Comedor

Haylin tenía que irse, que pena. Lo bueno es que iba a prepararse para llegar a la altura de, por lo menos, mis zapatos. Quizás algún día lograse vencerme.

- ¡No te preocupes! - Exclamé a lo alto -. Yo te ayudaré a entrenar.

Poco después de que Haylin abandonase la sala, mostrando sus plumíferas alas, yo le seguí, dejando el comedor desierto y vacío.

*Se va*

Entré con prisa, jadeando.

- ¡NECESITO UNA CESTA, BOCADILLOS, NARANJADA, FRUTA Y UN POLLO ASADO! -exclamé sonriente.

Espere mientras los del servicio se ponían en marcha. Un pollo asado... Tenía paraun buen rato, desde luego.

*se queda*

Entré en el comedor, con bastante hambre. La sala estaba bastante vacía; sin contar a los chicos del servicio, tan sólo había un chico presente. Ladeé la cabeza, mientras me acercaba hacia él. El joven era un flamma alto, corpulento y pelirrojo. Fruncí ligeramente el ceño. No había conocido a demasiada gente en el Palacio, pero dudaba que hubiese tantos flammas parecidos al chico R. Me puse a su lado y le miré de reojo. Tenía los ojos marrones. Y su cara era muy parecida, por no decir igual, a la del chico R, el flamma que me había "encontrado" en mi primer día. Supuse que sería él. Realmente, tenía que ser él. A no ser que tuviese un hermano gemelo. Entonces no sería él.

— ¡Hey...! ¡Hola! — Sonreí —. ¿Cómo estás? ... — Que yo le hubiese visto, y lo "pseudo conociese de vista", no implicaba que él me hubiese visto ni me "pseudo conociese de vista". De hecho, no me había visto. Fruncí el ceño. Tenía que haber empezado con una presentación normal. Decir mi nombre y esas cosas que hacía la gente normal. Suspiré, y me dispuse a enmendar mi "error" —. Soy Inger Nielsen... Te he visto por ahí... Algunos días... Hace algo de tiempo... — Sonreí —. ¿Qué tal...?

Una chica me saludó como si me conociera mientras esperaba por mi pollo. Le sonreí cortésmente y esperé a que terminara de hablar para levantarme de un salto y tenderle una mano energéticamente.

- ¡Inger Nielsen! ¡Hola! ¡Yo soy R...! Espera... -. Retiré la mano, confuso-. ¿Me has visto? ¿En serio? ¿Antes? ¿Cuándo? ¿Dónde? ¿Cómo? Y no me refiero a con los ojos... La cuestión...

La escudriñé a conciencia. Parecía, de hecho, la chica a la que había visto de reojo en el comedor días atrás y... Sentía como si la hubiera visto antes, pero...

- ¡AH! ¡Ya sé! ¡Eres hija de Edgar, el carnicero! Lleva vendiendo carne a mi familia mucho tiempo. ¿Cómo es que has venido hasta aquí?

El chico R me tendió una mano, que luego retiró sin que pudiese estrechársela. No dijo cómo se llamaba (sería el Chico R para el resto de los días), y, en su lugar, empezó a preguntarme dónde lo había visto, cuándo y cómo. Luego me confundió con la hija de un tal Edgar, un carnicero que, al parecer, les vendía carne, y me preguntó qué hacía allí.

Me llevé una mano a la nuca.

— No soy la hija de Edgar... De hecho, no conozco a ningún Edgar — Sonreí —. Vivo en Caligo... Y... Dudo que el carnicero se desplace tanto para ir a daros carne...

Sonreí. Realmente esperaba que no tuviese que explicarle dónde le había visto, y en qué circunstancias, pero parecía que tendría que responder a esas preguntas. Tras unos segundos en silencio, comencé a hablar.

— Te he visto el primer día que llegué al Palacio. Tú no me viste, porque, nada más entrar en el Hall, te... desmayaste... Ese día... Unos chicos del servicio te llevaron a la enfermería y... Eso. No sé si te acordarás... — Le miré de reojo —. Luego te vi en el comedor, pero no me dio tiempo a decirte nada... Parecía que tenías... prisa, o algo así... ... ... ¿Cómo están tus heridas? No es por ser cotilla, pero... No sé... Parecían... graves... Creo...

¿No era la hija de Edgar?

- Pues si no eres la hija de Edgar, no veas cómo te le pareces. Tenéis los ojos igual de... -. Señalé los míos propios, haciendo movimientos hacia abajo con los dedos- así... Ya sabes. Son tus ojos. Es un hombre muy majo. Deberías conocerlo.

Me explicó entonces de qué me conocía y en ese instanté caí (no físicamente, sino en la cuenta).

- ¡Ahora te recuerdo! Parecías algo perdida. Pero... Míralo así: Si ya nos hemos visto ya no hay que andarse con formalidades extrañas -. Solté una carcajada-. Mis heridas están mucho mejor. Te las enseñaría, pero -. Señalé las vendas y dibujé una sonrisa torcida- no soy muy estéticas. Aunque... Las cicatrices hacen más atractivos a los hombres, ¿no?

Una tierna sonrisa de ilusión iluminó mis rostro mientras esperaba su respuesta.

Y eso que... Yo, ¿más atractivo? ¡Im-po-si-ble!

— ¿Así de marrones? — Sonreí —. Los ojos, digo... ...

Pensé que esa chica y yo probablemente sólo nos pareceríamos en el color de los ojos. Tal vez en el color del pelo. Pero dudaba que "la hija de Edgar" fuese tan pálida como yo. El Chico R, que aún no me había dicho su nombre, dijo que tendría que conocer a Edgar. Me pregunté cómo iba a conocerlo sino sabía cómo era, pero no dije nada. Luego pareció acodarse de nuestro encuentro.

— Bueno... Acababa de llegar y no sabía a dónde tenía que ir... Ni qué tenía que hacer... Ni nada... Y entonces, de pronto, alguien se desmaya y... ... No sé... Tampoco sabía que hacer, la verdad... — expliqué. Luego esbocé una sonrisa —. Bueno... No hay que andarse con formalidades, pero... ... ¿Cómo te llamas? Es que... A ver... No es... Es que si le digo a todo el mundo que conozco a un chico cuyo nombre no sé queda un poco... Raro... ... Aunque desde que te vi llevo llamándote Chico R... ... — Negué con la cabeza y cambié de tema —. Da igual... Me alegra saber que tus heridas están mejor — Sonreí —. Y, bueno... Las cicatrices son... Sí... Hacen atractivos a los hombres... ... No sé, les da un aspecto de... ... ¿guerreros? ¿luchadores? ... ... ¡No quiero decir que si no las tienes no lo seas! Es decir... Lo que quiero decir es... que... dan la impresión de que... ¿participaste en batallas? ¿Misiones...? ... ... ... Tampoco quiero decir que... — Negué —. Olvídalo... Quédate sólo con lo primero que dije... ...

Me llevé una mano a la nuca y le devolví la sonrisa.

Como vi que le había dado por hablar, solo sonreí y asentí hasta que hubo acabado. Preguntas, pausas, cicatrices... La chica parecía muy cortada. Me pregunté si sería tímida, o algo. Además, me costaba seguirle el ritmo a sus pensamientos. Eso de que las mujeres cambiaran de tema cada dos por tres... ¡Era tan complicado seguirles el rollo! Que si ahora sí, que si ahora no, que si ahora da igual, que si ahora no, Rick, no toques ahí, Rick, no, no me apetece, te he dicho que pares... Nada...

Por eso sonreía y asentía. Porque, aunque no la entendía muy bien (ni a dónde quería llegar) no por ello quería parecer maleducado.

Cuando terminó de hablar me permití poner una poderosa mano sobre su hombro (a las mujeres les encantaba el contacto durante sus charlas) y negué con una enorme sonrisa.

- No te preocupes- dije-. Todo está bien.

Alcé la vista cuando puso una mano sobre mi hombro. Como era mucho más alto que yo tenía que ir alzando la cabeza (o la vista) si quería mirarle a los ojos. Pensé que me iba a responder a alguna de las preguntas, pero, en su lugar, soltó una frase que me dejó un poco descolocada. "No te preocupes. Todo está bien". Probablemente lo diría por sus heridas. O tal vez por el último comentario. Pero lo que estaba claro era que no lo decía por la pregunta referente a su nombre.
Suspiré. A lo mejor no había entendido lo que había dicho. A la gente le pasaba eso cuando hablaba conmigo. Yo empezaba a hablar más rápido y a ponerme nerviosa, lo que provocaba que hablase aún más rápido, y eso aumentaba mi nerviosismo que, a su vez, volvía a aumentar mi velocidad a la hora de hablar. El caso era que, al final, nadie entendía lo que decía, o lo entendían a medias.

— ... ¿Pero cómo... te llamas... ...? — pregunté, y esbocé una tímida sonrisa.

Realmente quería saber su nombre. Me gustaba saber cómo se llamaba la gente con la que hablaba.

Me señalé al rostro con mirada confusa. ¿Cómo me llamaba? ¿Yo? ¿No lo sabía? ¿Quería decir que no me había presentado como era debido? so no podía ser. Desde luego que no. Si no me presentaba como era debido luego la gente se llevaba la impresión de mí que no era, y eso no era agradable para nadie. Simplemente no lo era.

Inflé mi pecho, preparado para descargar sobre ella la información que había demandado cuando una voz llamó mi atención

"El pollo" pensé, y así era.

Me volví y vi a un miembro del servicio con mi cesta preparada. Sonreí e hice una leve reverencia a la chica.

- Disculpa...

De un par de zancadas, llegué junto al sirviente. Tomé la cesta con un "muchas gracias" y regresé junto a ella. Señalé la cesta con la diestra.

- ¡Voy a hacer un picnic en el bosque! -expliqué-. ¡Yo solo! ¿Quieres pollo?

Mi intención era invitar a Cero, pero no lo había encontrado. Esa era mi sutil forma de invitarla sin hacer que se sintiera agresiva con la situación.

Tampoco me respondió esta vez. Suspiré. En lugar de responder a la pregunta, el Chico R se acercó a un miembro del servicio, que le había llamado antes. El chico del servicio tenía una cesta que el flamma cogió. Observé la escena desde lejos, preguntándome qué habría en esa cesta. Cuando el Chico R se acercó, respondió a mis dudas. Al parecer quería hacer un picnic. Y al parecer estaba solo.
El flamma me preguntó si quería pollo. Lo cierto era que tenía hambre, pero aún así, en vez de responder con un enérgico sí, permanecí un rato en silencio, pensando la respuesta. Tras un rato callada, asentí.

— Bueno... Si no te molesta... — Sonreí —. Aún no he visto los exteriores del Palacio, así que podría estar bien...

Ensanché mi sonrisa, y luego me apresuré a añadir:

— Pero no quiero molestar... Puedo comer aquí y dejarte tranquilo si quieres...

¿Molestar? ¿De qué hablaba? ¿Era de esas mujeres que solo saben preocuparse por cada detalle? Negué para mí y luego cogí su muñeca, tirando un poco de ella.

- ¡Vamos! ¡Claro que no molestas!

Y salí corriendo con ella bien sujeta, no fuera a cambiar de idea por vergüenza.

El del servicio nos miraba perplejo.

*se van XDDD*

Llegamos al comedor, yo con mucha hambre y rugido de estómago. Olisqueé un poco la zona antes de hacer nada, y me animó un olorcillo que resultaba muy sabroso.

- Vaya, huele a... - comenté sonriente - ¿Eso es piscis asado? - Pregunté jocoso y con tono irónico, me encantaba molestar a la jefa piscis con mis bromas.

Me dirigí a la primera mesa que vi y moví una silla mirando a Blues, haciéndole entender que se sentase.

— Tal vez sea Aether a la plancha — tercié al escuchar el comentario de Timber, pero, a diferencia del tono del aether, mi contestación sólo irradiaba mal humor.

El aether se acercó a una mesa y movió una silla. Luego me miró. Al parecer, quería que yo me sentase ahí. Obedecí y tomé asiento. Luego le miré.

— Podría haber apartado yo la silla — apunté, de mala gana. Coloqué los brazos en la mesa y apoyé la cabeza en la palma de mi mano derecha. —. ¿Qué se supone que vas a comer?

Vaya... Blues seguía mostrándose tan sosa y poco vigorosa como de costumbre y, cómo no, respondía a mi broma con una de sus respuestas bordes. Muy mal, jefa piscis.

Fui a la cocina donde no había ningún chef ni camarero, algo muy raro. Cogí una bandeja y coloqué sobre ella un vaso de agua y un poco de lo que olía tan bien, que resultaba ser sopa calentita. Por supuesto, también cogí una cuchara.

Llegué a la mesa donde estaba Blues y dejé el vaso en frente de ella, mientras que yo me dirigí al asiento de en frente y coloqué la bandeja con el plato de sopa y la cuchara. Me senté y le di un primer sorbo al caldito.

— Al final sólo era sopa... — murmuré.

El jefe aether empezó a comer. Había traído una bandeja con sopa, un vaso y una cuchara, y ahora devoraba la comida. Me limité a obsérvalo. No tenía hambre, ni sed. Lo único que tenía era calor. Y mal humor producido por el calor.
Mientras Timber comía, yo me dediqué a dibujar figuras en la mesa con un dedo. No era un pasatiempo demasiado agradable, pero al menos no observaba como el aether comía tan felizmente. Me pregunté por qué me habría invitado a acompañarlo.

— ¿Y por qué me invitaste al comedor? Si sólo querías comer, podías haber ido tú solo. ¿No tienes nada interesante que decir?

Blues empezó a mirarme y hablarme mal, pero la ignoré completamente.
Mientras comía me estaba fijando única y exclusivamente en el vaso, que cada poco tiempo acercaba un poco más hacia Blues, sin ver cambio alguno.

- Vaya... Que chasco... - Suspiré agachando la cabeza con cara de decepción.

Alcé una ceja. El aether ni se dignó a responder. En su lugar, lo único que hacía era acercarme el vaso repleto de agua. Le miré, con el ceño fruncido y la confusión pintarrajeada en la cara.

— ¿Qué chasco? ¿Qué se supone que pretendes hacer? — pregunté, con curiosidad.

Blues me preguntó qué se supone que estaba haciendo.

- Pensé que, con lo fría que eres, podría congelar el agua - comenté aún con cara de decepción mientras metía el dedo en el vaso hasta tocar el agua, mostrándome después aún más decepcionado.

Continué tomando la sopa, pero con sorbos más pequeños y sin las mismas ganas de antes. Poco a poco, fui retomando la compostura, mejorando quizás mi comportamiento "depresivo".

Alcé ambas cejas. Así que lo que le preocupaba era que no podía congelar el agua a pesar de mi supuesta frialdad. Puse los ojos en blanco.

— Lamento no haber congelado el agua, Timber. Parece que no soy tan "fría" — fruncí el ceño. Luego continué hablando —. Aunque a alguien tan... ¿cómo decirlo? ¿Insensato? ¿Viva la vida? ... Bah, a alguien como tú puedo parecerle fría. Personalmente, considero que sólo soy una persona seria. Sin más. Acato las normas e intento cumplirlas. Investigo y trabajo si es necesario. Y estoy aquí porque me han enviado, sin más. De no haberme elegido a mí, jamás hubiese puesto un pie en este Palacio.

Las palabras de Blues eran aburridas, y yo ya me había acabado la sopa. Así que no pude resistirme a la tentación.
Cogí el vaso de agua con la mano derecha.

- ¡Con permiso! - Exclamé con una sonrisa traviesa en la boca.

Acto seguido lancé el agua del interior del vaso a Blues. Sería divertido verla cabreada. Muy divertido.

El jefe aether me lanzó el agua del interior del vaso. La acción me tomó por sorpresa, pues no esperaba que un jefe hiciese un gesto tan pueril, por lo que no pude esquivarlo. Como resultado, el agua me dio en la cara y me mojó la ropa. Fruncí el ceño y lo fulminé con la mirada. ¿Qué clase de comportamiento era ese?

— ¡¿Qué demonios haces?! — grité, poniéndome de pie. A pesar de haber intentado aguantar mi enfado, este había acabado saliendo a la luz —. ¡¿Qué clase de comportamiento es este?! ¡¿De qué vas?! ¡¿Esto es lo que quieres enseñarle a los alumnos o qué?!

Definitivamente, no era capaz de aguar mi enfado. Me pasé una mano por la frente y me eché el pelo hacia atrás. Estaba mojado. No era agradable. Pese a tener calor, me molestaba que al gente me mojase a su antojo. Especialmente si se trataba de un supuesto jefe que tendría que actuar como una persona seria y madura.

— Exijo una explicación. ¡Ahora!

Se enfadó mucho o, mejor dicho, demasiado.

- Vaya... Tampoco te conviertes en sirena - lamenté bajando la vista y la voz aunque en el fondo me estaba partiendo a más no poder.

Me levanté y me dirigí a ella, dejando el plato vacío sobre la mesa.

- Lo siento, es que eres tan guapa que te confundí con los seres de más extrema belleza - comenté como disculpa a mi carcajeante broma, y de paso como disculpa para mí mismo -. De veras, lo siento, siempre me guío por mis instintos, y eso es algo que a la gente no le gusta - me arrodillo ante ella para reforzar mis disculpas.

Llegue al comedor y me senté rápidamente en una mesa que me pareció más animada: una en que había dos personas: una con alas y la otra... ¿no era un Piscis?
-Genial! un piscis!. Grité emocionado y corrí a sentarme cerca de ellos.
-Hola, ¿puedo sentarme?- dije timidamente. no me gustaba meterme en una conversación...

— ¡Claro que no me convierto en sirena, zopenco! — bufé.

El aether se levantó y se acercó. Luego expuso una serie de disculpas, cada cual más estúpida que la anterior. Como colofón final, el aether se terminó arrodillando ante a mí.

— Ya, claro. Guapa. Al igual que señorita, hace mucho que no me dedican dicho adjetivo — tercié —. Como vuelvas a hacer algo semejante, te enterarás ¿de acuerdo? — fruncí el ceño al hablar, dejando que la molestia se reflejase tanto en mi rostro como en mis palabras —. Ahora, si me disculpas, me voy a cambiar. Pese a lo que te pueda parecer, no me gusta andar por ahí con la ropa mojada.

Y tras dedicarle una última mirada malhumorada, me alejé de él, ignorando al piscis que se acercó. Probablemente fuese el estúpido con el que se había cruzado el jefe caeruleus. Y yo no quería relacionarme más con gente deficiente. Dando grandes zancadas, abandoné el comedor.

*se va*