Sala de entrenamiento

Hago un esfuerzo por levantar el cuerpo una vez más, utilizando solamente el brazo derecho, y noto como empiezan a temblarme los músculos, obligándome a tensar todo el cuerpo en la subida. He tenido que reacomodar las piernas, abriéndolas algo más para mantener un buen punto de apoyo, y proyectar mi punto de equilibrio algo descentrado, para acomodar el cuerpo a la nueva diferencia de peso entre ambos lados.

Llevo ya un rato haciendo flexiones, como acostumbro desde que empecé una especie de rehabilitación, pero sigo notando la gran diferencia de rendimiento. Noto el sudor resbalando por el cuerpo y aprieto los dientes en una última bajada controlada y una subida en la que el hombro empieza ya a perder tensión. Suelto un último grito de esfuerzo y acabo apoyando las piernas para coger aire. Esto no deja de ser frustrante.

Me recupero un poco, descansando el cuerpo. A pesar de haber tratado de mantener siempre el equilibrio de fuerza en mi cuerpo, siento como mi mi lado derecho fuese mucho más inútil de lo que parecía. Me paso la toalla con la cara y el cuello y estiro un poco para ponerme con otra cosa.

Cojo el cuchillo de cazador con la diestra para empezar con el entrenamiento de combate. Con solo un brazo he perdido gran capacidad de distracción y habilidad en este tipo de movimientos y debo recuperar algo de eso si no quiero acabar muerto en cualquier taberna.

Me acerco a uno de los muñecos y comienzo a golpearlo, con la técnica que solía emplear antiguamente. Lamentablemente la diestra la utilizaba más para cubrirme o asestar golpes sorpresa y ahora me siento desnudo sin poder mantener esa posición de combate. Debo ganar velocidad y contundencia.

Ataco primero con el puño, dejando que el cuchillo sobresalga por la zona del meñique y, con cada pocos golpes de nudillos, cambio el giro de la mano y clavo en alguna zona vital. El cuello, las costillas superiores o bajo la clavícula. Lamentablemente no son demasiado certeros, lo que acaba haciendo que me encabrone. Lanzo una patada al muñeco, cabreado. Menuda mierda.

Me tomo mi tiempo y respiro, caminando por la sala. Tengo que concentrarme y relajarme. Por mí tiraría el cuchillo y que le dieran por culo a todo, pero así no voy a dejar de sentirme como una mierda. Por lo menos podré dormir sin me reviento con el ejercicio.

Cuando estoy más calmado me acerco de nuevo al muñeco y me quedo frente a él. Tengo que centrarme, no puedo hacerlo todo al mismo tiempo y eso es una mierda, pero es así. HAce ya tiempo de eso, pero tengo que pensar como en Caligo y recuperar algo de disciplina.

Decido al fin centrarme en la fuerza. Si por ahora me cuesta adaptar la habilidad será mejor que consiga golpes contundentes, con lo que será mejor que practique para realizar un gran impacto.
Tomada la decisión, respiro hondo y me dispongo a ello.

Primero me preparo y doy un golpe fuerte normal, para medir mis capacidades y trabajar en base a ellas. Es menos de lo deseado, pero hay que empezar por algo. Trato de centrar el golpe y la trayectoria, buscando contraer los músculos sólo en el último momento. Un gran impacto necesita de una gran potencia de arranque y velocidad para luego descargar en seco. Debo controlar bien la contracción para no perder velocidad al mantener los músculos tensos fuera de tiempo. Habiendo repasado esto, comienzo a golpear en tandas, cuando me veo preparado.

Lanzo primero un golpe algo más lento, centrándome en el ritmo de contracción. Primero cojo impulso llevando el hombro y el codo hacia atrás y luego lanzo, tensando el brazo apenas unas milésimas antes de golpear la madera, concentrando el golpe. Nuevamente repito el movimiento, un poco más lento que un puñetazo corriente, cogiendo los tiempo. Relajar, contraer, relajar ligeramente y entonces contraer de lleno, echando la cadera y ligeramente el hombro hacia adelante, proyectando la fuerza hacia el muñeco a través del puño.

Cuando me voy quedando con la mecánica, acelero un poco el movimiento y lo convierto en un puñetazo de rapidez más común, exagerando la entrada con la cadera y la tensión del brazo en el último momento, notando como mi propia mano se lleva un golpe algo más contundente de vuelta. Cojo mas amplitud en el recorrido del brazo y lo lanzo hasta estrellarlo en el muñeco, imaginando que mi brazo es un tronco que trata de demoler una puerta.

Poco a poco voy aumentando aun más la velocidad, hasta convertilo en un puñetazo corriente, pero centrando al puerza y la tensión en ese punto exacto del final para que toda la energía se proyecte sobre el contrario. Al hacerlo con mayor rapidez, a veces pierdo un poco de fuerza de tensión, pero trato de realizar movimientos controlados, como si quisiera que el muñeco estallase al momento de tocarlo.

Cuando empiezo a fallar más los golpes, alterno con los ejercicios iniciales, golpeando de forma más lenta, pero más fuerte, más locaizada, rememorizando la técnica del movimiento y tratando de implantarla en mi cuerpo. Realmente es muy similar al movimiento de lanzarse proyectando la cadera, pero localizado en un punto del cuerpo para que resulte más exposivo.

Al cabo de una hora acabo por dejarlo. No quiero lesionar el brazo que me queda y estoy harto de empezar de cero. Localizar el golpe con el puño está bien para empezar a convertir mi diestra en una herramienta útil, pero tengo que cambiar el ángulo del golpe y también practicarlo con las piernas. Las piernas no será tan complejas, ya que no es la zona principal que debo reeducar, pero tengo que acostumbrarme a mi nueva dinámica.

*entrena y se va*

Todo el entrenamiento era terriblemente frustrante. Por mucho que entrenase no conseguía la fuerza ni la destreza de antes. En cualquier ejercicio todo resultaba más complicado y menos fino, incluso a la hora de hacer acrobacias o posturas de relajación sentía que me fatigaba antes o que no conseguía perfeccionar la técnica. Eso sin hablar de las posturas que ya no lograba mantener.

Me dedico a pegar puñetazos al muñeco, entrenando el gran impacto del puñetazo. Debo concentrar mis recursos si quiero sacar algo en limpio. Y sin embargo no me siento satisfecho.

Lanzo hacia atrás el brazo y me tomo unos segundos para tensar la musculatura totalmente. Aunque ahora resulte rígido lo necesito para notar la energía guardada en el brazo antes de soltarla. Lanzo entonces hacia adelante, algo más lento por el sobreesfuerzo, y golpeo dejando salir la energía hacia la madera, consiguiendo que se hunda algo más de lo normal. Necesito eso pero con rapidez y destreza. El golpe está algo desviado del centro. Gruño con desagrado y vuelvo a cargar el puño hacia atrás, apretando los músculos. Tengo que repetir el gesto bastante para que se me grave a fondo la sensación.

Cuando ya llvo varios intentos, empiezo a meter velocidad, lo que lo vuelve algo más complicado. Echo hacia atrás el brazo, ahora más flojo, y lo lanzo hacia adelante, apretando justo antes de dar el golpe. Consigo soltar algo de energía, pero es menos que cuando mantenía el brazo tenso. Repito el gesto un par de veces, pero parece que voy perdiendo fuerza a cada golpe.

Al final acabo golpeando el muñeco con rabia y desorganización. La ira me tensa tanto que irónicamente parece mejor entrenamiento. Acabo dándole patadas y finalizo un último golpe con un gancho desde la derecha, queriendo desencajarle la cara al puto muñeco. Consigo romper algunas astillas y dejo caer el brazo, dolorido por el esfuerzo y los golpes. Noto palpitaciones en los nudillos. Esto es una mierda.

*se queda*

La muchacha avanza con paso decidido hacia la sala de entrenamiento, como de costumbre. Como de costumbre la forma de andar porque tiene bien claro que no suele dejarse caer por la zona y está dispuesta a ponerle remedio.

Con ropa algo más cómoda que la acostumbrada y decisión en la mirada entra por la puerta y se echa mano al pelo para recogérselo en una coleta y que así el moleste menos.
Antes de llegar a hacer nada ve al hombre que se desquita con el muñeco de entreno y deja su labor, por lo que el pelo vuelve a rodearla como una llama extendiéndose sobre ella.

No esperaba encontrárselo aunque a decir verdad casi parecía un recuerdo lejano. Durante un momento casi titubeó pero al final no dudó en acercarse y por fin encontrar respuestas. No es como si se acercara a él con sigilo, aun estando el de espaldas, pues su forma de caminar remarcaba cada uno de sus pasos de forma rítmica.

Se detuvo a un par de pasos del hombre y lo miró con extrañeza antes de decir nada.

-Hola. -Dijo simplemente, como si hablando más alto fuera a desaparecer.

En cuanto escucho un ruido tras de mí, me giro casi de un salto en posición defensiva y el gesto desencajado. Acercárseme por la espalda en un momento así no es algo de personas precabidas. A punto estoy de lanzar el golpe hacia ella, pero su imagen hace que me pare en seco, como si su mirada me hubiese congelado como decían aquellas historias antiguas.

Llevo tanto tiempo evitando verla y queriendo ignorar su existencia que me había olvidado de que lo estaba haciendo. Y volver a la realidad al tenerla de frente y sin escapatoria no es un golpe fácil de llevar. Llevando la camiseta de asas me siento peor que desnudo ahora mismo y mi primer reacción al volver en mí es echarme hacia atrás, retrayendo el lado izquierdo y cubriéndome el hombro con la mano derecha. Me lo pienso un momento pero, ¿qué necesidad u obligación tengo de estar pasando esta vergüenza mientras me obligo a decir algo?

Tomo aire y echo a andar pasando por su lado como si no fuese más que una ilusión mental a la que debo ignorar para que desaparezca.

Se lo queda mirando cuando se gira. No acaba de acostumbrarse a esa cara aunque ¿cómo iba a hacerlo?
De haber muerto hubiese sido lo mismo, llegados a ese punto la sorpresa de encontrárselo era parecida. En comparación casi ni se inmuta cuando pasa de largo sin hacer ningún comentario. Podía haber llegado a adivinar que reaccionaría así.

Se gira con un bufido y da un par de zancadas para alcanzarlo y agarrarlo del brazo derecho para frenarlo. Bueno, del brazo que tiene. Frunce el ceño y vuelve a hablar con decisión.

-He dicho "hola".

Me dispongo a marcharme cuando escucho cómo viene tras de mí. Pretendo ignorarla en un primer momento, pero noto como me agarra y, aunque tiro un poco para que me suelte, acabo girándome para mirarla con desagrado cuando vuelve a hablar. Doy un nuevo tirón para soltarme del todo y me giro para tenerla de frente.

—No estoy de humor, así que acaba pronto —Le replico, agarándome el costado contrario con la mano derecha. Sigue siendo una forma absurda de cruzar los brazos, pero oh, sorpresa, no hay dónde cruzar nada. Es verdad que no ha venido en el mejor momento, pero aunque estuviese de humor seguiría sin ganas de que me tenerla delante, mirándome.

La muchacha observa cómo se mueve, cómo la mira. Busca en sus ojos intentando ver qué le pasa por la cabeza, aunque si en el pasado no era mucho su tono le indicaba que en esos momentos iba a ser incluso menos. Se echó hacia atrás un mechón que tenía sobre la cara como si lo odiara.

-¿Se puede saber a que viene esto? -Ni si quiera lo dice enfadada, aunque el tono de desprecio se deja entrever. Entorna los ojos para mirarle. Es él, pero sigue siendo otra persona.
No parece que vaya a ser fácil la situación.

Tomo aire para cargarme de paciencia y no marcharme corriendo. Si ya me ha visto y se ha puesto así, no creo que lo haga más fácil en el futuro.

—Creo que no es muy difícil "adivinar" que no estoy en mi mejor momento. Ahora mismo no estoy para compasiones ni valoraciones. Si vienes a preguntar qué tal y a compadecerte, mejor ponte a cuchichear con alguien de lo sucedido —Le respondo, desagradable. La conozco lo suficiente para saber qué busca de la gente o en qué se fija y prefiero ahorrarme sus comparativas y su lamento hipócrita.

La muchacha aprieta los puños pero decide que cruzarle la cara no suavizaría la situación así que regula la respiración para tranquilizarse y procura relajar la mandíbula.

-¿Los golpes contra el maniquí los estabas dando con la cabeza? No te creas que he venido a compadecerme, me he encontrado contigo por casualidad. La última vez que te vi estabas en una camilla más muerto que vivo así que... -Se cruzó de brazos sosteniéndole la mirada. -No debería extrañarte tanto que me acercara después de tanto sin saber de ti. Al menos ahora tengo la certeza de que estás vivo.

Cambia el peso de pierna inclinando también la cadera hacia el lado contrario y sube la barbilla sin dejar de mirarle. No se enfada tanto como le gustaría ya que, de algún modo, tenía que darle la razón. Había pasado por un trauma reciente y era relativamente normal que reaccionase así.
Relativamente.

Suelto el aire con resignación, recolocando la mano en la cadera y mriando hacia otro lado, con cara de aburrimiento para ver si acaba de hablar de un vez.

No le respondo inmediatamente, sino que me tomo un momento para respirar profundo. No va a parar hasta que le haga caso, así que será mejor ahorrar tiempo.

—Muy bien, pues aquí estoy, ciertamente vivo. ¿Qué más quieres? —La miro todavía con algo de ceño, esperando a que hable para saber de una vez qué quiere y acabar con esto. La situación se me hace bastante agobiante.

—Disculpa — Le digo, moviéndome hacia el banco donde tengo la camisa para ponérmela encima. Prefiero estar cubierto.

-Oh, pues un café con leche no me vendría mal...¿Estás tonto? ¿Cómo que "qué mas quieres"? ¿Se puede saber qué te pasa conmigo?

Se muerde la lengua para no subir la voz y comienza a notar tensión en la espalda. Sigue con los brazos bruzados, como apretándolos contra sí misma para contenerse.

-Sí, no sea que cojas frío. -Dice apretando los labios, con algo de burla; es obvio que está incómodo. Lo mira como si con cada mirada lo clavase una lanza tras otra.
Le mira la espalda, perlada por el sudor, mientras el joven va a por la camisa hasta que llega hasta el hueco donde antes estaba su brazo. Aparta la mirada con un bufido, esperando impaciente a que se la ponga y a que con suerte se le aclaren las ideas.