Dormitorio de las chicas

La miro, inmóvil, con expresión algo perdida. Casi parezco somnolienta. Asiento, muy lentamente. No hay amago de expresión en mi rostro.

-Supongo que es así como se espera que sea un sitio como este -murmuro, casi como si estuviese hablando sola. Con gesto lento, me quito las gafas, las pliego y las deposito a mi lado, sobre la colcha-. Una no puede evitar asustarse. Es normal. Es la primera vez que me enfrento a esto, aunque ni siquiera sepa quién, o cómo... Pero me doy cuenta de lo real que es esto. Hasta ahora no...

Bajo la vista, de nuevo a los pies, dejando ir un suspiro algo cansado.

-¿Las conocías tú? -inquiero, volviendo a mirarla, sin gafas, con un extraño rastro de súplica en la mirada, tiritando un poco.

Asiento cuando responde, y mi mirada se pierde de nuevo, hasta que ella vuelve a hablar. Entonces una sonrisa se dibuja en mis labios, tensa, avergonzada, patética. Me inclino sobre mis propias rodillas, apoyando la cabeza en ellas, cerrando los ojos un instante. Me tomo mi tiempo antes de responder.

-Vine por alguien que quería estar aquí y no pudo hacerlo -explico, con tono apagado, una vez decido hacerlo-. Pensé que si era llamada, aunque esto no fuese lo mío, quizás fuese para cumplir su deseo. No creas que no me han tachado de loca muchos... Yo misma, a veces. Lo he dejado todo en casa, y aquí estoy... Supongo que soy algo patética -murmuro, volviendo el rostro para mirarla, algo borrosa, ahora que no llevo las gafas.

Esbozo una sonrisa, pero enseguida se borra, como si no consiguiese fijarse en mi rostro. Me encojo de hombros y apoyo el mentón en las rodillas, de nuevo. Tardo, una vez más, en hablar, pero lo hago mirándola, otra vez. La examino varios segundos. Luego pregunto.

-¿Cuáles son tus motivos?, si no es impertinencia -inquiero, con calma, sin perderla de vista, en un laxo estado de extraña relajación.

Las manos, inconscientes, acarician la tela de mi ropa, del pijama, suavemente, cada pliegue, reconociéndola, en un movimiento periódico y relajante.

Asiento a sus palabras, bajando la vista de nuevo, casi con desánimo.

-Supongo que es un motivo más lógico -respondo, sin más.

Una figura entra en la habitación. La miro un instante. Parece abatida. No saluda, y tampoco lo hago. Al verla cerrar las cortinas vuelvo a mirar a la señorita Elektra, que se ha metido en cama. Lenta, la imito, en la mía, dejando primero las gafas en la mesilla, cubriéndome después. Mantengo la vista fija en el techo.

En algún momento doy las buenas noches, aunque no lo sean, o quizás es ella y yo respondo.

Abro los ojos en medio de la oscuridad, palpando las sábanas a mi lado, estremeciéndome por un momento, con cierto sobresalto. Se escucha la lluvia, que golpea el cristal.
Tras un par de segundos, examino el lugar en penumbra, dirigiendo la mirada a las camas más cercanas, casi todas ocupadas, sin hacer ningún sonido. Lentamente, me arrastro hacia el borde de la cama, sentándome, sintiendo el frío del suelo en los pies. Tardo un momento en hacer amago de levantarme, y entonces, descalza, me aproximo al baúl, y lo abro. Busco un momento, encendiendo mínimamente los ojos, callada, hasta que doy con una pequeña caja. Entonces cierro el baúl y me encaramo de nuevo a la cama, con ella entre las manos. Finalmente, ilumino un poco los ojos, abriendo la caja.

Tiemblo un momento, pero me abrigo con la sábana, envolviéndome en ella con especial fuerza. Extraigo un muñeco de trapo, un conejo envejecido hecho a retales verdes y grises, con un ojo negro brillante en el lado derecho de su cara y otro marrón en el izquierdo, y con la boca algo deshilachada.
Dejo la caja sobre la mesilla, junto a las gafas y me tumbo de nuevo, asiendo el muñeco contra el pecho, con expresión ausente. Apago los ojos de nuevo, por completo, y clavo la vista en la ventana un breve segundo. Luego los cierro.

Nada más entrar en la habitación me dirijo hacia mi cama, tomando asiento sobre ella. Llevo los tres sobres cerrados en las manos, que me tiemblan ligerísimamente, y el paquete en la otra. Lo dejo sobre la colcha, a mi izquierda, y procedo con la primera de las cartas, despegando la solapa con suavidad. Despliego el contenido y leo detenidamente, esbozando alguna sonrisa durante el transcurso de la lectura.
Con la segunda pasa algo similar, aunque la sonrisa suave ya es permanente, y simplemente la ensancho a ratos, cuando el contenido del escrito me lo transmite.
Antes de abrir el tercer sobre, sin embargo, me detengo. Lo miro fijamente, y la sonrisa se me borra mientras leo el remite. Tengo el cuerpo algo tenso. Como consecuencia, he de inspirar profundamente antes de abrirla. Luego procedo a ello.

Dentro no hay ninguna carta. Solo una pequeña nota doblada. Vuelvo a mirar dentro del sobre, pero no hay nada más, y termino por dejarlo encima de la cama. Entonces, con sumo cuidado, casi podría decirse que con miedo, desdoblo el pequeño papel y leo.

Repito un par de veces las pocas palabras que hay escritas, vocalizando, sin emitir sonido alguno. Me detengo finalmente en un breve boqueo.
Inspiro profundamente por la boca al par de segundos, sin quererlo, abriendo mucho los ojos, que empiezan a emitir un brillo húmedo. El labio inferior me tiembla un momento, pero enseguida rompo con la calma. Tomo todos los sobres y el paquete, aún cerrado, y los guardo en mi baúl de cualquier manera, con prisa. La nota la llevo plegada en la mano. Busco entre el calzado, con apuro, hasta dar con unas botas, y las cambio por lo que llevo. No me preocupo por alisar la colcha o por dejarlo todo en orden. Escucho el corazón, alerta, en los oídos.

Salgo casi corriendo del cuarto, con lo puesto.

Voy caminando por el pasillo con algo de fruta entre la ropa. Se me hace extraño moverme de esta forma, a la vista de todos y cruzándome con un montón de criaturas y personas de ojos opacos. Todos son muy silenciosos.

Llego a la puerta donde descansan las mujeres y empiezo a sacar la fruta. Hoy le traigo a Massen Dew tres naranjas y un par de manzanas. Se lo dejo todo contra el marco de la puerta, como las otras veces. Así se recuperará pronto.

Bostezo un momento. He intentado dormir en las habitaciones de los hombres, pero hay demasiados ruidos, demasiada gente. Al final no he dormido. Tengo que buscar un lugar alto dentro del palacio. Otro día probaré a dormir cerca de la gente.

Doy una vuelta por el pasillo, caminando de alante a atrás y observando las cosas. Tengo ganas de dar un salto y trepar por las paredes. ¿Cómo consiguen vivir aquí abajo sin más?

Me giro rápidamente cuando escucho la voz de Njorthbiarth y camino hacia ella. Asiento.

—Buenas noches, Njothbiarth. Llevábamos mucho sin cruzarnos, sí. Tú también estás débil, como Massen Dew. Parece que algo ha atacado a las guerreras —Le digo.

Pregunta cómo estoy y me encojo de hombros.

—Estoy en el palacio. Intento comprender más, pero el ruido no me deja dormir en las habitaciones. Todavía tengo que dormir lejos —Le explico, mirándola directamente. Lo pienso un momento.

—¿Cómo estás? —Imito su pregunta.

Asiento a la primera pregunta y luego niego. Señalo la fruta de la esquina.

—Le traigo fruta para que se recupere. Así se pondrá fuerte. Aunque dijo que estaba mejor —Le informo con neutralidad.

Cierro un momento los ojos, frunciendo el ceño y asiento.

—Son demasiado ruidosos. Muchos sonidos y muchos movimientos y muchos entran y salen muchas veces. Todos tienen armas. No sé cómo podéis descansar en esos sitios —Le comento, algo incómodo.

La miro enrollada en la capa cuando dice que está en forma por haber entrenado mucho. Asiento de nuevo.

—Así debe ser Njorthbiarth. Debes de estar fuerte tú también —Le digo.

Su última pregunta me sorprende un poco y lo piendo durante un momento. Massen Dew no quería que hablase sobre sus encuentros con otros hombres.

—Bien. Hemos vuelto a encontrarnos y preguntó por ti y por la ninja. Las cosas son mejores. Le traigo comida y así, aunque no nos encontremos, estamos unidos —Le explico. Luego me paro a pensar un momento.

—¿Tú no has buscado un macho todavía, Njorthbiarth? Ahora eres más fuerte y mejor —Le pregunto. Luego lo pienso un momento. Massen Dew no quería hablar de sus machos, Njorthbiarth es una guerrera, quizá tampoco quiera.

Escucho su explicación con atención. Sí, en la tribu también permanecen juntos para protegerse mutuamente, pero son silenciosos, no como estos hombres. Aunque por lo que dice parece que ellos necesitan sentirse unos a otros para sentirse seguros. Es algo extraño.

—Lo intentaré de nuevo cuando descanse otra vez —Le digo con un asentimiento.

Asiento una vez más, pero cuando preguntá sobre qué dijo Massen Dew me quedo pensando un momento.

—Sólo preguntó si yo te buscaba como hembra —Le respondo. Espero no molestar a Massen Dew diciéndoselo a Njorthbiarth. —Njorthbiarth, ¿cómo se sabe qué se puede decir y qué no se puede? Vosotros parecéis hablar de cosas sin más, pero luego hay cosas que no se pueden decir. Es extraño —Le pregunto.

Escucho su respuesta sobre su apareamiento. Asiento. No pregunto más.

La miro con curiosidad cuando dice que ni siquiera ellos saben hacerlo bien. Eso es más extraño. Entonces entiendo menos cómo pueden comprenderse. Si ni siquiera ellos dominan su forma de relacionarse, ¿no lleva eso a luchas equivocadas? Son demasiado caóticos. Es difícil. Dicen que confían en protejerse entre ellos, pero si se confunden al hablar entonces serán enemigos y luego, ¿cómo dormirán tranquilos?

Me paro a pensar un momento cuando me pregunta. Intimidad. Es extraño, creo que lo he escuchado en algún momento entre ellos. Acabo por negar.

Parece que Njorthbiarth va a explicarme algo bastante complicado y me concecntro en escucharla. Primero me explica lo que ya me han dicho muchas veces, la forma en que son criados y que les hace comprender toda esta forma de relacionarse que los rodea y, de alguna forma, los protege.

Empieza entonces a explicar sobre "lazos" que unen a la gente. Esto es algo que ahora comprendo gracias a Massen Dew. Entiendo que hay algo que me une a ella, aunque ahora ya no forme parte de mi tribu o de mí de alguna forma. Hasta ahora sólo comprendía la unión temporal con una hembra para tener hijos y expandir la tribu, pero una vez los hijos pueden ser cuidados por los más jóvenes, entonces la unión puede seguir o romperse de forma indiferente. Pensé que sería así con Massen Dew, pero todavía me siento unido a ella.

La miro con sorpresa cuando dice que se cuentan sus debilidades entre ellos. Pero, según parece, sólo se lo cuentan si tienen "lazos" fuertes entre ellos. Confian unos en otros de ese modo. Sólo hay unos elegidos para cada persona. Creo que lo entiendo un poco.

Asiento cuando pregunta, aunque me quedo un momento pensando sobre lo que me cuenta. Algo que le cuesta mucho decir.

—¿Cómo se sabe que le cuesta decirlo? —Pregunto. Cuando me pregunta ella a mí, vuelvo a negar. —Creo que Massen Dew habló de ello alguna vez, ocultaba su cuerpo. Pero tampoco entendía por qué —Le digo.