Jardines (1) [completo]

Paseo por los jardines tras haber escrito la carta para Gabrielle. Todavía no tengo muy claro qué regalarle a Massen, si un anillo o un colgante estaría mejor. La verdad es que, siendo piscis, un anillo resultaría un poco molesto cuando sacase sus membranas... ¿Y qué tal un brazalete? Aunque toda dama debe adornar su cuello con algún bello y gentil regalo. Entonces puede que yo no sea el apropiado para regalarle algo así... Hum... ¿Y un cinturón? Podría hacerlo fino para una señorita y que ahí amarrase su nueva funda para su arma. Tengo que pensarlo con calma.

Mientras camino por el jardín pensando en todo esto me relajo mirando las flores. En una de las últimas cartas he enviado un par de flores secas a Gabrielle y parece que le han gustado. Si consiguiese algunos brotes o semillas se los enviaría para que las tuviese en casa. Espero poder volver pronto, pero dudo que pueda ser así...

*pasea*

El tiempo no mejoraba, pero hacia el final de la tarde pareció estabilizarse un poco, así que aproveché para dar un paseo. Esta vez no quise adentrarme hasta el bosque; cuanto más cerca del castillo me quedase, más posibilidades tendría de resguardarme en caso de lluvia. No tardé en ver que no estaba solo; un aether paseaba en silencio en mi dirección.

Maldije para mis adentros. Si me había ido de Ventus era para no tener que soportar a todos esos emplumados, pero parecía que mi sino era estar rodeado de ellos. Cualquiera diría que mi madre me había mandado escolta, por si se me ocurría hacer alguna locura. Y bien pensado, si ese fuera el caso, no iba muy desencaminada. No pude evitar un gesto irónico. No imaginaba a Fier como espía... aunque nunca puede uno fiarse.

Traté de relajar mi expresión para no resultar hostil una vez estuvo cerca.

-Buenas tardes -saludé con voz medida.

Durante mi paseo veo acercarse a un hombre que no he visto antes y que, al pasar cerca, me saluda. Parece un aether pero sus alas son... extrañas. Me paro y saludo también, estará bien conocerlo si es un nuevo integrante de esta gran familia.

—Buenas tardes, compañero. No me suena tu cara así que creo que no nos hemos visto antes. Me llamo Heylel —Me presento con una sonrisa amable, extendiendo mi mano para estrechársela.

—Menos mal que ha escampado un poco, ¿eh? Empezaba a ser agobiante tanta lluvia —Comento como inicio de conversación con un desconocido. La verdad es que también lo hago porque tengo algo de miedo a quedarnos en silencio, pues su gesto parece algo turbio.

Desde luego, parecía de todo menos un espía. O eso, o era muy buen actor. Con esa pinta bonachona y ese aire dicharachero, aquel plumífero parecía más un gorrioncillo curioso que otra cosa. Parecía un hombrecillo simple y sencillo, con un nombre simple y sencillo, una apariencia simple y sencilla y un humor simple y sencillo. Lo último que mis progenitores querrían ver delante si no era para limpiar el suelo que pisaban. Y, por mi parte, la clase de persona que había visto pocas veces en mi vida. Artesano o granjero, probablemente. Muy divertido.

-Cierzo -correspondí a su presentación, sintiéndome algo incómodo. Lo que yo habría dado por un nombre como el suyo-. Sí que está haciendo mal tiempo. Lo que daría por un poco de sol. A ver si empieza a notarse que llega la primavera.

Aquella insulsa conversación me recordaba a alguna que había mantenido con Fier. Sin sentidos ocultos. Tan simple y sencilla como aquel hombre. Sí, muy divertido.

No parece un hombre muy hablador con lo que me alegra mucho que decida compartir su saludo y continuar la conversación. Es porque su cara me recuerda a la de Alehyss, ese gesto de no querer decir nada a nadie, pero en su caso me alegra que haga el esfuerzo, me hace sentir casi halagado.

—Supongo que ya te lo tienen dicho, pero tienes un nombre muy fuerte —Comento con una nueva sonrisa amable y un gesto con el dedo. Es un bonito y curioso nombre.

Como responde a mi comentario insustancial pisoteo un poco la nieve.

—Sí, la primavera... Poder salir a comer fuera y descansar junto al lago después de entrenar —Comento con cierto entusiasmo casi idílico. Tengo ganas de hacer eso. Y hambre.

Me fijo de nuevo en el tiarrón, podría decir chico porque parece joven, pero su aspecto me resulta más de hombre. Su aspecto o la sensación que me da al verle. Como Alehyss aunque, en su caso, la sensación es de mujer y no de hombre ni de chica... Creo.

—Supongo que somos patriotas, Cierzo a no ser que no vivieras en Ventus —Comento amigable— ¿Llevas mucho en Brontë?

Por supuesto, un comentario hacia mi nombre no podía faltar. Nunca falta. Era como una maldición que me persiga eternamente, y de esa era aún más difícil deshacerse. Me obligué a esbozar una sonrisa que resultó algo tirante. No tardé en renunciar a ella. Empecé a preguntarme si no sería poeta. Por su forma de expresarse, cualquiera diría que vivía encima del arco iris. Conmovedor.

El problema de los asuntos insustanciales es que no suelen dar mucho de sí, y si lo hacen se convierten en diálogos de partones en apenas un par de frases. Para mi alivio, no tuve que soportar esa tediosa e incómoda segunda opción. El hablador gorrioncillo tenía recursos para picotear, así que me limité a dejarme llevar por él. Con algún que otro dato sustancioso, podría darle con qué entretenerse un rato.

-Digamos que he pasado mi vida entre Tornado e Ignis. Pero sí, puede considerarse que somos compatriotas -corroboré-. Llegué hace poco al palacio. Hará alrededor de un mes.


FdR.: Sí, diálogos de partones. Hay que adaptar las expresiones, poh favoh u.ú

Sun sonrisa parece algo incómoda, supongo que sí mencionaban a menudo lo del nombres. Creo que no debo preguntar por sus alas entonces. Bueno, el daño ya está hecho. Mi padre siempre me decía "Hijo, si algo te molesta apresúrate a mencionarlo antes de que algún tonto lo haga". Su padre debió haberle dicho lo mismo.

Ah, así que Ignis, compartiendo tierras con Rick Dehnel e Inger Nielsen entre otros. Creo que gran parte de Brontë es o ha pasado por Ignis o eso me parece a mí que nunca he estado.

—Vaya, pues he debido estar muy perdido —Bromeo, pasándome una mano por el pelo —¿Y ya has conocido a muchos de los chicos? No creas que aquí hay mala gente, a veces es complicado tratas con ellos pero en general son buenas personas —Comento con amabilidad recordando a unos cuantos. —Bueno, también puede ser que me haya acostumbrado a ellos... —Comento jocoso.

Por su forma de hablar de "los chicos", no sabía decir qué pensaba de ellos. Traté de hacer memoria, buscando alguien que no fuera Fier Galatea. Sin embargo, ella parecía predestinada a ser mi única compañía, pues no se me ocurrían más nombres ni caras. Al fin, un recuerdo vino a mi mente. Por supuesto, el fantasma. Una lástima no haberlo vuelto a encontrar. Me debía un servicio.

-Solo he conocido a dos hasta ahora -respondí finalmente-. Fier Galatea, aether, y un caeruleus... de nombre Zacharyas, creo recordar. Estoy de acuerdo en que no parecen mala gente.

Aunque sí bastante particulares, me abstuve de añadir. Aquel alma en pena parecía una personita de lo más interesante, con mucho potencial oculto. De pronto, me parecía muy extraño haber olvidado aquel encuentro con tanta facilidad. Sobre la chica, sobraban las palabras. Ella misma se encargaba de hacer ver, de una manera o de otra, lo especial que podía llegar a ser. En cuanto a las complicaciones en el trato, no podía quitarle la razón en absoluto.

Escucho con curiosidad. Solo dos, vaya. Un tipo solitario como pensaba. Y cuando me dice sus nombres me resulta casi cómico ya que una es la mujer que he conocido hace poco y el otro me suena solamente de oidas.

—Vaya, parece que solo te has topado con los más nuevos por aquí —Comento divertido —Al chico no lo conozco desgraciadamente, pero a Fier sí—Comento y me fijo en su respuesta. Un hombretón como este sería el tipo de caballero protector que estaría a la altura de una mujer tan dulce como Fier. Ambos aether; ella tan angelical, capaz de relajar el mal caracter de un marido algo áspero al contacto. De repente creo que dejé de verlo para imaginarlos juntos. Eso sí me gustaría verlo. Vuelvo al mundo.

—Sí, Fier es una mujer muy gentil a mi parecer. No la conozco mucho, pero sin duda creo que es capaz de hacerte sentir cómodo —Comento, un poco en favor de la chica y otro poco porque creo que es verdad.

-Es un hombre alto, de pelo oscuro y ropa discreta. Un tanto misterioso -comenté, por si le sonaba.

En cambio, parecía bastante más interesado en ella, a la que sí conocía. Por un momento, pareció perderse en sus pensamientos, y me pregunté cuáles serían. Ahora que lo pensaba, no sabía muy bien cuánto tiempo llevaba ella en el palacio. Tal vez se conocieran desde hacía tiempo. En su siguiente comentario me dejó claro que no era así. Alcé una ceja, extrañado por su respuesta. ¿A qué se refería con aquello?

-Es agradable -me obligué a admitir, intentando no darle mucha importancia-. Aunque a veces resulta un poco difícil seguir el hilo de sus pensamientos. Las veces que la he visto, había momentos en que parecía que no acabábamos de entendernos del todo. Supongo que es una persona bastante particular.

A decir verdad, no sabía si hablar de la chica era la forma más cómoda en que podía haber evolucionado la conversación. No tenía muy claro qué podía decirme a mí mismo sobre ella, como para poder decirle nada a un desconocido.

Cierzo me describe al caeruleus y yo asiento con curiosidad.

—Pues creo que no he hablado nunca con él, pero bueno, gracias a ti supongo que sabré de quién hablas en cuanto lo vea —Digo con una sonrisa agradecida.

Después escucho lo que tiene que decir respecto de Fier. Me resulta bastante jugoso escuchar eso de que al principio arecían no entenderse, eso quería decir que ahora sí se entendían, ¿no? Una chica particular, por supuesto... No tengo muy claro si particular es mi adjetivo para Fier, sé que no es "común" pero "particular" me suena demasiado personal. Una mujer particular para un hombre callado. Sin duda tengo que verlos juntos...

—Las veces que he coincidido con ella me ha parecido amable y algo despistada, claro que no he tenido oportunidad de intimar demasiado con ella. Bueno, intimar, jeje, ya sabes, mi mujer me mataría si intimase con otras mujeres... —A modo de broma dejo caer que no tengo interés en la mujer debido a mi compromiso matrimonial para que así vea que, por mi parte, tiene el camino libre. —Ciertamente, creo que Fier es una mujer que impresiona demasiado a los hombres... —Comento, pensativo. Así también le hago saber que seguramente otro chico de Brontë no tenga lo que hay que tener para atreverse con esa mujer y así tiene más posibilidades. Me gustará preguntar a Fier sobre Cierzo, no me gustaría estar dándole alas al aether y que luego Fier no esté interesada...

Al parecer, el gorrión estaba casado. Para estarlo, parecía muy interesado en tratar temas amorosos y cotilleos, y me resultaba extraño su repentino interés por hablar con segundas. Al final, no iba a resultar tan sencillo como esperaba. En los mensajes ocultos que parecían traer sus palabras, casi me parecía encontrar a mi madre. En ningún momento me había planteado en serio que hubiera enviado tras de mí una escolta, pero el comportamiento de aquel hombre me escamaba. Me la imaginé haciendo extraños planes a mis espaldas, y me estremecí. Aquella mujer era capaz de absolutamente cualquier cosa. Desde luego, no sería yo quien le diera a entender que había una mujer como Fier Galatea en Brontë. Demasiado acorde a sus gustos para poder vivir en paz si ella lo sabía. Intenté no resultar muy cortante, aunque el tono de la conversación empezaba a desconcertarme.

-Desde luego, la veo capaz de impresionar a cualquiera -asentí, intentando parecer natural-. Parece tener claro lo que piensa, aunque no lo comparta a menudo, y es hábil y tenaz. Digna guerrera de Brontë, sin duda.

Un viento frío me golpeó por las espaldas y se aferró a mis alas. El frío de aquella oscuridad volvía el dolor más intenso. Contuve una mueca desagradable.

-Se ha hecho algo tarde. Tendremos más ocasiones de hablar, espero. Un placer, Heylel.

Y, dicho esto, cubrí las alas con mi capa y me retiré. Necesitaba entrar en calor.

*Se va*

Sus palabras para la mujer me agradan en suma medida. Al parecer Fier era una mujer digna de admirar en carácter, como mi querida Gabrielle, y Cierzo sabía apreciar esas cosas. Es un buen hombre. Un buen hombre y una buena mujer merecen tener la oportunidad de conocerse bien y Cierzo, debido a su apariencia apocada, seguramente se sentía agradado por la mujer. Me pregunto ahora si Fier estaría por la labor de atender a Cierzo. Él era un hombre imponente y, aunque al lado de la belleza de la mujer él quedaba algo apagado, no los veía del todo dispares. Quizá Fier tuviese algún reparo con sus extrañas alas... Aunque parecía una mujer bondadosa y comprensiva y, si su carácter era verdaderamente aether, ignoraría todo aquello y vería el interior del guerrero. Ambos aether eran altamente interesantes, pues comenzaba a sentir los aromas de un nuevo amor que se resiste a florecer. Cierzo parece un buen hombre con lo que me gustaría hablar con Fier finalmente.

Antes de que acabe de sopesar mis peroratas mentales escucho como se despide y asiento con sonrisa amable.

—Ah, claro, me encantaría volver a hablar contigo, Cierzo. Descansa y ya nos veremos —Comento despidiéndome también con la mano. Este tipo de cosas me suben el ánimo y me dan energías. Qué bonito es ver florecer los buenos sentimientos en Brontë.

*se va*

Después de una semana de lluvia y nieve, se presentó un día plácido, casi soleado. Las nubes jugaban con los rayos de sol en el cielo, y parecían querer acariciar la tierra, aunque con timidez. A pesar de que era un día bonito, no me entusiasmaba el sol. Llevaba toda mi vida rodeada de agua, en todas sus formas, y era el entorno en el que más a gusto me sentía.

Me rendí ante la última luz del día, sin embargo. El cielo empezó a colorearse y el sol se puso naranja. Pensé que un pintor habría deseado grabar aquella luz para siempre. Me decidí, pues, a salir al jardín a disfrutar del aire fresco de aquella última hora de la tarde.

No tardé en descubrir que no era la única. Una aether se había acomodado entre las plantas, y parecía embebida en alguna canción. Sonreí. Su tranquilidad daba algo de envidia. Me acerqué a saludarla, con una tímida sonrisa.

-Hola, Fier... Era Fier, ¿verdad? -pregunté, dándome cuenta de que no estaba segura de cuál era su nombre.

Me detuve sin meterme entre las plantas. Los pinchos de la zarzamora no me inspiraban confianza.

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