Dormitorio de las chicas

Me detuve en la puerta de la habitación, sintiendo como un sudor frío me recorría todo el cuerpo y cómo me invadía una sensación de ansiedad. Me arrodillé ante el cuerpo inerte de la parvus, tirada de cualquier manera en la puerta.

El primer pensamiento que me pasó por la cabeza me dejó helada. Con los ojos anegados en lágrimas, y tratando de convencerme de que no tenía por qué ser así, busqué indicios de vida en el cuerpo de mi amiga. Tenía el pulso débil y apenas se le notaba el aliento, pero seguía con vida. Me obligué a respirar hondo, tratando de calmarme.

Miré alrededor, con intención de pedir ayuda, pero no llegué a hacerlo. Angustiada, sintiéndome temblar de nerviosismo y sin tener muy claro qué podía hacer, tomé en mis brazos a Nagore y, tras asegurarme de que la tenía bien sujeta y de que le había dado una postura tan cómoda como estaba en mi mano, me puse en pie con esfuerzo. Con paso tan rápido como pude, eché a andar hacia la enfermería.

*Se la lleva y se va*

Llego a las habitaciones notando el peso de mi cuerpo, harto de subir escaleras y atravesar pasillos. Al llegar a mi baúl me cambio de ropa, agradecida de poder ponerme cómoda. Luego me meto en la cama, sintiendo un enorme placer al hacerlo. No recordaba que fuese tan cómoda. Desde luego, el estar fuera un tiempo, durmiendo de cualquier forma y cansándose, hace que una aprecie mucho más las comodidades del palacio.

Suspiro. Tengo la cabeza llena de pensamientos que reviven una y otra vez los últimos sucesos. La organización en la que estuvimos, Flastio, el extraño hombre... Todo me hace hacerme nuevas preguntas para las que no sé si tengo respuestas válidas.

Cierro los ojos, sumida en mis pensamientos, pero esto no dura mucho. Cuando quiero darme cuenta, ya no puedo hacerlo.

*se duerme*

Abro los ojos con suavidad, notando al recuperar la conciencia una extraña sensación de cansancio y pesadez. La luz que entra en la habitación solo aclara más lo tarde que es.
Estiro mi cuerpo entumecido y me incorporo. No recordaba haber dormido tantas horas seguidas desde hace mucho, pero supongo que si lo he hecho es que lo necesitaba. Aunque, debido al exceso de descanso, me siento pesada.

Me levanto y me visto. Es hora de estirarse un poco.

*se va*

Me levanté de mi cama tras haber meditado durante horas sobre la fría sábana que cubría la colcha. Miré hacia ambos lados, comprobando que la habitación siguiese vacía. Me acerqué hacia mi baúl y lo abrí con cuidado. Tenía demasiados vestidos, y todos eran preciosos, ¿cuál debía elegir? Rebusqué con mis manos entre la suave seda, sacando por sorpresa un vestido blanco muy mono, con volantes al final y que me realzaba el pecho. Tendí el vestido sobre la cama, tratando de no dejar ninguna arruga. Me giré hacia el espejo que quedaba justo al lado de mi cama, y con sutileza empecé a desabrocharme los enganches que cerraban las espalda. Dejé caer poco a poco el vestido hasta que sentí el peso sobre mis pies. Alcé la vista un momento, y vi mi cuerpo en ropa interior. Sonreí. Entonces me giré otra vez hacia la cama y agarré el otro vestido.

- Qué pereza... - comenté al pensar en el trabajo que me llevaría ponerme ese hermoso, pero complejo, vestido.

Entro en las habitaciones y me fijo en que hay una chica parvus que no había visto hasta ahora o, por lo menos, no había tenido intención de conocer antes. Creo que algún día la he visto de refilón, pero ahora que me fijo, es bastante mona.
-Aww- digo acercándome a ella-. Eres muy mona- digo contenta.
Le miro las tetas y me agarro las mías. Jo. Las suyas son muy grandes también. No tanto como las de Alehyss, pero...
-Me llamo Nagore Brumm- digo con una sonrisa.- Te he visto un par de veces, pero nunca he tenido la ocasión de hablar contigo. Tía, eres super mona- digo aplastándole las mejillas con mis manos.- Mira qué ojazos.- Río.

Iba a ponerme el vestido cuando de repente una chica entro en la habitación. Lo primero que hice fue poner el vestido entre ella y yo, aunque realmente no me sentía incómoda con una chica viéndome en ropa interior. Escuché su nombre y tardé un segundo en reaccionar.

- ¿Nagore Brumm, has dicho? - Pregunté sonriente, aunque sentía que se podría quebrar en cualquier momento -. Yo soy... Elektra Samon - añadí esquivando sus ojos con mi mirada.

Entonces empecé a sentir sus manos en mis mejillas, ¿qué estaba haciendo? Estuve a punto de apartarla con mis brazos, pero entonces pensé en su nombre, ¿sería realmente una descendente de Nagorr? Me limité a sonreír, dejando que me tocase, y lentamente separarme de ella disponiéndome a ponerme el vestido.

- Gracias - dije en respuesta hacia su comentario.

-Sí- digo echando la lengua, contenta. - Soy sobrina de Nagorr. No te preocupes, eso no es un impedimento para ser amigas. Por cierto, ¿quieres ser mi amiga?- río.

Espero a que se viste con una sonrisa. -Estás muy guapa- repongo.- Tía, vistes super bien. Tendríamos que quedar las dos. Estaría bien tener una amiga parvus a parte de mi buena amiga Massen. Entre las dos podríamos enseñarle un poco de estilismo- río contenta.

-Tía, ¿qué te echas en el pelo? Es precioso- digo acariciándolo. - Tienes que enseñarme todos tus secretos- digo abriendo los brazos super contenta. -Por cierto, si te interesa, hay una super-peluquera que ronda el palacio. Sólo la he visto una vez, pero... ha sido algo genial.

Sonreí. ¿Sobrina de Nagorr? Se veía con muchas ganas de ser mi amiga, era muy... entusiasta. Me giré hacia ella, destensando mis mejillas.

- ¿Inconveniente? Para nada... - Respondí a la vez que me abrochaba el vestido por la espalda con precisión, siguiendo la costumbre del día a día.

Solté una pequeña risilla con respecto a sus cumplidos, no estaría mal tenerla al lado de vez en cuando. Le eché un vistazo a sus ropajes, era como una empalagosa guerrera del amor: todo era rosa.

- Tu rosa también me encanta - me llevé la mano a la boca a la vez que me reía -. Quiero decir... tu ropa - comenté sonriente, mirándola fijamente a los ojos.

Agarré un mechón de mi pelo, era muy suave, sedoso. Al mismo tiempo sentía como ella lo acariciaba, lo cual resultaba un poco incómodo, pero me lo reservé, simplemente sonreí.

- Prefiero peinar mi propio pelo - comenté mientras me dirigía hacia el tocador en frente de mi cama y acomodaba el pelo sobre mis hombros a la vez que me sentaba en el pequeño taburete.

Giré mi cabeza hacia ella, pero escondiendo mi cara a media detrás de mi hombro derecho.

- ¿Secretos? - Pregunté, ocultando mi sonrisa.

-No sé... todo el mundo tiene secretos de belleza- le guiño un ojo.
Entonces le tiendo una mano. -¿Te apetece hacer algo?- digo con las manos en la espalda, balanceándome de delante a atrás.
-Si quieres podemos ir al comedor o algo... - me encojo de hombros.- O podemos ir a dar una vuelta al pueblo de paso a tomar unas cervezas o a conocer a un par de chicos - digo picarona. -¿Te apuntas?- le tiendo una mano contenta, con un par de coloretitos.

¿Salir a dar una vuelta? Me giré hacia ella completamente y solté una risa sincera, pero sólo una. Volví a girarme hacia el espejo y me desaté los lazos, cogí mi cepillo plateado, y con mucha delicadeza comencé a domar mi pelo con él. Me encantaba observar como cada uno de los pelos del cepillos se entremezclaban con mi cabello.

- Me gusta la idea de ir al pueblo - admití mientras observaba mi imagen reflejada -. Aunque no suelo beber... cerveza - comenté ocultando otra vez mi sonrisa con la mano tras haber dejado el cepillo sobre el tocador.

Me levanté del asiento, y me giré hacia ella. Me reí por lo bajo.

- ¿Has dicho chicos? - Noté cómo se enternecían mis mejillas, esperando que ella no pudiese ver el sonrojo. Mi cabeza se volvió rápidamente hacia el espejo, y con rapidez me até los lazos, separando dos mechones de pelo, uno a cada lado, del resto de mi cabellera.

Agaché la cabeza como si eso evitase que Nagore pudiera verme. Estaba descalza. Busqué con la mirada mis zapatos blancos -los que quería en ese momento- recorriendo el suelo al rededor de mi cama. Entonces comprobé que estaban al lado de mi baúl, sitio donde no recordaba haberlos puesto. Me acerqué a ellos con paso ligero y sentándome en la cama me los puse delicadamente.

- Lista - dije tras haberme levantado y alisado las pocas arrugas de mi vestido, que bajaba poco más que mis rodillas.

La volví a mirar. Sonreí.

*Se van*

Entro con cuidado de no despertar a nadie, aunque lo cierto es que no parece que haya mucha gente, en comparación con el tamaño del cuarto. Escojo una cama vacía cerca de la puerta y me dejo caer en ella con un suspiro de cansancio. Vacío mi mochila en el baúl a los pies de mi cama y me cambio de ropa, poniéndome una más cómoda y fresca. Escojo un vestido azul sencillo y, tras ponerme un calzado más adecuado, decido salir a explorar. Estoy cansada, pero no lo suficiente para irme a dormir. Aunque sea tarde, tengo curiosidad por conocer los exteriores.

*Se va*

Estaba en el dormitorio de las chicas. Ya había muchas durmiendo, la verdad es que era bastante tarde. Sobre mi cama, las sábanas y mantas envolvían mi cuerpo, que al parecer no lograba calmarse. Era mi cumpleaños... Y sin embargo no estaba contenta, ni tan siquiera un poco; hacía mucho tiempo que no lo estaba. Cerré los ojos y me paré a pensar en todo lo que había dejado atrás, y en el tiempo que había consumido en el palacio. Mis padres, mi casa... No tenía ni idea de lo que encontraría al llegar a casa... Ni si quiera si seguiría existiendo cómo tal. Si tan sólo pudieran mandarme una carta de vez en cuando...

Me levanté bruscamente de la cama, como si hubiera hecho un gran descubrimiento. Me acerqué sigilosamente hacia mi baúl, buscando algo, sin recordar muy bien el qué. "Recuerda, Elektra, recuerda". Mis manos escarbaban entre distintas piezas de ropa y telas, sabía que tenía que haber algo, ¿dónde estaba?

Nada. Eso era lo que había encontrado. Por alguna razón, lo que estaba buscando no se hallaba dónde tenía que encontrarlo, ¿quizás alguna chica lo había robado? El pecho me dolía, era como si me estuviera quedando sin aire. Acabé pensando que me estaba volviendo loca, aunque quizá ya lo estaba un poco, ¿no? Sonreí, y con lentitud volví a meterme en cama, tras haber cerrado el baúl.

*Se duerme*

Algo que correteaba por encima de mi espalda y me tiraba del pelo me despertó. Abrí una rendija los ojos, pálida y ojerosa, y al instante me sentí invadir por un fuerte dolor de cabeza. Dando media vuelta en la cama con un quejido, me dispuse a seguir durmiendo.

Pero aquello, lo que fuera, continuaba. Aunque no me molestaba demasiado, me obligaba a permanecer despierta, y dada mi situación, era de lo más desagradable. Con un nuevo quejido y un enorme esfuerzo, conseguí abrir otra vez los ojos. Tristán se paseaba por encima de mí, llamando mi atención, juguetón.

Me llevé una mano a los ojos y suspiré. ¿Cómo se podía estar tan destrozado después de haber dormido? Lo único que quería era seguir durmiendo y que aquel dolor de cabeza me dejase en paz.

Incluso recordar cómo había llegado a aquella situación hacía que me doliera la cabeza. Pese a ello, traté de hacer un esfuerzo. Rick Dehnel. Había estado hablando con Rick Dehnel y él me había ofrecido beber algo. Resoplé, agotada. Ya sabía qué no debía aceptar la próxima vez.

Pero había algo más. Y, cuando me di cuenta, quise morirme. Alehyss. ¿Alehyss me había visto así? ¿O lo había soñado? No tenía muy claro qué había pasado de verdad y qué no, y eso era un problema. Pero, por desgracia, lo de Alehyss no parecía parte de un sueño.

Me tapé con las sábanas hasta la frente. ¿Cómo había podido hacer algo así? ¿Por qué era tan estúpida? ¿Cómo iba a volver a mirarla a la cara? Pero, claro, no me quedaba más remedio que disculparme. No tenía muy claro qué le había dicho, pero si era lo que creía todo aquello no podía haber salido peor.

Mareada y dolorida, me arrastré como pude fuera de la cama, en dirección al comedor. Necesitaba agua. Mucha agua.

*Se va y Tristán la sigue*

Sentada en la cama, me quedé contemplando el baúl, ahora vacío. La mochila estaba ya sobre la cama, preparada, con mis escasas pertenencias en ella. Me había hecho con un par de prendas de abrigo de más (sabía hasta qué punto iba a necesitarlas) y había guardado todo lo demás. Aunque tenía intención de volver, lo había dejado todo vacío, como si me fuera definitivamente.

Había visto a Allie hacía apenas unos días. Había sido complicado, ya que las muñecas no estaban seguras ya con ninguna de las dos. Al final, había conseguido que ella les buscara un refugio hasta que yo pudiera permitirme custodiarlas de nuevo. Después de todo, llevarlas a Nevus sería la peor de las opciones...

Con un suspiro, me tiré de espaldas en la cama y me quedé mirando al techo. Distraidamente, tomé una trenza y comencé a deshacerla.

*Se queda*

Tras haber vuelto de la misión del amuleto de los huevos no me he vuelto a encontrar con nadie interesante. Sin duda, me he convertido en una buena guerrera de Brontë. Demostraré a los demás que no importa tener tetas, sino saber cómo repartir hostias. Y en eso me he vuelto una experta desde el momento en el que me crié con tres hermanos mayores. Hay cosas que uno no aprende aunque se pase leyendo libros cien horas seguidas, y eso es así.

Abro los ojos con lentitud. He debido de haberme quedado dormida. Ya no entra ninguna luz por la ventana. Y pensar que últimamente había estado intentando madrugar...

Hace frío... Gruño y me giro en la cama. Sin embargo, algo hace ruido, llamando mi atención y haciéndome darme la vuelta de nuevo. Me froto un ojo, malhumorada, pero no puedo evitar una pequeña sonrisa.

-Pero mira a quién tenemos aquí... -salido, burlona, pero con voz ronca, incorporándome y desperezándome en la cama.

Me incorporé al oír una voz conocida, y al ver a Frikka sonreí. Con un gesto descuidado, solté la trenza medio deshecha y me la eché hacia atrás.

-Anda, pero si aún sigues por aquí. Hace un montón que no te veo, había llegado a creer que te habías ido -comenté, tirando de la mochila-. Que, por otra parte, es lo que debería estar haciendo yo.

Me puse la mochila a la espalda y tomé la ropa de abrigo. Luego, con calma, me acerqué a la cama de Frikka.

-¿Todo bien? -pregunté.

Extiendo ambas manos hacia el techo, gruñendo mientras termino de estirar la espalda. Es de lo más placentero, joder... Deberían crear un hechizo que hiciese que uno sintiese esto. Seguro que los habría adictos y todo.

-Pues todo de puta madre. Volví de una misión hace poco y fue todo un éxito.

La verdad es que mi idea del agujero en la puerta fue la que nos salvó, porque si es por los otros dos nos la terminábamos cargando a base de hechizos sin conseguir nada. Y entonces a ver quién pilla al amuleto por la casa.

-¿Te vas? -inquiero de pronto, mirándola con atención, cayendo en la cuenta de lo que significa su comentario-. ¿Te has cagado y te largas o tienes asuntos pendientes? Yo debería ir a la ducha -añado, por lo bajo, olisqueando sin demasiada discreción una de mis axilas.

Sonreí de nuevo, satisfecha al ver que, pese a que al principio no parecía muy contenta en Brontë, ya se había adaptado. Me recordé a mí misma, también, que al volver debería intentar ir a alguna misión.

-Genial -respondí.

Me encogí de hombros cuando preguntó, rotando los ojos.

-Diría más bien que asuntos pendientes. Mi hermana se casa, así que toca ir a dar señales de vida -expliqué-. Con un poco de suerte no tardaré mucho en volver. Nos veremos entonces.

Hice un gesto y me dirigí hacia la puerta.

-En fin, espero que todo siga tan bien como ahora. ¡Hasta la vuelta, Frikka! -me despedí.

*se va*

De verdad que parece que la piscis tiene prisa. En menos de lo que grita un mecña ya nos hemos despedido y se ha largado. Obviamente, le he deseado un buen viaje. No soy tan desagradable como para no hacerlo.
Ultimamente estoy rodeada de piscis, ahora que lo pienso...

En fin. Sin mayores preámbulos, terminé de remolonear y, finalmente, me levanté. Una buena ducha me despejaría, y luego quizás un desayuno, o algo de entrenamiento...

*se va*

Abro los ojos con lentitud, y me escuecen lo que no está escrito: la polla, vamos. Acabo de soñar un rollo chungo relacionado con los bichos verdes aquellos y vaya asco... Ya estoy otra vez respirando como si fuese a darme un ataque de asma. Lo cierto es que teniendo en cuenta este pequeño detalle de mí hubiese sido muy fácil haber muerto... Seguramente mis pulmones aguantarían mucho menos, en una situación en la que no hubiese líderes cerca, que los de algún imbécil normal y corriente. Y luego la gente se queja de lo que tiene.

El sonido a lluvia traspasa las paredes. Y hace fresquete, aunque juraría que menos que los últimos días... Aunque, de todos modos, me giro en la cama y me tapo la cabeza, acurrucándome en las mantas.

Estas no son horas para despertar a un caeruleus.

*se duerme de nuevo*

horas más tarde vuelvo a abrir los ojos. Ya está anocheciendo. Deben de ser casi las siete... Así sí que me gusta.
Con un bostezo agradable, me desperezo y me levanto.

*se va*

Qué frío hace...

Repliego los pies sobre el cuerpo, haciéndome un ovillo para almacenar el mayor calor posible. Quizás debí coger una manta más gruesa, o dormir más abrigada o... La humedad se me cuela en los huesos. Últimamente hace un tiempo de perros que no ne gusta nada.

Puta luz...

Me paso la manta por encima de la cabeza y me acurruco más, si es que puedo. Vaya mierda...

*sigue durmiendo

FIN DE ESCENA*

Bajo las sábanas, leía. Leía historias infantiles, como siempre, y mientras lo hacía intentaba no darle vueltas a los últimos días. No había hablado con nadie desde lo de Rick. No había visto a nadie, ni había hecho el esfuerzo por encontrarme con alguien: apenas había salido del dormitorio, y cuando lo hacía me aseguraba de no pasar demasiado tiempo en las zonas comunes. No me encontraba de humor como para hablar con la gente, mucho menos para explicarles qué me pasaba, y aún así no podía evitar pensar que me vendría bien hablar con alguien. Contarle a algún compañero, algún amigo, qué me pasaba. Pero no lo hacía. A fin de cuentas, ¿con quién podía hablar? ¿Quién estaría interesado? A pesar de que llevaba mucho tiempo en Palacio, ahora mismo sentía que no tenía demasiados amigos. ¿Heylel dónde estaba? ¿Por qué no me lo encontraba? Si lo viese, seguro que me daría un buen consejo, y haría que dejase de darle vueltas a las cosas (¿por qué, qué pasó, qué hice, qué hicimos mal?). Pero Heylel no estaba, y no me veía capaz de contarselo a Gerald, o a Corbin o a cualquier otro. Seguro que no les interesaba. A fin de cuentas, ¿en qué les afectaba esto a ellos? En nada. Así que tampoco querrían escuchar los lamentos de una chica a la que acababan de dejar. ¡Qué poco agradable, por Mithos!

Suspiré.

Lo que peor llevaba era mi incapacidad para comprender por qué habíamos acabado así. Entendía que, tal vez, no habíamos estado mucho en contacto durante los últimos meses, pero cuando volví todo parecía normal, igual que siempre. Así que no entendía por qué había terminado así. Parecía precipitado, aunque, claro, qué sabría yo. Había pasado meses sin verlo, sin pasarme por aquí. A lo mejor había conocido a alguien más interesante, o más lista, o más guapa (o todo eso a la vez). Aquello no sería extraño. A fin de cuentas, yo no era una lumbrera, ni era la definición de interesante, y tampoco era la chica más guapa de todo Palacio.

Volví a suspirar.

Si estuviese en casa, probablemente le estuviese contando todo esto a mi hermano. O a mi madre. O a ambos. Siempre que tenía algún problema se lo contaba a alguno de los dos. Mi padre solía estar ocupado trabajando, y tenía peor humor que ellos, así que no solía confesarle algo a no ser que sintiese que era especialmente grave. Pero sí le contaba las cosas a Simon y a mi madre. Y entonces ellos me escuchaba, y luego me daban consejos, y los de mamá siempre eran mejores, pero ambos me ayudaban mucho a aclararme. Y luego yo me sentía mucho más relajada, sentía que tenía las ideas claras y me olvidaba del problema porque decidía que no era tan importante y que no me iba a amargar. Pero ahora no estaba ninguno de los dos cerca, ni siquiera estaba papá, y no tenía a nadie a la que contarle mis tonterías de joven rechazada.

Era incómodo.

*después de leer un rato, se duerme*

Abro los ojos con lentitud. Me encuentro desorientada, agotada, inusualmente cómoda... Nada más llegar, de madrugada, me separé de Corbin y vine aquí. Llevo durmiendo desde entonces. Me sorprendió, incluso, encontrar la simple cama de Brontë tan cómoda. De la misma forma, no me había dado cuenta antes de lo acogedor que me parece el palacio. Es increíble lo que cambian las cosas en poco más de un mes.

Me incorporo y alcanzo las muletas que tengo junto a la cama. Por suerte, los días que pasamos en Ignis, en casa de aquel médico, bastaron para evitar la infección, pero el viaje no ha ayudado mucho a que mi pierna se cure. Ahora tendré que tragarme todo el reposo y, seguramente, algo de rehabilitación. Espero que no quede ninguna lesión permanente.
Hoy por hoy, sin muletas no puedo moverme.

Ahora tengo que ir a averiguar que ha pasado por aquí durante todo este tiempo.

*se va*

Los párpados me pesan toneladas. Al lograr abrirlos, todavía tardo en acostumbrarme a la luz. Más, incluso, que en sentir el hambre atenazarme.
¿Pero qué hora es? Tengo la sensación de haber dormido varios días sin descanso. Incluso tengo la cabeza embotada.

Cuando consigo volver en mí, me visto. Iré a comer algo y a asearme. Empiezo a parecerme al tipo de deshecho humano que desprecio. Qué horror...

Tengo que hacer cosas.

*se va*

Abro los ojos con desgana. La luz es jodidamente molesta, pero de todos modos... Ya es hora. Aunque todavía remoloneo unos minutos entre las sábanas. Luego, pesada, me incorporo y me levanto. El suelo está helado... No puedo evitar refunfuñar un poco palabras a las que ni yo encuentro sentido.

Cojo ropa limpia y me froto un ojo. Me he quedado dormida. Mierda... Ahora tengo que darme prisa o...

Joder... Qué sueño. Maldita sea...

*se va*