Dormitorio de las chicas

Enarco las dejas, dejando ir una carcajada seca a la respuesta de la doña mariposa. Mira qué tocahuevos es la jodida. Pues lo disimula de puta madre, eh. Aún me va a caer bien... Aunque es muy pronto para asegurarse. Tiene buena competencia, la verdad.

-Pues muévete, que no aguantaré eternamente.

Mientras va a por las cosas me vuelvo hacia la negrita, con una sonrisa burlona. Así que Alehyss, eh. Tiene tela el nombre, también. No lo había oído en mi vida. Debe de habérselo puesto ella con doce años pensando que molaba, o algo así, o no lo entiendo.

-Buenas noches -respondo, en un canturreo algo irritante.

Sinceramente, Fifi... ¿Por qué eres así? A veces no lo tengo muy claro.
Me vuelvo hacia la otra, llevándome las manos a la nuca, con pasotismo.

-Es el alma de la fiesta, eh -le digo, señalando la puerta por la que acaba de irse la chrysos con el pulgar. Me vuelvo un instante, para asegurarme de que de verdad se ha ido-. Bueno... ¿Estás o qué? Que hay una que tiene prisa.

Pronto la respuesta es afirmativa, así que nos vamos. Y voy delante.

*se van*

Había vuelto a abrir el baúl, rebuscando hasta el fondo, por primera vez en mucho tiempo. Allí estaban, por supuesto. Donde las había dejado la última vez. Todas puestas en fila, perfectamente colocadas e impolutas. Fruncí el ceño. ¿Por qué tanta intriga a su alrededor? Acabé por suspirar y cerrar la caja que las guardaba, y comencé a rebuscar entre los otros cachivaches. Tampoco había mucho, pero se acababa acumulando mucha cosa inútil. Al final lo cerré sin decidirme a sacar nada.

Salté en plancha sobre la cama, con un suspiro, y me abracé a la almohada. Fuera, la luna brillaba con fuerza entre las nubes. Estaba todo bastante silencioso. Y yo, por algún motivo, había decidido irme temprano a dormir y ya no sabía cómo hacer para quedarme dormida. Acabé por tumbarme boca arriba, mirando al techo, quieta, sin siquiera abrir la cama. En fin...

*se queda*

Al final ha sido una jornada perdida. No completamente: por lo menos he podido indagar un poco en Corbin. No obstante, a nivel personal no he avanzado demasiado. Por ello, he decidido venir pronto a dormir. Mañana me despertaré a primera hora y haré una rutina completa para compensar la falta de ejercicios de hoy.

Veo a Massen sobre su cama, despierta, y me acerco.

-¿Aquí tan pronto? -inquiero, quedándome de pie junto a la cama, mirándola con curiosidad, con una leve sonrisa asomando-. ¿También has decidido madrugar?

Termino por tomar asiento en el borde de la cama, juntando las piernas, apoyando suavemente la mano sobre la manta y volviendo el cuerpo hacia ella con gesto tranquilo.

Giré la cara a un lado al ver llegar a Alehyss, y acabé por sonreír cuando se acercó. Vaya, ya hacía tiempo que no hablaba con ella, para lo que estaba siendo últimamente. Me encogí de hombros, echándome un poco a un lado en la cama y girando el cuerpo en su dirección cuando se sentó.

-Bueno, algún día tenía que pasar, ¿no? -comenté-. Aunque no parece muy buena idea, porque no hay quien se duerma a estas horas. A este ritmo acabaré pareciendo caeruleus.

Acabé por cogerme de nuevo de la almohada, encogiendo un poco el cuerpo. Se estaba bien.

-¿Y tú qué? ¿Mucho trabajo? -pregunté.

Asiento con suavidad, sin borrar la sonrisa.

-Alguna vez hay que ser buenas -coincido, peinándome un mechón tras la oreja-. Puede parecer una tontería, pero una rutina ayuda a mantener el cuerpo sano. Vivimos de día por algo -. Me detengo, apretando la mandíbula. Ya empiezo a sonar como suelo sonar: a mi padre-. Pero ya que hoy nos vamos temprano a dormir, quizás mañana sería un buen día para irnos tarde. ¿Qué opinas? -inquiero, afianzando la sonrisa, alzando ambas cejas un instante.

Contemplo mi cama un instante, de reojo. Su pregunta me hace volverme de nuevo hacia ella, con un amago de risa, satirizándome, negando un par de veces.

-Ojalá pudiese decir que sí. Hoy ha sido un día ligero. Demasiado -. Termino por acomodarme yo misma sobre su cama, boca arriba-. Mañana lo compensaré.

De repente, por un momento, Alehyss me recordó mucho a la abuela. Reprimí una risa, limitándome a sonreír, observándola divertida.

-Bueno, me suelo despertar temprano para lo tarde que me acuesto -objeté-. Lo que hago es dormir poco. Pero luego aprovecho bien el día. No me gusta estar sin hacer nada, que me aburro. Sobre todo cuando hablo tan poco con la gente, como estos días.

Mi sonrisa se ensanchó ante su propuesta. La verdad, iba siendo hora. Asentí, efusiva. Llevaba mucho tiempo debiéndome aquello, y aquella fecha era tan buena como cualquier otra. Además, si dormía bien, estaría descansada.

-No te canses mucho, no te tenga que arrastrar luego -advertí, contenta.

Me encojo de hombros, sin muchos aspavientos. No quiero ser aquí la madre de nadie, ni mi propio padre, pero a veces es como si me tentasen solo para que dijese esta clase de cosas. ¿Qué será lo siguiente? ¿Alardear de un excesos de azúcares o sal? ¿Informarme de que lleva un mes sin comer más que carne?

-Dormir poco tampoco es apropiado -. Voy a callarme ahí, satisfecha con mi advertencia, pero enseguida soy consciente de su sonrisilla y bajo ligeramente la vista-. No te sientas tan orgullosa por trasnochar un poco, a tu edad yo era peor que... ¡Suficiente! -. Termino por dejar ir una leve risa. Al final mejor que no diga nada, que cuanto más me escucho pero me resulta-. ¿Qué pasa estos días? -inquiero, desviando el tema, manteniendo la sonrisa resignada.

Su respuesta, efusiva, a mi propuesta, me hace darme cuenta de lo interesada que parece. Es cierto que me apetece despejarme alguna noche, pero me siento un poco mal por no haber venido a decírselo antes: al final entre las ocupaciones y la lluvia...
Contengo una carcajada, algo despectiva, alzando ambas cejas, volviéndome hacia ella.

-¿Arrastrarme? En muy alta estima te tienes, Massen, si ves eso posible -me burlo, negando varias veces, exagerando incredulidad.

Mantenía la sonrisa, divertida.

-No, pero cuenta, cuenta -bromeé, aunque sin esperar en absoluto ninguna anécdota. Negué con la cabeza a su pregunta-. Nada, no sé, no es nada en particular. Creo que simplemente no me ha coincidido. Estoy un poco a mi aire. Se me pasará. Se agradece la compañía, la verdad.

Fingí una enorme ofensa ante su respuesta despectiva, aunque en realidad estaba totalmente de acuerdo. Era evidente que no tenía nada que hacer en lo que se refería a Alehyss. Ella estaba por encima, era un hecho.

-Qué poca modestia -la piqué, aún a sabiendas de que podía parecer que me refiriera a mí misma.

Enarco la ceja, arrogante, ladeando la sonrisa.

-Eres muy joven para esas historias -dejo caer, sutil, desafiante, donde más duele-. Quizás pasado -dejo caer luego, algo más conciliadora. La escucho hablar, asintiendo suavemente-. Si necesitas compañía, ya sabes... -murmuro, mirándola de reojo, acomodándome.

Hoy parezco especialmente altruista, aunque no sea así. Solo son coincidencias. Aunque es obvio cuando me siento más relajada. Está bien.

-Ya veremos. Soy una mujer empírica, así que apoya tus palabras con demostraciones -zanjo, sin más, acariciando un mechón de su pelo con el dorso de la mano.

Fruncí ligeramente el ceño, con actitud desafiante.

-Eso habría que verlo -repliqué, burlona y retadora. De todas formas, negué cuando propuso-. No, es cosa tuya, sabrás tú mejor que yo qué se puede contar.

Asentí suavemente, más dócil. De todas formas, un deje de rebeldía se me mantenía en la expresión. Tampoco sentía que tuviera que demostrar nada, pero me gustaba que se me tuviera en cuenta.

-Qué rápido cambias de opinión, ¿eh? -comenté-. La última vez me elogiabas y ahora me quieres rebajar el ego. El equilibrio justo, supongo.

Desde luego, ese tipo de respuestas solo la hacen más joven. Sonrío, pese a todo, suavizando el gesto y acariciándole un poco más el pelo, metiendo los dedos entre los mechones.

-No te retractes si ya has sido osada -murmuro, entretenida, mirándola, estrechando un poco los ojos-. Quizás consigas información gratis.

Conmigo no funcionará, pero también debe saber que todo lo que le cuente se lo contaré porque así lo quiero. Ella no puede presionarme. Podría hacerlo. Es posible que pudiera. No obstante, no lo haría. Ella no es así.

-El equilibro... Me gusta el equilibrio -admito, asintiendo. Me acomodo un poco más.

La conversación no da para mucho. Cosas sin importancia, pero es agradable. Hoy ha sido un día agradable, relajado.
En el fondo, tiende a ser amargo. Por mucho que entrene, por mucho que vaya al pueblo, que charle, que lea... No está bien. Esto no está bien.

En algún momento ella empieza a parecer más adormilada. Supongo que yo también lo estoy, así que dejo que se refugie un poco en mí, como hace no tanto, cuando fue lo de su hermana. Es agradable, de vez en cuando. He de admitir que me siento arropada.
Una noche, porque sí, no hará daño a ninguna.

*se duermen y a la mañana siguiente se van*

Joder... ¿Qué hostia de hora es...? Incluso a través de las cortinas de mi cama entra la luz, y es una puta mierda. Esto en Caligo no pasa. Y, por lo cansada que estoy, no me toca... Pero me escuece tanto la oreja... No sé cómo ponerla...

Doy un par de vueltas en cama, acurrucándome con desgana, buscando una posición adecuada. Me voy a comprar una mierda de esas para poner en los ojos, cojones...

-Mhh...

Eso es me cago en la hostia en idioma de dormido, y tal. Por suerte para todos, en algún momento logro conciliar el sueño, así que todo bien...

*se duerme hasta las 6 o así*

Entré en la habitación con la pequeña caja bajo el brazo, tratando de ser silenciosa. Por experiencia, sabía que no era raro que hubiera actividad a horas intempestivas, pero ese no era motivo para no dejar dormir a quien quisiera hacerlo. Y, por otra parte, me convenía no llamar la atención.

Avancé hasta el fondo, hacia la ventana, y dejé la caja delante de mi cama, junto al baúl. Arrodillada, lo abrí y rebusqué un poco hasta dejar la caja a la vista. Seguía, como siempre, en su lugar habitual.

La extraje lentamente, intentando no hacer mucho ruido, y la abrí, ayudándome de la luz de la ventana para ver lo que allí había; las siete muñecas estaba en fila, exactamente como las había colocado. Y la parvus, tal y como había dicho Allie, estaba rota. Suspiré y me froté los ojos, cansada. Menudo quebradero de cabeza.

Con cuidado, abrí el ataúd y pasé la muñeca de una caja a otra. Me aseguré de colocar cada pieza y de ponerla "cómoda". Después cerré ambas cajas. Con infinito cuidado, y a partir de aquel momento con mayor miedo a romper las que quedaban, coloqué la caja donde la había mantenido hasta el momento. Guardé en el baúl también el ataúd. Me encargaría del entierro en otro momento. No iría a pudrirse ni nada, ¿no?

Una vez hube cerrado el baúl (que, me propuse, también pondría más empeño en mantener cerrado y seguro) me metí en cama. Ver a Allie era agotador, y necesitaba descansar un poco. Esperaba que se me limpiara la cabeza de ideas desagradables antes de dormirme.

*Duerme; por la mañana se va*

Abro los ojos de golpe, tensando el cuerpo al instante, con cierta ansiedad de pronto. El corazón me late muy deprisa y tengo que concentrarme un instante, desorientada, para controlar la respiración, paralizada tras una espiración por la nariz. Mi mano ha ido involuntariamente a mi muslo, pero no hay nada ahí. El estilete lo tengo bajo la almohada. Palpo un instante y, esta vez sí, lo toco, frío, afilado, liso y seguro.
Pero estoy en las habitaciones. No pasa nada.
Tras un par de segundos en tensión, suelto el arma y me relajo de nuevo sobre la cama, acomodándome un momento. Se me ha pasado el sueño de golpe.

Giro la cabeza en la almohada y echo un vistazo a la cama de Massen. Por la luz que entra por la ventana, debería llevar un rato en pie, pero por la fina capa de sudor que me cubre supongo que simplemente un sueño me ha tenido entretenida. Y eso que no recuerdo nada...
Me paso una mano por la nuca, palpando el pelo mojado. Qué desagradable.
Por un instante he pensado que estaba con ellos.

Massen... Ayer me desperté un instante, cuando vino a la habitación. No pude encender los ojos, ni ver bien qué hacía, pero, tenga que ver o no...

Me giro, dándole la espalda, estirándome un momento.

Tengo que hablar con ella, además de deberle otras cosas. Pero primero una ducha.

Me levanto enseguida y tomo mis cosas para salir hacia el baño.

*se va*

Abrir los ojos, como casi todos los días, me arranca un gruñido y me obliga a taparme hasta la cabeza con la sábana, mientras me retuerzo en cama como el gusano que soy. Entre que me acostumbro y no al sol pueden pasar hasta cinco minutos debajo y cinco encima, y ni pudiendo soportarlo veo bien, de todos modos. Esto es una basura y todos los diurnos deberían saberlo.

-Joder... -gruño, frotándome la cara con las manos, deformando las mejillas y frotando los ojos y el tabique nasal-. Que alguien apague el sol, por favor...

Matadme, por favor... Por favor...
En fin, que ya va siendo hora de ponerse en marcha, para bien o para mal, que el trabajo es el trabajo.

Joder, ha tenido que hacer un calor desquiciante hoy, que estoy más sudada que una jodida prostituta. Literalmente jodida. Pero yo no estoy jodida.
Como sea...

*se va*

¿Qué quedaba? Se había acabado y estaba sola otra vez, ¿no? Era eso. Lo sabía. Nada parecía haber cambiado, pero sí tenía una extraña sensación al respecto. Como un vacío, una falta de apoyo, una extraña incomodidad. ¿Era inseguridad? ¿Remordimientos? ¿No era un poco pronto para remordimientos?

Según llegué junto a mi cama, me senté en ella y corrí las cortinas a mi alrededor. Me sequé un poco, con algo más de ahínco (quizá demasiado) y procedí a destrenzarme el pelo. A la tercera trenza, sin embargo, me cansé y lo di por perdido. Me envolví el pelo en una toalla y me cambié de ropa para ponerme el pijama. Tras frotarme la cabeza un poco más, dejé todo de cualquier manera sobre la cama y, dejando la cortina cerrada, salí.

Fijé la vista en la cama de Alehyss. Allí estaba, durmiendo. Una persona de horarios lógicos, no como otros. Me mordí el labio, indecisa. Al final, decidí ser egoísta por aquella vez. Se lo compensaría de alguna forma.

Me acerqué a su cama y, despacio, tratando de no molestarla, levanté la sábana. Haciéndome un pequeño hueco, me tumbé junto a ella y nos tapé a ambas. Aunque mi idea era dormir, tenía los ojos abiertos como platos, seria.

El movimiento cercano me desvela un poco, y el deslizamiento de la sábana sobre mi piel me hace despertarme por completo, despejada. Casi me sobresalto, pero consigo mantener la calma y no tomar el arma que tengo bajo la almohada, y solo vuelvo, veloz, el rostro hacia el invasor.
O invasora.

Tardo un instante en reaccionar. Pese al despertar, rápido y tenso, aún estoy algo dormida.

-Massen -pronuncio, no tan bajo como para que no lo oiga, comprendiendo al fin. Hago hueco en la cama, permitiéndole entrar. La última vez que pasó algo similar tenía sus motivos-. ¿Qué ha sucedido? -inquiero, con suavidad, acomodándome a mi nueva postura, sin encender los ojos, pero mirándola.

Esbocé un amago de sonrisa, aunque me quedó bastante amarga. De todas formas, la luz no dejaba ver mucho. Aproveché el hueco que me dejaba para acomodarme bien.

-Te he despertado. Lo siento. Siempre te hago lo mismo -susurré, algo alicaída.

Sabía que, evidentemente, tenía que responder. Pero, como siempre que me pasaba algo, era difícil pronunciarlo. Como si al decirlo en voz alta quedara confirmado. Era desagradable. Suspiré con cansancio y me aovillé un poco.

-Lo he... dejado con Follow -murmuré con desgana.

Aunque no sabía si lo que me provocaba esa sensación era eso o la incapacidad que parecía tener para expresarlo. Mithos, salía de una y entraba en otra.

Niego suavemente a su disculpa. Sí, me ha despertado. No se puede arreglar. Ya no hay mucho que hacerle. Tampoco ha interrumpido ningún sueño especialmente interesante.

-No pasa nada -me limito a decir, restándole importancia.

Se toma su tiempo para responder. Yo ya he lanzado mi pregunta al aire, así que me limito a aguardar, rozando un instante su pelo con las manos. Está algo húmedo. No es buena idea dormir así, pero no lo menciono.
Cuando lo pronuncia me quedo paralizada un segundo, esforzándome seriamente por no decir nada indebido. Sin duda, ha tomado una decisión que considero acertada, pero no debo aplaudirla ni rechazarla.

La rodeo suavemente con los brazos, atrayéndola hacia mí, abrazándola. Es lo mejor que puedo hacer. No me incomoda apoyarla, aunque se trate de problemas de esta clase.

-¿Necesitas hablar de ello? -inquiero, casi podría decir que con dulzura, arropándola contra mí sin hacer excesiva fuerza.

Me planteé un momento la pregunta, seriamente. Por un momento le di algunas vueltas a qué podría decir al respecto. Pero, en realidad, había hablado tanto con Follow que me sentía un poco vacía al respecto.

-Creo que no -resolví, al fin, con voz algo ausente. Quizá solo estaba demasiado cansada para asimilar nada-. Necesito desahogarme de alguna forma, pero aún no sé cómo. Es solo que no quería dormir sola hoy.

Me acomodé entre sus brazos, acortando un poco la distancia. Me estremecí un momento y tragué saliva. La abracé yo también, con algo más de intensidad. Quizá con más fuerza de la que hubiera sido necesaria. Solté una especie de mezcla entre gemido y sollozo, pero eso fue todo.

Asiento con suavidad. Simplemente estrecho el abrazo en respuesta al suyo, apretando con más fuerza, recogiéndola más. No soy nadie para hacerla hablar. Tampoco quiero hacerlo, ni siento esa insana curiosidad que otros muchos tienen por esa parte de la vida de las personas. Cuando desee contármelo, lo hará, y creo tener claro que lo hará alguna vez.
Tampoco hace falta que le diga que puede desahogarse si quiere, llorar, aunque sea hoy. Ya lo ha hecho antes.

Ahora mismo diría que poco puedo hacer más que tumbarme a su lado y abrazarla, o calmarla si así lo requiere. Y es más que suficiente. Por desgracia, es un dolor intenso que las personas deben pasar para crecer, y no todas ellas cuentan con alguien preparado para apoyar si es necesario.
Ella me tiene a mí. Tampoco creo ser la persona más indicada, teniendo en cuenta mi carácter, pero me ha elegido ella misma.

No puedo negar que, en cierto modo, llego a sentirme halagada por ello.

Acaricio su pelo con la mano que la abraza por arriba, con movimientos lentos, pese a la humedad de su cabello, buscando aportar un poco más de contacto, si resulta posible.

*Duermen y a la mañana siguiente se van*

Llegué al dormitorio de las chicas, la sensación del pecho no desaparecía, sino que cada vez se hacía más y más grande. ¿Cómo una noche que había empezado tan bien con un baño relajante podía haber acabado en una de las más tensas en el palacio -lo cuál es más crispante aún-? Levanté la vista hacia las camas y observé como Anna, la modista, yacía encogida sobre su cama, estaba muy nerviosa. Me acerqué hacia mi cama, que quedaba al lado de la suya. Me subí con una dificultad que nunca antes había presentado y me encogí al igual que ella, notando como la sensación del pecho desaparecía.

Estaba mirando hacia el frente, hacia una cama vacía, ¿quién sabe? A lo mejor su propietaria no volvería a dormir ahí nunca más. Agaché la vista.

- Me prometiste que nunca más volverías a salir... - Un susurro inaudible brotó de mi boca, como si la presión que había estado sintiendo en el pecho hasta entonces estuviese causada por esas palabras.

Giré mi cabeza hacia Anna, sin sonreír.

- ¿Las conocías?

La chica estaba bastante asustada, lo cuál era totalmente normal; era relativamente nueva en el palacio por lo que me había contado la última vez, y probablemente no se esperaba encontrar con este tipo de noticias tan pronto -ni si quiera yo lo esperaba en tres años que llevaba ya-.

- Cosas así sólo han pasado muy pocas veces en el palacio en mis tres años en el palacio; unas cuatro diría yo -. La miré más fríamente, no me gustaba transmitir el sufrimiento que no existía en mi interior. Yo no había sufrido por la muerte de esas personas, y no lo haría ahora -. Agradece no haber estado aquí en enero, algunos tuvimos más suerte que otros

Agaché la cabeza y solté una pequeña sonrisa, que más que alegre parecía pícara a la vez que incrédula. La chica estaba temblando de miedo. Volví a levantar la vista hacia ella y sonreí como solía hacer siempre.

- No tienes de qué preocuparte mientras no bajes la guardia - comenté, intentando hacer que se relajase un poco, o de lo contrario no podría dormir en toda la noche con una llorica al lado -. A pesar de todo, el palacio es un lugar muy seguro, y con cada acontecimiento, los líderes tomarán nuevas medidas.

No estaba muy segura de mis palabras, pero tenían sentido, a no ser que los líderes nos tuvieran como marionetas sin importancia, lo cual dudaba seriamente. Me limité a decir lo que ella quería oír. Y lo que yo quería oír.

Sonreí.