Jardines (1) [completo]

Caminar por aquel lugar se hacía bastante cómodo, no había mucha gente y era un lugar bastante amplio. No es que sea Ventus, pero no se siente uno demasiado acorralado.

Salgo a los jardines y estiro un poco las alas, algo cansadas y entumecidas por el viaje. Camino con tranquilidad, aquel lugar es bastante bonito, a ella le habría gustado. Me pregunto qué clase de cuidados tendrá...

Después de un rato me encuentro un banco de piedra y me siento a descansar las piernas. Saco las hojas con pauta y comienzo a escribir una carta de lo encontrado hasta el momento.

*se queda*

Una vez acabo, guardo los papeles y me pongo en camino. Aun queda palacio por ver.

*se va*

"Un, dos. Un, dos"

Corría a un ritmo medio atravesando los jardines del Palacio. Una fina capa de sudor recorría mi cuerpo, y me sentía bien. ¿A quién no le sentaba bien algo de deporte? La herida del hombro se resentía un poco, pero tampoco era importante.

Llevaba algo más de una hora corriendo y sentía todos los músculos de mi cuerpo preparados para todo. Estaba en forma. No pude evitar sonreír al pensar esto. Nadie podría conmigo. ¡Que se preparasen!

Finalmente me detuve, sintiendo la agradable sensación de mi corazón bombeando con fuerza por el trabajo hecho, y me pasé una toalla por los hombros.

- ¡Esto es vida!- exclamé, estirando los brazos-. ¡Ahora una buena ducha y algo de comida!

Y tras tomar estas decisiones, comencé a trotar hacia la entrada del Palacio.

*se va*

Salí del Palacio y me fui hasta los jardines. El aire fresco me sentaría bien.

Busqué un banco y me senté. No se estaba mal en aquel sitio. Cogí una de las manzanas que llevaba encima y ce la zampé en dos o tres mordiscos. Luego elevé la vista al cielo.

Desde luego, no se estaba mal.

*se queda por ahí XD*

Hacia un día espléndido, después de mi aventura nocturna, me apetecía relajarme un poco, así que llegué a los jardines. Hacía calor, así que se desabrochó la camisa y dejó su enorme mochila en el suelo y se tumbó en la hierba, tarareando su canción favorita.

Al rato escuchó unos pasos que se acercaban... se preguntaba quien podía ser, por lo que se incorporó apoyando sus codos en la hierba.

Terminé mi tercera manzana y comencé a quitar la piel a una naranja para cambiar de sabor cuando un tarareo me llamó la atención.

Me volví hacia el lugar del que provenía el sonido y me sorprendió encontrar allí a un joven con la camisa desabrochada. Tal vez intentaba presumir de músculos, pero, si ese era el caso, yo ganaba sin duda. Hinché mi pecho para que se diera cuenta él también.

- Hola -saludé sonriente. La educación era lo primero.

-Hola,-dijo tímidamente-.
La verdad es que aquel enorme joven le infundía bastante respeto (más que nada porque era casi el doble de alto y ancho que el), así que simplemente le tendió mi mano amistosamente.
-Me llamo Silvanus, Silvanus Kettleburn, ¿y tu?

El muchacho parecía haberse quedado impresionado por mi enorme tamaño, así que sonreí y le ectreché la mano con orgullo.

- Soy Rick Dehnel, hijo de Reick Dehnel, hijo de... ¡No te había visto antes por aquí! ¿Estabas escondido?

Lo miré de arriba a abajo. Me alegraba que poco a poco hubiera más gente en el Palacio. Especialmente ahora que yo estaba herido y no podía luchar como normalmente.

-Si, soy nuevo, llegué ayer, la verdad es que no me había encontrado con nadie excepto con un estrafalario hombre en el Hall.
-Oye, por cierto, ¡q-quien te ha hecho eso?- dijo señalando con cara de pánico las innumerables vendas.- ¿te duele?, porque si es así, tengo por aquí un ungüento que ayuda a que las heridas cicatricen mucho más rápido, la verdad es que es lo único que se me da bien... pociones... ¿quieres?

Miré mi torso vendado y me estremecí al recordar la escena en la que había sido herido.

- ¿Esto...? Fue un castigo por comportarme de forma poco honorable... El jefe Aren... Me azotó... Pórtate bien ante ese hombre... Es muy estricto...

Sonreí al conocer la información sobre su habilidad con pociones y ungüentos.

- La verdad es que me vendría bien... Tengo la piel de la espalda hecha trizas, y eso que se supone que los flamma somos resistentes... Aunque no sé qué puedo hacer yo a cambio por ti.

Silvanus le quitó el vendaje al enorme Flamma y soltó un quejido de dolor ajeno al ver semejante estropicio... ojalá no se encontrase nunca con semejante animal. ¡menudo bestia!
-¡Ya verás cuando me cruce con el!- dijo con tono triunfante

En cuanto el ungüento azul, con reflejos plateados tocó la inchadísima piel del Flamma, apiadándose del pobre joven.
-Ah! por cierto, de momento no necesito nada... aunque tu pareces fuerte... quizás me pudieses enseñar a utilizar mi arma.- Sulvanus sacó de su cinturón a Althea, su Daga.
La verdad es que el arma estaba intacta, parecia que no había bebido sangre en su vida.

Silvanus se sonrojó de tal manera que parecia que le iban a explotar las mejillas.

Suspiré con alivio al notar el fresco mejunje sobre mi piel. No sabía si serviría de mucho, pero aliviar, aliviaba.

Una vez pringado de aquella cosa, miré el arma del joven.

- Mmm... Podría ayudarte con lo básico, pero he de admitir que no soy demasiado diestro con armas ligeras. Yo tengo una espada manodoble, aunque está en la habitación... De todas formas, con la espalda así no podría luchar demasiado. Según tengo entendido, con armas como esa lo importante es ser ágil y veloz. Hay que acercarse mucho al enemigo para alcanzarlo... Aunque están bien para atacar por sorpresa o por la espalda. Yo opino que atacar por la espalda es poco noble, pero...

Solté una carcajada. Luego lo miré, risueño.

- No sé si podré ser de mucha ayuda, pero haré lo que pueda. De todas formas, seguro que encuentras a alguien por aquí que sepa usar armas ligeras. Está empezando a llegar bastante gente.

Grrrrrrrrrrrrrrrrrrrrr
-Mis tripas... jajajajajaaja !llevo todo el día sin comer nada!
Silvanus rebuscó en su enorme mochila marrón y sacó una magdalena un poco rancia, la miro no muy convencido y mordió la mitad.
-¿Quieges .. ñam ... un ... un poco?, esta un poco gancia ...ñan... pero bueno... es mejor que pasar hamgre...-sus carrilos se parecian a los de una ardilla, mientras le ofrecia la otra mitad.
Tragó y continuó:
- ¿Conoces a alguien más por aquí? esque eres la primera persona que conozco, y me gustaría que me presentaras a tus amigos, además, si son como tu, supongo que me caerán muy bien.

¿Rancia? Eso no podía ser.

Le ofrecí una naranja y una manzana.

- Las cogí en el comedor antes de salir. Me gusta llevar comida encima siempre. Si quieres, puedes coger. Yo ya he comido -. Sonreí-. En cuanto a lo de la gente... Me he cruzado con algunas personas más, aunque la más agradable, sin duda, es un joven mago llamado Cero Ráin. Por otra parte, aléjate de una chrysos apellidada Lester... Es una persona cruel y despiadada que acabará contigo sin dudar.

Puse los ojos en blanco, tratando de recordar a alguien más.

- También hay una niña y... Un aeter que tiene pinta de tranquilo, pero no sé sus nombres. Me crucé también con una chica en el comedor, pero con esa aún no he hablado.

Al ver fruta fresca, tiro al suelo el trozo de magdalena e intento comer la manzana lo más rápido posible, mientras que se guardaba recelosamente la naranja en su enorme mochila marrón.
-Bueno... me preguntaba si podría acompañarte... es que eres la primera persona decente que he conocido- se estremeció pensando en el extraño hombre del Hall-.
Silvanus se le quedó mirando con cara de súplica implorando una respuesta afirmativa.

¿Acompañarme? Abrí los ojos, con sorpresa.

- ¡Por supuesto que puedes! -respondí-. Aunque... Tampoco es que estuviera haciendo nada interesante, ¿sabes? Solo daba un paseo y tomaba el aire -.Sonreí.

Desde luego, me alegraba de haber salido. Poco a poco, al conocer a los guerreros, me daba cuenta de que no todos eran como la chrysos. Eso animaba a cualquiera.

-Bueno pues ¡Vámonos!, ¿sabes? nunca había conocido a un Flamma, la verdad es que le tengo verdadero pánico al fuego. Sabes... si me pongo a pensarlo objetivamente, hay pocas cosas que no me den miedo, por eso no me gusta andar por ahí solo.




FDR: puedes llevártelos a donde quieras.

¿Nunca había conocido a un flamma? Hinché el pecho y sonreí.

- ¡Pues enorgullécete de que el primero al que conozcas sea yo! ¡Así no te llevarás una imagen errónea de los flamma!

Me rasqué la barbilla.

- Y... Si acabas de llegar... ¿Qué te parece si te enseño donde está el comedor? Así la próxima vez que tengas hambre podrás comer alimentos frescos. ¡Vamos!

Hice un gesto con la mano y comencé a caminar en dirección al Palacio.

*se van*

Era un calurosísimo día, Silvanus estaba asta las narices del calor de este lugar, su condición de arrastraba todas las mañanas a levantarse una hora antes y estar en la bañera hasta la hora del desayuno.
Ahora paseaba por aquellos enormes jardines y aunque estuvo cómodo los primeros 15 minutos, ahora comenzaba a notar que el calor le estaba empezando a abrumar.
Se sentó en un banco debajo de un árbol enorme y de repente, comenzó a soplar una maravillosa brisa que izo que se relajara muchísimo. Decidió desabrocharse la camisa para que el suave viento le acariciase.

Se acordó entonces de su nuevo amigo: Tristán, el dragoncito que había encontrado anoche metido en su cama. Lo sacó rápidamente de su enorme mochila marrón y comenzó a jugar con el mientras rebuscaba en su mochila alguna seta para que su escamoso amigo desayunase.

Allí estaba: una seta violeta con manchas verdes. a Silvanus le dió bastante pena dársela a Tristán como desayuno, ya que solo le quedaba esa y ese tipo de Hongos los utilizaba para realizar la poción con la que habia curado anteriormente a Rick, así que no quería desprenderse de ella tan facilmente.... al final vió fijamente a los ojos de Tristán y éste giró la cabeza y soltó un bufido. Silvanus accedió finalmente y el pequeño se la comió con ansias.

-Tendré que ir a buscar más- dijo pensativo- quizás haya alguna por este jardín.

A los 30 minutos encontró tres, con lo que recogió sus bultos y se marchó al comedor.

Los jardines eran enormes. Esperaba no perderme por allí. Aprovechando que había ido, me di una vuelta por ellos para verlos. Había plantas por todas partes, y todas distintas. Conocía muy pocas, y eso me daba rabia. Me encantaban las plantas, pero nunca había tenido la oportunidad de aprender sobre ellas. Después de un rato observándolas, intentando grabar la imagen de cada una en mi cabeza, me senté en el borde del camino, saqué mi cajita de herramientas y me puse a trabajar en la mochila.

*Se queda*

Atravesé el jardín a grandes zancadas dando cuenta de uno de los bollos de leche, más tierno de lo que los recordaba, y aspirando el aroma de las flores, que se mezclaba y resultaba dulzón y confuso, pero agradable.

Me encantaba corretear. Suponía que en el fondo quedaba algo de niño en mí, esa frescura y esa gracia... No es que fuera pueril, pero yo siempre había creído que ser demasiado serio tampoco era bueno. A mí no me iba eso de fruncir el ceño a todo y abandonar la diversión a cambio de responsabilidades y más responsabilidades.

Durante mi paseo, me fijé en la persona que hacía algo sospechoso (estaba demasiado lejos). Era la niña a la que había intentado salvar de la asesina Chrysos. Enseguida deduje que aquella era mi oportunidad de redimirme por haberla asustado.

Tragué y sonreí, caminando hacia ella, cordial.

- ¡Hola! -exclamé-. Ey, no te asustes. Vengo solo a pedirte disculpas por lo del otro día. No pretendía asustarte.

Así era yo. Más noble que cualquiera, y simpatiquísimo.

Me di cuenta de pronto de que una enorme figura pelirroja se acercaba. No me fue difícil reconocer al loco que nos había atacado hacía un par de días en los pasillos. Qué fastidio. Esperaba que no tuviera ganas de "protegerme de asesinos" esta vez. Lástima que no llevaba encima los especiales. Algo en mí tenía ganas de ver los efectos del azul en aquel hombretón.

Por suerte, no parecía con ganas de guerrear en aquel momento. Forcé una sonrisa, algo incómoda, cuando se acercó a saludar, y decidí levantarme, pues ya estando de pie había demasiada diferencia de altura como para permanecer sentada.

- Hola -respondí, intentando no ser demasiado seca-. No me asusto, descuide. Y no hace falta que se disculpe, está olvidado. Me llamo Massen Dew. ¿Y usted?

Me hinché al oír sus palabras.

- ¿Usted? ¡Nada de usted! -. Sonreí-. ¿Me haces sentir viejo! ¡Soy Rick Dehnel, hijo de Reick Dehnel, hijo de...! ¿Qué hacías? ¿Te he molestado?

La observé con curiosidad, preguntándome si había hecho mal yendo allí.

Di un respingo. ¿Lo había ofendido? Vaya... Nadie en Ignis había parecido ofendido cuando los trataba de usted, y así me habían enseñado a referirme a los desconocidos... No me gustaba tutear a la gente porque sí. Pero si él me lo pedía, no me costaba nada. Dehnel, hijo de Dehnel, pues.

- ¿Eh? Oh -reaccioné al fin a su pregunta-. Estaba arreglando mi mochila -la oculté un poco. Había sido culpa suya que estuviera así, pero no quería echárselo en cara-. No me molesta...s. Pero, si no te importa, me sentaré. Puedes quedarte, si quieres.

Me senté y puse la mochila sobre mi regazo. Saqué un tubito de líquido transparente de la cajita de herramientas y una especie de espátula pequeña, y me dediqué a aplicar el líquido con la espátula en las zonas fracuradas. Ya no serviría para nadar, pero mientras conseguía otra, podía utilizarla como mochila normal.

Tomé una manzana, la froté contra las vendas y le di un buen mordisco mientras observaba su labor atentamente. No tenía inconveniente en que se sentase, aunque yo prefería permanecer de pie, en parte porque sentarme llevando mi manodoble a la espalda era bastante incómodo, en parte porque me agradaba el ejercicio.

- ¿Quiehes? Hengo hocadiioh y bolloh -. Tragué y mordí de nuevo. Señalé entonces la mochila-. ¿É le hasó?