Pasillos

El chrysos avanzaba por los pasillos con el pelo todavía húmedo, cabizbajo, aún, pese a todo, con cierto cansancio reflejado en el rostro. Ayer al final había conseguido animarse ligeramente, probablemente más gracias al alcohol, tal vez más del que últimamente acostumbraba a tomar, que a cualquier tipo de cambio interno, y hoy se mostraba quizá algo más sereno. Al menos superficialmente. 

Al final ayer no le había devuelto el amuleto a la chrysos. Llevaba toda la semana sin usarlo y dudaba que llegase a usarlo realmente, así que suponía que haría mejor devolviéndoselo ya a pesar de que, en teoría, ella le había dado una semana y a pesar de que parecía que las temperaturas no terminaban por asentarse; hoy, por ejemplo, él tenía algo más de frío que ayer. 

Hoy no se había acercado a la entrada de las mazmorras. Tampoco a la sala de entrenamiento. Quería hacer algo diferente, hoy. 

*se va*

Avanzo por los pasillos sin saber muy bien a dónde ir. Hoy no llueve, así que tengo varias opciones porque no tengo por qué quedarme dentro, pero quizá sea eso lo que hace que me sea tan complicado decidir. Lo cierto es que lo que debería de hacer sería entrenar, pero no tengo muchas ganas, y tampoco tengo muchas ganas de, no sé, leer o algo así. Creo que me apetece hablar con alguien, aunque, bueno, tampoco estoy muy seguro.

Camino fijándome en las vistas que se dibujan tras las ventanas. Si algo hay que admitir de Brontë, es que es bonito.

*se queda caminando*

Kyoti ya ha terminado con las tareas del día. Ha salido una vez más a cazar, tras asegurarse, como había prometido, de saber al dedillo qué mascotas había en Brontë. Unas de lo más extrañas, por cierto. Tras su caza, ha ofrecido en las cocinas la carne que ha obtenido, y ha puesto a punto las pieles. Ya tiene hasta las manos limpias de sangre. Se ha ganado el derecho a un paseo.

Y, en el comienzo mismo del paseo, va a dar con un flamma. Empieza a pensar que son mayoría, visto lo visto. O, como mínimo, que son los que cumplen el mismo horario.

-Buenas tardes -saluda, animado. Pero en seguida duda-. ¿O noches? Buenas, en cualquier caso. Las tardes. O las noches -. Carraspea-. ¿Cómo estás?

Caminando mirando por las ventanas tal y como voy pues no me doy cuenta de que hay otro flamma en el pasillo hasta que lo tengo a un par de metros. Compongo una amplia sonrisa y me detengo, saludando al desconocido (porque a este sí que creo que no lo he visto antes) con un animado gesto.

—Buenas tardes. O noches, como prefieras. —Ensancho la sonrisa—. Yo me encuentro estupendamente, aquí, buscando qué hacer. —Le tiendo una mano—. Seth, encantado. Creo que no nos hemos visto antes.

Kyoti en seguida estrecha la mano. A las palabras del chico, alza las cejas, tensándose un poco, consciente en seguida de su error.

-¡Ah! Sí, claro. Es decir, no. Osea, que no nos hemos visto -. Carraspea-. Quiero decir que... soy Kyoti. Encantado. Como tú. Digo, yo también.

Calla un momento, sin saber qué añadir.

-Yo estaba dando un paseo -comenta, por decir algo más-. Bueno, estoy, claro. Pero hace frío fuera. Aunque quizás tú ya estés acostumbrado. Ah, si no eres nuevo. Es decir, yo lo soy. Y... no te conozco. Conocía.

Como bien ha dicho él, genio.

Me río. El chico parece majo pero también parece así como un poco nervioso. Tampoco es que me moleste: de hecho, me hace gracia. 

—Encantado, Kyoti —repito. 

Parece que ha salido fuera a dar un paseo. Y por lo que dice, también parece que hace bastante frío. Aunque, bueno, eso ya se nota desde aquí. Aunque menos, claro. 

—Lo cierto es que no estoy muy acostumbrado al frío. Me sigue resultando muy desagradable.

Kyoti siente en seguida el alivio que supone conseguir, al fin, un aliado contra las temperaturas. No puede evitar una sonrisa. Después de su charla con Vest, empezaba a pensar que era solo cosa suya.

-¿A que sí? -remarca con entusiasmo-. Ah, es decir, Brontë parece un buen lugar, pero echo de menos el sol de Ignis. Está siendo un invierno duro para mí. Y parece que largo...

El sol, que ha dado algunas señales últimamente, apenas calienta. Y, como queda de manifiesto, no tiene reparo en volver a esconderse al menor despiste.

Asiento, seguro. Por supuesto que sí. Brontë es un buen sitio, pero los inviernos parecen tan largos y fríos... A veces echo mucho de menos el desierto, el sol, el calor del día. Luego por la noche se me pasa, claro.

—Para mí también. O sea, parece que no se va a terminar nunca y no estoy muy acostumbrado al frío. Tampoco me gusta demasiado. —Sonrió—. El y calor de Ignis es algo que se echa en falta, sin duda.

Kyoti asiente, convencido de lo que dice su compañero, que no dista demasiado de lo que él mismo ha dicho y piensa. Desde luego, necesitaba urgentemente alguien que lo tranquilizara a ese respecto. El buen Seth le viene como anillo al dedo.

-¿Sabes si... mejorará en verano? -pregunta, esperanzado-. Bueno, no sé si llevas mucho por aquí... Ah, perdón, creo que ya te lo he preguntado... ¿O no? No recuerdo lo que has dicho. Lo siento, perdón, de verdad, no es que no te esté escuchando o...

¿Pero por qué tiene que decir esas cosas?

Me vuelvo a reír cuando responde todo nervioso. Sí que resulta simpático, sí. Me cae bien. 

—Pues lo cierto es que no estoy seguro. Las temperaturas bajan, claro, pero creo que podemos despedirnos de tener algo parecido a lo que teníamos en Ignis. ¿De qué parte eras? —Sonrío ampliamente. Luego añado—. Y, bueno, digamos que no llevo demasiado por aquí.

No deja de ser cierto. 
Creo que sumando el tiempo que he estado en Brontë no hago ni la mitad de lo que han estado algunos.

Kyoti se encoge de hombros, dudando de cómo responder.

-Soy de un pueblo del norte, de Kiladan -responde al final-. Ah, pero no de la zona del desierto. Aunque hace bastante calor. Nada comparado con el desierto, claro. Creo que eso ya lo he dicho... -Sacude la cabeza-. ¿De dónde eres tú?

Parece que no es ningún experto. ¿Quizás es por eso que no está tan acostumbrado? Aunque, bueno, por lo que ha podido comprobar, no depende del tiempo que se lleve en el palacio exactamente...

Asiento, sonriendo ampliamente. Conozco ese sitio. O sea, no he estado mucho en él, pero sé dónde está, claro. 

—Lo conozco. He estado un par de veces, de pasada, y sí: nada comparado con el desierto. —Ensancho la sonrisa—. Yo soy del propio desierto: de una tribu nómada. Así que supongo que no soy realmente de un lugar concreto. —Me encojo de hombros—. De Ignis, sin más.

Kyoti no puede menos que abrir los ojos como platos, tremendamente sorprendidos. ¿Cómo puede conocerlo? Si no es más que una aldeucha, cuatro casas mal contadas. Es tanta casualidad que empieza a pensar si no será que él debería conocer a Seth. No pasa mucha gente por allí, después de todo.

Aunque la respuesta lo aclara un poco. O eso cree. No es que Kyoti sepa mucho de nómadas.

-Vaya, eso sí que suena interesante -responde con una sonrisa-. Bueno, es decir, es curioso. En el buen sentido. Osea, debes de conocer muchos sitios. El desierto es... duro... ¿no?

Me encojo de hombros. Casi toda la gente a la que le digo que vengo del desierto dice lo mismo, pero a mí lo que me parece raro es que ellos puedan estar tanto tiempo quietos en un mismo lugar. ¿No se aburren, acaso, de ver siempre los mismos paisajes? De comer siempre lo mismo y hacer lo mismo una y otra vez. Me parece un poco aburrido, pero, bueno, para costumbres, colores. 

—Bueno, a mí no me lo parece, pero he vivido siempre ahí, así que no creo que sea una opinión fiable. —Sonrío—. Lo que sí: conozco muchos sitios. Es una de las mejoras cosas que tiene ser nómada.

Kyoti no puede sino asentir, completamente de acuerdo. Desde luego, suena como una vida de auténtica aventura. Aunque a Kyoti ya se le queda un poco grande Brontë, que le ofrece una base desde la que moverse, como para pensar en no tener ninguna.

-Desde luego, es lo que parece -afirma, fascinado-. ¿En qué sitios has estado? Ah, esto... Si se puede preguntar...

Asiento rápidamente. Claro que se puede preguntar. Tampoco es algo difícil de decir, realmente. Bueno, no recuerdo los nombres de algunos sitios porque, en fin, la memoria que tengo es la que tengo (aunque los tengo todos anotados en un cuaderno, ordenados por fechas), pero supongo que con decirle más o menos por encima llegará.

—Pues Ignis juraría que lo he visto entero. Luego he estado en algunos puntos de Fulmen, como la Cordillera Catelor o el río Galdoph, y en algunas partes de Hummus, aunque no mucho tiempo...

Desde luego, suena a un montón de tiempo invertido en viajes. Kyoti no es el mayor amigo de los viajes, más que nada por falta de costumbre, pero no puede sino pensar en todo lo que aquello le habrá permitido conocer. Parece, cuanto menos, interesante.

-Yo he estado en Humus hace poco -se le ocurre decir-. Bueno, en la frontera... La verdad es que no vi gran cosa...

Resulta un tanto decepcionante, al pensarlo así. Claro que Kyoti, con su falta de experiencia en viajes, no deja de considerarlo un logro.

Asiento, sonriente. Humus es un buen lugar, aunque no haya estado mucho; guardo un buen recuerdo de él. 

—¿Y qué te llevo a Humus? ¿Qué viste ahí? Si se puede saber, claro.

Quizá haya ido en una misión. Supongo que tendría todo el sentido del mundo; a fin de cuentas, las misiones, creo, te obligan a desplazarte a diferentes lugares.

Kyoti asiente rápidamente, concesivo.

-Ah, sí, sí, sí, claro que se puede saber -afirma, convencido-. Fui a Humus de misión. Era mi primera vez, así que... Y bueno... Vi una mina, un bosque... y animales muy curiosos, supongo. No creo que diga mucho del continente... ¿no?

Cuando Kyoti piensa en viajes, piensa en buscar sitios conocidos. No es que él conozca muchos, pero sabe que hay ciertos sitios que la gente reconoce como más importantes. Zonas a las que se debe ir. Que él sepa, el lugar en el que tuvo lugar su misión no es uno de ellos.

Lo escucho con atención. Al final sí que había ido a Humus por una misión. Su primera misión. Me pregunto si habrá sido igual de extraña que la mía, aunque, francamente, espero que no: no es una experiencia por la que me gustaría que más gente pasase. La misión había terminado por ser algo desagradable. 

—Creo que no. —Sonrío—. Aunque parece una misión interesante. ¿Cómo eran los animales? ¿Te has traído alguno?

Al oír la pregunta, Kyoti se da cuenta de que está hablando con alguien que ha viajado, y se da cuenta desde una nueva perspectiva. Probablemente, para Seth las especies que él considera tan extrañas sean de lo más comunes. Siente una repentina angustia, consciente de su ignorancia.

-Pues... había unos caracoles muy grandes que vivían en la mina -explica, esperando no quedar en ridículo-. También vi un batracus. Es como... un sapo enorme, y escupe ácido. Ah, bueno, quizás lo conozcas... Y también unos... ¿Tú sabes lo que es un wilro? Eran pequeños, con una cabeza muy grande y ojos saltones, de muchos colores y rellenos de un líquido...

Kyoti termina su descripción en el momento en que se da cuenta de lo extraña que resulta. Aunque tiene los tarros de líquido de wilro, no puede mostrar uno propiamente.

Lo escucho con atención, interesado. A pesar de que creo que sé un poco de bestias, las descripciones de los animales que hace no me hacen pensar en nada que haya visto o sobre lo que haya leído. Quizá no sean animales comunes o quizá, simplemente, me haya olvidado de su existencia. Ninguna de las dos opciones me sorprendería, la verdad. Debería hacer algo con mi memoria... ¿Habrá algún hechizo que pueda ayudarme?

—Pues lo cierto es que no me suenan. —Me río suavemente—. Pero parecen bestias interesantes. Y por la descripción que haces de los wilro, también diría que son simpáticos... O que al menos su aspecto lo es.

Kyoti asiente, completamente de acuerdo.

-Lo son... Creo. Bueno, lo parecen. Pueden ser peligrosos. Uno me dio un buen golpe... Pero uno solo puede ser simpático... Supongo, vaya -explica, recordando su experiencia.

La charla continúa por los pasillos, al igual que el paseo. Al final, la noche acaba venciendo, y la conversación se dirige a las habitaciones, junto con los pasos.

*Fin de escena*

FdR- Si a su señoría le parece bien, como diría Ben.

Sin un rumbo fijo, el chrysos avanzaba por los pasillos, cabizbajo, con las manos en los bolsillos y una expresión seria pero desinteresada en el rostro. Seguían doliéndole la mayoría de las heridas y todavía notaba la cara hinchada (y sabía, el espejo se lo había dicho, que de hecho así estaba), así que no había vuelto a la sala de entrenamiento desde su último intento. De alguna forma, aquello le frustraba, aunque era consciente de que todas aquellas lesiones era algo que él mismo había buscado, porque no se le ocurría con qué llenar su tiempo. Los últimos días los había pasado vagando por Palacio, sin detenerse demasiado en ningún punto concreto, o tirado en cama, mirando el techo la mayoría de las veces, durmiendo las demás.

Tenía que buscar algo que hacer. Quizá podría coger algún atlas nuevo de la biblioteca; no recordaba en qué momento había dejado de leer sobre geografía, pero tal vez fuese interesante retomarlo.

*se va*