Comedor

Al verlo acercarse, inclinarse sobre la mesa, dibujo media sonrisa, respondiendo a su desafío con una mirada que no se queda atrás, pícara incluso.

-Créeme, he visto cosas increíbles a lo largo de mi vida. Es difícil asustarme -respondo, con falsa ambigüedad.

Luego las cosas se ponen serias, y entonces ya no es momento para sonrisas ni para comentarios con doble sentido. A medida que me va contando lo sucedido me van viniendo a la mente imágenes desagradables. Me basaré, por lo que dice, en que ningún guerrero a muerto. No soy de las que empiezan con ataques de histeria nada más enterarse de una noticia como esta...

-Vaya... -murmuro, cuando acaba, notando la boca ligeramente seca-. He de admitir que no esperaba esa clase de respuesta -. me llevo una mano al flequillo, con gesto cansado, seria-. Sinceramente, no sé cómo debo reaccionar exactamente a eso.

Es como irreal. Al no ver rastro de cadáveres, al no verlo todo lleno de escombros, al no haberlo vivido... Me siento como si no hubiese sucedido nada, pero, de hecho, es la verdad.

Aunque no puedo quitarme esta repentina sensación desagradable del cuerpo, no puedo evitar, al escuchar sus últimas palabras, su petición, relajar un poco la expresión y asentir con lentitud. No es que le quite importancia a este asunto. De hecho, como él dice, si no he perdido a nadie tendré menos de qué lamentarme. Y ya tendré tiempo de lamentarme más adelante, cuando conozca el verdadero alcance del supuesto ataque.
La cuestión es que hace tres semanas y pico tuve que ver cómo morían algunos de mis antiguos compañeros, participando activamente en ello, pensamiento que regresa al conocer esta noticia. Sinceramente, lleva carcomiéndome la cabeza una buena temporada, y aunque suene egoísta, si todos los guerreros viven, si eso es verdad, me gustaría relajarme un poco, aunque sea solo durante un rato.

-Por supuesto -coincido, con un asentimiento-. No pretendo torturarte con preguntas ahora mismo.

En otra situación lo haría. Pero estoy algo cansada. Y, una vez más, confío en que nadie haya muerto... Espero que Madame Desmarais me dé los detalles luego. Todos.
Qué irónico. Ha muerto gente, pero el ser humano es tan egoísta que se consuela pensando en que no ha muerto cierta gente, sin más.

-Aparte de eso, ¿cómo has pasado este mes sin mí? -inquiero, seria, aunque esbozando una ligera sonrisa solo con las comisuras, tratando de ayudarlo a relajar un poco el ambiente, repentinamente más tenso.

Entré en el comedor charlando animadamente con Jun, y al llegar eché una mirada al lugar en general, más por costumbre que otra cosa. Al hacerlo, sentí cómo me quedaba tiesa en el sitio, sintiendo un leve cosquilleo de emoción. Alehyss estaba un poco más allá, en una mesa, charlando tranquilamente con Gerald. Sentí que me invadía una extraña sensación de alivio. Desde mi vuelta, y tras algunas investigaciones, había descubierto que se había marchado del palacio, pero una nunca estaba segura del todo hasta comprobar las cosas por sí misma.

Miré un momento a los chrysos, preguntándome si les importaría una interrupción. Bien pensado, ¿qué más daba eso? La última vez que había visto a Alehyss estaba entre rejas, no podía no ir junto a ella, aunque solo fuera a saludar.

Me volví hacia Jun y le señalé la mesa donde estaban.

-Tengo que ir a hablar un momento -indiqué, algo nerviosa, y eché a andar hacia allí.

Cuando llegué junto a ellos, carraspeé para llamar su atención. Por alguna razón, me sentía intrusa. Me acerqué un poco más a Alehyss, con una tímida sonrisa, y saludé a ambos con un gesto. De pronto, no sabía qué decir.

-Eh... Hola... -murmuré apenas. Céntrate, Dew-. Hola, Gerald. Siento interrumpir. Alehyss. Volví y no estabas, y... -Reparé entonces en las muletas que había junto a ella, con expresión alarmada-. ¿Pero estás bien?

De nuevo, recupera ese tono pícaro que insta más a una conversación poco seria. Me gusta lo serio, sí. Desde que era una niña. No obstante, hoy quiero relajarme un poco. Corbin me agrada, es sencillo estar con él, peor no es la compañía más grata para estar un mes a solas. En este tiempo he aprendido a apreciar otras facetas suyas, pero la de gran conversador no fue la más explotada, desde luego.

-Se te ve muy melancólico -bromeo, sarcástica.

Se inclina de nuevo, hacia mí, y presto atención, entre curiosa y divertida, pero entonces la puerta se abre. Hubiese mirado de quién se trataba, sin más, e ignorado directamente, pero tras saber de lo del ataque y ver, concretamente, a Massen... Es inevitable que no ensanche la sonrisa al verla acercarse. Con ella está el chico al que salvamos, el claritas, que se mantiene un poco al margen.

Invito a la piscis a sentarse a mi lado. Creo que la última vez que la vi, no, sin duda, la última vez que la vi seguía estando en las mazmorras. Ya parece que fue hace tanto...

-Siento no haberte avisado. Estuve fuera un tiempo. Volví hoy mismo -respondo, calma. Al ver su expresión, sin embargo, no puedo evitar la sonrisa, casi tierna-. Nada que no se cure -tranquilizo, mirando de reojo al chico de pelo blanco, que espera obedientemente, mirándonos con curiosidad.

Sonreí a ambos, pero negué a la invitación a sentarme, mirando a Jun de reojo. No era mi intención que esperara como una mascota, pero entendía que se sintiera desplazado. Ni siquiera sabía si los conocía.

-No quiero molestar -declaré, segura-. Solo venía a... bueno, a saludar. Es que cuando volví lo encontré todo hecho un desastre y tú no estabas por ninguna parte y, bueno, si estás bien no importa. Ya tendremos tiempo de hablar en otro momento con calma -. Me volví hacia Gerald-. Es dura de roer -le aseguré, convencida.

Contuve el impulso de darle a Alehyss un abrazo. La verdad era que había estado muy preocupada, pero supongo que había sido sin motivo. Bien pensado, si había estado fuera durante el ataque significaba que ni siquiera había corrido peligro. Me preguntaba adónde habría ido, aunque dada su condición en los últimos meses, cualquier cosa era posible.

Volví un momento la vista a Jun.

-Bueno, me están esperando -me excusé-. Ya nos veremos por aquí, ¿vale? Buenas noches.

En realidad me hubiera gustado quedarme a hablar con Alehyss, pero al estar también Gerald me sentía un poco cortada. No era que tuviera nada contra el chrysos, pero lo conocía poco, y en una situación como aquella no era mi principal preocupación conocer a los otros guerreros. Buscaría a Alehyss en los próximos días.

Pronto estuve de nuevo con Jun, y nos sentamos a una mesa un poco más allá.

-Mithos, pues ya era hora de que diera señales de vida -le comenté en voz baja, con gesto claramente aliviado.

Massen declina el asiento, refugiándose en su acompañante. Es, sin duda, el niño claritas, aunque está muy cambiado. Pronto será un hombrecillo, aunque muy joven para mi gusto. De todos modos, por lo que tenía entendido, ya no estaba en palacio. No es alguien con quien tenga que ver, pero ya hablaré con Massen sin él delante para curiosear un poco.

Me levantaría para saludar a Massen, pero es imposible, y ella tampoco se sienta, de modo que creo que dejaremos el bonito reencuentro para más adelante. Parece tener prisa por irse. No me sorprendería que, simplemente, estuviese cohibida por Gerald, aunque la presencia del claritas no ayuda mucho a la cercanía.

-No te preocupes. No desaparecería sin dejar rastro para siempre sin avisarte -respondo, esbozando una sonrisa. Aunque, de hecho, podría darse el caso fácilmente-. Me aseguraré de que nos encontremos pronto. No podré entrenar demasiado en un tiempo, de modo que estaré aburrida. Mándame una nota si te no me encuentras.

La despido, manteniendo la sonrisa, siguiéndola con la mirada hasta que se reúne con su amigo. Luego, con un gesto casi perezoso, regreso al chrysos.

-Disculpa -murmuro, algo contrariada-. Creo que estabas hablando.

Massen está en perfecto estado. Es una persona menos de la que preocuparse.
Un alivio.

Nada más entrar Massen se detiene. Juraría, incluso, que se pone blanca. Al seguir su mirada me encuentro al chrysos del otro día, Gerald, al que saludo con un gesto, y a otra chrysos, una mujer. De piel morena y ojos verdes, enseguida me doy cuenta de que no puedo dejar de mirarla. Tiene unos rasgos armónicos, pero duros... Es como si mezclase en sí misma el concepto de "bonita" o "guapa", pero al mismo tiempo fuese atractiva.

Me ruborizo cuando miran en mi dirección, nervioso. Debí haberme acercado, ahora que lo pienso, pero los pies no me responden. Soy un maleducado. Ojalá pudiese meter la cabeza en algún agujero para que no me mirasen así...

Cuando me doy cuenta, Massen ha vuelto. Nervioso, tomo asiento, tratando de evitar la tentación de volver la vista hacia la otra mesa.

"¿Quién es?", me atrevo a escribir, claramente cortado.

FdR- Womanizer

Pronto nos atendieron y pedimos la cena. Luego me volví a Jun, que preguntaba sobre mi encuentro con los chrysos.

-Él es Gerald, y ella Alehyss -respondí, con una pequeña sonrisa-. A él no lo conozco mucho, pero Alehyss estaba en Brontë antes incluso que yo, así que fue una de las primeras personas que conocí aquí. Estaba conmigo la noche que llegaste a Brontë, cuando fuimos a buscarte. Es muy buena luchando.

Eché un vistazo de reojo. Alehyss estaba cambiada, y yo estaba tan nerviosa que ni siquiera había hecho ningún comentario al respecto. Aunque, conociéndola, probablemente no le daría importancia. Estaba guapa.

Parece que ya se ha producido el bonito reencuentro y los mayores pueden seguir haciendo cosas de mayores. Me giro para descubrir al niño claritas esperando por Massen. Mira que rápido ha espabilado. Le dedico una sonrisa cómplice y un gesto con la cabeza a modo de saludo.

—No os acostéis tarde, eh —Le digo a Massen, metiéndome un poco con ella a modo de despedida. Cuando Alehyss se despide de ella yo ya estoy prestando de nuevo atención a mi cerveza, pero cuando pregunta por lo que le estaba diciendo, mi atención sobre ella regresa y, con la misma, la sonrisa picajosa.

—Ah, sí. Decía que no soy el que más ha sufrido con tu ausencia. Al parecer tienes un admirador que se jacta mucho de tener el favor de la increíble e insuperable Alehyss Lester —Le explico con tono burlón, mirándola con cachondeo rebosando por todos mis poros.

Vuelvo a centrar mi atención en Gerald, y, llegado un punto, no tengo muy claro si debo sonreír o mantenerme serena. Lo cierto es que estoy relajada, con la guardia baja, y más tras el encuentro con Massen Dew. Pero, por mucho que la conversación haya transcurrido de manera bromista, llegado este punto no tengo claro si quiero que siga en esta dirección.
Me permito el lujo de seguir relajada, aunque la sonrisa se borra para dar lugar a un rostro monocorde, expectante, calmo.

Un admirador. Alguien que dice tener mi favor.
¿Increíble? ¿Insuperable? Ni siquiera yo misma digo esas cosas de mí.
Mithos.
¿Quién podría decir algo así de mí?

Esbozo una sonrisa, como quitándole importancia al tema.

-No sé por qué, pero siempre acabo con admiradores allá donde voy -comento, con calma, manteniendo un sutil tono bromista.

Alehyss... Vaya un nombre extraño. Pero siento que no es la primera vez que lo escucho. Me quedo pensando en él un instante, como si lo paladease, aunque no puedo comprobar su sonoridad. Una pena. Y no voy a pedir a Massen que lo repita.

"A él lo conocí hace poco", escribo, antes de olvidar responder.

Antes de poder percatarme, he vuelvo la cabeza y los miro. Él habla, sonriente, con un aire seguro de sí mismo. Ella, por su parte, tiene una sonrisa más recatada, como si algo la incomodase, como si fuese tímida, como si fuese una mera formalidad. Incluso las aristas de su rostro son suaves, como...
Agito la cabeza, volviendo en mí, mirando una vez más a Massen, alarmado.

"¿Ella me salvó también?", pregunto, por confirmarlo, casi alarmado, notando cierto rubor.

¡Claro! De eso me sonaba. ¡Ella participó en mi salvación! Es una más de los héroes que me rescataron. Debo hablar con ella para poder agradecérselo, igual que con el resto. Es una necesidad.

Luego escribo varias cosas, borrándolas todas. Finalmente, la que muestro a Massen es esta:

"Sí que parece fuerte..."

Ya con el plato delante, seguimos conversando un poco. Leí a lo que escribía.

-Él lleva menos tiempo, creo, pero no sé cuánto exactamente -expliqué-. No sé qué tal es como soldado, aunque tiene pinta de ser fuerte también. Ni siquiera cómo pelea.

Asentí a la pregunta de Jun, confirmando lo que ya sabía.

-Iba conmigo y con Lyam y Follow. Follow se quedó con los mercenarios heridos, y los otros tres fuimos a buscarte al bosque -expliqué.

En realidad, no íbamos a buscarlo exactamente, pero el caso es que lo encontramos. Jun pareció dudar, pero cuando me enseñó la pizarra yo asentí con rotundidad.

-Lo es -aseguré, sin dar opción a réplica.

Lyam... Follow... Y esa mujer.
A Follow no lo conozco. Es el que me queda, por tanto. Y Alehyss...
Alehyss...

La miro de nuevo, sintiendo escapar el aire de mis pulmones, sin querer, en forma de un suspiro. Al darme cuenta, veloz, me apresuro a comer. No sé qué me pasa... Fue similar con la jefa de los chrysos... ¿Será cosa de chrysos? Aunque, ahora que recuerdo, aquella aether, en las mazmorras, también me hizo sentirme raro.

"Tendré que agradecerle que me salvara, entonces", escribo, nervioso, mirando a Massen con los ojos brillantes,tratando de ocultarlo en vano. "Quizás un día puedas presentármela para que pueda darle las gracias".

Me apresuro a llenarme la boca de nuevo.
Ya basta. Esto deben de ser las hormonas de las que tantos libros hablan. Pero no creí que funcionasen de este modo.

Miré a Jun, que parecía extrañamente nervioso, con una sonrisa divertida. Aquellas miradas a la mesa de los chrysos eran llamativas, desde luego, y ni siquiera con esa piel tan oscura podía ocultar bien el rubor. Me dediqué a comer con calma, observándolo con curiosidad. Miré de reojo a Alehyss, y luego a Gerald. Debía tenerlos a todos suspirando por ella, por lo visto. Y tampoco era de extrañar...

-Por supuesto -aseguré, tratando de ocultar el tono divertido-. No sé si ahora es muy buen momento, pero un día de estos te la presento sin falta.

Aunque antes quería hablar yo con ella. Me parecía muy bien que Jun quisiera hacer vida social o agradecer la ayuda de los guerreros o lo que fuera, pero para mí, lo primero era lo primero.

-Es guapa, ¿eh? -pregunté, con ganas de meterme con él.

A medida que habla... Ni siquiera sé describir exactamente lo que empiezo a sentir. Son demasiadas cosas. Y los resúmenes se me dan bien, aunque muchos se me han quejado de escueta al respecto.

Fuerzo una sonrisa, algo más tensa esta vez. Siento la necesidad de masajearme la mandíbula, pero no lo voy a hacer. No voy a darle el placer a nadie de ver ese gesto, esa señal de debilidad. Aunque duela, hay que mantenerla, cordial.

-No te tenía por el tipo de hombre que marujea, Gerald -comento, tratando de aprovechar mis palabras para relajar los músculos de la cara-. Aunque si quieres comprobar si soy la guerrera a la que nadie hace sombra tendrás que esperar a que me recupere -continúo. A estas alturas es más que evidente mi postura, pero prefiero no introducir detalles escabrosos en la conversación y, simplemente, fingir indiferencia.

Fingir. A estas alturas es fingir, tanto para mí, que la finjo, como para él, que lo sabe. Pero las apariencias siguen siendo hermosas, pese a todo. Y hay niños mirando. No voy a montar una escena de ningún tipo.

Su último comentario, tan directo, hace que enarque una ceja, involuntariamente, tomada por sorpresa.

-¿Vas a acostarte conmigo? -inquiero, alzando ligeramente el mentón, esbozando una sutil sonrisa, casi con escepticismo.

Sonrío, agradecido, lanzando una corta mirada a la otra mesa. Es mi deber, al fin y al cabo, ser educado y dar las gracias, aunque ya haya pasado tanto tiempo. El abuelo valora mucho la educación, y es algo que ha sabido inculcarme desde pequeño. Considero, como él, que una persona correcta debe tener, cómo no, su buena parte de educación.

Me encuentro, sin quererlo, asintiendo a lo que Massen dice. Al darme cuenta, repentinamente azorado, me vuelvo, negando por acto reflejo. Esta negación me hace detenerme y, sintiendo las mejillas arder, termino encogiendo los hombros.

"No me fijo en esas cosas", escribo, poco convencido.

O no me fijaba. Últimamente estoy que no me reconozco...

No pude evitar que se me ensanchara la sonrisa hasta el punto de hacerse evidente. Casi me daban ganas de reír.

-¿Ah, no? -pregunté con voz inocente-. Por un momento tuve la impresión de que sí. Serán imaginaciones mías.

Pobrecito el chico mayor, que le daba vergüenza hablar de chicas. Al final, estaba en la edad. De mayor no tenía nada de nada.

-Bueno, pues si no te fijas, te lo digo yo -resolví, divertida-. Es un bellezón. Y encima es lista y fuerte. De lo mejorcito de Brontë.

El tema más difícil se ha acabado. Ahora todo puede volver a la normalidad. Y estará bien porque no pienso darle vueltas más adelante. Sinceramente, tengo problemas mucho más importantes. No perderé mi tiempo recordando las palabras de Gerald una y otra vez.
Fin.

Pasa al siguiente tema: al sexo. Gerald siempre me ha parecido el tipo de persona que piensa en poco más que en eso. No digo que sea alguien simple, ni que no tenga otras preocupaciones. Pero esas cosas se sienten. Es como si fuese a intentar acostarse con cada chica guapa que se encuentre, aunque esta sea... El adjetivo es irrelevante.
No quiero dármelas ahora de espía profesional. Es una obviedad. Solo soy sarcástica.

-Dudo que tus pechos se igualasen a los míos, si llegases a tenerlos -bromeo, dejando que la comisura derecha se curve, casi zalamera, pero sin arrastrarme.

Hace mucho que no tengo el placer de tener relaciones. Sin embargo, creo que hay poco más erótico que estarse muriendo de dolor mientras lo haces, pero creo que si hubiese algo peor sería no sentir nada debido a los calmantes. Hoy por hoy, creo que podría aplicarme las dos.
Una pena.
En serio. Siento pena al pensarlo.

-Me gusta ver que tienes metas altas -. Me apoyo sobre la mesa, inclinándome ligeramente hacia adelante, entretenida-. A las mujeres les resultan atractivos los hombres seguros de sí mismos -añado, como dato, ladeando la cabeza un par de centímetros a la derecha, dejado que el flequillo resbale, rozándome la frente.

Si no los supieras, no serías así. Si a las mujeres les gustasen los hombres con un cuerno verde en medio de la frente, Gerald, tendrías el más grande de todos. No hace falta que me lo expliques.

tengo el infantil impulso de querer taparme los oídos con las manos para no escucharla, pero sería un poco ridículo, por lo que sonrío, inofensivo, evitando por todas las formas volverme una vez más para no hacer el ridículo.
De modo que además de buena guerrera, que se admira, y de guapa, que se aprecia con la vista... ¿Es lista?

Contemplo a Massen, dubitativo, pero finalmente, arrastrado por la curiosidad, escribo.

"¿Gerald es su novio?"

Sinceramente, me da igual. Ya no es que aspire a ella o no. Ni siquiera me planteo la posibilidad de intentar aspirar a tener ningún tipo de contacto no amistoso con una mujer. Nunca lo he pensado, hasta que la chrysos se me acercó tanto en la sala de entrenamiento, y nunca más desde entonces.
Pero no puedo evitar querer saberlo. Quizás sea de eso que algunos llaman "tipo con suerte".
No sé cómo funciona ese mundo, la verdad. En la Torre esto no pasaba.