Pasillos

Alguien apareció en los pasillos. Alcé la vista del suelo y me encontré con un aether. Tenía el pelo blanco y una estatura media. Parecía ser, más o menos, de mi edad, aunque no estaba segura. Nunca se me había dado bien eso de intentar adivinar la edad de una persona.
El aether se presentó como Heylel y se acercó hasta donde estaba situada. Tenía dibujada una sonrisa en el rostro. Se la devolví y me llevé una mano a la nuca. Luego asentí.

— Eeeh, hola... Me llamo Inger... Inger Nielsen y ... Estoy buscando el comedor — expliqué —. ¿Podría, por favor, indicarme el camino? Llegué ayer por la noche y todavía no me oriento demasiado bien. — Dejé escapar una risa nerviosa —. Todo me parece tan... igual... Igual entre sí, quiero decir. — Negué varias veces —. O sea, no digo que haya visto muchos sitios como este, sino que el Palacio tiene muchas zonas y pasillos parecidos... Y... No encuentro ni la mitad de los sitios...

Suspiré. A pesar de que había ido ayer al comedor, no recordaba el camino. Tampoco sabía cómo ir a la biblioteca donde habíamos acabado el soldado y yo ayer. De hecho, probablemente sólo sabría llegar al dormitorio. Y ni de eso estaba segura.

Escucho a la chica y parece estar realmente perdida. Si vino ayer es lógico, la verdad...

-Oh no, nada de usted, por favor. Trátame de tú, de usted trataban a mi padre -.Sonreí - Y sí, es cierto que estos pasillos son todos iguales. A mí me costó mil demonios acordarme de como llegar a los sitios - Comento con algo de gracia. -Bueno, acompáñame y á ver si podemos llgar al comedor. Espero poder fiarme de mi memoria -Le propuse. Una vez respondiese, me pondría en camino.

Asentí al escuchar las palabras de Heylel. Al parecer, era bastante común perderse en los pasillos.

— Entendido. Nada de usted... — Esbocé una tímida sonrisa —. Gracias por acompañarme. Seguro que llegamos antes fiandonos de tu memoria que de la mía...

El aether se puso en marcha. Yo le seguí, a un par de pasos de él, y con la mirada clavada en el suelo. Con un poco de suerte, podríamos llegar al comedor sin muchos problemas.

*se van*

Recorría los pasillos sin demasiado entusiasmo. Estaba destrozado y me dolía andar. Para colmo, yo necesitaba estar haciendo algo todo el rato o explotaría. Por el momento me conformaba con morder ocasionalmente el bocadillo que llevaba en las manos y sentir el alivio de la comida bajando hasta mi estómago, apaciguando sus quejas.

Vi una sombra moverse y alcé la vista, preguntándome si sería alguna interesante persona que me haría compañía. Tal vez fuera Cero. Eso me animó, sin embargo...

Lo que me faltaba... Me topo de frente con la peor persona de todo el castillo en mi búsqueda de un lugar para entrenar. Si yo no creía en la suerte, he de reconocer si dudad alguna que ahora lo hago; en la mala, al menos.

Él se me queda mirando y yo, sin aguardar un solo instante, saco mi arma, agarrándola con fuerza y adoptando una pose amenazante.

Frunzo el ceño con el cuerpo en tensión.

La asesina no aguardó un momento para preparar su ataque. Parecía que al fin dejaba ver sus verdaderas intenciones. Probablemente al verme desarmado y herido creyó que por fin podría acabar conmigo.

La miré sombrío. No podía evitar estar cansado. Incluso sentía una fina capa de sudor cubriendo mi frente por el esfuerzo realizado al caminar.

No quería luchar en ese momento.

Me sorprende su ausencia de reacción. Lo observo más atentamente entonces.

Lo que en principio, al mirar por encima, me pareció una camiseta, son ahora claramente vendajes blancos. Está herido. Además, su expresión, más demacrada y menos furiosa que de costumbre, junto con su posición, un tanto dejada, completan el conjunto.

Me relajo, irguiéndome por completo, pero sin devolver mi arma a su sitio.

- Estás herido -observo - guerrero invencible.

Bajo un poco mi rostro, mirando al flamma desde un ángulo inferior, y dibujo una ancha sonrisa.

- Ahora podría acabar contigo sin dificultades -siseo, amenazante.

- Es eso lo que has venido a hacer, ¿no? -escupí-. Matar. Como hiciste con aquellos viajeros. No sé cómo duermes por las noches...

Abrí los brazos en cruz, quedando completamente expuesto.

- ¡Vamos! ¡Acaba conmigo y no te daré más problemas! -grité-. ¡Deja de ocultar lo que eres!

Ya empieza a gritar de nuevo. Qué monótono es...

Me acerco a él con mi kusarinaga en la mano, vibrando con ganas de cortar. Aprieto su empuñadura con la diestra mientras la siniestra se dedica a curvar la cadena de diferentes formas.

Su rostro está a pocos centímetros del mío. Puedo ver sus ojos con claridad, y notar los músculos tensos de su mandíbula bajo su apenas visible piel de reptil. Puedo sentir el calor emanando de su cuerpo con furia.

- No me importa lo que pienses de mí -siseo fría-. Pero no vayas alardeando de saber quién soy porque es mentira.

Para mi sorpresa, no me clavó su arma en el cuello ni me abrió el estómago. Sin embargo, hizo algo igual de desagradable: acercarse. Se colocó cerca de mí y desde esa distancia habló. Podía notar el aire envenenado saliendo de sus labios. No me hubiera sorprendido morir en ese mismo instante, intoxicado.

Expresión de ira contenida, pareciendo solo amenaza... Ojos vacíos y apagados de asesina.

Solté una pequeña carcajada arrogante.

- Sé que te asusta que sepa quién eres, Lester. Yo mismo acabaré contigo si no me matas ahora. ¡No descansaré hasta ver cerrados para siempre esos ojos de asesina, fríos y opacos!

Vaya, vaya, Rick... Desde luego, estabas hecho un orador. Un auténtico poeta.

El flamma no se entera. Cabeza hueca y aún por encima terco como pocos. Desde luego, eso de matarlo y no volver a escuchar sus estupideces suena cada vez más tentador.

Aflojo la diestra. Por bonito que suene, no puedo hacerlo. No todavía, al menos.

- Todos los chrysos tenemos los ojos opacos -gruño.

No sé ni para qué intento discutir con él, aunque hablar es mejor forma de recopilar datos que ver como se abalanza sobre mí para matarme.

- Pero, que yo sepa, eso no convierte a nadie en asesino. Estás en Fulmen, de hecho. Ese comentario podría salirte caro, aunque no a mis manos.

Bajo mi arma al fin, colocándola de nuevo en la funda que llevo en la pierna.

Sonrío. Puedo ver su frustración de cerca. Es infinitamente agradable.

Finalmente pareció decidirse por no atacar. A alguien poco inteligente podría haberle parecido extraño, pero yo era perspicaz. Sabía que no me atacaba porque, de hacerlo dentro del palacio, sería, probablemente, más brutalmente castigada que yo.

Su sonrisa tan cerca de mi rostro me daba asco. Sentía ganas de alzar una mano y estrangular su cuello hasta que dejara de moverse, pero había guardado su arma y eso me convertiría en el culpable del combate si lo iniciaba. A menos que aludiese a sus provocaciones.

Tragué saliva. La mataría en el exterior y nadie podría culparme de nada. Sería un accidente. Tal vez le echara la culpa a esa misma bestia que ella se había inventado. ¡Sí, señor! Sus mentiras iban a jugar en su contra. Nadie quedaba impune si Rick Dehnel estaba allí, y yo era Rick Dehnel, por lo que, obviamente, estaba allí.

- Te arrepentirás de no haberte ido del Palacio cuando tuviste ocasión -gruñí de forma ligeramente gutural.

¿Arrepentirme? No sé si me arrepentiré de quedarme en el Palacio de Brönte, pero, desde luego, si me arrepiento no será para morir a manos de un estúpido flamma que tiene la cabeza solo de adorno.

Doy un paso hacia la izquierda, quedando mi hombro un poco por debajo del suyo debido a la diferencia de altura, y clavo mi vista en el suelo, un par de metros más adelante.

Sonrío con satisfacción y comienzo a caminar.

- Buenos días, Dehnel -susurro al pasar por su lado.

Y sigo andando hasta doblar una esquina. Desde luego, es insoportable. Mi vida sería más sencilla si muriese, pero... Debo recordar que la misión es lo importante. Solo la misión.

- Ojala sea él... -gruño.

Pero lo dudo. Es demasiado estúpido.

*se va*

No me volví cuando se cruzó conmigo y quedó a mi espalda. Si me provocó, sin embargo, un escalofrío al hablar.

"Buenos días... Tú ojalá te caigas y te desnuques"

Esperé un tiempo prudencial y entonces solté un gruñido. Se iba a enterar. Iba a destrozarla.

Pero eso en otro sitio, no fuera a ser que Aren lo escuchase.

*se va*

Sirvienta:

Por alguna razón, aquel boro no quería moverse. Me lo habían dicho el día anterior, pero no creía que fuera a seguir allí, inmóvil, con sus numerosos ojos fijos en mí.

- ¿Qué te pasa? -pregunté, aunque fuera inútil

El boro emitió un sonido extraño de succión y siguió flotando inmóvil.

*se queda investigando al boro*

Correteé por los pasillos hasta dar con un par de parvus del servicio, que estaban conversando en murmullos. Me acerqué a ellos.

- Necesito ayuda -les dije, mostrándoles la carcasa-. ¿Sería posible encontrar a alguien en el Palacio capaz de arreglar esto?

Los parvus murmuraron. Uno de ellos tomó la carcasa, con expresión ofendida.

- No lo dude, señorita -me dijo-. Ha dado con la persona adecuada. Yo me encarrgaré de esto. Mañana mismo lo tendrá arreglado.

Me encogí de hombros, mostrándome conforme. Viendo que se iban, los llamé de nuevo.

- Otra cosa. Necesito ropa. ¿Habrá ropa de mi talla en algún sitio? Nada especial. No soy muy exigente -aclaré.

De nuevo se miraron, esta vez algo confusos. Esta vez fue el otro parvus el que habló.

- Lo investigaremos -aseguró-. Intentaremos encontrar algo lo antes posible.

Asentí, y de nuevo se giraron con intención de irse. Esta vez los dejé marchar. Como no tenía ganas de volver a la habitación, me dediqué a vagabundear por allí.

*Vaga por los pasillos*

Salgo de una habitación con pasos rápidos, no porque tenga prisa, solo porque no me apetece caminar lento. Silbo una famosa cancioncilla parvus mientras me rasco la barba. Durante mi paseo, me encuentro con una joven del servicio que examina a uno boro.

- Esta durrrrmiendo -le digo, y sigo andando.

Me encuentro entonces con una pequeña vagando sin rumbo. No es del servicio. De hecho, he oído hablar de ella.

- ¡Hey! -exclamo, acercándome a ella por la espalda.

Una voz profunda detrás de mí me hizo sobresaltarme. Me giré, mirando alrededor, sin encontrar su procedencia. Entonces, al bajar la vista, lo vi. Otro parvus. Sólo que este no parecía del servicio. Me señalé.

- ¿Me habla a mí? -pregunté. No había nadie más por allí, pero de alguna forma, me extrañaba enormemente que aquel hombre, que parecía pasar ampliamente de los cuarenta, tuviera algún interés en llamar la atención de alguien como yo.

Su reacción me resulta de lo más divertida.

- ¡AJAJAJAJAJAJA! ¿Acaso hay alguien más aquí? Otrrro parrrvus más bajito, acaso? ¡¡AJAJAJAJAJA!!

Hago el amago de secarme una lágrima imaginaria.

- Clarrro que hablaba contigo, pequeña. Esperrro que no te imporrrte que te llame así AJAJAJA.

Vaya un hombre escandaloso. Aunque debía reconocer que su risa era contagiosa. No pude evitar que una sonrisa divertida me aflorase en el rostro. "Pequeña". En otra situación, me habría molestado, pero era obvio que a aquel parvus le apetecía bromear.

- Supongo que, según como se mire, tiene sentido que me llame así -intenté seguirle el juego, pero no quería tomarme demasiadas confianzas con tanta facilidad-. De todas formas, me presentaré -fuera bromas, la educación siempre por delante-. Me llamo Massen Dew. Llegué al Palacio hace unos días. ¿Y usted quién es?

Massen Dew... Así que ese es el nombre del miembro más joven de esto que hemos formado.

La observo minuciosamente, pero sonriendo, antes de responder.

- Soy Nagorr Brumm. Un placerr -. Sonrío-. ¿Puedo prreguntarr porr tu edad sin sonarr muy imperrrtinente? Disculpa, perro es que me parrrece rrrarro que haya venido alguien tan joven a lucharrr. No prrretendo ofenderte -me apresuro a añadir-. Yo no soy nadie parrra juzgarr a otrros de un solo vistazo.

Realmente, podía percibir bastantes cosas en la gente de una visual, pero... ¿Para qué dar esa información?

Sonreí. Nagorr Brumm. El primer guerrero parvus que veía en el Palacio. También, si no me equivocaba, el más veterano. Y encima, parecía simpático.

- Encantada -contesté a su presentación. Por desgracia, parecía interesado en un tema espinoso. Ya empezaba a estar aburrida de aquel estúpido tema de la edad. Sin embargo, mantuve mi sonrisa. No me quedaba otra que comprender su curiosidad-. Tengo trece años -expliqué-. Vine aquí porque fui convocada. En casa no tenía mucho que hacer, la verdad, y entre la curiosidad y el aburrimiento... Además, me pareció una oportunidad única para aprender a luchar -me brillaban los ojos ante la idea-. Dos de mis hermanas mayores sirven en el ejército de Aqua. Parece interesante. Yo soy demasiado joven para unirme a ese ejército. No conozco los requisitos que piden aquí, pero visto que he sido convocada, supongo que los cumplo.

Lo miré. Realmente, no tenía ni idea de por qué me habían llamado concretamente a mí, aunque me daba miedo averiguarlo. Ya hubiera sido por alguna característica en particular, ya hubiera sido por sorteo, me habían llamado. Eso significaba que alguien me quería allí, y estaba encantada de darle el gusto a quien fuera que requería mi presencia.

- ¿Y que hay de usted? -me atreví a preguntar, aún a riesgo de resultar fisgona. Estaba habladora aquel día-. ¿Qué lo ha traído a unirse al ejército?

Sonrío. Agallas tenía, aunque no estaba seguro de si las mantendría frente a un enemigo que amenazaba con matarla. Supongo que para eso vamos a "entrenarlos", aunque yo no estoy muy por la labor de dar clases a gente cualquiera. Para eso sirve lo de las agallas... Si tienen agallas, al menos tienen parte de mi aprobación.

Me atuso la barba. Me gustan sus trenzas. Aún voy a tener que hacerme yo lo mismo en ella de verdad. No sé, me llama la idea...

- Yo, de alguna forrrma, también fui convocado al Palacio... Aunque, bueno... Errra mi obligación venir AJAJAJAJA. De todas forrrmas este lugarrr tiene un parrr de cosas buenas que me hacen alegrrrarrme porr haberrr venido.

"Aunque dudo que luchemos mucho juntos, pequeña Massen Dew..."

- Porrr cierrto... Hay una bestia en el bosque -. Sonrío.

Desprende poca energía mágica, pero está en el bosque. No creo que sea algo muy aconsejable en un lugar seguro como este.

Ladeé la cabeza. De nuevo, la bestia del bosque.

- Una compañera Chrysos mencionó que había una bestia en el bosque el otro día. No le di importancia, pensando que era lógico. En los bosques hay bestias, ¿no? -realmente, no entendía por qué tanto revuelo por "la bestia"-. ¿La ha visto? ¿Es peligrosa? A lo mejor podría mandarse a alguien a acabar con ella, si está causando problemas... -sonreí, avergonzada. Para empezar, no era asunto mío decidir esa clase de cosas. Y además, probablemente yo sería la persona menos capacitada para acabar con una bestia lo suficientemente poderosa para que todo el mundo la mencione. No iba a ocultarlo-. La verdad, en mi caso, probablemente tendría dificultades. No cuento con una gran destreza como guerrera. Aunque precisamente para cambiar eso he venido.

La bestia, la bestia. Pues si tanto les molestaba, que la echaran. Aunque empezaba a picarme la curiosidad respecto a ella...

"En los bosque hay bestias". Suelto una carcajada.

- ¡Clarrro que en hay bestias en los bosques! Perrro no en todos, y no bestias de este tipo. Estamos en el Palacio de Brönte, y ahorrra mismo hay siete jefes aquí. En el bosque no deberrría haber demasiados monstrruos, perrro menos monstrrruos peligrrrosos que ataquen sin mirrramientos.

Me rasco la barba.

- Yo no la he visto, y peligrrrosa es porrr, supuesto. ¿Qué bestia no lo serrría? Perrro lo de madarrr a alguien... Clarrro que hay que hacerrrlo, antes de que mate a más gente. Estarrría bien... Porrr eso pensé que lo mejorrr serrría que fuerrrais varrrios a acabarrr con ella. Ya hay bastantes guerrrerros, y, aunque no bastan parra detenerrr al mal, si deberrrían serrr suficientes parrra acabarr con un bicho algo agrrresivo AJAJAJA