Pasillos

Me siento llevar en brazos. Gerald va a salvarme... Es un buen tipo... Aunque no sé cómo piensa hacerlo...

[...]

Cuando me doy cuenta estoy tosiendo todas las putas esporas. Cansada, débil, me doy cuenta de que, además de Gerald, está el tipo este... ¿Nugorr? Como sea...

-Joder, ya me decía mi madre que era malo fumar -gruño, con gesto hostil.

Cuando el jefe habla bajo la vista. Supongo que si voy volveré a ser una carga.
Me pongo en pie, jadeando.

-Yo me quedo ayudando al viejo. Tú rómpeles las pelotas a los que quedan -digo, arrogante, con una sonrisa.

No sé cómo puedo mantenerme de pie.

Al cabo de un rato noto la zona más tranquila. Finalmente parece que he acabado con la más extensa del palacio. La reconstrucción de todo esto va a resultar problemática, pero creo que será mejor dejarla para mañana.
De todos modos, si veo que en algún lugar peligra la estructura me encargaré de arreglarlo ahora.

Me vuelvo hacia la chica, que ha permanecido sentada desde que el chrysos se fue. Bendita juventud. No me hace falta hacerle preguntas. Se nota que está preocupada.

-Parrece que se encuetrra bien -digo, finalmente, comenzando a ordenar a los golems que se disuelvan.

Iré a echar un último vistazo. Se lo hago saber mientras le digo que se ponga a salvo. Quizás la enfermería no sea un buen lugar, ya que habrá gente que la necesitará más que ella, pero que se vaya a descansar no es mala idea.

*se van*

Paseaba por los pasillos en dirección a las habitaciones. A pesar de que había tenido más suerte que mi compañero, y mucha más suerte que un montón de personas, me encontraba tremendamente cansada. Tras el enfrentamiento en las escaleras, y tras hacerme cargo de mi compañero, había estado vagando por Palacio, buscando algún lugar donde poder ser de ayuda. No había conseguido mucho; más bien, todo lo contrario. Las vueltas que di sólo sirvieron para que me topase con infinidad de cadáveres, y para que me sintiese algo más inservible.

Suspiré. Menuda noche. Esperaba que todos los demás estuviesen bien. Rick, Heylel, Gerald, Corbin... ¿Cómo estarían?

El panorama en los pasillos era horrible. Veía cuerpos, sangre y a algunos de aquellos bichos que había visto a veces, con muchos tentáculos y ojos, también tendidos, muertos. Todo aquello me recordó también a Prosper. Esta vez yo había logrado proteger algo, peor no suficiente... Una vez más había acabado inconsciente, inservible... ¡Maldición!

Una figura me hizo alzar la vista, separándola de la catástrofe. Abrí mucho los ojos, sorprendido por su presencia y corrí hacia ella. La atraje hacia mí nada más alcanzarla, apoyando su cabeza en mi pecho, húmedo del agua del lago, y abrazándola.

-Menos mal... -susurré, aliviado.

Una vez salvada ella, quedaban el resto de personas importantes. Tendría que ir averiguándolo.
No me atrevía a preguntar si sabía algo.

Antes de que llegase a los dormitorios, Rick apareció de entre los catástrofes y me abrazó, atrayéndome contra él, apoyando mi cabeza en su pecho, húmedo. Durante unos segundos, me mantuve estática, preguntándome dónde habría estado y si sabría algo de alguien más, pero finalmente lo rodeé yo también con los brazos.

Tragué saliva.

—Estás bien... —murmuré.

Me aparté de ella un momento. La besé en una mejilla, en la otra y, finalmente, la volví a atraer contra mí, con más fuerza.

-Estaba asustado... Pero eres fuerte...

Esbocé una sonrisa algo pesada. Los días siguientes serían tristes, pero un guerrero fuerte como yo debía poder afrontar cosas como aquella. Si los ánimos iban a decaer necesitarían a un buen hombro Dehnel en el que llorar, y yo debía ser fuerte para ellos...

Dejé que me besase y que me estrechase con más fuerza, sin decir nada, sin hacer nada. Asentí levemente cuando dijo que era fuerte.

—He tenido suerte... —admití.

Exactamente igual que la última vez. En el primer asalto a Brontë, Corbin me había salvado; en el segundo, aquel hombre lo había hecho. Me pregunté si alguna vez podría valerme por mí misma, si podría llegar a no depender de la ayuda de los demás para acabar con quién se me pusiese delante.

A veces lo dudaba.
Miré a Rick unos segundos. Luego me separé un poco de él y lo besé suavemente.

Cerré los ojos cuando me besó. Hizo que, por un instante, sintiese que estaba arropado. Sin embargo, pronto terminó. Los cadáveres seguían allí.

Esperaba que Lea hubiese entrado dentro.

-¿Te han herido? -pregunté.

Yo tenía los cortes de la cara y algún moratón, pero nada era demasiado grave. Ella tampoco parecía herida, pero quizás lo estuviese bajo la ropa. Aunque se movía con soltura, así que supuse que estaba más o menos bien. Todo lo bien que se podía estar después de algo como aquello.

-Deberíamos descansar... -murmuré, algo ausente.

Miré fuera un instante. Se veían diversas zonas destrozadas... Las instigaciones también habían sufrido lo suyo...

Negué con la cabeza. Era cierto que dos de los bichos me habían atacado en las escaleras, pero no me había pasado nada. Como mucho, me dolían un poco las rodillas por la caída. Y seguía teniendo los pies helados, pero nada grave.

—No... Estoy bien. —Lo miré—. Sólo tengo un poco de frío.

Esbocé un amago de sonrisa y volví a besarle. Luego, al escuchar su propuesta, asentí. Quería descansar, dormir. Y teníamos que encontrar un sitio para hacerlo. Bien pensado, tal vez las habitaciones no fuesen habitables ahora mismo.

*se van*

Atravesaba los pasillos cansado. Los ojos me escocían mucho, y los brazos colgaban a los lados de mi cuerpo, como dos pesos muertos, acabados en mis dos manos burdamente vendadas con trozos de mi ropa. De todos modos, estaba dispuesto a ayudar en lo que hiciese falta. No era aquel un momento para que un noble Dehnel se asustase del dolor. Lo que había hecho durante el día no me parecía, para nada, suficiente. Mucha gente había sufrido y merecían que yo los tuviese en cuenta, trabajando lo que hiciera falta y más.

*camina*

Al ver a Silvanus esbocé una sonrisa cansada y me detuve junto a él. Estaba barriendo y no parecía demasiado animado. Era normal, pero... él había sufrido un secuestro largo hacía poco tiempo. Seguramente para él el peligro era mucho más tenebroso que para mí, que además de no secuestrado tenía valientes genes Dehnel.
Sabía que Silvanus estaba bien porque lo había visto el día anterior en el lago, pero apenas habíamos hablado. Ante su gratificiencia, solo puedo negar, sereno.

-No tienes que dar las gracias por algo como eso... Volvería a ir hoy mismo sin dudarlo, y las veces que hiciera falta. No me gusta abandonar a un buen amigo a su suerte.

Recordaba la primera vez que lo había visto. Aren Darvenwish acababa de latiguearme y él, un recién llegado Silvanus, me había aplicado una extraña crema calmadora en la espalda. Desde aquel momento había sabido con certeza que no podría dejar que nada malo pasase al chico.

Puse una mano vendada en su cabeza y le revolví el pelo, suspirando, pero sonriendo de todos modos. Parecía más joven de lo que era.

-¿Sabes qué fue aquello que nos salvó en el lago? -pregunté de pronto, recordando a aquel bicho nadador.

Un nargüino... Era la primera vez que escuchaba hablar de un bicho como aquellos. Por lo que decía Silvanus, eran algo tontos y apestosos, pero buenos tipos. Yo, sin duda, volvería al lago a darle tripas si era aquello que comía.
Reí la broma de Silvanus. Sí, era cierto que por llevar todo el día trabajando olía algo mal, y desde luego yo era noble, leal y, según decían muchos, grande. Me alegraba no ser tonto, porque, si lo fuese, estaba seguro de que ya tendrían un buen mote para mí.

-Lo cierto es que no sé ni qué nos pasó en los jardines a Lea y a mí, fue muy rápido, pero la mujer aquella nos salvó y llevó al lago... No sé qué podría habernos pasado de habernos quedado en los jardines... ¿Sabes quién es esa mujer? -inquirí, mirándolo.

Sabía que podía sonar mal, pero al ver que Inger estaba bien también yo sentí alivio, pese a los muertos. A veces uno no podía evitar ser egoísta.

-También a mí me alegró verte sano y salvo en el lago -respondí, torciendo una sonrisa.

Silvanus era un buen amigo. Su muerte hubiese sido un golpe muy duro.

-Ah, sí. Esa extraña y tetuda mujer. -Digo pensativo, tamborileando con la punta de uno de mis pies en el suelo.- Pues ni idea, tío.- Digo rascándome la nuca.- Desde luego, un guerrero no tenía pinta de ser y si lo es, debe llevar aquí mil años, porque dominaba a la perfección todas las técnicas o al menos eso dejaba ver. Sin embargo, tenía voz adulta. No tiene pinta de ser una cría. No sé. Yo si fuera tú dejaría un mensaje en un papel en el tablón de anuncios con la descripción de la mujer y si alguien la ve o la conoce, que te responda debajo.- Río.- Realmente ahora a mí también me pica mucho la curiosidad.- Digo arrugando la nariz.

-¡Ah ah! ¡Se me olvidaba! Heylel me dejó una carta antes de irse despidiéndose de Inger de ti y de mi porque se volvía a ventus con su mujer y con el pequeñito ese piscis. Maslow. Parece que al final, los tres han tenido un agradable final.- Explico.- Quizás debería escribirle con respecto lo ocurrido en Brontë pero por otra parte, no quiero preocuparle en absoluto.

De modo que Silvanus tampoco conocía a la mujer. Ni Lea, ni Silvanus, ni yo... Daba por hecho que tampoco Telma sabía nada, y, en caso de saberlo, se lo tenía bien callado. Quizás, como él decía, debía investigar por ahí, pidiendo conocer a mi salvadora para agradecérselo. Aquella era una excusa de lo más noble para investigar a alguien. Además... Aquella mujer... Quizás había sido porque nos había salvado y aquello me hacía mirarla con ojos guminosos, pero tenía el perfil "viuda" perfecto, según había podido apreciar.

-Si consigo saber algo te lo diré -dije al piscis, sonriendo. Aunque primero habría que arreglar los problemas del castillo.

Cuando dijo lo de Heylel no pude evitar sonreír, alvidiado. Otro que también estaba a salvo, y además feliz con su mujer y su hijo. Algún día yo también sería así, aunque no tenía tanta prisa como el buen aether.

-Has hecho bien no preocupándolo. Al fin y al cabo, no habría tenido tiempo de venir y solo se angustiaría. Es un tipo sensible -dije, asintiendo con los ojos cerrados, como si dijese una gran verdad-. Viéndolo casado y con un hijo hace que uno sienta que pierde el tiempo, eh -reí, cansado, dando una palmadita cariñosa en la espalda del piscis.

¿Tendría Silvanus una bonita novia con la que estar después de los horribles acontecimientos? La compañía femenina ayudaba mucho después de aquellas cosas.

FdR- Síiii, Heylel a salvoooooooo
FdR2- Síiiiiiii, mujeeeeres

-Ya. Qué aburrido es.- Digo con una sonrisa.- Lo mejor es estar soltero.- Miento para hacerme el duro. A mi me encantaría vivir la vida de ensueño de Heylel con Aren en su palacio y desayunar juntitos y bañarnos juntitos y darnos de comer el uno al otro y salir a pasear de la mano juntitos también... Sé que algún día todo eso llegará. Sólo tengo que esperar un poquito más...

-¿Y tú qué, Denhel? ¿No tienes pensado dejar tu noble apellido esparcido por el mundo?- Río mientras me froto la nariz.


FDR: Si, bonito. SÍ.

Lo miré extrañado, aunque con una sonrisa. Así que estaba soltero. Chaval... ¡No sabía lo que se perdía! Como los paseos y el sexo a todas horas. Bueno, Brontë no era un lugar para tener aquellas cosas, pero estaba seguro de que, de no ser esta mi situación, tendría todo aquello y más. Pero entre la guerra y el entrenamiento...

-Algún día encontrarás a alguien que hará que dejes de pensar eso -aseguré a Silvanus, sonriendo, sin querer, seductor.

Era tan dulce que a veces uno hasta se equivocaba de forma de actuar. ¡PERO ÉL ERA UN MACHOTE! ¡UN MACHOTE COMO YO!

Cuando me hizo "LA PREGUNTA" no pude evitar reírme, con cierto nerviosismo. Era verdad que mi apellido debía crecer, importante e imponente, pero... sentía que el momento todavía no era el indicado. Aunque en mitad de una guerra, como habíamos podido comprobar, la desgracía podía aparecer en cualquier momento.

-En las canciones de mi familia dicen que tomando a una mujer en cada ciudad se aseguraban la descendencia, pero creo que yo esperaré a formar una familia algún día, como Heylel. ¡No creo que fuese capaz de ir de mujer en mujer así como así!

Me ruboricé. Quizás si fuesen atractivas viudas o... Pero las viudas no tenían hijos.

Asentí y reí, como él. La verdad era que éramos unos expertos en aquellos temas. Yo era muy sabio en mujeres, pero a Silvanus también se le notaba una gracia innata. Seguro que le gustaba estar soltero porque las tenía a puñados, bribón...

-¡En ese caso yo acudiré a seguir retirando escombros y reconstruyendo! Creo que les vendrán bien mis brazos poderosos.

Lo cierto era que, pese a mi fuerza, con las manos en aquel estado tampoco podría hacer demasiado. ¡Pero un Dehnel no se rendía antes de empezar!
Me despedí de Silvanus con la derecha, alegre, aunque cansado.

-Espero que nos veamos pronto.

Y así, aunque hubiese cien ataques, tendría que prometerme que volvería a verlo, de modo que ambos sobreviviríamos. A no ser que ambos muriéramos... ¡PERO AQUELLO NO ENTRABA EN LOS PLANES DE RICK DEHNEL!

*se va*

El chrysos avanzaba por los pasillos en dirección a los jardines, sumido en sus pensamientos. Desde la conversación que había tenido con la caeruleus, no dejaba de pensar en sus palabras. Qué le había dicho, qué no le había dicho; las preguntas que le había hecho, las respuestas que le había dado. El chrysos se había visto sorprendido por el conocimiento de la mujer; al hablar con ella, no imaginaba que supiese tantas cosas sobre él. De algún modo, aquello le había inquietado, preocupado incluso. ¿Cómo lo sabía? ¿Por qué lo sabía? ¿Acaso había hecho algo mal a lo largo de los últimos años? ¿Acaso no se había escondido bien? ¿O acaso la mujer tenía contactos en todas partes? Sin embargo, aquella pequeña hipótesis, el hecho de que la caeruleus pudiese tener una enorme telaraña de personas a su servicio, infiltradas en diferentes grupos, escondidas en diferentes ciudades, también lo aliviaba de alguna forma. Saber que a cambio de un precio podría saber el estado de la flamma ayudaba a calmar sus miedos. Desde que se habían separado, solía en su cabeza se repetía siempre la misma pregunta: cómo estaba. Y ahora que sabía que estaba bien, ahora que sabía que alguien podía darle aquella información, se sentía como si se hubiese desprendido de una enorme losa. Y saber que, en caso de que la respuesta fuese no, no está bien, también pudiese conocer su paradero, calmaba sus preocupaciones. Si lo quisiese, si lo pagase, podía irse y encontrarla.

Probablemente no había nada que lo animase más entonces. A fin de cuentas, tampoco había nada por lo que se arrepintiese tanto. No por el hecho de haberse ido, sino por haberlo estropeado todo. Cuanto más lo pensaba, más seguro estaba de que todo podía haber sido diferente. Como toda su vida en Palacio, realmente.

*se va*

Avanzaba por los pasillos con paso tranquilo, aunque no estaba dando un paseo. Tras una mañana dedicándome a trabajar en el cementerio, donde iba a enterrarse una buena parte de los fallecidos, me había retirado al interior del palacio, en busca de otro tipo de trabajo. No tenía problema con ayudar aquí o allá, pero me hastiaba dedicarme a lo mismo durante mucho tiempo, así que buscaba alternar actividades de normalización.

Así pues, tras un pequeño descanso, buscaba ahora algún otro foco de trabajo en el que colaborar. Los daños no habían sido poco, pero la movilización general estaba devolviendo el lugar a su situación habitual con bastante rapidez. No era para menos; tras un ataque así, no podíamos permitirnos parecer expugnables.

*camina*