Dormitorio de las chicas

- ¡¡¡INGEEEEEEEEEEEEEEER!!! -grité a la entrada del dormitorio de las chicas, y esperé un rato.

Nadie dijo nada, por lo que supuse que no andaría por allí. Era una pena, pero las cosas difíciles siempre eran mejores, ya que luego la noble recompensa obtenida si era digna de uno. ¿Acaso era la dama lo importante de la historia de un caballero? ¡NO! Era la aventura.

*se va*

Llego a la habitación cavilando en lo que ha pasado hoy. Puede que a primera vista pareciera solo un lío amoroso, pero si Aren Darvenwish está involucrado merece la pena averiguar algo. ¿No es acaso la información una de las armas más valiosas que existen? Además, de lograr obtener datos interesantes, quizás mi investigación avance. De hecho, lo que ha sucedido ha levantado mi ánimo, dándome un objetivo, una pista que seguir. Quizás no acabe en nada, pero es más de lo que tenía esta tarde.

Me desvisto y me pongo el pijama sin dejar de darle vueltas. La voz de mujer... ¿Sería la misma mujer que la que vi aquel día durmiendo con él? Si se tratara de alguna cualquiera dudo mucho que Silvanus saliera llorando de aquel lugar. Tuvo que pasar algo, además, que provocara aquel estruendo. Desde luego, el piscis es mi primer objetivo.

Me meto en cama y me acurruco. Mi mente trabaja a toda velocidad. Ojalá sea algo jugoso, aunque sea inservible. De todas formas, todo lo que perjudique a Aren a mí me parece bien.

Tardo mucho en dormirme, pues no puedo dejar de pensar en qué habrá sucedido, pero al final lo consigo.

*se duerme*

Una vez despierta, me visto y tomo mi arma. Hoy estoy animada y, aunque no esté segura de qué voy a hacer, tengo ganas de empezar el día.

*se va*

En algún momento de su recorrido, había tomado un desvío y se había alejado del camino que lo llevaría al dormitorio de los chicos. Como resultado, en aquellos instantes se encontraba enfrente de la puerta de la habitación de las chicas, con el ceño ligeramente fruncido y la vista clavada en el suelo. No sabía por qué había decidido acercarse hasta allí, pero lo había hecho.

Chasqueó la lengua y alzó ligeramente la vista. Suspiró. Se preguntó si la chrysos había decidido irse a los dormitorios. En ese caso, a lo mejor podía ver si se encontraba bien. No debía de haberse dormido ya. Era temprano.

Levantó el brazo, quedándose este a la altura de su pecho, y parpadeó. Tomó aire y tragó saliva. Contempló la madera. Parpadeó de nuevo. Desvió la mirada.


Bajó el brazo.

Aquello que estaba haciendo no sólo era poco profesional, sino que, además, rozaba lo absurdo. Lo único que conseguiría sería despertar a alguien. Lo más probable era que la chrysos quisiese estar sola. O, en caso de no querer estarlo, no querría verle. A fin de cuentas, las dos últimas veces que se habían visto sólo habían discutido...

Suspiró y bajó los hombros. Dio media vuelta y abandonó el lugar.

*se va*

FdR. ¬¬ ala, date por satisfecha ¬o¬

Abro los ojos con dificultad. Apenas he dormido en toda la noche, y lo poco que he logrado descansar ha sido horrible. Antes de venir al dormitorio estuve un rato templando los humos, y luego decidí probar a ver si lograba dormir. Incluso en cama me fue casi imposible descansar: no encontraba una posición adecuada -me pasé media noche dando vueltas- y no era capaz de conciliar el sueño. Al final decidí que quedarme mirando al techo con la cabeza llena de cosas en qué pensar era lo más semejante a dormir que podía hacer.

Finalmente me dormí, ya sin quererlo.

Me incorporo. Me pongo algo de ropa y cojo mi arma. Salgo.

*se va*

Entro en la habitación mirando a mi alrededor, asegurándome de no ser vigilada. Disimuladamente, tras acercarme a mi cama quito un poco las sábanas y la colcha por un lado. Tomo mi kusarigama y hago un corte en el colchón, vaciando un poco de su relleno. Introduzco en él mis dos cuadernos, rellenando de nuevo el hueco restante con el relleno y rehaciendo la cama. Por un par de días este será el escondite.

Tomo mi morral y meto un libro en él. Si alguien me ha visto con él no tiene por que sospechar de que guardaba otras cosas.

Meto el morral y el resto de mis posesiones, a excepción de lo puesto y el arma, en mi baúl. Observo que todo esté en orden y salgo.

*se va*

Entré por la puerta sin saber muy bien para qué, porque ni siquiera tenía sueño. Sin embargo, un simple vistazo a la habitación, que acabó con mi mirada fija en mi baúl, me hizo decidir por qué estaba allí. Me abalancé sobre el baúl con rapidez, lo destapé y rebusqué un poco entre mis escasas pertenencias, hasta dar con lo que buscaba: la caja de muñecas. La abrí allí mismo y saqué el sobre, que guardé en la carcasa de Loksass. Luego cerré la caja, la saqué y me aseguré de que el baúl pareciera exactamente igual que antes de mi paso por la habitación. Con mi pequeño tesoro en brazos, abandoné la habitación mientras sonreía, satisfecha.

*Se va*

Después de lo ocurrido ayer me he pasado toda la noche dándole vueltas, por lo que no he logrado dormir. Había tantos cabos sueltos que me ha costado sacar una conclusión coherente que pueda aunar todos los acontecimientos, pero creo que he sacado un par de cosas en claro. Tengo ganas de contrastarlas con otras opiniones, pero ahora mismo me siento exhausta de tanto darle vueltas a la cabeza y prefiero ir a las habitaciones a descansar un poco.

Me tumbo sobre la cama de lado y cierro los ojos.

Silvanus ha desaparecido, y no sé siquiera si vive... Adela ha muerto asesinada en las escaleras de caracol... Los líderes no nos dejan abandonar el palacio con libertad...

Sin duda, tengo que investigar la desaparición de Silvanus. Sin esos datos no podré avanzar en mis pesquisas.

No sé cómo, pero me paso largos minutos pensando hasta que, sin darme cuenta, termino durmiéndome.

*a mimir*

Tras algunas horas de descanso me despierto, sintiéndome mucho mejor. Me desperezo y me pongo en pie para salir un rato.

*se va*

- ¡Mamá!

Aquel grito había terminado de golpe con su descanso iniciado la noche anterior, el que le hizo sentarse de golpe y acariciarse el cabello con ansiedad. Khan despertó segundos después, acercándosele para hacerle una que otra caricia en el rostro en señal de apoyo. - Gracias Khan...sólo fue un mal sueño...-Apoyó los pies en el piso y se masajeó esta vez el rostro, incorporándose para acomodarse las ropas y salir en búsqueda de algo de calma, seguida por el dragoncito que miraba hacia arriba preocupado por su amiga.

*Se van*

Entré en la habitación dando un portazo y me dejé caer sobre mi cama, completamente ofuscada. "Cuando seas adulta lamentarás no haberme obedecido". "Al final, lo único útil que sabe hacer una mujer es fregar una cocina". "Si al menos supiera que tienes algún futuro, me molestaría en hacer algo por ti. Pero acabarás criando niños. Sólo sirves para eso". "Con un poco de suerte no te parecerás a tu madre, al menos".

Frases y más frases de ese estilo me bombardeaban la cabeza, haciéndome arder de rabia por dentro. Si aquel viejo hubiera sido un poco más amable, tal vez hubiéramos llegado a un acuerdo. Pero ninguno dio su brazo a torcer cuando correspondía, y el resultado para mí era una total impotencia.

Era absurdo. ¿Para qué quería yo saber leer? ¿Quién intentaba comunicarse conmigo?

*Al cabo de un rato se queda dormida*

Me desperté con los ojos hinchados y la boca pastosa, y con sensación de malestar. Había soñado que discutía con Sock y le lanzaba uno de los dardos especiales, el negro, que le daba de lleno en el pecho. Cuando me acerqué a ver el cuerpo de mi hermano muerto, su cara era la de Alehyss, y la gran Blues Splash me acusaba de asesinato y me condenaba a servir de comida a Tristán, que sólo quería comerse mis trenzas.

Me incorporé, aturdida y aún medio dormida y abandoné la habitación. Necesitaba despejarme.

*Se va*

Hoy era el día y era el momento. Algunas chicas ya se habían ido a dormir, otras estarían entrenando o algo similar, pero la mayor parte del palacio estaba ya durmiendo para el duro día de mañana y el cambio de guardia se produciría en nada. Estaba muy nerviosa y me temblaban las manos pero, curiosamente, también tenía una enorme sonrisa de incredulidad estampada en la cara. ¿Qué estaba haciendo? ¿Lo había pensado bien? No, claro que no lo había pensado nada bien pero, ¿qué demonios? Uy, con perdón. ¡O no! Estaba tan nerviosa que era incapaz de meter las últimas cosas en mi bolsa de mano y eso que ya hacía una semana que había dejado todo recogido en torno a mi cama para no liarme demasiado hoy... Pero estaba tan tan nerviosa que no podía ni moverme sin tropezar y no quería despertar a nadie o todo se echaría a perder. Al fin conseguí guardarlo todo y bajar la tapa del arcón con sumo cuidado para que no hiciese ruido. Había llenado la cama de paja para que al cubrirla con las mantas pareciese que yo estaba ahí durmiendo. Fue buena idea guardar la paja bajo la cama ayer. Ahora que la cama estaba dispuesta solo quedaba comprobar: Alabarda a la espalda, bolsa a la cintura y todo recogido. Incluso me hice una coleta para que el pelo no me molestase. Estaba extasiada y ahora eran las piernas las que me temblaban un poco.

Con todo listo, me coloqué frente a la cama puse los brazos en jarra un instante y respiré hondo para luego marcharme de allí rápida y silenciosamente. "Adiós..." Susurré la habitación antes de salir por la puerta entornada y echar a correr por los pasillos descalza.

Me duele atrozmente la cabeza. Noto el sudor frío recorrer todo mi cuerpo helado y, al mismo tiempo, cómo me arde la frente. Mientras respiro entrecortadamente, me arrebujo en las mantas buscando el calor que mi cuerpo no produce. Tirito.

Al despertarme me he sentido así y no sé qué me pasa. No debería pedir ayuda. Eso sería mostrar debilidad. Además, será una gripe y mañana estaré bien. Eso es lo más seguro.

Me quedo en la cama, entre mantas, esperando a que algo suceda.

*se queda enfermita XD*

Me despierto tras una pesadilla en la que caigo al vacío sin fin. Sobresaltada y sudorosa, abro los ojos, encontrándome con el techo. Apenas he comido o bebido en los últimos días y, aunque no me encuentro mucho mejor, utilizo toda la fuerza que me queda para ponerme en pie con cuidado, tambaleante y débil. Me noto frágil sobre el suelo. Noto como tiemblo y como, en estos momentos, cualquiera podría ser capaz de acabar conmigo de un solo golpe.

Camino hasta la puerta, notando que al mínimo esfuerzo empiezo a jadear, como si caminar fuera en estos momentos lo mismo que correr durante días sin detenerme.

*se va*

FdR- Sigue enferma, y voy a suponer que apenas lleva un día y pico enferma porque esto lo iba a postear al día siguiente del anterior pero la muy Lester me contagió y yo misma estuve en cama con fiebre tras postear aquello XD
Mis disculpas.

El cielo estaba despejado, pero la noche era oscura. La luz de la luna, apenas una rendija, se colaba por la ventana dando algo de forma a las sombras, pero aún así, la habitación estaba en penumbra.

Yo, con el pelo suelto y sin trenzar, sentada bajo la ventana, acariciaba a Tristán en silencio. El dragoncito, que se había tumbado hacía algún tiempo en mi regazo, dormía ya plácidamente. Aunque yo misma estaba empezando a relajarme y adormecerme, no era capaz, pues las piernas se me habían dormido y me hacían sentir incómoda. Sin embargo, me daba pena despertar al pequeñín, así que permanecí inmóvil.

*Se queda*

Los pasos tintineantes producidos no solo por los zapatos de la Capitana sino también por el ciento de cuentas, los collares, las partes metálicas, la botella, sus pendientes, sus hebillas... Todo ello, producía en el pasillo un eco agudo y repetitivo, que se expandía por los lúgubres pasillos hasta que se detuvo delante de la habitación de las chicas.

Aspiró y se pasó un dedo por la nariz, para luego frotarse un ojo mientras, de un fuerte golpe, abría y entraba a paso firme en la habitación, sin importarle quién estuviera y qué haciendo.

Vio una chica al fondo, con el pelo suelto. La había visto pulular de vez en cuando por la enorme estancia que era la habitación femenina, pero nunca se había dignado a hablar con ella. ¿Para qué? Era solo una mísera cría. Aunque por otro lado, llevaba observándola ya un tiempo por palacio. La Capitana sabía que si pertenecía al ejército de Brontë, por algo sería.

Se acercó, no sin antes tirar de un par de patadas sus botas contra la pared, dejando sus pies descalzos contra la piedra. Cuánto echaba de menos la cálida madera de un camarote...

Se acercó pues a la muchacha, con la mirada cansada y, rotando los ojos, apoyó su antebrazo en el hombro de la enana y dejó caer su peso.- Hola, guapa- dijo con un aliento no muy recomendable para la salud de cualquier nariz.
Miró, con los ojos ciertamente embebidos en alcohol -aunque no tanto como otras veces- a dragón que tenía en las manos la chica. - De esos me comí yo muchos. Los metíamos en jaulas y los asábamos en cubierta, con un palo de la boca al culo.- dijo mientras escupía por la ventana. -Qué fantásticos recuerdos... Por cierto, pioja, ¿cómo te llamas?

Una figura entró en el cuarto haciendo ruido y dando golpes, lo que sobresaltó a Trístán, que hizo amago de querer huir despavorido. Con un movimiento reflejo, lo retuve entre mis manos, y a continuación comencé a susurrarle palabras tranquilizantes y a acariciarlo para que se calmara.

La figura que había entrado parecía descuidada y olía a alcohol. Se acercó y se sentó a mi lado, hablando con una voz que confirmaba aquel hecho, pero al parecer sin intenciones agresivas (más allá de comerse al dragón, lo cual no le iba a permitir.

- Me llamo Massen -respondí, intentando respirar por la boca. ¿No había encontrado los baños del palacio?

Aproveché que Tristán se había despertado para cambiar de postura, y continué acariciándolo en silencio.

-Massen, ¿eh? Piscis, ¿Eh? -acertó a decir- Yo también.- Mi nombre es Bocanegra. La Capitana del Purgatorio- dijo con aires de supremacía.
La joven no dijo nada más. ¿Tendría miedo o algo? Aunque a la Capitana le interesaba mucho más el dragón. Asado tendría que estar de muerte, pues aquel parecía regordete y jugoso, no como los que ingería en alta mar, ya desnutridos y seguramente enfermos y, a pesar de todo, con una sustancia espectacular.
Sus papilas comenzaron a reaccionar gustosas, pero pestañeó y volvió al mundo real.

-Bueeeno, ¿y qué haces? Disfrutar de... ¿la soledad? Si quieres me marcho- comentó con voz santurrona - Aunque... bien pensado, no me iría- comentó más para ella que para la chiquilla y, acto seguido, se escupió la mano y se la tendió.

-¿Cuánto pides por él?- inquirió con un gesto de cabeza, sin rodeos para con la adquisición del de sangre fría. - Total, ¿para qué lo quieres? - digo sentándome en el alféizar de la ventana.

Pues sí que era rara la gente del norte... Porque, imaginé, aquella mujer sería de la costa. Si era capitana... Aunque por sus pintas, no parecía precisamente capitana del ejército. Más bien, parecía de esa clase de capitanes a los que el ejército perseguía. Me preguntaba qué hacía alguien así en Brontë. Seranne no le habría dado la menor oportunidad. Yo, sin embargo, sonreí.

- Encantada. No te preocupes, puedes quedarte -al momento preguntó por el dragón, y no pude evitar una suave risita, mientras le acariciaba la garganta-. Lo siento, no está en venta. Ni siquiera es mío... Solo lo cuido temporalmente. Además, no es más que un cachorrito -extendí un ala del dragón con suavidad, pero casi en seguida Tristán se revolvió y dejé que la plegara-. ¿Qué carne crees que le puedes sacar a un bichito de este tamaño? Si quieres comer, en el comedor no cobran por servirnos la cena...

En ningún momento me permití apartar la vista de sus ojos, para así poder evitar su espeluznante mano babada.

-Bueno, pero como bien has dicho, no es tuyo y por tanto, buscaré a su dueño y se lo pediré a él -dijo burlesca.
Miró al dragón y le echó la lengua, para luego, frotarle fuerte el pelo a la joven.

- Mientras, tendré que alimentarme con comida de mariquitas en el comedor- le dijo con resignación, dándose la vuelta y parándose a medio camino para despedirse - Buenas noches Massen. Espero volver a coincidir contigo.

Y, dando la vuelta a la esquina de la habitación, se perdió en uno de los pasillos de la misma hasta su cama.

*se duerme*

FdR: baaaah lo siento, pero tengo que dejar este rol ya que me surgió un imprevisto.

Cuando la mujer desapareció, me toqué el pelo, recién lavado, asqueada. A saber a qué bebida pringosa estaba enganchada aquella mujer...

La repugnancia me provocó un escalofrío. Tomando a Tristán en brazos, me levanté y avancé hacia la puerta.

- Tú y yo vamos a darnos un buen baño... -murmuré al dragoncito, esperando que la mujer no me oyera.

*Se va*

Primera vuelta. Alehyss me miraba desde cierta distancia con expresión insondable. Tras un momento de incómodo silencio, se dio la vuelta con cierto aire de desprecio y se alejó por los pasillos, sin dignarse a escucharme. Heylel, a su lado, me lanzó una carta de su mujer como si de una cuchilla se tratase. "Para que veas que sirve de algo, niña mentirosa".

Segunda vuelta. Aren se acercaba a mí para besarme, y en el último momento se quedaba inmóvil, sin siquiera respirar, como si de una estatua se tratase. Tras escupir a mis pies, retrocedió mirándome con desprecio, y se desvaneció en el aire.

Tercera vuelta. Nagore me contemplaba en silencio, perpleja, parpadeando cada cierto tiempo. En sus brillantes y grandes ojos se fue formando una pequeña luz, una chispa de burla que pronto se esparció por todo su ser. Estalló en ruidosas carcajadas, gritando improperios. Follow, que me observaba desde un poco más allá, entrecerró los ojos, divertido. Nagore corrió hacia él y lo tomó del brazo. "Vámonos, novio mío, alejémonos de ella" decía Nagore, arrejuntándose contra él mientras le acariciaba la mano. Follow dejó escapar una risa cruel. "Sí, mejor que no se acerque", dijo mientras se alejaba con la chica.

Cuarta vuelta. Con lágrimas en los ojos, me agaché a acariciar a Tristán, pero aparté la mano a tiempo de no recibir un mordisco. "Menuda vergüenza" gruñó con la voz de Silvanus, y se alejó volando tras Nagore y Follow.

Quinta vuelta. Seth, por una vez en su vida, no sonreía. Con expresión seria y solemne, negó con la cabeza. "No me esperaba esto de ti" murmuró disgustado, dándome la espalda.

Sexta vuelta. Zacharyas ayudaba a Adela a mantenerse en pie. "Pequeña necia" la reprendió ésta, con una sonrisa radiante. "Ya me lo había advertido tu abuelo. Menuda niña malcriada. No llegarás a nada en la vida." Sus últimas palabras ya no sonaban con su voz, sino con la del abuelo. Le grité que era mentira, que estaban todos equivocados, que había mucho que podía hacer y que no era ninguna inútil. Que encontraría a Silvanus y a mi madre, y que llegaría muy lejos...

Mi propia voz me despertó. En la séptima vuelta en la cama, completamente despejada ya, me limité a llorar, temblando desconsolada. No sabía qué iba a hacer a partir de aquel momento. Tenía miedo de que Inger le contara a alguien lo que yo le había dicho, y al mismo tiempo, ya que yo parecía incapaz de hacerlo saber por mis propios medios, me parecía la forma más adecuada de hacerlo salir a la luz. Sin embargo, eso no era lo correcto, y yo lo sabía.

Tristán avanzó desde los pies de la cama hasta la almohada, donde se acurrucó junto a mi cabeza. Al menos, sabía que una parte de mi pesadilla, la referente a él, no se iba a cumplir.

*Se queda en cama*

Tras varios días sin apenas moverme, y aunque debilitada por mi estado, me arrastré finalmente fuera de la cama. Necesitaba comer algo.

*Se va*

Aquella mañana me desperté con la sensación de haber dormido como un bebé. Abrí los ojos lentamente, en un despertar muy suave, y me estiré cuan larga era en cama. Me quedé un momento así, envuelta en una paz absoluta, con la mente completamente en blanco.

Aquello duró poco. Los recuerdos de la noche anterior no tardaron en asediar mi mente, uno a uno, haciéndome enrojecer hasta la raíz del cabello. Un hormigueo comenzó a ocupar mi estómago, y me fui encogiendo sobre mí misma hasta desaparecer bajo las sábanas. ¿De verdad había pasado todo aquello? ¿O lo habría soñado?

Asomé con timidez y cautela la cara fuera de la sábana y miré la cama de al lado. Del enrojecimiento pasé a la extrema palidez. Claro que había sido real. Nagore debía seguir en la enfermería. Una enorme sensación de culpabilidad cayó sobre mí como una losa.

No me apetecía hacer nada. Me apetecía quedarme en cama y dar vueltas allí, sin levantarme ni para comer, desentendiéndome de todo. Y, sin embargo, tenía la sensación de tener muchísimas cosas que hacer. A regañadientes, salí de la cama y me vestí. Por una vez en mi vida, no me tomé siquiera la molestia de recogerme el pelo, que caía suelto, en pequeñas ondas, por mis hombros. Miré por la ventana. Todo estaba nevado, y eso afianzaba los recuerdos en mi mente. Sacudí la cabeza, tratando de centrarme. En cuanto estuve lista, abandoné la habitación en dirección a la enfermería.

*Se va*

No fuimos muy lejos. El dormitorio de las chicas, descubrí, estaba mucho más cerca de lo que yo hubiera esperado. Me apoyé en el marco de la puerta y esperé allí, con los brazos cruzados sobre el pecho, a que hiciera lo que tuviera que hacer. Aunque dejó la puerta abierta, contuve mi curiosidad de echar una ojeada. Si no tenía acceso a aquella habitación, por algo sería.

No tardó demasiado en salir, y aún así se disculpó por haberme hecho esperar. Negué con la cabeza, considerándolo innecesario. A continuación, preguntó si tenía algo que hacer y si podíamos dar un paseo. Ladeé la cabeza, sin saber qué pensar, pero no tardé en asentir.

-Como gustes.

Me separé de la puerta, conteniéndome para no vigilar sus movimientos, e iniciamos la marcha.

*se van*