Jardines (2)

El sol vuelve a brillar, y por lo tanto, tu obligación es brillar con él. Un paseo por los jardines a la luz de la tarde, que te acaricia las plumas, el pelo, la piel, realzando tu belleza natural, tus rasgos perfectos, tus gestos dignos de robar cualquier aliento. Como corresponde, has escogido un vestido perfecto para la ocasión, uno adecuado al tiempo y capaz de realzar tu esencia encantadora. Aunque, por supuesto, el vestido no tiene ningún mérito. ¿Qué podría no realzar lo que se realza por sí solo?

Y entonces, en tu paseo, ves aparecer a tu público y no puedes sino sonreír, encantada con su llegada. Un público distraído, un público que pretende ser difícil, pero que, como cada vez, sabes que conseguirás ganarte. Te alzas, recta y orgullosa, dejando que tu preciosa cabellera dorada enmarque exactamente como debe la cara más bonita sobre la faz de Mithos. Las alas inmaculadas se extienden ligeramente, y dejas que el sol se lance, ansioso y servil, sobre las plumas azules que normalmente mantienes escondidas, cuidadas con detalle para ocasiones como esta. Estás maravillosa, y lo sabes, y sabes que tu público lo verá en cuanto tu aura irresistible lo atrape.

-Buenas tardes -saludas con esa voz melodiosa, haciendo una grácil reverencia a quien, de un momento a otro, quedará extasiado ante lo que ven sus ojos.

Ahí está, ahí está la sonrisa, ahí está el brillo de adoración en la mirada. Ahí está ese gesto que, pese a intentar reprimirse, se escapa y declara a gritos que ya te ha visto y no podrá olvidarte. Ahí está cada pequeña muestra de todo lo que eres, de todo lo que puedes llegar a inspirar. Ya es tuyo, el público es tuyo, y no lo dejarás escapar.

Con gesto inocente, suave, remarcando con un adorable pestañeo tus preciosos ojos, niegas, manteniendo la sonrisa en tus apetecibles labios, antes de alzarte ligeramente hacia él. Así podrá admirarte mejor, sin perder el menor detalle. El público necesita que sea el artista quien lo guíe por el maravilloso mundo de la belleza, y tú eres la mejor guía que nadie podría encontrar jamás.

-Lo cierto es que no. Todavía me estoy dando a conocer, pero hay tanta gente a la que presentarse... -explicas con tono encantador, sin perder ni un instante su atención, utilizando el lenguaje corporal para mantenerlo atrapado en tu artístico embrujo-. Soy Curtis Ginger, sé que es un placer.

Con tus dedos largos y delgados, de uñas perfectamente arregladas, recoges y acomodas los rizos, sin permitir ni por un instante que pierdan su forma, y los sitúas sobre el hombro derecho. Al momento vuelves a él una mirada magnética, alcanzándolo con la dulzura de tus ojos de miel.

Encantado. Por supuesto. ¿Cómo no va a estar encantado? Ríes con suavidad, a sabiendas de que todo lo que dice es cierto. Estás preparada para llegar al corazón de todos y cada uno de los potenciales admiradores que rondan el lugar, y sabes que tu éxito será rotundo.

-Sí, ¿verdad? Hay tanta gente a la que acercarse... Pero eso lo hace todo mucho más interesante. Las multitudes resultan encantadoras, pero poder ver a cada uno de sus componentes suena todavía más interesante -respondes, convencida.

Es tu pequeño regalo para la audiencia, fruto de tu admirable generosidad. Encontrar un momento para todos y cada uno de ellos, darles la oportunidad de disfrutar de una conversación íntima contigo... Una labor humanitaria que cumplirás a conciencia, desde luego. Nadie merece la desgracia de no poder conocerte, y ya hay muchos desgraciados que nunca tendrán la oportunidad como para no facilitárselo a otros tantos.

Aleteas suavemente, dejando que disfrute de cada detalle de tus movimientos. Oh, si tan solo pudieras volar... Sabes que, después de eso, él podría morir tranquilo.

Ha tenido suerte, desde luego, dando contigo. De todas las opciones que podría haber encontrado en el palacio, ha ido a dar con la mejor. Es entretenido ver cómo ahoga pensamientos como ese, como si creyera que no eres capaz de leerlos entre líneas, en sus gestos, en sus miradas. Acabas por estirarte definitivamente, incluidas las alas, que se muestran en toda su plenitud, tan bellas como pueden llegar a serlo. Un espectáculo con el que sabes que soñará a lo largo de varias noches.

-Me esforzaré en dar con todos ellos -aseguras, convencida de hasta qué punto lo agradecerán, de cuántos suspiros provocarán tus buenas intenciones-. Quizás en el comedor dé ahora con alguno. Todavía no he cenado, y se ha hecho algo tarde...

Le estás dando una oportunidad de oro. ¿Cuántos pueden presumir de haberse sentado contigo a la mesa? Desde luego, muchos menos de los que querrían poder decirlo. Muestras de nuevo una sonrisa de esas tuyas, de las que embelesan, antes de tomar el rumbo hacia el comedor. Caminas despacio. Si no es capaz de reprimir sus ansias de seguirte, no tienes intención de dejarlo sin aliento por una carrera. Tienes muchas otras formas de dejarlo sin aliento, después de todo. No hay necesidad.

Tengo mucho sueño, y más ahora que he comido. Me costó mucho dormirme ayer, pero hoy me he levantado como siempre, aunque estaba cansado, y me fue imposible doemirme de nuevo. Al final he salido fuera para aprovechar el día, porque quizás así me despeje un poco. Además, con los días que ha hecho últimamente y esas nubes en el cielo cualquiera se fía de que no eche a llover de un momento ahora.

Me paseo entre las plantas con gesto algo cansado. Muchas deberían empezar a florecer ahora, cuando haga bueno.
Pero en Aqua... No creo que en Aqua haga bueno...

*se queda*

No puede decirse que haga un día magnífico, pero Kyoti agradece y aprovecha los vagos intentos de calor. No le apetece, con tanta humedad y frío, meterse a cazar al bosque, pero tomar el aire es algo que agradece. Va bien abrigado, por supuesto, y lleva consigo sus flechas en el carcaj, que va sacando y revisando una a una, más pendiente de su estado que del paisaje.

Sin embargo, no está tan distraído como para no percibir nada, y se da cuenta de que hay alguien un poco más allá. Al alzar la vista ve que se trata de Jun. Hace tiempo que no habla con él (lo ha visto de pasada hace poco, pero hasta entonces era un misterio dónde se había metido). En cualquier caso, parece que solo pasea, así que quizás no le moleste charlar un rato.

-Eh... hola -saluda con una sonrisa suave, acercándose-. ¿Qué tal... todo?

Se da cuenta entonces de que no tiene un aspecto muy allá. Oh, Mithos, ¿y si quería estar solo? ¿Y si le ha pasado algo? ¿Debería intervenir? ¿Será mejor que se vaya? Quizás no debería haberle dicho nada... Bien pensado, la última vez...

Menuda metedura de pata.

Al ver a Kyoti no puedo evitar abrir los ojos con sorpresa y apresurarme a dibujar una sonrisa. Estoy seguro de que algo como eso sí me levantará un poco el ánimo. Charlando con él podré distraerme.

Asiento, indicando que estoy bien, y llevo las manos a los bolsillos, buscando en ellos la pizarra. No obstante aún no la he sacado cuando cambio de idea y, en lugar de eso, le cedo el amuleto. A fin de cuentas, él ya lo ha visto en marcha. Y me ha ayudado. No creo que vaya a haber un problema si lo uso de vez en cuando. Me ayuda mucho a comunicarme.

-Dando un paseo, a ver si me despejo. ¿Qué tal tú? –le digo, cuando ya se lo ha puesto.

Kyoti toma el amuleto cuando él se lo tiende, algo aliviado por la sonrisa que le ha dedicado. ¿Quizás exageraba, y en realidad no hay de qué preocuparse? Pero Kyoti prefiere ir con tiento. No sería la primera vez que se encuentra en una situación incómoda con Jun por no haber entendido bien lo que estaba pasando. O algo así.

Muestra la flecha que lleva en la mano, con gesto vago. La verdad es que no sabe muy bien qué aportar. Y eso que ha sido él el que ha empezado la conversación. ¿Cómo puede ser tan torpe?

-Estaba... revisando mis flechas -decide decir finalmente, al tiempo que piensa en lo poco interesante que resulta el tema para tratarlo en voz alta-. Es decir... están bien, y eso. Creo. Osea, por eso las estoy revisando. Quiero decir... Bueno, supongo que ya me ha asegurado de que están bien, pero ¿nunca está de más?

Qué genio conversador.

No es hasta que dice que estaba revisando las flechas que me fijo que las lleva en la mano. Desde luego, sí que estoy dormido hoy. Tenía que haberme vuelto a lavar la cara al despertarme, que seguro que ayudaba.

Vaya.
Dibujo una sonrisa con cierto apuro.

-Yo te dije que tirásemos juntos un día y me acabar de recordar que no tengo arco –comento. Y sonrío, pero supongo que a Massen no le parecería algo por lo que sonreír-. La verdad es que se relaja uno cuando va a los jardines. Tengo que estar más atento.

A Kyoti le sorprende un poco lo que dice. Recuerda lo que Jun dijo, y esperaba encontrar un momento. Después de que desapareciera, lo dejó estar, pero ahora que ha vuelto pensaba que podría ser. Vaya...

-¿No? -pregunta-. Bueno, te puedo dejar el mío. Si quieres. O coger uno prestado. De la sala. La de entrenamiento. Es decir, se puede, ¿no? He visto que...

Entonces se da cuenta de que quizás sea una excusa. Quizás, sencillamente, ha decidido que no quiere tirar con él. Y decide callar. No quiere ponerlo en un aprieto. Prefiere ahorrarse problemas, dentro de lo posible.

Baja la vista a la flecha con un carraspeo, asegurando la pluma, que ya estaba perfectamente segura.

Lo que propone… Bueno, supongo que es lo correcto. La verdad es que no sé por qué lo he mencionado, ya que hoy no tengo ganas de tirar. Pero ahora ya lo he dicho y…
Miro un momento hacia Palacio, pensativo, y acabo por sonreír a Kyoti.

-El mío está en las habitaciones, así que de volver volvería ya a por ese –explico. Miro el suyo un momento. ¿Y no será una falta de respeto?-. A mí si me lo dejas lo acepto. Se puede tirar por aquí cerca, contra un árbol. Pero solo si no te molesta, que, por lo que sé, los guerreros suelen ser recelosos con sus armas.

O eso creo. Eso dan a entender los libros. Y sería lo normal, vamos, creo. Pero quizás sea otra de esas ideas equivocadas.

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