Sala común

Su hermano… Sé de la existencia de sus hermanos, se historias y nombres de algunos, detalles, pero aún así el concepto se me hace extraño. He oído hablar mucho de hermanos, pero tampoco es que los haya visto “en acción”. Y será curioso, si se da, conocer al padre de Massen, por ejemplo, pero supongo que sin ella por allí será “un hombre”, más que su padre.
Bueno, claro… Lo es de todos modos.
No es que por ser su padre fuese a perder la identidad, o algo…

Y de repente se ha hecho el silencio. La miro de reojo un momento. No sé si será, de hecho, eso. Que ha muerto la conversación, o así.

Le dedico una sonrisa escueta. No es que quiera irme, claro. Simplemente me siento un poco raro ahora mismo, y no me sale un tema del que hablar. Venía tan convencido con comentarle de los planos que no pensé en el después.
De todos modos es algo que suele fluir.

Jun ya no añadió más. Y entonces se hizo el silencio. Guardé las cartas en un bolsillo, para a continuación reacomodarme en mi asiento. Tal y como había pensado, la situación era extraña. No entendía muy bien por qué. No había sido para tanto, en realidad. Había sido una tontería. Pero la situación que había causado era incómoda. Me daba miedo que así fuera.

Afiancé la sonrisa, mirándolo, y carraspeé.

-¿Has ido ya a hacer el amuleto? Habías dicho que querías -pregunté, buscando acabar con el silencio. Era consciente de que cada vez que surgía un silencio incómodo utilizaba aquel tema para romperlo. Ya lo había hecho en otra ocasión. ¿Qué iba a hacer cuando se fuera el artesano?

Al cual, por cierto, yo no había ido a ver.

Alzo las cejas cuando pregunta, esbozando una sonrisa enseguida. Casi dan ganas de darle las gracias, además de todo.
En lugar de eso, niego. La verdad es que con el asunto de Alehyss aún no he ido. He estado tan concentrado que… Y eso que estoy muy interesado, la verdad.

<<Sé cómo funciona, me he informado, pero no he ido aún. Tampoco he pensado todavía qué quiero hacer.>>, le explico, gesticulando con calma.

Y eso que había hecho una lista…

<<¿Tú?>>

La miro, curioso.

Al menos tenía a bien seguir la conversación. Tiraría por ahí, entonces. Sonreí y me encogí de hombros.

-Debería ir -respondí, con tono un tanto culpable-. Pero por ahora, nada. Aunque ya tengo bastante claro lo que quiero. Debería ir para concretar los detalles y hacerlo o se irá antes de que pueda.

No tenía muy claro cuánto tiempo más iba a quedarse aquel hombre, pero sí sabía que llevaba ya algún tiempo. Tampoco era cuestión de tentar a la suerte...

Me inclino un poco hacia adelante en un gesto de curiosidad, ensanchando la sonrisa. La verdad es que la vez que se sacó el tema por primera vez me quedé sin saberlo, y es algo que me interesa. Aprovechar las posibilidades de aprender es una buena forma de maximizar mis posibilidades, creo.

Asiento.
Claro que iré.

<<¿Qué quieres?>>, pregunto entonces, mirándola fijamente.

Puedo basarme en ello para descartar una opción. Así cubriremos más áreas…

Me encogí nuevamente de hombros. No había sido una decisión fácil, claro, pero de verdad creía que era lo más adecuado.

-Quiero afianzar mi puntería -expliqué-. Creo que las otras opciones, más o menos, son una cuestión de esfuerzo físico. Si practicas, mejorarás. Pero utilizo ataques a distancia constantemente, y me veo un poco estancada en eso. Creo que es una buena oportunidad. A ti tampoco te vendría mal, que con el arco...

Aunque, siendo Jun, quizás querría aprovechar que había crecido para potenciar su fuerza o algo así. Era la típica cosa que le pegaba hacer.

Puntería…
Sonrío y asiento. Tiene sentido. Bueno, con una buena explicación cualquier cosa lo tendría. Mejorar siempre está bien. Y veo en ello también una buena opción para mí. Sin embargo, claro…

<<Yo quería hacer algo diferente a ti. Para aprender cosas distintas.>>, le explico con gestos ágiles, muy convencido.

Quizás en un primer momento pudiera parecer un impedimento el rechazar a lo que quiero, aunque todavía no tengo claro qué quiero. Pero es una inversión. No hay que pensar solo en el presente. No es “¿Qué quiero ahora?”, sino “¿Qué será lo mejor si pongo la vista muy lejos?”
Algo así.

Alcé las cejas, sorprendida. La verdad era que eso no se me había ocurrido, pero tenía cierto sentido. Asentí. Sin embargo, había un problema.

-Pero dicen que es solo un amuleto por persona -le recordé-. Creo que importa poco si es igual o no, realmente...

De todas formas, era irrelevante. Tampoco era que yo me fuera a empeñar en que hiciera lo mismo que yo. Si quería aprender cosas diferentes, ya le enseñaría yo cómo hacerlo. La cosa era que no se sintiera coaccionado.

-¿No hay ninguna opción que te llame más que las otras?

Asiento con cierta efusividad, risueño.

<<Uno por persona. Por eso es mejor saber más. Si algún día hay la forma de crear otro será mejor cuanto más podamos abarcar.>>, explico, con gestos efusivos.

El saber se olvida, se almacena, se usa o se deshecha. Pero si entre los dos podemos acceder a dos opciones quedarse en una sería una tontería. No sirve de nada que todos los miembros de un ejército sean arqueros, no habría quién atacase de cerca, pero si no hubiese ninguno nadie cubriría las espaldas. Las opciones son lo interesante.
Ya empiezo a hacer comparaciones bélicas…

<<No sé. No lo tengo claro. ¿Qué opinas? Quitando puntería.>>, inquiero, con una mirada curiosa.

Todos parecen tan útiles…

Asentí. Me parecía un poco fantasioso ponerse a pensar en cuando consiguiéramos otro cuando aún no habíamos ido ni a por el primero, pero tampoco era cuestión de desanimar. Ya se veía que era la clase de cosas que disfrutaba. De hecho, solo la indecisión explicaba que no hubiera ido por allí todavía.

Me encogí de hombros. Bastante me había costado pensar el mío como para pensar el suyo.

-Depende de cómo te sientas en combate -respondí-. Piensa en si crees que no tienes suficientes reflejos, o que no lanzas lo suficientemente rápido. O a lo mejor te parece que no tensas el arco con la fuerza suficiente, o te sientes desprotegido o te cansas rápido -. Hice una pequeña pausa-. Quizá lo más fácil sea verlo entrenando. Ahí será cuando eches en falta unas cosas más que otras, ¿no?

Lo que dice tiene sentido…
Bueno, parte de la base de casos prácticos, mientras que yo, como siempre, me estoy quedando en la teoría. Estoy seguro de que acabaría haciendo el de la forma más curiosa o el que me pareciese más un reto de no planteármelo a tiempo.

Entrenando, sin embargo, es lo lógico. Supongo que no me he desenvuelto tanto en combate como para encontrar mi punto fuerte.

<<Tendré que hacer pruebas antes de que se vaya.>>, le reflexiono.

Termino por levantarme y voy hacia ella. Me planto en frente, tomo el amuleto y se lo paso por el cuello.
Creo que empieza a ser lo más cómodo.

Afiancé la sonrisa, negando con la cabeza. Jun y sus experimentos.

-Pues date prisa, que no creo que se quede mucho más... -comenté.

Cuando se levantó y se acercó lo seguí con la mirada en silencio. Y, entonces, de pronto, tenía el amuleto al cuello. Lo cogí en la mano y lo miré un momento. Luego alcé la vista. Hacía bastante que no lo utilizaba conmigo.

<<Si te molesta que hable puedo hacer signos>>, declaré. <<No me importa...>>

Eso desde luego. Por pensar demasiado me voy a quedar sin hacer nada. Eso no se puede permitir. Sería lo más triste, claro. El Abuelo lo reprobaría completamente.
Yo también, bueno…

-No me molesta –hago sonar, para ella-. Pero es más incómodo, ¿no? Esto es más cansado, pero puedo transmitir ciertas ideas mejor. Aunque si te molesta a ti seguimos de la otra forma –comento, risueño.

Aunque lo cierto es que es como si al ponerle esto hubiese roto la conversación, o algo así.
La miro de reojo y termino por acercarme de nuevo a la chimenea.
Se está bien con el calor. Mejor que bajo la nieve. La verdad es que pocas veces hizo tanto frío en la Torre como estos días. Se agradece el fuego…

Echo la vista atrás, un momento para mirarla.
Debería entrenar más. Últimamente no lo hago mucho…

Negué rápidamente, gesticulando con las manos.

-Ah, no, no, no, en absoluto -repliqué, sonriendo-. Es solo que me extrañó. Lo usas muy poco últimamente. Al principio lo sacabas siempre, y ahora hasta se hace raro.

Incluso con Alehyss, que no podía entender sus gestos, se había visto reacio. No parecía exactamente una cuestión de costumbre. Parecía algo hecho a propósito. Aunque no entendía el motivo.

Lo observé acercarse al fuego, reacomodándome en mi asiento y recostándome bien contra el respaldo. Lo miré, curiosa.

-¿Es más cómodo así para ti? -pregunté.

No respondo en un primer momento. Más bien me quedo pensativo. Finalmente, cuando pregunta, asiento parcialmente, poco convencido.
Me vuelvo hacia ella, esta vez por completo, aunque sin despegarme demasiado de la chimenea.

-Si lo uso demasiado me fatigo –explico-. Pero es más cómodo expresarse.

Frunzo el ceño un momento. No sé si es tan importante para decirlo. Solo fue una sensación, pero es que…

-Una vez no lo encontraba. Sé que este sitio no es un refugio de ladrones, ni yo soy demasiado desconfiado, pero no me hace gracia que muchos sepan que tengo algo como esto. Es que podrían hacerse cosas malas con ello…

Algo así es… Aquella vez me lo dejé en la habitación, y si alguien lo cogiera y supiese para qué sirve y volviese a haber un ataque o…
Que espero que no…

FdR- Qué fasho

Ladeé la cabeza, escuchándolo con curiosidad. Acabé por sonreír.

-Bueno, tampoco es cuestión de empezar con acusaciones -respondí, apaciguadora-. Tal y como lo cuentas, suena más bien a despiste. Yo tampoco me pondría... -Callé de pronto, al recordar a Errald, sintiendo un repentino mal sabor de boca. Negué con la cabeza-. De todas formas, lo importante es que cuides bien dónde dejas las cosas. Mantén bien cerrado el baúl y sé discreto. No creo que a nadie se le ocurra cogértelo.

Aunque sí era cierto que, si a alguien se le ocurría tal cosa, podía haber resultados muy peligrosos. No era un simple amuleto de comunicación, después de todo. Aunque se me hiciera raro pensarlo.

La miro un momento, esbozando una sonrisa, aunque no tardo en borrarla y desviar la vista al fuego de nuevo. Me fascina mirarlo fijamente. La llama baila en mis pupilas. En una sensación de lo más agradable. La plenitud de la luz lo es.

-No estoy acusando a nadie. Simplemente me preocupo –comento, mientras tanto, sintiéndome algo serio.

No ha vuelto a pasar. Debía de estar cansado aquellos días que, de repente, no recordaba cómo había llegado a los sitios.
No me ha vuelto a pasar y no le he dicho nada porque me parecieron casos aislados. Y si se lo digo ahora se enfadará por no haberle dado importancia, como si la viese.

-¿Has matado a alguien alguna vez? –pregunto de pronto, volviéndome hacia ella, muy serio.

Asentí. Ya sabía que no, solo quería tranquilizarlo. Aunque era cierto que tenía que ser muy responsable con un objeto así. Era una suerte que lo tuviera él, que lo utilizaba de aquella forma, y no alguien con una mente más retorcida.

Y en el momento en que reflexionaba para mí se introdujo en mi cabeza una pregunta de golpe, una que no esperaba y que me pilló por sorpresa. Se me congeló la sonrisa en los labios y volví la vista hacia él, sintiéndome palidecer, extrañamente angustiada de pronto.

Sí, lo había hecho. No pensaba en ello a menudo. No me gustaba hacerlo. Consideraba que lo hacía obedeciendo órdenes y que no debía pensar en ello como algo personal. Pero, de hecho, había tardado más de lo debido en ser consciente de lo que implicaba, y una pregunta tan directa hacía que me invadiese una enorme sensación de culpabilidad.

Acabé por bajar la vista a mis dedos, que encontré retorciéndose entre sí. Ni siquiera me había dado cuenta hasta el momento.

-Sí... -murmuré finalmente, con voz débil.

La miro. La respuesta me hace sentir una extraña intranquilidad, como una opresión desagradable en el pecho; ansiedad. No aparto la vista, de todas formas.
Es solo que hace tiempo que tengo algunas sensaciones raras. Últimamente se calmaron, pero recuerdo lo que me dijo que pasó aquel día en el comedor. Y recuerdo los ataques que me llevan dado desde que llegué, que hace tiempo que no suceden. Y cuando entré en la sala de entrenamiento y aquella guerrera me atacó, o cuando vi la cicatriz de Massen y me tensé…

<<Creo que yo también.>>, formulo con las manos, con gestos vagos, notando enseguida una extraña sensación de vacío.

Acaba de venirme una imagen. Hace nada. Un recuerdo tan fugaz que podría ser un sueño. Y de pronto se ha ido y no puedo recordarlo de nuevo.
Exactamente como eso, un sueño.
Quizás no ha sido más que un sueño.
Quizás me he precipitado al decir algo como eso. Estoy especulando.

Yo no puedo haber hecho algo así. Yo no podría matar. Yo no soy un guerrero.
Pero esa sensación extraña se mantiene, helada, dentro.

El repentino silencio me pesaba como una losa. No entendía por qué últimamente siempre tenían que acabar así las cosas con Jun. Siempre silencios incómodos, por una cosa o por otra. Y en aquel caso, parecía hasta monstruoso dejarlo estar o quitarle hierro al asunto. Sería inhumano. Matar gente no era algo bueno. Cada quien tenía su vida y sus cosas, y a nadie le gustaba perderlo todo.

Carraspeé y alcé la vista, sin atreverme a sonreír. Sin atreverme a nada. ¿Por qué esa pregunta? ¿Cómo se le había ocurrido así, de pronto?

Me doy cuenta, cuando alza la vista, de que no me ha visto gesticular. Podría haber hablado, pero me salió tan natural… Y ahora repetir algo así no parece propicio…
Y sin embargo he creado de nuevo esta atmósfera tan desagradable. Desde luego, no necesito hacerme el amuleto de puntería, que ya la tengo…
Tampoco es momento para chistes.
Ni siquiera tengo claro qué ha provocado esa pregunta. Simplemente algo en mi cabeza…

Me acerco de nuevo a donde ella se encuentra, con gesto algo apurado.

-Lo siento –comienzo, mirándola-. No sé por qué… No fue una buena pregunta… Se me cruzó de repente –trato de explicar, con agobio.

A veces pasa algo así, y cuando pienso ya es tarde.

Me froté la frente, algo agobiada, y negué con la cabeza. Luego volví a fijar la vista en él.

-No tendría que ser una pregunta difícil -comenté, algo nerviosa-. Pero la verdad es que es la primera vez que nadie me la plantea. Ni siquiera yo misma. Normalmente lo bloqueo en mi cabeza y no pienso en ello. Solo en el objetivo.

Subí los pies al sofá y me abracé las piernas, apoyando el mentón en las rodillas y dejando la mirada perdida en el fuego de la chimenea. Sentí un escalofrío.

-Es monstruoso, bien pensado -comenté en voz baja.

Yo sí lo veo una pregunta difícil. Sobre todo si la respuesta es positiva, como es el caso. Pasamos tanto tiempo charlando, riendo, entrenando… Pero al final las cosas son como un juego. Y, sin embargo, no es ningún juego.
Quizás yo no me he enfrentado a nada, aún. Quizás yo sí he vivido en un juego hasta ahora.  Cuando pasan cosas nunca estoy ahí, y parecen menos reales. Me tomo el proyecto del ala de Lluvia muy en serio, pero no me paro a pensar en lo que verdaderamente implica, en dónde estoy.
Y da algo de miedo.

Ella ha matado a alguien. Lleva aquí mucho tiempo, era de esperar, y sin embargo hasta ahora yo no me lo había planteado de verdad. No había parado a pensar en que podía ser hasta ese punto.
Y puede que algún día tenga que hacerlo yo. Y aunque siento que no sería capaz, podría ser que la situación…
Recuerdo cuando fui de misión con Lluvia y pensé, por un instante, en sacar el arco y apuntar a aquella figura que nos lo había hecho pasar tan mal. En el caos las reacciones son inevitables…
Y quizás vea morir gente ante mis ojos.
Y quizás tema, como durante el ataque, por aquellos a los que quiero de nuevo. Aquella sensación escalofriante de que podía haber muerto alguien cercano. Aquel alivio ingrato al saber que no, como si el resto no importasen.
Y podría ser yo el que muera alguna vez.
O podría morir un inocente en un accidente, por nuestros propios medios.
O podría morir ella en medio de la lucha, y entonces me quedaría desolado, comprendiendo al fin lo que implica un sitio como este. Y sin saber cómo enfrentar algo como eso, porque nunca me ha pasado, y aún así parece terrible.

Ella ha perdido a una hermana. Ha visto morir compañeros. Ha tenido que matar. Y yo no sé por qué he pensado en esto, aunque bastase un instante para hacerlo, pero si lo pienso fríamente…

Y pese a lo mucho que me importa Massen, no puedo negar lo que dice. Porque de verdad es algo monstruoso. Pero porque en sí lo es, no porque ella lo sea. El mundo está lleno de cosas monstruosas. Me gustaría evitarlo, y sin embargo me siento como si para hacerlo siempre hiciese falta manchar manos. Porque la imparcialidad no existe.
Yo no quiero que nadie sufra. Pero hubiese disparado aquella flecha por ver a Lluvia en peligro. Hubiese decidido favorecerme a mí. A lo que me importa. Aunque hubiese sido monstruoso. Aunque no me sienta capaz de matar en absoluto.

Es monstruoso que haya tenido que matar, o que haya matado, simplemente. Es algo horrible.
Pero lo sería más que mañana atacasen Brontë y entonces muriese ella. Porque, desde mi perspectiva, las cosas funcionan así.
Y, cuando me doy cuenta, me encuentro acercándome, buscando algo que hasta hace un par de días jamás había buscado, algo que afirmé que no buscaría y que no pensaba buscar. Y mientras me acerco al asiento o me inclino como puedo en una posición tan rara pienso vagamente que el motivo es simplemente ese.
Que este sitio, por mucho que me lo parezca algunas veces, no es una sala de juegos, y que mañana cualquiera de nosotros podría no estar aquí. Aunque no tenga, realmente, mucho sentido pensarlo ahora.

Me sentía, pese a todo, bien conmigo misma. No me sentía exactamente culpable. Me habría gustado no hacerlo, pero, por algún motivo, no lo consideraba un peso, un estigma. Lo aceptaba y vivía con ello con una tranquilidad que resultaba abrumadora. Otra cosa era, por supuesto, lo que opinaran otros. Hasta el momento ni siquiera me lo había planteado, porque no había tenido necesidad. Pero sí me daba miedo que otros me juzgasen de una manera u otra. Aquello sí quería evitarlo.

Y, pese a todo, Jun no parecía estar pensando en eso. Porque dudaba que aquella fuera la actitud de rechazo a una persona que ha matado gente. Y lo vi venir con cierta alarma, tratando de encajar piezas en mi cabeza a toda velocidad. Por suerte, mi cuerpo reaccionó antes que mi mente, dándome unos segundos extra. Adelantándome a su gesto suave, me alcé hacia él en un gesto rápido y lo abracé, apretándolo con fuerza, casi estrujándolo, con la cabeza apoyada en su hombro y los ojos cerrados firmemente.

-El otro día fue una broma -dije, sin demasiado control de mis propias palabras, hablando muy rápido-. Pero yo no sé lo que quiero. Lo siento. Te quiero a ti. Conmigo. No quiero que pase algo que acabe con eso. No se puede cambiar algo así de golpe.

Era un poco cobarde por mi parte decir eso sin siquiera mirarlo. Bastante cobarde, de hecho. De verdad creí que era una broma para ambos, pero empezaba a entrever que no. Me parecía demasiado pretencioso asegurar ciertas cosas, pero no podía evitar pensar que en los últimos días se había comportado de una forma extraña, y la explicación resultaba lógica.

Lo mantuve contra mí un momento más, dando un último apretón antes de soltarlo, y entonces busqué su cara para comprobar su expresión. Mi reacción también podía traer problemas, por supuesto, no solo la suya. Me daba vértigo pensar que nuestra relación se volviera frágil.

Una broma. Claro. Es verdad.
Me mantengo inmóvil un momento, mientras me abraza. No sé por qué lo he hecho. Yo no habría hecho algo como eso, normalmente.
Últimamente me estoy comportando de una forma algo rara. Mis gestos. La pregunta de antes…
No sé qué es lo que…

Cuando me suelta me aparto un poco más, abriendo distancia, contrariado. La miro un momento, con agobio. Termino por esbozar una sonrisa algo apurada.
Ni siquiera siento vergüenza esta vez. Es más como… apuro. Una incomodidad extraña.

<<Lo siento>>, formulo deprisa con las manos.

Debería añadir algo más, pero me siento aturdido. Me vuelvo de nuevo hacia el fuego, dándole la espalda, clavando las pupilas en las llamas.
Sentía un tipo de mareo extraño y una debilidad rara que acompañaba.

-Estoy algo aturdido últimamente –hago llegar a ella, recordando el amuleto, mientras estudio con suma atención las ondas de una de las lenguas de fuego.

Mis acciones eran caóticas, confusas. El Abuelo siempre se había asegurado de enseñarme a no precipitarme, a pensar. Yo era teórico, no práctico. Me agobia mi propio comportamiento, ilógico.
No me gusta. Es desagradable.