Jardines (1) [completo]

No se sentó. Hablar así era un poco incómodo, pero no iba a obligarle. Puede que no pensara quedarse mucho tiempo. Negué ante su ofrecimiento de comida (podía al menos intentar no hablar con la boca llena) y seguí concentrada. Pero entonces hizo una pregunta que me molestó. Lo miré un momento, buscando alguna muestra de burla en su rostro, o al menos reconocimiento. Nada. ¿Ni siquiera se había dado cuenta? No pude evitar fruncir los labios, algo indignada. Para que no viera mi expresión, volví a mirar a la mochila con rapidez. Si él iba a hacerse el inocente, yo lo trataría como a un inocente.

- Tuve un encontronazo con un animal -medio gruñí-. Por suerte, pude escapar de él antes de que los daños fueran más graves -le di la vuelta a la mochila con enfado-. Al menos, la próxima vez que me encuentre con una bestia así estaré preparada.

Lo miré de reojo. No estaba segura de si se daría por aludido.

¿Un animal? Fruncí el ceño. ¿Era la misma bestia inexistente de la que había hablado la asesina o esta vez se trataría de un ser real? Opté por creer a la pequeña, que no había dado señales de ser una asesina.

Todavía.

- ¡No te preocupes, Massen! ¡Yo te protegeré a partir de ahora! No digo que no puedas hacerlo por ti misma, pero mi deber es ayudar a todo aquel que se encuentre en apuros.

Dibujé una ancha sonrisa y le tendí la mano.

- ¿Amigos? ¿Compañeros al menos?

No, definitivamente, no tenía la menor intención de darse por aludido. Miedo me daba. Si por protegerme se refería a romperme los huesos mientras paseaba tranquilamente, casi prefería que se mantuviera al margen. Lo miré con una sonrisa forzada.

- Tranquilo, Dehnel. He venido aquí precisamente para aprender a defenderme por mí misma. Si voy a ser una guerrera, me conviene más aprender a librarme del peligro sola.

Miré mi mochila. Ya había cubierto todas las grietas. Sólo necesitaba dejarla para que se endureciese de nuevo. Me levanté y me sacudí las manos de gravilla. Luego tomé su mano extendida hacia mí.

- Compañeros está bien -dije, esperando no ofenderle-. Y tal vez amigos, pronto.

Sonreí. Esta vez de verdad. En el fondo, me hacía hasta gracia.

- Por cierto. Estoy organizando una partida de caza. Tal vez te interese unirte. Vamos a rastrear una bestia que ha estado causando problemas en el bosque -miré al Palacio-. Voy a volver ya. Tengo que guardar esto -señalé la mochila-. ¿Vienes?

¿Entonces la bestia era real? ¿O tal vez se trataba de otra bestia? Ciertamente, ya me sentía con fuerzas para luchar. Asentí efusivo.

- ¡Contad conmigo para derrotar a toda criatura que siempre el caos! ¡La bestia temblará de oír mi nombre! ¡De oler mi perfume a muerte!

Solté un par de carcajadas.

- ¿Y la caza esa para cuándo está planeada? Puedo llamar a alguien que sé que estaría interesado en apuntarse.
Pensé en Cero. Eso sonaba a aventira, sin duda.

- Yo me quedaré fuera ahora, de todas formas. He salido para tomar el aire, así que... -. Me encogí de hombros.

Su emoción por la idea de salir de caza me hizo dar un respingo. Solté una risita nerviosa.

- No creo que... haya inconveniente -accedí-. Cuantos más mejor, supongo. Aún no te puedo decir cuándo salimos, estoy reuniendo guerreros. Cuando lo sepa, te buscaré para avisarte. Supongo que... -me callé. Iba a decirle que suponía que Alehyss estaba ayudándome a avisar a la gente, pero me di cuenta a tiempo de que no era buena idea nombrarla. Además, yo le había hablado del plan muy por encima, y ni siquiera estaba segura de si pensaba ayudarme, o siquiera participar-. No importa. -cambié de tema-. Eso sí, si vas a decírselo a alguien, me gustaría hablar personalmente con esa persona. No sé si es necesario, pero ya que lo estoy organizando yo, quiero saber con quién cuento -sonreí de nuevo e hice un ademán de despedida-. Me voy entonces. Cuando hayas hablado con tu amigo y tenga algo más de información para ti (y para él, si se une) hablaremos de nuevo. Adiós, Dehnel.

Y me alejé en dirección al castillo.

*Se va*

Era, desde luego, una niña muy organizada.

Me lleve las manos a la cabeza, estirándome, y sonreí.

- Demasiado seria y organizada. ¡Hay que divertirse! ¡Hay que divertirse! Estos niños de hoy en día...

Negué para mí. La informaría si eso era lo que quería para que no se enfurruñase, pero tampoco veía necesidad en ello. Demasiados rollos para un simple animal del bosque. Demasiadas molestias.

*se queda paseando*

Agotado tras un largo paseo, decidí entrar de nuevo.

*se va*

llegué a los jardines. estaba muy mal conmigo mismo... me sentía fatal. Todo el mundo se había portado fatal con el, y bajo su juicio, no se había portado mal con nadie, sino que había hecho un gesto de amor precioso, renegando de sus raices para intentar atraer a Aren... y lo de Blues... fue increible... QUE TONTOS ERAN TODOS EN ESTE LUGAR...
Realmente solo se había llebado extremadamente bien con Cero...- al recordar a aquel chico tan majo, se le escapó una sonrisita.
Ahora le apetecía mucho encontrarse con Massen, quería hablar con un piscis que lo estuviera amenzando de muerte..., por lo que se sentó debajo de arbol rodeado de flores, esperando que alguien apareciese para hacerle olvidar lo que había pasado la noche anterior...

*se queda*

decidí irme del jardín: ya llevaba mucho tiempo allí...
cogí mis bártulos y decidí ir al castillo y volver a donde ayer me había amputado mi oreja... no qauería olvidarlo ten facilmente....

*me voy*

Nunca he estado en los jardines, pero me apetece tomar el aire y no tengo ganas de caminar hasta el bosque.

El jardín no está mal: es grande y está bien cuidado, aunque nunca fui muy amante de los jardines. Me dedico a dar un par de vueltas por él antes de extraer mi arma de su funda y sentarme a revisarla.

Está perfectamente. No tengo nada que hacer.

Suspiro.

*se queda*

Estaba a punto de entrar en el edificio cuando una corazonada me hizo detenerme en seco. ¿Y si...? En el último momento, cambié la dirección de mis pasos para dirigirme a los Jardines. No tuve que caminar mucho para encontrarla. Efectivamente, no me había equivocado, aunque no sabía muy bien qué me había llevado allí.

Alehyss Lester estaba sentada, quieta, como una estatua. Reprimí una sonrisa y evité correr hacia ella. En su lugar, caminé despacio, como desinteresada, hasta llegar a su lado.

- Buenas noches, Lester -saludé-. Hace días que no te veo.

Alzo la vista hacia la recién llegada al oír su voz. Como es bastante tarde, está oscuro, por lo que veo poco más que su silueta.

Asiento tras su saludo.

- Buenas noches -respondo-. Podría decir lo mismo.

Me levanto y doy un par de pasos hacia ella. La miro fijamente. Si ha venido a verme tiene que ser porque ha sucedido algo malo, tal vez con el psicópata flamma, por lo que no me ando con rodeos.

- ¿Ha pasado algo?

Me sorprendió un poco que fuera tan directa. En realidad, era normal en ella, que no bajaba la guardia jamás, pero me pillaba desprevenida. En realidad, no tenía mucho que decirle. Agradecí la oscuridad, porque notaba el calor en las mejillas. A lo mejor la estaba molestando.

- No... La verdad es que no -repuse-. Casi agradecería que hubiera pasado algo.

Entonces recordé los desamores de Kettleburn. Pero dudaba seriamente que aquello fuera del interés de Alehyss. Rebusqué en mi cabeza. Ya que estaba allí, algo tendría que decir.

- He hablado con un par de personas acerca de la cacería -desvié la mirada-. Parece que están bastante animados al respecto. Heylel me dijo que habíais hablado al respecto.

Dudé un momento antes de sentarme.

"Sólo un ratito, Alehyss. Una pequeña charla. Luego te dejaré en paz."

Estoy a punto de decirle que a mí también me gustaría que hubiera pasado algo; algo que me distrajera de la aparición de Jager o de el encuentro con Aren, sin embargo me callo, optando por dejarla hablar.

Asiento, sin embargo, a su segundo comentario.

- Hablé con él en la biblioteca la última vez que estuve allí... Al fin y al cabo eso me habías pedido, ¿no?

Al ver que se sienta, finalmente, aunque acabo de levantarme hace escasos segundos, me siento a su lado, más que nada para no crear tensión innecesaria. Parece que, sorprendentemente, solo quiere hablar un rato.

Peino un mechón de mi cabello, ocultándolo tras la oreja. Alzo la vista al cielo.

- ¿Te gusta la noche? -pregunto sin mirarla.

- Sí, gracias por comentárselo -sonreí.

Al fin, pareció relajarse un poco. Se sentó a mi lado. Ante su pregunta, alcé la vista.

- No lo sé -respondí, algo titubeante-. A veces es bonita. Cuando el cielo está despejado -miré alrededor-. Pero me siento algo insegura, siento que cualquiera puede vigilarme sin que yo pueda evitarlo -la miré a ella, por último-. ¿Y a ti?

Cavilo unos instantes, dando vueltas a la pregunta que, realmente, yo misma he hecho. Recuerdo la soledad de la noche, tranquila y serena, que me agrada, y su oscuridad, que me es indiferente si hay ausencia de caeruleus.

- Supongo que me gusta...-murmuro-. Aunque es una pregunta difícil...

Esbozo una sonrisa.

- Depende de la noche...

La miro entonces. Es joven. Mucho para estar aquí, pero no puedo decirle eso sin más a la única persona que parece hablarme por gusto (parece).

- ¿Cómo te sientes aquí, en el Palacio? -pregunto, evitando formular la otra pregunta: ¿Qué haces aquí?

Alehyss resultaba muy taciturna. En parte, aquello me atraía, especialmente porque me resultaba tremendamente intrigante. Pero en parte, ese halo de misterio que la rodeaba también me hacía tener un cierto miedo. De todas formas, no me desagradaba. Su pregunta me hizo sonreír. Aunque probablemente fuera pura educación.

- Está un poco vacío -murmuré. Era lo que menos me gustaba del lugar-. Pero me gusta este sitio. Aunque esperaba más acción. Así, no es muy distinto de estar en casa -la miré-. ¿Qué tal estás tú?

Su pregunta me hace sonreír y bajar la vista. Parece que todas las que yo hago por cortesía acaban por regresar a mí. Lo tendré en cuenta la próxima vez que me ponga a preguntar.

- No sé muy bien qué decirte... Hace mucho que ningún lugar me atrae de manera especial. Espero que al menos cumpla mis expectativas en un futuro -. Eso es lo único importante.

Entonces la miro. Siento la traviesa necesidad de iluminar mis ojos, pero no lo hago por cortesía.

- ¿Cómo es tu casa? -. Ahí pretendía llegar desde el principio. Al fin y al cabo lo que quiero es eso: información.

Alehyss preguntaba y preguntaba. Pero eso no aclaraba en absoluto su misterio. Y realmente quería saber algo de ella.

- Mi casa... -dirigí la vista a la oscuridad del Jardín, frente a mí-. Es caótica. Llena de niños y de ruido. Los niños son un rollo -sonreí, sarcástica. Sabía que para ella yo era una niña-. La abuela se encarga de todos. El abuelo se encierra con mi hermano en su estudio. Y yo me dedicaba a escapar para que no me mandaran hacer cosas -reí, algo avergonzada. La verdad, era bastante inmadura-. Un río es siempre más interesante que limpiar la casa. Esa era mi idea siempre. No me desagrada mi familia, pero sí que me gustaba estar a mi aire. Aunque una larga lista de jovenzuelos emancipados me precede -no sabía si me seguía. Me estaba poniendo algo melancólica. Echaba de menos a los chicos. Sacudí la cabeza-. Somos muchos hermanos. Aunque están todos lejos, los quiero mucho -mi familia, de nuevo. Parecía que no sabía hablar de otra cosa. Entonces me entró una duda, que aunque al principio taché de absurda, acabé por manifestar-. ¿Tú tienes familia, Alehyss?

La escucho en silencio. Por lo que cuenta, parece ser de las menores de una gran familia. Se me hace gracioso, pues, de alguna forma, tampoco para mí parece mayor. Tal vez yo para ella sea similar a uno de esos hermanos mayores emancipados, aunque esa idea se borra rápidamente de mi cabeza, pues no creo que nadie pueda ver la imagen de una hermana mayor en mí.

De nuevo, mi pregunta, de alguna forma, se vuelve contra mí. Esta vez la información demandada es sobre mi familia.

- Mi abuela materna era claritas -comienzo-. Por eso mi color de piel es así. Y bueno... Conoció a un chrysos y... Ya conoces las historias de esta clase. Son siempre iguales. Solo trataba de explicar el motivo de mi... Da igual... La cuestión es que viví con mis padres hasta los dieciséis años... Luego me marché de casa, aunque regreso a visitarlos de vez en cuando. Aunque hace mucho que no los veo... he estado alejada de mi ciudad natal por motivos privados un tiempo y la verdad es que actualmente no hay muchas personas esperándome... De alguna forma, te envidio.

Me ruborizo ligeramente. Luego niego varias veces. No debí decir eso, y menos a una niña. Se supone que tengo que mantenerme fría con todos, pero lo cierto es que hacía mucho que no hablaba con alguien en condiciones (si esto es en condiciones).

La miro fijamente.

- Pero sí, tengo familia... Por suerte.

Me mantuve callada un rato. Hablaba, pero lo que decía me resultaba bastante confuso. Al menos, tal y como dijo, tenía familia. Pero temía preguntar demasiado. Si no quería hablar, no era quién para forzarla. Por un momento, la vi muy sola. Incluso algo vulnerable. Pero esto último me pasó por la cabeza como un relámpago para desaparecer sin dejar rastro. Alehyss no era vulnerable. ¿Cómo iba a serlo? Se me dibujó en la cara una sonrisa triste cuando dijo que me envidiaba. En realidad, nadie me esperaba en casa. Nadie esperaba volver a saber de mí. Unos, por falta de ganas; otros, por falta de esperanza; mis padres y mis hermanos mayores ni siquiera sabrían que me había ido. Pero éramos tantos, que dudaba que nadie notara mi ausencia.

- La familia es importante -repuse, de todas formas. Quería animarla un poco-. Padres... -suspiré. No sabía si continuar, pero al final me animé-. Mis padres no son demasiado hogareños -le conté-. Somos muchos hermanos, y estoy segura de que somos importantes, pero no les gusta que estemos con ellos siempre. Mi padre vive lejos de casa, en la capital. Yo antes vivía allí con él y mi madre, pero... Bueno... Tuvimos ciertos problemas, por causa de mi hermana, así que decidieron que estaríamos mejor con mis abuelos. Mi madre vino a vivir con nosotros hace tres años, trayendo a mis hermanos pequeños con ella. Pero, como he dicho, vivir con nosotros no era lo suyo. Se marchó pronto. Mis hermanos Sill y Dannick apenas la recuerdan. Incluso a mí me cuesta un poco -sonreí. Allie era sencillamente genial. Esperaba verla pronto-. Ojalá mamá vuelva pronto para verlos. Es fantástica.

Miré al suelo. Ya había vuelto a hablar de más. Alehyss iba a acabar harta de mí. Intenté desviar el tema de nuevo hacia ella, para no aburrirla.

- ¿Y no tienes ningún hermano? -recapacité-. Perdona. A lo mejor estoy siendo indiscreta. Es sólo que se me hace raro pensar en una hija única... Soy todo lo contrario -solté una risilla.

La escucho de nuevo. Al parecer, pese a la aparente cantidad de hermanos, vivió bastante alejada de sus padres. Eso, de alguna forma, me hace pensar que tal vez, de la misma forma que yo la envidio, puede ella sentir algo parecido. Mis padres y yo nunca tuvimos una relación demasiado distante, ni siquiera físicamente.

- No tengo hermanos. Ni uno siquiera. Ni pequeños ni mayores. Era yo sola y mis padres.

La miro en silencio durante unos segundos. Atentamente, pese a la oscuridad. Me interesa más escucharla que hablar de mí.

Hago que mi piel emane una ligera luz, insuficiente para ver a un metro de nosotras, pero lo bastante intensa como para que pueda ver mi expresión, y yo la suya.

Esbozo una sonrisa.

- Los chrysos brillamos. ¿Lo sabías?

Obviamente, lo debía de saber: era de sobra conocido. Sin embargo, de pronto me parece que es el mejor tema que puedo sacar para que nadie acabe tenso o melancólico.

Efectivamente, era hija única. Ni siquiera era capaz de hacerme a la idea. ¿Cómo era no tener hermanos? Entonces recordé que Allie solía decir que éramos unos revoltosos, y que cuando era pequeña nadie, jamás, le había permitido ser así. Y que siempre se autojustificaba razonando que como era la única, era más fácil controlarla. Pero Allie había tenido una hermana una vez. Salí de mi ensimismamiento con un respingo. La piel de Alehyss se había vuelto brillante, de pronto. Abrí mucho los ojos y parpadeé un par de veces, en parte por la luz, en parte por la sorpresa. Enrojecí. ¿Sabía yo que podía iluminar su piel a placer? No estaba segura de cómo responder a eso. Al final, no pude evitar reírme.

- Sí y no -contesté, divertida-. Quiero decir... No es algo que sepa desde hace mucho -recorrí su piel con la mirada, maravillada-. Vi a un chrysos hacer eso una noche, desde el Río, cuando nadaba hacia aquí. Pero en realidad, desde que empecé a seguir el curso del Río para llegar aquí, he ido evitando el contacto con la gente, y teniendo en cuenta que encontré el Río en Ignis, no he visto a muchos chrysos... De hecho, eres la primera chrysos con la que hablo... -volví a mirarla de arriba a abajo, y no pude evitar otra risa-. En serio, ¿cómo haces eso? Pareces una luciérnaga...

Tras su explicación (me sorprende que no sepa esta característica de mi raza), me compara con una luciérnaga. No puedo evitar soltar una leve risa. Es la primera vez que me dicen algo así.

Atenúo un poco el brillo.

- Por mi cuerpo corre electricidad... Solo hay que saber usarla... Es como lo de tus membranas. Sabes hacerlo a placer porque es una característica más de tu cuerpo.

Alzo la vista al cielo oscuro.

- Cuando era pequeña no sabía controlarlo... Me pasaba el día brillando. Ahora lo hago solo cuando es necesario...

Dirijo mis ojos opacos a ella nuevamente.

- Pero creí que lo sabrías... También lo hacemos con los ojos -. Los señalo, pero no los ilumino-. Es... No sé... Un buen arma contra las tinieblas, supongo.

Alehyss rió conmigo. Un cosquilleo me subió por el estómago. En parte, tenía miedo de haber dicho algo estúpido. No quería que se burlase de mí. Por otra parte, sin embargo, tenía la esperanza de que le hubiera hecho gracia mi comentario. Sonreí, algo avergonzada. Tenía una risa bonita.

Ante su comentario acerca de mis membranas, pensé en estirar las orejas, sólo por hacer la gracia. Pero luego me eché atrás. No me gustaba la sensación de tener las membranas extendidas fuera del agua. No pude evitar, sin embargo, estirar mi mano y observarla. Tenía las membranas especialmente desarrolladas, ya que me encantaba nadar y lo hacía a menudo. Moví un poco los dedos, y luego cerré la mano sobre mi muslo, asintiendo a su comentario.

Reí cuando dijo que antes no sabía controlar su brillo.

- Yo no sería capaz de dormir con la luz encendida -bromeé.

La miré a los ojos cuando mencionó que también podía iluminarlos a placer. Me apetecía verlo, pero no lo dije.

- Siempre está bien poder huir de la oscuridad cuando lo necesitas -asentí-. La verdad, se me ocurren unas cuantas ocasiones en las que eso de brillar resultaría muy útil. Bajo el agua, por ejemplo -sonreí. Lo mío era nadar, desde luego. A pesar de que el uso de la electricidad parecía fascinante, no lo cambiaría por mis membranas-. Aunque habría que tener cuidado con electrocutarse -murmuré, más para mí que para ella.

A pesar de que no estaba aburrida en absoluto, no pude reprimir un bostezo. Sonreí, como excusándome.

- Es tarde ya -le dije-. Creo que voy a subir a acostarme -me levanté con esfuerzo-. Eres muy interesante, Lester. Me gusta hablar contigo. Nos vemos.

*Se va*

Asiento. Lo cierto es que es bastante tarde, así que no puedo llevarle la contraria.

- Que descanses.

Sus siguientes palabras, las que me dedica antes de marcharse, me hacen abrir los ojos con desconcierto, aunque no acierto a decir nada. Simplemente me quedo mirando al vacío que deja cuando se marcha, analizándolas sílaba a sílaba.

Me sorprende realmente que le guste hablar conmigo. No sé qué puede tener alguien como yo de interesante para una niña, pero de alguna forma me reconforta. Se supone que vengo a investigar, pero es agradable ver que, por lo menos, una persona puede llegar a disfrutar de mi compañía unos minutos. Puede que se trate de una mentira, pero procuro descartar eso desde el principio.

- Buenas noches, pequeña piscis -murmuro al aire.

Me quedo sentada un buen rato, simplemente pensando y disfrutando del agradable silencio. Luego me levanto y me voy del jardín.

Mi piel se apaga y me fundo con la noche.

*se va*