Sala común

Había pasado a primera hora a coger un libro en la biblioteca y me había acercado a la sala común con él, las gafas y una taza de cacao para pasar un ratro tranquilo leyéndolo. El libro, "Cuidado de peces y otros animales acuáticos", había sido elegido después de que estuviese con Kris dando de comer a los peces de la fuente del claustro lechuga. No es que desconfiase de ella, pero me había hecho entender lo poco que sabía de aquellos animales y quería informarme un poco al respecto.

Por lo que estaba viendo, era posible criarlos en lugares como aquella fuente. El oxígeno se diluía en el agua de alguna forma, si no morían. Y podían comer alimentos vegetales, como ella me había dicho. Era, por ejemplo, posible cocer algunas rodajas de calabacín y dárselas después, aunque si no se retiraban las sobras y la zona acuática no era muy grande, podían contaminarla.

*se queda*

Había entrado en la sala común pensando que, después de los días de lluvia que habíamos tenido, lo más probable era que no me encontrase allí a nadie. Por lo visto, me equivocaba. Y tampoco era a Rick leyendo a quien esperaba encontrarme en la sala común en un momento como aquel. Era raro que no hubiera salido con Telma. De hecho, lo había dado un poco por sentado. Quizás debería ir yo a verla antes de que se enfadase.

Me asomé por detrás de él, apoyando suavemente las manos en sus hombros, para ver qué leía. E inmediatamente fruncí el ceño. Peces. ¿En serio, peces? No sé si era la última lectura que me esperaba, pero si no lo era, se le acercaba.

Inmediatamente seguí el impulso que me llevó a mirarlo, a comprobar que era Rick y que no me estuviera equivocando de persoa.

De modo que también podían comer carne. Pasé la página, concentrado. Carne cruda, carne cocinada... Me sorprendía que un pez pudiese cazar un pollo, pero al parecer no tenía problemas con comérselo. Bueno, al menos en aquello estábamos de acuerdo.

Estaba tan enfrascado en aquello que no llegé a sentir que había alguien a mi espalda hasta que me tocó, pero era un contacto lo suficientemente familiar como para que no pensase que iban a matarme. Levanté la cabeza para encontrarme con, efectivamente, Lea. Dibujé una sonrisa al instante, si no es que ya estaba sonriendo desde el principio.

-¿Sabías que las carpas pueden llegar a pesar casi 20 kilos y puede estar fuera del agua hasta casi una hora?

Aquello era impresionante para mí, que no podía estar bajo el agua ni diez minutos. Ni siquiera tenía claro si un piscis podía llegar a soportar tanto tiempo sin salir a tomar aire. Quizás debía preguntar a alguno...

Ladeé la cabeza. Había pasado algo. Había pasado algo con peces y se le habían metido entre ceja y ceja. Tenía que ser eso, que me había perdido algo. Rick no destacaba por sus conocimientos en zoología, y su interés parecía limitado, normalmente, a los animales que lo rodeaban. Que por otra parte, no eran tan pocos. Mea culpa, supongo.

─Sabía lo del peso, no lo de estar fuera del agua.

Seguro que lo había sabido en su momento, de niña. Los niños son como esponjas, como les interese algo se convierten en los mayores expertos. Y no era que, dentro de mi interés por los animales, las carpas me hubieran llamado nunca especialmente la atención, pero sí la suficiente como para prestar atención si tenía información sobre ellas a mi alcance.

Eché un vistazo general a la página. La verdad, como lectura no tenía mala pinta.

Me recosté un poco más hacia Rick, rodeándole el cuello con los brazos y pegando la mejilla a la suya, sin apartar la vista de una ilustración en concreto.

─¿Cómo es que te ha dado por leer sobre carpas? ─pregunté─. Creí que habrías salido con Telma.

¡Había dado a Lea un dato sobre animales! Tuve que moderar un poco la sonrisa de orgullo que me venía a los labios y recordarme que, realmente, acababa de leerlo yo mismo. Y tampoco era como si aquel dato fuese a salvar la vida de nadie. Quizás de alguna carpa...

Acaricié su mejilla con la mía en un gesto suave mientras devolvía la vista al libro, permitiéndome disfrutar un segundo del contacto antes de volver al tema.

-Verás, la otra noche conocí a una chica nueva... Kris, no sé si la conoces. Una chrysos menuda de pelo castaño. La vi llevarle lechuga a los peces de la fuente y me dio una poca, así que estuve alimentándolos con ella-. Me rasqué la barbilla, pensativo-. Ella me dijo que podían comer vegetales, pero me dio curiosidad. No es que no la creyese, pero pensé... ¿Y si he envenenado a los peces? o, ¿qué pasa si lo hago más adelante? No sería la primera vez que descubro que estoy haciendo algo malo sin darme cuenta.

Como cuando descubrí que Telma no debía comer tantas manzanas como le gustaría, por ejemplo.

Negué suavemente con la cabeza a su pregunta. Así que una chrysos nueva. Me parecía que no la había visto por ahí.

Resoplé por la nariz, en un amago de risa. Aquello sí que era propio de Rick. Mucho más que pasar una mañana sin lluvia leyendo sobre peces, desde luego. Volví la cara un poco para darle un pequeño beso en la mejilla.

─No, creo que la lechuga no les hace daño ─respondí; aunque probablemente, si eso era lo que había ido a buscar en aquel libro, ya lo habría leído─. Desde luego, es mejor que darles pan o fritos. Aunque no sé si interfiere con la alimentación que se les da habitualmente. Quizás es mejor que preguntéis al servicio la próxima vez.

Aunque puede que la tal Kris lo hiciera. Si traía lechuga, era de suponer que la habría pedido en las cocinas o en la huerta. Aunque el servicio de Palacio no era muy dado a pedir justificaciones de las peticiones de los guerreros, y había oído historias bastante más absurdas que unas simples hojas de lechuga.

Sonreí satisfecho. Si Kris, el libro y Lea estaban de acuerdo, podía quitarme de la cabeza aquella sensación de ser un posible asesino de peces.

-Al parecer depende de la especie. Pero supongo que tampoco podemos alimentarlos demasiado, porque si ya se están encargando otras personas a lo mejor les sienta mal... Hablaré con ellos al respecto.

Resuelto aquel problema, mucho más tranquilo, volví el rostro hacia ella devolviéndole el beso que me había dado, en aquel caso junto al mentón. Luego sonreí divertido.

-¿Y sabes qué más? Me conocía de oídas-. Cerré los ojos y resoplé por la nariz, orgulloso-. Me dijo que quería entrenar conmigo. ¿Parece que aún tengo algo que ofrecer a los recién llegados?

Me encogí de hombros.

─Por eso digo que preguntes. Quiero decir, no creo que a nadie le importe que te encargues tú de dar de comer a los peces si te apetece. Seguro que quien se encargue normalmente te deja hacerlo sin pegas ─razoné─. Pero las raciones dobles son peor idea. Ya sabes cómo son los bichos, si les ofreces comida no van a decir que no, aunque luego les siente mal.

Vilo había tenido una época un tanto delicada con respecto a su relación con la comida, aunque parecía que con el tiempo se le había pasado. Pero bueno, mejor ejemplo que Telma, que era una tragona incorregible...

Resoplé de nuevo, apretando un momento el abrazo.

─¿Y por qué no ibas a tener algo que ofrecer? Siempre les viene bien tener referentes con experiencia ─repliqué─. ¿O al cabo de un tiempo caducamos y nadie se había molestado en avisarme?

Rodeé el sofá para sentarme en el brazo, ligeramente inclinada sobre Rick.

─¿Te ha caído bien, entonces? A ver si coincido yo con ella.

Lo cierto es que tenía razón. Y una cosa era un caso aislado, pero si aquello se iba a volver un hábito...

-No voy a decir que no los entiendo. Yo tampoco hago casos a una ración doble de nada-. Entorné los ojos, riendo de nuevo por lo bajo.

Me gustaba la idea de ser un "referente con experiencia". Recordaba cómo era al llegar, al menos más o menos. Creía que lo sabía todo, pero con el tiempo había terminado por aprender que no era cierto. Y quizás podía aportar aquello, y no solo fuerza bruta. Al menos lo esperaba.

-No te preocupes. Somos como un buen licor, mejoramos con el tiempo. Y no caducamos, desde luego-. Al menos aquello era lo que esperaba. Aunque a veces me preocupaba equivocarme.

Cuando se sentó a mi lado extendí el brazo en un gesto perezoso y rodeé su cintura, atrayéndola un poco más.

-Ah, sí. Es agradable. Parece motivada, eso siempre está bien. Con lo que parecían interesarle los peces seguro que si conociese a Vilo...-. Reí.

Puse los ojos en blanco, con una sonrisa reprobatoria. No, si eso ya lo sabía.

─Menos mal, ya empezaba a pensar que por ganar experiencia estaba perdiendo valor ─respondí─. No me hagas sentir vieja, anda.

Me dejé rodear, reacomodándome y apoyando un codo en el respaldo del sofá y un costado sobre su hombro para no caer sobre él y sobre el libro. Ahora que lo pensaba, podía haberme sentado al otro lado, donde de verdad había sitio para otra persona y no tenía que estar en un equilibrio tan precario. En fin, ya no me apetecía dar toda la vuelta.

─Bueno, Vilo no tiene mucho de pez ─señalé─. Si lo que le gusta es ir repartiendo verdurita, diría que le interesa más Telma. Podías presentársela. Ella estaría encantada de más manos que la alimenten, desde luego.

La verdad es que si alguien tenía que sentirse viejo, aquel era yo. Pero no quería darle vueltas a aquello, porque, realmente, me preocupaba. Ni siquiera respondí a aquello más allá que negando con suavidad, divertido.

-Bueno, si le gustan los peces quizás debería llevarla a ver al kraken -bromeé-. Llevaremos lechugas enteras para darle-. De todos modos, lo de Telma no sonaba mal. No es que a ella le gustase conocer a gente a menudo, o más bien le gustaba pero se hacía la digna...-. Pue sí, le tendré que presentar a Tel. Que, por cierto...-. Carraspeé-. ¿Crees que se habrá enfadado porque todavía no he ido hoy?

Me había ido a la biblioteca pronto y me había metido tanto en aquel libro que ni me había dado cuenta de lo tarde que se había hecho. Iba a tener que llevarle un melocotón o algo así.

Le llevé una mano a la cabeza, jugueteando con los dedos con su pelo áspero. Resoplé.

─Sí, el kraken estará encantado de que le llevéis lechuga. Quedará muy bien como detalle de la presentación del plato cuando salga a devoraros ─elaboré.

Me encogí de hombros a su pregunta. Ya conocía la respuesta.

─Tendrás que ganarte su perdón, ya lo sabes.

Conmigo, Telma solía ser más benevolente, por alguna razón, pero no dejaba de hacerme gracia lo estirada que podía ponerse con Rick. Podría decir que era porque era un blando con ella, pero probablemente no fuera cierto. Tampoco era que yo la tratase con mucha mano dura, precisamente.

Al final pensar en aquel enorme monstruo viviendo en el lago y saliendo a devorarnos se me hacía hasta gracioso. Se suponía que estaba allí, yo nunca había llegado a verlo personalmente pero tenía compañeros que sí, pero todos seguíamos bañándonos en aquellas aguas dándolas por seguras. A ver si al final iba a ser peligroso de verdad.

-Quizás nosotros lo devoremos a él -zanjé, encogiéndome de hombros-. Dos contra uno.

"Ganarme su perdón". Aquello era algo habitual. Al final Telma ni siquiera estaba enfadada, muchas veces, era más como... casi un juego.

Cerré el libro con un gesto suave y solté su cintura. Entonces era la hora de tomarse las responsabilidades en serio. Me puse en pie y me volví hacia ella para darle un beso, quizás algo largo y profundo para ser el preludio de lo que dije a continuación.

-Creo que es mejor que vaya ahora entonces. Antes de comer. Quiero acercarme al pueblo por la tarde, aún no he entrenado hoy...-. Al final solo había leído un libro sobre peces-. Por cierto, cuando Kris me dijo que entrenásemos juntos un día me recordó que hace tiempo que no nos enfrentamos.

Me mordí la lengua para no añadir nada más a aquello.

Contuve una risa. Incorregible.

Correspondí a su beso antes de levantarme yo también. Asentí.

─Yo voy a ir yendo al comedor ─decidí.

Me encogí de hombros, enarcando una ceja a su indirecta.

─Cuando quieras ─respondí, con un deje desafiante en la voz─. Yo he estado un rato esta mañana, temprano, pero pensaba hacer algo más de ejercicio por la tarde. Me apetecía ir fuera, pero si quieres, puede ser hoy mismo.

De pronto me puse algo nervioso. Intenté que no se notase demasiado. No sabía si Lea se daba cuenta de las cosas fácilmente o si era que yo era malo ocultándolas.

-Hoy...-. Aparté la vista-. Ah, no sé si podré... O sea, iba a entrenar, claro...-. Iba mal-. La cosa es que no sé cuánto estaré en el pueblo. Y no quiero comprometerme y luego faltar a mi palabra. ¡Ya sabes que odio faltar a mi palabra! Entonces te doy mi palabra, pero mi palabra para el fin de la semana.

Por Mithos...

Carraspeé y le ofrecí mi mejor sonrisa. No sabía si funcionaba en aquella dirección, y Lea no era mucho de usar aquella táctica tampoco. Pero, por más que lo hubiese pretendido, ya había aceptado que no era ningún cachorrito.

Tuve que hacer mis mejores esfuerzos para mantener baja la ceja que intentaba alzarse de nuevo. Rick llevaba así unos días... Cómo describirlo. No diría enigmático ni misterioso, porque no era eso lo que transmitía, pero... ¿esquivo? Quizás esa era la palabra. Había decidido que, fuera lo que fuera lo que no quería decirme, no iba a mejorar la situación por presionarlo. Ya me enteraría si me tenía que enterar cuando él quisiera decírmelo. Y, si no, era cosa suya. Tenía derecho a sus secretos, aunque se le diese fatal guardarlos. Así que traté de mantener la naturalidad.

Me encogí de hombros.

─Como quieras. Tampoco es obligatorio. Aunque es verdad que hace mucho. Pero bueno, ya será un día que estés menos ocupado, no te apures.

Nos dirigimos hacia la puerta, y lo besé otra vez al despedirme.

─Te veo luego. Cuando tengas un rato libre, bueno ─añadí con tono inocente, por picarlo un poco.

Y eché a andar por el pasillo en dirección contraria a la suya.

*se van*

Después de las últimas semanas hoy he decidido no entrenar. Acabo de regresar y, aunque el último tramo del camino solo fuese viajar a caballo, la tensión de que pudiese pasar algo más junto con la perturbadora presencia de la caja no nos dieron demasiados respiros a Massen ni a mí.

Es extraño estar de vuelta. Ver que todo sigue siendo como antes y que, aunque siempre he escapado de la gente, estar aquí hace que sienta cierta seguridad. Los líderes, otros guerreros y estas gruesas paredes causan que incluso yo sea capaz de relajarme un poco. Aunque con la nieve cayendo fuera, he pensado que es mejor idea refugiarse en la sala común con una taza de cacao puro. Hay que darse un gusto de vez en cuando, y algo así no se encuentra en cualquier pueblo.

Supongo que Nagorr Brumm o algún otro líder nos informará sobre algo relativo a la misteriosa caja en algún momento. Al menos espero que lo consideren pertinente. No quiero meterme en lo que no me incumbe, pero quiero saber por qué nos hemos jugado el cuello.

*se queda*

Ben entró en la sala común frotándose la nariz, que tenía helada. Había estado haciendo el cabra por la nieve hasta que había decidido que tenía demasiado frío. ¿Y cuál era la ventaja de vivir bajo techo? Que si tenías frío, podías decidir dejar de tenerlo. A Ben no dejaba de maravillarle, por más que pasasen los años, ese poder que había ganado sobre su propia vida.

Venía dispuesta a sentarse frente al fuego, pero una presencia llamó su atención al llegar. Alzó las cejas, sorprendida. Vaya, aquello era novedad. Hacía muchísimo que no veía a Alehyss. Pero, en plan, muchísimo. De pensar que se había largado definitivamente. Curiosa, decidió acercarse a cotillear.

─A las muy buenas ─saludó, con una sonrisa, acercándose─. Qué sorpresa, no te hacía yo por estos lares.

Así, sutil.

Un rostro conocido entra tranquilamente en la sala. Le dedico una mirada sin hacer amago de levantarme. Y será porque estoy contenta de estar aquí, pero le dirijo una sonrisa escueta, además del movimiento de cabeza del saludo.

-Volví ayer mismo. He estado fuera encargándome de algunas cosas, pero creo que ahora estaré un tiempo por aquí -comento, antes de dar un sorbo a la taza caliente-. ¿Ha habido alguna novedad en los últimos meses que merezca la pena saber?

Supongo que no ha habido extrañas desapariciones, ataques terribles, muertes, secuestros... Quiero pensar que eso ya lo habría sabido. Pero, aún así, nunca está de más preguntar.

Por lo visto, la chrysos estaba dispuesta a facilitar la información de manera bastante gratuita. No era el estilo que Ben le recordaba, pero no tenía ninguna pega con que cotillear resultase una actividad tan sencilla. Aunque, claro, estaba bien que correspondiese poniéndola al día. El problema era, ¿al día de qué? Se lo pensó un momento.

─Diría que nada muy destacable ─respondió al fin, encogiéndose de hombros─. Yo también he estado fuera hasta hace poco, pero vaya, no me he encontrado nada llamativo al volver. Algunas caras nuevas, pero poco más.

Casi se siente un poco mal ofreciendo tan poco. Y ha sido tan fácil obtener información que le sabe hasta un poco mal pedir más.

─Creía que te habías ido del todo, la verdad ─confesó al final─. No serías la única, llegan caras nuevas pero hay otras que desaparecen. Salvo que estés de paso, pero no, ¿no?

Caras nuevas. Supongo que es lo normal, cuando te vas un tiempo. Al fin de cuentas, no era tan raro ver caras nuevas antes, cuando todavía no me había ido. Estoy a punto de preguntar por esas caras nuevas, pero me anticipo cierta charla insulsa que realmente no me importa tanto, por lo que decido no hacerlo. Ya me las cruzaré.

Doy un nuevo sorbo al cacao mientras niego a su comentario sobre mi marcha.

-Quizás algún día me vaya -concedo-, pero no ha llegado ese momento. Massen ha vuelto conmigo -comunico. No sé si se llevaban bien, realmente, pero tampoco tardará en darse cuenta-. Supongo que esa puede ser una de esas caras que habían desaparecido. Como la mía.

O sea, que fin del retiro de la veterana. Bueno, estaba bien tener a las primeras promociones de vuelta. Lo que no se esperaba era el dato que siguió a esa respuesta. Alzó las cejas.

─¡Ondia, la Dew! Pues sí, esa, otra que tal baila, que no se le ve el pelo desde... ─Frunció el ceño─. Bueno, como a ti, os habríais ido juntas, supongo, ¿no? Eso se lo tengo que contar a Fif, que le va a hacer ilusión.

Casi le daban impulsos de salir corriendo a difundir las novedades, pero como que estaba un poco feo dejar allí a Alehyss con la palabra en la boca. Y a saber, a lo mejor aún tenía más sorpresas guardadas.

Llevo buscándola un buen rato: no está en las habitaciones, ni en la sala de música, ni dándose un baño, ni comiendo... Puede que ya esté fuera, pero no hará daño buscar en un sitio más, y la sala común me queda de pa... ¡BINGO!

-¡Retales! ¡Vamos a...!-. Espera, pero... Esa que está con ella es...-. ¿Alehyss Lester?-. Oh lalá-. ¡Hostia! ¿Pero de dónde has salido tú? ¿Una siesta demasiado larga? A veces me pasa, me acuesto después de comer y cuando me despierto no sé ni en qué día vivo...

Madre mía. Alehyss Lester. Tampoco es que sea el alma de la fiesta, ¿no? Pero entre la nieve y esto ya hay tema de conversación para rato.

Niego con suavidad al comentario de Ben. Lo cierto es que no nos fuimos juntas, exactamente.

-Cada una de nosotras iba por su cuenta -explico-. Nos encontramos casualmente en Ventus y decidimos regresar juntas.

Estoy a punto de preguntar quién es Fif pero enseguida llega mi respuesta. Clavo los ojos en la caeruleus que llega, Frikka, Fif. ¿Es que la ha invocado o qué? La chica enseguida se pone a parlotear y recuerdo rápidamente lo agradable que resulta estar a solas.

-Buenas noches -respondo, monocorde, sin molestarme a responder a su estúpida pregunta.

Ben dio un silbidito admirado.

─¿Así, sin quedar ni nada? Joé, pues ya es casualidad ir a caer en la misma isla, ¿no? ─comentó, sorprendida─. Pero en fin, mientras con lo que una tope sean buenas compañías...

No tuvo tiempo de añadir mucho más antes de que Fifi apareciera por la puerta. Ben sacudió un momento la cabeza, confundida. ¿La había llamado sin darse cuenta?

─¡Fifi, que se ha traído a la Massen con ella! ─exclamó, con los ojos muy abiertos, sin poder contener el amago de un saltito emocionado.