Dormitorio de las chicas

"Qué calor...", pensé mientras me despertaba y me destapaba.

Todavía estaba resfriada, aun que me encontraba bastante mejor, pero ahora tenía la típica moquera que no te deja respirar y que no hace mas que incordiar en un día bastante caluroso.

"Agh...", dije en bajo mientras me incorporaba.

Después me cambié de ropa, me puse el pañuelo en el cuello, cogí mis cosas y salí de allí.


*se va*

Como corría un airecillo un poco desagradable fuera para mi edad, me metí en cama y me puse a tejer... es lo que hacía cuando me aburría mucho... y como no había nadie en la habitación, pues era lo unico decente que podía hacer.

*se queda*

Me dirigí al dormitorio de chicas, y Tristán seguía en mi hombro todavía, ya que no me había encontrado a Silvanus por el camino.

"Bueno... mañana se lo devolveré...", pensé mientras me secaba unos restos de lágrimas que tenía en los ojos, y entonces abrí la puerta.

Una vez estuve dentro la cerré, y entonces vi a Adela tejiendo en su cama.

"Buenas noches Adela...", le dije mientras me dirigía a mi cama.


*se queda*

Ví a la cláritas por encima de mis gafas y alzando las cejas... a esta le pasaba algo... tenía los ojos rojos.

-Ven aqui y cuentamelo todo.- una, con cierta edad, se da cuenta de cuando una persona está bien y cuando está mal.

Adela se percató de mi estado de ánimo, así que no me quedó otra opción que ir a junto suya.

Me senté en su cama con un suspiro, por la parte de los pies, y Tristán se puso en mi regazo.

Entonces le dije sin dilación: "Silvanus y yo hemos roto"

Antes de que se sulfurase le dije: "Prométeme que no vas a hacerle nada".

-¿como? ¿que el cabeza yunque ese te ha dejado? ¿y eso? voy a tener que cruzar unas palabritas con el muy seriamente... a mi que valla preñando a jovenes y luego se quiera desentender de ellas...- entonces cogí mi rodillo y lo apreté con fuerza.

-¿que haces con esa rata escamosa? TIRALA POR LA VENTANA! QUE PUEDE TENER GÉRMENES!

"¡No, no, no! Es mi amigo...", dije abrazándolo.

"Bueno... es el dragón de Silvanus... pero hoy ha querido quedarse conmigo en vez de con él....", le dije.

Ella me miró entrecerrando un ojo, y entonces le dije: "Bueno, a ver... resulta que al final no estoy embarazada, así que no te preocupes..."

La miré con asombro cuando me dijo eso, y miré a Tristán apenada... no quería meterlo en una jaula... pobrecillo.

"Pero Adela... es que él me dejó el otro día... pero él hoy pretendía volver conmigo, y le dije que no...", le dije.

Entonces le dije: "Bueno es que, verás...", y empecé a contarle todo lo sucedido.

-Muy bien hecho! ¿para que quieres al descraciado ese? tiene que haber chicos muy buenos en Brontë que te merezcan ¿no le has echado el ojo ya a alguno nuevo? jajaja

Entonces me lo contó todo...
-PERO QUE DEMONIOS?? YO ME LO CARGO! MALDITO DESGRACIADO! SE VA A ENTERAR! - entonces cogí al dragón del regazo de la chica y lo metí en la jaula y luego metí esta debajo de mi cama- tranquila... estará bien. Le voy a enseñar yo a ese imbécil a respetar lo que uno quiere y no andar jugando con los sentimientos ajenos.

Vete a dormir, querida... mañana ya hablaré yo con el muy seriamente.

-Ah... y deja al lagarto ese ahí, ee? si mañana no está, sabré que has sido tu...
*se duerme*

"¡Adela! ¡Por favor, espera!", le dije mientras metía a Tristán en la jaula, pero entonces me dijo aquello y se metio en cama.

"Está bien...", le dije, ya que tampoco podía llevarle la contraría. Era de armas tomar.

Tristán gruñía asustado, así que cuando Adela comenzó a roncar me metí debajo de su cama y le dije a Tristán: "Shhh... tranquilo Tristán... pronto saldrás de aquí...".

El pobre me miraba con cara triste, pero se tranquilizó con mi voz, entonces lo acaricié metiendo un dedo por una de las rendijas de la jaula, y lo acaricié hasta que se durmió.

"Madre mía... a ver como acaba esto...", pensé preocupada. Dejé mis cosas al pie de mi cama, me vestí el pijama y me metí en cama. No conseguí pegar ojo durante varias horas, ya que no paraba de pensar en Silvanus, y sollozaba de vez en cuando... pero estaba tan cansada que al final conseguí dormirme.


*se duerme*

Me desperté sobresaltada y busqué a Adela con la mirada, pero ya no estaba.

"No... nononononono...", pensé mientras me dirigía a la cama de Adela. Vi debajo de ella, y Tristán tampoco estaba.

"Maldición...", pensé con rabia.

Ayer había estado todo el día en el cuarto con Adela, ya que quería saber que es lo que tramaba... pero la muy pilla había aprovechado que me quedé dormida para ir a junto Silvanus.

Me vestí a toda velocidad, cogí mis cosas y me fui pitando de allí.


*se va*

Entré en la habitación de las chicas, con cuidado e intentando hacer el menor ruido posible. No quería despertar a nadie (como ya era de noche, supuse que mis compañeras estarían durmiendo).

Me acerqué a mi cama. Cogí la manta (que no usaba porque en Fulmen hacía mucho calor) y volví sobre mis pasos.

*se va*

Entré en la habitación en silencio, y la encontré vacía. Cerré la puerta con cuidado, me senté en mi cama y volví a mirar la carta, con un mohín de disgusto. Si el abuelo hubiera tenido un poco de paciencia, quizá... Sacudí la cabeza. Yo tampoco había colaborado mucho en el asunto, precisamente; más bien lo contrario. Algo molesta, arrugué la carta y la tiré al suelo, resuelta a dejarla allí.

O no. La recogí, enfadada conmigo misma. Por indescifrable que fuera para mí, seguía siendo algo que alguien quería decirme. La alisé y miré a mi alrededor, indecisa. Finalmente, decidí guardarla bajo mi almohada.

A continuación, saqué la funda de Loksass de mi baúl y me dispuse a guardarla con mucho mimo. Recogí cada dardo de mi pelo y los guardé en la bolsita, dentro de la caja. Dejé de nuevo a mi más preciada compañera en el baúl con mucho cuidado, y tras un instante de duda, me dispuse a soltarme el pelo.

Trenza a trenza, fui deshaciendo mi peinado, y colocando las pequeñas cuerdas que lo sujetaban una encima de otra, frente a mí. Era una sensación extraña, pues sentía la nuca y los hombros cubiertos y, en general, calor. Sonreí, sin embargo. Era una sensación agradable, y me gustaban las pequeñas ondas de mi pelo suelto.

Lo dejé todo recogido, como si no hubiera pasado por allí, y me dispuse a salir de la habitación. Por aquel día, me permitiría mantener la guardia baja y, en general, sentirme distinta. Mi pequeño experimento particular.

*Sale*

De nuevo en el dormitorio, abrí el baúl, recogí la bolsa de dardos, me colgué a Loksass al cuello, cogí las cuerdas con las que hacía mis trenzas, una muda y salí de nuevo.

*Se va*

Despues de una larga estancia en la enfermería, el médico me había dado el alta y ha estaba como nueva... bueno... es un decir, porque con este tiempo tan frio y otoñal... mis huesos realizaban guturales quejidos cada vez que me ponía de pie.

Volví a mis aposentos, y vi que las flores de mi mesilla de noche estaban mustias... claros, despues de tanto tiempo...

Suspiré y cojí el florero, con agua sucia para tirar su contenido y mañana ir a por unas flores frescas.

Al pasar al lado de una cama, dí un traspiés y el agua del jarrón junto con las flores se desparramó encima de una de las camas.

Me llevé la mano a la cara y suspiré en silencio.

-Menudas manos, Adela... MENUDAS MANOS! dije comenzando a recoger las sábanas mojadas para una esquina. Levanté la almohada, que también estaba un poco salpicada y ví una notita.

Dejé mi trabajo y comencé a escudriñar en ella
Massen:

"No sé cuándo vas a poder leer esto, pero espero que, ya que te consideras lo suficientemente mayor como para decidir el rumbo de tu vida, tengas el cerebro suficiente para responsabilizarte en otros aspectos. La abuela me pidió expresamente que no te escribiera, pero creo que ya ha pasado mucho tiempo, y que dejarte al margen de nuestra vida no tiene el menor sentido.
Has de saber que Arenette todavía no te ha perdonado por haberte ido sin despedirte. Desde que te fuiste, se ha vuelto una auténtica insoportable. Como el abuelo ha decidido fingir que no sabe quién eres, la abuela nos ha pedido a todos que no te mencionemos delante de él, pero Arenette insiste en preguntar por ti todos los días, nada más despertarse. Cuando le decimos que no has vuelto, se pone a gritar como una auténtica malcriada, y cada vez es más difícil distraerla.
Por otra parte, Seranne y Minta están muy orgullosas de tu decisión, para disgusto del abuelo. Las dos opinan que es la decisión correcta, y que de esa forma aprenderás a valerte por ti misma en seguida. Esperan noticias tuyas. Yo, debes saber, estoy completamente en contra. Considero que te marchaste de forma demasiado precipitada, y que el abuelo tiene toda la razón al estar tan furioso. Sin embargo, como sabes, mi carácter es mucho más suave que el suyo.
En cualquier caso, dejando a un lado tu ausencia, todo sigue más o menos como siempre. Quiero que, en cuanto puedas, contestes a esta carta. No volveré a escribir si no lo haces. Con afecto,
Sock Dew

P.D.: Vuelve a casa pronto."

Sonrío... así que esta es la cama de la niña repelente esa del demonio... ja!... que divertido.... que divertido... ¿a que habrá venido esta cria aqui? en fin... de verdad... que descontrol... Aqua está cayendo en la decadencia, con esta juventud tan irresponsable y deficiente... que asco, de verdad: que asco... niñas que se escapan de sus casas... rubios desorejados... imbéciles... voy a tener que llevar a esta cria a rastro asta su casa, por lo que parece... pero antes, tendré que escuchar las explicaciones a su huida... y me las dará quiera o no... IRRESPONSABLE! MALCRIADA! DESAGRADECIDA! que razón tiene su abuelo... menuda paciencia... en fin...

Termino de hacer la cama, dejándola exactamente igual que antes, incluyendo la carta en la misma posición.
-Espero encontrarmela pronto...
*se va*

FrD: viejas con ganas de trolear

Con cuidado de que nadie me viese, mirando a ambos lados cada poco tiempo, llegué a la puerta del dormitorio de las chicas. Por alguna razón, estúpida en mi forma de ver las cosas, no podía entrar en aquel lugar. Yo era un caballero; nadie debía preocuparse por que hiciese cosas innobles, pero de ahí a no permitirme la entrada...

Llevaba la carta para Inger en las manos. Tomé aire. Debía hacerlo: todo buen caballero hacía esas cosas, así que yo no iba a ser menos.

La dejé a la puerta, esperando que ningún imbécil cotilla la leyese. El sobre estaba lacrado con el sello de la familia Dehnel y ponía su nombre, así que no tendrían excusa alguna.

Tras dejar la carta, me marché.



*se va*

Contenido de la carta:

Spoiler:

Entreabrí los ojos. Un sonido acababa de despertarme. Fruncí el ceño, suspiré y di una vuelta en la cama. No quería levantarme. Se estaba bien en cama. No había nadie en la habitación, no había ruidos molestos, ni nada por lo que preocuparse. Era perfecto.

Suspiré. Por perfecto que fuese, una no podía quedarse todo el día en cama (¿o sí...?). Me levanté. Cogí ropa del baúl y abrí la puerta, dispuesta a irme a bañarme. Pero, al ver un sobre al lado de la puerta, me detuve. Fruncí ligeramente el ceño, me agaché y lo recogí. Tenía mi nombre escrito. Extrañada, ladeé la cabeza y la abrí.

En el sobre había una carta de Rick. Sonreí, sonrojada, al terminar de leerla y volví a entrar en la habitación. ¿Me estaba invitando a cenar? Ensanché la sonrisa, pero no tardé en borrarla.

— Un momento... ¿Qué me pongo?

Miré la ropa que tenía en las manos. Definitivamente eso no. Volví a abrir el baúl y comencé algo que pudiese servir. No había llevado ropa demasiado especial, por lo que no tenía muchas opciones. Tras rebuscar un rato, finalmente saqué unas prendas que servían para la ocasión y me fui, sonriente.

*se va*

La mujer llegó al cuarto de las chicas después de rebuscar durante mucho tiempo.
-Joder, al fin- dijo cuando los encontró.
Echó sus pocos bártulos al pie de una cama libre y se dejó caer de frente encima de la cama, haciendo que esta crujiese.

*se duerme*

Llego al cuarto de las chicas con aire ausente. Llevo todo el día sin poder sacarme una desagradable sensación de la cabeza, pero no podría decir qué es a ciencia cierta.

Nada más alcanzar el lugar me dirijo hacia mi cama y rebusco en mi baúl, consiguiendo ropa limpia. Una buena ducha será lo mejor.

Me fijo en una mujer que duerme en una cama. La observo unos instantes, tratando de recordar sus rasgos. Una vez hecho esto, dando por hecho que es nueva, salgo en dirección al baño.

*se va*

Después de que la mujer se echase una buena siesta, se sentó al borde de su cama, con las piernas fuera de la cama y se frotó los ojos, apoyando los codos en las piernas.
-Mmm llevaba demasiado tiempo durmiendo en una hamaca.- dijo mientras se estiraba dando un sonoro bostezo.

*se va*

Tras el encuentro con Aren la noche pasada tuve que irme a dormir para evadirme del desagradable mundo en el que el líder me había metido. Los sueños de esa noche, sin embargo, no fueron tampoco demasiado agradables.

Soñé con serpientes y monstruos.

Abro los ojos. Una fina capa de sudor frío me cubre la piel. Me yergo y miro a mi alrededor, asegurándome de que nadie me observa.

Me pongo en pie. Aunque quepa la posibilidad de que fuera de esta habitación me encuentre al líder caeruleus, necesito airearme un poco, por lo que la abandono.

*se va*

Entro en el dormitorio y me dirijo enseguida a mi baúl. Por suerte, me he topado con uno de los aether que se encargan del correo en los pasillos, por lo que he podido enviar la carta sin problemas.

Rebusco entre mis cosas y saco un morral de cuero algo viejo. Sonrío y lo aparto. Es perfecto: cómodo y deshechable. Sigo buscando cosas y las pongo sobre mi cama: una muda limpia, algunas vendas, papel...

Tras hacerme con todo esto, lo guardo en el morral y paso a comprobar el estado de mi arma.

- Perfecto.

Abandono esta parte del trabajo y me recojo el pelo en una única trenza para mayor comodidad.

Cojo mis cosas y salgo.

*se va*

Entré en la habitación caminando a paso rápido, dejé el paquete y el sobre encima de mi cama y me senté al lado. A continuación, sin pensármelo ni un momento, deshice el paquete sin el menor cuidado. Tiré el envoltorio al suelo, sin preocuparme por él ni lo más mínimo, y me dediqué exclusivamente a la caja de madera que tenía ante mí. Con una calma que contrastaba enormemente mi avidez anterior, abrí la tapa.

Dentro de la caja, rodeadas cuidadosamente de serrín, siete muñecas de porcelana tumbadas en fila me observaban. A pesar de los tumbos que debían haber dado en mi carrera a la habitación (por no hablar de otros posibles accidentes en el envío) estaban en perfecto estado, mirándome con sonrisas estáticas desde su sitio. Las saqué una a una.

La primera era una muñeca rubia, de pelo largo, con dos preciosas alas blancas a la espalda, llevaba un sencillo vestido largo de color rojo. La segunda, de pelo rojo fuego muy corto y traje negro, parecía hecha de una porcelana distinta a las demás, más brillante y suave al tacto. La tercera, con los dedos pegados y las orejas de aspecto membranoso, tenía el pelo anaranjado y rizo, y vestía una túnica verde. La cuarta, de orejas en pico y porcelana más clara, tenía el pelo negro como el carbón, recogido en un perfecto moño, y una capa amarilla que la cubría casi por completo. La quinta, de ojos extraños, tenía el pelo marrón, recogido en dos trenzas, y la cara plagada de pecas. Vestía una camiseta blanca y una falda violeta. La sexta, de piel oscura y orejas en pico, tenía un corte de pelo peculiar, que por un lado de la cara le rozaba la mandíbula y por el otro llegaba casi hasta el pecho. Llevaba un suntuoso vestido naranja. La séptima, más pequeña que las otras, tenía el pelo trigueño recogido en una coleta, con dos mechones enmarcándole la cara. Vestía un pantalón azul y un chaleco negro.

Me quedé contemplando la colección un buen rato, sin saber muy bien qué podía hacer yo con todo aquello. Por último, con cierta indecisión tomé el sobre en mis manos y lo abrí, como si aquello fuera a resolver el misterio. Por supuesto, fue inútil, pues sólo contenía un mensaje, escrito además con letra que se veía descuidada y sucia.

Con un suspiro, recogí las muñecas, guardé el sobre en la caja y la caja en mi baúl. Por último, tomé el envoltorio que había dejado en el suelo y me lo llevé, aún sin saber muy bien adónde.

*Se va*

FdR.: Contenido del sobre (que sé que os interesa, cotillas).

Citación :

Mi Massen:

Me he enterado de que no estás en casa. Me alegro mucho de que hayas decidido vivir por tu cuenta. Aprovecho que no estás en Aqua para contactar contigo. Si quieres saber de mí, sólo tienes que escribirme. Sabré encontrar tus cartas.
Espero que te guste mi regalo. Te quiere,
*Firma ilegible*

Todavía seguía en cama.

Había llegado el día que en parte no quería que llegase. Llevaba unas horas dándole vueltas a la cabeza, y no tenía claro qué hacer.

Finalmente me decidí. Me levanté, me vestí y me peiné. Entonces abrí mi baúl, y cogí un pequeño paquete que tenía envuelto en un par de pañuelos. Lo observé durante unos segundos, comprobando que estuviese en buen estado... aunque realmente no hubiese necesidad, ya que lo había comprobado mil veces días atrás, y siempre lo tuve a buen recaudo. Pero no merecía la pena seguir guardándolo por más tiempo. Era ahora o nunca.

Suspiré.

"Vámonos Hoju", le dije mientras me dirigía hacia la puerta. Él todavía estaba acurrucado entre las mantas, pero tras desperezarse me siguió volando, y entonces nos fuimos, sin tener aun muy claro a donde ir.


*se va*

Mi chófer dejó las maletas enfrente de la puerta y se despidió de mi con un fuerte abrazo al que y le correstondí con una lagrimilla.

-Gracias, Phondo- digo abrazándole. Le quería mucho y estabas muy apegado a él. A ver como me las apañaba sin el.

Se fue y me quedé sola. Metí mis cosas en la habitación en una de las camas del fondo.

Era una mañana bastante bonita, por lo que me ajusté un poco el vestido y, con una enorme sonrisa, me fui a dar un largo paseo.

*se va*