Biblioteca

Sonrió.

-Lo tendré en cuenta. Lo de la indecisión, digo.

Observó a la chica. Tenía la cabeza recostada en el respaldo del sillón y había cerrado los ojos.

El chrysos ensanchó la sonrisa y estiró los brazos. Luego se puso en pie y se acercó a la chica.

-Venga ya, no te quedes ahí dormida -susurró-. Arriba.

Le tendió ambas manos para ayudarla a levantarse, pero la chica se puso en pie por su cuenta. Segundos después, ambos abandonaron el lugar.

*se van*

Entré en la biblioteca con aire vacilante, pero una idea fija en mi mente. Escogí un lugar bien iluminado, tomé pluma, tinta y papel y me senté frente a aquel reto. Sabía más o menos qué era lo que quería escribir, lo difícil era plasmarlo en el papel. Con la mano temblando y la letra tortuosa, comencé.

Spoiler:

Miré el resultado, casi jadeando, sin saber cómo sentirme. Me parecía increíble haber escrito tanto yo sola, pero era fácilmente visible que mi carta era bastante peor que la de mi hermana. Intenté no darle importancia. Arennette era muy entusiasta y agradecería la intención. Sin embargo, yo tenía mucho que mejorar.

Decidí ir en busca de alguien que enviara el mensaje.

*Se va*

Subido a una escalera, el chrysos contemplaba el lomo de los libros del anaquel más alto de la estantería dedicada a las obras de ficción. Llevaba así un buen rato, preguntándose qué podría leer para distraerse, abriendo y cerrando los diferentes volúmenes tras hojear un par de páginas. Desde que había vuelto a Palacio, había estado leyendo y tomando notas sobre Lumen (sus costumbres, su forma de gobierno, etcétera) con un cierto interés, pero ahora, después de haberse pasado días rodeado de aquellos libros, buscaba algo más ligero y entretenido.

Suspiró y sacó un libro de tapas rojas de la estantería. Por el título (uno asquerosamente largo) parecía que recogía una historia de aventuras que, a lo mejor, podría estar bien. Todavía en lo alto de la escalera, separó ambas tapas y comenzó a leer la primera página.

*se queda*

Un día más de paseo a la biblioteca en busca de cera para sellas las cartas. Creo que debería dejas mis labores de escritura para la biblioteca, pero a veces me da tanta pereza venir hasta aquí pudiendo escribir en cualquier otra parte tranquila...

Busco entre las mesas hasta dar con una mecha de cera empezada y la observo con picaresca.

—Deja que te busque un bonito hogar —Digo al pequeño trozo de cera roja para luego colarla en mi bolsillo con una risilla y mirando a los lados por si hay alguien. Si quedase algo aprovechable no lo habría cogido, pero habiendo tan poco creo que lo acabaré en dos cartas y así me ahorro un viaje.

Ya que estoy allí decido dar una vuelta por las estanterías. ¿Qué debería leer? La verdad es que con las cartas de Gabrielle suelo tener suficiente para ensoñarme con literatura diversa, pero nunca está de más aprovechar la cultura.

Me dedico a ver títulos por los estantes sin demasiados ánimos. Me conozco y sé que, si encuentro alguno interesante, lo dejaré para la próxima vez.

Pero caminando entre tanta calma acabo por oír un ligero hojear de hojas sobre mí y, esperando a algún miembro del servicio, encuentro a un interesado Lyam leyendo en las alturas. Sonrío sin dejar de mirar arriba y agarro la escalera para darle a penas un pequeño meneo divertido.

—Cuidado con donde pones los pies, Lyam —Bromeo mirando al chico. No debería leer ahí arriba o podría caerse.

Al notar cómo la escalera se movía ligeramente, se agarró a ella con fuerza, con la sorpresa pintarrajeada en la cara y sin soltar el libro que tenía en su mano izquierda. Tras permanecer unos segundos estático y con la vista clavada en el estante, giró el cuello y miró hacia abajo para encontrarse con Heylel, el aether que acababa de hablar y, mucho más importante, de mover la escalera. Esbozó un amago de sonrisa, ya sin restos del susto por la cara, y comenzó a descender por los peldaños.

—Tengo cuidado —murmuró nada más llegar el suelo. Miró hacia arriba durante unos segundos. Luego clavó sus ojos en el aether. Sonrió—. Tal vez debería tener un poco más, pero lo tengo. ¿Qué tal?

Por su cara en lo alto y al bajar de la escalera parece que se ha llevado un buen susto con lo que dejo de reír para mirarle algo preocupado.

—Oh, bueno, lo siento. Solo quería bromear un poco, no pensaba que te cogería tan de sorpresa... —Confieso con algo de arrepentimiento, aunque ha sido divertido ver su cara de susto. Claro que no lo habría sido de haber visto esa cara estampada en el suelo...

A su pregunto me encojo de hombros y alas.

—Pues como siempre, tranquilo y eso. ¿Y tú qué? ¿Muy atareado con los libros? —Pregunto señalando arriba una vez más. Habría dicho que estaba estudiando o algo de no ser porque estamos en la sección de novelas.

Negó con la cabeza, sin borrar la sonrisa.

—No te preocupes. —Ensanchó la sonrisa—. La culpa es mía por estar —con la mano que tenía libre, señaló hacia arriba, a la escalera— ahí arriba leyendo. Aunque —asintió un par de veces, todavía observando la estantería— reconozco que me has dado un susto considerable.

Chasqueó la lengua y observó la tapa del libro que sostenía. Volvió a leer el título asquerosamente largo de la historia, frunció el ceño y, tras meditarlo unos segundos, lo colocó en una mesa cercana. Luego miró al aether, sonriendo de nuevo.

—Un poco aburrido, la verdad —respondió mientras volviía a acercarse a Heylel. Se pasó una mano por la frente, apartándose el flequillo, y suspiró—. Llevo un par de días encerrado, rodeado de libros, y lo cierto es que ya empiezo a cansarme. Pero por lo demás normal.

Guardó las manos en los bolsillos y se encogió de hombros. Miró en rededor, pensando en qué podía preguntarle. Suponía, por el comentario que había hecho la última vez que se habían visto, que el aether había permanecido los seis meses que él había estado fuera en Palacio, así que sería interesante que le hablase de lo que había ocurrido en ese tiempo.

Soltó una suave risa.

—La verdad es que es un poco decepcionante que, después de pasarme tanto tiempo fuera, me pase los días leyendo.

Volvió a reír.

Parece que está de buen humor ya que sonríe bastante y me responde amable, eso está bien.
Comenta que la lectura lo tiene algo aburrido y agobiado y en parte lo entiendo, yo estaría bastante atolondrado si me pasase el día leyendo libros enormes sin respirar aire fresco. Igual es por eso que Lyam tiene días en los que parece falto de sueño, quizá los libros vaya absorbiendo su diversión hasta que su hastío necesita alimentarse de la diversión de los demás. Este chico debería cuidarse un poco.

—Pues menudas ganas de encerrarse, hijo. Vale que no hace buen tiempo, pero no está de más dejarse ver por ahí y relacionarse con el mundo —Comento jocoso, viendo como se aleja a dejar su libro y vuelve. Entonces comenta que le resulta "decepcionante" volver a Brontë y leer.

—¿Decepcionante? ¿Por qué? ¿Tan bien te lo has pasado fuera que al volver aquí te aburres o qué? —Comento, algo divertido. —Ya has hablado con Alehyss, ¿no? Porque ella no parece tener tiempo para aburrirse —Comento sin querer darle demasiada importancia al comentario sobre la chica, pero esperando su reacción. Alehyss me había hablado de ellos y de su amor perdido y ahora tocaba ver qué hacía Lyam con la pobre muchacha.

El chrysos ladeó la cabeza hacia la izquierda, todavía con las manos en los bolsillos, y torció una sonrisa.

—He salido de la habitación un par de veces, para comer y todo eso, pero no me he encontrado con nadie. —Se encogió de hombros y ensanchó la sonrisa—. A lo mejor el mundo no quiere relacionarse conmigo, huh.

Rió con suavidad y escuchó las siguientes preguntas del aether. Cuando Heylel terminó de hablar, se encogió de nuevo de hombros.

—No es eso —respondió, con el mismo tono divertido que había usado el aether. Se humedeció los labios y continuó—. Estos seis meses he estado ajetreado y rodeado de gente la mayor parte del tiempo, así que ahora tengo que acostumbrarme a no estar siempre con tanta gente. No digo que esté aburrido, pero... —Alzó ambas cejas y movió la cabeza hacia la derecha, dejando la frase a medias. Luego desvió la mirada, con una sonrisa sesgada en los labios, y siguió hablando—. Y, bueno, con Alehyss he hablado, pero sólo el día que nos viste. —Miró de reojo a su compañero y ensanchó la sonrisa—. Supongo que estará ocupada. Como dices, parece que nunca tiene tiempo para aburrise. —Suspiró y clavó sus ojos en los del aether—. De todas formas, también me gustaría encontrarme con más gente, no sólo con Alehyss. ¡Seis meses fuera es mucho tiempo! Y no sé qué ha pasado en estos meses. —Negó con la cabeza y suspiró. Luego, con un tono afectado completamente fingido, añadió—. Me siento tremendamente desorientado.

Su respuesta sobre que quizá nadie quisiera relacionarse con él me parece desmesurada. Era un comentario bastante irónico viniendo de alguien que habitúa a permanecer callado o sonreír de forma torcida.

—Bueno, dudo que la gente de por aquí sea tan excluyente. Al menos la que yo conozco —Comento un tanto seco ya que me he llegado a sentir dolido por un comentario así aunque fuese bromeando. Sin embargo, intento no darle importancia. Lleva tiempo fuera así que estará bien darle cuartelillo.

—¿Rodeado de mucha gente? Bueno, eso está bien si te sientes abrigado por la gente, sino puede llegar a resultar cansado. Aunque si no te desacostumbras supongo que estarías a gusto —Comento con un amago de sonrisa. Habla sobre Alehyss y lo poco que la ha visto, vaya, pensé que se habrían visto más veces si tenían esa relación de amistad particular.

—¿No has hablado más con ella? Vaya, pensaba que érais buenos amigos, ya sabes, os contábais cosas y eso. Por eso la mencioné, pero supongo que estaba equivocado —Era el momento de validar las palabras de Alehyss. Sé lo que ella piensa, pero ¿y lo que piensa él? Me considero un buen amigo de la chrysos en este palacio con lo que, si la está molestando, no dudaría en decírselo. —Bueno, no te has perdido mucho. Las cosas se han relajado bastante desde que ocurrió todo el incidente... Y no ha habido nada nuevo —Cada vez que recuerdo los hechos vuelvo a sentirme mal por lo que pasó aquella noche.

Desvió la mirada al notar el cambio del tono del aether y suspiró. Luego se pasó una mano por el flequillo, más serio que antes, y chasqueó la lengua.

—No iba en serio. Lo primero, digo. La gente de aquí no me parece excluyente. De hecho, salvando a un par de personas con las que no me llevo excesivamente bien, me parecéis simpáticos. —Observó los anaqueles y se pasó una mano por la nuca—. Admito que no fui excesivamente gracioso.

Aquel comentario no lo había dicho en serio. Había imaginado que el aether notaría que era una broma, pero parecía que no había sido así y que se había molestado. Suspiró. Realmente quería caerle bien al aether. Aunque la última vez que lo había visto, antes de irse de palacio, lo había molestado, Heylel le caía bastante bien.

Con la cabeza gacha, escuchó lo que su acompañante decía. Al parecer, no había pasado nada relevante en Brontë en su ausencia. Tras meditar un poco su respuesta, habló, permitiéndose, esta vez, ser bastante sincero.

—Yo considero a Alehyss mi amiga. —Clavó sus ojos en los del aether—. Si no he hablado más con ella, no ha sido por falta de ganas, así que supongo que no estabas equivocado. —Sonrió—. No sé si Alehyss me considerara su amigo o no, pero a mí ella me cae bien: me parece de las personas más interesantes de Palacio, alguien con quien poder tener una conversación. Y me gusta estar con ella.

Desvió la mirada y, tras unos segundos en silencio, añadió:

—Y me alegra que las cosas se hayan relajado. —Volvió a sonreír—. Es todo un alivio teniendo en cuenta las cosas que han ocurrido...

Cuando explica su comentario me quedo más tranquilo. Al parecer sí era un comentario jocoso, pero quizas yo lo he entendido de forma equivocada. El hecho de que se tome la molestia de explicarse me pone a su favor.

—Ah, bueno, perdona... Tampoco es que quisiera molestarte, supongo que no he sabido captar el tono —Comento con una semi sonrisa comprometida, hundiendo ligeramente la cabeza entre los hombros por mero apuro.

Entonces comenta sobre Alehyss y su respuesta me agrada bastante. Sus palabras son alentadoras y me relajo bastante al oírlo. Al parecer sí que se buscan el uno al otro, aunque por el momento de Lyam solo sé lo que me dice por encima. No suelo ser un tipo desconfiado sin embargo, así que su respuesta me vale.

—Tranquilo, creo que Alehyss te considera, de una forma u otra —Comento con un gesto más amable que deja entrever una sonrisa más tranquila. La chrysos tiene sus dudas y sus pesadumbres y eso no se lo voy a contar yo al chico. A su comentario sobre cómo estamos ahora suspiro dejando escapar algo más de tensión.

—Sí, menos mal. Aunque me gustaría saber algo más de todo esto. No deja de perturbarme el hecho de que todo quedase tan... en el aire, ¿me entiendes? —Le digo con gesto algo extrañado, haciéndole cómplice de mis cavilaciones.

Miró al aether de soslayo y negó con la cabeza.

—No hace falta que te disculpes —murmuró—. No me has molestado y, además, el del comentario desafortunado fui yo.

Hundió las manos en los bolsillos y observó el suelo, esperando la respuesta de Heylel a sus comentarios. Cuando su compañero comenzó a hablar, volvió a mirarlo de reojo. Sonrió inconscientemente.

—Me alegro —murmuró casi para él: no quería interrumpir al aether, que todavía seguía hablando. Cuando terminó, Lyam chasqueó la lengua. Coincidía con las palabras de Heylel: a él también le extrañaba que todo hubiese quedado tan en el aire. Había esperado que, cuando volviese, hubiese más información sobre el tema, pero parecía que todo seguía igual, que no se había avanzado nada en seis meses. Y si el tema de la desaparición de Silvanus (y la muerte de Adela) ya era lo suficientemente raro, misterioso, aquella aparente dejadez sólo aumentaba su extrañeza.

Tras unos segundos en silencio, asintió.

—A mí también me parece un poco extraño que todo haya quedado en el aire —admitió, clavando sus ojos en los del aether—. Y, no sé, me parece que falta algo, que hay algo que no encaja. —Frunció ligeramente el ceño. Luego relajó la expresión—. Aunque no sabría decirte qué.

Aquella sensación ya la había tenido el domingo, cuando había terminado de releer el tablón de anuncios, pero seguía sin saber qué la producía.

Al parecer yo no estaba loco y el chrysos pensaba que algo no podía ir del todo bien bajo la aparente calma. El tema estaba como en el aire, sin zanjar y nadie decía si efectivamente se estaba haciendo algo al respecto o, simplemente, se estaban dejando correr los acontecimientos esperando a que algo pasase.

—Bueno, al menos sé que no soy un paranoico que le da demasiadas vueltas —Comento con una sonrisa algo divertida entre tanta turbiedad. Luego Lyam comenta que le falta algo, que no le encaja y me paro a pensar un momento. A mí también hay cosas que se me escapan, sin embargo, prefiero darle las vueltas justas para evitar divagar demasiado.

—En fin, por el momento es un misterio, veremos si después de estos meses podemos hacer algo al respecto —Digo con una nueva sonrisa amable girando ligeramente la cabeza. Escucho como la lluvia choca con más fuerza contra los muros y tejado del palacio y pienso en ir retirándome a la cama.

—Bueno, Lyam, creo que es hora de mi descanso. Me alegro de ver que aun te quedan cosas que hacer por Brontë y siendo haberte movido la escalera —Le hago un gesto, señalándole con el índice y manteniendo el pulgar levantado junto con una risilla. —Ya hablaremos, a ver si nos enteramos de algo más. Buenas noches —Le guiño un ojo a modo de cooperante y me retiro del lugar. Lyam no parece tan mal tipo si lo escuchas hablar sobre Alehyss, el problema es llegar hasta él de otra forma.

*se va*

Rió.

—Bueno, tal vez seamos dos paranoicos que le dan demasiadas vueltas a las cosas. Piénsalo —respondió, jocoso, mientras apartaba la vista de la estantería para poder mirar al aether—. Aunque, paranoicos o no, espero que se pueda hacer algo para saber qué está pasando o deja de pasar o lo que sea.

Volvió a encogerse de hombros y suspiró, con las cejas alzadas y las manos todavía en los bolsillos. Luego sonrió y se despidió del aether.

—Espero que la próxima vez que nos veamos no me saludes dándome un susto —respondió, riendo con suavidad—. Y que no tardemos tanto en encontrarnos de nuevo. Buenas noches —añadió, acompañando sus palabras con un gesto de cabeza.

Contempló cómo Heylel abandonaba el lugar y, cuando el aether estuvo fuera de su campo de visión, volvió la vista hacia la mesa donde había dejado el libro del título asquerosamente largo. Se acercó a ella, cogió el volumen (que era pequeño en todos los sentidos, tanto en cuanto al número de páginas como a las dimensiones de las tapas, y que estaba relativamente poco gastado) y releyó el nombre de la obra. Luego alzó la vista hacia el final de la escalera donde había estado antes y observó el anaquel más alto, todavía con el libro en las manos. Permaneció así durante unos segundos; después, se encogió de hombros y abandonó la biblioteca con el libro en las manos.

*se va*

Entré en la biblioteca con un par de papeles entre las manos y unas instrucciones muy precisas desde Ignis escritas en ellos. Mi padre me encargaba asuntos económicos de cierta importancia y me exigía la respuesta que indicaba que los cumpliría. Así pues, me dispuse a sentarme a escribir la respuesta, pero una figura me distrajo.

Estaba a cierta distancia, pero pude distinguirla un momento entre las estanterías. Aunque no la reconocí, algo de ella me llamó la atención, y me permití el acercarme. Se movía de un lado para otro, pero la busqué hasta topármela de frente al volver la esquina de una estantería. Su cara me resultó familiar, pero tardé en ubicarla. Cuando lo hice, alcé ambas cejas, perplejo tanto por su aspecto como por el hecho de no haberla reconocido al instante.

-Buenas noches -acerté a decir, aún sorprendido.

Su cambio radical de estilo llamaba mucho la atención. Aunque el vestido parecía estar hecho para engullir en la oscuridad a quien lo llevara, en su caso no hacía sino resaltar la luminosidad de sus rasgos. Su piel parecía más pálida, sus ojos más brillantes, y su pelo... No, el efecto de su pelo no debía ser tan solo del vestido. Parecía de oro.

-Estás... -no sabía muy bien cómo describirlo- deslumbrante -acerté a decir al final.

El tono rojizo sobre su piel le daba un aspecto adorable, pero me di perfecta cuenta de que no se sentía cómoda. Carraspeé y desvié la vista, fingiendo que miraba la interesantísima unión de dos tablas de madera en la estantería más proxima. Desde luego, no tenía ni idea de a qué venían aquellas galas, pero llamaba la atención. Lo que entendía aún menos era por qué se vestía así si le molestaba llamar la atención. Volví la vista hacia ella, tratando de no mirarla demasiado fijamente, aunque lo cierto era que resultaba difícil mantener la mirada lejos de ella.

-Sí, bueno -respondí, quitándole importancia con un gesto-. Tenía unos asuntos pendientes. Correspondencia. Ya sabes.

Tenía la firme sensación de estar actuando de una forma un tanto extraña, pero no lo podía evitar. Me había tomado absolutamente desprevenido.

Carraspea, lo que me hace mirarle, y ver que está mirando para otra parte. Para la madera. Eso no es normal. No estoy segura de si asustarme o aprovechar y huir, pero antes de que me de tiempo a decidirme, él vuelve a mirarme. No bajo la mirada, pero tampoco me dejo mirar de frente. Por lo menos ahora me mira con un poco más de delicadeza y tacto, lo que me permite respirar hondo y tratar de relajarme.

Asuntos pendientes. Correspondencia. Me lo dice de una manera que no parece él, no son sus palabras, aunque reconozca su ronca voz. Me hace fruncir el ceño de pura extrañeza, y sacudo la cabeza. Estoy lista para largarme de aquí. Abro la boca, y me quedo congelada. No quiero irme, si me voy estaré... ¿Desprotegida...? Sola. Sola en mi cumpleaños, cosa que nunca me ha pasado, al menos no voluntariamente.

- Puedo... ¿Puedes hacerme... Convertirme en un asunto pendiente?-. Estúpido. Estúpido y sin sentido. Mi corazón parece acelerarse sin razón, no quiero obligarle a nada, no le voy a decir por qué deseo su compañía. Me siento fría.- ¿Por favor?

Muero por tocarle. Siempre igual, pienso. Siempre que lo encuentro deseo tocarle. Pero si lo hago le condicionaré a su respuesta y eso es todo lo contrario a lo que deseo.

- No pasa nada si no quieres.

Esta vez solo alcé una ceja, aunque me hallaba igualmente sorprendido. ¿Convertirla en un asunto pendiente? Suponía que se refería a que tenía algo de que hablarme, o algo así, y aunque no me inspiraban mucha confianza sus palabras, la curiosidad y alguna otra sensación que no habría sabido identificar decidieron por mí.

Lentamente, con prudencia, doblé en cuatro los papeles que llevaba en la mano y me los guardé en un bolsillo del revés de la capa. Con la misma lentitud y la misma prudencia, asentí, concediendo, con gesto serio.

-Está bien -accedí.

Sin embargo, no hice ningún movimiento, ningún gesto, ni añadí nada más. Simplemente, permanecí esperando alguna señal por su parte que me indicara en qué clase de asunto pensaba convertirse.

Desde luego, no parecía en absoluto cómoda con la situación. Y, por una vez, no me sentía en absoluto responsable. El nerviosismo la hacía hablar más de lo habitual, pero no traté de detenerla. Me dejé guiar a un sitio aún más escondido -lo cual no era sencillo teniendo en cuenta que debíamos estar en la parte más escondida de la biblioteca- y comenzó a hablar. Al parecer, todo aquel número era cosa de su madre. Casi se me escapó un gesto de absoluta comprensión y condolencia cuando lo dijo. Sería por numeritos. En eso, mi madre era una auténtica profesional.

No tuve tiempo de decir nada al respecto -ni estaba seguro de querer-, porque rápidamente cambió de tema. Ladeé la cabeza, con la vista fija primero en su sonrisa y, cuando me soltó, en sus manos. Su piel casi brillaba en contraste con el tul negro.

-¿Preocupada? -pregunté, haciendo un esfuerzo por seguir la conversación.

En realidad, por algún motivo no conseguía concentrarme del todo en ella. Traté de recomponer la escena de la última vez que la había visto, y cuando lo hice, comprendí. Me extrañaba mucho haberlo olvidado con tanta facilidad, pero me obligué a mí mismo a considerarlo una buena señal y no darle muchas vueltas.

Alcé la vista y fijé mis ojos en los suyos con repentina intensidad, muy serio, de pronto.

-Las alas, supongo -traté de no sonar demasiado agresivo. Si estaba preocupada, no estaba bien asustarla.