Biblioteca

Asentí.

—Aunque, con un poco de suerte, no habrá más ataques a Brontë. Sea como sea, si seguimos trabajando, quizá vayamos a alguna misión juntas.

Y eso estaría bien, suponía. No me llevaba demasiado con mucha gente dentro de Brontë, así que...

—Si encuentro a alguien que pueda estar interesado, te lo diré —aseguré—. Aunque tampoco esperes demasiado: no me llevo con demasiada gente. Pero te ayudaré en lo que pueda.

Al escuchar su pregunta, mi sonrisa se borró un poco. Pues la persona con quien mejor me llevaba era Rick, claro, y luego estaba Heylel, pero al aether hacía mucho que no lo veía y Rick era... Bueno. Rick.

—Pues... Me llevaba muy bien con un aether llamado Heylel, pero hace mucho que no lo veo ni sé de él. —Esbocé una mueca—. Y luego con Rick, un flamma muy grande que no sé si conoces, pero... Digamos que las cosas son un poco... Diferentes ahora.

Aunque no me llevaba mal con él, había algo que no... Y a la vez no me molestaba su presencia ni nada, pero era complicado.

—Y, bueno, contigo, claro. Y Corbin me cae bastante bien, aunque no sé hasta qué punto yo le caigo bien a él. —Suspiré—. Y luego había gente que me caía bien pero que ahora ya no veo mucho y tal.

Alcé ambas cejas.
Pues... Quizá. Quizá sí se hubiese ido.

—Pues... Quizá sí se haya ido...

Me noté repentinamente algo triste, porque si se había ido, entonces no me había dicho adiós ni nada y bueno... A mí Heylel me caía muy bien y lo conocía desde el principio, así que era un poco... Decepcionante.
Bajé la mirada, pero apenas unos segundos después volví a alzarla, al notar cómo Anna me rodeaba con los brazos. Parpadeé, sorprendida, y moví los brazos sin saber qué hacer con ellos, pero cuando se apartó, le sonreí.

—Tú también me caes muy bien —aseguré, ladeando un poco la cabeza. Tras un segundo, añadí—: También creo que eres muy dulce, haciéndonos armaduras a todos y, bueno, eres amable, sin duda.

fdr. "De no ser por ti quizás no hubiese conseguido empezar a entrenar"
hmn

Sentado en un sillón, paso las páginas de un libro que tengo en las rodillas con gesto frustrado y una mano en la frente, apoyada, como si sostuviese la cabeza. Voy pasando los ojos por las líneas, una y otra vez, sin entender por completo el significado de lo que estoy leyendo. Pienso, mientras tanto.

Es tarde, ya. Estoy algo cansado, pero todavía no lo suficiente para irme a dormir. Aunque el libro parece estar ayudando a propiciar eso. Y no porque no sea interesante.
Supongo que no estoy concentrado en lo que tengo que estarlo...

Al final el cansancio acaba por vencerme, y parece que no voy a sacar mucho más de la lectura ni de ningún sitio. Y menos a estas horas...

*se va*

A veces un guerrero tenía que leer: no toda la lucha se hacía con armas, al fin y al cabo. Y a veces debía ser sobre ocio, sobre aventuras, sobre historias de amor o de guerra, o de lo que uno quisiese. Otras veces, sin embargo, los libros podían tratar sobre estudios, sobre la información del mundo sobre muchas cosas que yo no sabía y aprendía de aquella forma. Y en aquel caso se trataba de ninguna o de ambas, porque había buscado libros de historias donde pudiese hallar algo sobre Lis, aunque quizás Lea ya los hubiese visto en alguna ocasión. No sabía si podía hacer mucho por ayudarla a buscar, pero un esfuerzo hacía que me sintiese útil, de alguna forma. Yo quería ayudar a Lis en todo lo que pudiese, e incluso ella parecía haberse percatado un poco, porque se mostraba algo más simpática conmigo.

Leía en aquel momento un libro sobre historias de Fulmen, no habiendo encontrado ya nada en Ventus que me pareciese adecuado, concentrado en una que parecía más para niños que para adultos.
No pude evitar pensar en Lyo entonces, por un momento. Aquello hubiese sido más entretenido de tenerlo a él para leerle.

*se queda*

No tenía mucho que hacer, en realidad, en la biblioteca, pero sabía que me convenía escribir de vez en cuando para mantener mi nivel, que ya no era de por sí demasiado elevado. Aquel día había decidido inventar yo lo que escribía, en lugar de copiarlo. Así, me obligaba a recordar mejor las cosas.

Me encontré con que Rick estaba sentado en una de las mesas, estudiando un volumen que, desde mi posición, no podía ver. Aunque, probablemente, no fuera nada que entrase en mi entendimiento. Rick venía de una familia poderosa, así que era probable que hubiera tenido una educación espléndida.

-Hola, Rick -saludé con una sonrisa, tomando asiento no muy lejos-. Espero que no te moleste si me siento aquí.

No tardé en tomar un montón de pergamino, pluma y un tintero. La pluma no resultó estar en el mejor estado posible, así que no tardé en ponerme a buscar algo con que afilarla. Después, podría comenzar.

Al ver a la joven Massen enseguida me encontré sonriendo animado. Había dado por perdida aquel libro y pasaba al siguiente ya, pero no pasaba nada si paraba un segundo. No hacía tanto que la había visto.

-¡Oh! Claro que no. Eso ni se pregunta. ¿Qué tal todo?

Cerré el libro y lo aparté, tomando otro. Lo abrí por el índice mirándolo un poco por encima, pero no decía nada llamativo. Habría que meterse a fondo, entonces.

-¿Vas a escribir a casa? -pregunté al verla tomar las herramientas-. Yo espero una carta que no da llegado. Es verdaderamente frustrante. Le dan a uno ganas de ir a pedir la respuesta en persona, eh -comenté, risueño.

Pero no era gracioso.

Sonreí a la respuesta de Rick. Tan animado como siempre, desde luego.

-Muy bien, gracias. Bastante tranquilo. Aunque me gustaba más cuando parecía que se estaba asentando la primavera... -Eché un vistazo rápido a la ventana, por la que apenas entraba ya la luz-. ¿Qué tal tú?

La pregunta me pidió un poco desprevenida. A casa. ¿Y eso dónde era? Después de la carta de Allie, había dudado si escribir a Leen, pero había decidido finalmente no hacerlo. Así que negué.

-No suelo escribir mucho -expliqué-. Venía solo a escribir por escribir. Conviene practicar de vez en cuando, que si no las letras se oxidan -. Reí a su comentario-. Seguro que te cruzabas con la carta por el camino. ¿Quién te tiene que escribir? Si se puede saber.

Asentí con fuerza. ¡Desde luego, aquello era cierto! Un día parecía que el calor llegaba y al siguiente se marchaba por donde había venido. No era justo que el tiempo nos marease de aquella forma.

-Podría decir algo como eso. Pero mantengo mi cuerpo a la temperatura correcta con entrenamiento. Hay que pasar los días de alguna forma-. Me froté la mejilla, pensativo. No me había afeitado en un par de días y estaba algo rasposa-. Ahora mismo me dedico a buscar información, sin embargo. No todo es la fuerza.

Me dio tiempo a mirar un par de títulos de capítulo antes de recibir su respuesta. La miré entonces, curioso, y esbocé una sonrisa. Escribir por escribir. Quizás estuviese practicando su caligrafía. Recordaba los dolores de muñeca debido a ejercicios indignos como ese.

-Mucho ánimo entonces-. Cruzarme con la carta. No descartaría algo como aquello. Qué incómodo... ¡Pero uno podía pasar su vida entera esperando algo sin pedirlo por si se cruzaba con ello!-. Oh... Si te contase... Recibí una carta tratando asuntos matrimoniales-. Hice una mueca-. Estoy resolviéndolo todo, pero lo de no tener respuesta me está volviendo un poco loco.

Asentí, entretenida, recordando nuestra última conversación al respecto. Rick el friolero. O era yo, que era mala con él. Según cómo se mirase.

-¿Información? -repetí, curiosa-. ¿Qué buscas?

Me incliné un poco hacia adelante, fisgando en su lectura. Parecían... ¿cuentos? No lo tenía claro, pero el título parecía decir... No tardé, de todas formas, en volver a asentir y mojar la pluma en el tintero. Claro que, cuando volvió a hablar, no pude sino alzar la cabeza, sorprendida.

-¿Te casas? -pregunté.

No era tan mayor para eso, ¿no? Aunque, pensando en Heylel... O en Inwir... Casi sentí un escalofrío. Mithos, poco más y se me pasaría a mí el arroz.

Arrugué un momento la nariz, pensativo. ¿Hasta qué punto podría contarle? Sabía que no podía hablar a la gente de Lis, pero Massen era una buena compañera. Quizás pudiese ayudarme sin revelar demasiada información.

-Lo cierto es que estoy ayudando a alguien, así que no puedo decir mucho. Pero... ¿Conoces alguna especie animal o vegetal extraña? Algo que sea... tremendamente diferente. Aunque salga en cuentos o historias.

Dicho de aquella forma sonaba algo confuso. Quizás no me había explicado demasiado bien... Tampoco sabía como buscar yo mismo, y sin hablar de Lis ya era...

Me apresuré a negar a su pregunta, repentinamente tenso. Aquello era, de hecho, lo que quería evitar. O lo que ya había evitado, claro...

-No, pero he temido por ello. Una dama se interesó por mí, y a veces rechazar esas ofertas es más difícil de lo que parece. Muchos asuntos familiares... Desde que informé de que tenía pareja y no estaba interesado no he recibido respuesta, y temo un poco haber ocasionado más problemas de los esperados.

La pregunta de Rick, rodeada de tanto misterio, me dejó claramente descolocada. Pensé durante un momento, preguntándome qué estaría buscando exactamente.

-No sé qué decirte -acabé por responder, muy a mi pesar-. Me gustan mucho las plantas, pero no conozco muchas. Y los animales... bueno, nunca me han llamado mucho la atención.

No me atrevía a preguntar más, pero lo cierto era que me moría por hacerlo.

Resultó que no, que no se casaba. Y no caí en la cuenta del motivo hasta que él no lo mencionó. Claro, todo aquel asunto de...

-¿Es esa tal Lea? -pregunté de sopetón, sin poder contenerme. Entonces me tapé la boca con la mano, mirándolo con expresión de disculpa. Ya había quedado como una auténtica cotilla-. Perdón. Me dijeron que... Bueno, perdona, no importa.

Menudo apuro...

Arrugué el ceño, pensativo. Si le gustaban pero no decía más la verdad es que no resultaba demasiado útil. Quizás matizando un poco...

-Verás... Buscamos un ser vivo que haya salido en alguna historia, ya que no sale en los libros de animales. Con capacidades mágicas y... llamativo, muy llamativo. ¿No has escuchado alguna historia sobre elfos mágicos parlantes o algo así? De niña o cuando fuese -le comenté, tratando de explicarme un poco mejor.

Lea.
No pude evitar una sonrisa cuando preguntó, y asentí levemente, divertido por su reacción.

-Sí. ¿Por qué? ¿La conoces? Una flamma de -unos preciosos- ojos verdes. Tiene un vulpus blanco encantador, Vilo. Quizás te suene más eso.

Había hablado a Lea de Massen alguna vez, sobre todo con el asunto de Lyo, pero no a la inversa, según recordaba. Así que, al menos por lo que yo sabía, no era que la relación fuese mucha.

¿Era eso? ¿Cualquier historia? De esas conocía muchas, claro.

-Bueno, en Aqua hay muchas historias para niños -concedí, pensando en alguna-. Pero la mayoría son historias de fantasía, así que no he conocido a los protagonistas, claro -. Sonreí-. Pero sí, hay muchas. Diablillos del agua y del hielo, bestias de las nieves, brujas que se convierten en nieve, plantas mágicas que vencen a las heladas... Hay historias que cuentan que el glaciar Nevus es una maldición de los antiguos dioses, o que debajo del hielo, en la parte que nunca se derrite, hay una ciudad con una tecnología mucho más avanzada que la nuestra. Y están los fabricantes de copos, los espíritus del verano y las máscaras de la diosa. También se habla de seres mitad pez, mitad humanos que gobiernan en islas del norte aún sin descubrir, que respiran bajo el agua y pueden someter a las criaturas del mar a su voluntad. Hay muchas historias, aunque la mayoría tratan a los animales como seres malvados con los que no se puede razonar, y de las plantas se menciona poco. Los protagonistas suelen ser jóvenes de las tribus que recorren el continente.

Negué con la cabeza, algo apurada, pese a que él no parecía molesto por la pregunta.

-Ah, no, no la conozco -aclaré en seguida, sin saber muy bien cómo me dejaba aquello. Como una cotilla, claro-. Un amigo me habló de ella, solo eso. Creía que estabais juntos, pero no me lo supo decir con certeza. Y ahora que lo mencionaste, me acordé.

Eso, el cotilla era Jun, no yo.

Empezó a resumirme historias, pero claro... Aqua no parecía el típico sitio en el que Lis viviría. Sí que hubo, sin embargo, algunos puntos que llamaron mi atención.

-¿Plantas mágicas que vencen a las heladas? Cuéntame más de eso -le pedí-. Y de las mujeres mitad pez. ¿Controlaban a los animales? ¿O incluso el hielo?

No sabía si podría tener que ver, pero algo era algo. Al final solo eran cuentos. Podrían no tener nada de verdad.

Massen negó conocer a Lea y alcé las cejas de nuevo, divertido. Llegué incluso a reír un poco.

-Bueno, pues es el caso-. Notaba la sonrisa algo tirante. No quería quedar como si estuviese embobado, ¡Mithos! Carraspeé al darme cuenta de que me había quedado callado-. Es... ¡Es una guerrera verdaderamente capaz! -aseguré, tratando de decir algo.

Por lo visto, en algún punto había conseguido llamar su atención. Quizás sí estaba aportando algo, después de todo...

-Las plantas de Zehah, según dice la historia, se cuidaban en una casa de plantas. A Zehah le encantaban las plantas, pero como vivía muy al sur, casi nunca podía disfrutarlas. Así que Zehah construyó una casa para mantenerlas guarecidas durante el largo invierno. Los dioses, que vieron su dedicación, le ofrecieron en una nevada semillas tan livianas como los propios copos, pero de color más oscuro. Zehah, que las vio caer, pensó que las plantas morirían sin llegar a nacer, pero en vez de eso, las semillas germinaron en la misma nieve. De ellas nacieron plantas que resistían las heladas y los más crudos inviernos, así que Zehah ya no necesitaba su casa de plantas -. Sonreí, entretenida con mi historia-. Lo curioso del cuento es que, al final, las plantas de Zehah se perdieron, y en cambio su casa de plantas permaneció. Dicen que ese fue el primer invernadero del mundo.

Esa historia me gustaba mucho de pequeña, pero en el glaciar no quedaban muchos invernaderos, así que yo, como Zehah al principio de su historia, no podía admirar las plantas. Y, en mi caso, ningún dios me había enviado semillas mágicas, así que no había tenido oportunidad de cambiar las cosas.

-Los mestizos de husshi no controlan el hielo -lo corregí-. Son seres semihumanos semipeces, y hay tanto hombres como mujeres. Se dice que controlan la voluntad de los peces, que los adoran como si fueran dioses. También se dice que pueden predecir el humor del mar, pero no cambiarlo. De todas formas, eso es suficiente para que gobiernen islas que nadie ha conseguido encontrar nunca. Los mestizos de husshi guían a los bancos de peces fuera de su territorio para que los pescadores los sigan. Así, nunca llegan al corazón de su reino, porque antes mueren de hambre. Los que sí controlan el hielo y el agua son los diablillos, que se confunden con los ríos y glaciares y hacen travesuras y maldades a los que allí van. Pero no hablan, ni siquiera parece que tengan más inteligencia que el hielo o el agua. Las brujas que se convierten en nieve, claro, controlan la nieve en la que se convierten, pero solo esa. Los fabricantes de copos, en cambio, controlan cualquier tipo de nieve, incluso la de las brujas. Pero si la nieve cambia a otro estado, pierden el poder sobre ella.

La afirmación, tan tensa, sobre Lea, me dejó un tanto confusa. Asentí, dudando un poco, sin saber por qué tanta rigidez.

-Sí, me imagino que lo es -concedí, un poco perdida-. ¿Lleva mucho por aquí? La verdad, no la he visto mucho ni en las habitaciones, que ya es raro...

Me contó dos historias tremendamente diferentes, y al acabar la segunda incluso añadió alguna información sobre otros seres. Pero ninguno de aquellos correspondía con Lis, o con un equivalente. Asentí risueño de todas formas, agradecido. No se podía decir, al menos, que no hubiesen sido interesantes.

-Si encuentras más historias parecidas a esas cuéntamelas -le pedí-. Pero no le digas eso por ahí a la gente, por favor -añadí luego, con una sonrisa algo apurada-. Es como un secreto. Algo así.

Cuando pregunto por Lea enseguida comprendí. Si lo decía de aquel modo podía hasta parecer que la acaparaba vilmente. Y yo que solo de pensar que pronto Vilo dormiría en el Bosque... Y sin Lyo... Y con la marca de Fera que hacía que Gerald y yo...
Qué frustración, demonios.

-Casi dos años, de hecho. Uno y medio, al menos -me sorprendió decir. Pero si lo pensaba fríamente, tenía sentido-. La cosa es que desde hace unos meses como tiene a Vilo, el vulpus, le han permitido tener un cuarto para no estorbar a las otras guerreras. Supongo que volverás a verla pronto por allí.

Por mucho que doliese. Y dolía... Sería como una ruptura, el perder su calor por las noches. Acostumbrarse a dormir junto a alguien para luego perderlo... ¿Qué cruel tortura era aquella?

La verdad era que no entendía gran cosa, pero de todas formas asentí. No me costaba nada, a fin de cuentas.

En cuanto a Lea, sabía que por fuerza debía de llevar bastante en Brontë, pero oírlo de él me sorprendió. Tenía la sensación de que en algún momento había llegado a cruzármela con cierta frecuencia, pero de aquello hacía ya mucho. Y, a aquellas alturas, no tenía ni idea de cómo podíamos no coincidir jamás, ni siquiera al ir a dormir.

Sin embargo, Rick no tardó en darme la respuesta.

-Ah, pues tiene sentido -comenté, asintiendo para mí-. Bueno, supongo que cuando vuelva la veré con más frecuencia.

No podía decir que fuera a saludarla como si la conociera de toda la vida, porque probablemente ella no tenía ni idea de quién era yo. Aunque eso podía arreglarse con algo de charla. Rick me servía de excusa para iniciar la conversación.

Asentí animado. Desde luego, Massen era una gran guerrera y una gran persona. No tenía nada en contra de que se hiciesen amigas si surgía. Bueno... Ni con cualquier otra. Incluso si se llevaba bien con Lester no era mi deber decidir sobre aquello. Yo no tenía que decidir sobre nada. No tenía que protegerla de más. No era una persona débil, no era una damisela en apuros...
Bien.

-¿Quién fue ese amigo que te lo dijo, por cierto? Supongo que habrá más de una persona que lo sepa a estas alturas... ¡Pero prometo que no voy presumiendo de ello por ahí, ni nada semejante! Soy bastante discreto-. Desvié la mirada un momento, pensativo-. De hecho, no me he atrevido a decírselo a Inger y no sé si lo sabe... Y eso que la vi hace poco. ¿Sabes algo?

Qué iba a saber, si ni sabía si era un rumor o la verdad, claro...

Jun debería perdonarme aquel detalle. Después de todo, no dejaba de ser cierto que había sido cosa suya.

-Bueno, los rumores vuelan -repuse, quitándole importancia-. A mí me lo comentó Jun, el chico claritas mudo -. Ironías de la vida-, pero tampoco él lo tenía muy claro. De hecho, por entonces yo creí que seguías con Inger, así que imagínate qué lío...

De Inger no sabía nada, y así se lo hice saber. De hecho, hacía muchísimo que no hablaba con ella. Aunque no podía decirse que nunca hubiera tenido una relación muy estrecha con la caeruleus. Quizás por diferencia de horarios...

-No sé nada, pero si quieres mi opinión, creo que deberías decírselo -declaré. Ya que preguntaba, no me costaba nada hablar-. Si aún no lo sabe, es mejor que se entere a través de ti que de otro. Y si ya lo sabe... Bueno, ahí no me meto, claro. Pero estoy segura de que lo agradecerá si se lo cuentas tú. Porque... bueno... ¿Cómo están las cosas tras la ruptura?

Por su pregunta, no debían de ser muy cercanos, pero a ver si iba a ser la cosa complicada y yo metiendo baza... Si me fiaba de los chismorreos de Jun, había sido un auténtico enredo...

Afirmé enseguida. El chico, Jun.

-Un gran chaval, Jun. No sabía que él lo supiese. Aunque tampoco es que sea un secreto, vaya -comenté, risueño. Como ella decía, los rumores volaban.

Lo de Inger me hizo ponerme algo más serio un momento. Llegué a dudar, pero terminé por encogerme de hombros, bajando la vista algo ceñudo. Aunque no estaba molesto, claro.

-Eso de decírselo es verdad. Aunque no pase nada, me gustaría tener una buena relación con ella-. Me rasqué la mejilla, pensativo-. Al principio parecía que iba a ser una ruptura... No fácil, llevábamos mucho tiempo juntos, pero sin peleas. Al final no hubo peleas, pero perdimos el contacto. Le di su espacio y hace poco volvimos a hablar y la vi más cómoda. Me alegró mucho poder hablar con ella, pero se muestra incómoda. Yo la aprecio mucho. Si lo que quiere es tenerme lejos no la voy a forzar, claro. Solo quiero que esté bien...

Miré el libro. Seguía en el índice. Al final sería mejor llevármelo y leerlo en cama, o al día siguiente.
Sonreí a Massen.

-De todos modos, están mejor las cosas. Sea como sea, no es para preocuparse. Espero que tenga una vida feliz-. Alcé entonces las cejas-. ¿Y tú con aquel chico?

Tenía un novio, ¿no? O había tenido uno, o... A veces los jóvenes eran un poco más indecisos.