Dormitorio de las chicas

Cavilé un momento la pregunta. Era algo a lo que ya le había dado muchas vueltas, pero seguía sin saber qué responderme.

-Creo que eso da igual -respondí al final, frunciendo el ceño-. Me cae muy bien Jun y todo eso, pero es que no quiero saber nada de esas cosas ahora. Como siga pendiente de chicos me estallará la cabeza.

Asentí, pensativa.

-Supongo que podría hacer eso -acepté-. Pensaré en ello. Aunque no se me ocurre mucho adónde ir. No quiero volver otra vez al Glaciar. Quizá pueda ir a Ignis a ver a mis primos. Aunque estoy un poco cansada de Ignis -sonreí.

Asiento, escueta. Con eso es suficiente. No esperaba escuchar algo muy diferente. Quizás un no más rotundo, pero tampoco es algo sorprendente. En este caso, puedo incluso entenderla mejor, imagino.

-Motivo suficiente para no torturarte por ello. No ayudará a nadie -declaro, sin más.

Dejo ir un amago de risa cuando duda tanto. Entiendo que esté cansada de Ignis, de algún modo. Pero ni siquiera tiene que planteárselo así.

-Si no quieres volver a casa y no quieres ir a Ignis, no lo hagas. Explora nuevos sitios. Lánzate a la aventura-. Niego un par de veces, risueña-. No me reconozco diciendo estas cosas. ¿No te apetece venir a Ventus a por la madera esa?

Asentí de nuevo. Era difícil hacérselo entender a mi cabeza, pero aquel tema no tenía más vueltas que darse hasta que viera a Jun de nuevo. Suspiré.

Miré a Alehyss con curiosidad, quizá con sorpresa, cuando me propuso acompañarla a Ventus. Aquello ni me lo había planteado. ¿Era siquiera una opción?

Sonreí.

-Bueno, no lo había pensado -reconocí-. ¿Tú crees que debería? Supongo que sí sería un cambio de aires, la verdad...

No sabía muy bien qué responderle. Tenía la sensación de que era inmiscuirme más de la cuenta en un asunto que yo misma había creado, y eso me resultaba chocante y absurdo. Quizás el sueño empezaba a hacerme pensar tonterías.

Resoplo, divertida.

-No sé a qué vienen tantas reservas conmigo. Tú me has ayudado a organizar todo esto. Si te apetece, ven. No me lo quiero tomar con mucha calma porque no quiero perder tiempo, pero tampoco tiene que ser estresante. Te sentará bien.

No sé qué pensará hacer el chico, por otra parte. Aunque, de todos modos, si eso fuese a ser una incomodidad no me costaría nada deshacerme de él en dos palabras. O en ninguna. No tengo ni que echarlo. Basta con que no esté invitado desde el principio. No es algo complicado.
Ni siquiera heriría sus sentimientos.

Yo tampoco tenía claro el por qué de las reservas, pero por algún motivo, no acababa de convencerme la idea. Quizás fuera porque era un pago para Loksass, y yo no formaba parte del negocio. Quizás porque no quería interferir con el trabajo de Alehyss. O quizás...

Bajé la vista, algo avergonzada.

-Sé que va a sonar estúpido, pero -. Dibujaba circulitos con el dedo sobre la sábana- no me gusta mucho Ventus. Es por la... altura.

Sabía que esa declaración me hacía infantil, estúpida y débil. Quizá hasta decepcionante. Dudaba que Alehyss fuera pidiendo compañeros de viaje a la primera de cambio. No parecía ir mucho con ella. Pero no podía evitar un escalofrío al pensar en cómo subir hasta las islas flotantes. No estaba muy segura de querer averiguar cómo funcionaban.

Alzo las cejas, algo sorprendida. Aunque no es extraño que la gente tenga ciertos reparos con los lugares altos. Incluso yo, que disfruto, incluso, asomándome a los tejados, he de decir que siento cierto respeto por según qué situaciones. Y, sin embargo...

-¿No te gusta?-. Me suena vagamente, pero no estoy segura de si me lo estoy inventando-. No creo que sea para tanto una vez allí. Los islotes son grandes. Imagino que en el fondo será como cualquier otro sitio, salvo cuando te asomas...-. Me lo pienso un momento. Eso es lo que querría hacer yo: asomarme y ver el mundo-. Piénsalo. Tampoco te sientas obligada a esto. Hay muchos otros lugares a los que ir. Era una propuesta. Estoy segura de que si te lo planteas, de todas formas, encontrarás muchas otras formas de relajarte un poco. Supongo que es mala época para nadar, pero...

Negué, cada vez con mayor seguridad. Por supuesto, no había problema mientras estuviera en la isla. Había oído hablar de la isla que había caído, pero eso no me asustaba tanto como la idea de subir. Subir... ¿Cómo?

-No sé, no me hace gracia -murmuré, algo huidiza. Acabé por mirarla-. Pero lo pensaré. Buscaré la forma. Si no es eso, será otra cosa. Tiene que haber algo diferente que pueda hacer.

Callé un momento, pensativa. Luego la miré de nuevo y sonreí.

-¿Puedes quedarte hoy? -pregunté-. Si quieres.

Asiento. Al final será su decisión. No la voy a forzar. Entiendo, también, que puede tener sus propios proyectos en mente. Quizás no tenga tiempo o ganas de venir hasta Ventus a perder el tiempo. Y menos aún si le desagradan las alturas.

-Te informaré cuando sepa los detalles -le digo sin más.

Me sorprende un poco su petición, lo admito. No obstante, no tardo en asentir, tranquila, esbozando una sonrisa. También es gracioso, de alguna forma. Pero no hay motivo para negárselo por una vez. No abusa de ello. Supongo que necesita apoyo emocional. No es algo que me desagrade. Me agobiaría en exceso, pero hace tiempo de la última vez.

-Ahora vengo, entonces.

Atravieso la cortina para ir a mi cama, a mi baúl, para dejar la carta y tomar mis cosas. Luego regreso junto a ella para cambiarme.

Supongo que no es la peor costumbre posible. No es como si se generase una dependencia. Es, más bien, un apoyo.

No me molesta dormir acompañada, aunque los motivos para hacerlo no sean los que, durante mucho tiempo, me parecieron los únicos.

*fin de escena*

Cuando llegaron a las habitaciones, apenas un momento después, ya que Ben había marcado un buen ritmo, la chica soltó a Anna por fin y se dirigió a su baúl. Ben nunca hubiera creído que habría tenido que rebuscar entre sus cosas para dar con lo que buscaba, pero lo cierto era que el mueble había perdido aquel aspecto triste y vacío del principio a medida que Ben iba acumulando cosas.

De todas formas, no tardó demasiado en dar con la gorra y la mostró con una enorme sonrisa. Después avanzó hacia Anna y se la puso justo delante de los ojos, enseñándole los dos agujeros que tenía.

-¿Has visto esto? Pues así de maleducada es la gente, ya lo ves -le decía mientras se lo enseñaba-. Con una flecha, nada menos. ¡Con una flecha! Como si estuviera yo aquí para ponerme a criar gorras...

Se la puso en las manos y juntó las propias, retorciéndose los dedos con nerviosismo. Mantenía la sonrisa, y los ojos iban de los de Anna a la gorra, y otra vez a los ojos.

-Podrás, ¿no? Puedo pagarte. Tengo dinero. No mucho, pero llegará, ¿verdad? Tú dame un precio -pidió.

Ben no pudo evitar cierta tensión al oír la respuesta, aunque la relajó un poco saber que tenía arreglo. Observó un momento la gorra, pensativa, y luego sonrió y negó con la cabeza.

-Pero estará arreglada igual, ¿verdad? -preguntó, esperanzada-. Seguro que casi ni se nota, ¿no?

Aquello de que no era nada no le hacía ninguna gracia. A Ben no le gustaba dejar a deber, porque sabía cuánto podían complicarse las cosas luego, y la gente denunciaba muy deprisa. No quería que nadie le fiara.

-¿Estás segura? Pero es tu trabajo... -le recordó-. De verdad que puedo pagar.

Ben asintió con entusiasmo. Claro, que se notara un poquito era normal. Seguro que se notaría menos que cuando ella intentaba hacer remiendos. Se había llevado unos cuantos capones por apurarse y hacer las puntadas demasiado grandes, y aún así, no habían sido los suficientes como para corregirlo.

Parecía que quedaba la deuda, irremediablemente. Ben se encargaría de pagarla cuanto antes para quitársela de encima. Nadie la había llamado ladrona en Brontë, y no iba a manchar su historial así como así. Entonces le propuso pagar los materiales, y aquello cambió las cosas. Ben asintió.

-Sí, claro, es el precio que tú digas -respondió, dócil como un corderito.

Cuando ella se lo indicó, siguió de nuevo a Anna hacia el pasillo. Tuvo que volver para cerrar el baúl, que había dejado abierto, pero luego siguió a la chica con presteza.

*Se van*

Aquel día había recibido una carta. Una suficientemente preocupante como para hacerme volver a la habitación en plena tarde, cosa que prácticamente nunca sucedía. La releí un par de veces antes de animarme a hacer nada. La verdad era que no entendía qué estaba pasando, y peor, no estaba segura de querer entenderlo. Quizás, tras aquello, Allie me dejase en paz. ¿Era aquello lo que quería? ¿Por qué no escribía a Leen diciéndole lo que pasaba? Pero claro, Allie me había pedido que no lo hiciera. Ni a Leen ni a nadie; solo estábamos ella y yo. Y la vieja caeruleus metomentodo, claro. Que no se me olvidara ella.

Acabé por cerrar las cortinas en torno a mi trozo de cuarto, y entonces me agaché junto al baúl y lo abrí. Dejé la carta con las demás, un poco de cualquier manera, y excavé entre mis pertenencias hasta llegar al fondo, a la caja. La misma que Allie me había mandado. Me había dicho que me enviaría una nueva muñeca para sustituir a la que se había roto, pero no lo había hecho. Y, según la carta, no lo haría por el momento.

Con cuidado, coloqué la caja sobre la cama y cerré el baúl. Tras inspirar un momento, abrí la caja, y allí estaban, exactamente como Allie lo había dicho: todas rotas. Nada tenía sentido. No tenía sentido que estuvieran rotas, como no tenía sentido que ella lo supiera. Ella insistía en que no era culpa mía, pero ese no era el problema. El problema era que me estaba metiendo en uno de sus asuntos turbios, estaba segura, y de ahí no había nunca salida. Eso la había condenado a ella, pero no pensaba dejar que me condenase a mí también. ¿Y lo peor? Solo podía seguir sus indicaciones. Era todo lo que me quedaba.

Saqué la mochila de debajo de la cama y, con cuidado, fui poniendo todos los trozos de porcelana en ella. Lo hacía con cuidado, con mimo, pero ni siquiera sabía por qué me preocupaba tanto de hacerlo así. Quizá, de nuevo, porque Allie me lo había pedido.

Cuando todas las muñecas estuvieron en la mochila, la cerré bien y guardé la caja donde estaba, como si todavía las contuviera. Otro gesto estúpido por mi parte. Después, cerré el baúl y salí de la habitación. Seguía lloviendo, así que era poco probable que me encontrase a nadie fuera. Mejor.

*Se va*

Vuelvo de la ducha, con el pelo ya seco y una sonrisa suave. Todavía no he ordenado de todo el baúl, pero ahora tengo tiempo de hacerlo, antes de dormir. Estoy cansada, de todos modos. El viaje ha sido duro, pero al fin hemos llegado.

Me siento en la cama primero, suspirando un momento. Se me hace extraño estar aquí. Miro alrededor, como esperando encontrarme con algo nuevo, y, de hecho, así es. No tengo claro si había visto a esa aether rubia antes de irme. No me suena.
La miro un momento en lo que se prepara, pero termino volviendo a mi propia cama. He de ordenar el baúl.

Me levanto, con cierta pereza, y me dirijo al baúl para poner en orden lo que he obtenido y la ropa y bultos del viaje.

*se queda*

Hasta que no abrí la puerta de la habitación no me di cuenta de que a lo mejor no debería estar por ahí corriendo a aquellas horas, y menos aún alzar la voz. Aunque para mí aquello ni era hora de dormir ni era nada (qué flojas eran algunas), sabía que podía estar molestando. Así que, desde la puerta, dediqué una sonrisa y un saludo comedido a Alehyss, bajé un poco el ritmo y me acerqué hasta su cama.

-¿Qué tal todo? ¿Cuándo habéis llegado? -pregunté-. Una chica del servicio me dijo que habíais vuelto. No sé ni quién era. A veces tengo la sensación de que lo saben todo, los muy cotillas...

Con total naturalidad, me senté a los pies de su cama, manteniéndome a una distancia a la que no le estorbara. Porque parecía que estaba ordenando.

-Si estás cansada te dejo dormir. Debéis llevar una paliza...

Alzo las cejas al verla venir, esbozando una sonrisa. Cuando llega me permito darle un breve abrazo, aunque no interrumpo por completo lo que estoy haciendo, y pronto sigo doblando cosas, escuchándola animada, de todas formas.

-Yo creo que tienen que saberlo todo, de hecho. No me sorprendería que lo supiesen todo. Para ellos es muy fácil estar ahí y pasar desapercibidos, de alguna forma-. Inspiro un momento, sin poder evitar denotar cierta satisfacción. Enseguida niego, a su comentario-. Ah, no, tranquila. Ha sido largo, pero estoy bien. Al que tendrías que ver es a Jun. Con suerte habrá conseguido no dormirse en la bañera -comento, torciendo la sonrisa y negando una par de veces-. ¿Y qué tal todo? ¿Hay algo en lo que deba ponerme al día? -pregunto entonces, centrada en acomodar bien el bote de veneno-.

Sonreí, tratando de imaginar la reacción de Jun si alguien lo encontrara dormido en la bañera. Probablemente se moriría de vergüenza. Sí que era frágil...

-Creo que será mejor que a él lo deje descansar. ¿Ha aguantado bien? Bueno, ahora un par de días durmiendo en una cama mullidita, como a él le gusta, y como nuevo -concluí, quitándole importancia.

A veces me paraba a pensarlo y, la verdad, Jun era un auténtico remilgado.

-Pues no ha habido muchas novedades, no. Nos hemos portado bien y esto ha estado muy tranquilito. Puedes respirar tranquila. De hecho, yo creo que estoy empezando a oxidarme... No tendrás algún otro viaje pensado, ¿no? Algo más corto que ir a ver a Loksass, a poder ser -. ¿No estaba parloteando un poco de más?

Sonrío, burlona, mirándola de reojo.

-Estoy segura de ello. Un par de días, a la vuelta, tuvimos que pagar por una montura para hacer más rápido una parte del viaje porque era incapaz de caminar más. Aunque lo cierto es que me sorprendió que se enfrentase tan bien a los problemas -confieso-. Tuvimos un enfrentamiento de lo más extraño. Luchamos contra unas aves protegiendo a Buere, nuestra anfitriona, en lo que cortaba la madera. Nos dejó unos cascos con los que podíamos volar, y creí que se vería incapaz, pero me hubiese costado tremendamente sin él. Al final me alegro de no haber ido sola.

De modo que no ha pasado nada interesante. Casi me alegro. Cuando fui con Corbin a Ignis y volvimos había habido un ataque desastroso. Prefiero no perderme cosas como esa. O que, simplemente, no sucedan. Tenemos suficientes desgracias hasta la fecha.

-Pues... No lo tengo claro -confieso-. En lo personal, quería acabar con eso pronto, aunque antes quería asegurarme de que no hago falta aquí. Ir a Ventus ya nos ha llevado más de diez días, y me temo que lo de Aqua, aunque solo sea por lo que tarden en fabricar el objeto no será muy diferente. ¿No has encontrado absolutamente nada que hacer? Siempre suele haber algún trabajo sencillo, aunque sea...

Termino de guardar las cosas e inspiro, relajada. Ahora que todo está listo me siento un poco más satisfecha. Voy a sentarme a su lado, en la cama.

Contado así, sonaba de lo más extraño. Y no por Jun, exactamente. Pero era como si me estuviera hablando de algo que había soñado. Sonreí.

-Suena a aventura -comenté, admirada-. Jun lo que necesita es que lo espabilen. Si se ve en problemas, claro que reacciona. Pero siempre es más cómodo esconderse detrás de otro. En fin, me alegra que te haya servido de apoyo. Cada vez lo hace mejor, yo creo.

Debería trabajar yo con él alguna vez. Solo podía ver sus progresos en entrenamientos o a través de lo que contaba, pero sabía que no era lo mismo ni de lejos.

Me encogí de hombros.

-Nah, tranquila, lo digo medio de broma. Supongo que no tardaré en ponerme en marcha. Y mientras, de todas formas, sigo entrenando. A ti te será todo mucho más práctico una vez hayas estado en Aqua. Compensa que vayas pronto -apunté.

Hablando de aventuras...
Dejo ir un resoplido divertido, mirándola de reojo.

-Lo que parece que no se le den mejor son las mujeres, eh -le digo, apartando la mirada un momento, divertida-. Conocimos a una chica allí que intentó "sacar algo de él"-. La miro de nuevo entretenida, pero termino por encogerme de hombros-. Desde luego, no había visto hombre más torpe en mi vida. Casi le dan a una ganas de enseñarle -comento, jocosa.

A lo que dice luego le veo el punto medio a medias. Apoyo las manos en el colchón, inclinándome un poco hacia atrás, estirando la espalda y los brazos y dedicando una mirada breve al techo.

-Eso es cierto, pero no quiero que me acusen de no servir a Brontë. Tengo que saber llevar mis responsabilidades al día. Aunque si todo está tranquilo quizás sea el momento para irme, y no cuando empeore. También tendré que contar con la opinión de Jun, bueno.

Aunque sea un poco.

La confesión de Alehyss me dejó un tanto sorprendida. La miré, divertida. No podía decirse que Jun se las llevara a todas de calle. ¿O sí lo hacía pero no decía nada? Resoplé.

-Pobre chica inocente. ¿Qué le decía? -respondí, con algo de malicia-. Ya puede seguir soñando. Es de un lento... No le venía mal que lo espabilase alguien, no. Pero tampoco es una tarea fácil.

Prefería no mencionar mi papel a ese respecto. No lo tenía claro ni yo, así que...

Asentí.

-Bueno, por ahora no nos reclaman -apunté-. Además, se supone que cuando vuelvas de allí estarás mejor equipada para servir al palacio, ¿no? No creo que nadie tenga ningún problema con ello.

Tuerzo la sonrisa. Lo cierto es que era gracioso verlos. Comprendo que la chica encontrase divertido meterse con él, porque sus reacciones eran de lo más evidentes. Tan tierno que daba hasta un poco de pena.

-Ya no hablo solo de indirectas nada sutiles, sino de miradas. De esas que a un pobre chico como él lo dejaban aturdido -comento, con un evidente deje burlón-. Daban ganas de empujarlo, la verdad. Pero supongo que tiene otras cosas en la cabeza -añado, rotando los ojos sin disimulo y dándole un pequeño toque en el brazo-. Parecía muy interesado en traer regalos.

A medida que habla le voy viendo sentido. Termino por asentir, pensativa.

-Supongo que me quedaré unos días y nos marcharemos. No me gusta dejar las cosas a medias. Y mejor ahora que no me ha surgido nada todavía. Luego te atascas en una cosa y en otra y al final no consigues ponerte en marcha nunca. Si me voy pronto estaré antes de vuelta. Puedo entrenar por allí de todas formas-. Enarco una ceja, mirándola, entretenida-. No será que me estás echando por algo, ¿no? -inquiero, curiosa, con malicia.

Para indirectas nada sutiles, la suya. Le dediqué una mirada condescendiente.

-No empieces con esas, que no sé yo cómo es de romántico. Aunque visto lo visto, diría que... - Roté yo también los ojos, antes de ir al grano-. Pero espera, ¿regalos? ¿Qué regalos? No me habrá traído un pájaro de esos, ¿no? O un casco...

La verdad era que un casco como ese sonaba a un regalo que cualquiera querría... Menos yo. Aunque no creía que los regalasen. Esperaba que Jun no se hubiera tomado molestias innecesarias por alguna tontería.

Me llevé una mano al pecho, fingiendo ofendida sorpresa.

-¿Echarte? ¿Yo? ¡Por favor! -respondí, con tono escandalizado. Luego negué, con una sonrisa-. Bueno, no es que me pase la vida pendiente de ellos, pero no me vendrá mal tener a alguien que eche un ojo por allí. Sé que Leen y Seranne están perfectamente, pero aún así, nunca está de más. Tú tráeme un buen informe.