí se me ha tomado de la misma forma cientos de veces.

Su referencia a Vilo resulta suficientemente natural como para resultarme agradable. Asiento con suavidad. Quizás hasta pueda entender de qué hablo, hasta cierto punto. Está en situación similar a la mía.

-A Vilo lo he criado desde el biberón -explico con voz suave-. Diría que me toma por su madre. No sé si recordará a la verdadera, siquiera. Hola, Lino. No te asustes, ¿ves? ¿Vienes conmigo?

Hago un levísimo amago, con la punta de los dedos, de rozar las plumas allá donde las tengo al alcance. Dependiendo de su respuesta, desistiré o me tomaré un poco más de libertad. Despacio, claro. Parece muy desconfiado. Me pregunto si habrá sufrido malos tratos.

Me encojo de hombros. Supongo que pretende ser amable. Es tan modosita... Me recuerda a mí, en cierto modo. A lo que fui. Sonrío, amable.

-Sí, es una pena, pero también es algo muy frecuente -apunto, segura.

El pequeño Lino es frágil. Me resulta extraño que me tenga miedo. ¿Cuánto llevará con ella? ¿Es que no lo trata bien? Esa actitud tan asustadiza es peligrosa para él, y preocupante. De verdad parece que haya sido maltratado.

-Este no parece fácil -comento-. Está muy asustado. Pero no hay por qué asustarse, ¿verdad, Lino?

Dejo que las caricias se vayan haciendo más evidentes a medida que él lo permite. Quizás pueda tranquilizarlo un poco. O quizás solo lo estoy agobiando.

El pequeño, poco a poco, se deja hacer. Aprovecho los avances para llevar a cabo otros nuevos, tranquila, sin presionarlo demasiado.

"Tuvimos".

No voy a hacer referencia a ello porque no quiero entrar en ese tema. Tengo mis sospechas, pero no pienso quedar como una cotilla. Es su vida, y no soy quien de hacerle un informe sobre la misma.

-Si es así, supongo que seguirá por el mismo camino. Aún te queda mucho por crecer, ¿eh, Lino? -comento, sin dejar de acariciar al pequeño.

Pero al final tengo que obligarme a dejarlo. Se ha hecho tarde, y tanto ella como yo tendremos horarios que cumplir. Charlamos un momento más, pero acabo por retirarme a mi cama. Tras despedirme, corro las cortinas y me acomodo. Vaya, creo que es incluso más tarde de lo que pensaba.

*Fin de escena*

Me estiro, desperezándome un poco, aunque sigo dormida. O "sigo", más bien, porque a la vez es como si no lo estuviera. Quiero decir, soy consciente de que estoy dormida, y ese suele ser un signo inequívoco de lo contrario, de hecho.
Deja de pensar eso Fifi, joder, que se te va a caer un hemisferio del cerebro por darle demasiadas vueltas.

Tengo mucho calor. Estoy demasiado tapada, así que trato de destaparme, pero solo acierto a sacar un pie por un lado, y me queda colgando a un lado de la cama. Algo huele tremendamente mal. Las señoritas van mucho de... eso. De señoritas. Pero luego se echan pedos como todos. Porque prefiero eso que pensar en un cadáver putref...

Abro los ojos, entonces, con el estómago revuelto, y los clavo en el techo. La penumbra es soportable, pero no es darme cuenta de que no huele a nada y que quizás sí era un sueño. Aunque el pie sigue colgado a un lado de la cama.

Mi último trabajo me ha dejado así. Ya no sufro mucho, diría, ni pienso en ello constantemente. No es que me culpe por lo que pasó, porque creo que no fue mi culpa. Pero cuando duermo sigo soñando con ello, algunas veces, y se hace insoportable. Porque me agobia trementamente.

Trato de arroparme de nuevo para dormir más, pero ahora estoy nerviosa. Y, para colmo, Thor, que ya sabe que me he despertado, sale de debajo de la cama o de dónde estuviese, y enseguida me mordisquea los dedos del pie que tengo fuera.

-Coñodjsf... -mascullo, apartándolo de su boca, aunque solo consigo que salte un poco para atraparlo.

Que sí, que ya me levanto, que estoy despierta.
O lo estaré, bueno. Dame cinco minutos, por favor.

*fin de escena*

Acomodada sobre la cama, con las cortinas corridas y solo la luz que emito yo misma para alumbrarme, leo concentrada el libro sobre protecciones que he cogido prestado de la biblioteca. He encontrado inviable el primer prototipo del que será mi nuevo trabajo para los guerreros, por lo que he decidido investigar un poco más antes de corregirlo para asegurarme de que el resultado final es el apropiado. Al final ha sido prácticamente todo lo que he hecho hoy, tras el ejercicio de la mañana. Teoría sobre corazas, en vez de práctica. También es importante.
Lino ya duerme, como la mayor parte de las guerreras. Al menos parece que soy la única despierta en la habitación.

Paso la página y examino una ilustración, en silencio, con el gesto relajado y completamente abstraído. Poco a poco el tiempo pasa, y parece que mi cerebro no pueda asimilar más información. Me pesan los párpados, se me va la cabeza.
Mañana por la mañana tengo que...

*fin de escena*

Bostezo. No es para menos. Me siento como si me hubiesen apaleado para despertarme. Y no es que sea distinto, la verdad. Thor tenía hambre, y ya es demasiado grande como para que me haga gracia que me salte encima. La sensación de ahora viene siendo un poco un recuerdo de infancia. Mi madre no se quejaba mucho del horario, aunque viviese a oscuras (y eso que ahora yo podría hasta mostrarme comprensiva con ella si lo hiciese), pero alguna vez sí que nos sacaba de cama a deshora porque quería ver un rastro de sol que pudiera colarse por casualidad, o cuando íbamos de visita a Aqua. Esa pesadez en los ojos fruto del sueño insuficiente es la misma que la de ahora. Mi mal humor por el despertar, sin embargo, es algo menor.

Supongo que mi madre siempre tuvo esa habilidad para sacarme de mis casillas. Es lo tiene la tortura desde niña, claro. Los críos son críos, y si juegan con barro, pues que jueguen. No hay nada de malo en todo eso.

Aunque, eso sí, desde que llegué a Brontë creo que tengo un concepto algo más responsable de las cosas. Al menos tengo la certeza de que no saldré de aquí poniendo zapatos de charol a las hijas que no tengo.

Venga, Thor, joder. Que ya voy.

Gruño y me yergo, cagándome en todo.

*fin de escena*

Abrí los ojos. La luz que entraba directamente desde la ventana que daba al lado de mi cama me daba de lleno en la cara. Si hubiera sido claritas no me habría molestado, pero desgraciadamente no corría esa suerte. ¿Cuánto tiempo llevaba durmiendo? Era como si me hubiera sumido en un sueño interminable. Ya había tenido una sensación parecida en el pasado, pero esta vez era distinta.

Me levanté rápidamente de la cama para que la luz del sol dejara de cegarme. Sin necesidad de un espejo noté con mis dedos que mi pelo estaba alborotado y anudado por todas partes; desde luego había tenido una pesadilla más que tediosa. Me puse de pie; mi cuerpo estaba un poco entumecido todavía, como si llevara meses sin moverse. El pijama que llevaba estaba arrugado e incluso algo sudado.

La sensación que sentía en general era la de una incomodidad absoluta. Me acerqué al arcón a los pies de mi cama, buscando la primera prenda limpia que encontrase y una toalla y un cepillo para poder ir directamente a los baños y poder asearme y estar decente de nuevo. Desde luego esperaba que nadie tuviera que verme así. Quizás una de las ventajas de ser parvus era que pasaría más desapercibida.

*Abandona la sala*

El dormitorio estaba prácticamente vacío. Desde luego, no vi a nadie a quien pararme a saludar. Me dirigí directamente a mi cama, abrí el baúl que tenía a los pies y guardé de nuevo el paquete de cartas de donde lo había cogido.

Ya que estaba allí, aproveché para revolver un poco entre mis pertenencias, en busca de algo de abrigo. Jun se sentiría muy preparado para el frío después de dos años en Aqua, pero yo, desde luego, no me sentía especialmente inclinada a pasar más frío del necesario. Así que saqué ropa cómoda de invierno y me puse unas botas.

Después, me marché en dirección al lago.

*Se va*

Dejo un par de carteles pegados dentro de las habitaciones, para que la gente tenga una buena sonrisa cuando se acueste. A estas horas ya no queda nadie en la cama, así que no he podido encasquetarle nada a nadie. Luego, con los restantes en los brazos, salgo del cuarto y pego otro en la puerta, uno de los más grandes. Que no puedan no verlo.


Lo último he tenido que añadirlo en el huequito que me quedaba porque me enteré gracias a Massen de que ella y Dehnel estaban planeando algo también cuando ya tenía los carteles hechos, pero no creo que haya problema. He distribuido de forma muy artística, también, las señas del sitio y la hora a la que todo empezará. No puedo sino contemplar risueña el cartel. Mañana lo vamos a petar.

*se va*