Mirador de la Torre

Varias abejas le pinchaban en el estómago. Además, el caeruleus notaba una leve taquicardia que crecía cuando la chica aumentaba el tono de sus acciones. Por todo lo demás, le seguía el ritmo como podía, que era malamente. No solo sentía vergüenza, sino que era torpe, pero ni siquiera su incapacidad para saber en qué momento debía respirar lo obligó a huir, aunque una parte de él tenía ganas de hacerlo.
El mordisco final hizo a Zacharyas tomar aire por la boca, cogido por sorpresa, hinchando repentinamente los pulmones. Se dio cuenta entonces de que había empezado a llover, no sabía cuándo, y estaba algo mojado.

La observó en la oscuridad, que para él era mejor que cualquier luz. Secó sus manos en los pantalones.
Carraspeó, nervioso.

Zacharyas sentía que necesitaba ir al baño, aunque no tenía claro si era una necesidad real.

Con una mano, apreté con fuerza un mechón de espeso cabello en la base de su nuca, antes de soltarlo y alejarme un poco, llevando las manos de su nuca a sus hombros. Aún con la vista fija en él, solté una risita.

-Zacharyas enfrenta sus miedos -dije casi como quien recita un título.

Y, sin añadir más, solté sus hombros y me di la vuelta, echando a correr y perdiéndome en el interior del palacio.

*Se va*

Zacharyas tardó demasiado en ser capaz de hablar, por lo que ella ya no estaba en el momento en el que el caeruleus se vio con fuerzas. De todos modos, se sentía algo mareado y todavía necesitó unos minutos más para hacerse a la idea.

Se llevó una mano a los labios, como si esperase encontrar algo raro en ellos. No le quedó otra que pensar para sí que necesitaba la ayuda de alguien para comprender todo aquello. Realmente creía que Stalon tenía razón y que eso le daba miedo.

Finalmente se irguió, notando los gemelos sobrecargados de mantener tanto rato la misma posición acuclillada. Respiró hondo varias veces y, empapado por la lluvia, como un ánima, regresó dentro.

*se va*

Lo alto de la torre está completamente desierta, sin embargo, un pequeño gorrión la cumbra.

Canta, para dar un par de saltos y arder en llamas y que de él comiencen a brotar más y más gorriones de fuego, creciendo su número de forma exponencial hasta que consigo que haya el número suficiente y, una vez que vuelan ardiendo, en bandada, surjo de ellos.

-Chicas- las llamo. A los pocos segundos, todas ellas aparecen detrás de mí.
- ¿Señora?- responden al unísono.
- Esa enana piojosa... ¡Cómo se atreve a profanar la imagen del Fuego con sus ponzoñosas pezuñas de sapo!- maldigo, poniendo mi derecha en mi quijada de modo que dos de mis dedos descansan sobre la comisura de mis labios mientras niego con la cabeza, suspirando.- Sea como sea, no cesaré en mi empeño. Si ellos se dedican a estudiar, no permitiré que los guerreros vayan a misiones sin unos mínimos- bufo, enfadada.

-Vatra, Lunes, sala de entrenamiento a partir de las 3 de la tarde; Eld, jardines, las noches del Miercoles y el Domingo; Branne, Los Jueves, todo el día en los bosques; Tuli, los Viernes donde tú quieras; Felhlo, Martes a partir de las 5 de la tarde en el lago. Los Sábados estaréis a la disposición de todos ellos todas.
-No digo nada más. - El sistema intensivo de entrenamiento comenzará hoy mismo. Tuli, hoy comienzas tú. Venga, vámonos a desayunar- les dijo a todas.

Todas desaparecieron menos Tuli, que se quedó en los tejados, tocando la misteriosa Flauta que llevaba al cuello. Ya había desayunado y había comenzado su turno.

*Se queda Tuli, el resto parte*


Su ronda acabó y nadie se presentó. Si los días venideros iban a ser así de agradables y tranquilos, sería como estar un motel con todo pagado.
Sonriente, Tuli parte.

*se va*

Tras una agradable comida en solitario, me decido a explorar un poco más el terreno. Aún no me he acostumbrado al lugar ni he creado una rutina, ni mucho menos relaciones (no he vuelto a hablar con nadie desde mi encuentro con Telma y su mascota el flamma), pero sí disfruto familiarizándome con el lugar.

Asciendo, pues, unas escaleras, y acabo llegando a lo alto de una torre. Con el sol iluminándolo todo y la fantástica temperatura, da gusto contemplar las impresionantes vistas. Desde luego, en este sitio están forrados...

Me apoyo en una de las almenaras y me quedo allí, contemplado el paisaje en silencio.

*se queda*

Llevo todo el día de un humor inmejorable. El sol brilla, el tiempo es caluroso... me faltan un par de kilómetros de arena para sentirme un poco más cerca de casa.

Recorro el castillo, buscando algo de compañía para compartir la alegría que se me escapa por los poros, pero al parecer la suerte no acompaña. He comido solo, quizás por haberme despertado pasado el mediodía, ¡y yo quería comer con gente! No dejo que ese pequeño contratiempo me decepcione y decido que lo mejor es subir al mirador. Así podré ver si hay alguien entrenando en los terrenos del palacio y bajar a hacer compañía.

Esta vez la fortuna me sonríe y ni siquiera me hace falta ir en busca de gente fuera del palacio: allí mismo hay una chica. De espaldas no me parece conocerla, así que desenfundo mi mejor sonrisa de "Hoy es mi día y nadie puede hacer nada por impedirlo" y me coloco a su lado, saludando alegremente.

-¡Buenas!

Una voz a mi lado me hace volver la cabeza, con los ojos bien abiertos y una sonrisa encantadora. Un chico alto, pelirrojo y bien decorado con numerosos pendientes y tatuajes me mira desde su altura. ¿Habrá algo más que flammas en este sitio?

-Hola -respondo con voz dulce y encantadora-. ¿Buscabas algo? -Mi voz suena amigable y predispuesta.

Giro el cuerpo entero hacia él. La verdad es que no está nada mal. Debe ser algo mayor que yo. En fin, veremos qué tal es.

Refuerzo la sonrisa y la expresión alegre de los ojos.

-Me llamo Lea -me presento.

La chica se gira y... guau. El día que encuentre una guerrero fea me casaré con un bismonte. ¿Por qué son todas tan, tan... tan muñequiles si luego van a utilizar un sable más grande que ellas? ¡Me confunden!

Esta en concreto brilla, toda sonrisa y simpatía. No podría haber encontrado mejor compañía.

- Un auténtico placer. Soy Narbe Meister, a tu servicio- le guiño un ojo y me siento de un salto en una de las almenaras, girado hacia ella-. ¿Has llegado hace poco, Lea? No me suena haber visto una flamma tan guapa por aquí antes.

Asiento a su presentación manteniendo en todo momento mi amigable sonrisa. Así que un conquistador. Vaya. Entonces será fácil de tratar.

Mi sonrisa adquiere un matiz complacido, y desvío la mirada hacia abajo, coqueta. Suelto una pequeña risita nerviosa.

-Bueno... No será tanto. ¿Es que no hay más guerreras por aquí? -. Alzo la mirada hacia él con un brillo pícaro-. Sí, llegué hace unos días. Aún estoy un poco perdida. No conozco a mucha gente.

Bajo la vista hacia mis dedos, que juguetean ante mi vientre. Por el rabillo del ojo lo miro.

La chica es dulce como la miel, eso no se lo quita nadie. Trato de imaginármela con un hacha a dos manos o cualquiera de esas armas que llevan aquí, pero no hay manera. Esa caída de ojos, esa risa nerviosa... Me daría pena pensar que pudiera sufrir daño en batalla, pero ha quedado claro que aquí las mujeres son tan capaces como un hombre de derrotar a quien sea en combate.

- Sí, hay muchas...- contesto distraído, mirando al cielo- pero ninguna puede mejorar lo presente. Yo tampoco es que sea un gran veterano, pero si alguna vez necesitas conocer a alguien será un placer presentártelo. Oye, Lea, por curiosidad... ¿qué arma sueles utilizar?- tengo que empezar a acostumbrarme a pensar en ellas como guerreras y dejar de pensar por debajo de la hebilla del cinturón. Son mis compañeras... y si no me comporto podría acabar muy mal.

POR MITHOS. MENUDO. BABOSO. No sé si es una cuestión de raza o de dónde están metidos, pero si a todas las tratan con tanto encanto deben de tenerlos como a perritos. En fin, ellos sabrán.

Llevo las dos manos al centro del pecho, mirándolo con gesto ilusionado.

-Me gustaría mucho que me presentaras a tus amigos.

A su pregunta, me llevo la mano a la espalda, como si allí fuese a encontrar mi arma, aunque al momento recuerdo que la he dejado en la habitación. Me vuelvo a él, observándolo. Parece que él tampoco va armado.

-Tengo una espada de doble hoja -respondo con sencillez, encogiéndome de hombros-. ¿Y tú?

Esta chica me tiene desarmado. Es tan adorable... No puedo evitar sonreír todo el tiempo. Balanceo las piernas desde mi altura, radiante.
- Te presentaré a quien quieras, preciosa. La gente aquí es bastante simpática. Aún no he conocido a nadie que no me haya caído bien.

- Yo no tengo arma. Soy experto en combate cuerpo a cuerpo- le guiño un ojo-. Pero estoy en proceso de buscarme una. No me gusta sentirme el miembro más vulnerable del equipo.

FdR: cielo, estoy con una amiga, ¿podemos pausar y seguir a la noche? :*

Asiento, perfectamente conforme y muy contenta.

-Será un placer. Tengo ganas de hacerme un poco con el ambiente. Espero adaptarme bien... ¿Tú cuánto llevas aquí? -pregunto con tono inseguro.

Como mínimo, este chaval me servirá para conocer otra gente.

Parpadeo, sorprendida, cuando me dice que no tiene arma.

-Vaya, eso sí que es impresionante... -exclamo, con evidente admiración-. Hay que ser muy bueno para poder luchar así. ¿Y qué clase de arma te gustaría tener?

FdR.: Siiin fallo. Rol pausado pues :3

Suspiro, intentando echar cuentas con los dedos. ¿Cuánto tiempo llevo aquí? De pronto me siento tremendamente indolente. Quizás debería mandar una carta a casa o algo parecido, deben echarme de menos.

-Unos meses... Pero no sabría decirte con exactitud, la verdad. No soy muy bueno calculando el paso del tiempo. Menos de seis meses, en cualquier caso.

Me pavoneo ante su admiración. Vale, no es que sea el mejor luchador sin arma de Brontë, pero un par de asaltos aún aguanto. Y que una chica guapa te halague siempre es positivo.

- Bueno, no sé si diría que soy muy bueno... pero cuando estaba en Ignis no tenía ningún arma, así que es a lo que estoy más acostumbrado- dudo un poco ante su pregunta-. La verdad es que no sé qué tipo de arma me gustaría... Supongo que una de corto alcance. Para atacar de lejos siempre podré utilizar hechizos- me encojo de hombros. Debería plantearme pensarlo más a fondo. O buscar orientación.

Observo con interés sus cálculos, esperando pacientemente la respuesta. Al fin, esta llega.

-Vaya, es bastante... -reconocí-. ¿Y qué me puedes contar del lugar? ¿Se toma el trabajo en serio? ¿Qué clase de cosas se hacen?

No he visto el menor rastro de actividad, y de verdad me pregunto en qué está pensando esta gente. ¿Ha sido casualidad o es que aquí no se hace nunca nada?

-Oye, eso de variar el estilo de lucha es muy buena idea -comento. Bajo la vista, tímida-. Aunque a mí no se me da muy bien... -Vuelvo a mirarlo, sonriente-. Mi estilo de lucha es cuerpo a cuerpo. También puedo hacer una magia aceptable, pero mi puntería es un auténtico desastre...

Sonrío. Estoy muy orgulloso de mis compañeros.

- Por lo general todo el mundo se lo toma bastante en serio. Hay de todo, desde luego. No es que yo sea el más asiduo a la sala de entrenamientos, pero por lo general siempre hay alguien practicando por alguna parte. En ocasiones vamos a misiones que también sirven como entrenamiento. Es un lugar bastante entretenido.

Procuro no sacar ninguna doble lectura de su comentario sobre su habilidad cuerpo a cuerpo. Se me pasan varios comentarios por la cabeza, pero dudo que fueran bien recibidos por alguien a quien acabo de conocer.

-Tampoco creas que mi puntería es ninguna maravilla... Eh, ¿por qué no entrenamos alguna vez juntos nuestra magia? Seguro que nos viene bien a ambos.

Sala de entrenamientos. Debo ir empezando a plantearme el frecuentar ese lugar.

-Entiendo... ¿Y los entrenamientos son en grupo? -pregunté con interés.

No tarda en proponer algo que hacer juntos. Entrenar magia... Supongo que no me vendrá mal del todo, aunque preferiría encontrar con quién entrenar con armas. En fin, no debo dejar ningún aspecto de mi entrenamiento descuidado.

-Eso sería fantástico -asiento, emocionada.

Miro un momento alrededor y me doy cuenta de que ha oscurecido. Vuelvo a exponerle una sonrisa dulce.

-Se ha hecho tarde... Creo que voy a ir a cenar. ¿Vienes? -pregunté.

FdR.: Si quieres, llévatelos :3 Sino, ya me la llevo yo luego XD

Me siento bien hablando con ella, comentándole detalles de la vida en Brontë. Me hace sentir un poquito más experto.

- Puedes entrenar en solitario, pero es mucho más divertido con alguien, ¿no crees?- sonrío ampliamente cuando acepta mi invitación. Compartir entrenamiento con semejante monada lo hace incluso mejor.

Su ofrecimiento de bajar juntos a cenar me pilla por sorpresa. No me había dado cuenta de que era tan tarde. Se me ha pasado la tarde volando. Bajo de un salto de mi asiento y hago una reverencia.

- Detrás de ti- y nos dirigimos al comedor.

*se van*

Estoy en el mirador de la torre del palacio mirando los campos que nos rodean sin demasiado interés, con el codo apoyado en el muro y la cabeza en el puño, aplastando mi mejilla. Bostezo. Vaya jodido aburrimiento. Si me hubiesen dicho que aquí había menos fiesta que en casa de unas monjas claro que me quedaba en casa, pero la gente nunca avisa de esas cosas.

Desde mi llegada he visto a una niña, Massen o como fuese, y a mucha mucha gente chrysos servicial y pesada, pero todavía no me he encontrado a ningún fuerte guerrero de esos que alardean. Aún va a ser que de no ser por mí aquí se mueren todos, cojones...

Suspiro de nuevo, hastiada. Me cago en los muertos del que me ha hecho venir aquí. Lo sé y me hago pirata o mercenaria.

Una figura se sube al muro. Enseguida me vuelvo hacia lo que resulta ser un hombre enmascarado y me yergo por completo, abandonando mi posición, examinándolo. ¡Por fin, joder!

-¡Hola! -exclamo, contenta, aproximándome hacia el encubierto, dejando un metro entre ambos, más o menos. Entrelazo los dedos de ambas manos y las estiro hacia arriba, como desperezándome-. ¿Hay una fiesta de máscaras o alguna pijada de esas?

Dibujo una ancha sonrisa, haciendo una reverencia algo burlona, excesivamente rimbombante, susurrando un "encantada". Luego lo miro, divertida.

Asiento con energía.

-Exacto, una pijada. No sé a qué jodidos nobles se les ocurriría, pero seguro que eran feos como culos de bismonte.

Me llevo ambas manos a la nuca, inclinándome ligeramente hacia atrás y cerrando los ojos un instante, pensativa. Cuando pregunta por mi identidad, sin embargo, los abro de nuevo y sonrío, traviesa.

-También eres tú un extraño, y algo raro, debo decirte, pero te haré el favor y me presentaré de todas formas-. Inspiro profundamente por la nariz, como si estuviese llenándome de fuerza. Luego le extiendo la mano, mirándolo con los ojos entrecerrados, sonriendo ampliamente-. Me llamo Frikka Njorthrbiartr, pero puedes llamarme solo Njorthrbiartr.

ME ENCANTA PRESENTARME. Sería tan feliz presentándome cien veces seguidas a cien pardillos y viendo sus caras de estúpido. Aunque, por desgracia, este lleva una máscara.

-¿Y el tipo de la máscara se llama...? -inquiero, entretenida, inclinándome un poco hacia adelante, como un animalillo curioso, con las manos cruzadas a la espalda.

Así que el rarito de la máscara lleva aquí mucho tiempo, eh... Ya verá que me importa a mí eso. Espero que no todos los que llevan aquí mucho tiempo acaben con máscaras y colgándose por las paredes, la verdad... Porque como sea así voy a coger mis cosas y marcharme de esta casa de locos antes de que venga alguien y me lave el cerebro...

Alzo las cejas con sorpresa y suelto un silbido, impresionada, cuando pronuncia mi apellido.

-¡Increíble! ¡Lo has pronunciado! ¡¿Puedes pronunciar "jidhsytheeis"?!

Luego, cuando habla de nuevo, contengo una carcajada, frunciendo los labios y notando cómo se me inflan las mejillas al llenarse de aire a causa de la risa. A este de pequeño no lo querían demasiado.

-¿Y qué buscas, "buscador"? -pregunto con burla-. ¿Problemas? ¿Un polvo? ¿La sabiduría?