Balcones

Lyam vagaba por los pasillos, sin rumbo. Acababa de abandonar la enfermería, a la que había ido nada más salir de la sala de entrenamiento, y ahora mismo no sabía muy bien qué hacer. Estaba cansado, así que ni entrenar ni leer eran opciones viables; no creía que tuviese fuerzas ni que fuese capaz de concentrarse.

Como resultado de la jornada de entrenamiento de la noche anterior, tenía el cuerpo lleno de vendas. La peor parte se la habían llevado los brazos, pues fue la zona que más se quemó, pero también tenía algunas en el pecho y una rodeándole la cabeza, recuerdo del golpe con el escudo. Aquellos vendajes eran para el chrysos algo peor que las propias heridas; salvo los del pecho, todos los demás eran visibles, y Lyam no podía evitar sentirse, de alguna forma, expuesto. Las vendas le contaban a todos que le habían herido; revelaban detalles sobre algo que a él le hubiese gustado ocultar. No era una sensación agradable.

Sumido en sus ideas, no se dio cuenta de que había salido a los balcones hasta que notó un goterón en la cabeza. Confuso, frunció levemente el ceño y observó a su alrededor, intentando orientarse; mientras paseaba, no había prestado atención a sus pasos, así que no sabía cómo había llegado ahí. Iluminó ligeramente los ojos para poder ver; al hacerlo, se encontró con la espalda de Silvanus.

Lo primero que hizo fue tragar saliva sonoramente, nervioso de pronto. Desde que había vuelto, no había hablado con Silvanus. Tampoco lo había buscado, ni había preguntado por él. Ni tampoco por ninguno de los miembros que participaron en el rescate. De alguna forma, podía decirse que había estado evitando todo lo relacionado con Ignis, ocupando su tiempo con entrenamientos que lo alejasen de las ideas que bullían en su cabeza.

Pero, visto lo visto, suponía que no tenía más remedio que hacerle frente. Dena iría esa misma semana a Brontë; ayer había visto Alehyss y ahora tenía a Silvanus frente a él. Parecía que no podía seguir ignorando aquello.

—Buenas noches —murmuró, acercándose al piscis.

Me doy la vuelta, un poco sobresaltado, con las manos en el pecho y mirando con cierto pánico sus refulgentes ojos.
Mi corazón comienza a latir fuerte.
Menudo susto.
-Hola...- digo en un susurro, con voz gastada.
Me rasco la nuca y lo miro, un poco azorado. Miro sus vendas. ¿Qué le habrá pasado?
-Cuanto tiempo- mascullo, echándome un mechón de mi largo cabello por detrás de la oreja.
Me miro la derecha, también con vendas.

-¿Ya no te tiñes?- comento apretando los labios, en una débil y cansada sonrisa.

Lyam frunció levemente el ceño cuando el piscis se giró, sorprendido. Se había esperado que Silvanus estuviese cambiado, pero la forma con la que lo miró, con el pánico reflejado en sus ojos, le había sorprendido. No pudo evitar preguntarse cómo había sido aquel año para él. Aparte de horrible, claro.

—Ha pasado mucho, sí —murmuró, apoyándose en la barandilla. Miró de reojo al piscis. Su voz, al igual que su aspecto físico, había cambiado. Ahora parecía mucho más gastada, más vieja—. Lamento haberte asustado —añadió, esbozando una pequeña sonrisa y apartando la vista.

Observó el paisaje, sin interés, preguntándose qué podía decirle al piscis. Su relación nunca había sido de las mejores, así que no tenía muy claro cómo enfocar la conversación.

—Hace bastante que no me tiño —respondió, pasándose una mano por el flequillo, apartándoselo. Después volvió a mirar al piscis—. Pero supongo que pronto me teñiré. No lo sé, la verdad. —Chasqueó la lengua—. Tengo que pensarlo.

-No pasa nada... No es tu culpa. Desde que llegué estoy con los nervios de punta- respondo con la cabeza gacha, algo agobiado por aquella realidad.

-Me gustaba cuando te teñías- aclaro agarrándome a la barandilla. - Era... Divertido - añado, encogiéndome de hombros. No se me había ocurrido ningún adjetivo mejor.

-¿Entonces todo bien?- suspiro-. Si es así, me alegro.

Mi relación con Lyam siempre ha sido muy abrupta. Sin embargo... quizás pueda empezar una nueva relación con él ahora. Al fin y al cabo... ahora mismo no tengo nada contra él.

Le sonrío.

Lyam torció el gesto. No le sorprendía que el piscis hubiese vuelto con secuelas de aquel lugar. No era agradable, pero era normal.

—Espero que tus nervios vuelvan a la normalidad —murmuró, mirándolo de reojo—. Aquí en Brontë no tienes que preocuparte por nada, así que... Espero que no tarden demasiado en arreglarse.

Esbozó una sonrisa, sincera esta vez. No sabía cuánto tardaría el piscis en recuperarse. Imaginaba que mucho, pero aún así esperaba que fuese menos. No era agradable ver a nadie en ese estado.

El chrysos se giró, dándole la espalda al paisaje, y apoyó la espalda en la barandilla. En silencio, y contemplando el palacio, escuchó las palabras del piscis. Cuando terminó, lo miró, sonriendo.

—Si tan divertido era con el pelo de colores, supongo que tendré que ponerme, no sé, amarillo o así. —Ensanchó la sonrisa. Luego negó con la cabeza y suspiró. Se tomó unos segundos antes de continuar—. Y sobre lo demás... Sí. Más o menos. —Frunció levemente el ceño—. Me han pasado cosas que no esperaba que me pasasen, pero sí. Bien. —Miró de nuevo al piscis—. ¿Y tú...? ¿Qué tal estos días en Palacio?

-Sí... Bueno...- me froto los hombros.- Yo no estoy del todo seguro... O por lo menos... no me siento seguro- río forzado, hundiendo la cabeza en los hombros, algo avergonzado.

-Quita. Que igual nos toman por hermanos- bromeo, pero sin muchas ganas. Aren me dijo que tenía que recuperarme pronto y... no quiero amargarme...

-A mí también me han pasado cosas que no esperaba que me pasasen- digo llevándome una mano a la frente, apretando una sonrisa forzada. - ¿Y qué cosas son esas? Seguro que esas vendas tienen algo que ver...- digo colocándome a su lado y apoyando la cabeza en su hombro. Estoy cansado. Creo que pronto me retiraré.



FDR: Sí, bromea serio. #chan

Nada más escuchar las palabras de Silvanus, Lyam cayó en la cuenta de lo estúpidas que habían sonado sus palabras y, avergonzando, se llevó una mano al rostro, cubriéndolo.

—No. A ver. Quiero decir que... Yo —balbuceó, sin saber muy bien qué contestar. Evidentemente, el piscis tenía motivos para sentirse inseguro. Por Mithos, lo habían secuestrado ahí. ¿Cómo demonios pudo decirle aquello? Se sentía estúpido. Y avergonzado. Especialmente avergonzado.

Permaneció unos segundos en silencio, todavía con la mano en el rostro, pensando cómo explicarse. Finalmente, dio con algo.

—Lo que quería decir es que nadie va a dejar que lo que pasó se repita... —murmuró, bajando la mano para mirar al piscis de reojo. Estaba ligeramente sonrojado—. Ya verás.

Apartó la vista poco después, todavía avergonzado, y escuchó al piscis. Cuando Silvanus se apoyó en su hombro, lo miró de reojo. En otra ocasión, se hubiese apartado al instante, rehuyendo del contacto. Sin embargo, esta vez dejó que se tomase esas confianzas.

—Imagino que no te lo esperabas... —murmuró, mirando la cabellera rubia del piscis. Luego suspiró y, tras unos segundos en silencio, continuó—. Las vendas son de un entrenamiento que tuve ayer, con Alehyss. Hay unas cuantas guerreras nuevas que están dando clases, y este fue el resultado de la paliza que nos dio. —Esbozó una pequeña sonrisa—. Alehyss está mejor. Lo hizo mucho mejor que yo y no la quemaron ni nada.

Suspiró.

-Espero que Mithos te escuche...- asiento, algo frustrado.

Así que hay entrenamientos.
De golpe, comienzo a sentirme mucho más débil de lo que soy y estoy en realidad.
Mis compañeros han avanzado muchísimo seguramente en todo este tiempo y yo... no puedo conjurar un Aquaerum sin desmayarme.
Me siento fatal y ahora tengo una angustia en el pecho horrible. -Seguro que ahora eres mucho más fuerte- aclaro.- Yo... ni siquiera tengo a Altheda...- dijo recordando su daga perdida durante su secuestro.

-Alehyss... ella siempre destaca- hablo sereno.- No sé cómo lo hace. Supongo que es un don que tiene- suspiro. - Me pregunto si seguirá igual.

Lyam negó con la cabeza al escuchar las palabras de Silvanus. ¿Era más fuerte que antes? No. Seguía igual. Seguía siendo pésimo en magia, seguía teniendo una técnica de combate tosca y seguía sin saber usar grandes armas. Además, al igual que el piscis, él tampoco tenía ningún arma.

—Ojalá —murmuró—. Sigo igual de fuerte. Y perdí mi arma en la misión.

Miró a Silvanus, serio. No obstante, cuando el piscis mencionó a la chrysos, esbozó una sonrisa involuntaria. Silvanus tenía razón: Alehyss siempre destacaba. Tanto en combate como fuera de combate.

—Sigue igual, sí —respondió—. Destaca tanto o más que antes, sigue siendo igual de fuerte, igual de inteligente. —Rió—. Hasta sigue guapa, la muy capulla. Y eso que ahora tiene una herida en la cara.

Pestañeo fuerte. -¿A qué misión has ido? -me gustaría estar al tanto de todo lo ocurrido. Quizás Aren haya mandado ir a buscar otra tanda de bismontes... Me habría gustado ir y que esta vez no se enfadase como la anterior.

Río cansado ante las palabras de Lyam. -¿Te gusta? -pregunto.

Lyam frunció levemente el ceño, confundido de pronto. ¿No sabía a qué misión se refería? El piscis había estado inconsciente cuando lo rescataron, pero se había imaginado que alguien se lo diría. A fin de cuentas, algunos guerreros tuvieron que ir con él a la enfermería.

—A la de tu rescate —respondió—. Fuimos Alehyss, Heylel, Massen, Rick, una aether llamada Fier y yo. —Sonrió—. Pensé que lo sabías.

¿De verdad nadie le había dicho nada? Aquello era extraño. ¿Cómo iba a incorporarse a la vida de Palacio si no sabía ni siquiera quiénes lo habían rescatado? Era absurdo.

Como respuesta a la segunda pregunta del piscis, Lyam se encogió de hombros, sin saber bien qué decirle.

—No sé. Puede. Tal vez. No sé. —Frunció el ceño—. A lo mejor sí. No sé.

Mi mirada se vuelve sombría con cada palabra que sale de su boca. Agacho la cabeza, de modo que el largo pelo me tapa la cara.

-Pero Aren me dijo... -susurro.- Gracias entonces -le respondo, alzando la cabeza de nuevo, con los ojos algo húmedos.

Su ilusión de que Aren hubiese irrumpido en Ignis y hubiese salido airoso y sin un rasguño se acababa de esfumar por completo.
-Les daré las gracias al resto entonces -respondo, con cierto dolor, emprendiendo el camino de vuelta a la enfermería.

-...Aclárate, Lyam -le respondió cansado.


*se va*

El chrysos alzó una ceja, interrogante. ¿Qué le había dicho la víbora de Darvenwish a Silvanus? No lo sabía, pero, por la reacción del chico, debió de haber sido algo que relacionado con su rescate. Algo falso y que, además, le había hecho ilusión.

—Probablemente lo que te dijo fuese mentira —respondió, serio.

Sabía que el piscis sentía una especie de devoción por el caeruleus y que seguramente no quería que nadie le dijese que el líder le había mentido, pero tenía que darse cuenta de que Darvenwish no era de fiar.

—Me aclararé, ya verás, pero antes aclárate tú —respondió, observando la espalda del piscis, que ya había emprendido el camino de vuelta a Palacio—. Habla con los demás. Ellos te dirán que fuimos nosotros a rescatarte. Por orden de Darvenwish, sí, pero...

Dejó la frase a medias. El piscis se había ido y ya no había nadie con quien hablar. Lyam frunció levemente el ceño, observando el lugar por el que Silvanus se había ido. Se preguntaba qué le había dicho exactamente Darvenwish. Tenía algunas hipótesis, pero eran eso: hipótesis.

*se va*

Salgo a los balcones a tomar un poco el aire. No sabría describir mi humor ahora mismo. Estoy, supongo, algo preocupada por ver qué pasará a partir de ahora. Francamente, si el tiempo se detuviese ahora me sentiría muy satisfecha, pero es imposible. El estrés crece en mi interior, y no deja de dolerme el costado. Es como una especie de abrasión muy desagradable.

Me apoyo sobre la barandilla y suspiro, mirando hacia el cielo. Si pudiera volver a vivir mi vida no seguiría a Jager, pasase lo que pasase. Ni loca. Eso nunca.

*se queda*

La llegada de Heylel interrumpe mis pensamientos. Casi es agradable que lo haga. Así evitaré, por el momento, caer en algún tipo de espiral descendiente. No soy muy amante de la autocompasión en nadie, pero menos en mí misma.
Me vuelvo hacia el aether, dejando la espalda apoyada contra la barandilla, con los codos plegados y posados sobre la misma. Respondo a su saludo con un gesto de cabeza.

-Va bien. Enseguida desaparecerá por completo -me limito a decir, encogiéndome de hombros-. No te he visto desde que volvimos. ¿Qué tal la readaptación a palacio?

No estoy demasiado animada. Es una pena que nos encontremos hoy. Heylel es una persona agradable y no me gusta ser injustamente desagradable con él.

No puedo evitar esbozar una sutil sonrisa, apenas un instante, cuando habla del piscis. Sé que podría haber causado su muerte, y eso no me resulta muy tranquilizador, pero ver que ahora todo lo relacionado con el crío va bien y que Heylel es feliz con ello me anima un poco.

-Serás un buen padre -aseguro, algo seca, pero sincera.

Lo observo atentamente. Heylel, pese a su juventud, tiene la cabeza bien amueblada. Si alguien puede ser padre, es él.
Su pregunta me hace borrar la sonrisa. Me encojo de hombros para evitar ensombrecerme.

-Tirando, ya sabes. El otro día entrené con una tal Vatra en la sala de entrenamiento. No quiero que vuelva a pasar lo de la misión.

Si me hago fuerte podré protegerme. Y así...

Después de un tiempo investigando dentro de palacio (y con el estómago lleno), había dejado en el suelo a Ánor un rato, y después de olfatear el aire salió disparado.
Encontrarte a un cachorro de leanidus en los pasillos debe ser algo impactante, así que corrí detrás de él pero sin gritarle. No quería que nadie supiese que estaba rondando. 
Al girar una esquina me encontré con un bonito balcón ocupado, Ánor era lo bastante listo como para saber que no debía acercarse él solo a las personas, pero sus ojitos me pedían tomar un poco de aire.


Cogí al cachorro y me acerque sin hacer ruido, como hacía siempre pensando en qué robar, aunque sean unas palabras.

 Hablaban de una misión.



¡Qué aburrido! “Guerreros”.

Me puse en la puerta y suspiré como si llevase meses allí.

Respondo a sus disculpas con una pequeña negación. Soy orgullosa, pero no en ese sentido.

-No has de disculparte. Tampoco yo fui correcta. Considero que todos hicimos cosas mal en aquel lugar. Asumo mis errores y procuraré no repetirlos.

Me cruzo de brazos y observo el suelo. Entonces menciona a Lyam y alzo de nuevo la mirada, escéptica.

-Lyam ha estado algo frío conmigo últimamente -digo con total calma-, por lo que he preferido no tratar mucho con él.

Considero mejor eso que la verdad.

Una silueta aparece entonces en la puerta. Descruzo los brazos y observo al extraño. No sabría concretar su raza. Aunque su vestimenta no lo facilita demasiado.

-Interesante conversación, ¿no? -inquiero, seca, algo severa, pero no enfadada o agresiva.

¿Por qué he tenido que suspirar? Igual tenían algo de valor, malditos aires de grandeza.

La “guerrera” tiene cara de pocos amigos y el “papá guerrero” no me reconoce, y con razón.

Ánor ronronea.



Maldito mimoso, ¿tú no eras terriblemente peligroso?

Me acerco un poco más y dejo al "pesado" en el suelo. Tengo claro que no se va a despegar de mí y así tengo las dos manos libres.



Tanteo un poco el ambiente y saco una baraja de cartas. Estoy seguro que no saben aún de qué raza soy, ni siquiera sabrán si soy chico o chica. 



¡Qué divertido!

La chica era chrysos, eso seguro, por mucho que tuviese el pelo oscuro, y “pájaro”, pues eso... un pájaro independiente.



No creo que pueda hacer mis falsos trucos.



Le ofrezco la bajara de cartas al papá, que seguro que está más dispuesto a jugar.

El encapuchado lleva una cría de algún tipo de carnívoro en brazos. No estoy segura de qué es, aunque me hago una idea más o menos. No soy experta en cachorros.
El desconocido deja a su mascota en el suelo y extrae una baraja de cartas. Ilumino algo más los ojos para ver mejor. ¿Va a hacernos un truco?

Puesto que Heylel pregunta quién es, omito lo que iba a decir. En lugar de eso, me adelanto a Heylel, plantándome frente al desconocido encapuchado con decisión y extiendo una mano hacia la baraja, tomando yo misma la carta que ofrecen a mi indeciso compañero. Ni siquiera la miro. Mantengo mis ojos fijos en la capucha, tratando de adivinar la mirada del desconocido bajo ella.

FdR.: Roleo pausado