Pasillos

Lo malo de tener a Vilo a base de biberón y no poder acceder a la cocina es que me dan la leche demasiado caliente, como si fuera para un niño. No es que quiera dársela fría, ni mucho menos, que luego le entra la tiritona, pero tampoco quiero que se queme. Así que aprovecho dando un paseo desde que recojo el biberón hasta que está a buena temperatura para dárselo a cenar. Hoy se me ha hecho un poco tarde y el pobre está impaciente.

Debe de estar harto de tanto dar vueltas en brazos por los pasillos, así que acabo por dejarlo en el suelo, junto a una ventana, y me siento con él. No está en condiciones de caminar, pero hace tientos, pese a todo. Tendrá ganas de correr, el pobre. Estas no son edades para andar cojito.

-En seguida te doy, precioso, espera solo un momento más -murmuro, con voz cariñosa, cuando lo veo mirarme con expresión interrogarte-. Siento hacerte esperar tanto hoy.

Incómodo y aburrido, acaba por tumbarse a mi lado, y en lo que espero a que enfríe la leche le doy unos mimos para que no se impaciente. Al menos ha cogido algo de confianza conmigo, aunque el resto de la gente sigue dándole algo de miedo. Pronto se le pasará.

Caminaba con Heylel al lado, hacia la habitación en la que dormía Lyo, esperándome (y esperaba), emocionado, mientras le contaba un poco las cosas al azar, como surgían. Había tanto que quería decir y preguntar. ¡Estaba tan sumamente contento! Nada podía mejorar aquella sensación tan completa.

-¡¡Mithos!! Pues la madre ni me explicó siquiera cómo cambiar el pañal. Llevo un mes preguntándome cómo se usa un bebé, aunque la joven Massen me ha ayudado dócilmente, como una noble jovencita -. Expliqué, y todo lo que decía sonaba emocionado-. ¡De haber estado tú podría haberte pedido consejo! Que ahora eres todo un padrazo consumado, ¡eh! ¿Cómo está el pequeño Masslow? Ha tenido que crecer muchísimo... ¡Hace tanto que no lo veo! ¿Se ha acostumbrado bien a Ventus? ¡¿Y Gabrielle?! ¡Al niño, no a Ventus, claro! -. Reí, emocionado-. Es que, Mithos... Cassandra me dijo que no lo criase yo solo, que buscase ayuda de una dama... ¡Pero estoy yo como para buscar a una dama para que se haga cargo del hijo de otra! Así que lo he hecho mi misión... Y hablando de damas... ¿Has tenido ocasión de ver a la nueva líder chrysos? Fera Twinkle, se llama... Creo que ya estaba cuando te fuiste... ¡Qué mujer! No tiendo a decir estas cosas, pero prometo que es cierto. Incluso siendo chrysos, tiene un algo, como un aura, que hace que no puedas evitar quedarte paralizado y desear que te roce un instante... Por supuesto, nunca me propasaría con ella... ¡Ni interés tengo! Pero uno, a veces, no puede evitar tener libinidosos...

Me detuve de pronto, al verla allí, callándome en medio de una frase muy poco apropiada. Lea acariciaba a un cachorrillo blanco y... Un cosquilleo me subió, sumándose al de Heylel, pero ni siquiera era propiamente por ella, sino porque realmente quería que él y ella... ¡MITHOS!

-Lea... -llamé, con más suavidad de la deseada, recuperando la compostura, pero sin perder la sonrisa, quedándome un par de segundos solo mirándola mientras acariciaba con cuidado a aquel animalillo, deseando ser yo la cabeza que rozaban sus dedos. Entonces me di cuenta de que me había callado de pronto, de que Heylel estaba allí y de que aquello no era una ensoñación y ella también podía verme-. ¡Mithos! Lea, cuánto tiempo...-. Me rasqué la patilla derecha, algo nervioso de pronto-. Hace casi un mes que... -. Negué, suavemente, avanzando un poco hacia ella-. No, eso no... Lea, este es Heylel, el buen amigo del que te hablé, ¿recuerdas? Acaba de volver de Ventus -. Me volví hacia Heylel, entonces-. Y ella es Lea. Es... -. La miré, de reojo, algo atirillado- Lea.

Lancé una nueva mirada, esta vez al cachorro. Maldito suertudo... Luego sonreí a la flamma. ¡Se me escapaba la felicidad sin quererlo!

-¿Y él es...? ¿O es ella?

Vilo empieza a relajarse incluso más de la cuenta, tanto que parece que vaya a quedarse dormido. Ya estoy a punto de espabilarlo otra vez cuando se espabila él solo, tensándose de pronto y arrastrándose hacia mí, encogido y en silencio. Alzo la vista y veo venir a dos personas por el pasillo, charlando. Debería haberme dado cuenta antes. ¿Tan ensimismada estaba como para no oírlos?

Rick se adelanta, claro. Tardo un momento en centrarme en la situación, sintiéndome asediada de pronto. Claro que en seguida estoy en condiciones, no hay tiempo para despistarse. Saluda, se acerca, presenta a su amigo, pregunta. Sí, Heylel, algo me suena. No es que sea mi mejor momento para socializar, pero haré un esfuerzo. Aunque empiezo a sentir que Vilo está reculando de más y acabo por cogerlo en brazos, casi más ocultándolo en ellos que otra cosa. Me preocupa, la verdad.

El tal Heylel no deja de ser otro empalagoso más. Se nota que es amigo de Rick, cuánta tontería tienen algunos. Pero en fin, a mí me toca lo que me toca, y no me gusta ser maleducada porque sí, así que esbozo una sonrisa, levantándome, tratando de mostrarme tan amigable como puedo.

-Buenas noches -saludo a ambos-. Es un placer, Heylel. Rick me ha hablado de ti, me alegro de poder conocerte por fin -. Bajo la vista a Vilo, manteniéndolo bien sujeto contra mi pecho para que no se asuste, y luego alzo la vista de nuevo, aún con mi encantadora sonrisa-. Es Vilo. El pobrecito se ha quedado solo y tiene una patita rota, así que lo estoy cuidando. Es algo tímido, no os lo toméis a mal -. Y, de hecho, Vilo ha enterrado la cabeza, haciéndose una bolita y negándose a socializar-. Bueno, ¿y qué tal todo? ¿Has llegado hace poco, Heylel? Bueno, justo he estado fuera estos días, así que a lo mejor ya llevas un tiempo y simplemente no hemos coincidido...

Pobre Vilo. Ya le va tocando cenar. Justo tenían que aparecer estos...

Lo miré, curioso, confuso.

-¿Practicar a cambiarlos? ¿Por qué? ¿Todavía se hace pis en la c...? ... ¿O acaso...? -. Se me iluminó de nuevo el rostro, con una sonrisa más emocionada, incluso. ¿Podía ser que...?-. No me digas que Gabrielle... ¡Si eso es así habrá que celebrarlo, eh! No te librarás de una así. ¡Mithos! ¡Mi más sincera enhorabuena!

Por aquello y mucho más, estaba tan radiante cuando Heylel hablaba, no solo pensando en Lea, sino también él, Gabrielle, Masslow y todas las cosas buenas que me pasaban.
Me ruboricé ligeramente cuando él la mencionó, esperando que ella no se enfadase creyendo que predicaba cualquier cosa innoble sobre ella, pero de hecho parecía bastante distraída con aquel animalillo en brazos. Cómo no... Más protectora que si yo mismo...
En fin.

-Vilo -repetí, acercándome un poco para mirarlo, curioso-. No lo tocaré entonces, para que no se asuste -. Me volví hacia Heylel, risueño-. A Lea le gustan mucho los animales. Telma la adora-. La mire de reojo, esperando cualquier mueca. No le parecería mal, ¿no?-. Me apena que Silvanus se haya marchado, que estoy seguro de que Tristán le habría gustado. ¿A dónde habías dicho que se había ido, por cierto?

Miré de nuevo al pequeño animalillo, curioso. De verdad... Poder acurrucarse así contra su pecho... Sin duda que era listo.

-¿Y dónde lo has encontrado? -pregunté, mirándola a ella, entonces.

Heylel, padre... ¡Aquello si era una noticia! Casi hacía parecer que estuviese tardando demasiado en casarme, por otro lado...

Parece que poco a poco van guiando a sí mismos la conversación. O al menos entiendo poco. Sé quién es Silvanus, me suena haberlo oído mencionar a Rick, y no iba a olvidar tan fácilmente la idea de conocer a Tristán. Una lástima descubrir que se ha marchado. Y precisamente se ha ido a...

-Bueno, es una larga historia -comentó, encogiéndome de hombros-. Precisamente he estado de misión en Caligo, y bueno, las cosas se han complicado bastante... Nos encontramos unos furtivos en el bosque y tuvimos que enfrentarnos a ellos. Iba con Ío, una chica claritas, no sé si os suena a alguno. El caso es que al final hemos salido del paso, Vilo incluido, y como no iba a dejarlo por ahí solo me lo he traído -. Lo miro de nuevo, mientras hace amagos disimulados por asomar la nariz hacia ellos-. Si no os molesta me voy a sentar, que este pobre está aún sin cenar.

No espero respuesta, sino que me siento y le doy un par de mimos, tratando de que vea que no hay peligro y se relaje. Le ofrezco el biberón, buscando que reaccione. Y, entre la protección y el hambre, no se resiste mucho.

Desde mi posición, alzo de vez en cuando la vista, manteniendo el gesto agradable. Aunque, en realidad, me preocupa más vigilarlos que prestarles atención.

Al oírlo mencionar Caligo, no pude evitar estremecerme ligeramente.

-Es cierto, que se llevaba bien con el líder Caeruleus... -murmuré, tensándome un poco al mencionar al poderoso hombre que me recordaba cosas tan desagradables-. Pobre chico... Solía ser tan animado antes del secuestro. Una de las últimas veces que lo vi fue durante el ataque a palacio, en el lago..., y las posteriores parecía tan decaído... Desde luego, lo ha pasado muy mal-. Negué, suavemente, con un suspiro-. Espero que pueda estar a gusto allá donde se encuentre. Si lo averiguo, le escribiré.

Me volví hacia Lea. De modo que ella también había estado en Caligo, aunque su relato tampoco era muy esperanzador, ciertamente.

-Tú estás bien, ¿no? -inquiricé, pese a que lo parecía, para asegurarme-. Ío -repetí, estremeciéndome, entonces. Un auténtico incordio de mujer. Le faltaban un par de luces, desde luego. Y hablando de misiones...-. A mí la última no me fue muy bien -murmuré, algo tristón, recordando a la pobre niña, halando más al aire que a ninguno de ellos, recuperando enseguida la compostura-. ¡Lo bueno es que el pequeño Vilo ha encontrado a alguien que lo cuidará mejor que bien! Seguro que Telma querrá conocerlo. La verdad es que es bonito...

Verla dar el biberón era tan tierno...

Asiento a la pregunta de Rick con seguridad. La verdad es que he salido completamente ilesa. Aunque no por no haber llevado ningún golpe, que entre hechizos y esos látigos... Pero el caso es que estoy perfectamente. No fue duro, la verdad. A nivel físico. No voy a entrar en detalles respecto al resto...

-Todo salió bien -aseguro-. Estoy bastante relajada desde que volví.

Tampoco hace tanto. Y tengo derecho, ¿no? Un descanso, un respiro. Para Vilo y para mí. Sonrío a Heylel cuando hace su aportación respecto al pequeño, al que poco le queda que zampar ya, y me adelanto a Rick cuando pregunta.

-Es su bismonte, ¿no la conoces? -pregunto, entre divertida y entusiasta-. Deberías, la verdad. Es caprichosa como ella sola, y lo peor es que al final se sale con la suya, la listilla, pero es un auténtico cielo.

Cuando el pequeño aparta el biberón, paladeando y bostezando, lo dejo a un lado. Después acomodo a Vilo sobre mis piernas, retomando caricias y mimos. Parece que ya ha llegado a la conclusión de que no tiene motivos para estar tenso. Al menos, mientras yo esté cerca.

Sonreí, más relajado, asintiendo, al saber que ella estaba bien. Recordaba su último regreso, con el brazo entablillado, y no deseaba volver a verla de aquel modo. Si estaba a salvo, todo marchaba como debía.

-Tomarse un descanso está bien, sobre todo si el trabajo ha quedado bien hecho -coincidí, con tono algo más animado, aunque tras recordar a la niña de la misión del oso no puedo evitar pensar que parece que a mí las cosas nunca me quede bien hechas-. Sara Elander... -. Recuerdo, de pronto. También me pareció un poco amarga, en su momento. Dejé ir una risa algo amarga-. Lo único que tuve claro era que aquel Duncan era un malnacido, aprovechándose de su hermano de aquel modo... ¿Al final todo acabó bien? Nunca lo tuve claro...

Miré a Lea, de reojo. ¿También era tan horrible tener una gemela para ella? ¿Era la otra como Duncan? Solo de pensarlo...

Estaba mascando mis pensamientos sobre lo mal que me salían siempre las misiones cuando Heylel preguntó por Tel, y volví a mirarlo, pero Lea respondió antes que yo. Esbocé una sonrisa, asintiendo.

-Creí que te la había presentado. Un día lo haré, y te contaré cómo nos conocimos. Es una historia extraña...

Iba a proponerle a Heylel, si a Lea no le importaba, que fuésemos un segundo a ver a Lyo, pero lo vi bostezar. Seguramente estaba muy cansado, tras su regreso, después de un viaje tan largo. Terminó por decidir ir de vuelta al dormitorio, y ya tendría tiempo para enseñarle al pequeño.

-Buenas noches -despedí, con un gesto amable, viéndolo marcharse-. No tardarás en volver a saber de mí, eh -advertí, risueño.

Estaba muy contento de verlo, pero de pensar en Duncan, en la niña, en Prosper, en Adela... ¿Para cuándo un Rick heroico?
Suspiré, algo cansado, y me acuclillé, dirigiendo una mirada a Vilo, que parecía tan cansado como Heylel. No me atrevía a tocarlo, desde luego, por no asustarlo.

-Ha encontrado a la persona adecuada para que se haga cargo -comenté, con una sonrisa distraída, mirando al cachorro.

Y, con él adormilado, Lea se iría para evitar molestarlo. El cachorro era lo primero, por supuesto. Estaba bien. Ella era así.

FdR- Heylo se fue.

Parece que al final su amiguito acaba por retirarse. Y con razón, que no son horas. Solo hay que ver a Vilo, todo acurrucado. Diría que está incómodo, que querrá irse a su camita, pero sé de sobra que estaría mintiendo; lo que más le gusta es dormir en mi cama, sobre mí. Supongo que es por el calor, que se siente menos solo.

Ahora que no está el Heylel ese me siento algo menos tensa. Supongo que es esa sensación de que ya no tengo que actuar. Se acabaron las sonrisitas estúpidas y los comentarios vacíos. Odio esa tensión de músculos de sonreír sin ganas. Por bien que me quede la mueca.

Aprovechando que Vilo está relajado, y sin dejar de acariciarlo, hago algo de hueco cuando Rick se agacha, permitiéndole verlo mejor. Ya se ha enroscado, como suele hacer al principio de la noche. Cómo amanezca luego es otro asunto.

-Si no eres muy brusco puedes tocarlo, ahora que esta tranquilo -indico, rascándole detrás de la oreja.

Me sorprendió el ofrecimiento de Lea, pero asentí, suave. Si ella me lo decía, desde luego, no estaba cometiendo ningún tipo de innobleza, y de hecho resultaba bastante agradable a la vista. Seguro que era suave, como todos los cachorros.
Extendí la derecha con cuidado, acariciando primero en el cuerpo, por si en la cabeza le daba miedo, aunque ya estaba tan tranquilo que quizás no diferenciaba mi mano de la de Lea, o no le importaba. Como fuese, era mejor de lo que esperaba.
Se me escapó una suave sonrisa. Me recordaba un poco a Telma, cuando era pequeña, aunque ella siempre había sido más grande que aquello. Pero aquel aspecto de bebé tierno... Incluso Lyo, cuando dormía, lo parecía.

-Qué suave... -murmuré, por decir algo.

No era que estuviese incómodo. Me pasaba lo que siempre me pasaba: de pronto solo estaba ella y me moría por acercarme un poco. Llevaba mucho sin verla, pero al volver a hacerlo me daba cuenta de aquello con tanta fuerza como siempre. Y, de todos modos, volvía a no ser el momento, y preferí ignorar el ya tan acostumbrado cosquilleo, y seguir un rato con las caricias. Pero ya era tarde.

Cuando Lea anunció que debía llevar el biberón de vuelta, asentí.

-Heylel es un buen tipo -comenté, mientras ponía rumbo, con ella, hacia el comedor-. Quizás mi mejor amigo, si lo pienso bien... Me he alegrado tanto de verlo de nuevo...

Y guardé silencio, pensativo. Si lo veía así... ¿No me había sentido siempre un poco solo? Conocía a mucha gente, pero al final nadie me escuchaba como él lo hacía... ¡E iba a tener un hijo! Quizás debiese darle un regalo de enhorabuena...
Así eran las cosas. Parecía venir una buena época. A ver si duraba.

*se van*

Zacharyas contemplaba la lluvia a través de la ventana abierta, con la capucha sobre el rostro, pero entornando los ojos de todas formas para evitar la luz que atravesaba las nubes. Se encontraba aparentemente desocupado, sintiendo las frías gotas sobre la piel del rostro e imaginando que no era agua, sino pequeñas punzadas que lo pinchaban una y otra vez. por desgracia para él, la ausencia de dolor no ayudaba, de modo que terminó por desenvainar su arma y pinchar suavemente la piel de su brazo con ella, haciendo pequeñas heridas que ni llegaban a sangrar, pero que lo relajaban un poco.

Como siempre, llevaba mucho tiempo oculto, solo, en los lugares más solitarios y ocultos del palacio, sin ver a nadie, pero aquel día le había tocado comer, de modo que había decidido quedarse arriba un poco más, respirando un aire menos cargado que el de las mazmorras.

*se queda*

Lyo iba delante, como todo un campeón, tirando de dos de mis dedos, embalado, caminando. Tenía unas piernecitas de lo más inestables, pero si lo agarraba se volvía valiente y se atrevía a caminar. ¡Aunque aquello era obvio! Yo transmitía la noble seguridad de Rick Dehnel, y cualquiera se atrevería a caminar por donde fuese si sabía que yo lo sujetaba!

-¿A dónde vamos, Lyo? -inquiricé, risueño, sin conseguir que el niño me hiciese más caso del que ya me hacía.

De pronto, al doblar una esquina, el niño se detuvo, poco a poco, hasta pararse por completo. Al alzar la cabeza vi que se trataba de mi buen amigo Zacharyas, y esbocé una sonrisa, animado.

-¡Zach! Mira que ha pasado tiempo, eh. ¿Qué tal te va? ¿Todo bien?

Zacharyas se asomaba a la ventana, apoyando las manos sobre el agua que se había depositado en el marco sin preocuparse por ello. Una voz conocida lo sacó de su ensimismamiento, y volvió a meter la mitad del cuerpo que ya estaba asomada fuera para volverse hacia Rick Dehnel, que lo miraba sonriente, con un pequeño niño asido a la mano, que llamó su atención. Al fin y al cabo, había llegado a creer que sería padre por un tiempo, y sentía curiosidad por aquellos seres frágiles y de carne tierna.

-Hola -saludó, carraspeando levemente, esbozando una sonrisa que ni de lejos parecía amable, aunque lo fuese. Entonces, entretenido, miró al pequeño, tratando de hacer una broma-. Y tanto tiempo... -murmuró, pero más que jovial, el tono le salió algo seco y grave. Recuperó la mirada de Dehnel, asintiendo, carraspeando-. Todo va bien.

Y aguardó, quizás, inmóvil, a que el otro dijese algo más, mirando con curiosidad al niño, a ratos.

La verdad era que Zacharyas siempre resultaba de lo menos participativo. Era un hombre de pocas palabras. Por suerte, yo era un noble compañero, y no iba a dejar que, sin más, estas cayesen en la deshonra, ignorándolo y siguiendo sin siquiera charlar un rato con él.

Lyo, por su parte, lo miraba con una expresión algo rara, y pronto se volvió hacia mí, agarrándome los pantalones con los puñitos y alzando las manos para que lo cogiese. Lo alcé con una sonrisa, acomodándomelo en brazos.

-Bueno... Ya que no me cuentas nada, haré yo mismo las presentaciones. Zacharyas, este es Lyo, el hijo de una amiga. No puede cuidarlo y le estoy haciendo el favor. ¿No me queda maravillosamente heroico en brazos? -inquiricé, sacando pecho-. Y Lyo... Este es Zach. Salúdalo, ¿vale?

El niño, lejos de hacerme caso, enterró la cabeza entre mi brazo y mi pecho, arrancándome una leve carcajada.

-No te lo tomes a mal, amigo, pero la verdad es que sí tienes un poco el aspecto del malvado de los cuentos de los niños. El que no te conozca... -. Negué suavemente, animado-. ¿Y qué tal está Ayne? Seguís juntos, ¿no?

Relajarse de vez en cuando estaba bien, con charlas como aquella. Ya bastantes cosas malas pasaban en el mundo.

Zacharyas miraba con curiosidad las reacciones del niño. No era la primera vez que vivía algo como aquello, si bien nunca se había relacionado demasiado con niños, por no haber tenido oportunidad y también por falta de interés. Durante un instante, sin embargo, no pudo evitar preguntarse si, de haber tenido finalmente el uno, de no haber sido todo lo que había sido... ¿Habría también temido aquel niño verlo?

-Un placer -respondió, con un leve gesto, tratando de parecer risueño. Se sentía torpe en situaciones como aquella-. No te preocupes -respondió a las palabras de Rick-. Estoy acostumbrado a... -. Carraspeó- esas cosas.

Cuando Rick preguntó por Ayne, Zacharyas se tomó un par de mechones del flequillo, estirándolos sobre los ojos, quizás incómodo, o simplemente retraído. Terminó por asentir, con una sonrisa más leve que las normales.

-Sí. Hace bastante que no la veo -añadió, tras una breve pausa, como dato adicional-. Pero todo va bien.

Lo contempló, pensativo, de pronto, preguntándose si devolverle la pregunta o no hacerlo. Sin embargo, al final, optó por callar, tranquilo.

Desde luego, Zacharyas no estaba en su día más animado; aquello no había quien me lo negase. Pero bueno, al menos parecía que todas las cosas marchaban bien. Aunque, por su poco convencimiento...
Le pasé la mano libre por los hombros, dándole una palmadita un momento, animándolo.

-Si está enfadada contigo solo pídele perdón, eh. No seas cabezota. Ya verás como las cosas se arreglan.

Desde los brazos, Lyo me miró.

-Ibi... -dijo, acomodándose contra mí, haciendo un punchero, y miró mal a Zacharyas, de reojo.

Reí, meneando la cabeza de lado a lado.

-¿Ya tienes hambre otra vez? Come como un auténtico héroe, Zacharyas. Será un hombre poderoso, aunque no creo que llegue a mi altura-. Acomodé al niño en mis brazos-. Voy a darle de comer. Ya nos veremos en otro momento, amigo. Es un placer tratar contigo.

Y, tras un gesto animado, seguí mi camino por el pasillo, hacia el comedor.

*se va*

Zacharyas ladeó la cabeza, extrañado, y su abultado cabello botó ligeramente, acomodándose a la nueva posición. Consideraba que Ayne no estaba enfadada, pero pensaba que tampoco era necesario decírselo a él. Al fin y al cabo, por lo que parecía, Rick Dehnel siempre buscaba aquellos temas innecesariamente enrevesados, y a veces tampoco parecía importarle lo que él, como interlocutor, dijese. Pensaba que era más agradable dejarlo estar y seguir por la conversación por donde surgiese.

Pronto el bebé, según Rick Dehnel explicó, porque Zacharyas no entendió eso, necesariamente, pareció interesado en comer, y Su compañero en darle eso que pedía. Así pues, sus caminos se separaban.

-Me alegro de -. Zacharyas carraspeó- haberte visto. Hasta pronto-. Esbozó una sonrisa, viéndolo alejarse-. Buen provecho -se le ocurrió decir. Estaba más animado que de costumbre.

Pronto estuvo solo. Y entonces, tras cerrar la ventana, también él se fue.

*se va*

Avanzaba por los pasillos con los dedos moviéndose por la flauta, tapando y destapando agujeros, pero sin soplar. En lugar de ello, tarareaba bajito la melodía que imitaba con los dedos, con la vista fija en ellos. La lluvia la ponía de buen humor, y especialmente cuando tenía dónde refugiarse de ella. En medio de un baile, marcando el ritmo con taconeos del pie y girando sobre sí misma, prestaba toda su atención a la melodía que sonaba en su cabeza, rápida y alegre, concentrada en ella.

Tanto era así que el abrupto parón la dejó un tanto descolocada. En su concentración, fue a chocar con la espalda de una chica, lo cual la hizo detenerse en el instante. Tensa, retrocedió un poco, pero mantuvo la sonrisa. Los dedos, sin prestar atención al resto, seguían moviéndose sobre los agujeros de la flauta.

-Uy, perdona -se disculpó, encogiéndose un tanto de hombros, con expresión entre pícara y arrepentida-. ¿Te he hecho daño? Iba a lo mío y...

Ben negó con la cabeza, alzando las cejas y soltando una mano por fin de la flauta, avanzándola y negando también con ella. Sonreía, divertida. Pronto tenía los dedos acomodados de nuevo en el instrumento.

-¡Ah, no, no, no! -replicó-. Estaba... hum... ¿ensayando? Bueno, ¿qué digo? Ni eso. Bailando un poco y tal. Por alegrar el ambiente, que he amanecido y me he encontrado el día un poco negro.

Se acercó a ella de puntillas, mirándola con una sonrisa divertida. Colocando una mano junto a la boca le susurró al oído:

-Que tampoco es que tenga yo problemas con los días negros, ¿eh?, que aquí a una la acusan en seguida de lo que haga falta.