Escalera de caracol

He pasado tanto tiempo dando vueltas y buscando a Massen que no me he parado a ver el tablón, pero eso tiene mucho sentido. Supongo que tendré que tirar por ahí. Aunque siempre tengo al señor Brumm en caso contrario. Él hablaría conmigo sin problemas, estoy más que seguro.

Me vuelvo por completo hacia ella cuando dice lo de Aqua, alzando las cejas. Siento una leve presión desagradable en el estómago. No lo había visto así.

<<¿Quieres que me quede? Si hago falta aquí no me iré.>>

Si le hago falta no voy a dejarla sola, claro. No se me ocurriría.

Alcé la vista hacia él, entendiendo de pronto lo egoísta que había sido mi comentario. Acabé por sonreír de nuevo, aunque no tuviera muchas ganas. ¿Qué intentaba? ¿Hacerlo sentir culpable? ¿Acaso ganaba algo con ello? Negué con suavidad.

-No hay ningún motivo para que te quedes -respondí, conciliadora-. Me gusta tenerte cerca, pero no me parece una razón de peso. Deberías ir a Aqua. Tenías muchas ganas, y Loksass te está esperando. Además, así puedes contarme cómo está. Y hasta algún cotilleo que les oigas. No te creas que los de Ciudad Nevada me tienen muy informada de nada. Con Loksass no había hablado directamente desde hace años, y Leen es un seco y nunca cuenta nada. De Seranne... mejor ni hablemos.

Mi hermana nunca había sido de muchas palabras, al menos desde que nos mandaron a Nevus. Quizá era la que más había cambiado de todos con aquella mudanza. Había sido extraño volver a verla, aunque la había encontrado tan fría como de costumbre. Me preguntaba si le habría dicho siquiera a Leen que me había visto. Dudaba que a él le hiciera mucha gracia enterarse...

Claro. No va a decir que sí. Massen no me retendría ni aunque dependiese de ello su vida si creyese que está intentando quitarme libertades, o algo así. O quizás simplemente no lo haga porque no quiere mostrar dependencia de nadie. Aunque diga que no quiere quedarse sola rechaza la opción en la que te ofreces a quedarte.
Quizás no lo ha pensado. A lo mejor yo quiero que diga "quédate conmigo", o "me ayudaría mucho tenerte". El tan famoso "te necesito" es excesivo.
La ayuda tenerme cerca. Pero eso no es un motivo de peso. Claro.
No lo es.

Yo quiero ir allí a aprender a fabricar un arma. Quiero viajar y conocer Aqua. Lo de tener alguna posibilidad de conocer a su familia se me hace más raro, y más sin ella. Lo vuelve como un asunto más formal, más laboral.

Esbozo una sonrisa. Es lo más apropiado, claro.

<<Trataré de agilizarlo todo, y te escribiré si me encuentro con información tremendamente interesante. La otra la contaré a la vuelta. Pero aún queda para eso. Primero tendré que ir a Ventus. Quizás con los acontecimientos se retrase, pero espero que sea pronto.>>

Sonrío con ánimo.

Me dieron ganas de protestar cuando dijo que limitaría la información que no fuera urgente. No parecía entender muy bien que para mí podía ser bastante más importante que para él. Al final, sin embargo, decidí no discutir. Prefería preguntar directamente en las cartas que enviara que ponerme a discutir sobre lo que me iba a decir y lo que no.

Asentí. Claro, antes iba Ventus. Yo había rechazado aquello. Me daba algo de rabia, pero sabía que era mejor así.

-Entonces te quedarás conmigo entre una cosa y otra -decidí, con una sonrisa suave-. Para compensar el tiempo que vas a estar fuera.

Esperaba que no se lo tomara, de nuevo, como una petición estricta. No quería coartarlo. Pero, por otra parte, no podía evitar pensar que me habría gustado acompañarlo a alguno de esos viajes. Aunque supiera que me esperaban otros encargos en Brontë.

Tomando valor y tratando de ignorar las escaleras, me puse en pie. Tampoco tenía por qué caerme. Ni que fuera tan patosa. No eran más que unas estúpidas escaleras. Y ver a Jun moverse tanto me ponía un poco nerviosa. Lo seguí en sus desplazamientos, con pasos bastante más inseguros y cuidados que los suyos.

Asiento a sus palabras. Por supuesto, eso ya estaba claro. Lo contrario quedaba fuera de toda discusión, creía. No tiene por qué dudar de eso.

<<Espero no estar mucho en Ventus. Quiero verlo, siento curiosidad, pero lo cierto es que tengo más interés por lo que voy a hacer a Aqua>>, admito.

Si aprendo a hacer algo como el arma de Alehyss, si aprendo a llevar mejor a la práctica mis conocimientos teóricos, entonces me sentiría muy satisfecho. Poco a poco parece más posible. Creo que de verdad podría hacer cosas con las ideas que tengo.

Cuando la veo levantarse me detengo para mirarla. La verdad es que estando uno o dos escalones por encima ya vuelve a parecer igual de alta que yo. Más incluso.
Me ruborizo un momento. Se ha generado un silencio algo raro, o quizás soy yo que estoy muy tenso.

<<Más te vale estar cuando vuelva, en ese caso>>, gesticulo con movimientos más lentos.

También lo hemos hablado, creo. Si entre que vuelvo de Ventus y voy a Aqua ella se ha ido a una misión de estas largas a lo mejor sí que se hace difícil que nos veamos. Espero que piense en ello.

Asentí en silencio. De todas formas, tenía que aprovechar lo de Ventus. Yo no me veía capaz de ir tan arriba, así que él sería mi fuente de información. A través de él descubriría si valía la pena contener mis agobios para verlo o no. Pero no iba a decírselo. No quería que me lo vendiera. Quería que me lo descubriera como era de verdad.

Bajé la vista un momento al sentir la tensión del silencio. Tragué saliva, sintiéndome algo incómoda. En cierto modo, tenía su gracia, porque él parecía estar convencido de que a mí me daba todo igual. Pero también lo hacía más difícil, porque no podía decirse que Jun fuese muy cuidadoso. Era demasiado... fácil de leer.

Asentí de nuevo, llegando a sonreír.

-Estaré. Yo también te mantendré informada si pasa algo tremendamente importante. Lo demás lo sabrás cuando vuelvas -respondí, algo burlona.

Aunque llegaba a saberme mal hacer una burla. Me sabía a vértigo, casi tanto como aquella maldita escalera a la que se me había ocurrido subirme. Llevé una mano a la pared, tragando saliva. No estaba para vértigos en aquel momento. Necesitaba toda la entereza que pudiera conseguir.

Pero no lo tenía fácil, y Jun tampoco ayudaba. Mantuve la vista baja, puesta en los escalones que iba descendiendo. No fueron más que un par, pero por algún motivo, me parecieron muchísimos. Cuando me detuve, estaba uno por encima de él. Solo tuve que echar los brazos adelante para rodearle el cuello, en un apretón de ánimo. Aunque no sabía si el ánimo era para él o para mí. Cuando me separé, le busqué los labios con tiento, con la cautela de un depredador escondido, muy suave.

Esbozo una sonrisa tirante en respuesta a su comentario, a su broma. Muy bien, entonces. Espero que no se vaya a un sitio muy peligroso, porque se supone que yo solo voy a hacer un encargo no violento. Pero siendo como es ella a lo mejor me la encuentro con un brazo menos cuando la vuelva a ver.
Por favor, no... Más cosas así no.

La veo acercarse. Es raro, porque me siento como si supiese lo que está pasando, pero al mismo tiempo incapaz de reaccionar para propiciar o evitar nada. No es como si fuese un espectador. Es más como si siguiese buscándole un poco el sentido. Aunque no creo que tenga mucho, bueno.

Cuando me rodea el cuello le echo una mano a la cintura, apoyándola sin mucha firmeza. La verdad es que me da un poco de miedo la situación. No puedo evitar pensar que si ahora se colgase de mí o perdiese pie los dos nos caeríamos por las escaleras. Tengo la sensación de que esa mano floja podría evitar alguna catástrofe del estilo.
No sé...

Estoy nervioso cuando se acerca. Me estoy agobiado. En una vergüenza extraña, una incomodidad extraña. Todo es más fácil cuando Ben no pregunta y cuando no parece que el silencio que se ha formado no va a pesar mucho si decides, de pronto, hacer cualquier otra cosa.

Entrecierro los ojos antes de que llegue. Dejo ir el aire por la nariz  al primer contacto. He estado manteniendo la respiración hasta ahora, al parecer.
Trato de avanzar un poco, pero no sé bien cómo. Corresponder se convierte en un gesto torpe, y no tengo muy claro qué tengo que hacer en un momento como este. Intento adaptarme, acercarme, aunque no me siento demasiado hábil.

Jun era torpe, aunque yo eso ya lo sabía. No resultaba muy estimulante. Más bien, era tierno. Al instante me di cuenta de que no era lo que buscaba, pero no iba a abandonarlo por eso. Sentía las piernas algo inestables, y eso no era demasiado bueno. Por no decir que era de lo peor que podía pasar. Así que me dediqué a guiarlo, con la boca y con el cuerpo. Corregí sus labios con los míos, facilitando sus movimientos y adaptándome a sus intentos, y lo empujé ligeramente hacia la pared de la torre, en busca de un nuevo apoyo.

Me separé suavemente, apenas unos milímetros, mientras dejaba ir un poco de aire. Tenía la sensación de que el tiempo pasaba muy despacio, tanto que parecía irreal. Con la misma suavidad, me acerqué de nuevo, casi más en caricias que en besos, con los ojos cerrados, ayudándolo a moverse, siempre suave.

Tenía la sensación de que aquello no estaba pasando, en realidad, y eso lo hacía todo muy nebuloso.

El contacto me va generando una opresión más y más grande con el paso del tiempo. No sabría explicarlo. La cabeza me da vueltas, pero por tener los ojos cerrados no veo, así que se hace más fácil pensar que la cabeza no me da vueltas.

También los pasos que doy hacia atrás son torpes. Llego a pisar el borde del escalón y casi me flaquea la pierna y nos hago precipitarnos. Al hallar la pared a mi espalda me apoyo, dejando sobre la piedra gran parte de la responsabilidad de mi equilibrio ahora mismo. Parece lo más firme.

No es hasta que se aparta un momento que me doy cuenta de la dificultad de la respiración. Entreabro los ojos un momento, tratando de situarme, y cuando vuelve salgo un poco al encuentro, con algo más de prisa. A medida que pasa el tiempo noto esa sensación: prisa en los pensamientos, prisa en los gestos, aunque puedan no ser muy acertados, o prisa en la necesidad de aire.

La cabeza, liviana, me genera una extraña sensación de mareo. Quizás la toma de oxígeno no es la más apropiada.
Tras todo esto hay una gran sensación de pudor, ahora mismo.

Dejé ir el aire cuando me vino al encuentro, casi con voz. Seguía siendo torpe, así que tenía que adaptarme. Llegué a tomar el ritmo en cierto momento, obligándolo a seguirme. Los roces se centraban en los labios y en la parte más superficial de la boca, sin explorar demasiado más allá. El apoyo de la pared me daba fuerzas que por mí misma no tenía.

Acabé por retirarme de nuevo de sus labios, besando la base de la mandíbula, la mejilla, el cuello bajo la oreja, despacio. Lo notaba ligeramente áspero, y esa idea se me hizo divertida. Dudaba que me llegara a olvidar nunca de aquel pelo invisible que una vez me había querido enseñar. ¿Era aquel el mismo Jun? Parecía que hacía siglos de aquello. ¿Cómo había crecido tan rápido?

Terminé el recorrido apoyando la barbilla en su hombro, con los brazos aún alrededor del cuello, dejándome respirar contra él. Abrí lentamente los ojos, pero encontré solo la pared, así que volví a cerrarlos.

En algún momento dejo de ser muy consciente de lo que pasa. Lo que ella hace supongo que me guía. La puedo sentir, pero más allá de eso siento un temblor y una debilidad que se extiende a una velocidad alarmante. Ni parece que domine siquiera mis propias acciones...

Cuando se aparta de la boca respiro definitivamente, estremeciéndome con el recorrido que comienza, sin tener muy claro el procedimiento de todo esto. Me siento extrañamente vulnerable, desprotegido...
Todo se detiene de pronto. Siento las pulsaciones en los tímpanos y la respiración superficial. Cuando me atrevo a abrir los ojos veo algo borroso. De no ser por la pared creo que me fallarían las piernas.
Alzo las manos, temblorosas, y la abrazo con torpeza, pero con fuerza. No tengo claro si será incluso en parte para que me sostenga un poco.

Intento centrarme en la respiración, en calmarla. En que todo vuelva a la normalidad.

Sentir los brazos rodeándome era un alivio. Dejé ir algo de aire, sujetándome a él con más fuerza, aprovechándome de su fuerza y de la pared para sostenerme. Cerré los ojos hasta fruncir los párpados y busqué inspiraciones hondas, controlándome. No tenía muy claro si había deshecho la tensión o había creado más. Quería sentarme o algo así, pero no quería moverme.

Acabé por hacerlo, pese a todo. Era una especie de deber que tenía. Aflojé un poco los brazos y, sin separarme del todo, me eché algo hacia atrás para tener su cara a la vista. No tenía muy claro qué iba a encontrar en ella, pero sentía cierta curiosidad. Fuera lo que fuera, por algún motivo, no me daba miedo.

Me permití una sonrisa suave, buscando relajar un poco el ambiente, aunque sentía las mejillas algo encendidas. Probablemente, él estaría bastante peor que yo.

Nada más dejarla ir no sé qué hacer con las manos. Abro los ojos y tardo un momento en mirarla, incómodo. Tengo una sonrisa, pero es algo tensa. De esas sonrisas que no puedes quitar aunque quieras. Aunque mejor una sonrisa, desde luego.

Ya sé para qué usar las manos. Para hablar, claro...
Las alzo. Tiemblan un poco. Lo que me faltaba. Ahora no podré ni comunicarme. Tengo que centrarme un poco...

<<A mí no se me dan muy bien estas cosas.>>

Qué incómodo. Al menos no es lo peor que podría decir..., creo. Al menos no he cambiado de tema...

No pude evitar una mueca de disgusto. Le planté el índice derecho en mitad del pecho, firme y acusador. Mi mirada no lo era menos.

-A ti nunca se te da bien nada cuando te conviene -me quejé, aunque dejando un deje burlón para evitar que se lo tomara como un ataque y se encogiera y encerrara en sí mismo. Que era lo que menos gracia me haría en aquel momento-. Nadie nace aprendido. O te retiras del juego o practicas. Pero de excusas, nada.

Le planté un fuerte beso en la mejilla y le tiré suavemente de una oreja, en un gesto cariñoso. Después bajé a su escalón, quedando así por debajo de su altura. Me había entrado una enorme sensación de resolución que sabía que debía mantener para evitar desmoronarme o huir. Le di un golpecito suave con el puño en el brazo.

En realidad, no tenía mucha idea de qué estaba haciendo. Me sentía un poco estúpida.

Me pongo rígido cuando me golpea con su dedo acusador, irguiéndome, haciendo una breve mueca. No obstante no tardo en relajar un poco el gesto, tras dejar ir un resoplido que amaga una risa nerviosa. Porque en eso me resumiría ahora mismo: nervioso. Inquieto. Socorro.

Que ya sé que ha sonado a excusa, pero es verdad. No soy muy hábil. Es patente. No es que me esconda en ello, aunque...

Noto que me ruborizo cuando dice lo del final. Bueno, si puedo más. Entre la inquietud y eso... Al menos ella ayuda un poco rompiendo la distancia. Lo hace más llevadero.
El beso en la mejilla me hace entrecerrar el ojo correspondiente, y torcer la sonrisa, más calmado. Al golpe en el brazo respondo con un toque de nudillo en su mejilla.

No me siento muy inteligente ahora mismo. Querría poder hablar, esta vez. Las personas que hablan son capaces de llenar el silencio con cualquier chorrada sin tener que buscarle mucha explicación.

Termino por acercarme, tras un momento de incertidumbre, a ofrecer un abrazo algo más suave, más breve, torpe. Servirá de desahogo, creo, y es un momento en el que no me siento como si la estuviese ignorando pero tampoco tengo que mirarla y decir algo que resulte apropiado. "Decir".

Jun no parecía mucho más desenvuelto que yo. No sabía muy bien si eso era positivo o negativo. Pues menudo quebradero de cabeza para nada. Que tampoco era el fin del mundo, Mithos. Era culpa suya. Seguro. Por torpe y tímido. Creaba aquel ambiente tan denso.

Me dejé abrazar, acomodándome al gesto. Era agradable, pero empezaba a agobiarme tanto contacto. Nunca había sido muy cariñosa, la abuela se quejaba siempre. Necesitaba algo de espacio o me acabaría ahogando.

Carraspeé cuando volvimos a separarnos, ganando con ello algo de presencia.

<<¿Y si vamos a algún sitio más... estable?>>, propuse.

No tenía muy claro si quería dar un paseo o encerrarme en las cortinas de mi cama, pero sabía que no quería quedarme en mitad de aquellas escaleras tan poco fiables. Y además, necesitaba moverme un poco.

Asiento enseguida a lo que gesticula. Quizás demasiado rápido. Va a parecer que quiero huir de ella, huir de aquí, o algo. Sea como sea, me parece una grandísima idea. Creo que es lo mejor. La mejor idea, sí.

Miro un momento alrededor. Arriba o abajo. Y arriba no es una opción, así que abajo. Bajo un par de escalones, erguido, tenso, y entonces me vuelvo hacia ella. La he dejado atrás. A ver...

Espero a que me alcance. Ahora mismo estoy muy inquieto. Y tengo la sensación de que resultará evidente para todo aquel que se cruce...
Me huelo otra noche sin conseguir conciliar el sueño.

Cenar. Dormir. Esas opciones suenan bien.
O tomar el aire. Tomar el aire.

*se van*

A Ben no le molestaba la lluvia, pero tampoco veía razón para exponerse a ella en un momento como aquel, teniendo un techo tan maravilloso como el de Brontë bajo el que cobijarse. Quizás por eso se había decidido a entrar finalmente, aunque fuese un poco tarde para pretender estar seca. ¿Quién iba a precuparse por mojarse un poco cuando disponía de toallas suaves y una fantástica bañera para entrar en calor?

Como era habitual en ella, se encontraba de muy buen humor, y como era habitual en ella, le apetecía jugar. Pero no había encontrado a su Fif por ninguna parte, ni tampoco a nadie disponible o dispuesto a darle conversación. Ben sabía lo que era estar sola y sabía cómo lidiar con ello, así que tampoco pensaba hacer un drama al respecto. Tenía unas fantásticas escaleras ante las que gastar energía, y unas cuantas ideas sobre cómo hacerlo.

Comenzó por bajar por ellas a toda velocidad, preocupándose de apoyar el pie con precisión en cada escalón para no tropezar. Las escaleras giraban y giraban, pero a Ben eso no le parecía un problema. Y, una vez llegó abajo, comenzó a subir de nuevo. Y se detuvo a mitad de camino.

Extendió los brazos, tratando de tocar el techo. Pero claro, Ben tenía sangre parvus, así que tocar un techo no-parvus no era algo que pudiera hacer tan a menudo. Saltó para tratar de alcanzarlo, pero ni siquiera su sangre aether le permitía llegar tan alto. Así que comenzó con piruetas.

Ben saltaba de escalón en escalón, y buscaba la forma de llegar lo más alto posible. Podía utilizar las escaleras, pero el techo subía con ellas, así que no era una opción tan interesante como pudiera parecer. En lugar de ello, la chica trataba de acomodar el cuerpo en el aire, buscar apoyos que le permitieran llegar más alto, conseguir que el cuerpo respondiera a su insistencia por seguir subiendo cuando la inercia de su salto comenzaba a fallar.

En un momento dado tuvo la sensación de haberlo conseguido. De haber sido capaz de, estando en el aire, impulsarse de nuevo y subir más arriba. Llegó a rozar el techo, estaba segura. Pero, ¿cómo lo había hecho? Siguió saltando, de aquí para allá, pero sin recuperar aquella sensación que le había parecido tener. Sí empezaba a ver cómo funcionaba aquello, o eso le parecía. No era que al saltar encontrase apoyo en el propio aire, era más bien como si encontrara apoyo en su propio cuerpo. Como un muelle. Ella era el muelle.

Pero no era tan sencillo dar con los movimientos adecuados. Y, aunque Ben iba intentándolo, aunque trataba de subir más y más alto, acabó por detenerse al sentir que las piernas le pesaban, que sus saltos tenían cada vez menos energía. En definitiva, que se cansaba.

Bajó entonces de nuevo las escaleras, tratando de forzar su velocidad, negándose a aceptar del todo que se le agotaba la energía. Y, una vez abajo, partió en busca de aquel baño, que tan buena idea le parecía. Bendito palacio.

*Se va*

*se va*

En puntos concretos de los pasillos, cerca de algunas habitaciones concurridas, al pie de las escaleras o donde los pasillos se entrecruzaban también eran buenos lugares donde dejar sus anuncios. Ben colgó uno junto a cada escalera que encontró.


No se sabía la rutina de todo el mundo, pero había que cubrir tantas posibilidades como pudieran.

*Se va*