Dormitorio de las chicas

Sé que no son horas, pero me duele un poco la cabeza, y me siento más relajada tras haberme aseado. Así pues, como excepción, termino tumbándome en cama un rato, entrecerrando los ojos, tratando de alejar la mente de los truenos que retumban cada cierto tiempo. Siento que el cuerpo se amolda a la cama, o la cama al cuerpo. Como sea, estoy muy cómoda y un poco cansada. Y lesionada. Por un día no pasa nada. El descanso es necesario, también.

Hoy, nada más.

*se duerme*

Me despierto sobre una hora después, calculo, y me siento bastante mejor. Quitando la humedad, no está siendo un día desagradable.
Voy a intentar, incluso, dejar una de las muletas y valerme solo con la otra, la izquiera. Incluso he empezado a dejar de tomar calmantes, aunque me duela, mientras lo soporte. No estoy aquí para acomodarme a la vida de una convaleciente.

*se va*

Cogí un pañuelo y me soné la nariz, enrojecida ya. Maldito tiempo. ¿Cómo podía haberme puesto enferma? Eso suponía un argumento más en contra de lanzarse a la lluvia y echar a correr hasta el lago. Aunque aquellos rayos que se veían por la ventana no inspiraban mucha confianza al respecto...

Me erguí y abrí la tapa de mi baúl, para mirar dentro. Rebusqué entre mis escasas pertenencias y acaricié la caja de una tapa al fondo. Tuve la tentación de sacarla y abrirla, y aunque me contuve al principio, acabé por hacerlo. Sonreí. Todo estaba en orden. Estaba cumpliendo mi encargo, a pesar de que Allie había dejado de dar señales de vida desde hacía algún tiempo.

Volví a ponerlo todo en orden y me tumbé boca arriba en la cama. Sorbí y le pasé un pañuelo por la nariz. Me dolía de tanto sonarme.

Tomé un pequeño librito de la mesita de noche. Uno de cuentos, muy simple. Uno de letras grandes y con dibujos. Al menos, podía entretenerme con eso, porque me sentía un poco débil para dedicarme a andar por ahí.

*Se queda leyendo*

No tardé en desconcentrarme. No era fácil leer con aquel trancazo tan pesado. Al final, lo que me convenía era dormir. Incómoda, acabé por apartar el libro, abrí la cama y me metí dentro. Con algo de suerte, estaría mejor por la mañana.

*Se duerme*

Cuando desperté a la mañana siguiente me encontré con que el tiempo seguía siendo tan malo como la noche anterior, si no peor. Y yo, como el tiempo, había empeorado. Había pasado la noche soñando que me ahogaba (un asunto bastante absurdo, ya que raramente podía llegar a pasar por una situación así) y me había despertado con un leve dolor de cabeza. Lo primero que hice fue buscar el pañuelo para sonarme.

Decidí levantarme. Si me pasaba el día en cama me moriría de aburrimiento. Salir fuera quedaba prohibido, pero podía hacer otras cosas. Me levanté y salí de la habitación.

*Se va*

Después de apenas cenar la noche anterior y de tener que cargar a las tantas con Gerald por los pasillos, me había dormido tan profundamente que para cuando volví en mí ya era casi hora de comer. Aunque me había despertado, como todos aquellos días, con la nariz taponada y algo de dolor de cabeza, tenía la sensación de que estaba un poco mejor que el día anterior. De hecho, estaba casi segura de que me había bajado la fiebre.

Salí de cama rápidamente y miré por la ventana. Suspiré. El tiempo seguía siendo horroroso. Lo ideal hubiera sido que hiciera un sol radiante que me permitiera salir fuera a holgazanear un rato. Aunque, desde luego, tampoco esperaba eso cuando miré por la ventana.

Después de cambiarme de ropa, salí de la habitación.

*Se va*

Abro los ojos, arrebujada entre mantas. Tengo la boca pastosa y es asqueroso. La tormenta sigue y es una mierda. Los truenos han vuelto a despertarme un par de veces hoy, y la luz de los relámpagos brilla de vez en cuando.
Gerry aún no ha tenido la decencia de aparecer para entrenar. O de aparecer, sin más. Y podría decir que ahora mismo estoy preocupada y, al mismo tiempo, de mal humor, enfadada con él. Supongo que en el momento en el que lo vea decidiré qué gana. Y tengo muy claro cómo me voy a poner si me sonríe despreocupado y suelta alguna gilipollez.

Tras largos minutos de gruñidos, logro incorporarme y agarrar las cosas necesarias para una ducha. Me arrastro hacia el baño, bostezando cada dos por tres y frotándome un ojo con la mano.

*se va*

Entro en la habitación de nuevo, y me dirijo directamente hacia mi cama. Abro las cortinas, que normalmente mantengo cerradas, y me agacho para sacar la segunda tabla. Bien pensado, no he probado la otra. Es capaz de salir fuera y que se le parta en dos sobre la cabeza. Pero en fin, ahora ya se la he dado. Además, he buscado madera resistente, no una tablilla cualquiera, así que no tendría por qué pasar nada.

Tras tomar la tabla, vuelvo a correr las cortinas y me dirijo una vez más hacia la entrada. Hora de ver a Telma, esta vez sí.

*se va*

Para cuando llegué a la habitación una extraña sensación de estrés me había invadido, con lo que temblaba hasta el punto de que me costaba mantenerme en pie. Avancé dando tumbos hasta el fondo de la habitación, dejando caer la carta sobre la cama de cualquier manera y, tras correr las cortinas sin demasiado cuidado, tirarme yo también sobre ella.

Me agarré a la almohada, abrazándome a ella, de cara a la pared, aún temblando. Al menos, tumbada podía temblar sin temor a caerme al suelo. Por lo demás, no hacía nada. Tenía el cuerpo completamente en tensión y estaba muy pálida, pero tenía los ojos tan secos que hasta me llamó la atención.

Me quedé allí tirada, sin reaccionar.

*Se queda*

Tras despedirme de Corbin entro en el dormitorio. Me daré un baño y luego iré a cenar algo. Ya es tarde, pero todavía puedo hacerlo sin sentir que he tirado mis buenos horarios a la basura. Sin embargo, la visión del cuerpo de Massen sobre la cama me detiene a medio camino. Está vestida sobre las sábanas, abrazando la almohada, de espaldas a mí. Es una posición extraña y, aún a riesgo de molestarla, decido acercarme.

-Massen -llamo, con suavidad, viéndola temblar.

Termino por decidirme y camino un poco más, rodeándola para poder mirarla de frente. Su expresión no es muy esperanzadora, ciertamente. Frunzo los labios un segundo, contrariada, pero termino por relajar la expresión.

-¿Qué ha pasado?

Evidentemente pasa algo. Y, en su estado, preguntar simplemente "estás bien" me parecería hasta una burla a su persona. Prefiero ser directa.

Una voz me llamó, y tardé un momento en darme cuenta. Por toda respuesta, me encogí un poco más sobre la almohada. Al poco, sin embargo, tenía frente a mí a Alehyss, con lo que se hacía difícil evitar el asunto. Lo cual era un problema, porque no estaba precisamente en condiciones para hablar.

Probé a hacerlo. Tratando de contener los temblores sin mucho éxito, tomé aire, tratando de formular una frase en mi cabeza que le diera sentido. Abrí la boca y volví a cerrarla. Carraspeé y probé de nuevo.

-Mi... hermana... -La voz sonaba completamente antinatural, pastosa, gutural, y evidentemente, se me hacía imposible pronunciarlo en voz alta. De hecho, ya era difícil admitir la idea en mi cabeza. En mi cabeza podía formar la frase, pero las palabras no parecían significar nada.

Asiento, aunque no termine. Se ven sus esfuerzos. Y, sinceramente, dudo que sea necesario decir nada más. Casi solo la mirada podría identificarse como eso con un par de datos más.
Al volver el rostro veo un trozo de papel salir de entre las sábanas. Ahí está, la carta, la información que me faltaba para completar esta trágica escena.
Dejo la muleta contra la pared y tomo asiento junto a ella, llevando una mano a su rostro, inclinándome algo sobre su cuerpo, acariciando su mejilla y luego llegando al comienzo del pelo, en la sien, introduciendo suavemente los dedos entre sus trenzas, rozando con calma su cuero cabelludo.

-Lo siento -susurro, dejando que el aire silbe suavemente entre los dientes con la s. A los niños suele calmarles ese sonido.

Se me dan mal estas cosas. Suelo sentirme demasiado fría. Sin embargo, Massen es diferente... Ya la he tomado para protegerla, a mi manera, supongo. Y al ser tan reciente yo no sé qué hacer, así que simplemente la acaricio con suavidad, lo más parecido que puedo a la ternura, procurando que deje de temblar.
¿Hay algo que yo pueda decir? No conozco a su hermana, ni su nombre, ni su relación. Solo puedo preocuparme por Massen. El resto de palabras estarían huecas.

Me dejé estar, sin hacer nada. Al cabo de un momento, dejé de preocuparme incluso de enfocarla. Con la vista perdida, me quedé quieta en la cama, junto a ella.

Sin embargo, pronto noté el cambio. Al principio parecía bueno, porque se redujeron los temblores. Incluso, por un momento, tuve la sensación de estar respirando con normalidad. Pero, por supuesto, no fue más que un momento.

Probablemente el problema fuera, precisamente, Alehyss. Probablemente, si no hubiera venido, me habría quedado en el mismo estado por tiempo indefinido. Pero el tener que dar la información parecía hacerla más real, y eso me oprimía de forma espantosa.

Quise responder a lo que decía, pero según abrí la boca, me invadió un espasmo. Ahogué como pude un sollozo y hundí la cabeza en la almohada, mordiéndola con fuerza y clavando en ella las uñas, intentando en vano contener las lágrimas.

El verla llorar me alivia y pone nerviosa al mismo tiempo. Sé, por experiencia, que al final es como una forma de drenar el dolor, pero reaccionar a ello no deja de ser complicado para mí. Ni tengo claro, siquiera, ser alguien digno de consolarla, pero supongo que aquí todos estamos solos, cada uno con sus problemas, y que es lo que debo hacer. Es lo que quiero hacer. Lo que veo correcto.

Dejo que llore, oprimiendo su brazo en una caricia, como con intención de transmitirle que la sujeto. La abrazaría, pero su posición me lo impide, de forma que he de usar las manos para estar en contacto con ella, sin ser agobiante, dando a entender que estoy sin ahogar. Aunque, finalmente, termino por tenderme a su lado, como puedo, e introduzco una mano bajo su cuerpo, la otra por arriba, para abrazarla por los hombros, pegando mi cuerpo al suyo, con los ojos caídos, contemplando su cuello, y la mandíbula ligeramente apretada, con tensión.
Alehyss, al final eres débil. Pero está bien.

Intentar contener tanta energía era muy difícil, y en seguida pude notar cómo el cuerpo empezaba a dolerme por la tensión. Aún así, seguía tratando de contener lo que podía, respirando por la boca el aliento caliente que yo misma echaba sobre la almohada, pegándome a ella como si pretendiera que, si no dejaba espacio, no podrían salir las lágrimas.

Apenas sentía a Alehyss al lado, pero estaba ahí. Sí fui más consciente de su presencia cuando trató de tumbarse a mi lado. Me dejé mover un poco a un lado sin oponer resistencia, dándole espacio suficiente para tumbarse. De la misma forma, permití sin protestar que me rodeara con los brazos. Incluso me dejé ir un poco más entonces.

Al cabo de un tiempo, incluso reaccioné un poco. Aflojando el agarre de la almohada, alcé un brazo tembloroso y la rodeé por la cintura, pegándome más a ella y desahogándome ya incluso sin que me importara en absoluto hacer ruido.

La estrecho contra mí como puedo, pese a la incómoda posición, y pese a que sigo pensando que seguramente existan personas mucho más capaces de desenvolverse en ocasiones como esta. Aunque la torpeza no es un motivo para no estar con ella. Sería una falta de respeto irme y llamar a otro. Esto es algo que me toca hacer a mí, que estoy aquí.

Al ver que me devuelve el abrazo me relajo un poco, y la atraigo con más fuerza, ascendiendo una de las manos a su nuca para acariciarla suavemente, con intención de tranquilizarla. Aunque al final seguramente solo llorar la calme.
Noto cómo los minutos pasan despacio, sin que ella se calme. Sé que murmuro algunas palabras con suavidad, pero ni siquiera tengo claro cuales. Son palabras vacías que tratan de llenar un hueco en ella para tratar de reconfortarla, aunque solo sea el del silencio.

En algún momento tiembla menos, agotada, cuando ya hace rato que su voz menguó. Entonces la descalzo, como puedo, y tomo una de las mantas de mi cama para taparla, y mi propia almohada para que se recueste y no tenga que soltar la otra. Le dedico una última caricia, ordenándole varios mechones sueltos, húmedos, y un beso en el pelo, sobre la sien.

Desde que la vi en los pasillos, asustada por su primera menstruación... ¿Sería entonces?

Cuando compruebo que se ha dormido, abandono la habitación, sigilosa.

*se va*

Cuando regreso es muy tarde. Amanecerá en cuanto... ¿Una hora? Massen sigue donde la dejé, aunque en una posición algo distinta. Supongo que no estará siendo una de sus mejores noches...
Tras un leve titubeo, decido hacerlo. Me cambio y, después, me tumbo junto a ella, acariciándole un poco el pelo, tratando de calmar lo que debe de ser un sueño desagradable. Y peor que el sueño será la realidad cuando despiertes...

-Siento ser tan torpe -murmuro, en un susurro que le sería difícil escuchar aunque despertase-. Haré lo que pueda.


Si puedo ayudarte lo haré. Me gusta pensar que, de alguna forma, podría hacerlo. He cometdo muchos errores. No soy tan mayor, en comparación contigo. Pero, Massen, si pudiese hacer algo por ti, no como madre, acosejándote... Como hermana, de alguna forma... Como amiga, creo... Si pudiese calmarte un poco, o ser vir de algo bueno, quizás pudiese llegar a sentir que me he enmendado un poco; que no lo hago todo movida por el egoísmo.

Estoy frente a ella, tumbada, apenas cubierta con la manta. No se me dan bien estas cosas, pero hago lo que puedo, Massen. No soy muy maternal. Es algo en lo que fallo, como en tantas otras cosas...
Lo siento.

*se duerme*

FdR- ;O;

al despertarme salgo un momento de la habitación para asearme y comer algo, tras comprobar que Massen está bien. Luego, con un par de piezas de fruta, regreso y me tumbo junto a ella, dejándolas en la mesilla para cuando despierte.

*se queda*

Hacía mucho, mucho tiempo que no había pasado una noche tan mala como aquella. Apenas había conseguido dormir horas enteras seguidas. Para mi cabeza, era como si la tormenta siguiese, o como si se me hubiese trasladado dentro. Ni siquiera recordaba que ya no se oían truenos; yo seguía oyéndolos.

Las primeras veces que me desperté estaba sola. Y luego, de pronto, ya no lo estaba. Era tan confuso que no tenía muy claro cuáles de todas aquellas veces eran reales. El caso fue que, cuando llegó la mañana, tenía sensación de haberme cansado más de lo que había descansado. No necesitaba verme la cara para saber que debía tener un aspecto preocupante.

Alehyss me rondaba como un animal que guarda su casa. Apenas le dirigía la palabra. De hecho, apenas hacía ningún gesto. Me negué a probar bocado y me limité a quedarme allí, echada en cama, mirando a ninguna parte, sin saber muy bien si quería volver a quedarme dormida o no.

Al menos, no lloraba.

Las horas han pasado lentas y todavía no ha comido. Puedo imaginar cómo se siente, cómo siente el estómago revuelto, sin tener siquiera la sensación de apetito. Es normal, nada preocupante. Estará bien aunque no haya comido.
La última vez que salí le traje agua, que dejé junto a la manzana, en la mesilla. Seguramente tampoco beba, al igual que no come, pero si la necesita la tiene ahí. Y, para no agobiarla, me he traído también un insulso libro que no me importará no leer. Paso las hojas tumbada sobre mi cama, contemplando los agradables rayos de luz que vienen de fuera y, de reojo, a Massen a veces.

Una caeruleus, la chica de aquella vez del comedor, ha querido acercarse antes, tras despertarse, pero la detuve con una mirada seria y una negación severa. Ahora no, pequeña. Ya tendrás tiempo de atosigarla. Primero deja que sea consciente de sí misma, por lo menos.

Me cubro delicadamente los labios al sentirme bostezar. Luego, con la misma calma, paso una nueva página, centrándome en la historia, pero siempre alerta.

*se quedan*

Después de todo el día allí tirada, sin hacer nada, no podía menos que plantearme que no sabía que una persona pudiera pasar tanto tiempo quieta sin cansarse. Y, de hecho, tampoco era así. Estaba cansada, terriblemente cansada, de no salir de aquel colchón, pero la desazón era suficiente para hacerme resistir aquel cansancio.

Para cuando di las primeras señales de movimiento, el sol ya no entraba por la ventana. Con gesto apático y débil, palpé a mi alrededor con la mano hasta dar con un tacto de papel, que crujió levemente al contacto. Inspirando profundamente, agarré la carta y la puse ante mí. Ni siquiera había terminado de leerla.

Antes de ponerme a ello, la doblé para evitar encontrarme de nuevo con los primeros párrafos. Después, continué la lectura donde la había dejado.

Citación :

Después de aquello, y pese al caos, conseguí un permiso para abandonar la ciudad cuando la situación más crítica hubo pasado. Traté de convencer a Seranne de que me acompañara, pero ella decidió quedarse. Quien sí vino conmigo fue Loksass. Nos dirigimos, por supuesto, a Nevus.
Sí puedo decir que las cosas han salido bien allí. Todos los pequeños están bien, al igual que los abuelos. Aunque han sufrido el azote de la catástrofe, el pueblo, como sabes, está bien situado, así que tan solo han tenido que soportar unos días de aislamiento. Nada para lo que no estuvieran preparados.
También tengo noticias de Sock, que mandó una carta en cuanto tuvo ocasión. No se le ha permitido abandonar el templo, pero por lo que cuenta los daños no han sido muy graves. En cuanto a Inwir, estoy en contacto con ella, así que sé que no ha pasado nada grave.
Espero todavía noticias de Ignis, pero cuento con que todo haya ido bien allí. Si estás interesada, te informaré en cuanto sepa algo, o bien puedes ponerte tú misma en contacto con ellos, aprovechando que estás más cerca.
Quiero pedirte que, independientemente de tu situación, no vengas a Aqua. Probablemente tengáis mucho trabajo ahora, y aquí todo está ya en orden. Que vinieras no iba a aportarnos nada a ninguno, así que no lo hagas. Tampoco intentes averiguar nada de Allie. Loksass ha dicho que no podemos seguir buscándola, y todos nos hemos mostrado de acuerdo. Me gustaría que respetaras la decisión que hemos tomado.
Espero que todo vaya bien por ahí, y que si no es así os recuperéis pronto. Sé que eres lo suficientemente fuerte como para sobreponerte a esto. Con cariño,
Leen.

Dejé de nuevo la carta donde la había cogido, sin reaccionar demasiado a su contenido. Realmente, me había dejado bastante indiferente. Tampoco pensaba escribir a nadie.

Pensé un momento en Allie. No me había preocupado mucho por ella desde que todo aquel asunto había empezado. Supongo que siempre había dado por hecho que, de una forma u otra, ella siempre salía ilesa. Y, de alguna forma, sabía que acabaría por contactarme de nuevo. Me preguntaba qué pasaría entonces.

*Se queda*

Cuando Massen empieza a dar señales más notorias de vida ya ha caído el sol, y poco me queda que leer de este libro tan insulso, pese a que no he puesto toda mi atención en él. En ese caso, sin duda, hubiese terminado.
La contemplo un momento, mientras relee la carta, sin hacer ningún gesto, retomando yo mi lectura, preparada para atenderla si cualquier cosa sucede. Luego, cuando termina, me mantengo inmóvil. No cierro el aburrido tomo que tengo entre las manos hasta que he pasado tres páginas más, y los correspondientes minutos. Entonces, delicada, lo dejo a mi lado, en mi mesilla, y me pongo en pie, alisándome los pliegues de la ropa. Dejo estar la muleta y me acerco a la cama de Massen, serena, pero no indiferente.

-Ven conmigo -pido, con suavidad, tendiéndole la mano, ofreciéndome a ayudarla a levantarse.

Un poco después de haber dejado la carta oí algo de ruido a mi espalda, pero no me molesté en mirar qué era. Pronto, sin embargo, descubrí que se trataba de Alehyss, que se trasladó hasta la altura de mi cama. Miré la mano que me tendía sin prestarle mucha atención, y luego alcé la cabeza para mirarla a ella.

Pensé en negarme. Probablemente, si lo hiciera, me dejaría estar. Después de todo, no era la clase de situación en la que pretendieras presionar a la otra persona. Pero una parte de mí sí quería ponerse en movimiento, así que decidí darle una oportunidad.

Con un suspiro, alcé una mano sin mucho ánimo hacia la suya y me alcé para incorporarme. Sentía una extraña debilidad (o no tan extraña, considerando que no había probado bocado desde el mediodía anterior), pero no hice ningún gesto al respecto cuando me puse en pie. Me limité a mirar a Alehyss, sin más.

Sostengo su mano con suavidad cuando me la ofrece, tirando levemente para invitarla a alzarse. Apenas sostengo la punta de tres de sus dedos, pero espero que baste para atraerla y que me siga. Luego podrá seguir durmiendo, si cree que es lo que necesita, pero ahora considero que, como adulta responsable, voy a encargarme de decidir un poco por ella. Creo que en estos casos no viene mal que otro lleve las riendas un rato.

Tras comprobar que, efectivamente, me sigue, abandonamos el cuarto.

*se van*

Una vez más, no estaba durmiendo del todo bien, aunque poco a poco se me iba asentando el sueño. Con la respiración algo acelerada, abrí los ojos de golpe en mitad de la noche. La habitación estaba a oscuras, y apenas un rayo de luna se colaba por la ventana. Desde mi posición apenas podía verlo, a pesar de tenerlo tan cerca.

Suspiré, revolviéndome un poco, tratando de reacomodarme. Alehyss, tumbada a mi lado, cambió la velocidad de su respiración, haciéndose esta más superficial. No podía verlo, pero juraría que no estaba del todo dormida.

Obligándome a cerrar de nuevo los ojos, suspiré y me acerqué un poco más a ella, rodeándole la cintura y apretándola levemente hacia mí. Con ella me sentía un poco más protegida. Tal vez en respuesta consciente, tal vez en sueños, ella correspondió al gesto, rodeándome más a su vez. Suspiré de nuevo.

-Gracias -murmuré con voz pastosa.

Y traté de seguir durmiendo.

*Fin de escena*

Abro los ojos con lentitud. Duermo de espaldas a la ventana, pero aún así la luz me deslumbra, y termino por echarme la manta por la cabeza y arrebujarme entre las mantas, acurrucándome mientras dejo ir un sonido lastimero, casi un lloriqueo. Al doblarme me duele el cuerpo. estoy acostumbrada a hacer ejercicio a diario, y no quiero imaginar cómo estaría hoy de no ser por eso..., pero tanto ayer como la noche anterior estuve dedicándome exclusivamente a la reparación del pueblo, y creo que mi capacidad para trabajar ha sido rebasada.
¿Pero qué maldita hora es?

Ayer, al volver, a eso de las seis, pude ver que Massen seguía durmiendo con la chrysos negra esa... Una vez intenté acercarme y me miró como si fuera a matarme, y no eran horas, así que no lo intenté ayer. Pero no tengo la sensación de que sea que son bollos, así que ya meteré el hocico en sus asuntos cuando la vea.

Tras unos minutos, por fin, decido salir. Me froto un ojo, con cansancio, y tomo ropa limpia y vieja para hoy. Una buena ducha me despejará, y luego...

-Joder... -murmuro, saliendo de la habitación con los pies a rastras.

*se va*

Releo la carta y no puedo evitar esbozar una sonrisa. Por mucho que mamá se queje de que papá está trabajando mucho y sin descanso, hay que admitir que eso es una buena noticia. Mejor que se dedique a cuidar enfermos que a estarlo él mismo.
Me pongo, enseguida, a escribir la respuesta. Omito el problema con la pierna, casi todo, en realidad, y me limito a narrarles lo básico: cómo ha ido el ataque por aquí, que me vi algo afectada por la tormenta pero no demasiado, cómo está la gente, que iré a visitarlos pronto... Lo justo para tener a unos padres contentos.

Cuando termino meto la carta en un sobre y escribo los datos. En cuanto encuentre a alguien del servicio de mensajería se la daré.

Me levanto de la cama y salgo del cuarto. Massen ha ido a bañarse y la he dejado sola un rato, para no atosigarla, aunque supongo que hoy también trabajaremos juntas.

*se va*

No sé qué hora es, pero no es mi hora de dormir, eso lo tengo claro. Solo es que tengo una sensación muy fría en el cuerpo desde hace rato, y he acabado por arrastrarme hasta aquí, hasta el dormitorio, buscando refugio en mi cama. Al llegar a ella me tumbo, boca arriba, mirando al techo, con expresión ausente.

Aprieto la mandíbula un instante, lo justo para contenerme, y termino por volverme, poniéndome de lado, acurrucándome un poco, destapada, vestida, calzada.

Esperaba sentir otra cosa. Esperaba un hormigueo irritante y memo, un rubor estúpido, una sonrisa agilipollada después... O quizás abofetetearlo por su osadía. En lugar de eso, no he sentido nada. Un alivio extraño a la ansiedad del momento, pero nada. Ha sido como besar mi mano, una pared...
Qué desagradable. Pero mejor así.

Siento rabia...

*se queda*

Llevaba ya un buen rato tratando en vano de dormir. Tenía la teoría de que estaba tan cansada que ni siquiera podía desconectar, aunque tampoco había hecho tanto para que se diera el caso. De cualquier forma, era lo único que se me ocurría. Con los ojos abiertos, contemplaba la oscuridad, esperando un sueño que no venía. Era bastante desesperante.

Cuando la pequeña figura entró por la puerta era ya tarde. De todas formas, aún con la oscuridad, reconocía sus gestos y forma de andar, y eso lo hizo aún más chocante. Porque en su caso era... pronto. Más que pronto, en realidad.

Tratando de no moverme mucho, volví la vista a Alehyss. Dormía, o fingía hacerlo. Sonreí. Quizá me estaba acostumbrando demasiado a tenerla tan cerca. Sin hacer ruido, me escabullí de la cama y eché a andar hasta un poco más allá, a otra. Si no pregunté fue porque no quería un gruñido. Sin más, me senté en el colchón, junto a la figura encogida. Con cierta timidez, alargué la mano y le acaricié el pelo. ¿Qué hacía aquí a estas horas?

-Frikka -llamé.

Alzo la vista al sentir la mano de Massen sobre mi pelo y la miro. Sigo manteniendo esa expresión neutro con la que llevo un rato. Finalmente, a mi pesar, me incorporo, quedando sobre la cama, sentada con las piernas entrecruzadas. Me da igual manchar la colcha de barro, la verdad.

-Ey -saludé, haciendo una ligera elevación de mentón, un momento, frotándome el tabique nasal con los dedos, a la altura de los ojos, que cierro un momento-. ¿Qué tal?

La he visto unos días, durmiendo acompañada. Supongo que ya tendrá bastantes problemas encima como para que le venga con gilipolleces de estas.