Biblioteca

El joven entró en la sala con ojos brillantes y una sonrisa de felicidad. Paseó entre las estanterías durante casi media hora, incapaz de decidirse, hasta que, tomando un libro cuidadosamente escogido, decidió sentarse a disfrutarlo. Una vez ante una de las mesas, lo abrió con mimo y pasó tres o cuatro páginas, para ojearlo. Se trataba de una historia de ficción ambientada en el propio palacio de Brontë, y al chico le pareció enormemente divertido. Así pues, comenzó la lectura, que pronto consiguió absorberlo.

*Se queda*

Llegué a la biblioteca con el libro que había cogido ayer en las manos y con un nerviosismo palpable en mis facciones. Ayer, nada más salir de la estancia donde ahora estaba, me había dirigido a la sala común para comenzar la lectura. Me había sentado en el sofá y había abierto el libro, dispuesta a perderme en los cuentos durante horas, pero nada más pasar un par de páginas, un par de ellas se cayeron al suelo. Yo no había hecho nada más que abrirlo, así que había supuesto que debía haber sido un error de encuadernación o algo así. Sin embargo, pese a mi suposición de ayer, ahora no podía evitar sentirme culpable y nerviosa.

Me adentré en el lugar y busqué con la mirada a algún miembro de servicio. No encontré ninguno, pero sí que me encontré con alguien que no había visto. Sentado en una de las mesas, un joven claritas estaba leyendo un libro. Ladeé la cabeza hacia la derecha, preguntándome quién sería y qué estaría leyendo. Parecía concentrado, así que debía ser interesante. Tras obsérvalo durante unos segundos, en los que dudé entre acercarme o no, decidí apartar la mirada y avanzar un par de pasos hacia él. A lo mejor había visto a algún miembro de servicio que pudiese ayudarme. O a lo mejor sabía qué hacer en estos casos (aunque no sabía cuánto tiempo llevaba en Brontë).

—Bu... Bu... Buenos días... — susurré cerca de su mesa, con la vista clavada en el suelo.

Fdr. voy a estar un ratito :'3

—Bu... Bu... Buenos días...

<<...ayuda, no podrían hacer nada. Era su única esperanza.>>

Corbin levantó la vista de su lectura, para fijarla en la pálida joven que lo había saludado. Pelirroja, de unos 20 años y con orejas que denotaban su origen caeruleus, tenía un cierto parecido con una de las protagonistas de su libro, Aeng. Con sus ojos clavados en ella, esbozó una sonrisa.

- Buenos días -correspondió al saludo de Aeng, alegre. Se había despertado de buen humor, y el haber encontrado un libro tan interesante no hacía sino mejorar su buen día-. ¿Te dejo un sitio? -preguntó, arrimando su silla a la mesa para que hubiera hueco para pasar entre ésta y la librería que tenía detrás. Como ella también llevaba un libro en la mano, probablemente querría sentarse a leer. Lo señaló con la cabeza-. ¿Un buen libro?

Alcé la vista al escuchar la voz del chico, pero no tardé en bajar de nuevo la cabeza, ligeramente azorada. Me pasé la mano que tenía libre por la nuca y esbocé un amago de sonrisa que seguramente no podría ver.

—Eh... Ho... Hola — murmuré. Luego negué con la cabeza y lo miré de nuevo —. Yo... Eh...

Tragué saliva. Él echó la silla hacia adelante, arrimándola a la mesa, para dejar un hueco entre el mueble y la estantería que había detrás suya. Volví a negar con la cabeza.

—Eh... No... No, no es necesario... O... O sea... — Bajé la vista y volví a llevarme una mano a la nuca y luego pasé por el hueco que había formado —. Gracias...

Me humedecí los labios y lo miré sin sentarme en ninguna silla. No había ido ahí a leer, sino a explicar lo que le había pasado al libro. Lo apreté contra mi pecho, nerviosa. ¿Y si se enfadaban? ¿Qué me dirían? ¿Y si el chico claritas pensaba que no trataba bien a los libros y que les arrancaba páginas para yo sabe Mithos lo qué?

Suspiré y mis dedos tamborilearon sobre la tapa del tomo. Miré al chico, que acababa de hacerme una pregunta, de reojo.

—Yo... Eh... Sí... Bueno, es interesante... O eso parece... — Me mordí el labio inferior y bajé la vista —. No... No he leído mucho... O sea... Sí que leo mucho... Bueno, yo creo que es bastante... Pero con este no porque... Eh... — Me pasé una mano por el cuello —. Es que... Bueno... Es que está... Roto... — Esbocé una tímida sonrisa y lo miré —. Estaba así cuando lo abrí. Yo no hice nada y... Eh... Bueno... Yo había venido a ver si podía hablar con alguien de servicio, pero no encuentro a nadie y... Por eso me acerqué, para preguntarte si tú habías visto a alguien... ¡Siento haberte interrumpido la lectura! Y... Bueno... — Tomé aire —. ¿Ha... Has visto a alguien...? A alguien de servicio, digo, no a ningún alumno...

Aeng, tras muchos titubeos, pasó por el hueco que había dejado para ella, pero no llegó a sentarse. La miró con curiosidad, pensando que aquel aire nervioso que tenía le daba un toque divertido. La chica tenía encanto. Tras muchas dudas, explicó que no estaba allí para leer y que necesitaba ayuda. Corbin no pudo evitar una expresión de pesar al oír que el libro estaba roto.

- ¿Puedo... verlo? -preguntó, con cierto temor. Sin embargo, al momento se dio cuenta de que él poco iba a poder hacer por el libro. Negó con la cabeza cuando ella se disculpó por interrumpir su lectura-. No tiene importancia, Aeng. Por cierto, sí que he visto a alguien del servicio. Salió de la biblioteca poco después de entrar yo. Hará una media hora... Pero no te preocupes, seguro que no tardará en volver -aseguró, con una sonrisa.

Le tendí el libro en cuanto me lo pidió.

—Pu... Puedes verlo si quieres... — murmuré.

Me llevé de nuevo la mano a la nuca y lo miré, con una pequeña sonrisa dibujada en los labios. El chico era agradable. O al menos a mí lo parecía. También me parecía simpático, a pesar de que apenas hubiese intercambiado un par de palabras. Me pregunté de nuevo cuánto tiempo llevaría en Palacio. Yo no lo había visto antes, pero tampoco era que hubiese visto a mucha gente, así que a lo mejor llevaba aquí desde hace mucho.

Al ver que negaba, ladeé la cabeza, y cuando me llamó Aeng, alcé ambas cejas, confusa. ¿Por qué me había llamado Aeng? No era que fuese un nombre feo (de hecho, me gustaba), pero no sabía el motivo por el que había pensado que podría llamarme así. Esbocé una tímida sonrisa, que no tardó en ensancharse cuando me dijo que sí que había visto a alguien del servicio.

—Bu... Bueno. De todas formas, perdón — repetí. Luego dije —: Y no me llamó Aeng... Me llamo Inger, Inger Nielsen. No nos habíamos visto antes y... Bueno, encantada. — Le tendí una mano —. Y... Eh... Si crees que va a volver pronto, supongo que podré esperarle... Al miembro de servicio, digo...

Fdr. me voy a comer >w< Ahora vuelvo :3

Tomó el libro que me tendía, con un gesto de agradecimiento. Lo examinó con cuidado sin abrirlo; era un libro de cuentos. Con calma, se paró a leer la contraportada, aunque al ser un libro de cuentos no traía información muy concreta. Apenas describía el primero, aunque sí tenía buena pinta.

- Sí parece un buen libro -comentó, interesado. A continuación abrió el volumen con cuidado, y tal y como ella había dicho, una hoja cayó sobre la mesa. Soltó un pequeño "Oh", mitad sorpresa, mitad desilusión. Volvió a colocar la hoja en su sitio con cuidado y cerró el libro, asegurándose de que las hojas se mantenían alineadas, y lo dejó sobre la mesa. Se volvió hacia Aeng, riendo y llevándose la mano a la cara.

- Perdona -dijo-. Soy un desastre. Ya estoy mezclando ficción con realidad. Yo soy Corbin, Inger Nielsen. Es un placer -hizo una pausa, estrechando la mano que le tendía-. Siento haberte puesto otro nombre -entonces se dio cuenta de que aún no se había sentado-. Pero mujer, si vas a quedarte, siéntate un rato, al menos. Estaré encantado de hacerte compañía. Sobre el nombre... me explico -le tendió el libro que estaba leyendo-. Un personaje parecido a ti se llama así -comentó, sin más.

Lo contemplé mientras él observaba el libro, sin saber muy bien si debería decirle algo o si debería permanecer callada para que lo inspeccionase (o algo así) con tranquilidad. Cuando dijo que parecía un buen libro, esbocé una tímida sonrisa.

—Me gustan los libros de cuentos — murmuré, en voz muy baja, sin apartar la vista del chico. Él abrió el libro y, tal y como me había pasado a mí ayer, una de las hojas cayó encima de la mesa. Me encogí de hombros al escuchar su "oh" y él dejó el volumen en la mesa, después de haber colocado la hoja que había caído. Miré la portada del tomo de reojo durante unos segundos. Luego pose mis pupilas en el claritas, que se había llevado una mano al rostro y que se estaba riendo. Ensanché la sonrisa.

—No hace falta que te disculpes. Si me hubiese presentado, no te hubieses confundido, así que no pasa nada... Corbin... — murmuré. Retiré la mano en cuanto me la estrechó y le volví a sonreí. Cuando me dijo que me sentase, me volví a llevar una mano a la nuca, ligeramente ruborizada, y asentí y me senté—. Gracias por hacerme compañía... — dije en voz muy baja, antes de coger el libro que me tendía. Ladeé la cabeza, preguntándome si sería cierto que Aeng se parecía a mí, e inspeccioné la portada y la contraportada. Luego lo abrí y pasé un par de páginas.

—También parece interesante... — susurré, mientras cerraba el libro para devolvérselo —. ¿De qué va...?

fdr. mi madre me había robado el ordenador e.eU

Asintió a sus palabras.

- A mí también me gustan los cuentos -se encogió de hombros-. ¿Son leyendas o cuentos inventados? -preguntó, con curiosidad.

Ella tomó el libro que le tendía. Corbin apoyó la cabeza en la mano derecha, mirándola mientras ojeaba el volumen.

- Es sobre jinetes de dragones -rió azorado, ruborizándose levemente-. Un poco infantil, supongo... Pero nunca han dejado de gustarme esa clase de historias. Supongo que me he quedado algo estancado.

FdR.: Si, soy una cutre >.<

Le sonreí.

—Pues no estoy segura... — murmuré —. Como estaba roto y las páginas se le caían, no he leído casi nada... Sé que son cuentos populares, pero nada más.

Me encogí de hombros y ensanché la sonrisa. Cuando explicó de qué iba el libro donde salía Aeng, reí con suavidad y volví a sonreírle.

—Las historias de jinetes de dragones son chulas... — susurré. Clavé mis pupilas en las suyas —. A mí también me gustan, y no creo que sean infantiles. No más que los libros de cuentos, al menos. — Reí y subí los hombros —. Así que no creo que te hayas quedado estancado. O al menos no más que yo... Aunque, bueno... Tampoco sé si soy la persona indicada para compararse...

Me llevé la mano a la nuca y posé mis ojos en el libro de cuentos. Cuando alcé la vista, en mi campo de visión apareció un chrysos que debía de ser del servicio. Pensé que probablemente sería el que Corbin había visto y suspiré. Luego miré al claritas y volví a sonreír.

—Creo que ya ha llegado el chrysos del que hablabas — comenté. Cogí el libro y me levanté —. Ha sido un placer conocerte... — susurré —. Espero que... Eh... Volvamos a vernos. — Ensanché la sonrisa —. Y que... Eh... El libro sea interesante y todo eso... — Me pasé una mano por la nuca y me humedecí los labios —. Yo voy a hablar con el chrysos — lo señalé con la cabeza — acerca del libro. Eh... Hasta otra...

Tras despedirme, me alejé de la mesa, aunque tampoco tenía muchas ganas de irme. El claritas era muy agradable y estaba disfrutando mucho de nuestra conversación. Suspiré, pensando en lo inoportuna que podía ser la gente, y luego me dirigí hacia el chrysos. Tras explicarle lo sucedido, pensé en volver con el claritas, pero supuse que estaría enfrascado de nuevo en la lectura, así que decidí irme para no molestarle más. Ya me había aguantado todo este tiempo y seguro que quería seguir leyendo.

*se va*

Fdr. con lo bien que me lo estaba pasando : ( xDDDD

Corbin no podía creer que su segunda conocida en su nueva vida fuera una chica con gustos tan parecidos a los suyos. Escuchó con interés todo lo que la chica le decía, asintiendo de vez en cuando, completamente de acuerdo con sus palabras.

- Bueno, supongo que tal vez estoy equivocado -se detuvo un momento antes de atreverse a continuar-. No he tenido... Mucho contacto con gente de mi edad a lo largo de mi vida, así que tal vez tengas razón y no sea infantil. Lo único que sé es que, desde luego, son historias que encandilan.

Por desgracia, no pudieron hablar mucho más tiempo. Aunque había visto entrar al chico del que le había hablado hacía unos minutos, fue lo suficientemente egoísta como para no decir nada, alargando un poco más la conversación. Sin embargo, Aeng, o quizás debiera llamarla de ahora en adelante Inger, no tardó en percatarse de la presencia del chico, y tras despedirse de Corbin, fue a hablar con él.

Corbin correspondió a su despedida de mala gana, y la observó un momento más antes de retomar su lectura. Tal vez ella volviera luego a continuar la conversación... Sin embargo, tuvo que aceptar la realidad cuando ella se fue de la Biblioteca sin volver a saludarlo. Con un suspiro, volcó toda su atención en el libro. Era normal, tampoco eran amigos de toda la vida, ni mucho menos...

*Se queda leyendo*

Al cabo de horas de lectura, cansado de estar tanto tiempo sin moverse y habiendo terminado el libro, se levantó y se fue.

*Se va*

FdR.: Yo también me lo he pasado bien xDD A ver si roleamos más... :3

Llegué a la biblioteca en busca de algún buen libro. Desde que había empezado a llover (hacía un par de días) no había hecho otra cosa que ir a la biblioteca a leer o a coger algún libro para leer en cama o en la sala común. También había vuelto a la sala de entrenamiento un par de veces, pero no había hecho demasiado porque no me gustaba demasiado entrenar sola.

Me interné en la sala y comencé a buscar por las estanterías donde estaban los cuentos. No sabía qué me apetecía leer, así que comencé a mirar las primeras páginas de los libros que me llamaban la atención por su título o color de lomo en busca de algo que me enganchase desde la primera página.

*se queda*

Entró en la biblioteca con paso decidido y el ceño fruncido por la concentración. Maldición... ¿Cómo había podido olvidar el título? Con un suspiro, se internó entre las estanterías, a paso demasiado rápido como para poder estar fijándose en nada en particular, y con aire consternado.

Su mente bullía de actividad, de forma que no era capaz de concentrarse más que en sus pensamientos. Fue por esto y por su paso rápido que, al doblar una esquina, no tuvo tiempo de reaccionar antes de darse de bruces con alguien. Desorientado, se agarró a la otra persona para evitar perder el equilibrio con su brusco frenazo, aunque no tardó en soltarla, pues rápidamente identíficó el pelo, y segundos después la cara, de Inger.

- Perdona -murmuró, algo avergonzado por el encontronazo-. No te había visto.

FdR.: Y por eso la DGT recomiendo conducir a una velocidad adecuada u.u

Observé a Corbin, que se había dado de bruces conmigo, con las mejillas altamente sonrojadas. Me había apartado del sitio donde había estado situada antes (al lado de la estantería) y ahora mismo lo observaba sin saber muy bien qué decir. Era evidente (o había sido evidente) que tenía muchísima prisa, porque imagino que, de lo contrario, no había chocado contra mí. Tragué saliva, nerviosa, y me pasé una mano por la nuca. Luego volví mi vista al suelo, donde descansaba un libro que se me había caído por culpa del susto.

—No... Eh... No... No te preocupes... —murmuré mientras me agachaba para recoger el volumen. Era un libro de cuentos de Caligo que me había recordado a la época en la que era mi madre me los leía, y había decidido cogerlo para ver si estaban los mismos cuentos de mi infancia. Me puse de pie y apreté el libro contra mi pecho, todavía sonrojada —. ¿E... Estás bi... bien? —pregunté, alzando un poco la vista para poder mirar parte de su cara —. O... O sea... ¿No te has hecho da... daño ni... eh... nada...?

Bajé la vista al suelo y me mordí el labio inferior nada más terminar la pregunta.

Fdr. sé que la queréis matar. yo lo sé x___D

La observaba sin saber muy bien qué hacer. Ella también debía estar muy concentrada, porque parecía muy sobresaltada. Desvió la mirada, sintiéndose culpable.

- Estoy bien, gracias -murmuró, incómodo. La miró-. ¿Y tú? Lo siento, estoy algo nervioso, normalmente tengo más cuidado...

Suspiró, intentando tranquilizarse. Realmente, era una tontería acelerarse tanto por una cosa así. Ya le vendría el título a la cabeza. Sonrió levemente a la chica, sintiendo cómo su boca se resentía por el gesto poco habitual.

- Te estoy molestando... Perdona -comentó-. Mejor... Mejor te dejo tranquila, si quieres... Y busco alguna lectura...

Asentí con la cabeza un par de veces. Al igual que él, yo también estaba nerviosa. O, mejor dicho, más nerviosa que de costumbre.

—Yo... Yo estoy bien... —Me pasé una mano por la nuca —. E... Estoy un poco nerviosa... Bueno, mejor dicho, estoy un poco más nerviosa que de costumbre —Reí entre dientes —, pero estoy bien...

Le sonreí y me encogí de hombros. Luego me mordí el labio inferior y desvié la vista a una de las estanterías, para luego volver a mirarlo sin saber qué más hacer aparte de devolverle la sonrisa.

—No me estás molestando, así que no hace falta que te vayas... —murmuré, clavando mis ojos en los suyos. Luego bajé la vista, azorada y negué con la cabeza —. O... Bueno... Puedes irte... Si quieres... No voy a retenerte y, si quieres buscar un libro, puedes... —Volví a apretar el libro contra mi pecho y me humedecí los labios. Tras unos segundos en silencio, añadí—: Aunque... Si quieres, también puedo ayudarte... Como tú prefieras...

Le dedicó un gesto de agradecimiento, sin saber muy bien cómo explicarse. Ella no podría ayudarlo, pero no era culpa suya. Eran él y su estúpida memoria los que impedían que la chica pudiera ser de ayuda.

- En realidad... Puedo quedarme contigo, si te parece bien -comentó, asombrado él mismo de sus propias palabras-. Lo cierto es que estoy buscando un libro en concreto, pero no recuerdo el título ni dónde estaba, así que tendré que esperar para leerlo, me parece...

Desvió la mirada hacia las estanterías, recorriéndolas con la vista sin ningún objetivo en particular. De pronto se volvió hacia la chica con ojos brillantes de entusiasmo.

- Aunque tal vez si puedas ayudarme -exclamó-. Seguro que conoces algún libro que valga la pena. Algo que puedas recomendarme hasta que encuentre el que busco.

Esbocé una tímida sonrisa y asentí. Me pregunté cómo sería el libro que Corbin buscaba, pero no formulé ninguna de mis dudas en voz alta porque no obtendría ninguna respuesta: él no se acordaba ni de dónde estaba ni de su titulo, y yo imaginaba que no se lo había leído, así que preguntar cualquier cosa sobre él sería una estupidez.

—Espero que lo encuentres... —murmuré, acercándome a la estantería. Observé el mueble durante unos segundos, luego miré al claritas y finalmente clavé la vista en el libro que sostenía. Cuando volví a escuchar la voz de Corbin, alcé la mirada y le sonreí.

—Claro que puedo ayudarte —dije, ensanchando la sonrisa —. Aunque... Bueno, ya sabes que suelo leer cuentos, ¿no? Aunque también leo otras cosas, claro... —Me pasé una mano por el cuello —. Pero... Eh... ¿Quieres leer sobre algún tema en particular...?

Me encogí de hombros, sonriente, mirando a mi alrededor, admirado aún por la concentración de libros que había en esa sala.

- Cualquier cosa estará bien -comenté-. Cuentos... Me gustaría. O alguna historia de fantasía. Soy más amante de la fantasía que de la realidad, si te soy sincero...

Deslicé mi mano por la estantería, acariciando los lomos de los libros y sintiendo las texturas, sin pararme en ninguno en particular. Me miré los dedos y los palpé. Ni una mota de polvo. Desde luego, los boros hacían bien su trabajo.

Ensanché la sonrisa al escuchar su respuesta.

—A mí me también me gusta más la fantasía que la realidad, aunque... Eh, bueno, imagino que no es muy difícil de imaginar... —Me encogí de hombros y me llevé una mano a la nuca. Mientras Corbin acariciaba los lomos de los libros, pensé en qué clase de libro podría recomendarle. Conocía muchos cuentos y algunas historias de fantasía, pero si ya me costaba escoger un libro para leer yo, recomendar un libro se me antojaba bastante complicado. Tras unos segundos pensando, se me ocurrió un libro que podía recomendarle y que no me costaría demasiado encontrar.

Me acerqué al claritas y le tendí el libro de cuentos de Caligo que había cogido de la estantería por la que acababa de pasar los dedos. Esbocé una sonrisa cargada de timidez.

—A... A lo mejor te gusta este —murmuré —. Es un libro de cuentos de Caligo y... Eh, bueno... Como el otro día me pediste que te hablase de él, he pensado que a lo mejor te gusta o te interesa... —Me encogí de hombros y miré sus ojos —. Aunque puedo buscar otra cosa si esto no te ha convencido...

Inger se lo pensó un momento antes de tenderle el libro que llevaba en las manos. Corbin frunció el ceño, sorprendido y sin atreverse a aceptarlo. Sin embargo, no podía evitar mirar el volumen con ávida curiosidad.

- Pero este libro... ¿No ibas a leerlo tú? -se atrevió a tomarlo tras dudar un tiempo, y lo ojeó un momento, apreciando la pulcra letra y las ilustraciones que daban una pequeña idea del contenido del libro-. Vaya, esta vez sí está en condiciones... -bromeó, antes de tendérselo de nuevo-. Tiene muy buena pinta, pero... Si ibas a leerlo tú... No sé...

Miraba alternativamente a la chica y al libro, con cierta inseguridad.

Suspiré al ver que no cogía el libro.

—Iba a leerlo... Pero ahora he pensado que a lo mejor deberías leerlo tú —respondí. Luego esbocé una sonrisa—. Por algo te lo estoy ofreciendo, ¿no?

Cuando finalmente lo cogió, ensanché la sonrisa, aunque no tardé en transformarla en un exagerado gesto ofendido. Crucé los brazos antes de hablar.

—¡Oh! ¡Bueno! Perdona, pero no suelo devolver los libros en malas condiciones —repliqué, con un tono jocoso. Volví a sonreír —. Aquello solo fue una excepción que confirma la regla de que Inger Nielsen no devuelve los libros en mal estado. Nada más. —Ensanché la sonrisa. Corbin me tendió de nuevo el libro. Resoplé y negué con la cabeza.

—Ahora te lo quedas. —Lo miré en silencio durante unos segundos y luego añadí —: Yo ya lo he leído. Bueno, o eso creo. Mi madre me contaba un montón de cuentos de Caligo, así que imagino que todo lo que habrá ahí dentro ya lo conoceré. Y como ya lo conozco, pues no me corre prisa leerlo. Además, ni tan siquiera estaba segura de que lo quería leer, y... Eh... Bueno, los cuentos son... Eeeh... Interesantes para saber cómo es un sitio, así que... —Me pasé una mano por la nuca —. Eso... Léelo... Si aceptas la recomendación, claro...

Fdr. te ordeno que lo leas... Si quieres ;A;

Sonrió. Aquella chica era de lo más agradable. Asintió como gesto de agradecimiento.

- Tal vez me encuentre algún cuento que no conoces... -aventuró-. Puede que aprenda más de tu cultura de lo que tú sabes, Inger -me burlé, bromeando.

Volvió a abrir el libro, observando detenidamente las ilustraciones.

- Realmente tiene buena pinta -comentó, contento-. En cuanto lo termine, te buscaré para dártelo. Y espero que encuentres algo que leer mientras... De verdad que no me gusta dejarte sin lectura de esta forma.

Reí al escuchar su comentario.

—Oh, bueno, es un riesgo que estoy dispuesta a asumir. Estoy convencida de que no sabrás más de mi cultura que yo. Soy una experta en cuentos, especialmente los de Caligo. Soy tan experta en cuentos de Caligo que podría darles clase a todos los caeruleus y todos ellos se quedarían sorprendidos de lo mucho que sé sobre cuentos —Lo miré con toda la arrogancia que sabía fingir y luego desvié la mirada a mis uñas—. Y, bueno, en caso de que lo consigas... Pues no me quedará más remedio que vengarme y aprender más cultura de Lumen que tú.

Lo miré de reojo y luego sonreí, borrando cualquier tipo de arrogancia que hubiese podido mostrar antes.

—Espero que te guste... Y, bueno, no hace falta que me busques para dármelo si no quieres, o si te es mucha molestia —murmuré—. Y no te preocupes, seguro que encuentro algo... O sea, ¿has visto este sitio? —Reí—. Es imposible que no encuentre nada... A menos que un monstruo malévolo de color verde y viscoso se haya comido todo lo interesante, cosa que no creo que haya sucedido...

Suspiró, mirando alrededor de nuevo.

- Esperemos que no haya ningún devorador de documentos por ahí suelto... Y si lo hay, habrá que combatirlo -comenté, siguiéndole el juego. Sonrió a la chica-. Bueno, creo que me voy a ir a descansar un poco. Tanta cultura de Caligo me está volviendo nocturno...

Inclinó una vez más la cabeza.

- Un placer encontrarte, Inger. Y no te librarás tan fácilmente de este libro, no te creas. Te buscaré para que lo leas en cuando lo haya terminado -aseguré, en tono amistoso-. Buenas noches.

Y, dicho esto, se dirigió a la puerta de la biblioteca.

*Se va*

FdR.: Sueño... xDU