Pasillos

No sé qué está pasando exactamente, pero el alboroto es suficiente como para haber excitado a Vilo, que ha salido corriendo por los pasillos sin previo aviso. Me siento algo ridícula avanzando detrás, llamándolo y tratando de detenerlo. Parece interesadísimo en todo lo que pasa a su alrededor. Lo suficiente como para no hacerme el menor caso.

-¡Vilo, vuelve aquí! -acabo por gritar, ya enfadada por su actitud.

Parece que al fin se lo piensa y se detiene, volviéndose hacia mí. El ambiente está tenso, eso es un hecho. Vilo también debe de sentirlo. Al llegar a su altura lo tomo en brazos (empieza a ser un poco grande para esa clase de transporte, pero por hoy lo haré) y continúo por el pasillo, hasta dar con un grupo de guerreros.

-Disculpad -hablo con voz suave, amable, como me es costumbre. Entonces me doy cuenta de que conozco a una de ellos, y no puedo evitar dirigirme más a ella-. ¿Ha pasado algo?

Una voz inquisidora hace que vuelva a recobrar el sentido. En frente de mí se encontraba una chrysos de tez morena, Alehyss, si mal no recordaba. Parecía alarmada, probablemente ella sí tuviera amigos por los que preocuparse. Otro chrysos apareció por otro lado, también preocupado, con sed de respuestas y escupiendo preguntas.

Hice un gesto negativo con la cabeza ante las preguntas de ambos.

- Me temo que sé lo mismo que vosotros - ladeé un poco la cabeza (siempre mirando hacia arriba) para comprobar más detenidamente al chico chrysos: pelo negro, complexión delgada, ojos marrones...

Su agobio su exaltación provocaron una sensación extraña en mí, el pecho me dolía, ¿qué era? ¿Culpabilidad?

Entonces dos más llegaron, provocando uno de ellos que desechase todos mis pensamientos hasta el momento y volviendo a la normalidad. Era Lea, la flamma con la que había ido a una misión. Me llevé la mano derecha al brazo izquierdo, recordándola como si se hubiera tratado de la semana pasada. Sin embargo, la atención de todos se desvió hacia el otro, un caeruleus que parecía saber con más detalle la identidad de los, o mejor dicho, las fallecidas.

- En el pueblo... Resulta extraño... La gente allí suele ser amigable con los de Brontë... - No sabía qué decir, pero no me sentía con el derecho de llorar las dos muertes.

Nunca me había dado cuenta de lo difícil que resultaba no sonreír.

Me vuelvo hacia él cuando llega.

-Lyam -llamo, acercándome un poco, pero no estoy como para ponerme a preocuparme por alguien que, evidentemente, está en perfecto estado. Escucho, entonces, lo que Elektra tenga que decir. Sin embargo, no es más de lo que yo sé. No tarda en unirse más gente. Desde luego, la veracidad de esto parece poco dudable-. Piscis y flamma -repito, tensándome algo más, mirando al caeruleus-. ¿Quiénes...? -. Aprieto la mandíbula, callando. Ha dicho que no lo sabe.

Cuando pregunta la flamma, Lea, vuelvo el gesto hacia ella. No se ha dirigido hacia mí, pero respondo de todos modos, tras una breve pausa.

-Se han encontrado dos cadáveres en el pueblo. Dos mujeres, de Brontë. Piscis y flamma -. Los miro a todos, con gestro grave, tensa-. ¿Alguno ha visto a Massen Dew?

El chrysos alzó mucho las cejas, completamente sorprendido, cuando escuchó la voz de Alexander Price. De reojo, observó al caeruleus, al que creía que no volvería a ver en su vida y que, sin embargo, ahora, justo ahora, estaba ahí, a su lado, con una mano apoyada en su hombro. Parpadeó. No entendía. ¿Qué? Había dado por hecho que se había ido, después de lo de Silvanus, por algún motivo que ya hacía mucho que había dejado de importarle pero que ahora, al verle ahí, cobraba de nuevo importancia. ¿Por qué había vuelto? ¿Dónde había estado? Durante unos segundos, el chrysos permaneció inmóvil, observándole, como si no creyese lo que estaba viendo. Luego, cuando el caeruleus comenzó a explicar todo lo que sabía, Lyam se apresuró para apartarse de él, acercándose, en su lugar, a Alehyss.

Lyam frunció el ceño y escuchó con atención al caeruleus: dos guerreras, en el pueblo de paso, una piscis y otra flamma. Al parecer, una de ellas era extremadamente poderosa, pero la habían encontrado abierta como un animal. Lyam apretó la mandíbula. ¿Por qué sabía tanto precisamente él? ¿De dónde había sacado la información?

—¿Quién te ha dicho todo esto, cómo te has enterado? —preguntó, serio. Miró de reojo a Alehyss—. ¿Cómo de poderosa se dice que era una de ellas?

No había muchas guerreras que estuviesen consideradas extremadamente poderosas. En su opinión, Alehyss podía ser una de ellas, pero Alehyss estaba bien, así que no debía haber muchas más opciones.

Una mujer desconocida apareció de pronto, preguntándole qué ocurría. Antes de que el chrysos pudiese responder, Alehyss le explicó todo lo que sabían. Cuando la muchacha terminó de hablar, Lyam se dirigió de nuevo a Alexander:

—Tú. —Lo señaló con un movimiento de cabeza—. Dices que no conocías a las guerreras. ¿Conoces a Massen Dew? Es una piscis joven.

De reojo, miró de nuevo a Alehyss.

-Lyam, Lyam, Lyam... un mago nunca revela sus secretos. No creerías que iba a aparecer como un perrito abandonado. Alexander Price siempre tiene respuesta para todo.- Se sacudió el pelo con afán.


-Bueno, no llevo mucho por aquí, no sé "tanto" como creéis. Sin embargo... Siguen en el hall. Quizá os interese comprobar los cuerpos con vuestros propios ojos. Aunque... recuerdo escuchar a una chiquilla que me advirtió que buscase a los líderes así que no sería de extrañar que alguno anduviese por allí.- Analizó.

-Claro que conozco a Massen Dew. - Objetó sin más.

Caminó con orgullo entre ellos y, con su muñón bien escondido, pasó de una forma rimbombante entre todos ellos. - Ya nos veremos, muchachos~

*se va*


FDR: menudo cristo me estoy montando con los tiempos verbales XDD esto de rolear con varios a la vez me lía xDDDD

Me apoyo contra la pared, conteniendo la respiración. No quiero ponerme como la última vez. No quiero porque hoy no está Gerald, y nadie va a salvarme, y porque debo mostrar entereza.
Nos han echado de la entrada cuando hemos preguntado. Ver los dos bultos de pasada me ha hecho dar un vuelco el estómago, y ahora estoy pálida, más que de costumbre; lo sé sin verlo. Apenas vi las caras un instante, pero...

Esto es lo que... Es una auténtica... No puedo creerme que... Parece una broma macabra, por favor... De todas las personas...

-Mierda... -mascullo, para mí, frotándome la cara con las manos.

Busco a Buscador con la mirada y termino por acercarme a él, asiendo un pliegue de su ropa con la mano, mirándolo con cierta consternación. No quiero que algo como esto empiece de nuevo. No sé afrontar este tipo de situaciones.

-¿Estás bien...? -inquiero, mirándolo, con tono preocupado, desorientada.

Me siento perdida, algo mareada, pero la voz no me tiembla tanto esta vez. Solo que se me nota algo débil de todas formas, estoy segura.
Gerald... Debo ser fuerte porque él no está para ponerme a salvo. No soy la misma Frikka que entonces.

Siento cómo voy palideciendo, y cómo el peso de Vilo se va volviendo más evidente entre mis brazos. Increíblemente, permanece quieto. Aunque yo no estoy en condiciones para sostenerlo mucho más tiempo. Trago saliva. Mithos... Creía que estas cosas no eran habituales. ¿Por qué...?

El caeruleus parece ser el que más sabe de todo esto. De todas formas, su información es poco precisa. No conozco mujeres piscis ni flammas lo suficiente como para preocuparme por nadie en particular. Me preocupa el hecho en sí, no los nombres. Ese es uno de los motivos por los que decido no ir hacia el hall. El otro, creo, es evidente.

Trato de componer un gesto serio, profesional. Aunque, por más que lo intente, mi estado interno no se corresponde con eso. Dejo a Vilo en el suelo.

-Creo que, si los líderes se están encargando, acercarse solo supone estorbar -razono, tratando de sonar convincente-. Es mejor intentar reducir el caos. Es lo que hace falta ahora mismo.

No espero respuesta. Haciendo un gesto a Vilo, vuelvo por donde he venido. Necesito sentarme. O algo. Algo que detenga esta sensación de angustia.

*Se van*

Las palabras de Buscador me hacen sentir frío de pronto. Cuando me doy cuenta, siento cierta humedad en el rostro: una sola lágrima cayendo de cada ojo. Me froto veloz, con el brazo, y aparto la vista de él, sintiendo una sensación muy desagradable en mi interior.

-No, joder... No era su destino -murmuro. Vuelvo a mirarlo, y ahora tengo el ceño fruncido; parezco furiosa-. ¡NO ERA SU JODIDO DESTINO! SOLO ESTÁ MUERTA PORQUE LA HAN MATADO. No entiendes nada. Eres como un animal sin putos sentimientos. Ella te buscaba. ¡Dijiste que le darías hijos! ¡Deberíais tener cien nombres cada uno si la muerte os importa tan poco! -. Miro de nuevo hacia la puerta, fuera de mí-. Pregúntale a ella si deseaba morir. No puedes, claro. Pero seguro que su respuesta hubiese sido que no.

Lo miro de nuevo, fulminándolo con la mirada. Y, pese a todo, no quiero irme. Me siento algo insegura. No quiero quedarme sola, hostia.

Massen Dew, uno de los pocos nombres del palacio que reconocía, al menos sabía que estaba bien, y que no había sido una pérdida de tiempo aprenderse su nombre. Al parecer los cuerpos aún se hallaban en la entrada del lugar, escoltados probablemente por algún que otro líder. Me pregunté entonces qué impacto tendría todo eso... ¿Unos meses de precaución extra y vuelta a la normalidad, esperando a que otro desastre igual ocurra? La extraña sensación volvió a mi pecho, ¿era Brontë un lugar seguro? Claro estaba que habíamos venido a servir al palacio, ¿pero de qué modo?

- ¿Se sabe si estaban enviadas de misión? Es decir... - Titubeé un segundo, sentía como si esa no fuera mi conversación, pero ya había abierto la boca -. Si fuese así, sería posible conocer el causante y la razón de las pérdidas.

Supongo que era algo que a todos nos concernía, ¿estaba su muerte justificada, o fueron ellas como podríamos haber sido nosotros?

- Además una era especialmente poderosa... - Mi voz se volvió de nuevo susurrante.

Todo esto me pone de los nervios. Al menos el tipo ese dice conocer a Massen, lo que me quita una enorme losa de encima. Ahora lo que queda es ir a reconocer la situación.

-No sé más que tú -informo a Elektra-, pero iré a comprobarlo. Ven si quieres.

No estoy de humor para esperar una respuesta, pero tampoco ella parece interesada, como Lea, en ir a ver qué sucede; solo Lyam. Me despido, pues, de la parvus con un gesto fugaz, y enseguida estoy caminando con él hacia el recibidor.
Por el camino veo a Follow y Frikka, la caeruleus. Parecen algo alborotados. Supongo que ya saben más que yo, pero creo que tardaré poco en averiguar qué sucede. Al menos podré centrarme un poco más.

Que cunda el pánico es lo peor que puede pasar en momenos como este.

*se van, y Elektra se va por su lado*

Sus palabras resultan frías, pero claro... Él lo ve así. ¿Debo obligarlo a que sufra?A que tema? No lo entenderá. No tengo fuerzas para hacerlo. No es la muerte de ella la que me afecta en particular, sino el miedo, como la última vez. Porque estas cosas me hacen ser cobarde. Porque no soy capaz de enfrentarme a ese agobio helado que me inunda desde dentro.

-El que ha hecho eso puede seguir buscando a más gente a la que hacerle lo mismo -replico, bajando la vista, sin fuerza.

Tengo miedo.

Alzo la vista cuando se acerca. El contacto es escaso, pero me calma un poco. Su tranquilidad resulta tranquilizadora. Termino apoyando la cabeza en su pecho un momento, conteniendo las ganas de dejarme estar aquí mismo, sentarme, y ya no levantarme.

-A mí no me cogerá... -murmuro, sin más, con la vista baja, cansada, clavada en las piedras del suelo.

No me esconderé. Lucharé si hace falta. No soy la misma que la última vez. Puedo encargarme de esto. Es lo justo. Es necesario. Alguien tiene que hacerlo. Luchar. Luchar.
Vivir.

Parecía que la situación era más grave de lo que pudiera sospechar. Necesitaba saber qué pasaba exactamente. Necesitaba saber quién. Por qué.

Pero, por lo visto, había escogido el camino equivocado. Buscaba la entrada para encontrar respuestas, pero las respuestas que vi no se correspondían con mis preguntas. Frené en seco en mitad del pasillo. Ni siquiera me veía en condiciones de reaccionar a aquella escena.

Los miré un momento. Después, me di media vuelta y me fui de allí. Encontraría la información en otra parte. En una mejor.

*Se va*

A pesar de que ambos chrysos se habían acercado a la entrada en busca de respuestas, no habían conseguido nada. Nada más llegar, los líderes los habían echado, obligándolos a irse, dejándoles apenas un instante para ver qué había. Lyam había intentado protestar, molesto de pronto por el secretismo que parecían tener, pero comprendió antes de hablar que hacerlo no serviría de nada; como mucho para enviarlo a las mazmorras o algo semejante, y él no tenía ningunas ganas de meterse en problemas por su curiosidad. Así pues, ambos se habían vuelto sobre sus pasos.

Mientras caminaba, Lyam sentía daba vueltas a las cosas, repitiendo lo que Alexander había dicho, tratando de encontrar algo, lo que fuese. Se sentía un poco frustrado al no hallar absolutamente nada.

Sin dejar de andar, se acercó a la chrysos.

—Probablemente se sepa algo en unos días... —murmuró; en su voz podía percibirse un rastro de esa frustración.

Aprieto los dientes, furiosa. Esto está acabando con la poca paciencia que me queda. Apenas he visto dos bultos, y al volver la pareja ya no estaba. Esto es estresante.

-¡Me da igual "dentro de unos días"! -gruño, molesta, caminando con pasos rápidos por el pasillo, buscando algún rostro nuevo-. Necesito información. No aceptaré verme envuelta en este maldito caos sin poner ninguna objección. En último caso...

En último caso la buscaré a ella, a Madame. Quizás si me encargo de ponerme a su servicio, como aliada suya, me corresponda algo de información adicional. Lo que no soporto es estar estúpidamente en medio de esta confusión, perdiendo tiempo y energía.

Lyam chasqueó la lengua, molesto, y siguió a la chrysos, dando largas zancadas.

—¡¿Y qué quieres?! A mí también me molesta. —La miró—. Pero no podemos hacer nada. —De nuevo, chasqueó la lengua—. Y pedirle información a Madame sería absurdo. ¿Sabes lo que me dijo la última vez que intenté averiguar algo así por mi cuenta? Que pensase mejor lo que pido, porque luego me arrepentiría de haber pedido información de algo que en un par de días ya tendría. Y gratis.

Maldijo por lo bajo. Era increíblemente frustrante, y que la chrysos gritase no ayudaba. Para nada.

—No creo que los líderes se callen y nos dejen sin ningún tipo de respuesta. Probablemente no nos den demasiada información al principio, y seguramente no nos lo digan todo, porque, bueno. Creo que es evidente. —La miró—. Pero si en vez de perder los nervios intentamos calmarnos y pensar, entonces seguro que encontraremos algo. Para empezar, que una de las guerreras fuese considerada poderosa ya dice bastante, al menos de la identidad de una de ellas. ¿A cuántas de tus compañeras las definirías así?

Él, personalmente, a ella. Y si no era ella, entonces no había muchas más opciones. Las muchachas de Flavia, tal vez. Aunque ya habían muerto dos de ellas.

Tras unos segundos en silencio, añadió:

—En caso de que no sepamos nada en un par de días, yo le preguntaré a Madame, por estúpido que resulte.

La miró de reojo.

Aprieto la mandíbula, aunque su consejo, el de madame Desmarais, no deja de ser desagradablemente bueno. Ahora mismo no es que la prisa me sea necesaria, ¿no? De hecho, los del pasillo, Follow y Frikka, quizás supiesen algo.
Busco a los lados, pero, obviamente, no se encuentra aquí. Termino por detenerme un momento, y me froto la frente con los dedos, frustrada, pensativa.

-Joder -gruño, lanzando un vistazo a la ventana, aunque no sirva de nada-. Necesito saber qué pasa. Es importante -insisto, de todos modos, seca, pero algo más calmada-. Sea como sea, quizás acudir a Madame sea algo peligroso, pero puede que a estas alturas se haya filtrado algo más. El servicio, otros guerreros... Quizás no sea el momento más apropiado para preguntar a los líderes, pero me encargaré personalmente de hacerlo si no tengo respuestas mañana.

Dejo ir el aire por la nariz, en una espiración fuerte, agobiada.

Lyam se detuvo cuando la chrysos se paró al lado de una ventana y suspiró. Entendía la frustración de la muchacha; él mismo sentía algo similar. Sin embargo, también entendía que con esa actitud no iban a conseguir demasiado, y que lo mejor en aquellas ocasiones era mantener la calma.

Se acercó a ella, a la ventana, y tras unos segundos de duda, rodeó sus hombros con un brazo, sin mirarla.

—Intentaré hablar de nuevo con Alexander, el tipo con el que nos encontramos antes. —Suspiró—. Igual sabe algo más. O, mejor dicho, tal vez quién le haya hablado de lo ocurrido sepa algo más. —Bajó la vista—. Y buscaré mis notas de todo lo que ha pasado en Brontë, incluido el último ataque; hace poco que las ordené, así que no debe llevarme demasiado. Si las quieres, te las presto, aunque probablemente no sirva para nada.

La miró.

Lo miro de reojo, todavía reacia, aunque más calmada.

-¿Alexander era el caeruleus? -inquiero, apretando la mandíbula al terminar de hablar. Asiento, sin nada que añadir. Supongo que si tiene más datos será útil hacerlo. Y lo de las notas tampoco me hace variar el gesto, pero asiento de nuevo-. Por supuesto. Un enfoque diferente podría ser interesante -comento, con un encogimiento de hombros algo vulgar, dada la situación-. Yo buscaré información a mi manera. Y a Massen -añado. Sigo queriendo verla, pese a todo.

La calma no podía durar. Era obvio.

Asintió.

—Sí. Lo conocí hace mucho, antes que a ti incluso. —La miró de reojo—. Es un noble, de Caligo. Un imbécil, vamos. —Frunció el ceño—. Silvanus era algo así como su esclavo. Desapareció poco después del secuestro de Kettleburn, creo, y no lo he vuelto a ver hasta ahora.

Alexander, ¿por qué había vuelto? Era absurdo, mucho más que Heylel volviese. Suspiró.

—Te las pasaré mañana. Tengo mala letra, así que si no entiendes algo, pregunta. De todas formas, lo más interesante que podrás encontrar es lo del sello de Masslow y la posible relación entre el último ataque a Palacio y la banda que secuestró a Silvanus.

Bajó la vista.

Abro ligeramente los ojos, asintiendo, pensando para mí. Me olvido por un momento de que estoy en los pasillos, dándole vueltas a las cosas, nada más. Bruscamente, vuelvo a mirarlo, tensa.

-No. Ahora. Dámelas ahora -insto, con tono casi agresivo, mirándolo fijamente, notando cómo los ojos se me encienden un instante.

Cuanto antes mejor. No hay tiempo que perder. Ni un minuto. Así mañana podré ponerme en marcha. De recibirlas mañana todavía tendría que examinarlas, y tardaría más en hacer el resto. No es que sean una prioridad, pero yo misma he faltado a algún evento, y no conozco a todos los que moran o han morado en Brontë, por mucho que llegase a intentarlo.
Quizás eso me ayude. Es como una complementación de mi propio estudio, de mis propias notas, solo que buscábamos cosas diferentes.

Al escucharla, el chrysos torció una sonrisa y la soltó. Se acercó un segundo a la ventana, observó un instante el exterior, y luego se giró para mirar a la muchacha.

—¿Se te ha ocurrido algo? Porque, en ese caso, me encantaría que lo compartieses —preguntó, curioso, ligeramente menos serio que antes. Negó con la cabeza—. Tengo que buscarlas. Si no te importa esperar, vente. Supongo que no pasará nada porque entres un segundo en los dormitorios, si no quieres esperar fuera.

Tras permanecer unos segundos más en los pasillos, ambos reanudaron la marcha. Mientras caminaban, el chrysos comenzó a explicarle qué tenía escrito.

*se van*

Había perdido la noción del tiempo. Me retumbaba la cabeza y lo único que tenía claro era que me había perdido en esa maraña de pasillos en la que me había metido. Costándome respirar y con el ala dolorida seguía aferrado a mis dos cofres y a mi maleta; era todo lo que tenía para vivir, perder el dinero implicaría tener que volver a casa. O malvivir como un pordiosero.
-¿Hola?-volví a gritar casi sin fuerzas-¿No hay nadie?
Ni un sólo criado, ni un mayordomo ni un noble. ¿Quién vivía en este puto castillo? Me estaba empezando a poner nervioso, la caída no había sido un simple golpe y no sabía cuánto iba a aguantar. Ni siquiera sabía si me iban a ayudar, tendría que tirar de mi mejor cara de aristócrata. O sobornarles...
*Sigue vagando por los pasillos*