Sala común

La muchacha posa el dedo una vez más notando la rigidez de la zona y soltando una risa de satisfacción a pesar de su frustrado intento de pinchar al hombre.

Repasa con las manos la curva del susodicho mientras habla, sonriendo de medio lado aunque el hombre no puede verla. -Tampoco te creas que le haría mal. Los puntos fuertes hay que enseñarlos. -Acaba la frase con un pellizco y ríe melodiosamente.

Aprieta más fuerte los brazos y los separa ligeramente, repasando la musculatura del abdomen con los dedos a modo de cosquillas o tal vez caricia.

Suelta el aire en una risa suave tras el avance del hombre.

-Como si no supiera yo lo que quieres. Pero esto funciona con un equilibrio...-Con suavidad pasa las manos bajo su camisa y continúa el abrazo acariciándole primero hacia arriba y luego hasta la cintura, siguiendo la v que forma la musculatura, dirigiéndose poco a poco hacia una zona concreta de la anatomía del hombre, repasando las formas del músculo, buscando una reacción en el hombre según se acercaba a la meta. -Y si el equilibrio se rompe, te quedas sin nada. -Justo cuando las manos se habían deslizado bajo la ropa del hombre rodeando las piernas hacia la ingle retrocedieron y la muchacha acabó el movimiento con dos palmadas en el estómago, volviendo a abrazarle y temblando con una ligera risa.

-¿Y si ahora me enfurruño yo, sargento Browen?-Añadió con una voz suave y provocadora y media sonrisa aguardando su reacción.

Disfruto de su caricia en el pompis mientras lo recorre. Libre es de disfrutar, no voy a ser yo quien le niegue el toqueteo.

Lo del equilibrio ya anticipa una queja, pero aún así voy moviendo savemente el cuerpo acorde con sus caricias, facilitándole el recorrido. En cuanto está cerca de mis pantalones tenso la zona para dejar más hueco entre la piel y la tela para que acceda. Y llega la queja, por supuesto.

Agarro su mano con una de las mías y me giro para ponerme de cara a ella.

—Entonces igual tengo que hacerte pasar una noche en el calabozo —Llevo a dentro de mis pantalones la mano que le tengo agarrada. —Y allí estarás bajo mi vigilancia, claro —Le comento con tono zalamero.

La muchacha se sonríe con cada movimiento del hombre ante sus caricias y se sorprende cuando este le agarra de la mano aunque mantiene la sonrisa provocadora fingiendo resistencia.

-Ou, ¿tan mala he sido? -Añade fingiendo arrepentimiento, apretando los labios como con pena. Dela que el hombre conduzca su mano hacia la el lugar esperado. No tarda en notar el calor de la zona y cómo sus caricias habían surtido efecto. -¿Y me va a vigilar este? -Añade apretando el bulto del hombre, sonriendo con malicia. -El pequeño sargento no parece tan disgustado conmigo como tú . -La sonrisa se afiló, enseñando ligeramente los dientes, provocativa.

—Eres la peor de todas, bastante te he perdonado hasta ahora —Bromeo manteniendo el tono de mando.

Alzo las cejas cuando hace su pregunta, a modo de asentimiento, notando como mi entrepierna empieza a dar suaves cabezadas hacia donde siente contacto, a sabiendas de qué significa tener visita.
Con las manos la rodeo hasta acariciar de nuevo su trasero y tirando de él hacia afuera para pegarla más a mí mientras la proboco.

—Tienes la suerte de caerle bien. ¿Por qué no le haces un favor para que pase por alto tus fechorías? —Le comento alzando la ceja y moviendo la cadera hacia ella.

-Oh, la peor. ¿Eso dices de una pobre y desvalida damisela como yo? -Añade fingiéndose intimidada. -Oh, señor Browen, ¿qué he podido hacer que hayas tenido que perdonarme? ¿Cuando he sido "tan mala"?

La muchacha reacciona a su alzamiento de cejas con una sonrisa y deja escapar el aire a modo de risa cuando el hombre la atrae hacia él.

-Al menos una pequeña parte de ti me defenderá de tus intentos por encadenarme. -Aprieta la mano con más fuerza y se acerca a la cara del hombre. -No tengo necesidad de favores... -Añade sonriendo. -Creo que puedo escaparme, los dos sargentos no parecen muy fuertes. -Apresa entre sus dientes el labio inferior del hombre y tira de él hacia ella como antes hizo él con sus manos. Tira también ligeramente con la mano, de alguna forma le tiene atrapado.

Apollo mi frente en la suya mientras me habla con ese tono de tontita que pone cuando se pone de víctima y muevo las manos hacia el interior de su trasero, acercándome a las ingles.

—No creo que haga falta que enumere tus maldades. A veces pienso en eso de lo encantadora que le pareciste a Dehnel y me entran ganas de mirar desde lejos cómo te comportas con él mientras me tomo unas cervezas. Seguro que no tiene pérdida. Pero no ajusticio tus maldades contra mí, nena, es por la comunidad —Comento entretenido y zalamero. A su comentario alzo de nuevo una ceja.

—Quien te defiende es mi polla, no mi corazón, pequeña —. Correspondo a su acercamiento, mordiendo también su boca y respondiendo con un beso  que le envuelve la boca hasta colarle la lengua y acariciarle el paladar. Me detengo un momento cuando se pone de nuevo chula y la miro desafiante.

—Muñeca, no quieres verme violeto. Crees que sí, tu morbosa cabellera roja cree que sí, pero eres demasiado joven como para hacerte cargo de eso y entonces vendrán los odios y los "no vuelvas a acercarte, maldito bastardo" y este palacio no es tan grande como para estar tan lejos —Le advierto con cierta calma, con tono educador. Estoy seguro de que subestima demasiado mi descontrol.

La muchacha choca su nariz contra la del hombre jugando y lo mira a los ojos desafiantes antes de volver a morderlo, soltando el aire al notar la fuerza de sus manos.

-Simplemente tenía curiosidad por conocerlas. Oh, Denhel es un trozo de pan, un bismonte grandote y bonachón. No soy tan mala con él como contigo, sois tipos de hombre distint...¡eh! Que hemos quedado que yo decía que no soy mala y tú lo negabas, ¿no?

Ríe ante el comentario jugueteando con los dedos dentro del pantalón del hombre, provocándole.

-Grr, una frase de "tengo el corazón pequeño y la polla grande". No sabía que fueras ese tipo de malote. -Sonríe escudriñándole con la mirada. -Al menos lo más pequeño que tienes no es lo que te rellena esa cabezota. -Vuelve a cerrar la mano de golpe y comienza a acariciar la zona lentamente, intentando desesperar un poco al hombre.

Lo observa mientras habla con renovada curiosidad.

-¿Eso es un truco para que te diga "oh, quiero ver ese lado violento"? Porque algo de efecto sí tiene. -La muchacha pasa la otra mano al pecho del hombre y le desata la camisa poco a poco mientras este habla. -Eh, para el carro soldadito, no juzgues mi experiencia por mi edad, he estado con brutos antes y el botón de apagado es el mismo en todos los tíos. -Pasa una mano por su pecho y acaba por pellizcarle con fuerza el pezón mientras sonríe. -Realmente has despertado curiosidad, siempre y cuando no seas de esos que les pone cortar trozos o sacar ojos. -La muchacha paró un instante mirando abstraída a la nada fingiendo un gesto de disgusto. Al momento volvió la mirada al hombre y rió. Le dio un mordisco algo más fuerte de lo debido en el pezón que no ocupaba su mano y volvió a moderle el labio para pasar a susurrarle al oído de una forma que se le daba muy bien. -A ver, sacia mi curiosidad, ¿a qué te refieres con tantas etiquetas de precaución?

Río con su respuesta, malicioso.

—Conmigo puedes decir que es idiota, no hace falta que loadornes tanto —Vuelvo a reír con su fijido sobresalto, echando la cabeza hacia atrás. —No puedes defender lo indefendible —Me lanzo otra vez a ella, siguiendo con los juegos de acercarnos y alejarnos los labios.

—No, lo más pequeño es el pie y llevo un cuarenta y cinco —Respondo, jactancioso. Busco entre la tela de su vestido para colar la mano bajo su ropa de la misma forma que ella había empezado ya a acariciarme. Me tenso con un gesto en cuanto aprieta demasiado.

—Cuidado. Sé que estás ansiosa por ella, pero no es de quita y pon —Bromeo con tono zalamero.

Roto los ojos cuando dice lo del truco para que preguntey me pego un poco más contra el respaldo del sofá para dejarla hacer en mi pecho.

—Pues vas a quedarte con tu curiosidad, porque no es nada divertido, creeme. ¿Nadie te ha dicho aún por me odian Dehnel y su séquito de descerebrados? Fue un mal día —Le comento, acomodándome en el sofá mientras busco con los dedos entre sus piernas con la mano que he infiltrado antes.

La muchacha le echa hacia atrás el pelo mientras este habla.

-Aún no le conozco tanto como para emitir un juicio. Fíjate que ni si quiera tengo claro que lo seas tú. -Sonríe ante su risa y le agarra el cuello con una mano y se acerca a él. -Vest, la Indefendible, lo pondré en mi escudo. -Y con una sonrisa se une al juego que inicia el hombre.

-Já, creeme, sargento, si calzases un 45 te tendría siempre a mano.

Saca la lengua ante su comentario con una sonrisa y empieza a marcar el ritmo bajo la ropa del hombre mientras se acomoda para dejar avanzar la mano de este.

Pasa por alto el movimiento de ojos y acaba cediendo, tendría que tragarse su curiosidad. El apunte no obstante llama su atención. -Vaya, parece que ese Denhel está en todas sus historias. Espero que no le violases salvajemente contra las duchas. -Deja la mirada perdida un instante y sonrié lasciva ante la imagen que se le presenta. Un escalofrío la hace volver y deja escapar el aire al notar los dedos del joven y apoya la cabeza un momento sobre el pecho de este. -En fin, -añade con una sonrisa,- con ese cuerpo no te culpo por no haberte podido controlar. -Se acerca a su oreja para susurrarle mientras su mano continúa moviéndose bajo los pantalones del hombro. -Un mal día lo tiene cualquiera.

Muevo ligeramente la cabeza para facilitarle la colocación del pelo y me muevo para covertir el gesto en una caricia algo más márcada.

—Yo soy tu idiota favorito —Le respondo jactancioso, levantando el mentón cuando me agarra el cuello. Me muerdo un poco el labio y me echo algo hacia adelante, contrarrestando su presión. —me compadezco de tu escudo —Bromeo. Luego mantengo la presión sobre su mano un momento y cierro los ojos disfrutando del combo que crea junto a su mano en mis pantalones. Dejo salir algo de aire y vuelvo a abrir los ojos, mirándola con malicia.

—Yo diría que me tienes bastante a mano —Respondo y hago algo más de presión con los dedos hacia su interior para luego acompañar un poco el ritmo de su mano.

Suelto un sonoro "Ja" ante su hipótesis.

—Más quisiera Dehnel, aunque sí se la dejé bien clavada —Bromeo de nuevo, apretándome contra mí para acceder mejor a ella. Aprieto su nalga con la otra mano y tiro de ella para abrir espacio a la mano de entre sus piernas.

Le tira del pelo hacia atrás una vez más para exponer su cuello, repasándolo con la lengua y dando pequeños mordiscos allá donde se tensa el músculo.

-Sí, me temo que tienes razón. Se aparta un mechón de la cara al tiempo que se toma un momento para coger aire mientras hace algo de fuerza con la cadera contra la mano del hombre. Lo mira a los ojos dispares un instante. -¿No tienes nada mejor de lo que compadecerte? -Sin esperar a que responda vuelve a sus labios con fuerza, echándole hacia atrás agarrado del pelo, al tiempo que su mano aumenta el rimo marcando más el movimiento.

-Y no me quejo. Pero no te vendas como un 45, decepcionarás a las chicas. -Apoyó su nariz con la del hombre con una sonrisilla mientras sus manos bajaban el pantalón de este hasta algo más arriba de las rodillas. Volvió a centrarse en sus labios un momento mientras sus manos se entretenían con sus nalgas ahora más accesibles. La muchacha rió un instante y lo miró con malicia.

-Vaya, me esperaba un romance oculto. En fin, eso suena a historia que merece la pena oír con alcohol delante, ahora estamos hablando de otras clavadas. -Levantó una ceja con media sonrisa y subió una mano por su cuerpo repasando la musculatura del hombre hasta llegar al hombro, pasando la mano bajo la camisa abierta que aún llevaba y que cubría este. Ante el movimiento del hombre se dejó caer con un gemido casi inaudible sobre su pecho, agarrada a su hombro y con la mano izquierda en su cadera. Un momento después esta última volvió a acariciar al hombre en movimientos más amplios ahora que sin el pantalón tenía más espacio.

Pienso en si buscar algo más especípico para responder su pregunta, pero me quedo en una media sonrisa antes de recibirla de nuevo en la boca. Suelto el aire en un par de jadeos cuando siento su ímpetu. No solo las mujeres pueden jugar a los soniditos para animar el ambiente. Busco su mentón y recorro su quijada con la lengua, llegando a su lóbulo para lamer su oreja, y me hundo un momento en su pelo.

Me separo con su comentario, alzando una ceja con cierta indignación.

—Al final te vas a quedar sin nada si tantas pegas le ves —Comento al tiempo que imito su gesto y voy bajando sus bragas por sus piernas suaves.

—¿Ves? Me gusta cuando sabes finalizar conversaciones innecesarias —Respondo con una sonrisa ávida. Muevo suavemente la cadera cuando sus movimientos se vuelven más ámplios y atraigo su pierna sobre mí, rozando el cuerpo contra el sullo. El abundante vestido cubre la zona casi ocmo una carpa.

—Y dime, ¿me merezco esta vez explorar otras zonas? —Pregunto con picardía, mirándola con los ojos entrecerrados. Tengo ganas de hundir la cabeza en sus tetas, pero la posición esta vez no llama a ello.

Se muerde el labio cuando lo oye jadear y aumenta el ritmo con media sonrisa, sin dejar de mirarle, buscando una reacción. Sus movimientos siguen siendo amplios aunque durante un instante, sólo un escalofrío, se detiene al notarle subir por su barbilla para acabar en su pelo.

La muchacha levanta una ceja como respuesta imitándolo con sorna.

-No me quejo, sólo te pico un poco. Estás muy bien aún sin un 45. -La muchacha le propina un beso al tiempo que contonea el cuerpo para ayudar al hombre a quitarle la ropa interior.

-¿Sólo eso te gusta? -Contesta con picardía. Al mismo tiempo concentra las dos manos en la misma zona, acariciándole con más ímpetu mientras le muerde el labio.
Siente la mano del hombre contra su pierna y hace fuerza con el cuerpo para apretarse más a él. Ante el comentario del hombre no puede sino reír.

-Je, tú si que sabes matar el romanticismo. -La muchacha levantó una ceja, mirando fijamente al hombre a los ojos. Un mechón rojo surcó de nuevo su cara al tiempo que esta sonreía de medio lado. -Ven y gánatelo, sargento Browen.

Me limito a sonreír a su tan necesaria aclaración y lo dejo pasar. Mejor centrarse en lo interesante más allá de la conversación.

—No mucho más, no te creas —Le respondo picajoso y entretenido. La verdad es que estoy tan encajado en el sofá que podría acomodarme mientras ella sigue moviendo las manos. Respondo a su mordisco con otro a su labio superior.

La miro con curiosidad esperando su respuesta y el amodorramiento desaparece cuando me provoca con aquel gesto. Me giro con brusquedad para ponerme por encima de ella y atacar su cuello mientras mis manos tiran de su escote para dejar al descubierto sus tetas. Luego las aprieto disfrutando su tacto. Hace rato que estoy pensando en ellas.

Bajo con entusiasmo y prisa hacia ellas, saboreando primero la izquierda y hundiendo después la cabeza entre ambas por un momento, como si bucease en un mar de ensueño. Entra tanto me acomoso entre sus piernas y muevo la cadera para frotar mi entrepierna con la suya, notando la humedad.

Bajo la izquierda a su muslo y acaricio su nalga, apretandola más contra mí.

La muchacha saca la lengua como contestación a su respuesta. Se acerca más a él cuando continúa con los mordiscos.

Cuando el hombre se abalanza sobre ella deja lo que está haciendo y sorprendida por el entusiasmo de este. La sonrisa del acto se mantiene mientras el joven se centra en su cuello aunque no tarda en ser sustituída por gemidos contenidos acompañados de movimientos de su cuerpo al compás de los de este. Se agarra con fuerza a su espalda y clava las uñas mientra él se centra en su pecho y lo rodea con las piernas.

Lo nota restregándose contra ella y no puede reprimir un escalofrío que le hace soltar el aire al tiempo que mueve la cadera al ritmo del hombre. Con una mano tira de su pelo y lo atrae hacia ella en busca de su boca.

Escucharla hace que se me tense el cuerpo y muerda y apriete con más entudiasmo. La siento aferrar y buscarme con frenesí y la dejo acomodarse inicialmente. En cuanto siento como me rodea con las piernas llevo la derecha a su rodilla y hago fuerza para apartarla de mí, abriéndola. Necesito espacio.

No pierdo un momento en volver a meter la mano entre sus piernas, ahora separadas por mi gesto. La acaricio con la izquierda notando lo mojada que está ya y vuelvo a introducir los dedos en ella, ahora con rapidez y ardor, sin consideración. Cuando se lanza a mí buscándome la boca, le correspondo y profundizo con más fuerza en ella.

Saco la mano de golpe y la miro por un momento, excitado. Me tienta probar su sabor, pero esta vez se lo dejo a ella, apoyando la mano en su mentón para agarrar con los dedos húmedos su boca. Me agacho entonces hacia el plato principal y no dudo en hundir la boca entre sus piernas, buscando tirar de su clitoris con los labios. El sabor ácido y aromático me vuelve loco y restriego mi lengua sobre ella, sintiendo las palpitaciones. Noto como se me pone tan dura que empieza a dar cabezazos al aire y se me humedece la punta.

La agresividad y el entusiasmo del hombre dan poca cancha a la muchacha a la hora de hacer nada, pero no será ella quien se queje. Sigue centrándose en los labios de este, arañándole y provocándole para que siga. No tarda en notarle dentro, con brusquedad, lo que hace que encoja ligeramente las piernas y se estremezca, soltando un gemido. Nota la tensión inundando lentamente todo su cuerpo mientras el hombre juega con ella, que se limita a mover la cadera acompasada a los dedos de este.
Intenta mantener un ritmo de respiración normal, interrumpido sólo por algún gemido ahogado, siempre que puede o que su boca no está ocupada en la del hombre.

El hombre se aleja de golpe, dejando a la muchacha extrañada por un instante, y la mira. La muchacha entonces se fija en sus ojos, devolviéndole la mirada con una sonrisa enigmática, tal vez provocativa, puede que incluso tímida. Pronto siente su mano en la cara y comienza a lamer sus dedos de forma sugerente. Cuando nota su boca un escalofrío le recorre la columna y aprieta con los dientes los dedos del hombre. Baja sus manos hasta el pelo de este y las hunde en él, tirando con fuerza con cada estremecimiento. Empieza a soltar pequeños gemidos y de nuevo lo rodea con las piernas, esta vez la cabeza.

Cuando empieza a chuparme los dedos suelto un bufido de excitación. Sentir su lengua caliente en la piel me aumenta las revoluciones. Introduzco los dedos en su boca y aprieto contra su lengua cuando me muerde, disfrutando del bocado que yo doy a su entrepierna.

Cuanto más me tira ella del pelo, más succiono yo su punto álguido y más recojo con la lengua todo el líquido que ella me brinda, como si fuesen gotas de agua en el desierto.

Recupero mi mano desde su boca y la bajo hasta las profundidades en las que me encuentro. Vuelvo a introducir los dedos en ella, acompañándolos con la lengua en la parte más superior, procurando que queden bien impregnado de su viscosidad. Ahora viene la mejor parte y retiro los dedos para acercarlos a su otra entrada, ahora ahogada en el mar que se ha generado entre sus flujos y mi saliba. Introduzco dos de los dedos mojados presionando contra la carne sin demasiado reparo.

Con los dedos del hombre aún en la boca la muchacha sigue estremeciéndose, apretando la cabeza del hombre contra ella, agitándose con cada movimiento de este y tirándole del pelo.

Se contonea con cada escalofrío y sus gemidos empiezan a ser más y más evidentes. Cuando el hombre saca sus dedos de su boca exhala y se muerde el labio, pronto nota de nuevo sus dedos dentro de ella y el tirón de pelo es más fuerte. Cuando lo nota entrar, esta vez por otra parte, ahoga un gemido y se estremece, notando su respiración más rápida.

Grita, me araña, me aprieta, todo eso me envuelve en un frenesí que me pide más de todo eso a la vez; seguir tocándola para que cada uno de sus gestos se incremente. Pero no quiero que me envuelva la euforia demasiado pronto, con lo que debo controlarme un poco.

Nada más mis dedos empiezan a penetrarla de nuevo me recorre un escalofrío por la acogida que reciben por parte de su cuerpo. Siento una fuerte descarga que chisporrotea a lo largo de mi espalda, haciendo saltar la tela del sofá al estallar en ella. Como un perro famélico, doy el último repaso a mi plato y, con cierto pesar, me aparto en beneficio de la mejora de la situación.

Me separo un poco de ella y la agarro de las caderas para colocarla boca abajo y, de nuevo, acomodarme sobre ella. Llevo un ritmo frenético con lo que no tardo en agararme el miembro para penetrarla por delante un poco y así humedecerme con su ayuda. Suelto un jadeo profundo cuando estoy dentro y mi cadera se mueve sin que me de tiempo a pensarlo. La agarro del pelo y tiro de él mientras me muevo con cierto entusiasmo, agarrando con la diestra una de sus nalgas para colar el pulgar en su otro agujero.

Cuando siento que su cuerpo responde mínimamente soy incapaz de soportar más la espera. Tengo que ir a por todas o me descargaré en un último arrebato.

Salgo de ella y ubico mi miembro en la nueva zona, bastante más complicada que la entrada anterior. Empiezo a hacer presión contra ella, aprovechando la demanda de su cuerpo y la lubricación que me ha venido brindando hasta ahora. Miro su cabellera roja y me muerdo el labio inferior. Tiene que ser mío.

Una suave risa escapa de los labios de la muchacha al ver la descarga eléctrica causada por el joven. Complacida por los movimientos de este inclina la cabeza hacia atrás, hundiendo los dedos en el pelo rubio del chrysos, disfrutando de los últimos instantes antes de que decida dar el siguiente paso.

-Ten cuidado o nos harán comprarles un sofá nuevo. -Añadió con un tono suave aún con la cabeza echada hacia atrás. A pesar de que en esa situación no podían verse la cara el tono de la muchacha no dejaba duda de que estaba sonriendo al decirlo.

Cuando finalmente se decide la muchacha no se resiste. Después de todo se ha portado, no será ella quien no haga honor a su palabra. Decide dejarse llevar, al menos al principio, permitiendo que el hombre tantee el terreno y se prepare como crea conveniente. Suelta pequeños gemidos con cada gesto, cada ligera embestida, arqueando ligeramente la espalda, apretando el extremo del sofá con las manos.

Siente la temperatura del hombre, su respiración, la tensión de sus músculos debido al esfuerzo físico...Todas las sensaciones formaban un remolino en su cabeza que de alguna forma la relajaban. -Veamos, -pensó-, si es tan capaz como dice o es todo de boquilla.

Ella parece de acuerdo ya que en ningún momento hace gestos de apartarse o me dice que pare. De todas formas habría sido una situación complicada si se diese lo contrario porque siento que se me vaya a rajar el estómago sólo de pesar en retrasarme demasiado. Siento palpitaciones en diversas zonas y en mi cabeza hay una voz que no para de repetir "vamon, apriétala, rápido; rompe la puerta si es necesario".

Pero no hace falta llegar a extremos desmesurados, a penas fue necesaria algo de presión para facilitar la entrada a la cabeza, lo que ya dio paso al resto con mayor facilidad.

Dejo salir el aire con cierta pesadez, aliviado de estar ya en este punto. Lo cierto es que esperaba mayor resistencia y fue algo desilusionante el pensar que posiblemente no era el primero en recorrer aquel terreno. También es cierto que hay mujeres con elasticidad pasmosa, como aquella castaña del pueblo del marido de mi hermana que estaba tan asustada y al final se abría más que su...

No le doy más vueltas y me limito a disfrutar de la mayor presión sobre mi mienbro. Es una presión deliciosa que incrementa en mucho las sensaciones de cada movimiento. Puede que a otros niveles resulte menos einteresante, pero sin duda es uno de mis sitios preferidos.

Empiezo a moverme con cierta calma, disfrutando con lentitud de la nueva situación que parece haberme bajado un par de revoluciones ahora que he conseguido mi fin primordial. Agarro su cintura con firmeza y disfruto de los movimientos sintiendo el suave masaje de su interior. Dejo salir por la nariz un gemido ahogado en mi garganta al mantener los labios plegados hacia dentro y unidos entre sí mientras cojo ritmo. Un escalofrío me sube directo desde la punta y me aprieto contra ella hasta el fondo.

El joven no tarda en acomodarse y pronto la muchacha lo siente entrar. Se encoje un instante, ahogando un gemido mientras aprieta con fuerza los labios al notar la primera embestida, lenta, tanteando el terreno. Relaja el cuerpo y coge aire, apoyándose algo más sobre el sofá al tiempo que siente las manos del chrysos agarrarse a su cintura mientras el movimiento se incrementa.

No es como si fuese la primera vez que la muchacha pasaba por algo así aunque sí era cierto que no se dejaba con cualquiera. Cuando el movimiento se hizo más fluído se incorporó ligeramente, respirando con algo de fuerza. Se echó hacia atrás el pelo que le había caído hacia la cara mientras notaba las caderas del hombre con un compás cada vez más rápido. Se mordió el labio y comenzó a moverse para marcar más el ritmo, dejando escapar un gemido ahogado con cada golpe. Cuando se aprieta contra ella no puede evitar que se le escape uno y nota durante un instante un escalofrío que la recorre. Se deja caer sobre el sofá aún moviéndose acompasada a los vaivenes del joven de los tatuajes.

Escucharla no hace más que entusiasmarme y excitarme todavía más, recuperando el galope anterior: ávido, hambriento. En cuanto me pego a ella y la oigo gemir siento una nueva chispa recorrer mi espalda y me yergo para desquitar en ella mi ansia, apretando y separando sus nalgas al agarrarla con fuerza entre mis manos.

Me encanta esta postura, es una postura de sometimiento animal y con maravillosas vistas. Observar como entro y salgo de ella hace que me arda el cuerpo entero. Freno momentáneamente y me alejo con suavidad, admirando el recorrido hasta que casi puso ver la punta asomando, manteniéndola en una tensión tirante. Envisto rápidamente hasta volver a pegarme a ella, evitando así que su cuerpo me expulse por haberme acercado tanto a la salida. Sin embargo ha valido al pena el panorama y me muerdo el labio inferior con gusto.

Recobro el de nuevo el ritmo, ahora con ganas de dejarme de tonterías. Apoyo mi pecho en su espalda. Con la derecha agarro uno de sus enormes pechos y la izquierda la llevo a su madriguera, al lugar donde mi polla ha dejado una soledad que solo llena la gran cantidad de flujo que encuentro resbalando entre sus piernas. Me muevo más rápido disfrutando de cómo su cuerpo llena enormemente mis sentido y trato de aercar mi cara a su pelo todo lo posible. Quiero encharcarla al completo, disparar un perdigonazo que chorrée entre sus piernas y la haga gritar al sentir como la alcanza sin previo aviso. ME muevo con más fuerza, gruñendo en su nuca.

Los gemidos que escapan de sus labios no hacen sino avivar el entusiasmo del joven que ahora se introduce en ella con ansia cada vez más deprisa. La muchacha no puede reaccionar a esto de otro modo que no sea dejando escapar más sonidos de su boca, creando así un círculo vicioso. Tampoco tarda en darse cuenta de esto y, como para viciosa ella no tarda en utilizar esa carta a su favor.

Sin caer en lo vulgar la muchacha empieza a, por así decirlo, dejar claro al hombre de ojos dispares qué hace bien. Nota la piel cubierta de una fina capa de sudor y cada jadeo del guerrero la hace estremecerse. A pesar de que siente cómo le flaquean las piernas continúa moviéndose para añadir fuerza a los movimientos del joven.

Pronto nota su pecho contra su espalda. Nota cada músculo, nota la fuerza con que la ataca. Sus manos se encuentran en la entrepierna de ella mientras con la otra se agarra al sofá. Sus dedos se mueven junto a los del joven con avidez, con la misma ansia que él estaba demostrando. Nota también la otra mano que le queda libre al chrysos agarrarse a uno de sus pechos. Echa la cabeza hacia atrás hasta que siente la de él. Nota una sensación de calor y frío recorrer su cuerpo desde la punta de los pies y el calor del aliento del hombre en su cuello.
Sus músculos parecen encogerse, como si fuese a explotar de un momento a otro, aún así no piensa parar de moverse. Y espera que nadie pretenda que lo haga porque lo mataría.