Biblioteca

Suspiro y esbozo una sonrisa. Visto lo visto, esto es quizás lo mejor que pueda conseguir.

- Gracias -murmuro.

Miro a mi alrededor. Empieza a ser una conversación demasiado atenta como para estar en una biblioteca, y yo aún tengo que mandar la carta para Jager, aunque no corre mucha prisa.

- Oye, ¿por qué no haces lo que tengas que hacer con el libro ese y damos una vuelta? -inquiero, nada sutilmente.

Así, de paso, quizás consiga saber de qué libro se trataba.

Sonrió y, al escuchar la petición de la chica, asintió. Si seguían hablando, probablemente acabaría por olvidarse otra vez de comprobar aquello que tenía que comprobar.

Comenzó a caminar, seguido por la chica, hasta llegar a la estantería donde, en teoría, debería estar el libro. Tras buscar entre diferentes libros de historia de Aqua, cogió aquel que trataba el tema que le interesaba y buscó la parte que le interesaba. Tras unos minutos de búsqueda, encontró los datos que le importaban en aquellos momentos. Leyó un par de veces la página y, después, colocó el libro en su sitio. Luego se volvió a la chica, le sonrió y ambos salieron de la biblioteca.

*se van*

Era una mañana lluviosa de primavera. No hacía frío, pero las ventanas estaban empañadas por la diferencia de temperatura, puesto que en el palacio hacía bastante calor debido a que las antorchas, lámparas de aceite y chimeneas, estaban casi siempre encendidas.
Camino contento por la biblioteca buscando algo que leer o hacer... ya me he leído muchos de estos libros y los que no he leido es porque me parecen un coñazo y no me va a apetecer hacerlo.
Bufo.
Un boro aparece de la nada y al verme se me queda mirando, como siempre lo hacen los tontos estos. Que ascazo les tengo.
Sonrío maleficientemente y doy un fuerte pisotón en el suelo acompañado de un enorme ¡BU! por lo que el pequeño mostruito sale ¿corriendo? bueno, lo que hagan los boros.

El señor de la biblioteca me mira y se cruza de brazos alzando una ceja.
FdR: :__D
Me han pillado.
-Venga usted aquí- dice en tono serio.- ah a ti te conozco... eres el jovencito que me compró la pluma de faisán... aunque viendo como tratas a los otros, dudo que esta aún siga en condiciones. - dice con la voz rasposa.
Es un hombre de unos 30-35 años. Es atractivo... creo que nunca me había fijado bien en el.
Me muerdo el labio inferior y agacho la cabeza.
-No... la pluma la tengo a buen recaudo- digo timido.- perdon... pero es que es divertido asustar boros, señor.- digo un poco azorado.
-¿Ah si? - dice golpeándome el hombro un par de veces. pues ale, vas a ver que gracia te hace. Te vas a poner a trabajar conmigo durante todo el día por listillo. Te voy a enseñar yo a respetar a los seres que ayudan a que Brontë funcione.
-¿¿¿¿QUEEEEE???? - digo incrédulo. - que se lo ha creído usted, señor mio! jajaja no pude castigar a un guerrero por asustar a un sucio y asqueroso boro. JA! me chivaré al líder Darvenwish para que le de unos buenos azotes. JAJAJA- rio chulito poniéndome las manos en la cintura

Spoiler:

-¿Ah si? yo no te castigo por asustar un boro, que tamibén, sino por dar berridos en la biblioteca... vas a ver que gracia le hace a la señorita Jillian que andas montando jaleo por ahí.
-¿SE LO VA A DECIR A JILL? No, por favor, cualquier cosa menos escuchar una regañina de esa enana, con su voz aguda y chirriante que se te clava en los oidos y es horrible!
-Oye, no hables así de la dueña y señora del palacio, mequetrefe!
-Oiga...- digo desesperado-¿no podemos...- digo acercándome un poco a el- llegar a un acuerdo?- digo cogiendo una de sus manos y llevándomela a la boca, chupando lentamente uno de sus dedos, viéndole con cara picarona, mientras lo succionaba muy despacio.

-¿Que haces niño? dice mientras retira su mano de mi cuerpo de una forma un poco violenta. Entonces me coge por una oreja (la buena) y me arrastra hasta una pila infinita de libros.

-Ea, ea, si lo haces bien, quizás no le diga nada a la señorita Jillian.- venga, venga, a trabajar.- dice animoso.
-Noooo ¿ de verdad que no podemos llegar a un acuerdo? ¡por favor! no quiero trabajar y menos poniendo libros!
-Oye, que es un trabajo muy bonito, ademas, hoy hace un día horrible, ¿acaso tienes algo mejor que hacer? asi que escoge, o los libros o Jillian.
Ante esas opciones, salto hacia los libros sin pensármelo ni un momento.

________________________________________________________________________________...

Ya casi es de noche y al fin, he colocado el último libro... me tiemblan las piernas del cansancio y no puedo con mi alma.

-Ya... ya están todos...- digo desplomandome encima de una silla dejando caer la cabeza hacia atrás.
-Muy bien, muy bien- dice contento. -me has ayudado muchisimo. Dime, ¿como es tu nombre?
-Sil... me llamo Silvanus. - digo cansado.
-Bueno, pues te daré una recompensa por tu trabajo. ¿te parece bien?-dice alegre.
-¿Una recompensa? - digo incorporándome de golpe, pensando que al final me dejará hincar mis rodillas en el suelo. ¿que clase de recompensa?
-Pues te enseñaré un hechizo nuevo, ¿te parece?
-¿UN HECHIZO?
-Si... creo que tenía un libro de hechizos por aquí...- lo busca y lo trae.- Veamos... Nairea... eso es...
-¿Nairea?- pregunto incrédulo.
-Si, Nairea... -dice frotándome la cabeza.- pero tendrás que practicar para que te salga, a ver si lo consigues... ademas, si te digo lo que hace, no tiene gracia ¿verdad? debes averiguarlo tu solo- dice riendo.
-Nairea...- repito.-vale, no lo olvidaré. Vas a ver! cuando lo controle, vendré a enseñártelo.- digo poniéndome de pie con fuerzas renovadas.
Le doy un abrazo y salgo corriendo con una sola palabra en mi cabeza.

Nairea.

*se va*

No podía evitar preguntarme qué hacía todo el día en la biblioteca, si no tenía nada que hacer allí, pero el caso era que aquellos volúmenes incomprensibles tenían una habilidad especial para conseguir que me sintiera atraída por ellos. Pura estupidez, vaya, porque aquella clase de cosas eran las que nunca me pasaban en casa. Con el abuelo y un poco de modestia, hubiera podido aprender a leer. Ahora, en, cambio, que no tenía forma de aprender, empezaban a intrigarme las letras.

Paseé entre las estanterías, pasando la mano por los lomos de los libros, sacando de cuando en vez alguno, por ver si al menos tenía dibujos, pero todo lo que encontré fueron extraños trazos incomprensibles que no me ayudaron en absoluto. A pesar de todo, tomé uno de aquellos libros de extraños dibujos y me quedé ojeándolo.

*Se queda*

FdR.: Es un libro de geografía, los "trazos raros" son mapas xDU

Pronto me vi interrumpida de mi "no lectura" por el líder caeruleus, que irrumpió en el lugar, probablemente con intención de trabajar sobre algún asunto demasiado complicado para mí. No parecía muy interesado en mantener una conversación, y yo no quería molestarlo ni verme envuelta, una vez más, en algún asunto relacionado con mis gustos literarios. Así que, con calma, dejé el libro donde lo había cogido y avancé con tranquilidad hacia la puerta, haciendo una inclinación de cabeza al pasar a su lado, mientras murmuraba un quedo "Buenos días, señor". Traspasé la puerta y salí de allí, con una idea fija en el cerebro. Iba siendo hora de ir a comer algo.

*Se va*

FdR.: Lo siento, pero ahora no puedo rolear xDU Más tarde estaré por aquí, de todas formas ~

El líder caeruleus se mantuvo a lo suyo mientras la niña decidía o no quedarse en la biblioteca. Cuando vio que se levantaba y saludaba con tono leven hizo un gesto serio con la cabeza y continuó a con sus libros sin dar cuenta de la salida de la pequeña de la biblioteca.

Permaneció allí durante bastante tiempo, repasando cada punto de interés apra él para procurar no pasar nada por alto y, en cuanto se vio aburrido de aquel lugar, decidió ir a ver qué es lo que estaba haciendo su lacayo Barthemius.

*Desaparece tras un par de horas de estudio*

FdR: Al final hubo demasiadas contrariedades XD a esto le llamo yo "casual" u.u XDDD

Rais entró en la biblioteca tras haber dormido malamente durante un par de horas, con paso firme y rápido, muy poco común en él. Su rostro no era una máscara inmutable, como era costumbre en él, no. En esta ocasión su ferviente deseo era obvio a las claras para cualquier observador casual. Deseo de conocimiento, insaciable, desbocado...

Avanzó ante las estanterías repletas de libros y comenzó a coger uno tras otro, había decidido que empezaría sus estudios cuanto antes, el fuego de la determinación había prendido en su alma tras la conversación con el Chrysos. No había pasado mucho rato y ya iba cargado de libros hacia una de las mesas, lo cierto era que la selección de la biblioteca era magnífica, metafísica, física, teoría arcana... Todo lo necesario para comenzar su estudio. ¿Sería posible lo que el se planteaba procurar llevar a cabo? Y si no lo era, ¿A dónde le llevaría dicho estudio? No podía esperar a averiguarlo.

Rais había curtido su alma durante años para poder enfrentarse a la investigación que iba a comenzar. En el crisol de situaciones duras y decisiones crueles que se había visto forzado a tomar para poder seguir por este camino había sentido como el mal había tocado su alma y la había contaminado, había cambiado su moralidad por una total indiferencia, él, que había sido el hijo predilecto... Apartó esos recuerdos de su mente y miró los libros mientras se sentaba.

-Por este estudio, he expulsado la amabilidad de mi alma. El espíritu de la Verdad y la Belleza se han marchitado en mi interior. Ningún color ni belleza iluminarán mi corazón, pero da igual, cada paso que doy en mi investigación puede doler, puede ser una tortura, pero me aleja cada vez más del pasado y mientras respire, cada falsa sonrisa en mi desolado rostro es un paso más hacia la paz de mi mente, hacia el descubrimiento. -Se dijo a sí mismo en un susurro apenas audible, pues necesitaba decírselo tras su episodio de nostalgia del día anterior, necesitaba recordarse a sí mismo, quien nunca olvidaba nada, que todo lo que había hecho merecía la pena, que toda aquella corrupción a la que se había sometido era necesario.

Rais asintió para sí mismo al final.

Las tapas del primer tomo de la pila, se abrieron.

Entro en la biblioteca con el cabello todavía húmedo por la ducha. Hace tiempo que no vengo a este lugar. Al fin y al cabo, la base de mi investigación no son los libros. De todas formas, hoy tengo un interés especial en este sitio, aunque dudo seriamente que encuentre algo de utilidad entre viejos libros.

Nada más abrir la puerta el olor a papel me inunda los pulmones. La cierro, silenciosa, e inspiro un momento. Siempre me han agradado las bibliotecas, aunque no he pasado tanto tiempo dentro de ellas en toda mi vida como el que correspondería a tal gusto. Siempre, por una razón u otra, mi vida ha transcurrido en el exterior, rodeada de personas que solían pasar ocasionalmente por mi vida, sin quedarse. Eso, por supuesto, era decisión mía.

Veo que hay una persona centrada en la lectura. Observo al flamma, Rais, unos instantes. Parece demasiado ocupado como para apreciar una interrupción humana. Me pregunto si ese es el aspecto que tengo yo de costumbre, cuando el hastío o el mal humor, o simplemente mi desagrado hacia los grandes grupos de gente, hacen que no tenga ningún apetito social.

Finalmente decido que, del mismo modo que desprecio ser molestada cuando estudio, él no apreciará demasiado mi interrupción.

Me pierdo entre estanterías para buscar algún libro que me diga algo, sea lo que sea, sobre lo que quiero saber.

Las tapas del tercer libro se cerraron.

Las tapas del cuarto se abrieron.

Rais había estado leyendo incansable desde el día anterior y tenía intención de seguir haciéndolo. Su investigación era, sin lugar a dudas, algo que le movía con una fuerza asombrosa. Además, mientras estudiaba no recordaba, su cerebro trabajaba neuróticamente en aquello que tanto le obsesionaba. Lo cierto es que no se había dado cuenta de la presencia de Alehyss, no se habría dado cuenta si un meteorito destrozase media biblioteca, en aquel momento. Sabía que aún tenía mucho trabajo que hacer y su objetivo le importaba demasiado como para prestar atención a su alrededor.

Las páginas empezaron a pasar, una a una.

Camino lentamente entre estanterías, aunque eso no impide que cada suave paso haga un sonido sordo en la madera del piso. El silencio de la biblioteca, solo interrumpido por el pasar de hojas de Rais y algún que otro crujido de origen desconocido para mí, hace que cada desplazamiento que hago, cada roce que mis dedos dedican al lomo de un libro o cada una de mis exhalaciones multipliquen su sonido, de forma que lo que en otro momento sería silencio es ahora mismo un enorme escándalo para mí.

Ningún libro me llama, pero es normal. Es muy concreto lo que busco, y muy difícil que se encuentre aquí. Creo que lo más adecuado en este caso sería que hiciera preguntas, o que fuera a hablar con ella en persona, y no estar buscando en vano un libro en el que salga una persona cuyo nombre ni siquiera conozco. Es, de alguna forma, demasiado inocente esperar que la suerte me sonría en una investigación.

Al fin y al cabo, yo no creo en la suerte.

Las hojas seguían pasando y cada hoja que pasaba era un paso más cerca del conocimiento que buscaba. O, al menos, eso creía él. El libro que estaba leyendo ahora mismo versaba sobre el alma como concepto filosófico, era una parte importante de su investigación, tenía que entender que era exactamente el espíritu para poder manipularlo de alguna forma. Los conocimientos descritos en el papel se retorcían en su mente en un extraño rompecabezas en el que el mago trataba de hallar respuesta a sus preguntas, preguntas tal vez, demasiado complejas para que ningún mortal las solucionase.

Sin embargo, eran preguntas que él no podía evitar hacerse, necesitaba adquirir ese conocimiento más de lo que había necesitado nunca ninguna otra cosa y, lo cierto era que la sóla idea de ostentar el poder que buscaba le hacía sentir exultante.

Las hojas seguían pasando y con cada hoja que pasaba, Rais sentía que estaba un paso más cerca del conocimiento que buscaba.

Suspiro.

Nada. Nada. Nada. Por más que busque, no encuentro nada. Y, aunque era de esperar, la frustración me embarga del mismo modo. Últimamente mis avances son escasos, y eso hace que me estrese. Ojalá alguna respuesta viniera a mí. Entonces algo encajaría en mis pesquisas y, de pronto, todo tendría sentido. Pero me da la sensación de que a mi puzzle todavía le faltan muchas piezas.

Busco entonces un libro sobre bestias. Si no puedo hallar nada sobre la mujer, puedo hacerlo al menos sobre el ser que se nos enfrentó en la misión. Al fin y al cabo, no lo derrotamos. Estaría bien saber de qué criatura se trataba, saber como derrotarla y, por supuesto, sus motivos para aparecer en aquel sitio.

Con el libro en la mano, me aproximo a una de las mesas y me siento. No comparto mesa con Rais, pero puedo verlo volcado en lo que quiera que sea su libro por el rabillo del ojo.

Me quedo mirándolo unos segundos, preguntándome que estudia con tanto ahinco. Porque esa forma de leer algo solo aparece cuando se estudia algo que interesa a uno a veces más incluso que comer o beber. Ni siquiera se ha movido cuando entré.

Rais se tomó un momento, acabado uno de los capítulos del libro y apoyó el mentón en su puño, reflexionando sobre todo lo que había leído, masticándolo, dándole vueltas una y otra vez. Ser capaz de conectar aquellas disciplinas entre sí para obtener el resultado adecuado iba a ser sumamente complejo, pero sin lugar a dudas merecería la pena. Además, no podía fiarse de los autores de los libros que leía, probablemente fuesen un atajo de incompetentes que se basaban en hipótesis sin suficiente fundamento, al menos, no la cantidad de exactitud en el fundamento que él necesitaba para su investigación. Al fin y al cabo, sólo podía confiar en si mismo, el resto de magos eran un atajo de incompetentes. Claro, había gente que le superaba ahora mismo, pero esa gente no era él. No era algo que le quitase el sueño.

-Arrogantes -dijo mientras miraba los libros.

Seguro que estaban llenos de fallos, seguro que habían dado por supuesto demasiadas cosas. Hizo una mueca de disgusto; aunque eso fuera cierto, necesitaba la base que le ofrecían, hasta que no hubiese aprendido suficiente no podría hacerlo por su cuenta y, aunque las cosas no encajaban de momento sabía que con paciencia y esfuerzo haría que todo fuese a su sitio. Asintió para si mismo y siguió pensando en lo leído, asimilándolo y tratando de relacionar conceptos.

Dejo de mirarlo en cuanto alza la cabeza. Ni por asomo quiero que me encuentre observándolo vulgarmente, con descaro, como si fuera una mujer soltera sin nada más que hacer que indagar en las vidas de los demás. Por mucho que haga yo de lo segundo, ni por asomo tiene que ver con mi condición social o marital.

En lugar de mirarlo, abro yo mi propio libro por el índice, buscando la clasificación de las bestias, preguntándome cual de ellas coincidirá con la que nos encontramos en la posada. Es también una tarea difícil, pues la criatura no se mostró por completo. así que ni siquiera tengo una imagen con la que compararla.

Mascullo palabras sin sentido por lo bajo. Al menos echaré un ojo al libro. Quizás me la encuentre por casualidad y pueda comprender al fin qué era.

FdR- Tiene un día frustrado XDU

Rais continuaba dando vueltas a todo lo leído, sin embargo, acabó por desisitir, necesitaba más información, bajo la vista al libro y continuó con el siguiente capítulo. Las páginas volvieron a pasar una tras otra mientras él trataba de poner en orden sus ideas y llevar a término su investigación, necesitaba muchísima información, lo mejor sería hablar con alguno de los líderes, se suponía que ellos sabían mucho del tema...

Tenía que contactar con la lider flamma, o el Caeruleus, decidió.

Un estremecimiento recorre mi espalda, como una especie de mal augurio. De alguna forma, me provoca frío. De pronto me siento incómoda. Quizás sea por algo que Rai haya hecho, aunque al mirarlo de reojo noto que sigue en la misma posición.

Me levanto con lentitud, dejando el libro sobre la mesa. Ya volveré a por él. Ahora mismo estoy confusa y preciso de aire fresco. Con pasos silenciosos, ignorando al flamma, camino hasta alcanzar la puerta. La abro y salgo de la habitación sin saber muy bien cómo sentirme.

Desde siempre he sido una chica que se mueve por razones. Sin embargo, ahora mismo siento que hay algo que va más allá; algo que no puedo entender, lo cual me hace sentirme de pronto tan intranquila.

*se va*

FdR- Silvio ;O; Te aprecia ;O;

El líder caeruleus apareció en la biblioteca y recorrió raudo los pasillos de las estanterías uno por uno ya que sabía que allí se encontraba al menos uno de los guerreros que podían haber visto a Kettleburn. Sin embargo, con las respuestas hasta ahora y las pruebas que tenía, cada vez se convencía de que alguien sospechoso se lo había llevado de Brontë. Fuese a la fuerza o por voluntad propia.

Encontró finalmente a un muchacho flamma del que no tenía más datos de los que se obtenían en los registros de Brontë a la entrada y que ni siquiera se había parado a observar desde hacía algunos meses. Fuese quien fuese, ahora solo le importaba si había visto a Kettleburn.

-En nombre de la autoridad de Brontë. Silvanus Kettleburn, un piscis rubio sin una oreja, ¿ha estado contigo hace un momento? -Inquirió al muchacho sin perder su vista de él a la espera de una rápida respuesta. Así como tuvo lo que buscaba, ignoró todo lo demás que pudiera ofrecerle o decirle para continuar su búsqueda. Nuevamente se dio la vuelta y desapareció al instante.

*Desaparece*

FdR: Esta vez se da por supuesta la respuesta de que nadie ha estado con Silvanus para resumir el tiempo de búsqueda. En orden temporal se entiende que Aren llega, pregunta y, en cuanto Rais le dice que no, se va.

Rais alzó la cabez en cuanto escuchó que alguien interrumpía su estudio, con una mueca de sumo fastidio. En cuanto vió al líder Caeruleus sonrió en una mueca abyecta. "Ni que los DIoses me escuchasen" pensó.

-Si, vi al Piscis recientemente, se iba al lago. Si lo estás buscando, probablemente sea un buen lugar para empezar a buscar, parece que es un sitio que le gusta bastante... -dijo negando desaprobador, el Piscis era demasiado infantil para su gusto. - Por cierto, si pudierais ayudarme con mi investigación mág... -Rais vió como el Caeruleus desaparecía ante sus ojos.

-Si señor, a eso le llamo yo educación.

Me aparezco en la biblioteca al notar rastros de energía caeruleus en ella. Por lo que veo, sin embargo, Aren no está aquí. Ni siquiera mi alto dominio de las artes mágicas me permite rastrearlo correctamente.

- Mierrrda -gruño.

Cierro los ojos un instante para concentrarme en mi amigo. Está ya bastante lejos de aquí. Sin duda, algo ha pasado. Y seguramente algo grave. No puedo perder ni un solo segundo.
Frunzo mi poblado ceño antes de desaparecer de nuevo. Ni siquiera hago caso al chico que lee en una mesa.

*se desvanece*

Finalmente, Rais decide irse, tras ver aparecerse y desaparecerse a dos de los líderes.

Dejo los libros en su sitio y memorizó su localización. Volvería a por ellos.

Dejo la biblioteca igual que entró en ella, en silencio.

*Se va*

Estoy releyendo una vez más la carta cuando Rick Dehnel, guerrero flamma, aparece en la biblioteca y entre palabras entrecortadas y algo explicas se explica ante mí. No puedo sino sorprenderme y fruncir el ceño. Tras pedirle, por favor, que mantenga la calma, se mantenga al margen y no hable de esto con nadie que no sea un líder de Brönte, me desvanezco del lugar.

*desaparece*

La biblioteca de Brontë era digna de pertenecer al lugar en el que estaba. Cuando Corbin accedió al lugar por primera vez, el aliento se le cortó y quedó extasiado ante tal maravilla. Jamás, en toda su vida, había tenido oportunidad de ver tantos libros reunidos en una misma sala.

Paseó por el lugar con paso lento, examinando cada rincón con infinita curiosidad, apreciando enormemente el silencio que allí reinaba. Supo disfrutar del eximio orden de los volúmenes, mimosamente clasificados y pulcramente dispuestos. Algunos lucían numerosas marcas consecuencia de los manoseos; otros apenas debían haber recibido un uso. En cualquier caso, todos parecían igualmente cuidados, y a excepción de unos pocos, desparramados en mesas o dejados al azar en estanterías, todos estaban colocados en un lugar que semejaba estaría escogido especialmente para ellos.

Tomó un volumen al azar, con delicadeza, y lo abrió por la mitad, pasando con cuidado las hojas. Era un tomo viejo, de hojas amarillentas, pero tal vez aquel aspecto era el que lo hacía tan encantador. Lo devolvió a su sitio con el mismo cuidado con el que lo había cogido y paseó entre las estanterías, repitiendo aquella operación de vez en cuando pero sin decidirse por ningún libro en particular.

Al cabo de horas de exploración, decidió que era hora de cambiar su actividad, dejó el último volumen que había cogido, giró sobre sus talones y abandonó el lugar.

*Se va*

Zacharyas llegó a la biblioteca. Hacía mucho que no pasaba por ese lugar, pero como aquel día se sentía ocioso decidió ir a por un libro con el que entretenerse. Tuvo suerte, pues caminando entre las estanterías sin saber bien qué buscaba no tardó en toparse con un libro sobre guerra que tenía ilustraciones de cadáveres. Ojeó algunas páginas, encontrando imágenes de personas calcinadas, desmembradas o con diversas heridas, lo cual le resultó muuy estimulante. Sin dudarlo, tomó el libro entre sus manos y lo guardó en un bolsillo interior que tenía cosida su fina capa negra. Caminó de nuevo hasta la puerta y la abrió.

Le gustaba mucho la biblioteca, pero no le apetecía leer aquello allí. Necesitaba un lugar más íntimo para concentrarse en cada uno de los dibujos. No quería que apareciera alguna persona y se pusiera a darle conversación mientras leía. También él -pensaba- tenía derecho a estar tranquilo y solo alguna vez.

*se va*

Llegué a la biblioteca con algunos libros en las manos. Los había cogido durante las últimas semanas, pero no los había devuelto todavía. Algunos de los que sostenía, los que recogían una serie de cuentos populares de Ignis, llevaban conmigo tres semanas; otros, que hablaban sobre técnicas de combate con la espada, los tenía desde hacía dos; y los últimos, que versaban sobre temas diversos, me los había llevado hacia un par de días.

Coloqué las obras en una mesa grande y marrón, donde ya había depositado libros con anterioridad, y empecé a recorrer la estancia fijándome en los lomos de colores que decoraban las estanterías. Quería algo nuevo para leer.

Cuando finalmente encontré uno que parecía interesante (uno de tapas azules y gastadas que recogía cuentos populares de Aqua), abandoné el lugar con una sonrisa dibujada en la cara.

*se va*