Pasillos

Entro de nuevo a palacio, agarrando la manta sobre un brazo ahora que ya no necesito cubrirme de la lluvia. Es bastante deprimente volver a tiempos como estos, donde se recuerda que la muerte está presente.

Al doblar el pasillo y levantar la cabeza miro a un chico aether al que no había visto anteriormente y, a juzgar por sus maletas, supongo que puede ser hasta lógico. Pero lo que me hace apurar hasta él no es la novedad, sino su aspecto. Al llegar cerca lo ayudo a mantenerse en pie, sosteniéndolo por un brazo.

—¿¿Estás bien?? ¿Qué te ha pasado? No tienes buen aspecto, ¿estás buscando la enfermería? —Pregunto, nervioso y apurado. ¿Habría sufrido él algún ataque?

El chico parece algo desconcertado y no consigue hablar con claridad, estoy empezando a preocuparme demasiado. Cuando siento su falta de fuerzas, le paso un brazo por la cintura y dejo la manta en el suelo para que no me impida agarrarlo bien. Con la otra mano le sostengo el brazo sobre mis hombros.

—No te preocupes, ahora lo primero es ayudarte —Intento hacer que ande algunos pasos junto a mí para llegar a la enfermería. —¿Mi casa? No, esta no es mi casa, esto es el palacio de Brontë. Pero tranquilo,no te esfuerces ahora —Intento tranquilizarlo.

Cuando voy a responderle una vez más que sí vamos a la enfermería, Frikka aparece preguntando lo que yo mismo he pensado.

—Hola, Frikka. Lo he encontrado así por el pasillo. ¿Me ayudas? —Le pido a la caeruleus con gesto suplicante. Así iremos más rápido. El chico parece seguir divagando sin saber qué le ha pasado exactamente.

—No has disgutado a nadie. ¿Has venido volando? ¿Alguien te perseguía? —Pregunto, todavía algo nervioso.

Frikka no tarda en echarme una mano pese a su actitud perezosa. Mientras, el chico no deja de decir cosas que suenan bastante aleatorias.

—Volar es seguro siempre que tengas precaución. De todas formas, dentro de los terrenos de Brontë no podemos alzar el vuelo por culpa de los hechizos así que nadie se te caerá en la cabeza —Comento a Frikka, añadiéndole algo de comicidad al asunto para quitarle hierro.

Miro sus alas y sí que tiene una un poco tocada, pero ninguna flecha. Me da un pequeño escalofrío. En este lugar siempre hay aethers con problemas con sus alas y no consigo acostumbrarme. Las secuelas de Gabrielle me persiguen todavía hoy.

—No, no es una flecha, parece más bien una pequeña rotura, pero no es nada irreparable —Intento tranquilizarlo.

Aunque intento ignorar un poco sus palabras al ver que habla un poco sin saber lo que dice, miro a Frikka cuando dice que estaba volando y de pronto calló.

—¿Estabas volando cerca del palacio? —Pregunto, frunciendo el ceño. A ver si ha tenido la mala pata... —Por cierto, ¿cuál es tu nombre? Yo soy Heylel y ella es Frikka —Pregunto. Con todo el agetreo ni me lo había planteado.

—Frikka, por favor... —La miro un momento, abriendo algo más los ojos, aunque no puedo evitar reírme un poco. Qué mala es esta chica.

Parece que el aether ya puede decir cosas un poco más coherentes.

—Es un conjuro que cubre los terrenos del palacio, así que técnicamente no deberías estar volando por los alrededores. Forma parte tanto del entrenamiento como de la protección del lugar —Me paro a explicarle, aunque me doy cuenta de que seguramente no se enterará de mucho ahora mismo.

Miro las cosas que tanto aferra cuando Frikka se las intenta quitar para facilitarnos el trabajo. También se me ha pasado eso.

—Ah, tranquilo, los chicos del servicio te lo llevarán a la enfermería o a las habitaciones —Le aclaro para tranquilizarlo. Menudo aturdimiento lleva encima, espero que no se ponga revelde el resto del camino.

Llevaba un rato vagando por los pasillos. Estaba completamente desorientado y me perdía cada dos por tres pero al menos había sobrevivido mi primer día solo. Me lo había pasado buscando mi equipaje pero no había habido suerte. Debería pensar en encontrar algo para cenar... Al girar una esquina vi a un hombre bastante grade y decidí acercarme a preguntarle. Parecía nervioso, no paraba de ir de un lado para otro y llevaba algo en brazos. Le posé la mano en el hombro para llamar su atención.

-Disculpe, podría decirme...-En ese momento todo el hambre que sentía se hizo patente en un fuerte rugido que salió de mi estómago. Me puse del color de su pelo.

Cuando se giró bajé la mirada avergonzado y me topé con la de un bebé.

-La verdad es que no llevo demasiado en el palacio y... Digamos que no he tenido la oportunidad de explorar. Aún me pierdo mucho así que no como cuando quiero sino cuando puedo. -Mientras hablaba el joven había comenzado a andar. Espero que hacia el comedor, no sé si puedo fiarme de la gente de este sitio.

De pronto paró en seco, me tendió la mano y comenzó a decir títulos y nombres de antepasados. Me quedé mirándolo fijamente asombrado hasta que la criaturita lo interrumpió y lo hizo callar, no sé si dejándolo un poco desilusionado por no haber podido seguir con el recital.

-Es un verdadero placer conocerle Rick Dehnel.-Dije devolviéndole el apretón de manos con firmeza. -Y...También es un placer conocerle a usted, pequeño Lyo. -Le di un toquecito en la nariz con el dedo índice. Sonreí al bebé y miré al tal Rick. -Tiene usted un hijo adorable. -Le dije con una de mis mejores sonrisas de cortesía.

Le escuchaba boquiabierto. O lo habría hecho de no ser eso una tremenda falta de educación. Cuando me dijo que el niño no era suyo me quise morir. No había dejado de sonreír pero se le notaba afectado por el comentario.

-Oh, siento mi falta de tacto. Pero la verdad es que sí lo parece. Lo lleva usted como...Como un verdadero profesional de la paternidad.-La verdad es que aunque no pensara eso no habría podido decirle otra cosa; hablando del niño se le iluminaban los ojos. Tampoco se podía decir que el niño fuera a estar desprotegido con semejante armario empotrado cuidándolo. Cuando se henchía de orgullo parecía que llenaba la habitación. Dice que es caballero... Aproveché para cambiar de tema, ya había metido la pata con lo del niño suficiente.

-Dice usted que es usted noble y ha mencionado ser caballero, ¿no?-Si él servía a Brontë podía aprender algo de él, después de todo vivía con una especie de libertad condicional y necesitaba ir aprendiendo en qué consistía todo. Y nunca viene mal llevarse bien con nobles de verdad para afianzar a la familia...

Sonreí ante la emoción que le ponía a todo cuando hablaba del niño. Caminaba con paso decidido y más deprisa cuanto más se emocionaba pero no tenía yo todas conmigo de que siempre fuera en dirección al comedor. Pero el palacio es enorme, así que quién sabe...

Definitivamente era noble. Probablemente incluso hubiera coincidido con alguno de sus familiares en mi estancia en Ignis...Tampoco quería pensar en esos años ahora. El comentario me atravesó como una flecha, ni si quiera me fijé en la reacción del pequeño Lyo. Mierda, joder. No aprendo. Si nunca digo mi nombre normal que luego la gente sospeche de mí.

-Soy Adain F. Stoke.- Dije haciendo una reverencia y abriendo ligeramente las alas. El gesto hizo que me llegara un latigazo de dolor de la herida pero era necesario. Un gesto de dolor se dibujó en mi cara pero intenté disimularlo.-Para servirle. Soy el menor de una noble familia de Ventus asentada en Ignis. Mi familia posee numerosas tierras y abastece mercados de todo Mithos con nuestros productos. -No era necesario dar más detalles. Por su puesto jamás le habría dicho algo así a un aether noble, podría empezar a hacer preguntas y descubrir que mi nobleza no tenía tanta antigüedad.

-Además soy caballero también; de Brontë. Aunque me temo que no tan experimentado como usted, a juzgar por su porte.

Atravieso los pasillos con calma, mirando al frente. Al llegar a uno de los cruces del pasillo me encuentro con un pequeño grupo de personal de palacio que habla a un volumen medio, pudiéndose escuchar lo que dicen. No obstante, mantengo mi intención de seguir adelante, y apenas oigo un par de palabras: aether sospechoso, mazmorras...
Me detengo un momento cuando ya los he rebasado, volviéndome hacia ellos. Un muchacho lo percibe, y me mira. Estoy a punto de seguir mi camino, con gesto avergonzado, cuando se me acerca. Porta un saco de cartero.

-¿Es usted la señorita Marianna Hélix? -me comenta, mirando un sobre que saca del mismo.

Asiento con suavidad, volviéndome por completo hacia él, con las manos situadas sobre el regazo.

-Sí, soy yo -respondo, con una sonrisa cordial, amable-. Buenos días -añado, mirándolos a todos.

Él sonríe, correspondiendo al saludo, y enseguida me entrega la carta. Antes de que pueda continuar, ha metido la mano de nuevo en la bolsa, y me entrega un par de sobres más y un pequeño paquete cuadrado.

-Pues feliz cumpleaños, supongo -comenta, con una sonrisa.

No puedo evitar una risa suave, algo azorada, y me acomodo las gafas con un gesto, asintiendo con cierta vergüenza, cogiendo todo lo que me ofrece.

-Muchas gracias por su trabajo -agradezco, con una leve reverencia, risueña.

-Que tenga usted un buen día -me responde él, calándose la gorra.