Sala común

El chrysos la observó en silencio, esperando alguna respuesta. A pesar de que había preguntado, esperaba que realmente no quisiese hacer más preguntas, que no quisiese seguir con el tema. Probablemente le dijese que se iría a dormir, y tendría todo el sentido del mundo, pues aquel era un perfecto punto y final para la conversación. De hecho, hasta casi se arrepentía de haber hecho la pregunta en lugar de decir que se iba a dormir.
Sin embargo, y para su sorpresa, la muchacha no respondió; en su lugar, se puso en pie, ayudada por las muletas, y se acercó a él, lentamente, en silencio. Lyam frunció el ceño, y de pronto se sintió ligeramente preocupado. ¿Qué le pasaba? ¿Se encontraba bien? ¿Estaría cansada? La tormenta podía producir cansancio, era uno de los efectos que aparecía en el folleto, así que ¿la tormenta le había afectado? Había visto las chispas que le habían estado recorriendo la piel mientras hablaban, así que podía ser. Pero en caso de ser así, ¿qué debía hacer? En el folleto ordenaban mantener la calma y avisar a un médico, ¿pero si el caso era grave había que hacer algo antes de avisar al médico?

Por suerte para él, y para sus estúpidas dudas, la muchacha no se desmayó, ni cayó hacia atrás, ni hizo nada más raro que apoyarse en él. Lyam alzó las cejas. Y parpadeó, sorprendido, una vez. Alehyss Lester no se apoyaba en la gente, Alehyss Lester era independiente y rechazaba la ayuda, aquello era completamente inesperado. Y sin embargo, y a pesar de que no se alegraba del cansancio de la chica, no era del todo desagradable.

La rodeó con los brazos, abrazándola con suavidad, y la besó en el pelo, casi cariñoso.
Aquello le servía.

Siento cómo me rodea con los brazos. No es que el objetivo de mi día fuese conseguir un abrazo, pero es bastante mejor que gritar, discutir o pensar en Jager y toda mi trayectoria con él, desde la primera vez que lo vi hasta hoy. Al menos me siento un poco desahogada. Recuerdo que había sido así con Heylel, al que llegué a contarle medias verdades al respecto. Y no volví a intentarlo con nadie más.
Ahora mismo tengo más problemas en la cabeza que si una vez Jager me hizo daño o no. Sin embargo, efectivamente, quizás debería empezar a deshacerme de esas ideas, aunque sea hablando por encima de ellas. Ya no pertenezco a la banda, ni a la organización... Si quiero puedo hablar de ello y desahogarme un poco. No estaré traicionando a nadie.

Dejo ir un suspiro, con cierto desánimo.

-Estoy cansada -declaro, con tono apagado.

Quiero ir a dormir, nada más. De pensar en ello se me desenfoca la vista. Es extraño.
Mañana estaré mejor, sin duda. Hoy por hoy, ahora mismo, llegaría a quedarme en el sofá sin darme cuenta de no haberme levantado.

Volvió a besarla de nuevo, sin soltarla. Aquel gesto, por pequeño que fuese, le servía; no necesitaba nada más de momento, a pesar de que aquello no era una respuesta verbal y de que tampoco respondía del todo a la pregunta. Pero le servía.
Se planteó que tal vez había exigido demasiado, y se dijo que se había comportado como un capullo al principio del día. Ni tan siquiera sabía por qué había dicho aquellas cosas, por qué se había comportado así. A veces no entendía sus propias emociones. Pero luego se arrepentía. Ahora se arrepentía. De verdad lo hacía.

—Siento lo de la biblioteca —murmuró. Algún día dejaría de pedirle perdón por todas las tonterías que hacía.

La estrechó con un poco más de fuerza, ignorando la muleta. Luego, al escuchar las palabras de la muchacha asintió, y lentamente se separó de ella. Antes de alejarse del todo, la besó en la frente, casto. Esbozó un amago de sonrisa después, ya separado de ella.

—Vámonos...

Y eso hicieron.

*se van*

Un buen entrenamiento, una ducha refrescante y ahora a escribir a casa, que es lo que toca. Como no responda enseguida van a venir de verdad a llevarme por los pelos a rastras, y no me hace ilusión ir comiendo la mierda del suelo de aquí a Caligo. Soy más refinada que eso, aunque no lo parezca.

Tomo un papel, una pluma, tinta, y me pongo a redactar con ánimo, aunque lo que cuento es más paja que otra cosa, para que se estén tranquilitos. Tampoco voy a decirles ahora que siento haberme ido sin avisar porque entonces se van a creer que soy la misma Frikka de siempre. Todo a su debido tiempo.

Termino la carta y la miro, releyéndola, contenta.

*se va*

El chrysos, sentado en el sofá, observaba la chimenea sin interés, con los ojos entrecerrados. Había tomado los calmantes hacia escasos minutos, justo antes de dirigirse a la sala común, y ahora mismo sentía la cabeza, si bien no le dolía, embotada. Frunció el ceño. Realmente aquello era un engorro, y dudaba que tuviese mucho que ver con la tormenta. Tal vez estuviese enfermando. De hecho, no le sorprendería: llevaba tiempo durmiendo poco, alimentándose mal... Coger algún tipo de constipado sería lo esperable.

Se llevó una mano a la frente, frotándosela. Y tras observar la habitación durante unos segundos más, se tumbó en el sofá, acurrucándose. Cerró los ojos. Sólo un rato. Luego iría a la habitación.

*se queda*

edit. oh. no me iba realmente lol

FdR: Holiiiii

El chrysos frunció el ceño y entreabrió los ojos al escuchar una molesta voz resonando en la sala. Alzó un poco la cabeza, notando un leve pinchazo al hacerlo, y enfocó la vista, tratando de distinguir la figura que había aparecido en la puerta. Le llevó unos segundos descubrir que era Gerald.
Suspiró, y volvió a apoyarse.

—No. Estoy bien. Gracias.

Y estaría mucho mejor sin él.

Lo miró de reojo, el ceño fruncido, cuando escuchó sus pasos acercándose a él. Y al escuchar sus palabras, torció una sonrisa. Sería impertinente, una auténtica molesta. Mucho peor que Rick Dehnel, casi tan cansino e imbécil como Alexander. Ojalá desapareciese.

—Gracias—gruñó.

Y no dijo nada más. No merecía la pena explicar que no era por la tormenta, ni mucho menos por Alehyss. Daría lo mismo, porque el chrysos escucharía lo que quisiese y entendería lo que le diese la gana. Funcionaba así, era como Alexander. Estaba convencido.

Cuando se fue, chasqueó de nuevo la lengua y volvió a acurrucarse, dándole la espalda a la vuelta. Cerró de nuevo los ojos.

Entro en la sala con pasos lentos. Creo que he venido a escribir una carta que mandar mañana informando de que iré pronto por casa. No obstante, al ver a Lyam me detengo. Da la sensación de que lo han echado de las habitaciones y ha tenido que venir aquí a dormir, "al sofá". Es extraño.

Entro ayudándome de la muleta, aunque creo que podría sin ella bastante bien, y tomo asiento en una butaca, dejando ir un suspiro cansado y mirando el fuego de reojo. Ni siquiera saludo. Me quedo inmóvil, pensando en Massen, todavía, y en lo que acaba de suceder.
Es una sensación extraña, como un mareo. Sé que no puedo hacer nada, no puedo salvar a su hermana, ni devolverla a la vida, ni sustituirla... Y, de alguna forma, me siento responsable.

Es que soy tan torpe cuando se trata de esto...

FdR- Nas noches

Cuando volvió a escuchar pasos, frunció de nuevo el ceño, aunque no abrió los ojos hasta que los pasos se detuvieron. Por el silencio, parecía que Gerald no había decidido volver a, qué sabía él, mofarse un poco más. Tal vez fuese alguien del servicio.
Con los ojos entreabiertos, giró el cuello y buscó con la mirada a quién fuese que había entrado en la sala. Cuando finalmente logró enfocar a Alehyss, sonrió un poco, antes de volver a apoyar la cabeza en el sofá.

—Buenas noches —murmuró, con la voz ligeramente pastosa.

Vuelvo la cabeza hacia él cuando habla. Tenía la mirada perdida en algún punto, borrosa, mientras pensaba, así que hasta me sorprende un poco que haga ruido. Creo que hasta me había hecho a la idea de que estaba sola, y eso que no llevo tanto tiempo en la habitación.
Me llevo una mano a la frente, frotándola, pensativa. Luego sacudo la cabeza un poco, como si tuviese el pelo mojado, despejándome.

-Buenas noches -repito, todavía analizando sus palabras. Percibo entonces su tono y su aspecto-. ¿Te pasa algo? -inquiero, extrañada.

Tengo miedo, por un instante, de que me diga algo semejante. Creo que no sabría repetir lo que hice con Massen.
Pero no, claro. Lyam jamás haría algo como eso. Resulta un alivio, ahora mismo. Y siempre. Soy socialmente torpe en lo que a consuelo se refiere.

Giró el cuerpo, dándole la espalda esta vez al respaldo del sofá, y observó a Alehyss, con un amago de sonrisa. Parecía tener mejor aspecto que la última vez que se habían visto, aunque tampoco parecía especialmente contenta. Más bien, parecía concentrada, como si estuviese pensando en algo. Y de hecho, por el tiempo que le llevó responder, parecía que efectivamente había estado pensando en algo.

—Nah... —murmuró, pasándose la mano por la cara. Cerró los ojos—. Me duele un poco la cabeza, pero se me pasará.

Bostezó. Después parpadeó un par de veces, frotándose la frente. La miró de nuevo.

—¿Qué tal?

Alzo una ceja, escéptica. Es extraño que me diga esto. Y, sinceramente, tengo ganas de ignorarlo por un momento. Al fin y al cabo, la última vez a mí me dolía la cabeza y no me dio tregua. Sin embargo, hoy no me siento vengativa; más bien abatida. Da las gracias al buen tiempo, Lyam. Hoy seré agradable.

-¿La cabeza? Pues sí que es mala suerte, ahora que ha pasado la tormenta -comento, centrándome de nuevo en el fuego, distraída-. Yo estoy bien. La pierna va bien, no hay truenos y por fin he podido salir a la calle, aunque me he manchado de barro. Pero no me ha importado porque ya no llueve.

Y eso que odio el barro.

Evito hablar de Massen, aunque es el tema que me ronda ahora la cabeza, por no ir aireando sus penas. A mí no me gustaría. Y no me siento con derecho a hacerlo.
No sería correcto, es decir. Un tema de conversación de mal gusto.

Rió con suavidad.

—Realmente no me sorprende, teniendo en cuenta el tipo de vida que tengo. —Suspiró—. Lo raro es que no me haya pasado antes.

Lo extraño era que no le hubiese pasado durante la tormenta, más bien. Aunque, por otro lado, tal vez el último día de tormenta, que había sido más fuerte que el resto, había desatado todo. No lo sabía y no le importaba demasiado. A fin de cuentas, no dejaba de ser un dolor de cabeza.

Bajó la vista a su pierna, y asintió. Con la mención del barro, sin embargo, volvió a reír. A Alehyss no le gustaba la lluvia, a Alehyss no le gustaba el agua, a Alehyss probablemente no le gustase el barro. Tenía sentido.

—Huh, barro. Terrible. —Sonrió—. Me alegra que estés bien.

La miró unos segundos más. Luego volvió a cerrar los ojos.

Alzo las cejas, ladeando un poco la cabeza, apartándome enseguida el flequillo que, sin duda, he de recortar. Tener el pelo delante de los ojos es una perdida de eficiencia notable, y pronto empezaré a necesitar ser eficiente de nuevo.

-¿Qué tipo de vida tienes? -inquiero, volviendo la vista al fuego. Si le duele la cabeza...-. ¿Duermes poco? Tal vez bebes a menudo -aventuro, con tono neutro, aunque creo que pretende ser una broma. Ni yo misma tengo claro mi humor, ahora mismo.

Su mención al barro no me hace reaccionar. No va a provocar una respuesta con esos términos. Pero ha de saber que, efectivamente, el barro es desagradable. Aunque quizás sea de esos hombres a los que les gusta ver a dos mujeres luchando en el barro, no lo tengo claro. Yo, sinceramente, prefiero a los hombres aseados, pero si solo es mirar quizás tenga su atractivo.
Asiento, ligeramente.

-Espero poder dejar la muleta pronto. Aunque no sé cuándo podré volver a correr. Es una sensación bastante agobiante. Es como estar atrapada, pero sin estarlo realmente.

El fuego me tiene atrapada. Debería dormir junto a Massen, hoy...

Observó a la muchacha con curiosidad, fijándose en cómo había aumentado el largo de su pelo. Le quedaba mejor así, aunque pareciese el flequillo parecía bastante incómodo.

—No la más sana. —Con leve esfuerzo, se incorporó, sentándose en el sofá. Apoyó la cabeza en el respaldo, y de nuevo, se llevó una mano a la frente. Suspiró—. Duermo poco. Poco y mal. Y, bueno, mi alimentación nunca ha sido la mejor, pero estas últimas semanas ha sido bastante insana. —Frunció el ceño—. Escasa, más bien.

Comía poco, era una certeza. Pero cuando se enfrascaba en algo, cuando se metía de lleno en un libro, o cuando investigaba algo, solía olvidarse de comer. No sentía hambre mientras trabajaba, y cuando finalmente se apartaba del objeto en cuestión, reparaba en que habían pasado horas y que lo más recomendable era o esperar a la cena o irse directamente a dormir, dependiendo del momento del día.

La miró de reojo.
Asintió.

—Nunca he tenido una lesión semejante, pero supongo que no tardarás demasiado en poder correr —murmuró, poco convencido. No sabía qué decirle. Nunca había usado muletas, y la lesión más grave que había tenido hasta ahora, era la de las costillas.

Tenía bastante suerte.

Niego, reprobatoria. No quiero dármelas de experta en nutrición, de madre preocupada ni nada semejante, pero es algo que yo siempre he tenido muy en cuenta: la alimentación. Sin comida no se puede trabajar bien, ni el cuerpo ni la mente. Es un acto muy irresponsable por su parte. Pero, como he dicho, no estoy aquí para reprenderlo. Aconsejar basta. Y que haga lo que quiera luego, si no sabe cuidarse. No voy a ir a meterle la cuchara en la boca.

-Envejecerás pronto si no comes bien y no duermes -murmuro, casi burlona, pero manteniendo la expresión seria-. Si no quieres que la gente tenga que estar preocupándose de tu salud, deberías hacerlo tú mismo-. Lo miro de reojo, sin volver la cara.

No quiero encontrarlo moribundo en los pasillos y tener que arrastrarlo a ningún sitio. Ya me pasó una vez con Dehnel. Más no.

Me encojo de hombros, luego, y esta vez sí giro el cuello. Estiro la pierna y la doblo de nuevo, como pensativa.

-No diría que pronto, pero ya he empezado a ejercitarla. Prefiero que tengas tú razón y estar moviéndome con normalidad en una semana -añado, con una sonrisa tensa, sarcástica-. Y considérate afortunado. Creo que ha sido la experiencia más dolorosa que he tenido jamás -. Aunque por mi tono no lo parezca. Ya ha pasado tiempo...

La miró de reojo, sonriendo, ligeramente burlón. Tal vez envejecería pronto, qué sabía él, internamente, rollo órganos viejos y defectuosos, pero externamente dudaba, dudaba mucho, que fuesen a echarle más años de los que realmente tenía. De hecho, solía ser del revés: normalmente lo confundían con un chaval mucho más joven de lo que realmente era. Y estaba casi convencido de que algunas personas de palacio no le echaban la edad que tenía.

—Bueno. Dudo que físicamente llegue a aparentar algún día la edad que tengo. —Suspiró—. Pero... —Se encogió de hombros—. Me cuidaré más.

Se pasó una mano por la nuca, y se arrellanó en el sofá. Cuando la chrysos volvió a hablar, la miró, esta vez no de reojo, y asintió.

—Soy afortunado, sin duda.

Probablemente le llevaría más de una semana recuperarse del todo, pero ese comentario era tan estúpido que ni se planteó siquiera decirlo. Ella misma ya lo sabía.

Lo miro, distendida, esbozando una sonrisa. La edad es una invención humana, y si cree que aparenta menos de la que tiene, que de hecho no lo descarto... ¿Debería plantearle acaso un cambio de apariencia? Quizás ganando musculatura parecería más adulto, por decirlo de algún modo. Aunque al final ese tipo de aspectos son una ridiculez. La gente se pasa toda su vida luchando contra el tiempo, pero siempre hay el que, por algún motivo, quiere ser mayor. La vida es un sinsentido, y nunca hay nadie satisfecho; las cosas son así.
Así que solo asiento a su último comentario.

-Lo veo una decisión acertada. No es necesario que sigas una dieta estricta, como yo, pero comer tres veces al día sería un buen comienzo.

Esbozo una sonrisa. Luego mi vista se pierde en el fuego. Espero que Massen siga dormida, porque me siento algo culpable por haberla dejado sola.

-¿Afortunado? -repito, conteniendo una sutil carcajada, mirándolo, incrédula, pero de buen humor-. ¿De verdad te consideras afortunado, Lyam? -inquiero, enarcando ambas cejas, con sorpresa.

Supongo que se refiere solo al ámbito de las lesiones, pero escuchar esa palabra tan optimista de sus labios es de lo más extraño. De él esperaba algo más negativo. Aunque prefiero que diga afortunado que que se queje. Es mejor ser optimista, si no se puede ser realista.

Le sonrió.

—Lo intentaré. Pero no prometo nada.

Estiró los brazos.
El dolor de cabeza, si bien seguía ahí, era menos grave que antes; los calmantes habían hecho efecto hacía tiempo. Era soportable, mucho mejor que ayer. Incómodo, pero soportable. Al menos no sentía que cada ruido, por pequeño que fuese, se le clavaba en el cráneo.

Suspiró, y observó el fuego, fijándose en las formas que las llamas formaban. Cuando la chrysos habló, no la miró al principio, sino que continuó observando la chimenea, pensando en su respuesta. ¿Se consideraba afortunado? No realmente, y aún así.

—A veces. —La miró de reojo, pasando por su cuello, sus labios, su nariz y finalmente sus ojos. Parpadeó—. Podía ser peor. —Curvó los labios, y cerró los ojos—. Al menos no soy un cadáver.

Asiento, como complacida con sus palabras. Al menos si le pasa algo nadie tendrá derechoa decir que yo no puse de mi parte por evitarlo. Por lo demás, no es un niño, de modo que me lavo las manos.
Me acomodo en la silla, con desgana, cerrando los ojos un momento. Estoy acostándome a horas inhumanas. Aunque desde ayer duermo de maravilla. He ganado puntos de felicidad desde que la tormenta paró. Es agradable ver cómo la exposición continuada a una situación desagradabe hace que el cese de la misma endulce hasta mi carácter agrio. Aunque seguramente vuelva pronto a las andadas, en cuant algo me amargue. Disfrutaré por el momento de la tranquilidad.

Me gusta más su optimismo que una recurrencia a las malas experiencias. Tengo problemas y evito pensar en ellos si puedo. Me gusta que los demás hagan lo mismo. La autocompasión es estresante, aunque a veces inevitable.

-Exactamente... Me gusta pensar, también, ese tipo de cosas cuando me siento desafortunada. Siempre podría haber algo peor, creo.

Y si ya no lo hubiese, si no pudiese levantar la cabeza con nada, simplemente, creo, renunciaría a la vida por mí misma. Pero en ese instante ya sería débil y patética.

Observó, de reojo, cómo la chrysos se acomodaba en la silla, preguntándose por qué no se acercaba al sofá, que era claramente más cómodo y que ahora mismo no estaba ocupado del todo. No obstante, también pensó que era realmente tarde y que probablemente la muchacha estuviese cansada. Él mismo sentía un leve cansancio, los sentidos algo adormilados probablemente por el efecto del calmante. Pronto se iría a dormir. E imaginaba que Alehyss haría lo mismo.
Aún así, sí mencionó:

—El sofá es más cómodo.

Era una invitación a acercarse, pero entendería que negase y se quedase en la silla. ¿Cuánto tiempo más iban a estar ahí? Miró de reojo por la ventana. Seguramente poco.

—Siempre pienso que podría ser peor. —Parpadeó. Frunció el ceño—. Antes me enfadaba con el mundo, y pensaba que era injusto y odiaba a toda esa gente mucho más afortunada que yo, pero antes era estúpido y me metía en líos de los que no siempre solía salir. —Sonrió—. Ahora no tanto.

Suspiro, asintiendo suavemente. Por esta vez seré agradable y no rechazaré tu invitación. Pero deberías tenerlo en cuenta la próxima vez que sea fría y borde para comprender que soy, en esencia, un ser contradictorio.
Camino hasta el sofá y tomo asiento con calma. Lo miro, seria, pese a todo.

-No tardaré en irme a dormir, pese a todo. Mañana me gustaría estar descansada y ver si puedo ayudar con alguna tarea de reconstrucción. Lo que pueda hacer sin estorbar.

De modo que incluso el pesimista Lyam ve a veces las cosas buenas. Está bien, Lyam, está bien. Me llega con mi propia cara amargada, generalmente.

-Tiendo a no sentirme afortunada ni desafortunada -murmuro, con desgana-. No creo en el destino, pero sí que hay cosas que no se pueden evitar, o que no se consiguen evitar por negligencia, y que lo mejor que puedo hacer en esos casos es seguir y aprender de los errores sin darle demasiadas vueltas.

Por supuesto, algunas veces me costó más que otras. Jager fue un error especialmente difícil de superar. Mi orgullo todavía sufre a veces.

FdR- Filosofía de 5 de la mañana.

Para su sorpresa, la chrysos sí aceptó la invitación y se sentó en el sofá. Lyam la observó, en silencio, mientras se acercaba, y cuando finalmente tomó asiento, apartó la mirada. Sus palabras, sin embargo, confirmaron lo que ya esperaba: ambos estaban cansados, ambos se irían pronto.

—Supongo que si mañana me encuentro mejor, también ayudaré —murmuró.

Suspiró.
Realmente ayudar a la construcción de Palacio no era algo que le agradase demasiado: odiaba aquel lugar, odiaba aquel palacio, muchas veces deseaba que desapareciese y la mayoría de la gente que habitaba en él le caía bastante mal. Pero aun así, sentía una extraña responsabilidad que le hacía preocuparse por el estado del lugar, la misma que lo había arrastrado a enfrentarse con aquellos bichos durante el ataque.
A lo mejor no lo odiaba tanto.
Probablemente no lo odiase tanto.
Tal vez sólo le desagradaba cómo funcionaban algunas cosas.
Probablemente sólo le desagradaba el funcionamiento de Brontë.

—Yo sí creo que hay gente más afortunada que otra. —La miró—. Al menos en principio, hay gente más... —Frunció el ceño—. Con más predisposición al éxito, y otros al fracaso. Por supuesto todo depende al final del individuo, pero dependiendo de cómo, cuándo y dónde nazcas juegas con más o menos ventaja.

Cualquier noble podía tener lo que quisiese con casi sólo pedirlo. Un pobre no podía permitirse lo mismo, tenía que hacer un esfuerzo mayor para conseguir sus deseos.

—No obstante, tampoco vas a lamentarte por tu situación. Es mucho más rápido aceptarla e intentar cambiarla.

Si te atrevías.

Suspiró. Luego, movido por un deseo casi infantil, apoyó la cabeza en el hombro de la chrysos, y aún contando con que en unos segundos muy probablemente tendría que apartarse, cerró los ojos.