Sala común

Niego con suavidad, apoyando una mano sobre la suya, sobre el gorro. No tiene que agobiarse, que está bien. Supongo que algo ajustado es imposible. Así está mejor. Siempre hay tiempo para rellenar lo que sobre.

<<Está bien así. No voy a dejar que le hagas nada a mi gorro.>>, le digo, llegando a fruncir el ceño. De broma, claro.

Me empieza a hablar de una tal Anna y le presto atención, extrañado. Niego, informándola de que no la conozco, aunque la verdad es que parece interesante.

<<Puede que la busque. Parece interesante.>>

Una armadura... No me quiero imaginar cómo sería yo con una armadura. No sé si sería chulo o ridículo.
Pero quiero probar. Creo que podría ser útil. Además de por la armadura, claro... Me refiero a que si sabe hacer esas cosas quizás pueda ayudarme con algún proyecto...

Río ante su reacción, silencioso. Me quedo mirándola un momento antes de decidir qué decir, pero entonces asiento, entusiasta.

<<¿Cómo puedes decir eso? Te he dicho muchas veces todo lo que has hecho por mí siempre y ahora, aún por encima...>> Doy un par de golpecitos en el gorro. Sí que aísla, la verdad. <<Eres genial.>>

No sé. Creo que la admiro mucho... Es un poco como eso, ¿no?

Sonreí, llegando a soltar una suerte de risita, un pequeño resoplido, a su falsa seriedad. Alcé las manos, dejando caer los párpados y asintiendo con suavidad, en señal de absoluta rendición y sumisión. Era su regalo. Yo solo quería que le gustase, así que, desde el momento en que se lo había dado, las decisiones eran todas suyas.

Asentí, segura.

<<Deberías>>, insistí. Tampoco iba a perseguirlo, pero no dejaba de ser reconfortante saber que iba por ahí con un mínimo de protección. Y viniendo de un llorica como él, estaba segura de que él mismo se sentiría más cómodo con ella.

Cuanto más hablaba más me hacía enrojecer. Me estaba adulando demasiado. Estaba sacando las cosas de contexto, eso desde luego. Puesto así, parecía que nadie más hubiera tenido siquiera el detalle de mirarlo nunca en su vida.

-Bueno, pero tampoco me tienes que plantar como la persona más importante de tu vida, ¿no? -murmuré-. Que parece que sea aquí la única e inigualable.

Asiento con fuerza. Debería, sí. Vale. Iré. Tiene razón. Si es algo que han puesto para que mejoremos rechazarlo es incluso una falta de profesionalidad, supongo.
Aunque no sea muy profesional debo intentarlo... Esforzarme por ello.

Parece que mis halagos la han hecho sonrojarse. No puedo evitar reír. Es muy dura, pero en el fondo...
Pero ahora, poniéndonos serios... Lo de persona más importante de mi vida suena un poco exagerado. Pero.
Pero.

<<Bueno, estás arriba del todo.>>, declaro con sinceridad. <<Eres mi mejor amiga. No tengo familia. Así que, de alguna forma lo eres.>>

No la pongo por encima del Abuelo, por ejemplo. Pero tampoco por debajo exactamente. Diría que es algo muy distinto y no lo sé explicar.
Hasta ahora, hasta que vine a Brontë, no había tenido que darle vueltas a esas cosas.

FdR- Internet no quiere permitir que la respuesta se envíe, así que pause

Esas cosas debería estar prohibido decírselas a nadie. Al menos en un contexto así. Yo estaba muy relajada y de pronto parecía que tenía la obligación de sacar pecho, alzar el mentón y hacer saber al mundo lo importante que era. "Eh, mundo, estoy arriba de todo". Podría mandarle una carta al abuelo diciendo solo eso. "Abuelo: Me han dicho que estoy arriba de todo. Te miro desde aquí. Atentamente, Massen."

Bueno, aunque bajar de la nube tampoco estaba de más. Nunca me había sentido muy importante para nadie en mi vida, o si lo había hecho, no lo había asimilado como una idea tan precisa. Probablemente estaba roja hasta la punta de las orejas. Que esas cosas si se decían tenía que ser en serio, y yo no estaba preparada para oírlas.

Lo miré un momento, evaluándolo. Yo sí tenía familia, y tenía otra mejor amiga (al menos para mí lo era), pero si lo pensaba, tampoco Jun quedaba muy abajo en la lista. Desde luego, por encima de la familia estaba. Yo ya había declarado en su momento a Brontë como mi nueva familia, así que tampoco era algo tan chocante.

-Supongo que tú también estás arriba, en mi caso -reconocí al final en voz alta-. Es solo que no suelo pararme a pensar en esas cosas así. Simplemente las doy por hecho. Dichas en voz alta suenan como más importantes. Que no es que no lo sean si te las callas, pero...

Dejo ir una sonrisa. La verdad es que reconforta bastante oír algo como eso. A estas alturas, por supuesto, sé que Massen es mi amiga, aunque ella no lo diga. Al principio tenía mucho miedo de no encajar. Y bueno, encajar no sé si encajo. Pero sé que al menos tengo mi pequeño sitio, y es agradable. No es mucha gente, pero para mí es la mejor gente.

Froto un poco la cabeza (el gorro) contra su brazo. No tendré sueño, pero estoy perezoso, y con el calor del fuego la verdad es que uno se acaba quedando apalancado, de alguna forma.

<<¿Quieres que lo celebremos otro día aunque sea tarde? El tuyo y el mío juntos. Podemos ir al pueblo a dar una vuelta alguna vez.>>

Y también tengo que preguntarle a Lluvia por el suyo. Que he sido un descuidado...

Cuando acercó la cabeza le rodeé los hombros con el brazo, en una especie de abrazo suave. Tamborileé con los dedos sobre el cuero. La verdad era que sonaba bien.

<<Claro>>, asentí, sonriente. <<Pero tendrás que avisarme tú. Que ya veo que no llevas muy bien lo de organizar esas cosas. Hay que espabilar.>>

En realidad no tenía la menor importancia. Era más por meterme con él que otra cosa.

Me dejé escurrir por el sofá, haciéndome hueco en el asiento, a su lado. Aunque quedaba más sentada sobre él que al lado. Seguía toqueteando el gorro, hasta que pensé que como insistiera mucho reblandecería el cuero, y entonces lo dejé estar.

<<Cuando tengas que irte dime, ¿eh?>>, advertí.

Me dejo estar un segundo o dos contra ella hasta que habla, momento en el que me centro en sus manos. La verdad es que ha ganado una buena capacidad. No sé cómo hace que parece que puede aprender cualquier cosa...

Asiento, de acuerdo con lo que dice. Ya la avisaré un día entonces. Aunque si lo organizo yo no sé si lo que hagamos le parecerá mucha celebración. Ella, que es tan intrépida...

Cuando se escurre de esa forma tan rara quedo algo atrapado bajo ella. Bueno, que tampoco es que pese tanto, claro. Pero dicho así suena como más cruel, de alguna forma.
De nuevo, busco en su costado un punto que pinchar, con una sonrisa maliciosa.

Asiento, sin embargo, a lo que dice.

<<No me quedaré mucho más. Solo cinco minutos.>>

Y luego iré a buscar a Lluvia.
Espero que no haga mucho frío fuera de aquí, que con la chimenea...

Cuando volvió a la carga con las cosquillas, acertando en el punto exacto por una vez, me sobresalté un momento, tensando el gesto en una sonrisa. Busqué su muñeca para sujetarla. Ya había visto que yo no tenía tanta fuerza, pero esperaba que no insistiera. Coloqué su mano en mi regazo y le dediqué a repasarle los dedos como forma de que tuviera la mano quieta.

-¿Cinco minutitos más? -bromeé, poniendo voz somnolienta.

Pero asentí, conforme. Era una pena, porque me hubiera apetecido ir con él, pero tampoco tenía por qué ser justo aquel día. Lo del regalo sí quería que fuera en el día, pero ir por ahí podía hacerse en cualquier momento, prácticamente.

Me quedo un rato mirando lo que hace, como si me hubiese hipnotizado. La verdad es que incluso sus manos parecen pequeñas ahora. Tampoco creo que haya crecido tanto, bueno... Pero así a primera vista...

Alzo la vista hacia ella cuando habla y esbozo una sonrisa. Dicho así, sí parece eso de estar en cama y no querer levantarse. Aunque el Abuelo trató de enseñarme a no hacer eso desde muy pequeño siempre había algún día, sobre todo si hacía algo de frío, en el que terminaban pegándoseme las sábanas.
Y aquí, bueno, desde que algunas noches me duermo tarde, cosa que en la Torre estaba prohibidísima.

Extiendo la mano libre hacia ella y le toco un párpado con el índice, pesado, para molestarla. Que te toquen el ojo molesta. Luego bajo junto al tabique nasal, aprovechando el descenso desde el ojo, hacia la mejilla, encontrando rara al tacto la cicatriz. Contengo el impulso de seguirla porque le sentaría mal, estoy seguro, pero su forma lo propicia.
Quizás exista una forma de borrarla... Viendo cómo reaccionó cuando la vi, su gesto, supongo que ella misma habrá pensado en eso alguna vez.

Alejo la mano de su cara al llegar junto a su comisura, apartándome también un poco entonces, de pronto, recostándome contra el sofá y dedicando una mirada hacia la pared opuesta, arrugando el ceño.
Quizás me propongo demasiadas cosas y no sea capaz de conseguirlas. Debería ir paso a paso, una a una, e ir avanzando desde ahí.
El ala de Lluvia... Tengo que ir pronto con Adain a probar su vuelo. Y quizás la chica costurera, Anna, tenga idea de materiales aptos para hacer una...

Miro a Massen de reojo.
Estoy seguro de que ya han pasado, por lo menos, tres de los cinco minutos.

Me vi de pronto obligada a cerrar el ojo, aunque no hice más gestos al respecto, limitándome a ignorar sus intentos por molestar. Tenía el día rarito, eh...

Cuando apartó el dedo del ojo bajé la vista para mirar el resto del recorrido. Evidentemente, estaba demasiado cerca como para enfocarlo bien, pero aún así veía el recorrido, llegando a esbozar una pequeña sonrisa, preguntándome qué estaba haciendo exactamente.

Y, cuando retiró la mano, apartándose también me dejó una sensación extraña, confusa. Lo miré, pero había girado la cara. Me quedé un momento quieta, y luego traté de afianzar la sonrisa, que se me había empezado a borrar, juntando los labios, que en algún momento había entreabierto.

Cuando me miró carraspeé, bajando los ojos un momento y me subí de nuevo al brazo del sofá. Me sentía algo acalorada de pronto.

Tengo la sensación de que la he molestado y eso me genera una especie de ansiedad extraña. Realmente la intención inicial era molestarla, pero buscaba más un pique gracioso, no incomodidad.
Me froto la nariz con el puño cerrado, un momento, reforzando la sonrisa. No tardo en ponerme de pie.

<<Creo que ya es la hora.>>, le explico, con gestos fluidos. <<Empieza a hacerse tarde.>>

Miro en dirección a la puerta un momento. Luego a ella de nuevo. Parece como desanimada...
¿Se habrá enfadado?
No creo, tampoco...

<<Te avisaré para que nos vayamos un día al pueblo, ¿vale? Ahora voy saliendo. Muchas gracias por todo.>>, indico, dando un par de palmaditas en el gorro. <<Nos vemos pronto.>>

La despedida no es muy larga. Se me está echando el tiempo encima, claro.
Luego, tras un gesto animado con la mano, abandono la sala común en pos del comedor.
Sí que hace más frío fuera...

*se va*

Cuando reaccionó por fin lo hizo como un resorte. En un momento, se había levantado, hablado a tanta velocidad que me costaba un poco seguir los gestos y salido por la puerta. Poco tiempo tuve más que para despedirme con un gesto o dos, y de pronto me quedé sola y en silencio.

Parpadeé y me rasqué la cabeza. ¿Qué acababa de pasar? Era como... Bueno, como nada. Dudaba que tuviera la menor importancia. Aunque la verdad era que había quedado un poco... Negué con la cabeza.

No tardé mucho en irme yo también. Ya había hecho lo que había ido a hacer allí, y una vez Jun se había ido, ya no tenía sentido quedarse. Además, me sentía incómoda, como si de pronto la sala estuviera demasiado vacía.

*Se va*

Me he enterado de que un hombre ha venido a enseñarnos cómo hacer unos amuletos para mejorar nuestras capacidades... Bueno, ya me refiero a mí mismo como un guerrero más, aunque técnicamente no lo sea...
Sea como sea, me he estado informando. Pero no me decido a ir. Más bien, no me decido a qué hacer cuando vaya. Es algo que me interesa mucho, pero por lo que me han contado tendré que decidir. Y se me da muy al decidir cuando me interesa aprenderlo todo. pero supongo que el que mucho abarca...

Me siento en el sofá. Aquí se está bien, hace calor. Será un buen lugar en el que pensar un poco sobre lo que más me conviene. El Abuelo siempre decía que las cosas hay que hacerlas con cabeza, y que de eso no me faltaba.

*se queda*

No me quedo mucho más después de haber hecho un par de listas. Todavía no tengo nada claro. Y me cuesta, porque aquí se está muy bien. Pero ya empieza a hacerse tarde y tengo que cenar.

*se va*

Al final, entre lo tarde que me acosté el día de los balcones, el dolor de cabeza por el frío y que tuve que buscar a Alehyss para aclarar un par de dudas y que me diera el visto bueno, el “mañana” se convirtió en un “en un par de días”, o algo así. De todos modos, ya lo tengo. Ahora solo tengo que buscar a Massen para dárselo. Pedí que la avisasen.
Aún ahora la idea es algo incómoda, claro, pero bueno. No dejará de serlo si le mando una nota por el servicio, o así.

Me acerco al fuego y caliento un poco las manos. Después del frío del otro día, creo que queda claro que la sala común es mejor que los balcones para charlar en esta época.

*waiiit*

Después de recibir el aviso, me desplacé hasta la sala común ya después de haber cogido los sobres. Prefería enviarlo directamente, ya que ya lo tenía todo escrito. Allí estaba Jun, ya esperando. Aunque la puerta estaba abierta, di un par te toques para avisar de que estaba.

-¿Lo tienes? -pregunté con una sonrisa.

Avancé por la sala hasta su altura, sacando las cartas y sentándome en una butaca, cerca del fuego pero no exactamente a su lado. Lo miré, interrogante.

Alzo la vista cuando golpea la puerta y me vuelvo. Al verla esbozo una sonrisa, enseguida, y me acerco a donde se sienta, hurgando mientras en los bolsillos. También he traído los papeles en un sobre, pero como ella ya tiene los saco y los despliego. Me he encargado de entintarlos antes de guardarlos, porque el carboncillo se acaba difuminando.
Se los tiendo, bastante orgulloso. La verdad es que creo que me ha quedado bastante bien. Alehyss parecía sorprendida. Supongo que no tengo el aspecto de alguien que sepa hacer algo como esto, pero el Abuelo me dio clases de muchas cosas, y yo mismo aprendí más de lo que me interesaba por mi cuenta.

<<¿Cómo lo ves?>>, inquiero, apoyando las manos en el brazo del sofá e inclinándome hacia ella para ver bien yo también.

Disfruto con mis logros, lo admito. Aunque un papel no demuestra nada, y no debería ponerme la medalla tan pronto.

Lo miré un momento cuando se acercó, reacomodándome en mi asiento, y tomé los papeles que me tendía. Los repasé un momento, aunque no había gran cosa que pudiera decir de ellos. Mucho dibujo, poca letras. Era toda la conclusión a la que podía llegar.

Acabé por mirarlo con una sonrisa de disculpa.

-Bueno, estas cosas no son mi fuerte -le recordé, encogiéndome de hombros-. Yo me baso en que tú y Alehyss le deis el visto bueno. Y si hay cualquier anotación que quieras hacer o cualquier detalle que quieras remarcar, lo incluiré en la carta. Por lo demás, no puedo decir mucho. Espero que a Loksass le sirva.

Aún miré un momento más los papeles, observándolos de tal forma que era evidente que no tenía mucha idea de cómo interpretarlos, con el ceño fruncido y girándolos de vez en cuando en busca de algún sentido que darles. Acabé por doblarlos, mirando a Jun de reojo, preguntándome si estaba bien si simplemente los guardaba.

Bueno, no parece ser del tipo de cosas que se le den bien. O eso dice. Sinceramente, creo que con algunas directrices podría verlo, pero de todos modos no estamos aquí para eso, y entiendo que no es algo que apetezca. Aunque espero haberlo hecho suficientemente claro para su padre, porque a ver si me las estoy dando de experto y luego…

Asiento, finalmente. Alehyss lo vio bien y mi criterio… Bueno, tendré que decir que me fío de él, porque si no lo hiciera ya no me hubiese presentado voluntario, bueno.

<<Pues espero que todo vaya bien. Cuando recibas respuesta, avisa.>>, pido finalmente, y voy a sentarme al sofá.

La verdad es que ya está todo hecho… Quizás esté ocupada y sea momento de irse. A lo mejor quiere mandarlas ya.
Yo tengo el día en blanco, aunque siempre hay algo que hacer. Hace días que no tiro…

Al parecer, no había ningún problema al respecto, así que guardé los papeles en el sobre de Loksass y lo cerré. Le daría ambos al primer miembro del servicio que viera para que los enviara.

Asentí.

-Claro, por supuesto -le aseguré-. Tanto a ti como a Alehyss. Ya le he dicho a Leen en la carta que intente contestar cuanto antes. Sé que él podrá hacerme el encargo.

Mientras yo no fuera a Ciudad Nevada (y había recalcado que yo no iba con ellos), Leen no tendría ningún problema con el asunto. Aunque, de todas formas, ya iba siendo hora de que se dejara de tonterías. No tenía dos años, y no iba a quedarme exiliada para siempre porque él tuviera el capricho. Una cosa era que buscara excusas para ir, pero si surgía la necesidad por cuestiones profesionales, no pensaba negarme.