Sala común

Ya entro bostezando. Acabo de despertarme. Hoy es algo tarde, lo sé, pero ayer me quedé más tiempo del normal despierta y eso pasa factura. Llevo ropa algo desgastada y un chocolate en las manos, pero aquí me lo tomaré mejor que en el comedor. A estas horas arman jaleo los borrachos. Thor me sigue, repleto tras su desayuno. Lo raro es que me haya dejado dormir a mí hasta tan tarde, con lo que suele dar por culo.

-Nasnoches -saludo, cuando veo que hay alguien en el cuarto, y enseguida me animo a acercarme a fuego, poniendo una butaca cerca. Thor se acerca mas todavía, quedándose embelesado con su baile-. Qué gustito... -murmuré para mí, arrebujándome en mi asiento.

Podría dormirme otra vez...

El calorcito me envuelve como si fuese una manta más. Ojalá estuviese en cama, pero hay que trabajar. Aunque la lluvia suena fuera, y eso es relajante. Y, desde luego, no hace que uno quiera salir. Hoy solo apetece un chocolate dulce, una siesta y...
Vuelvo la cabeza hacia él, amodorrada. Ni me he fijado en quién es. Porque no es nadie. O, lo que es lo mismo en este caso, no me suena de nada.
¿Qué dice de fumar?

-Mientras no me eches el humo está bien -le digo, tras pensármelo mínimamente, con tono algo pasota.

No me sienta bien el humo, pero tampoco vamos a ponernos llorones. Ni me había dado cuenta hasta que lo dijo.
Paladeo el chocolate y lo miro de nuevo, por encima de la taza.

-¿Y tú quién eres?

Pues un placer, ale.
Bebo un nuevo sorbo de chocolate, dejando que el sabor impregne hasta la última de mis papilas. Cierro los ojos, incluso, dejando de mirarlo un par de segundos.

-Bienvenido, supongo -le digo luego, examinándolo-. ¿Una llegada tranquila?

Y entonces entrecierro los ojos. Eh, eh, eh. Un momento. ¿De qué cojones vas? ¿Qué es esa actitud? ¿No acabas de decir que llegaste ayer? Muestra algo de respeto a los que llevan más que tú. Y más aún si acaban de despertarse.

-Yo -. Lo remarco especialmente. Que sepa que "yo" es importante. No le pido un "su alteza", pero sí algo de humildad, por lo menos- soy Frikka Njorthrbiartr, y llevo aquí un par de años.

Y parece poco, eh.
Bueno, poco una mierda.

Veo que es todo un orador. Un poco Haken. Serio, callado y con cara de palo. Pero Haken es mi hermano y entonces lo quiero. ¿Qué tiene que ofrecerme tú? Además de una observación del tiempo que, gracias, pero tengo ojos.
Llamarme experta no es mal empiece, todo ha de decirse. Sonrío, complacida, y me acabo el chocolate de un último sorbo.

-¿Experta? Ya ves... Puedes pensarlo así si quieres. Desde luego, me conozco esto. Y ya he vivido algunas cosas, ya me entiendes. Pero se supone que estamos aquí para eso, ¿no?-. Le lanzo una mirada inquisitiva, como esperando a que termine mi frase. Evidentemente no va a hacerlo. No he dejado ninguna frase a medias-. Somos los que hacen los que otros no pueden hacer.

La élite. Los putos amos.

¿Me está llamando presumida? Lo examino, sonriendo, evaluando su actitud. No lo tengo muy claro. Parece que no tenga más de dos o tres expresiones.

-Bueno, pero nunca sienta mal -declaro, mordaz.

No es que sea la mejor del mundo, lo sé, y el asma no me ayuda demasiado a demostrar lo buena que soy, porque enseguida me fatigo. Y bueno... Sé que no tengo la mente tan fría como otros, ni estoy tan acostumbrada a la muerte y a esas cosas. Y no sé si quiero estarlo, sinceramente. Aunque a veces sea imposible. Aunque haya que ver cosas espantosas. Y el día que uno no puede más, pues ya está, se toma un respiro o se larga. Pero creo que puedo hacer muchas cosas aquí, más que antes, porque voy aprendiendo más con el paso del tiempo.
Llegue siendo una cría y ahora soy una cría. Pero una cría que sabe que tiene un trabajo duro. Al menos no volveré a esconderme en el armario si pasa algo chungo. Eso ya le toca a otros.

Yo no sé si nos llaman para nada especial. Aquí hay guerreros y gente que era normal y ahora lucha. No sé si tiene mucho sentido.
Yo, desde luego, no era una guerrera, aunque supiese luchar un poco. Pero eso lo terminé de aprender aquí.

-Ahora que has llegado, entonces, te quedará demostrar si eres de los que se quedan o de los que prefieren una vida normal.

¿Qué soy? ¿Su mentora?
Es como si me hablase a mí hace un par de años, cuando creía que escaparse de casa para irse al ejército era buena idea. Aquella cría merece una paliza.

¿Es lo que tiene que hacer? Espero que no sea porque ha cometido algún delito y lo han mandado aquí. Ya bastantes problemas ha habido como para que los que se nos incorporen sean delincuentes. Aunque imagino que nos habrían avisado.

-Vaya, qué misterioso -declaro, burlona. Aunque no voy a negar que siento cierta curiosidad. Soy curiosa por naturaleza-. ¿De dónde sale todo ese sentido del deber? -inquiero, sin ninguna vergüenza. Si de verdad se trae algo raro entre manos quiero saberlo. Todos debemos. Es por el bien de Brontë.

Enarco una ceja. No tengo claro si es profundo, intenta serlo o, de hecho, no tiene ni idea de verdad. Sea como sea, esas cosas se juzgan con el tiempo, y de momento tampoco me ha hecho nada. Es cierto que a veces me paso con la gente, pero hoy estoy de buen humor y no quiero ser la que espante al novato.

Se interesa por mí. La verdad es que esa no es una pregunta fácil de responder. Quiero decir... Sé la respuesta, pero creo que explicar que era una cría, me escapé de casa y me quedé por orgullo está fuera de toda discusión. Y tampoco creo que fuera por eso... No me han tratado tan mal, supongo. Me adapté. Aquí no se está mal.

-¿Por qué iba a irme? A veces es duro, pero también es gratificante. No es un mal trabajo.

¿Que si no tengo alguien que me espere fuera? Calibro su expresión cuando pregunta, pero, de nuevo, no saco mucho en claro. ¿Acaso está intentando ligar conmigo? No lo tengo muy claro, pero... Por si acaso...

-¿Un novio o algo así?-. Niego-. Tengo a mi familia en casa, claro, pero llega una edad en la que hay que volar de todas formas. Siempre puedes ir de visita alguna vez. No es como si estuvieses aquí encerrado y encadenado salvo cuando tienes que trabajar-. Esbozo una sonrisa-. Todo bien. ¿Qué pasa? ¿Te espera a ti tu mujer o algo?-. Tiene pinta de tener un crío pequeño, pero eso ya son is propias especulaciones-. Hay un pueblo cerca, siempre puede mudarse el que quiera verte a menudo.

No conozco a nadie que se haya traído la familia al pueblo, eso sí...

Bueno, la esposa y los hijos serían familia también, ¿no? ¿O es de esos que saldrá por la noche y cuando la tía buena de turno le pregunte si tiene familia pensará "no, solo mujer y dos hijos", negará y se largará con ella? Qué mal... No me gustan los tíos así. La gente así, en general.

La verdad es que se me hace un poco curioso. Al mismo tiempo parece muy serio e independiente como algo preocupado por su familia lejana. Para empezar, ¿qué tiene? Pasará de los veinticinco. Ya es edad de hacer la vida lejos de los padres. Y, para seguir...
¿No lleva aquí un día? Quizás a adquirido toda la responsabilidad de golpe, y tampoco es así...

-Bueno, hombre, tú manda cartas, que lo agradecerán. Ya verás que en un par de semanas te mueves por aquí como si nada. Y ya todo se irá poniendo en su sitio.

Thor está dormitando junto al fuego. Me da algo de envidia. A mí la luz de tan cerca me mata...

-Y si necesitas algo, eso...-. Me llevo el pulgar al pecho-. Yo te echo una mano.

Bueno, al final diría que es tímido, porque palabras no tiene muchas, pero tampoco es que sea un borde. No podría asegurar qué pienso de él, ya que no ha interactuado mucho, pero no tengo nada en su contra.
Doy una pequeña patadita a Thor para que espabile. Se sobresalta y agita la cabeza, mirando a todas partes. Buenas noches, eh...

-No es nada. Enseñar a los que llegan también es nuestro trabajo, ¿no?-. Pero no dejes de dar las gracias porque te diga eso, tampoco. Me levanto, con la taza en la mano-. Bueno, tras este desayuno creo que me voy a poner a trabajar. Ya pasa de media noche -le digo, componiendo una mueca.

Que, a todo esto, vaya hora para un claritas. ¿No se marchitan sin el sol?
Me estiro y voy hacia la puerta. Thor me sigue animado, aunque todavía algo atontado por la breve siesta.

-Buenas noches, Kiba -digo al nuevo, antes de salir, y le hago un gesto con la mano-. Que te adaptes bien.

*se va*

Era el momento de la cena de Julia. Zacharyas ya había comido, y en aquel momento llevaba en la mano un biberón templado para ella. No se lo daba en el comedor para no estorbar a los demás guerreros si lloraba y para que ella no se distrajese y dejase la comida a medias. Ayne podía descansar en aquel momento, mientras Julia comía, ya que la niña, si bien dormía mucho, solía parecer reacia a hacerlo pronto. Y ambos sospechaban los motivos.

Se sentó en el sofá, lejos del fuego, y comenzó con la tarea. Julia no se lo puso difícil, y pronto echaba ella las manos para ayudarse, comiendo con avidez. Al mago le había costado acostumbrarse a aquellas tareas, pero había llegado a encontrarlas relajantes y agradables. Y él no podía alimentarla de otra forma.

*se queda*

Zacharyas elevó la vista al ver llegar a Adain y lo saludó con una de aquellas sonrisas anchas que hacían estremecerse a mucha gente. A Julia, sin embargo, aunque soliese asustar a los niños, le hacía gracia.

Asintió marcial a la pregunta, tardando algo más de lo normal en hablar, como esperando a que Adain dijese algo más, mirándolo muy fijamente con los ojos oscuros. La luz entorpecía un poco su vista, pero Zacharyas nunca daba señales de que aquello le estorbase, y no pestañeaba más de lo necesario.

-Ayne está descansando -le explicó-. Tenemos que-. Zacharyas carraspeó, interrumpiendo momentáneamente la explicación-turnarnos. Hay que cuidarla y enseñarle, pero también tenemos que trabajar.

La niña comía ávida, ajena a Adain, sonrojada y calentita; a gusto.

Era pequeña. Zacharyas estaba de acuerdo con aquello. Pero ya había cumplido los seis meses, y si pensaba en el pequeño ser que había tenido en brazos hacía aquel tiempo le parecía inmensa. No se notaba lo que crecía de un día al siguiente, pero al cabo de un solo mes el cambio era evidente. Era como las heridas, que no se convertían en cicatrices de un día para otro, pero cuando uno se daba cuenta ya habían sanado.

-Ya hemos estado fuera mucho. Ahora podemos trabajar -le aseguró-. Si no fuese así, no habríamos vuelto-. Miró un momento a la niña, y luego a Adain de nuevo. Su raza no la sabían con seguridad, pero asintió de todos modos-. Es probable -le dijo-. No le gusta mucho la luz.

El caeruleus también había pensado en aquello, en verla crecer en Brontë, aunque no era algo a lo que diese muchas vueltas. Mientras estuviesen allí, ella estaría con ellos.

-Nos quedaremos -confirmó. Y entonces lo miró, con una mirada que tenía un algo extraño, teniendo en cuenta que se trataba de Zacharyas. Quizás cierta duda-. ¿Molesta? -le preguntó, simplemente, con la voz áspera.