Sala de entrenamiento

De nuevo no llego a alcanzarlo. Esta vez retrocede, y yo avanzo, alternando la hoja de adelanto hacia él a cada paso. Pronto vuelve a la carga, sin embargo. Avanza hacia mi hombro izquierdo, con lo que levanto la hoja izquierda para recibir con ella el golpe. No lo permite. Siento un leve apuro cuando veo el cambio de dirección de su filo, ahora hacia el cuello, bastante más peligroso, y llego a alzar una ceja al respecto.

Tampoco espero a que me alcance. Es rápido, pero mis instintos me cubren, y tengo la sensación de que está yendo con tiento. Así pues, aunque la incapacidad de detener el golpe esta vez, me agacho de golpe, rápida, para que el arma pase por encima de mí. Y, al hacerlo, mi arma queda a la altura de sus piernas. Sin dudarlo mucho, la muevo en horizontal, intentando un barrido.

Su reacción a mi ataque llegó a arrancarme una sonrisa. Desde luego, no esperaba que se quedase paralizada mirando cómo la decapitaba, aunque lo cierto era que jamás hubiese permitido (ni el hechizo de la sala) que aquello la alcanzase. Esperaba que esa expresión no fuese un aviso de la bronca que vendría luego.

Se agachó y atacó a las piernas. Muy lista. Yo tuve que impulsarme con fuerza para saltar por encima, algo hacia atrás para salir de su alcance por si repetía el ataque, para salir de su distancia.
En un combate jamás habría hecho aquello. Me hubiese impulsado hacia adelante. Con ella en el suelo, y con mi fuerza, medio enfrentamiento estaría ganado. Pero aquello no era el fin del asunto.

-Desde luego, los dos filos dan problemas -admití, con una sonrisa satisfecha-. Quizás si en vez de barrer hubieses ido a pinchar podrías haber evitado que me abalanzase sobre ti para inmovilizarte contra el suelo.

No lo había llegado a hacer por acto innoble, pero me parecía un buen consejo. Aunque yo no lo hubiese usado porque quizás implicase la muerte del rival...

Cuando sale de mi alcance, me levanto con el arma apuntándolo, echándome hacia adelante, de nuevo dispuesta a atacar. Mirándolo fijamente, esbozo una sonrisa de lado, de nuevo con una ceja en alto.

-Pero tú no ibas a abalanzarte sobre mí e inmovilizarme contra el suelo -apunto, segura.

No me detengo. Incluso mientras estoy hablando, de nuevo amago con el filo superior, esta vez el izquierdo. A continuación lo retiro, en el momento en que estoy amagando con el derecho. Al tercer giro de arma, en el momento en que el filo izquierdo vuelve a adelantarse hacia él, llevo el movimiento hasta el final, dispuesta a un golpe similar al suyo de antes.

Fruncí el ceño un momento, casi en un acto reflejo. Quizás había sido demasiado benéficioso. Pero de no ir a herirla de verdad a dejarla creer que estaba a salvo había un gran camino. Y no quería que, tampoco, se creyese que Rick Dehnel era un rival sencillo.

-Eso lo veremos -murmuré en respuesta, llegando a esbozar una sonrisa segura, determinado.

El entrenamiento era, también, mostrar ocasiones peligrosas. A ver cómo se enfrentaba al peligro de verdad...

Seguía sus movimientos con la mirada. Hice amago de defenderme del primero, pero me parecía un ataque demasiado sencillo de predecir. Y efectivamente. Al instante la hoja de ataque cambiaba, y estaba preparado para aquello.
Dirigía mi arma, triunfal, a detener aquello, pero ella... Era un doble amago.
Desde luego, era astuta.

Avancé hacia ella mientras atacaba. ¿Acaso ella sí me heriría?
Mi objetivo era alcanzar el mango de su arma con la izquierda, sujetarlo, controlarla desde allí, bloquear sus movimientos.
Si funcionaba le demostraría que no era necesario herir para inmovilizar.

Frunzo el ceño al verlo avanzar con tanta decisión y sin el menor atisbo de protegerse. ¿Pero qué pretende? Para cuando consigo detener la espada, y solo gracias a la ayuda del hechizo, el filo se apoya en su cuello.

-Estás... -muerto, voy a decir, pero entonces lo veo coger mi arma, situando una mano justo entre las mías. Lo miro, algo molesta-. Oye, ¿qué haces? Sabes que eso acaba de ser peligroso, ¿verdad? De no ser por ese hechizo tendrías un tajo interesante en el cuello. ¿Qué se supone que estás haciendo? ¿Por qué no te defiendes?

Vale que lleva desde el principio tomándoselo con calma, pero esto me parece un poco excesivo. Mantengo las manos en firmes, con el ceño fruncido, mirándolo interrogante. Creía que habíamos quedado en que me tomaba en serio.

Alcé un poco las cejas en señal de sorpresa al sentir el filo contra el cuello. Un escozor suave, inmediato, y la sensación húmeda descendiendo hacia la camiseta me hicieron darme cuenta de lo que había pasado.
Solté su arma, llevándome la mano a la herida. No era gran cosa, pero los dedos se mancharon lo justo de sangre como para dar la razón a sus palabras.

Rick Dehnel había muerto.
Retrocedí un par de pasos, contrarizado, pensativo. Aquello...

-De verdad creí que flaquearías -aseguré, franco, mirándola serio, pero extrañamente estimulado por la situación. Fruncí el ceño a la vez que sonreía, intenso-. ¡Una más! Ahora con todo. Todo vale.

¿Cómo había podido dudar de ella? Podía intentar velar por Lea, protegerla, pero también ella misma era capaz de hacerlo.

Suelto un bufido, enfadada.

-¡¿Que flaquearía?! -exclamo-. Tienes mucho mejor control del arma que yo, pero aún así te preocupa más que yo me haga daño que hacerte daño tú. Casi no soy capaz de pararlo a tiempo. Ya sé que no iba a matarte, para prevenir eso está la sala, pero mira, he llegado a cortar. Deberías fiarte menos del control que tengan otros, Rick. Aún estoy aprendiendo.

Aprovechando que suelta el arma, me alejo unos pasos, aún a la defensiva. Ahora con todo. ¿Cómo que ahora con todo? Lo miro, y sigue tan animado como al principio. Muy bien. Todo vale, ¿no?

Le doy la espalda y camino hasta la pared, en la que apoyo el arma. Miro a Vilo un momento, sin llegar siquiera a sonreírle. Permanece quieto, atento. Después, desarmada, me vuelvo hacia él, desafiante. Una vez he llegado a un metro de distancia, me detengo.

-Bueno, pues empecemos -invito.

Parecía verdaderamente enfadada. Lo cierto era que estaba en lo cierto, pero no podía evitar seguir sintiendo aquella satisfacción extraña. Era como si, de pronto, hubiese comprendido algo importante. Me sentía lleno de energía.

-Lo siento -aseguré, aún con una sonrisa, más pequeña-. Te prometo que no se repetirá-. Me froté el cuello con la mano, limpiando la sangre que había brotado, y asentí. Era el momento-. Vamos.

Sin embargo... lejos de atacar se alejó. Dejó la espada contra la pared. Era algo extraño.

-¿No vas a usarla? -inquiricé, extrañado.

Miré la mía un momento, y luego a ella de nuevo, algo extrañado. Tras una breve duda la fui a dejar a su sitio.
No la necesitaba para emplearme al máximo. Ella no me había visto luchar sin ella, y quizás aquello llegase a despistarla también.

Cuando recuperé mi posición estábamos cerca, enfrentados. La contemplé.
Tan cerca podía golpearla con...
Podía...

Avancé hacia ella, seguro, inclinándome algo hacia adelante, buscando encajarla con el hombro. Ni siquiera necesitaba embestir con exceso de fuerza: si lograba atraparla me sería fácil dominarla.

Niego con la cabeza.

-No, no voy a usarla -respondo, tajante.

Me molesta un tanto que él deje la suya, sin embargo. Por supuesto, no hay reglas, pero la nobleza indica que la igualdad de condiciones es algo esencial, o algo así. De todas formas, incluso estando ambos desarmados seguimos sin estar en igualdad de condiciones, así que trato de no darle importancia. Simplemente me quedo donde estoy.

Cuando vuelve ante mí, no reacciono. Simplemente lo observo, expectante. A ver esa fuerza descomunal, pues. Me da igual eso o la espada, en realidad. Lo espero. Embiste con el hombro. Con lo fácil que le sería avanzar el puño... Tampoco hago comentarios. Sé lo que me espera. Pese a mi impulso instintivo de hacerme a un lado, me quedo donde estoy, esperando a recibirlo.

Ni se movía. Aquello empezaba a ponerme nervioso.
Mi hombro dio con ella, sin una violencia excesiva, aunque contundente. Los brazos la rodearon, asiéndola para evitar que escapase. Aunque realmente parecía tener pocas intenciones de hacerlo...
Nada más tenerla agarrada, antes de terminar el avance por completo, adelanté la pierna derecha, rebasando la suya, tirando luego hacia mí con ella para desestabilizarla, hacerla perder pie.
Era un movimiento rápido. La haría caer, si no reaccionaba, de espaldas al suelo. Aunque contaba con mis propias manos para acompañarla un momento y disminuir el golpe.

No necesitaba herirla... No me gustaba herir si podía evitarlo, ni a ella ni a nadie. Pero ella...

Si lograba tumbarla trataría de hincar una rodilla en el suelo, bajando apenas un instante por detrás de su caída, para amenazar con los puños plegados, preparado para atacar a la cara.
Simbólicamente...

Si lograba evitar caer y se libraba del agarre... Aquello quería verlo.

Antes de que tenga tiempo de ir hacia atrás por el golpe, me tiene sujeta. Me mantengo firme, estática. Y, sin embargo, cuando pasa una pierna por detrás de la mía y me hace perder pie no puedo evitar mis reflejos y me agarro a su ropa con fuerza. Eso no era lo que quería, pero el caso es que no voy a soltarme ahora. Una cosa es que me tire, y otra que me deje caer yo.

Pierdo igualmente el apoyo de las piernas, con lo que siento un tirón hacia el suelo antes de que estas vuelvan a entrar en contacto con el mismo. Eso provoca que caiga un tanto, aunque no del todo; el agarre a su ropa, por el mero hecho de caer, se hace más fuerte sin que yo lo busque.

No hago más. Solo espero, mirándolo.

Daba resultado. Y reaccionó intentando aferrarse al equibrio, a mí... Pero nada más. No hacía más que aquello.
Apreté la mandíbula un momento, incómodo, lanzando un puñetazo feroz hacia abajo. Pasó junto a su rostro, sin llegar a rozarla, pero arriesgándome a haberlo hecho.

La miré, inmóvil, y lentamente retiré la mano de nuevo.

-Supongo que esto es una crítica... -murmuré, esbozando una sonrisa seca, dejando ir un suspiro.

Desde luego, podía decir que entendía lo que Inger me había dicho siempre de que ella era una guerrera... Quizás sí había sido innoble el haberme comportado como...
Mithos...

No puedo evitar cerrar los ojos con un estremecimiento cuando siento el puño pasar justo a mi lado. Pero no me amilano. Me mantengo donde estoy, quieta, firme en mi propósito. Cuando vuelvo a abrir los ojos los fijo en él, y cuando habla, niego lentamente, seria.

-No es una crítica -replico-. Es una prueba.

Me suelto de la ropa, aún con la vista fija en él, y entonces avanzo un puño contra su pecho. Cuento con la ventaja de que sé que no va a dolerle demasiado. Entiendo que, siendo él contra mí, no es lo mismo. Pero aún así, insisto. El puño busca su cuerpo, y aunque no lleva toda la fuerza que podría imprimirle, es un golpe firme y directo. Yo no voy a pasar a su lado, voy a ir a por él.

-Defiéndete, Rick -reclamo, con el ceño fruncido-. Pelea.

Me sentía algo tenso. Por mucho que quisiese golpearla, no podía evitar contenerme. Porque tampoco hacía falta, ¿no? No era de aquella forma como yo ajusticiaba a los malvados, por lo que todavía menos a ella. No era necesario matar, solo saber defenderse y proteger. Con fuerza se podía detener a alguien sin herirlo.
¿Qué se esperaba que hiciese?

Una prueba. No tenía claro, entonces, qué debía hacer. Desde luego, golpearla en el suelo no parecía una buena idea...

Pero ella sí atacó. Intercepticé su puño con la palma de la mano izquierda. Apreté ligeramente, no para herirla, sino para evitar que se soltase. Y en reacción a sus palabras me vi obligado a retorcer suavemente la muñeca, lo justo para que no se resistiese, tratando de moverla.

Tras un momento suavicé el agarre de nuevo. No... Desde luego la escena, vista fríamente, era algo violenta. Más de lo que lo era de por sí un enfrentamiento...

El puño no llega a su destino. Lo agarra, sin más. No ataca, solo se defiende. A mis palabras, retuerce un poco, y sonrío. No es que me esté haciendo mucho daño, la verdad. Por no decir ninguno. Realmente no parece capaz de hacerme daño. Acabo por suspirar, y bajo el puño cuando lo suelta. Me apoyo en ambos codos, incorporando la mitad superior del torso, y ladeo ligeramente la cabeza.

-¿No? -pregunto. Luego niego lentamente-. Si no vas a hacerme daño, tendrás que asegurarme mejor de que no te haga daño yo a ti.

Me limito a mirarlo, expectante. Tampoco voy a obligarlo a darme una paliza. Ni que quisiera una paliza, Mithos. Pero tampoco puedo permitirme que me tome a la ligera. Ni a mí ni a nadie, en realidad. Porque yo puedo dejarlo estar, pero otros buscarán acabar con él. ¿Tampoco va a pegarles a ellos? ¿Esa espada enorme es solo para cubrirse de golpes? Sinceramente, no me parece el mejor método.

Acabo por dejarme caer de nuevo, tumbada en el suelo.

-No acabo de entender a qué te dedicas -admito.

Bajé la vista, dejándome caer sentado, algo abatido. Visto de aquel modo me sentía algo fracasado. Por supuesto, no quería herirla. Ni a ella ni a nadie... Realmente solo quería justicia. Veía a mi antiguo yo, saltando a por una Alehyss Lester tres años atrás, y no era capaz de repetir aquella furia; no era capaz de lanzarme sin más.

-Ni siquiera fui capaz de partirle la cara cuando me clavó su espada por la espalda -murmuré bajando la vista y la voz, entre pensativo y decepcionado-. Supongo que tienes razón -añadí luego, ya mirándola.

Llevé una mano a su cuello, amagando una suave presión, como amenazando con ir a estrangularla, aunque terminó siendo una caricia, cuando retiré la mano poco después.

-Creo que temo perder el control. Realmente no quiero hacer daño a nadie... Pero pienso que sería muy fácil pasarme sin querer.

Ella se tumbó. Yo me mantuve sentado en el suelo, pensativo, con las piernas cruzadas. Mire un instante al techo, luego a ella.

-Es como si solo pudiese hacer las cosas cuando me mueve una causa -. Me froté la patilla con la mano-. Quiero ser un protector. Supongo que solo busco que lo que haga ayude a alguien a estar mejor. Entonces me daré por satisfecho...

Ya no era "héroe". Ya era solo "protector". Aquello era más creíble.

Lo escucho en silencio. Eso es cierto. Ni siquiera entonces hizo nada. Pensativa, me siento yo también, seria, mirando al suelo. Supongo que puede permitírselo hasta cierto punto. Pero solo hasta cierto punto. Si confía en que puede limitarse a eso, acabará mal. Alzo la vista hacia él.

-¿Sueles perder el control? -pregunto. Niego lentamente-. No sé, Rick. Creo que confías demasiado en tus habilidades. A mí tampoco me gusta herir, pero no voy a dejar de hacerlo si eso supone protegerme a mí misma. Y tú estás más preocupado por proteger a otros que a ti mismo. Acabarás muerto por no cuidarte las espaldas.

Luego callo. Bien pensado, lo veo capaz de interponerse entre un arma y un objetivo con su propio cuerpo. Supongo que eso sería muy noble, según él. Yo considero que es tenerle poco aprecio a la poca vida.

Suspiro.

-Supongo que entonces no me sirve de mucho combatir contigo -apunto.

Vilo, viendo que todo está tan quieto, acaba por acercarse moviendo el rabo. Le sonrío un momento, sin mucho ánimo, y lo acaricio cuando se acerca.

Negué suavemente, con la vista baja, clavada en el suelo como.si hubiese algo verdaderamente interesante que ver en él.

-Realmente no. Antes era algo distinto, creo. Más alocado, más violento, pero con el tiempo me cuesta menos mantenerme firme-. La miré mientras hablaba, y no pude evitar una sonrisa-. Es que me sentiría mucho más honrado protegiéndote a ti que a mí mismo. Aunque tampoco es que quiera morir, claro...

Me froté de nuevo el cuello, inconscientemente. Escocía. Verdaderamente, hubiese acabado conmigo.

¿No le servía? ¿No le servía combatir conmigo...?

-Una más -me oí decir, mirándola serio, con un rastro de súplica en los ojos-. Sé que soy capaz -. Me puse en pie y fui a recuperar la espada, asiéndola, mirándola desde allí-. Puedo hacerlo. De verdad...

Tenía que poder. Era un combate, nada más. Tenía que poder...

Guardo silencio. Si sabe controlarse, no veo a qué viene tanto reparo. Casi lo hace peor, la verdad. Ladeo la cabeza, con la vista fija en él.

-Si ese es el caso, no veo por qué te reprimes -indico-. Casi es peor. Así nunca estarás seguro de ser capaz de mantener el control cuando lo necesites -. Niego, poniendo los ojos en blanco, y hago una mueca-. No creo que puedas proteger a nadie muerto.

Bajo la vista a Vilo, aún acariciándolo, pero vuelvo a alzarla ante su propuesta. Levanto una ceja, mirándolo. Acabo por suspirar y doy un par de palmaditas a Vilo. Le toca esperar un poquito más. Me levanto con él y ambos vamos hasta donde he dejado la espada. Le indico que espere allí. No parece muy satisfecho con la idea, pero obedece.

Con el arma, vuelvo junto a Rick y preparo el arma en posición de combate.

-A ver -invito.

Dicho de aquella forma no podía quitarle la razón. Pero me costaba, de todas formas, enfrentarme a aquella incomodidad extraña. Y, pese a todo, debía hacerlo. Si quería llegar a parecer un héroe al menos, si quería mejorar, tenía que superar la barrera. Por extraño que pareciese, la nobleza parecía estar, por una vez, en tratar de pegar a una mujer...
No...Dicho así no me gustaba.

Los segundos que pasaron entre que se puso en pie y fue a por la espada y volvió a prepararse para el combate los usé para concentrarme. Necesitaba seguridad. No era Lea. Sí lo era, pero podría no haberlo sido. Aquello era solo un entrenamiento, nada más.
Nada más.

-Todo vale -repetí, con un leve asentimiento, apretando la empuñadura de la espada, sintiéndola liviana, pero extrañamente pesada a la vez, en la mano-. Voy.

Era un combate de verdad. Ella era mi rival. Le debía respeto.
Invoqué un flagrare, dirigiéndolo a su cara, e intenté aprovechar ese ataque para lanzarme yo también, acortando distancias, lanzando un corte vertical hacia su muñeca izquierda, sin buscar su cuerpo más allá para evitar que volviese a alcanzarme.
Me sentía algo rígido.

Parece algo más dispuesto, aunque sigo sin estar segura. Entre insistencias y avisos, no suena muy convincente. Pero me limito a asentir, preparada para lo que venga.

Me hace gracia que insista tanto en la ausencia de reglas y lo primero que haga sea destapar sus habilidades secundarias. En fin, sé que no tiene una magia muy fuerte. Pero tampoco me quedo quieta; no tengo especial interés en que su hechizo me lo recuerde.

Sin abrir la boca, me desplazo hacia la derecha, alejándome tanto del hechizo como del que parece ser su siguiente ataque, una estocada hacia mi muñeca. Girando la hoja hacia él, avanzo, dispuesta a aprovechar el mismo movimiento para esquivar y atacar. La hora apunta al lado izquierdo de su torso, dispuesta a morderlo.

Por supuesto, no iba a dejar que aquello la alcanzase. Si dejaba de pensar en aquello como en un peligro para ella resultaba incluso estimulante. Tenía verdadera curiosidad por saber hasta dónde podía llegar.

-Baadha -fue mi respuesta a su ataque.

La mano izquierda, libre, lo invocó para recibir su ataque, aunque aparté de todos modos algo el cuerpo, preparado para reaccionar saltando a la derecha si la barrera no era suficiente.
La seguí volviendo el cuerpo hacia ella siguiendo su avance, mientras tanto. La espada estaba preparada para interceptar un nuevo golpe en caso de necesidad, y en cuanto la tuve lo suficientemente cerca, casi a mi lado, lancé un barrido con la pierna derecha a la suya, buscando desestabilizarla.

Me sentía un poco más activo, más concentrado. Solo tenía que pensar aquello: no era Lea, era mi oponente. Mientras no le diese muchas más vueltas...

Su protección, aunque no muy eficaz, si es suficiente para absorber mi ataque. La barrera se rompe y la espada se detiene. Así que, teniendo en cuenta que he encontrado un bloqueo, la lógica dicta que gire hacia él, buscándolo esta vez con el otro filo, que por el empuje del otro tiende ahora hacia adelante. Así lo hago. Y él detiene el golpe con su propia arma. Desde luego, no puedo permitirme golpes directos.

Otro elemento llama mi atención, y tengo que apurarme y saltar cuando intenta barrerme para evitar que lo haga. Mi única opción para evitar que aproveche mi falta de apoyo es atacar, así que aún en el aire, amago con la hoja izquierda y trato de golpear con la derecha. Cuando vuelva al suelo, trataré de crear algo de distancia. Tengo más alcance que él, así que no me conviene especialmente tenerlo cerca.

Quizás aquella fuese, entonces, una forma de enfrentarme a aquella espada de dos filos. Había dado resultado una vez, por lo menos. Echaba en falta un escudo en el brazo izquierdo, pero no era el momento de pensar en lo que no tenía.

Cuando saltó vi mi momento. Sin embargo, apenas me había impulsado a por ella cuando comenzó su ataque. Ni en el aire se rendía. Lo cierto era que mientras luchaba ganaba cierto atractivo salvaje...

Dirigí mi espada hacia la suya cuando atacó, para interceptarla de nuevo, pero cambió de dirección al instante. ¡Aquello era casi una innoble emboscada! Vaya caos. 
Lo que hice fue invocar un nuevo baadha. Si la había parado una vez quizás volviese a funcionar. Y si desplazaba la espada para cubrir ambos lados le sería demasiado fácil cambiar de lado sin más y atacar al otro.

No podía dejarla ir. No podía detener mi impulso. Necesitaba hacer que retrocediese hasta tener la pared a su espalda.
¡Cuántos malhechores habrían caído acorralados contra árboles! Si conseguía que no pudiese huir no podría ganar.

Parece que he hecho bien en prevenirlo, porque veo su intención de impulsarse hacia mí. No llega a tener la posibilidad, sin embargo, antes de que ataque, así que solo le queda defenderse. De nuevo va hacia la primera de las hojas, dejando libre el otro flanco. O eso creo, porque en seguida conjura un baadha para detener de nuevo el ataque. El resultado es similar a la última vez, como era de esperar.

Por mi parte, aprovecho el freno que supone el escudo, antes de desaparecer, para impulsarme hacia atrás, ganando distancia. Enarbolo entonces el arma de nuevo, amagando a un lado y a otro, y esta vez no ataco en serio hasta el cuarto golpe. Trato de ser rápida para confundirlo. Tengo que aprovechar mi velocidad para suplir mi falta de fuerza. Aunque mantenga una distancia adecuada, no voy a limitarme a retroceder y huir.