Mirador de la Torre

Niego un par de veces, relajada.

-Lo cierto es que no sé piscis. Mi madre es piscis, pero nunca llegué a aprenderlo.

Ella consideraba que el piscis sonaba muy burdo. Apenas nos enseñó un par de expresiones, pero mostraba menos interés por enseñarlo que el que yo sentía por aprenderlo, que ya era poco.

Enarco las cejas.

-Más allá del destino... Qué cursi.

Con las manos a la espalda y dando pasos vacilantes, con las piernas muy estiradas, como si no tuviese rodillas, me aproximo a él, cruzando el poco espacio que nos separa.

-¿Por qué pretendería nada, por Mitos? Solo llevo unos días jodidamente aburrida... Me alegra haberte encontrado, Buscador. Eres algo raro, pero es mejor que hablar sola.

Me hurgo con un dedo en la oreja, haciendo semicírculos para profundizar bien, poco concentrada en el gesto.

-Había una loca en el pueblo que hablaba sola... Luego descubrimos que el cura se la follaba, pero como estaba loca nadie la creía- comento algo ausente. Ya ni me acordaba de la vieja esa...

Lo miro marcharse con cierto reproche, siguiendo su partida con los ojos, algo fastidiada. Me ha dejado planchada con ese comentario. ¿A qué viene eso? ¿Se va a poner como mi madre a quejarse y quejarse y quejarse? Acabo de llegar, así que que no me venga con...

Pego una patada a uno de los muros, incómoda. Si es que tiene razón. Tengo que encontrar a alguien para entrenar. ¡Alguien que esté a mi nivel! No en vano fui entrenada por mi padre.

-Me cago en la puta...

Saco la lengua al aire, incomodada. El maldito Buscador...

Me meto las manos en los bolsillos. Está refrescando...

La próxima vez que lo vea se va a quedar de piedra. Si seguro que no tiene ni media hostia.

*se va*

Me aparezco en la cima de la torre, a escasos centímetros del borde. Una desagradable sensación me recorre. No me gustan nada las alturas, aunque supongo que es por ser pequeño. Para mí todo debe de resultar mucho más grande que para Aren, por ejemplo. Tengo una perspectiva diferente. Aunque sigo prefiriendo las alturas al agua...

Tengo los brazos cruzados mientras miro al frente. De pronto, siento algo. Algo se acerca. Ni me esfuerzo en volverme o prestar atención a mi alrededor. No tengo la necesidad de que me vean superior. La mayor parte de las veces es mejor que no lo crean así.

Simplemente, espero.

*se queda*

He notado su presencia, y me aparezco algunos pasos a su espalda poco después de que él lo haya hecho. Mis tacones resuenan en la piedra al dar yo los primeros dos pasos hacia él, sibilina.

-Nagorr Brumm... Hacía mucho que no nos veíamos las caras...

Me aproximo, como él, al muro que nos separa del vacío, apoyando mis manos sobre la roca, sin mirarlo. Sin embargo lo percibo de reojo. Siempre me han resultado graciosos los parvus, aunque supongo que esto no es algo extraño. Sus formas, tan notablemente diferentes a las de las otras razas... Aunque, pese a todo, no encuentro en ninguna otra la dignidad de los caeruleus.

La brisa es agradable. Tengo curiosidad por saber qué buscaba en mí el líder.

Ignoro su aparición. Tan grandiosa con Aren, pero en su caso con ciertos errores a la hora de decidir con qué personas demostrarlo. Aunque no es su culpa, al fin y al cabo. Es lo que tiene llegar a creer que un tipo de poder puede hacerte subestimar a otros poderes diferentes.

-Chrriselle -. Me vuelvo hacia ella, esbozando una sonrisa-. Porr fin he tenido tiempo de rreunirrme contigo. Me apena no haberr podido hacerrlo más rrecientemente, perro me he encontrrado con otrros temas que rrequerrían mi atención.

Me atuso la barba, tranquilo. No me amenaza la mujer, sin importar su aspecto, su altura o su actitud. De hecho, hasta me resulta graciosa. Quizás sea porque guardo recuerdos de una ella distinta, aunque ha pasado ya mucho tiempo, y nunca fuimos grandes amigos.

-Tengo una prropuesta que hacerrte, porr así decirrlo. Necesito que hagas algo parra mí.

Aborda el tema enseguida. Eso me alegra. No me gusta perder el tiempo, y menos aún cuando ambos somos conscientes de que los preliminares no son más que eso. Si va directo al grano nos ahorraremos toda esa cháchara inútil, y cuando se solucione el problema será fácil utilizar ese tiempo restante para un disfrute mucho más tranquilo.

Sonrío, sibilina, recolocando mi boa de pelo blanco sobre el abrigo, coqueta.

-Así que el jefe Nagorr Brumm tiene algo que pedirme... -. Ensancho la sonrisa, complacida por sus palabras-. Si tiene el pago por lo que demanda, lo tendrá enseguida. No se preocupe.

Siempre que puedan permitírselo, poco importa quién pide. Incluso Alehyss ha tenido lo deseado, aunque el recibirlo le llevará su tiempo. Y para alguien como él será sencillo tener algo que me sirva como precio.

Ya comenzaba a aburrirme.

La miro, burlón. No tiene sentido que nos preocupemos en discutir las formas o lo que viene previo a mi petición. La necesito y ella lo sabe. Por eso ha venido aquí. Es simple.

-Es complicado, y, porr supuesto, completamente prrivado. Nadie más que tú deberrá saberr los detalles que te dé, ¿de acuerrdo?

Al ver que asiente me doy la vuelta, volviendo por completo mi cuerpo hacia ella, atusando la punta de mi barba con los dedos índice y pulgar, haciendo un poco más largo el silencio. Finalmente, con una gran inspiración, ladeo ligeramente la cabeza.

-Sígueme. Tengo una cosa que mostrrarte.

No tarda, de nuevo, en acceder. Yo desaparezco primero. Apenas un instante después ella hace lo propio. Pronto no queda nadie en aquel lugar.

*desaparecen*

Sendall se ha marchado. A estas alturas imagino que ya habrá llegado a casa. Pronto tendré que enviarle algo más de medicina... Es triste pensarlo de este modo, pero desde hace tiempo no he tenido, apenas, tiempo para la familia. ¿Cuándo fue la última vez que vi a mi hermana? Creo recordar que le escribí una carta en su último cumpleaños, ¿o fue en el anterior?

Exhalo un fuerte suspiro mientras contemplo todo lo que la oscuridad cubre. Accedí a venir a Brontë por varios motivos... En primer lugar, creí que si Aren venía sería una buena forma de encontrarme con él de nuevo, poner en común ciertos temas importantes de los que hablarle, y al mismo tiempo un buen modo de comprobar el estado de varios de los representantes de los demás continentes. Al final, salvando excepciones, el trabajo ha sido más bien individual, y no he tenido tanta ocasión como hubiese gustado para hablar con ciertas personas... No obstante, no fue la política el único motivo.
Es bien sabido en Humus que, si bien soy un miembro del Consejo como el resto, soy menos dado a la política que gran parte de ellos. Esos viejos solo saben sentarse en sus asientos y debatir cientos de problemas sin levantar sus gordos culos y salir a la calle. Se han acomodado demasiado. Son sabios, no lo niego, y todavía continúan escuchando a las personas antes de decidir, pero ya no es como antes. Desde siempre, Humus destacó como un lugar donde los acuerdos se hacían entre todos. Ahora, sin embargo, todas las ideas del Consejo son prácticamente iguales, producto de la elección de los miembros. Hay varios bandos, como en todas partes, pero es difícil encontrar a uno con arrojo que luche contra el resto proponiendo ideas nuevas.
Entré muy joven en el Consejo. Me recuerdo emocionado, lleno de ideas, con ganas de luchar. Se hablaba de mí casi como de un prodigio... ¿Cómo alguien tan joven había llegado tan arriba? Y, sin embargo, con el tiempo pude comprobar que no era especial. Luchaba cuanto podía, pero al final uno solo no podía contar más que todo el resto, y mis victorias fueron pocas. Me desmoralicé, pero al oír hablar de Brontë creí hallar una opción.

¿Es posible, realmente, romper los estereotipos y juntar por primera vez a las siete razas sin diferenciar a unas de otras? Un lugar en el que todos fuesen iguales y luchasen por un objetivo... Cuando me lo dijeron me pregunté si no era arriesgado, pues, para empezar, el ejército estaba asentado en Fulmen, pareciendo así que había más partidarios de parte de los chrysos. Y, además... ¿No podría acabar convirtiéndose este ejército en enemigo de todos los demás, en vez de un aliado imparcial con un objetivo y unas normas propias? Y, a pesar de todo, lo acepté. Haría más, sin duda, como representante de Humus en Brontë que en Humus.

Suspiro.

Entrenaré a los guerreros. Buscaré mis propias formas de arreglar las cosas. Y en el momento en el que me escuchen, regresaré a cambiar las cosas a Humus. Ya va siendo hora de que me haga ver, de que haga cosas. Nagorr Brumm tuvo su momento de bajón, y no lo recuperó tras venir a Brontë. Pero el ver a Sendall, furioso con su tío, el ver a Jun, incapaz de plantar cara a las cosas... ¿No estoy también huyendo desde hace tiempo? Comprendo que Sendall me echase en cara aquellas cosas, y también que esté furioso. Yo mismo lo estoy. Me he acomodado demasiado desde que creo no poder hacer nada.
Pero eso va a acabar. Nagorr Brumm recuperará su arrojo y va a hacer todo lo que pueda. Últimamente han pasado cosas, y presiento que no va a acabar todo ahí. Ya basta de cruzarse de brazos.

*desaparece*

La brisa nocturna despeinaba mi cabello con furia, como alimentada por un odio gierneralcional. Quizás mis antepasados habían matado a algún tirano dios del viento, o quizás, y solo quizás, aquel aire sentía en mí la imperecedera fuerza de un guerrero que no temía ante nada. Así era yo. Con nombre o sin él, había aprendido a comprender, al fin, que solo yo me limitaba. Mi fuerza era inmensa, tanto en mis brazos como en mi corazón.

Lleno de orgullo, me asomé al borde, apoyando mis poderosas manos sobre la roca. Apenas se veía ya, no obstante notaba el poderosío de Brontë. Y yo era parte de él.

-¡¡¡MALDITOS MALNACIDOS QUE OSÁIS DESAFIARNOS!!! ¡¡¡SABED QUE UN NUEVO RICK HA NADICO, Y QUE NO TEME A VUESTRAS PODEROSAS ARMAS!!!

Todo aquel que me oyese sabría que el palacio estaba defendido por guerreros atroces.

*se queda*

Cerré los ojos, con la fuerza de mil hombres, y comencé, entonces, a entonar la canción de guerra que los hombres de mi padre siempre entonaban antes de una gran batalla. Una vez más, los enemigos que me escuchasen se lo pensarían dos veces antes de acercarse al palacio.

"SE ESCUCHAN LOS TAMBORES,
YA LLORAN LAS MUJERES,
RELINCHAN LOS CABALLOS
AL CAMINAAAR.

MI ESPADA BUSCA SANGRE,
MIS BRAZOS FUERTES ARDEN
DE GANAS POR AL ENEMIGO
MAAAACHACAR.

YO NO TENGO MIEDO
AL FILO DE LA MUERTE.
SOY UN FUERTE GUERRERO
QUE SE VA A LUCHAR."

Cerré los ojos, dejando salir el aire con una sonrisa de orgullo en los labios. Aquellas frases animaban hasta al más enclenque de los guerreros, y yo era mucho más que aquello. Si apareciese un enemigo ante mí en aquel momento se las haría pagar con el valor de cien soldados.

Me tensé de pronto, volviéndome en la oscuridad a la sombra parlante, a la defensiva. Ni siquiera había oído que nadie llegase, y eso que mi oído no era nada malo. ¿Quizás había usado un hechizo de teletransportación? O peor... ¡¿Era acaso otra aparición que venía a ponerme a prueba?! Y esta vez, un hombre... ¡¡LLEVABA MUCHO TIEMPO SIN SEXO, PERO TODO EL MUNDO SABÍA QUE DOS MACHOS NO PODÍAN HACER NADA, PUES NO HABÍA VAGINA!! Era fusilicamente imposible.

- ¡¿Quién eres tú, ser del averno con intenciones malificientes?! ¡Deja de juzgar lo que hago si no quieres que te ajusticie con mis puños!

No podía ser un enemigo... O habría salido huyendo al oír mi canción. Pero, de todos modos, no podía dejar de preguntarme quién era aquel hombre-sombra y qué quería de un buen guerrero como yo.

Mis ojos se abrieron de par en par, sorprendidos por su respuesta. ¡¿Un joven guerrero sin nombre?! ¡¿Descansando?! ¡¿En los tejados?! ¡¿Un día de frío como lo era aquel?! ¡¿Y qué más?! ¡¿Una jovencita virgen con tres hijos y otro en camino?! ¡Falacias! ¡Aquello solo podía significar que...!

-No puede ser... -mascullé entre dientes, haciendo un esfuerzo enorme por no retroceder. Me encontraba frente a un espíritu...-. ¿Este es tu... lugar de descanso? ¿Quién ha sido el que ha provocado tal situación?

¿Habría muerto, quizás, empujado desde el borde del muro? Ahora buscaba su nombre para poder descansar en paz... O tal vez acabar con todo el que se acercase a aquel lugar para saciar su sed de venganza...

Yo era el elegido. El elegido para ayudarlo a cruzar...

¡¿Se había quitado la vida él mismo?! Y por lo que parecía, había sido por culpa de todo el palacio... Lo que también me convertía en culpable, aunque eso sería seguramente una confusión. Yo jamás habrçia hecho algo tan innoble. Quizás había recibido el rechazo de otros guerreros y fue tan débil como para no lograr seguir viviendo... Así que...

Todo estaba claro...

Había de convertirme en su amigo para que su existencia dejase de ser triste y entonces pudiese ascender. Mi bisabuela había sido experta en espíritus, y no me extrañaba que yo, orgulloso heredero de la sangre de los Dehnel, hubiese heredado también esa capacidad fantasmal para ayudar a aquellos que no vivían. Estaba claro...

-Está bien, mantén la calma. Todo saldrá bien -dije, con tono tranquilizador, procurando no hacer que su energía se desordenase-. Me llamo Rick Dehnel y estoy aquí porque he sido elegido para ser tu amigo, ¿de acuerdo?

Nunca había pensado en ello, hasta ahora, pero de pronto la imagen de mi bisabuela me venía a la mente. Aquellas palabras que me había dicho... Yo solo tenía cinco años, pero creía recordarlas bien... ¿No me había dicho, acaso, que era mi destino el ayudar a los que sufrieran? "Tendrás una vida próspera, Rick. Lucha por lo que creas y ayuda a los que te necesiten. Ese es el motivo de tu existencia. Tendrás duras pruebas que superar, pero saldrás aireoso." Sin duda, eso sonaba a palabras de una Dehnel.

-Alguien que podía ver el futuro me dijo una vez que ese era mi destino. Y desde entonces, sus predicciones se han cumplido.

Ayuda a los que necesites... Eso lo había hecho desde siempre. Y ya había tenido que pasar por la mendicidad. Estaba claro, entonces, que quizás esta alma en pena no fuese más que otra prueba para demostrar mi valía y ascender, quizás, a la posición de un dios.

Follow, el buscador... Estaba claro... Aquella pobre alma no era otra que la que buscaba su paz, y de ahí el nombre. Y yo era el encargado de guiarlo hasta ella. Acaba de comenzar un nuevo camino para mí, en el que aplacaría la tristeza de aquel pobre infeliz para que halle una paz que nunca antes había tenido.

Parecía que el alma iba a desvanecerse. Comprendía que todavía dudase de mí. Pero, finalmente, cambió de idea. Sus palabras me arrancan una sonrisa segura.

-Claro que sí. Yo soy el encargado de mostrarte el ritual.

El paso de la vida a la muerte es complicado. Pero yo ya he enseñado a Zacharyas a conseguir una dama, de modo que no me resultará difícil enseñar a un fantasma a conseguir llegar a la luz de la muerte en paz. Esta prueba estará superada enseguida. No lo dudo.

Abro los ojos con sorpresa al escuchar su respuesta. Así que se trata de eso, él me enseñará el ritual completamente. Todo este tiempo había pensado que yo debería entenderlo por completo por mí mismo, así conseguiría la madurez necesaria para llevarlo a cabo, pero al parecer el destino ha marcado que alguien con más experiencia -o al menos más edad- me guíe para realizarlo correctamente. Puedo entenderlo, ya que Massen Dew no es una mujer de mii tribu y debo aprender sus costumbres. Acabo asintiendo.

—Bien. Quiero saber qué debo hacer cuando ella esté frente a mí. Sé que debo "entrar" en su interior, pero no sé si debo hacer algo antes —Le explico. Tengo que hacer recuento de lo que he aprendido y asimilar que he de recordar toda la información que me aporte. —Ya la he tocado antes, pero acabó rechazándome... —Añado.

Me crucé de brazos, sonriendo y negando varias veces. Incluso después e muertas, las almas jóvenes tenían tanta prisa... La inexperiencia era lo que tenía. Las cosas nuevas llamaban, aunque fuese la propia muerte, y parecía que había algo que incitase a conseguirlo todo enseguida, como si no hubiese un mañana.

-Creo que lo estás enfocando de una forma equivocada -comencé, adoptando un grave tono de sabiduría-. Tú piensas en "entrar", pero eso no es más que el último paso. Te estás saltando los pasos anteriores, que son esenciales para conseguir traspasar la barrera.

No tenía simplemente que cruzar la luz. Antes debía comprender qué lo mantenía en su forma fantasmal. Seguramente el motivo por el cual se había quitado la vida era la clave de todo aquello.

-¿Sabes, acaso, cuál es el sentido de tu existencia?