Pasillos

Empezaba a ver por donde iba. O eso creía, al menos.

- ¿Quiere que reúna a guerreros que hayan llegado y hagamos una partida de caza? -no entendía por qué no lo hacía él mismo, pero tampoco me importaba. Un poco de acción no me vendría mal. Podía buscar a Lester para que me ayudase a organizarlos. Pero había algo que seguía sin tener sentido-. Pero, ¿no es más lógico que sean los jefes los que decidan quiénes y cuándo deben ir al Bosque a acabar con la bestia?

Sonrío con más entusiasmo.

- La verrrdad... ¿No creees que los jefes estarrrán muy ocupados como parrra prrreocuparrrse por monstrruítos?

Le doy la espalda.

- Hace falta serrr un poco independiente cuando se trrrata de tu prrropia segurrridad... No se nos vaya a comer la bestia AJAJAJAJA Yo serrría poco más que un aperrritivo, ¿no crrrees?

Comienzo a caminar, alejándome.

- He de irrrme ahorrra, perrro supongo que nos verrremos prrronto en el comedorrr o así AJAJAJA. Buenos días, pequeña Massen Dew.

Sin esperar respuesta, camino hasta doblar una esquina. Entonces, sin más, desaparezco.

*se va*

Cuando Nagorr Brumm desapareció tras una esquina, me quedé un momento allí quieta, sin saber muy bien qué hacer. Por último, tomé el camino contrario al parvus, en dirección a los dormitorios. Si iba a organizar una partida de caza, mi primera invitada sería Loksass, desde luego. Después ya buscaría a otros guerreros que nos acompañasen. Estaba segura de que Alehyss Lester me ayudaría a convocarlos si se lo pedía.

*Se va*

Caminaba por los pasillos con el rumbo fijo: deseaba ferbientemente irse a sus aposentos y olvidarse del mundano ambiente.

-Barthemius, lleva los papeles a la sala común y la ropa de estos días a lavar -.Ordenó con tono suave haciendo que su vasayo se perdiese en una bifurcación de los pasillos.

Continuó caminando y tratando de despejarse un poco, casi tenía una nube en la cabeza de aquellos días. Se acordó de la medio-ceruelus y de su reacción al entrar y se sonrió con satisfacción. Aren Ferenc Darvenwish no perdía presencia nunca.

*camina*

Silvanus salió del comedor a toda prisa: quería ir a la biblioteca para leer el ''Plantas y Hongos, Volumen 2'' de Chárity Strauss que tan fascinado le tenía para anotar interesantes datos que le pudiesen ser de ayuda.
Iba corriendo con alma que lleva el diablo, Tristán le acompañaba agarrado en su hombro mientras le hacía cosquillas debajo de la oreja
-Para Tristan, eres un pesad...

PLAS!

Silvanus cayó al suelo y se oyeron decenas de cristales rotos provenientes de su enorme mochila marrón: se le habian roto todos los botes de pociones.
-MIRA POR DONDE VAS!.- dijo gritando sin para a ver la cara de aquel con quien se había tropezado, ya que estaba demasiado ocupado recogiendo los botes que rodaban aún por el suelo.
-Seras imbécil. dijo por lo bajo

El líder caeruleus se vio sorprendido por una brusca colisión de un bruto que corría por los pasillos.

-¿Qué demonios...? -Preguntó con mala cara, apartándose rápidamente del tipo con el que había chocado. Pero antes de decir nada más escuchó como el insensato de cabellera rubia soltaba un griterío totalmente impropio para, más tarde, apodar malsonantemente a su altísima persona.

El líder no dio crédito a tal desvergonzado comportamiento y se tomó unos segundos para reflexionar sobre lo ocurrido. Pestañeando despacio y cogiendo aire, miró a los lados con la vaga impresión de que aquel insecto su hubiese referido a algún tipo de ente que había quedado tapado por su magnánime persona. Pero no fue así.
Al fijarse en el muchacho, se dio cuenta de que se trataba del jovencito rubio que había topado en el hall el día de su partida. El que había quemado la alfombra.

El líder dirigió la mano con un gesto sutil al suelo, donde se encontraba la rata que lo había estorbado en su camino, y, haciendo uso de su magia, lo fue irguiendo de este hasta dejarlo colgado frente a él como si hubiese agarrado el cuello de su camisa para levantarlo.

- Espero por tu bien que semejante sarta de improperios hayan sido provocados por algún estado de idiotez extrema o conmoción cerebral, pues nadie, y con eso me refiero a NADIE, se atreve a semejante falta de respeto ante un líder de raza con tal posición como la mía -. Con esas, cerró un poco los dedos provocando, también mediante magia, que el chico comenzase a notar presión en torno a su cuello.

-No solo estabas comportándote como un karsnikar descerebrado corriendo por los pasillos del palacio sin rumbo ni dirección sino que has tenido la osadía de chocarte con tal personalidad como la mía y aun encima acusarme con tono de vil pueblerino de mala muerte que haya sido yo, Aren Ferenc Darvenwish, el causante de semejante atrocidad -. El líder asfixiaba al chico con más intensidad a cada una de sus palabras y son sonrisa prácticamente se había borrado.

Lo tiró a un lado haciéndolo golpearse bruscamente contra la pared de la derecha y luego lo obligó a mantenerse inclinado hacia él en el suelo, obligándolo a reverenciarse como los gusanos más viles de las cárceles de caeruleus.
Llevó su mano libre al cinto y sacó su arma dando un fuerte latigazo al suelo que realizó una brecha en la alfombra.

-Reza lo que sepas, despreciable insecto de estercolero, porque se te olvidará en cuanto acabe contigo -. El líder empezó a golpear al muchacho con saña y sin piedad alguna mientras lo obligaba a mantener su posición. En cuando se cansó de sujetarlo, lo liberó del conjuro sin cesar de atizarle golpes con su látigo que abrían la piel de la parte del cuerpo del chico que quedaba bajo la furia de aquella destripadora haciéndolo soltar aullidos de dolor.

Después de un rato en aquel estado de pura enajenación y cuando se vio satisfecho, dejó de dar golpes al muchacho, quien permanecía en el suelo lleno de heridas y sangre.
Se colocó el pelo, respiró hondo y susurró:

-La próxima vez que te presentes frente a mí... te arrancaré las orejas de cuajo -. Escupió al chico y se retiró del lugar colocándose la chaqueta.

*se va*

Su cara, su pecho, sus piernas, sus piés... todo su cuerpo temblaba de dolor... no... no ... podia creer que un lider, en medio de un castillo, lo hubiese dejado al borde de la murte.
Solo oía al pobre Tristán, que estaba en el suelo, empapado con su sangre, fubando y roncando hacia su agresor, y aciendo amagos de atacarle, pero sin llegar a eso...
Su cara estaba pegada al suelo por una mezcla de sangre y lágrimas... lágrimas, el pobre chiquillo solo podía llorar... no poldía articular palabra... sangre... notaba el latido de su corazón en la interminables heridas de su cuerpo...

Giró lentamente su cabeza para verle la cara a ese pezado monstruo: estaba aí, viendo como sufria... no se podía creer que hubiese una persna tan ruin en esta tierra.
Agonizaba....
Sus ojos comenzaron a quedarse en blanco, esperando encontrar un poco de compasión en aquel hombre

Su pelo ensangrentado le tapaba la cara y al verlo, cerró los ojos, y dijo muy bajito:

-No vuelvas a tocarme el pelo.
Perdió el conocimiento.

Vagué por los pasillos, repasando mentalmente mis tareas. Quería hablar con Alehyss, pues seguro que podía darme alguna buena idea con respecto a mi arma, pero no había vuelto a verla. Mientras no la encontraba, ni a ella ni a ningún otro guerrero, me dedicaría a preparar a Loksass para la cacería. Ahora que no era un simple juego infantil, necesitaba dardos más dañinos. Como los cinco especiales. Somnífero, paralizador, alucinógeno y los dos venenos, mis dos preciados violetas. Pobre de aquel que no los tratara con cuidado. Sobre todo el oscuro. Mi querido violeta oscuro.

Pero si tenía sólo cinco especiales, la idea de usarlos se hacía dolorosa. No podía desperdiciarlos. ¿Y cómo podía saber que no los estaba desperdiciando? Era demasiado complejo. Vi aparecer a un miembro del servicio, una aether que limpiaba una alfombra manchada de algo que parecía sangre. No era una visión agradable.

- Busco veneno -dije. Su mirada confusa me hizo enrojecer. Era lógico que no me hubiera entendido-. Es decir... -intenté explicarme mejor-. Para mi arma. Necesito veneno para mi arma. ¿No hay ningún sitio donde encontrar aunque sean hierbas venenosas en el castillo? Aunque se utilicen como medicina, no sé, algo habrá... -la chica me miraba con reprobación. Finalmente, suspiró.

- Pásate por la enfermería -señaló el camino-. Quizá allí encuentres algo. Quinta puerta a la izquierda.

Sonreí. Un botiquín. Tal vez eso sirviera.

- ¡Gracias! -medio canturreé. Y avancé en la dirección indicada.

*Se dirige a la enfermería*

p

Vago por los pasillos sin tener muy claro qué hacer. De pronto, mi misión ha pasado a segundo plano. Debería hacer caso a la pequeña piscis y buscar a gente para plantarle cara a la bestia del bosque, pero no tengo mucha idea de en qué lugares pueden andar los tres o cuatro guerreros. Es difícil localizar a tanta gente en un castillo tan grande.

Pienso en el aether, Heylel. Tal vez haya vuelto a la biblioteca a escribir otra carta, aunque lo primero es dejar la capa de Jager en un lugar seguro. Me dirijo, pues, con bastante desgana y dando un buen rodeo, a la habitación de las chicas.

*se va*

Me topé con Alehyss de camino a la entrada. Llevaba algo, una especie de tela o algo así. Me pregunté si sería alguna prenda de ropa o si llevaría algo entre aquellos pliegues. En cualquier caso, no me apetecía pararme a hablar en aquel momento. Le dediqué una sonrisa al pasar y seguí mi camino.

*Se dirige a la puerta de entrada*

Atravieso los pasillos con lentitud, como si al demorarme más en mis pasos se me fuera a ocurrir algo interesante que hacer. Finalmente, al ver una puerta entornada, decido que no hay motivo para no entrar, dado que realmente no tengo demasiado que hacer hasta que me encuentre con alguien.

Y vaya si lo hago.

"Vaya..."

En el interior de la sala, un lugar que parece hecho para descansar y pasar el rato, hay un sofá. Y en el sofá... Bueno...

"Aren Darvenwish..."

Alzo las cejas.

*entra a curiosear*

"Y..."

Salí corriendo en búsqueda de blues, aunque no fue muy difícil encontrarla, ya que sólo me llevaba varios segundos de ventaja. Me impulse con mis alas para poder alcanzarla y cuando pude le agarré la muñeca derecha lo más delicado posible.

- ¡Blues! - Exclamé, realmente me sentía ligeramente mal, ya que, aunque pareciera muy difícil de creer, el culpable no había sido aquel piscis, sino yo -. Blues... Por favor...

Traté de frenarla colocándome en frente de ella, ya que si tiraba quedaría aún más descortés y torpe.

El aether me había seguido. Antes de que pudiese entrar en alguna de las salas, Timber se había colocado frente a mí. Probablemente habría logrado alcanzarme gracias a sus alas. El jefe aether me cogió de la muñeca, aunque yo no tardé en soltarme. Luego, Timber se colocó frente a mí y me pidió que esperase. Fruncí el ceño. El jefe podía llegar a ser realmente irritante. Sin embargo, decidí escucharle. Al menos así me dejaría en paz. O eso esperaba.

— ¿Qué? — pregunté de mala gana —. ¿Qué quieres?

Me dio una oportunidad, no podía fracasar, tenía que aprovecharla, ¿pero cómo? Jope, esto me pasa por intentar querer solucionar las cosas que yo mismo ocasiono.
Mi madera de actor se juntó con mis pensamientos para transmitir mis sentimientos exagerados mediante el arte del drama.

- Lo... Lo siento - dije como disculpa, agachando la cabeza -. Si he hecho todo esto... yo... - estaba nervioso, no por lo que iba a decir, sino porque no sabía qué decir.

Rápidamente se me iluminó una bombilla, sería algo cruel, pero probablemente ella no se daría cuenta del todo, además, dudo mucho que se sintiese realmente halagada.

- Si he hecho eso es... porque creo que eres la mujer más bella de este palacio - dije mirándola fijamente a los ojos, con tristeza -. Sólo quería impresionarte, y no he logrado comportarme.

Mis palabras sonaron tan convincentes que por un momento me las creí hasta yo.

- Entiendo que quieras que te deje en paz - añadí con un tono más triste aún, necesitaba que me disculpase para poder dormir esta noche.

Arqueé ambas cejas. Al parecer había hecho todo eso para "impresionarme" porque era "la mujer más bella de todo el Palacio". A pesar de lo irrisorias que me parecieron sus palabras, el aether parecía sincero. Miré a los lados. ¿Qué clase de confesión era esa? ¿Y cómo pretendía impresionarme arrojándome agua? Ladeé la cabeza hacia la derecha. Aquel aether no debía de ser muy cuerdo.

— Si quieres impresionarme, haz algo útil y recoge información sobre las sectas — dije, esbozando una cínica sonrisa —. Créeme, funcionará mejor que tu intento de antes...

Pensé que igual sonaba cruel. Tampoco conseguiría nada recaudando información, la verdad. Permanecí un rato en silencio. Pasados unos segundos, dejé escapar un suspiro y le dediqué una sonrisa. El único objetivo del gesto era rebajar mi tono, para que dejase de sonar tan borde. Ni de lejos me iba a quedar más tiempo con él.

— ... Vale, acepto tus disculpas. Pero, si me lo permites, ahora tengo que ir a quitarme esto — Señalé mi camiseta, mojada, con una sonrisa —. Así que... nos vemos mañana. ¡Busca información de las sectas!

Y al terminar la frase, comencé a andar. Con un poco de suerte, el aether me dejaría en paz de una vez.

*se va*

¡Toma ya! ¡Lo conseguí! Y por un momento pensé que mi récord se iba a ir al garete. Ella se fue a cambiarse de ropa y cuando ya no podía verme me tiré de rodillas al suelo y levanté los brazos, a modo de victoria.

Poco después me levanté, me limpié y acomodé la ropa y me marché al dormitorio de los chicos.

*Se va*

Los pasillos siempre estaban desiertos. Yo quería algo de acción, pero la única acción que tenía era investigar a la asesina, y la verdad es que estaba desaparecida (Además no quería ganarme más latigazos).

Estiré los brazos hacia arriba con efusividad.

- ¡NO! -grité.

Seguí dando vueltas.

*se va*

Atravieso los pasillos con pasos cortos y veloces seguido por dos jóvenes chrysos del servicio que llevan una buena cantidad de libros apilados.

- ¡Venga, venga! ¡Más rrrápido, muchachos!

Los hago pasar delante con un gesto con la mano y les indico el camino.

- Porrr ahí. Llevadlo a mi cuarrrto y dejadlo sobrrre la mesa, ¿sí?

Ellos se van y yo me quedo solo en los pasillos, pensando. Hay una ventana que da a los jardines a un lado. Me asomo y no puedo evitar sonreír a la graciosa escena que me encuentro. Desde luego, Dehnel está en forma.

Abandono los pasillos poco después.

*se va*

¿Qué se supone que he de hacer con el cuaderno de Kettleburn? Ir y entregárselo directamente levantaría demasiadas sospechas, pero quedármelo generaría posibilidades que no estoy dispuesta a aceptar. Cualquiera podría encontrarlo en mis manos y entonces tendría posibilidades de resultar sospechosa de algo. Si me deshiciera de él, el chico podría salir a buscarlo, e incluso pedir ayuda para hacerlo, lo que podía llegar a derivar en una expedición por el bosque con terribles consecuencias de encuentro con mis cosas. No me quedaba otra... Tenía que hacer que volviera a sus manos sin que nadie lo relacionara conmigo.

La cuestión... ¿Cómo asegurarme de que sea él el que lo reciba sin reserva alguna?

Maldita sea.

*se va*

Recorrí los pasillos asomándome a las puertas y a las ventanas. En un momento dado, al mirar por una de estas que daba al jardín, los vi. Silvanus y Lestes hablando. No podía oírles, pero al menos sabía que se conocían.

Me quedaría observando por un rato, pensando qué hacer.

Aquello no quedaría así.

*se queda*

Me habían visto. Maldije por lo bajo y me aparté de la ventana, pero antes de hacerlo pude entrever la sonrisa de la chrysos.

No podía creerme que yo los hubiera pillado y ella fuera capaz de burlarse de mí. Me hervía la sangre. Pegué un puñetazo a la pared.

- Esa zorra...

Ella se lo había buscado. ¡Y yo no iba a ser condescendiente!

Los pasillos del primer piso atravesaban muchos lugares, ya que perdí el recuento del número de puertas. Eran igual de artificiosos que la entrada, además de emplear el mismo estilo propio de una edad más antigua y arcaica.
Recorrí gran parte del pasillo principal cuando me encontré una bifurcación, por lo que decidí dar media vuelta y entrar en una de las puertas, cualquiera, sólo necesitaba encontrarme a alguien para saber donde estaba el dormitorio y poder dejar mis cosas -todas dentro de mi mochila-.

Cuando me dispuse a abrir una puerta me detuve, pues si quería toparme con alguien lo mejor serí esperar en los pasillos, al fin y al cabo, serían el lugar más recorrido.

*Espera*

Caminaba sin rumbo fijo por los pasillos. No tenía nada que hacer. No había nadie con quién hablar. No quería pasear, porque aún estaba algo cansada. Y tampoco tenía hambre, por lo que no tenía sentido que fuese al comedor a pedir algo que no me iba a comer. Pensé que podía ir a la biblioteca a coger un libro. Ladeé la cabeza hacia la derecha. Eso podría estar bien. Podía ir a leer a los jardines a leer, aprovechando que era bastante temprano.

Escruté los pasillos, pensando el camino que debía escoger. Cuando finalmente recordé cómo llegar a la biblioteca, mi mirada se encontró con una chica. Alcé ambas cejas y me acerqué. La chica en cuestión era una parvus, rubia y con los ojos claros. Tenía algunas provisiones a su lado. Supuse que sería nueva.

Di un par de pasos más, hasta quedarme a un par de metros de ella.

— Hola... — susurré. Me pasé una mano por el cuello —. Eres nueva... ... ¿no? Yo soy Inger... ¿Quieres que te enseñé el Palacio...? O... Bueno, al menos los dormitorios...

Esbocé una tímida sonrisa.

Todo era muy aburrido, y estaba a punto de partir para ir en busca de los dormitorios yo sola cuando una chica de cabellos llameantes apareció ante mí, ofreciéndome sus servicios como guía del palacio.

Le ofrecí a cambio una sonrisa y me levanté de la sillas, irguiendo mi cabeza para que ella pudiera mirarme a los ojos.

- Muchas gracias - comenté dirigiéndole una reverencia.

Cogí el equipaje que había dejado en la silla de al lado y volví a dirigirle una mirada.

- Por ahora me conformaría con los dormitorios, por favor - sugerí manteniendo la cortesía.