Pasillos

Ben señaló el pasillo, negando solemnemente con la cabeza.

-A mí, mientras pueda verlo desde aquí, que nieve, truene y lo que quiera -declaró, sonriente-. Que aún me acuerdo de la piazo tormenta que cayó a finales de invierno -. Resopló-. Como para olvidarse...

Ben colocó la mano en la que mantenía la flauta sobre sus lumbares y, haciendo un par de giros de muñeca con la que mantenía delante del cuerpo, se inclinó ligeramente hacia la chica, en imitación de la reverencia de un auténtico caballero.

-Sí, sí me acuerdo de ti -afirmó-. Yo soy Ben. Así, sin más.

Dio un salto hacia atrás, con las manos ante el pecho, en posición defensiva. Negó varias veces con la cabeza, manteniendo la sonrisa.

-Eh, eh, eh, que en el tiempo que llevo aquí no he hecho nada -se defendió-. Que tampoco llevo yo tanto tampoco, pero no nos lancemos, que luego... -Hizo un gesto con la mano, restándole importancia-. Nah, no hay nada de qué acusar, de verdad. De hecho, no sé yo si seguiría aquí con acusaciones...

Ben frunció el ceño, ligeramente desconcertada.

-¿Que recuerdas a quién? -preguntó.

Acabó por callar al seguir el hilo de sus palabras. Sí, mejor callada. Parecía un poco paradita, la chica aquella, pero tampoco era plan de restregárselo. Así que decidió llevarle la corriente. Y, al parecer, tenía asuntos más urgentes de los que ocuparse. Por ejemplo, que ya empezaban las sospechas. ¡Pero Mithos, que no había hecho nada!

-¡Pero que no! -replicó, algo nerviosa ya por la insistencia-. Que si es que ¿para qué voy a hacer nada? Si me lo dan todo ya hecho...

Pareció por fin aceptarlo, aunque Ben no se fiaba del todo. De todas formas, se encogió de hombros y, cuando vio la oportunidad de una defensa, mostró su querida flauta de pan, haciéndola bien visible.

-Ah, sí, sí, yo soy muy música, ¿eh? -declaró-. Buenísima persona. Un auténtico cielo.

La miró un momento, tratando de entender por dónde iba. ¿Una broma? Pues no esperaría que se le dieran bien aquellas bromas, teniendo en cuenta que... Pero claro, ella no sabía nada, ella la veía con la auténtica bondad de un bebé. Si es que tenía una carita que ¿quién iba a dudar de ella? Asintió, comprensiva.

-Claro, claro, no te preocupes -replicó, divertida.

Abrió mucho los ojos ante su declaración. ¿Una sala con instrumentos? ¿Qué era, un museo? ¿Una tienda? ¿Y por qué nadie se lo había dicho? Avanzó un paso hacia ella, ampliando la sonrisa.

-Pues no, no he estado, pero ¿a que me llevas? Que no me conviene no conocerla, es como... malo para mi salud, ¿entiendes? No querrás que me enferme o algo... Si me llevas te toco algo, ¿eh? ¿Qué me dices? Suena a buena oferta, ¿no?

-Quería verte. - Digo sin más, con los ojos clavados en el kunai que porta, atenta a cualquier movimiento.- Ella no es buena para ti. No compartimos las mismas formas de vida.- Alzo las manos.- Nadie es como nosotros en este palacio. Todos son iguales entre ellos y distintos a nosotros. Por eso debemos permanecer juntos.- Tomo aire.- Tienen nombres.- Digo sintiendo un escalofrío por la espalda.- Morirán todos.- Le tiendo una mano.

Guardo silencio.- Hablas de formar una tribu, sin embargo hablas ya como ellos e incluso aprendes a imitarles. ¿A qué juegas? ¿Qué pasará cuando nazcan tus hijos? ¿Les llamarás?- Chasqueo la lengua enfadada.- Lo que dices no tiene sentido. Te olvidas de la tradición y del buen camino. Estás siendo como ellos y cuando quieras darte cuenta ya no podrás formar una tribu porque se te habrá olvidado cómo hacerlo.

Retrocedo al ver el metal de su boca y entorno los ojos, con una expresión confundida. - Mírate. Cojnjurando el nombre de tu "amada" en voz alta como si nada pasase. Phony se merecía ser llamada por lo que te está haciendo.
-Puedo dar diez veces más hijos que Phony.- Carraspeo.- Es una mala hembra. Si has yacido con ella y no guarda un tributopara tu tribu en su interior... entonces es mala hembra. Y si aún no has yacido con ella...- Me muerdo la lengua.- Entonces tú eres un mal macho.- Acabó.

-¿Rehusas de tus raíces? ¿De tu pueblo? No sabes nada, no entiendes nada. Este lugar te ha confundido. Sus luces y colores te han engañado.

No me molesto en defenderme de su amenaza con su arma, sólamente frunzo el ceño.- Esa mujer es yerma y su interior no aceptará tu don. A estas alturas debería ser ya portadora de tu fuerza.

Doy por acabada la conversación. Sin embargo me tomo como algo personal y un reto sus últimas sílabas.- Buscador... si lo que buscas es la mejor hembra... ya la has encontrado.- Dijo deshaciéndose lentamente de las vendas que recubrían sus piernas y brazos, tirando con fuerza del nudo que mantenían sus ligeras ropas atadas de modo que todas ellas cayeron al suelo de golpe y, por último, empujó con suavidad la máscara que le cubría el rostro hacia arriba dejando ver por primera vez su rostro desde hacía años. Era un rostro delicado. Sus labios eran finos, sus pechos desnudos lucían más grandes de lo que aparentaban bajo su ropa. El derecho tenía una cicatriz que atravesaba casi el pezón y que lo recorría de arriba abajo hasta llegar al ombrigo. Sus piernas eran extremadamente largas, superando el tamaño de Follow. Su pelo era castaño y cubría la separación de sus nalgas. Castaño al igual que sus ojos que veían al ninja con cierto nerviosismo enmascarado. Lo único oculto de su ser en aquel momento.- Mi cuerpo está listo para portar su semilla de poder. Estamos destinados, Buscador. Sé realista, créate conmigo... por favor. - Mi respiración está agitada.

Parece que al fin he captado al menos su atención por unos segundos. Sin embargo, rezo para poder taparme la cara en cuanto pueda. Me siento tan desprotejida e indefensa... Tanto que llego a llevarme una mano a la cara de modo que se tape mi boca y un poco de mi nariz. Ahora parece que me encuentro algo mejor.

Pestañeo un par de veces en silencio, con los labios apretados y quieta, observando su pecho ahora desnudo y la reacción que he provocado en su cuerpo. Eso es bueno.

Me acerco a él un par de pasos, aún sin que haya contacto.- Ese es nuestro destino. Debemos realizar ese ritual en algún momento. No debes obsesionarte con esa mujer. Fíjate en mi. Yo me fijo en ti y mi cuerpo reacciona. Quiero portarte y no puedes mentir y decirme que tú tampoco.- Digo mirando hacia abajo. -Sin embargo necesito una respuesta firme: ¿estás dispuesto a formar una tribu conmigo? Debo estar segura. No debes abandonarme si me aceptas.

Temo en mi pensamiento. Temo y eso asusta. - Es hora de irse, Buscador. Mi rostro está al descubierto y es peligroso. Entiéndelo. - Recojo mi ropa en un segundo y paso por la ventana por la que iba a irse. La lluvia moja y mi pelo se pega.- Volveremos a vernos.- Miro a la luna.- Me gusta el acero de tu boca.- Digo sin más, saltando al vacío.

*se va*

No dejo de mirarla cuando se acerca, alzando mi vista hacia su cara cuando vuelve a hablar.

—Realizaremos el ritual de observación en un lugar oportuno y decidiré si eres adecuada para tener a mis hijos, ya que tú ya has decidido. Si entonces te acepto y me das un descendiente antes que Massen Dew, entonces creeré en tus palabras y comenzaré contigo mi tribu —Sentencio, serio. Me siento más tranquilo por una lado, pero por otro noto cierta incomodidad. Algo me pide hablar con Massen Dew pronto. Debo contradecir las palabras de la ninja.

Asiento cuando dice que se marcha. Tiee la cara descubierta y personas indevidas podrían observarla. Recojo también mi ropa.

—Volveremos a encontrarnos en un lugar adecuado —Mientras me visto, sus últimas palabras me hacen mirar a la ventana una última vez. Al parecer estos colmillos no resaltan mi fuerza sólo para asustar a los enemigos, sino que también me hacen más apto ante las hembras. Me visto y también me marcho por la ventana.

A pesar de ser verano, la temperatura no es del todo agradable. Tengo los pies helados, aunque quizás eso tenga algo que ver con ir descalzo. ¡Pero estoy ya en mi séptimo mes de embarazo! Quiero que mi cuerpo se sintonice con el entorno en el que nacerá mi vástago, que se sienta tan feliz dentro como fuera de mí.

Me preocupa porque apenas se me nota el embarazo, por no decir que es inexistente. ¿Tendré un bebé subdesarrollado? Me coloco una mano en la espalda y otra en el vientre, para mirar cuánto ocupo. Sin duda no lo suficiente para un niño fuerte como sus padres. Ay mi bebé, ¿estará bien?

¡Y salté! ¡Y salté! ¡Y salté! Y corría y cantaba y me dolía un puntito de la barriga, pero no lo notaba. Y cuando vi al otro gigante rojo, me acerqué corriendo más y sonriendo, y saqué a Amatista y lo toqué con el asta en la barriga. Y reí.

-Es justo aquí -expliqué.

Estaba muy contenta porque estaba con el chiquillo, aunque ya no estaba con el chiquillo. Dejé a Amatista en el suelo y rebusqué en los bolsillos y saqué una planta. La alcé.

-Y con esto se cura. A lo mejor. Pero te la dejo a ti. De regalo.

Porque era buena y daba tesoros. Al chiquillo le había gustado.

FdR.: Digamos, en idioma humano, que la "planta" viene a ser una seta pequeña XD

De pronto aparece la pequeña monada como una tromba en el pasillo. Levanto la mano para saludarla, pero antes siquiera de que me dé cuenta ya está a mi lado, saltando y golpeándome ligeramente con su arma. ¿Cómo puede una cosa tan pequeña cargar todo el día con algo tan grande en comparación? Me encojo, pero más por miedo que por dolor. No puede ser bueno que te peguen en el bebé.

Me froto la tripa como haría un niño con una herida, pero no noto nada extraño, todo parece seguir en orden. Estoy a punto de echarle la bronca cuando saca una seta de algún sitio y me dice que eso cura. ¿Que cura qué? Entonces caigo. Probablemente estaba hablando en voz alta cuando ella llegó. Es una costumbre extaña y desagradable, pero a veces me ocurre. Por eso me ha golpeado en el niño, pero dice que eso me curará ¿Ayudará a mi hijo en proceso a crecer grande y fuerte y fiero?

-¡Muchas gracias, pequeña!- le revuelvo el pelo, feliz-. ¿Cómo hay que tomar esto? ¿Así a mordiscos, sin más?

Sonreí enseñando todos los dientes. De nuevo, Amatista en la espalda. Reí un poquito y asentí. Era un tesoro rico. De comer.

-Añam añam -expliqué, fingiendo comer algo que no existía.

Asentí de nuevo, con más energía. Luego me estiré.

-Verás qué bien. Me lo ha dado el bosque. El bosque sabe. Sabe rico. Añam. Ya verás. Verás qué bien.

Alcé la mano, ya vacía, y roté la muñeca como despedida. Después salí trotando por los pasillos, aún cantando. A buscar al chiquillo.

*Se va*

Me hace la pantomima de comer antes de volverse de nuevo críptica y desaparecer tan rápido como llegó. Me quedo solo en el pasillo, con una sonrisa boba en la cara. La pequeña monada es adorable. Si el bebé fuese así, sería un padre orgulloso.

Miro un poco más concienzudamente la seta. Espero que no sea venenosa, pero ha dicho que el bosque sabe. La naturaleza me dio este niño, sin duda sabe cómo tratarlo mejor.

-Bueno, pues pa'dentro- murmuro, y me como la seta de un bocado. El sabor es amargo y remotamente familiar. Noto cómos e me va deshaciendo garganta abajo hasta el estómago, dejando un sendero con su sabor extraño. Empiezo a sentirme mal. Mithos querido, qué demonios es esta cosa.

Caigo al suelo redondo. Los retortijones me suben como olas hasta la cabeza, donde estallan como luces blancas que me revientan de dolor. Creo que me voy a desmayar...

*En su delirio achacoso*

En medio de esta luz blanca lo veo todo claro. Soy un hombre estúpido. ¿Cómo voy a estar embarazado? Y más de una tormenta. ¿Alguna vez en mi vida he pensado?
Durante un instante miles de pensamientos pasan por mi mente, reflejando toda mi estupidez. Veo incontables errores producto de la necedad, de la falta de conocimiento, de esa "chispa" que hace que los hombres seamos más listos que los bismontes. Toda mi vida, siendo un auténtico imbécil, hasta este momento. Hasta esa seta fatídica...
La luz comienza a desaparecer y con ella mi nueva manera de ver el mundo. ¡No! No puedo volver a ser idiota, ahora que he sabido lo que es pensar con claridad.
Me deslizo en la inconsciencia, con un último pensamiento en la mente. Debo encontrar más de esas setas.

*Se queda ahí, tiradísimo de la vida*

No me gusta nada la sensación con la que me he quedado. Tengo todo el rato en la cabeza la expresión de Errald, y se me hace todo un poco grande. No sé qué cojones le habrá pasado a su familia, pero ahora mismo me siento un poco fría. No fría de indiferente. Literalmente, fría. Por dentro. Como culpable, o arrepentida... Algo así. No sé, hostia.

Un bulto en el suelo, al pasar por un cruce de pasillos, llama mi atención. Al girar la cabeza... Es un cuerpo. Un jodido cuerpo. Qué cojones ha...

Doblo la esquina, veloz, y corro hacia él. A medida que me acerco va cobrando sentido, y no tardo en identificarlo: es Narbe. Narbe está tirado en el pasillo, inmóvil. Enseguida me vienen a la mente las imágenes de los cuerpos tendidos, hace ya medio año, muertos, durante el ataque. Me tenso. Me siento más fría, ahora. Un frío más metálico.
¿Acaso ha vuelto a empezar algo parecido a aquello?

-¡Narbe! -llamo, llegando a su lado. Me agacho junto a él, tocándole la cara. Está caliente. Luego desciendo al cuello, palpando con los dedos. Está vivo. Claro. No sé qué cojones pensaba que pasaba. Me pongo muy melodramática a veces-. Ey, Narbe. Despierta. ¡Narbe!

Nada. Claro. Vivo sí, pero no va a despertarse. ¿Qué quiere? ¿Un jodido beso? Porque ni él es una princesa ni tiene puta gracia esta situación. Ni una poca...
Ni él buena cara...
Mierda... A ver, Fifi. Piensa. Eres una guerrera hecha y derecha. Has sobrevivido a una masacre, has sido capaz de entrar en una colonia de insectos gigantes y regresar, has... ¡Que tú puedes, hostia!

Primero trato de levantarlo yo sola. Es un desastre, por supuesto. Seamos sinceras, Fifi. No puedes. Lo siguiente, entonces, es dejarlo solo un momento para buscar ayuda. Entonces, esta vez sí, entre un chico del servicio y yo podemos cargar con él hacia la enfermería.

*se lo llevan*

El sonido de mis botas de cuero retumbaba por el pasillo, que estaba inundado por la soledad. Acababa de darme un baño, y aún tenía el pelo algo húmedo muy a mi pesar. Llevaba un vestido ligero de verano, con corte alto y de fina seda. Era de un color naranja descafeinado, y hacía juego con el único lazo que llevaba en el pelo, que dividía mi cabellera en dos mitades iguales.

Debería ir a dormir y, sin embargo, era lo último que me apetecía. Quizás lo mejor sería dar una vuelta, y disfrutar de la brisa veraniega que siempre endulzaba la noche. A veces no estaba de más tomarse un descanso.

Recorrí los pasillos recordando la dirección que debía tomar para llegar hasta los jardines de Brontë. Me sentía ligera, no llevaba Jaogín conmigo.

*Se va*