Biblioteca

Justo cuando me iba a reincorporar, veo como se acerca rápidamente hacia mi y se encorva un poco más hacia mí para preguntarme si estoy bien.

-Ay! no se acerque tanto!- digo caminando con las palmas hacia atrás.

Ver a ese hombre vestido con un monton de capas y esa cara tan rara me daba mucho miedo.

Entonces veo como se le dilatan las pupilas y no deja de mirarme la cabeza.
Frunzo el ceño y me cruzo de brazos, a la par que pongo unos morros enormes.- ¿que está mirando?- le espeto como si fuera un niño malcriado.

Entonces me pregunta que me ha pasado en la oreja y me llevo instintivamente una mano a ella.

-Pues... pues... yo me la corté... con mi daga... porque... -¿porqué debia de darle explicaciones a ese desconocido?- porque... mmmmm... - me llevé un dedo a la boca pensativo, indagando una respuesta que no tuviera el nombre de Aren Darvenwish incluido- yo... me la corté por... por amor. Ale, ya está. No pregunte más, cotilla del demonio.- digo volviendo a cruzar brazos y piernas desde el suelo.

Sus pupilas se dilataron mientras notaba una gota de frío sudor recorrer su barbilla y llegar a su nuez. Tragó saliva aparatosamente y se arrodilló junto al muchacho, tomando su rostro entre las manos para poder observar bien aquella cicatriz.

Aquella revelación había sido mejor de lo que esperaba oír. Aquel muchacho se había mutilado la oreja. De pronto todas las cicatrices que ocultaba bajo sus ropajes le parecieron nimias e indignas. Su respiración se tornó algo más fuerte y pesada.

- ¿Tú cortaste tu propia oreja...? -preguntó más para sí que para el chico-. Increíble...

Una mueca de miedo se dibuja en mi cara. Tiemblo al sentir sus manos agarrándome la cara, cubriéndola con sus largos dedos.- ay! ay! suélteme! suélteme! suélteme o gritaré muy alto! le van a reñir!- pero parecía no oirme, estaba con los ojos clavados, sin moverlos ni un instante en mi mutilado órgano.

Podía sentir su agitada respiración golpear mi cara y cómo sus dedos reorrían el filo de mi cicatriz.- por favor... - dije sin poder aguantar el llanto.- por favor... déjeme...- dí un respingo. entonces dijo que era increíble.

Mi cara aún estaba entre sus manos, dí otro respingo y pregunté entre terribles soyozos.- ¿que es increible? está usted loco!

Lo observaba con calma, ignorando el apuro del chico, como si aquel muchacho ya no fuera una persona, sino un simple ejemplar a estudiar de una especie que Zacharyas encontraba muy interesante.

- Lo que hiciste... -murmuró-. Es increíble.

Clavó sus ojos en los del niño, quitándolos por primera vez de su oreja.

- ¿Fue muy doloroso? -preguntó.

Nada, que este tío pasaba de mí olímpicamente. AL final veo que mis esfuerzos son inútiles y que estoy lucahndo en vano, por lo que simplemente paro de patalear y relajo los hombros

Vuelve a repetir que fue increíble y yo roto los ojos dentro de mis cuencas. Que plasta de tío.

Entonces me atraviesa con la mirada, esa mirada ávida de conocimiento, oscura y macabra. Yo pestañeo, aún con los ojos llenos de lágrimas.

-Pues... ya fue hace muchos meses, pero si... recuerdo que casi me desmayo del dolor.- una sonrisa cruza durante unos segundos mi cara.- de hecho, el trozo que falta se encuentra en este palacio en prefectas condiciones, conservado mediante magia. Si es capaz de encontrarlo, le daré lo que usted quiera .- dije riendo. Solo dos personas en este palacio sabemos donde está y yo no pienso decírselo jaja-me relajaba un poco hablarle de este modo para retarlo y que se largase a buscar mi oreja debajo de la chaqueta de Aren, pero me seguía apretando la cara.-Oiga, ¿no me ha oido? venga, largo fus fus, vayase a buscar trozos de carne por el palacio.

Suspiro.

-¿Quiere hacer el favor de soltarme?- dije morrudo. aquel típo daba pánico y yo no quería volver a encontrarmelo nunca jamas.

Zacharyas tomó aire, procurando calmarse. Lo cierto es que estaba perdiendo bastante el control y no le gustaba. Hacía demasiado tiempo que había sucedido la última vez y no quería repetir aquello. No en esas ciscunstancias, al menos.

Miró al chico, algo más calmado, y lo soltó. Se puso en pie algo tenso.

- Mis disculpas... Yo... Tengo un problema, lo siento.

Su corazón aún no latía con normalidad, pero por suerte sí se había calmado un poco.

Al final me sueltó y se reincorporó.

Y me levanto y me seco las lágrimas.- Oye...¿no me vas a decir como te llamas? -pregunto curioso girando la cabeza ante ese repentino cambio de actitud.

Me froto los gemelos de una pierna con el pie de la otra y le veo con desconfianza... aún me dá miedo.

FDR: cutrepost

Esbozó una tímida sonrisa, como agradeciéndole con el gesto que no saliera huyendo y que incluso mostrase un cierto interés por su nombre. Hizo, pues, una ligera reverencia mientras se presentaba, a modo de mayor muestra de gratitud.

- Mi nombre es Zacharyas... Espero que disculpes mi actitud.

Lo observó. Quitando la ausencia de un trozo de oreja, era un muchacho aparentemente normal de unos quince o dieciséis años, no muy alto ni muy fuerte. Se preguntó si sería mago.

Te disculpo, pero no deberías obcecarte tanto con las cicatrices- dije aún cruzado de brazos. Eres... eres... raro.-dije viéndole con cara rara y encojiendo los hombros.

-¿Eres nuevo? nunca te había visto.- pregunté sin acercarme demasiado.- ¿Porque llevas esas capas tan largas? ¿porque te gustan los cortes? ¿porqué eres tan raro?- pregunté viéndole morrudo.

Entonces Tristán salió de mi bolsillo y se puso a revolotear alrededor del caeruleus hasta posarse en su hombro y lamerle la mejilla.

- Lo siento... -repitió, bajando un poco la mirada.

Tomó aire. Ya que le había hecho aquello al menos debía hablarle.

- Llegué a palacio hace poco y... Lo de las capas es porque soy algo friolero -.Sonrió. Esa había sido la parte más fácil-. Desde que soy un niño yo siento una atracción muy fuerte por el dolor, las heridas y demás... Y a veces pierdo el control. Siento mucho haberte hecho presenciar esto tan vergonzoso.

Escuché sus palabras y asentí levemente. - Bueno... entonces no me vas a hacer nada malo, ¿no?-digo dando un timido paso al frente.

-Tristán, ven aqui- dije con voz firme. El dragón obedeció.- diculpale, le gusta revolotear por ahí... aunque suppongo que eres de fiar, sino nunca se habría acercado a lamerte- por lo que dí otro pasito al frente.

-Oye, no te avergüenzes tampodo de lo que te gusta... vale, eres raro, pero... tampoco hace falta que te disculpes tanto- digo con un tímida sonrisa. Yo es que soy muy asustadizo y esas cosas... ahora que te veo bien... no me das tanto miedo. Me sigues dando mucho miedo, pero ya menos.

Bueno, si te gustan las cicatrices, y esas cosas...-dije poniéndme rojo.- yo tengo muchas. Hace unos meses me golpearon con un látigo hasta dejarme semi inconsciente ¿y ves esta de la sien? estuve en coma tres días y esta del tobillo y mira las muñecas y las palmas de las manos...
Entonces me desabroché la camiseta y la dejé que se deslizara por mis brazos y me di la vuelta. Te dejo que las veas pero no me hagas nada raro. Ah! y esta que tengo en la cara me gusta mucho dije dándome la vuelta y enseñandole la que atravesaba mi ojo izquierdo.

Ver que gustaba al menos a su pequeño dragón le alivió un poco. Y, desde luego, lo que el muchacho hizo a continuación lo dejó de piedra. Tragó saliva, notando como su pulso se aceleraba de nuevo. Realmente aquel debía de haber sufrido mucho. Extendió una pálida mano hacia él, sin llegar a tocarlo.

- Has debido de sufrir mucho dolor... -comentó, casi extasiado-. Pobre criatura... Me hubiera gustado sufrirlo en tu lugar y aliviar un poco tu carga, aunque tienes unas cicatrices muy bonitas... Un cuerpo realmente artístico.

Realmente le atraía la historia de cada una de ellas, pero no era el momento de ponerse a preguntar. Le parecía demasiado pronto para algo así.

Sus palabras hiciern que me recorriese un escalofrío de pánico.- no... no digas esas cosas... lo qeu yo he pasado no se lo recomiendo a nadie- dije volviendo a ponerme la camisa.

-Gracias, pero no creo que sea bonito- dije un poco rojo... yo lo veo bastante maltratado. Entonces se me escapa un bostezo. -Ups, perdon.

-Oye, yo me voy a dormir ya...- dije recogiendo mis cosas.

Entonces me dice qeu me acompaña, le veo con cara rara, ahora es como si no se quisiera desprender de mi.

-Bueno, como quieras.

*se van*

Dedico mis mañanas a estudiar un poco de todo. Me gusta saber de temas varios para que no pillen desprevenido y ser un buen político en el futuro.
Cojo un libro de

"Economía sostenible, cómo aplicarla y transcurso de esta en los últimos 50 años".

Parece interesante, quizás pueda debatir en algún momento con mi líder sobre la economía de Caligo. Nadie mejor que él para tener una charla debate sobre temas varios.

*se queda*

Entró en la biblioteca portando entre sus manos sus cartas de navegación. Llevaba meses sin verlas y, aunqeu en esta situación no le servían para nada, le gustaba recordar las batallas libradas en ciertos luegares, repasar sus apuntes de los lugares peligrosos y todo eso... recordar viejas glorias, que se dice.

Echó un vistazo a su alrededor y vio a un hombre de largo pelo rubio extremadamente cuidado recogido en una coleta que descansaba encima de la mesa en la que leía un libro.

Bocanegra rió para sí y se dirigió hacia él. Hoy tenía el día divertido.

Se sentó entrente de él y dejó sus cartas de navegación y su cuaderno de Bitácora a un lado.

-Hola... chaval- comentó no muy conforme con su sexo, ya que estaba tan repeinado y con los rasgos tan finos, con ese pelo rubio... parecía más una mujerzuela de palacio. Después de carraspear un par de veces, escupió en su mano y se la tendió.

Parecía muy joven... aver si tenía las mismas agallas que pocos habían tenido en el palacio para apretar la mano de La Capitana por primera vez.

Oigo unos pasos, pero la última reforma laboral de Fulmen me tiene embobado.

Una mujer se sienta enfrente de mi y alzo la vista por educación. Se me cae el alma a los pies al obteber una primera impresión de semejante adefesio.

Lleva un sombrero de... ¿Capitan? ¿acaso tiene algún cargo militar? ¿una mujer? Desciendo por su rostro. No es fea, pero no debería vestir de esa forma... los pantalones son para los hombres.

No puedo evitar posar mis ojos en sus senos... hace tiempo que no veo unos decentes y esos... son bastante grandes.

Pero mi ensimismamiento se ve truncado por su gesto: se escupe en la mano y me la tiende, dejando que su saliva gotee por el canto de su mano.

-Mujer! eres una desconsiderada digo echando la cabeza hacia atrás y apartando la vista. - Retira eso de mi vista. Cerda.

Como la mujer suponía, esa flor de pitiminí no aceptó su ofrecimiento... no era más que un niñito pijo, seguramente.
Sus palabras le hacen reir, cosa que hace y bastante alto.

Dió un golpe en la mesa con la mano abierta, dejando la mesa llena de fluidos bucales y se levantó, rodeando la mesa para quedarse muy cerca del chaval.

Giró su silla sin ningñun esfuerzo para que la mirase a los ojos.

Torció una sonrisa.

Le encantaba asustar a los hombres y hacerles ver que no eran nada a su lado.

Alzó una pierna y posó su pie a en la silla en la que el joven estaba sentado, entre sus piernas, muy cerca del lugar que le otorgaba su masculinidad.

-¿Cerda? ¿acaso sabes quien soy yo? Yo soy Bocanegra... la pirata más temible que te puedes encontrar en los mares de Mithos. - se acercó más a él, pegando su cara a la suya casi por completo.- ¿y tu? ¿quien eres... pequeña?- comentó con socarronería ante el cambio de sexo que le pronimaron sus palabras al joven.

Se apartó un poco y alzó su tronco, de modo que uno de sus senos rozó la cara del muchacho. La capitana soltó un gemido, completamente finjido de placer y se retiró al fín, recogiendo sus cosas y dándole un buen trago a su botella de Whisky para irse, con el pecho henchido y una victoria más bajo su brazo.

*se va*

La mujer se ríe y yo frunzo el ceño. Pero antes de que pueda contestarle, se levanta y se pone frente a mi, gira mi silla y pone su sucia bota en mi entrepierna.
"Malnacida" pienso... pero no estoy en situación de decir nada, por lo que cayo y escucho sus palabras. Bocanegra... Bocanegra... yo he escuchado ese nombre antes... un comerciante se disculpó una vez con mis padres porque habían sido asaltados por un barco pirata y algo habían dicho de Bocanegra... claro que yo era un enano de 14-15 años y no me acuerdo muy bien.

Un sudor frío me invade y trago saliva un poco desesperado.

Acerca su cara a la mia, quedando casi nuestros labios pegados. Yo estoy bastante paralizado por el miedo y la situación pero, cuando me llama: "pequeña" una ira me invade y quiero machacarla... pero tengo una bota haciendo presión contra mis partes... prefiero ser prudente y contestar.

-Alexander Price.-sentencio con la voz seca y un poco temblorosa.

Una gota de sudor resbala por mi frente.

Se alza y pasa uno de sus senos por mi cara a lo que abro mucho los ojos y comienzo a temblar. Nunca me habían hecho eso y mis dedos tiemblan de excitación y pánico.

Cuando se retira, yo me quedo en mi situación, clavado en la silla, viendo hacia la nada y escuchando como se va.

Cuando me quedo solo, vuelvo a tragar saliva y me levanto lentamente... intentando esconder la erección que se me ha creado.

Salgo bastante apurado del lugar para ir a cualquier parte.

*se va*

Entro en la biblioteca y no encuentro a nadie, como era de esperar. Con un suspiro, me interno entre estanterías. Al menos habrá algo interesante que leer. Quizás información sobre los líderes más allá de la que tengo.

Paso varios minutos eligiendo libros. Ya que ha coincidido así, aprovecharé el día de hoy para estudiar un poco. Me pongo en una mesa iluminada y comienzo a leer el primer libro, que trata sobre la raza flamma. Después de esto Rick Dehnel no se va a atrever a mirarme si no quiere sufrir...

*se queda*

Tras unas horas leyendo e informándome, considerando suficiente lo aprendido, me voy.

*se va*

FdR- Yo no estoy, así que se supone que está estudiando hasta que vuelva y la saque de aquí. Si alguien pasa por la biblioteca a hacer algo, que sepa que ella lo saludará y seguirá a lo suyo.

Saludis~~

Le gustaban los cuentos, así que tal vez estuviera en la biblioteca. Entré, pero era un lugar muy grande y desconocido para mí, por lo que solo escudriñé su oscuridad sin saber muy bien si era o no era el lugar correcto.

- ¿Inger...?

En las bibliotecas no se podía gritar.

Nadie respondió a mi llamada. Aquello empezaba a ser pesado.

*se va*

Llego con las cartas entre mis manos. Son varias y todas contienen lo mismo. He pedido ayuda económica a unos cuantos conocidos a cambio de algunos favores en el futuro... pero no es suficiente. Con todos los sobres, solo tengo la mitad de lo que le entregué hace unos días a aquellos dos, aunque no por ello estoy triste sino agradecido, ya que aún queda gente - poca- que confía en mi.

Me paso las manos por el pelo hacia atrás... últimamente lo he descuidado un poco y no luce ni la mitad de brillante de lo que lo hacía con anterioridad. Apoyo mi cabeza en mi mano derecha mientras el codo de la extremidad descansa en la mesa.
¿Qué voy a hacer? ¿Cuando aparecerán de nuevo?... Tengo miedo.
No se lo he contado a nadie, pero todo esto se me está quedando muy grande. Trago saliva.

Reojo el poco dinero que tengo y salgo de la habitación, no sin antes echar un vistazo alrededor para ver que no hay nada de valor cerca que pueda sustraer... aprieto los puños. Yo no soy así, pero...
Doy un fuerte golpe con mi bastón en el suelo y salgo airado de la biblioteca.

*se va*

Entró en la biblioteca con un par de libros en las manos. Los había cogido hacia unos días (un par de semanas) para tomar diferentes notas y, ahora que los había terminado, había decidido ir a devolverlos a su lugar. Además, aprovecharía y empezaría a tomar notas de los tomos que tenía pensado sacar. La biblioteca era un lugar donde, en teoría, nadie molestaba, y aquello era precisamente lo que necesitaba. Cuanto menos se distrajese, antes terminaría.

Se acercó a los estantes y comenzó a colocar los libros, con calma. Conforme avanzaba, escrutaba los lomos de algunos ejemplares, buscando aquellos volúmenes que le interesaban.

*se queda*

Llego a la biblioteca para devolver un par de libros que he estado leyendo y para buscar algo de papel y tinta que se me ha idos gastando estos días. Quizá aproveche para ahcer una carta extra a Gabrielle contándole algo más antes de irme a dormir, aunque dudo que haya olvidado decirle algo.

Me pongo a colocar los lbiros con calma para luego dirigirme a uno de los escritorios y es entonces cuando veo a Lyam por allí también. Hace tiempo que no le encuentro aunque quizá esté haciendo algo importante. Como no quiero ser descortés y no saludarle me acercaré haciendo que busco algo para no interrumpirle si soy una molestia.

Me fijo en la estantería que ronda y voy por el pasillo paralelo al suyo que comparte tal estantería para hacer como que busco alguno en concreto sin ser consciente de su presencia. Voy escuchando a ver si se acerca a algún extremo del pasillo y, cuando lo hace, agarro el primer libro que veo "Historias del amante negro" No, definitivamente, otro. "Leyendas de Crebbes" bien. Lo tiro fuera del pasillo y me muevo para recogerlo.

-Ah, hola, Lyam, así que rondabas por aquí. Que torpe soy a veces, en serio... -Comento con molestia recogiendo el ejemplar. Si me saluda y me habla será que no está haciendo nada importante, sino ya tengo excusa para marcharme. Heylel, eres tan considerado...

Justo cuando había terminado aquel proceso de "deja libro, toma libro", el aether Heylel le saludó. El chrysos torció el cuello (todavía tenía la vista clavada en la estantería en el momento en el que escuchó su voz), y alzó ambas cejas. Esbozó una corta sonrisa y dio un par de pasos hacia el lugar donde su compañero estaba situado. Hacía bastante que no se encontraban y, teniendo en cuenta que sabía poco de él, no le pareció un inconveniente pararse a charlar con él. Los libros eran menos interesante, al menos en un primer momento, que sus compañeros. Además, si iba a tomar más en serio su trabajo, debía centrarse en descubrir detalles de los miembros de Palacio.

—Buenas noches — murmuró, sin borrar la sonrisa —. No te había visto... Pensé que el sitio estaba vacío. — Ensanchó la sonrisa —. ¿Qué tal?

Observó el libro que el aether sostenía con cierta curiosidad. ¿Qué habría ido a buscar?

sorío a Lyam en cuanto me saludo y me iergo ya con el libro en la mano.

-Ya, yo tampoco sabía que estabas por aquí. Que cosas... -Comento, encogiéndome de hombros, con una sonrisa amable. No iba a decirle que lo había estado observando para tramar mi plan de no-molestia porque sería muy poco cordial. Muevo las alas a su pregunta.

-Pues muy bien, la verdad. Aunque he tenído unos días bastante autistas, jeje. Pero todo en orden. ¿Y tú qué? ¿Ningún bajón últimamente? -Pregunto, haciendo alusión a su raza de forma relativamente graciosa. -Bueno, perdona, solo era un ¿cómo te ha ido? -Digo, amable.