Biblioteca

El chico, Lyam, me aseguró que no hacía falta que me disculpase, y yo me pasé una mano por la nuca y esbocé una corta sonrisa. Siempre me pasaba lo mismo, pero no podía evitarlo: tenía una especie de necesidad por disculparme por casi todo. Básicamente, suponía, porque en el mundo hay gente que se enfada por todo, y yo no quería que la gente se enfadase conmigo.

—Bien —respondí, alzando la vista para mirarle. Me encogí de hombros—. No me pasó nada, así que estoy bien... Mejor que los de la enfermería y eso... —Me pasé una mano por la nuca—. ¿Tú qué tal...?

Lo observé en silencio. El chico no era demasiado alto y era flaco, completamente diferente a Rick. Pero, a diferencia del flamma, no parecía que le hubiese pasado nada aquel día. No parecía tener heridas y, evidentemente, no estaba en la enfermería. Era curioso: no tenía pinta de guerrero, pero parecía que había salido tan bien del asunto como yo.

El chrysos asintió y esbozó un amago de sonrisa. ¡Qué escueta! Había esperado que, al mencionarle el tema, la chica se extendiese e hiciese algo más que responder a su pregunta, pero no había sido así. Suspiró.

—Bien —respondió, mirándola. Esbozó una sonrisa—. Como a ti, tampoco me pasó nada. O, al menos, nada demasiado relevante, así que estoy perfectamente.

Ensanchó la sonrisa y, después, se encogió de hombros. De reojo, observó la mesa durante unos segundos. Estaba cubierta con lo que había usado para escribir. Chasqueó la lengua.

—¿Aquel día fuiste directamente a la cueva o te encontraste con alguien más? —La miró de reojo—. Recuerdo que estabas con Corbin, Dehnel y con el tal Zacharyas, ¿os enfrentasteis con alguien antes de llegar a la cueva o algo así? —Esbozó una corta sonrisa—. Es mera curiosidad; no hace falta que respondas si no quieres, pero lo cierto es que... —Frunció levemente el ceño—. Me gustaría saber qué pasó aquel día. —Sonrió, de nuevo, ampliamente—. Ya sabes, era todo tan raro y tan sin sentido que, buf, tengo mil preguntas.

La miró. Esperaba que no se tomase ese interés como algo extraño. A fin de cuentas, era normal sentir curiosidad: lo que había sucedido aquel día era, de alguna forma, inusual, y ella había estado consciente hasta el final, así que esperaba que comprendiese su curiosidad.

Asentí. Tal y como parecía a primera vista, no le había pasado nada.

—Me... Me alegro... —murmuré, pasándome la mano por el cuello. De reojo, miré la silla que tenía al lado y, tras ver que no parecía molestarle mi compañía, me senté. No sabía si íbamos a hablar mucho más o no, pero prefería charlar sentada.

Escuché con atención las siguientes palabras del chico. Parecía muy interesado en lo que había sucedido, pero supuse que era normal: a fin de cuentas, yo, aunque con menos interés que él, también me preguntaba qué había pasado exactamente, e imaginaba que al resto de mis compañeros le pasaría lo mismo.

—Pues... Lo cierto es que antes de ir a la cueva, habíamos estado en los jardines. —Me pasé una mano por el cuello y fruncí levemente el ceño, intentando recordar—. Eran dos... Uno un guerrero muy grande y otro un, no sé, creo que mago más pequeño... Y, eh... Bueno, logramos... Bueno, Corbin logró... Acabar con ellos... aunque, eh, creo que sólo se quedaron inconscientes, no sé. —Me humedecí los labios— Luego nos fuimos a la cueva, porque, bueno, creíamos... Corbin creía que ahí había más gente... Y ahí nos encontramos con el otro chico... Bueno. No nos encontamos, sino que lo vimos... —Me llevé la mano a la nuca—. Yo no lo conocía de antes... Al caeruleus, digo, así que... No sé qué habrá hecho o dejado de hacer...

Lo miré de reojo y me encogí levemente de hombros. Luego bajé la vista.

—¿Y tú? ¿Fuiste directamente o... No?

Lyam frunció el ceño. El tartamudeo y las pausas de la chica podían ser agobiantes, pero lo que había dicho era, de alguna forma, interesante. Por lo que dijo, parecía que un grupo había llegado hasta el jardín. Lyam se preguntó cuántos grupos había habido y si todos ellos estarían formados por un guerrero y por alguien más centrado en la magia (aunque la chica no parecía muy segura de la forma de combate del que había denominado mago). Aquella casualidad le parecía curiosa, aunque, según su opinión, era la mejor forma de adentrarse en un lugar. Si se coordinaban bien, el grupo estaría bien equilibrado y sería, de alguna forma, más complicado vencerlos. O al menos eso le parecía, pero ¡qué sabría él!

Lentamente, negó con la cabeza.

—Yo también me encontré con un grupo de dos, como el tuyo.

Volvió a fruncir el ceño, pensativo.

El chico permaneció en silencio durante unos cuantos segundos. Parecía pensativo, y yo me pregunté qué estaría pensando. No obstante, no pregunté nada y, en su lugar, me dediqué a observar la mesa. Antes no me había fijado, pero estaba llena de cosas: había pergaminos, pluma, un tintero y hasta un sobre. Supuse, al ver todo aquello, que el chico había estado escribiendo. Eso me hizo pensar en que yo también debería enviarles una carta a mis padres. No recordaba cuándo había escrito la última, pero creía que había sido por el cumpleaños de mi hermano y de eso ya hacía bastante.

Cuando el chico volvió a hablar, lo miré. Luego fruncí levemente el ceño. ¡Qué seco! El chrysos parecía mucho más centrado en lo que fuera que estuviese pasando por su mente que en mantener una conversación conmigo. Suspiré.

—Y... Eh... ¿Llevas mucho tiempo por aquí...? —inquirí. Quitando el encuentro del jueves y este, no recordaba haberlo visto antes. ¡Y yo llevaba mucho tiempo en Palacio!

El chrysos, sumido en sus pensamientos, no volvió a mirar a la chica hasta que esta se dirigió a él. Ladeó la cabeza, frunció el ceño y parpadeó varias veces. No se había esperado que la chica le preguntase por el tiempo que llevaba ahí. Se esperaba que siguiese con el tema, que le preguntase más cosas o que mostrase más interés, qué sabía él, manifestando alguna teoría o algo así.

—Sí —respondió. Luego alzó las cejas y sonrió—. Sí, llevo bastante tiempo por aquí. Un año y pico, más o menos. —Ensanchó la sonrisa—. ¿Tú?

Ya que ella había preguntado, podía aprovechar para preguntárselo. Nunca estaba de más saber si estabas hablando con alguien nuevo o con un veterano.

Parpadeé varias veces, sorprendida. ¡Un año y pico! Casi llevábamos el mismo tiempo en Palacio. ¿Cómo no nos habíamos visto antes? Aquello se me antojó extraño. Creía que conocía a todos los guerreros que llevaban ya un tiempo por Brontë. Evidentemente, el comentario del chrysos me hizo plantearme si me quedaban muchos guerreros "veteranos" por conocer.

Me pasé una mano por la nuca, todavía ligeramente sorprendida.

—Yo también. —Esbocé una corta sonrisa y me llevé la mano al cuello—. Dos años, más o menos... —Fruncí levemente el ceño—. O, bueno, eso creo... Sé que llevo más tiempo que tú por aquí, pero, eh... No sé exactamente cuánto... Creo que son dos años, pero, bueno... No estoy del todo segura porque he perdido un poco la cuenta y... Eso.

Me encogí de hombros.

Fdr. joder, callos, putos xD

El chrysos alzó las cejas. ¿Casi dos años? ¡Eso era muchísimo tiempo! ¿Cómo demonios no se la había encontrado antes? Aquello no tenía sentido. ¡Si llevaban ambos un montón de tiempo en Brontë! Lyam reprimió una risa. ¡Y él que había pensado que ya conocía a todos los veteranos! ¡Qué equivocado estaba! Se preguntó, mientras observaba a la caeruleus, si el resto de las personas que le faltaban por conocer también llevarían tanto tiempo en Palacio.

—Qué curioso —murmuró, sonriente—. Pensé que ya conocía a todos los veteranos de Brontë, pero ¡ya veo que me he confundido!

Aquello se le antojaba, de alguna forma, gracioso. ¿Cómo demonios se las habían apañado para no haberse visto nunca en tanto tiempo? No tenía sentido.

De reojo, miró hacia una ventana. Parecía que era bastante tarde. O, al menos, bastante tarde para él.

La cara que puso hizo que tuviese que reprimirme una risa. No quería ofenderme riéndome, pues igual pensaba que me reía de él, pero era bastante cómico. Parecía completamente descolocado, como si no se esperase que dijese que llevaba tanto tiempo en Palacio. No obstante, tenía que admitir que, probablemente, mi cara había sido similar.

—Yo pensaba lo mismo —admití. Luego observé a mi alrededor. Se había hecho bastante tarde, o al menos eso me pareció al ver la ventana. Cuando el chrysos dijo que ya iba siendo hora de que se fuese, yo asentí. Para mí no era tarde, pero yo tenía un horario caeruleus que dudaba que él tuviese. Observé cómo recogía las cosas de la mesa y, después, nos despedimos. Contemplé cómo abandonaba la biblioteca y, una vez se fue, me levanté y me acerqué a una estantería. El chico era algo seco, pero no parecía mal tipo (aunque se sumiese en lo que fuese que pasase por su mente e hiciese muchas preguntas).

Leí los títulos de los libros de la estantería, buscando alguno interesante. Finalmente, me animé a coger uno sobre un mago que tenía un dragón y un mejor amigo ogro y que debía ir a salvar a una doncella de un malvado elfo y de sus secuaces, los duendes y las hadas. Luego, con el libro entre las manos, abandoné la biblioteca.

*se van*

fdr. nunca más pasará esto e_e.

En continuación con mi investigación del palacio por mi cuenta, esta vez intento ir a lugares que no se encuentren fuera del palacio, ni tampoco a oscuras. Así doy con la biblioteca: un maravilloso lugar con olor a libro en el que mi incapacidad para proferir sonidos no es un inconveniente (incluso ha llegado a ser visto como virtud) y, además, que contiene en su interior ingentes cantidades de conocimientos tanto populares como plenamente científicos y mágicos.

Recorro los pasillos de estanterías fijándome en los libros. La biblioteca de mi abuelo se ríe en la cara de esta, pero supongo que este lugar lleno de guerreros no es en el que hay que buscar a las personas más cultas y estudiadas. No dudo que haya gente lista y culta aquí. Seguramente incluso haya diestros magos interesados en el saber, o guerreros interesados en conocimientos, pero las personas que dedican su vida al estudio, como muchos de los que vivían con el abuelo... Esa gente no puede distraerse con batallas o entrenamientos. Puedes cultivar el cuerpo y la mente, pero solo si escoges uno de los dos, y si tienes las facultades para ello, puedes alcanzar el máximo potencial de él.

O eso decían en la torre.

Cojo uno de los libros de apariencia más antigua y desgastada y me siento en uno de los sillones para comenzar a leer.

*se queda*

Desde que Nagore y yo habíamos hecho las paces, estudiar había vuelto a convertirse en algo agobiante. Nagore no me daba tregua, reclamando que me aprendiera esto y lo otro, escogiendo qué lecturas hacía y cuáles no y corrigiendo cada diminuto fallo. En el fondo, se lo agradecía mucho, pero a veces su inagotable energía y entusiasmo podían conmigo.

Entre otras cosas, su impaciencia suponía un problema, ya que parecía esperar de mí que avanzara a una velocidad que yo era incapaz de seguir. Así, que había decidido que, de vez en cuando, tendría que sumar horas de estudio a las que ella me imponía si quería avanzar en algo. Ese era mi motivo para ir, una vez más, a la biblioteca.

Aunque me obligaba a mí misma a no darle muchas vueltas al asunto y limitarme a hacer lo que debía, lo cierto era que no tenía ninguna gana realmente de estudiar aquella mañana. Por eso, cuando vi al pequeñajo al que habíamos salvado de los mercenarios sentándose a leer, una parte de mí (muy poderosa) decidió ignorar deliberadamente a mi conciencia y acercarse a saludarlo.

-Anda, Jun. Veo que te vas adaptando.

Alzo la vista al oírla. Cuando reconozco a Massen Dew, sonrío ampliamente, encogiéndome de hombros ante su comentario. Ayer Lyam y hoy ella... A este paso, antes de volver a la torre habré podido agradecer a todos los guerreros que me salvaron el haberlo hecho.
La saludo con la mano y hurgo en mi bolsillo hasta sacar la pizarra.

"Hola. ¿Qué tal?"

La última vez tuve que "escribir" con mi dedo sobre la palma de su mano y le costaba seguirme, pero ahora que tengo mi tabla supongo que todo será más fácil. ¿Habrá venido aquí a estudiar?

El niño correspondió con una fantástica sonrisa e hizo un par de gestos. Consciente de que la conversación iba a ser difícil y de que yo tenía más posibilidades de ayudar a que se desarrollase que él, iba a decir algo más, pero volví a cerrar la boca antes de emitir sonido alguno. Jun sacó algo de su bolsillo y ladeé la cabeza, curiosa.

No tardé en descubrir, para mi horror, de qué se trataba. Me había esperado que utilizara signos, gestos e incluso algún sonido (¿podría emitir alguno?) para comunicarse, pero no me esperaba una pizarrilla. Cuando me mostró el mensaje me puse tensa, nerviosa y algo incómoda. Fruncí el ceño y traté de descifrarlo. Por suerte para mí, era breve y sencillo, fácil de leer, así que no tardé mucho más de lo que habría tardado un lector medio en leerlo.

Me senté a su lado y traté de disimular mi inseguridad componiendo una sonrisa.

-Bueno, bien, supongo -respondí-. Desde tu... eh... incidente no ha habido muchas novedades, así que me he dedicado a lo de siempre. Entrenar, y así. ¿Y tú? ¿Alguna novedad?

Entrenar... Cómo se nota que, aunque sea joven, es guerrera. Yo no he entrenado jamás. Mi abuelo nunca me dijo que el entrenamiento del cuerpo fuese importante. Mientras pudiese moverme, que no tuviese fuerza y demás carecía de importancia. Bueno, no exactamente, pero era secundario...
Me pregunto cómo entrenará... ¿Cuál será su arma? ¿La habrá utilizado para salvarme?

“He conocido a dos personas”

Le enseño el texto y espero a que lo lea. Luego lo borro y escribo de nuevo. Quizás ella, como Lyam, quiera saber de quiénes hablo.

“Fier y Lyam.”

Pienso en qué más contarle. La verdad es que no he hecho mucho... Mi vida aquí es algo sedentaria.

"Y he estado en las mazmorras y" "en los tejados." "Daban algo de miedo..."

Quizás al decir esto esté quedando como un cobarde, pero ambos sitios, a su manera, me pusieron los pelos de punta...

Borró lo escrito en su tabla y volvió a escribir. No sabía si sentirme mal por mi incómoda situación o afortunada, ya que el hablar con él me ayudaría a practicar. Irónicamente, había decidido acercarme a él para no tener que estudiar y había acabado practicando mi lectura.

Leí su mensaje, e iba a responder cuando vi que lo borraba rápidamente para volver a escribir. Así que había conocido a dos de los chicos. Asentí con la cabeza tras leer sus nombres (cosa que me costó especialmente), dando a entender que los conocía. Al final, aunque a trozos y dificultado por el hecho de que tenía que estar borrando y escribiendo y por mi escasa capacidad de lectura, acabó por contarme bastantes cosas.

Tras un último mensaje se detuvo, como esperando una respuesta. Parecía que era mi turno, así que sonreí, solidaria.

-Te lo creerás o no, pero en los dos años que llevo aquí no he estado en ninguno de esos dos sitios -revelé, con voz risueña-. Ni tengo intención, la verdad. Creo que no se me ha perdido nada en las mazmorras, y espero que nunca me tengan que llevar allí. Y los tejados... Bueno, la verdad es que no me gustan nada las alturas -confesé.

Sonrío. La verdad es que lo extraño es que yo, de los pocos sitios que he visitado... haya ido a esos dos. Especialmente yo, que no solo tengo una habilidad especial para no saber salir de los extraños sitios en los que me meto, sino que también tengo tendencia a tener miedo en practicamente todos esos lugares...

"Parecían escenarios de un libro."

La miro. ¿Leerá libros? Porque la verdad es que en aquellas mazmorras pude sentir lo terrible que tenía que ser que te encerrasen en las mazmorras, oscuras, frías, llenas de ratas...

"¿Qué sitios te gustan a ti?"

Quizás tenga un sitio predilecto, ya que hay dos que por lo menos no le interesan... El mío, estoy seguro, será este: la biblioteca. Y no creo que cambie aunque vea cien lugares más.

Escenarios de un libro. Me preguntaba qué quería decir con eso. Suponía que era una forma alternativa de "sacados de un cuento", aunque no debía referirse entonces a cuentos muy agradables. Asentí lentamente. Las mazmorras no sonaba bien en absoluto; los tejados podían parecer más atrayentes, pero no para mí. Siempre evitaba las torres.

Me di cuenta de que me había quedado muy callada cuando volvió a mostrarme la pizarra. Esta vez era una pregunta. Ladeé la cabeza. Nunca nadie me había preguntado aquello desde mi llegada a Brontë, y yo misma tampoco me había molestado en pensarlo mucho, así que tuve que pararme a cavilar un momento antes de responder.

-Bueno... A mí lo que me gusta es el agua y estar al aire libre -expliqué-. Me encanta ir al lago a nadar. También me gusta mucho el río y, cuando hace frío, las termas... Pero creo que mi favorito es el lago. Nadar es mucho más cómodo allí. Además, el paisaje es muy bonito. Si estás explorando Brontë, te recomiendo que vayas por allí.

Aquello me hizo recordar la cena con Follow. Había sido él quien había propuesto ir al lago, y eso me había hecho ilusión. Me preguntaba si a él también le gustaría aquel sitio especialmente o si, sencillamente, le pareció lo más práctico en el momento.

Así que hay un lago... Aunque no debe de estar junto al castillo, pues construír a metros de un lago es peligroso. En época de lluvias el lago podría crecer demasiado y encharcar los terrenos del palacio. Así pues, tendré que investigar un poco para encontrarlo. Aunque quizás me baste con perderme y acabar allí, sin saber volver.

"Lo intentaré. A ver si lo encuentro."

Sonrío. No sé hasta qué punto es buena idea que vaya solo en su búsqueda. Si el abuelo lo supiera, seguramente me lo prohibiría, pero este lugar está tan lleno de guerreros valientes que dan a uno la impresión de que si no se arriesga un poco es un deshecho cobarde...

La examino unos instantes, con cierto pudor. No había muchas chicas en la torre, y estoy seguro de que ninguna de ellas era tan joven como Massen Dew. No soy capaz de aventurar su edad. Lo mismo me pasó con los otros dos, Lyam y Fier. En la torre todos eran tan serios que siempre terminaban aparentando más años de los que tenían, y por ello no sé exactamente qué pensar al ver a estos.

Un nuevo mensaje en su pizarrilla. Sonreí, divertida, a su respuesta.

-Es difícil guiarse en un sitio tan grande cuando no lo conoces... -reconocí-. A todos nos ha pasado. Puedo ir contigo, si quieres. Ya llevo bastante por aquí y conozco bien la mayoría de los sitios. Además, me gusta explorar; en un sitio como este, siempre hay algún rincón que se te pase por alto...

Esa era una clara diferencia entre Brontë y Nevus. Aquí podías moverte por cualquier sitio con libertad, y no era difícil encontrar algo nuevo. En Nevus, salir del pueblo parecía impensable, y la aldeíta era tan pequeña que aburría. En Ciudad Nevada, en cambio, recordaba callejones enrevesados y sin sentido que podían llevar te al lugar menos pensado o a ninguna parte. Y allí nadie te reprendía por perderte por lugares peligrosos. Al menos, hasta el incidente de Seranne...

Parpadeé un par de veces y sacudí la cabeza. Me estaba olvidando de mi compañero. Me volví a mirarlo, recomponiendo mi sonrisa.

Por lo que dice, parece que lleva ya bastante tiempo aquí. ¿Habrá tardado mucho en conocerlo todo? Quizás en el tiempo que esté no pueda ver casi nada... Es una pena, pues, ya que tengo la posibilidad, me gustaría ver un poco de mundo...

"Donde yo vivía apenas me dejaban salir."

Espero a que lo lea y borro para escribir de nuevo. Sería más cómodo comunicarse de otro modo, pero no creo que sea posible por el momento.

"Y cuando lo hacía, nunca iba solo." "Esto de explorar es nuevo para mí."

Espero que no se burle. Ella parece muy experta en eso de explorar.

Arqueé ambas cejas, sorprendida. No sabía muy bien cómo reaccionar. Finalmente, reí.

-Mira por dónde, pero si tenemos aquí a otro prisionero -comenté, divertida-. Cuando vivía en Nevus, mi abuelo, que es muy estricto, siempre quería tenernos vigilados. Se pasaba el día refunfuñando y gruñendo sobre la importancia de la disciplina y la educación -puse los ojos en blanco-. Pero bueno, nosotros veníamos de vivir prácticamente en la calle, y como imaginarás, aquello no nos hacía ninguna gracia -compuse una sonrisa traviesa-. Solíamos escaparnos por la puerta de la cocina, o escabullirnos por alguna ventana baja. La mayoría éramos muy cabezotas a la hora de llevarle la contraria al abuelo, y aprovechábamos la menor oportunidad para salir.

Y al estúpido de Sock siempre había que arrastrarlo porque le daba miedo. Cobardica. Y después de tantos años, el iba a ingresar en un templo mientras los demás nos buscábamos la vida. Aunque no se podía decir que a ninguno nos hubiera ido nada mal...

-"Explorar" cuando no debes puede meterte en muchos problemas -reconocí-. Pero es muy divertido. Tanto en solitario como en compañía.

La escucho hablar, con la boca entreabierta, absorbiendo sus palabras. Parecen provenir de una de esas historias que me dejaban leer para despejarme cuando llevaba ya mucho estudiando, solo que era verdad. ¿Ha vivido en la calle? Tuvo que ser duro...
Su abuelo me recuerda al abuelo, aunque el abuelo no refunfuña ni gruñe, pero sí es estricto. Aunque supongo que entiendo su preocupación. Seguramente también su abuelo quisiese, simplemente, protegerlos. A mí, sin embargo, no se me ocurriría escaparme por una ventana...

Cuando calla la sigo mirando, unos segundos, como esperando a que siga. Entonces me doy cuenta de que no va a decir nada más y me apresuro a escribir.

"¿De la calle?"

Debo de tener una mirada de curiosidad muy obvia... Pero es que no hay nadie con una vida tan interesante en la torre. Al menos no la cuentan...

Fruncí un poco el ceño, no muy convencida.

-Bueno... teníamos un piso pequeñito encima del taller... -traté de explicar. Acabé por encogerme de hombros-. Demasiado pequeñito para tantos niños. Preferíamos la calle. Allí había más espacio y más cosas que hacer. Salías de casa una mañana, bien temprano y, como mucho, volvías cuando te podía el hambre. A veces dormíamos fuera, sobre todo en verano. Aunque eso a Allie no le hacía mucha gracia...

No entendía muy bien qué significaba su pregunta. Tampoco tenía muy claro quién era él. Si lo habían secuestrado, se me ocurrían dos posibilidades: o estaba metido en asuntos turbios o su familia tenía dinero. Y, vista su aparente curiosidad y su inseguridad, todo apuntaba a lo segundo. Los niños de Ciudad Nevada aprendían antes las leyes de la calle que a hablar.

Asiento lentamente, tratando de asimilar todo lo que me dice. De cada frase surgen nuevas preguntas, pero hacerlas sería algo... Metomentodo. Y ya creo haber preguntado demasiado. Quizás esté quedando como un maleducado.
Se me hace curioso imaginarla en esa situación. Seguramente no fuese lo más agradable del mundo, pero a veces me pregunto qué es peor, si vivir en la calle sin nada o tenerlo todo menos libertad.

"Tienes que saber mucho de vivir."

Espero a que lea, pensativo. Seguro que ella no hubiese sido secuestrada tan fácilmente. Al fin y al cabo, es una valiente guerrera y sabe valerse por sí misma.

"Yo, sin embargo, solo sé de libros."

Esbozo una sonrisa algo incómoda.

"Y en cuanto vengan a buscarme, será lo mismo."

No debería contarle esto, más que nada porque no es del todo cierto. Me gusta leer y me gusta aprender. Lo que el abuelo me enseña no tiene pérdida. Pero, aunque el secuestro me asustase mucho, no me tranquiliza la idea de volver al encierro. Ahora que he salido, quisiera ver un poco más antes de irme...
Supongo que al final nadie está contento con lo que le toca...

Noté cómo me acaloraba un poquito y negué con la cabeza. ¿Saber qué? Precisamente, a base de empeñarme en hacer eso, sabía tan pocas cosas. A su siguiente mensaje, lo miré muy seria.

-Pues precisamente sobre eso, yo no sé nada de nada -aseguré, y por algún motivo no me dio vergüenza admitirlo.

Pero, al parecer, no había terminado, porque me mostró la pizarra una tercera vez. Fruncí los labios, intrigada.

-¿Por qué? ¿Por qué no puedes...? -hice un gesto con la mano hacia la ventana, como intentando abarcarlo todo. Aquel pequeñajo parecía esconder muchos secretos, y a la vez tenía una capacidad muy limitada para expresarlos. En conjunto, inspiraba mucha curiosidad.