Dormitorio de las chicas

Resoplo divertida, atreviéndome a picarla un poco más.

-¿Qué pasa? ¿Los chicos te acosan y no puedes soportarlo? -inquiero, aunque termino por negar, volviendo a un tono más sereno-. Tranquila, no es nada raro. Y hasta aquí puedo hablar. Ya le habré arruinado bastante la sorpresa. Tú finge que te sorprende.

O no. Qué más da. Si lo rechazas desde el principio se hará más fácil luego. Empiezan por ahí y acaban con ramos de flores y anillos.
Bueno, de momento de los anillos me he librado, al menos. Estoy exagerando un poco.

-Me encargaré de informar de todo -prometo, evaluándola un momento, dubitativa-. ¿Y tú no quieres venir? No será mucho tiempo, realmente.

Mi cara de condescendencia se volvió aún más evidente.

-¿Y eso me lo vas a decir tú? Estoy segura de que sabes mejor que yo lo que es eso -contraataqué, sintiéndome algo atrevida al hacerlo. Me encogí de hombros-. Ahora lo que tengo es mucha curiosidad, así que no creo que hayas estropeado nada.

Formé una mueca de rechazo. No tenía ninguna gana de volver por allí. Sería una sensación demasiado deprimente.

-Os lo dejo a vosotros -declaré, firme-. Además, a Seranne la vi... digamos que no hace tanto, y... Leen no tiene muchas ganas de tenerme de por medio, creo. Tampoco creo que les importe mucho. Les haría ilusión a los pequeños, pero buf... No, creo que no estoy para visitas.

Enarco una ceja, retadora.

-¿Y qué tiene que ver eso? Disfruta de la juventud, Massen Dew. Quizás no llegues a mi altura -me jacto un momento, pero pronto bajo los humos, dejando un poco la broma-, pero tampoco lo busques. No es que me enorgullezca de todo-. Lo está haciendo bien, no hay nada que decirle-. Sea como sea, siempre puedes tirarle de la lengua si no se atreve a dártelo y finge que no hay nada. Bueno, de la lengua no. O sí, ya me entiendes -añado, con una sonrisa mordaz.

Lo de volver a casa no parece una opción. La entiendo, pese a todo. Asiento, sin querer darle más vueltas. No tengo intención de forzarla. Como ella misma dice, encontrará otra cosa que hacer si no es esto.
Termino por tumbarme definitivamente, con un suspiro cansado, estirándome brevemente en el colchón.

-Puede que sí esté algo cansada -reconozco entonces-. No recordaba esta cama tan cómoda.

Aunque en Ventus no pasé malas noches. El problema fue el camino de vuelta.

Le dediqué una nueva mirada ofendida. ¡Pero sería creída! ¡Esas cosas las tenían que decir otros, no uno! Vale, que era cierto, ¡pero aún así!

-Vamos a ver, pero ¿han estado detrás de Jun o detrás de ti? Para venir de semejante viaje te veo con fuerzas renovadas. ¿Tú te has traído ganas de fiesta de recuerdo? -respondí, divertida.

Normalmente no era tan directa con esas cosas.

Le hice hueco para que se tumbara. Mucho diría de Jun, pero era probable que ella también estuviese bastante cansada. Sonreí, burlona.

-Sí, ya, ahora disimula -la piqué, entretenida-. Te dejaré dormir entonces. Ya te he estado rondando bastante, y eso que acabas de llegar.

La miro con una sonrisa divertida. Hoy está que responde a todo menos a lo que ignora deliberadamente. Tampoco insistiré en ello, por supuesto. No soy tan pueril.

-Es que estoy de buen humor -me excuso, tranquila-. A veces pasa. Me vuelvo encantadora, lo sé -añado, con gesto arrogante, aunque pronto lo dejo estar.

Me acomodo en la cama, todavía por fuera de las sábanas. Me lo pienso un momento, mirando hacia el techo. Al final la miro a ella, satisfecha con la sensación de pesadez del cuerpo cansado. Mañana estaré como nueva.

-Deja que te cuente el viaje un poco más a fondo en lo que termina de entrarme el sueño -le pido, con cierta malicia-. Nunca había estado en Ventus, pero lo cierto es que impresiona. El hombre que iba a recibirnos en el pueblo, Autro, no estaba, así que al final fue su hija la que...

Al final me pesarán los párpados, pero, conociéndome, mañana ya no querré hablar de ello de la misma forma. Aprovecharé el tirón. Así estaré más relajada cuando duerma.

*fin de escena*

Entras en la habitación con paso rápido, pero tratando de ser silenciosa. Puedes hacerlo, sabes cómo. Resulta complejo y requiere de gran concentración. ¿Qué mirada podría resistirse a volverse hacia ti? Pero no es el momento, no estás preparada. No es momento de enfrentarse al público.

Así que llegas rápidamente hasta tu cama y corres las cortinas, por una vez, para evitar ojos que no puedan evitar la tentación de buscarte, llenos de anhelo. Y usas toda tu habilidad en contener el temblor de las manos mientras extraes el estuche de emergencia. Pueden pasar muchas cosas, pero ninguna te hará descuidar tu estado, y tu cutis perfecto debe mantenerse en condiciones. Retiras el maquillaje junto con las lágrimas, tratando de contener cualquier sonido. Pese a que estás deseando acostarte, lo haces con cuidado y esmero. Ya es bastante que no estés haciéndolo en el baño, que es donde de verdad procederías con total eficacia.

Finalmente, lo guardas todo y te pones tu precioso camisón. Usas un pequeño espejo para contemplarte. Tratas de sonreír. Bueno, hay que admitir que incluso ahora tu sonrisa es preciosa. Es imposible evitar que haya ciegos en el mundo. No es tu culpa. Tú seguirás haciendo todo lo posible por hacerles ver la realidad.

Te metes en la cama con un suspiro agotado. No tardas en volver la cara hacia la almohada. Hasta tú tienes derecho a deshacer tensiones. No todo puede ser el trabajo. Pero sabrás hacerlo como corresponde: en silencio, manteniendo la dignidad.

*Se queda*

Oh, no. Te han oído. ¿Cómo es posible? Has puesto tanto cuidado, y aún así... ¿Y cómo responder? Ahora tendrás la voz tomada. Pero si te la aclaras se notará. ¿Cómo hacer que no suene sospechosa? El mismo hecho de que mantengas cerradas las cortinas es sospechoso. Pero en estas condiciones...

-Todo va bien -pruebas un tono tan encantador como puedes, arriesgándote a no aclarar la voz antes. No ha sonado tan mal... ¿no?-. No hay de qué preocuparse.

Pobrecilla. Tan volcada en su ídolo. Pero ahora no puedes atenderla. Sería un escándalo, si tú ya ibas a dormir... Ahoga ese hipo. ¿Cómo es posible que estés hipando?

Al final tienes que aclararte la garganta. El nudo empieza a ser demasiado. No serviría de nada evitar un gesto así si va a suponer que la voz te delate. Debes mantenerla perfecta, ya que es tu principal elemento de comunicación ahora mismo. Y debe transmitirte tal como eres.

-Por supuesto, es fantástico que así sea -respondes, tratando de ser tan encantadora como siempre. Ella, que sabe ver en ti lo que de verdad hay, sabrá apreciar tu belleza incluso en estas condiciones-. Te lo haré saber si se da el caso.

Te muerdes el labio. Tienes que aguantar. No puedes dejarlo estar. De hecho, tener que dar la cara, o la voz, en este caso, ha ahogado un poco la sensación. Lo que de verdad necesitas es dormir. Eso te ayudará más que nada.

Fdr- Pausa

FdR-

Abres la boca en un último gesto alarmado, pero no tienes tiempo de evitar que ocurra lo peor. Y lo peor ocurre, y cuando abre la cortina te encuentra ahí, con ese aspecto prohibido, el que nadie debe ver. El espectador que invade las bambalinas, la terrible blasfemia del espectáculo. Es algo tan vedado que ni siquiera encuentras la forma de reaccionar.

Habla, cierto. Habla y vuelve a marcharse. ¿Tanto es el horror? No es posible. Es cierto que no estás preparada, pero, ¿tanto es el horror?

Sin saber qué responder, hundes de nuevo la cabeza en la almohada. Mañana será otro día. Mañana será otro día y descubrirás que todo esto no ha sido más que una maligna pesadilla.

*Fin de escena*

Ha sido una tarde intensa, pero después de una buena ducha me he quedado bastante cómoda. Lo que sí, me he dado cuenta de que tengo los filos en peor estado de lo que creía, así que me dirijo directamente a las habitaciones, con la espada a la espalda. Juraría que guardo una piedra de amolar en el baúl. Son cosas que debería saber a ciencia cierta, la verdad.

Veo a Anna, que parece que esté preparando un equipaje, apenas después de entrar en la habitación. Le dedico una sonrisa amable a modo de saludo, y no se me pasa por alto el pequeño que la acompaña. Así que ella es la novia de nuestro querido Adain. No he vuelto a hablar con él, pero debería. Y no niego que ese pequeño me llama la atención.

-Buenas tardes, ¿cómo va todo? -llego a saludar, incluso.

Pero, de todas formas, me contengo y me dirijo a mi baúl. No tardo en dar con la piedra de amolar, que resulta más pequeña de lo que recordaba. Debería hacerme con otra pronto. Pero bueno, por el momento servirá. Tras sentarme en la cama, procedo a afilar una de las hojas como en su día me enseñaron.

Trato de concentrarme en mi tarea. Puede parecer burda, pero tener las armas a punto es importante. Quizás debería, además, engrasar los látigos. Los uso menos, pero eso no significa que deba descuidarlos. Sé que, aunque no me gusten demasiado, son valiosos. Sé que tengo, de algún modo, el deber de sacarles partido. No voy a rechazar ese deber. Pero ahora estoy con la espada. Habrá tiempo para todo.

Dirijo alguna que otra mirada a la cama de Anna, y una algo más fija a ella cuando habla. Me encojo suavemente de hombros, manteniendo una sonrisa amable.

-Intento que todos lo sean -apunto-. Aunque también tengo que hacer mantenimiento, y creo que eso se me olvida más a menudo. ¿Qué armas tienes tú?

¿Por qué le estoy dando conversación?

Por alguna razón, la respuesta no me sorprende. No la he visto en acción, o sí, según se mire. Muy impresionante no resulta, precisamente. Pero en fin, la magia chrysos, según se dice, es complicada, así que supongo que tendrá sus méritos. No creo que esté aquí porque se haya colado. No después de todo lo que se ha reforzado la seguridad, al menos.

-Supongo que la magia no necesita mantenimiento -observo, manteniendo la sonrisa amable, aunque ya con la vista puesta otra vez en el filo-. Tampoco creo que tu caso sea el único. Yo tuve mi primer contacto serio con la magia aquí. Si quieres una formación mayor, supongo que estás en el lugar adecuado.

Aunque no tiene mucha pinta de querer una formación mayor. Más bien tiene pinta de querer esconderse detrás de su escudo y quedarse allí. No debería pensar eso. Las apariencias engañan. A veces.

FdR- Lea se crece, la muy guarra XD

Asiento con gesto calmo. Si es así, tampoco a mí me lo ha dicho nadie. Y no sé ella, pero yo llevo un tiempo rodeado de magos dispuestos a enseñarme hechizos. No creo que se les haya pasado por alto un detalle de ese tipo.

Tampoco respondo a su siguiente comentario. Si esa es su actitud, va por el buen camino. Supongo que en ese sentido estoy en la misma situación que ella. No creo que sea quién de aportarle algo al respecto.

Su pregunta, en cambio, me hace alzar la vista una vez más. Y, en este caso, llego a enarcar una ceja, mirándola con cierta diversión.

-No te habrá dicho él que somos amigos, espero -comento, entretenida-. Es mi novio. Ya hace algún tiempo que le hablé de tus corazas, y ya iba siendo hora de que pasara a verte. Le haré llegar el mensaje, claro. ¿Qué le digo?

Muy cauto por tu parte. Y por la de Rick. No es que espere que haya puesto carteles por todo Brontë para anunciarlo, pero tanto recato llega a llamarme la atención. Y sospecho que yo soy la causa. Lo que es él, con lo que le gusta hablar...

Escucho el mensaje y asiento.

-No creo que haga falta ninguna disculpa, si me permites la opinión -respondo-. Desde luego, Rick no la considerará necesaria, y teniendo en cuenta que es un trabajo que te tomas voluntariamente... Pero se lo diré, por supuesto. Yo me encargo.

Ese pequeñajo... No puedo evitar mirarlo de reojo a cada rato. Me hormiguean las manos, y acabo por ceder al impulso. Dejo el arma a un lado, despacio, junto con la piedra.

-¿Te importa si...? -Hago un gesto vago y dejo la pregunta en el aire.

Me encojo de hombros.

-No te ofendas tú, pero tiene serios problemas para aceptar que hay cosas que no puede comprar con dinero -apunto a mi vez, consciente, de nuevo, de que no debería decir esa clase de cosas-. No te culpes: es su responsabilidad. Si le hacía falta, debería haberte buscado antes. De todas formas, no creo que sea el caso.

Cuando consiente, acomodo el arma en la cama y me levanto, acercándome con paso lento. Me arrodillo a los pies de la cama, moviéndome en todo momento con gestos suaves, manteniendo la vista fija en el animalito, y le ofrezco las manos abiertas para que las vea, huela, picotee... Lo que necesite, con tal de que entienda que no soy peligrosa.

-¿Tiene nombre? -pregunto con voz suave.