Jardines (2)

Hace mucho que Kyoti no tiene un chico encima, y de pronto es más consciente que nunca de cuánto lo ha echado de menos. Si antes se sentía flotar, ligero, relajado, poco a poco la situación le va devolviendo la tensión. Solo que es una tensión distinta, movida por el deseo y no por la ansiedad. Es una tensión que disfruta.

Cuando Johan vuelve a besarlo, con evidente ímpetu, Kyoti le devuelve la fiereza, alzando un poco la cabeza para ir a su encuentro. Abandona su nuca para volver a explorar su torso, su espalda bajo la ropa. Su respiración le parece profunda, pero probablemente no pueda serlo tanto, considerando la creciente velocidad.

Gruñe contra su boca cuando siente el roce de su cuerpo contra la pelvis y sube instintivamente a su encuentro, sin brusquedad pero con intención, y una nueva oleada de calor lo recorre. Una mano lo reclama, y tarda más de lo debido en darse cuenta de que se trata de Krista y no de Johan. Se deja guiar por ella hacia su boca y le lame un momento los labios antes de besarla.

Es, al mismo tiempo, plenamente consciente del peso de Johan contra él, y no puede evitar la tentación de igualar ambas manos en sus caderas para presionarlo de nuevo contra su pelvis, en un gesto lento e intenso, dejando ir un sonido gutural contra la boca de la chica cuando siente de nuevo ese contacto.

Beso a Kyoti entre jadeos. Y él me devuelve los suyos propios. Siento mi cerebro nublado. Pero al mismo tiempo soy extremadamente consciente de cada roce, cada movimiento.

El contacto de la rodilla de Ben entre mis piernas es cada vez más presente. Y yo muevo la cadera para aumentar la intensidad del contacto. Voy buscando que crezca la presión.

Entonces noto cómo la chica me desabrocha el vestido para acceder a mis pechos. Las caricias que me dedica me arrancan un par de gemidos más. Mi mano va a su cabeza para pedir que el contacto sea más firme. La agarro del pelo con suavidad animándola a que siga. Me dejo disfrutar de este placer un momento.

A pesar de lo mucho que me cuesta, le aparto la cara de mi pecho para besarla apasionadamente. Y la muevo para que se incorpore un poco y hago lo mismo. Me quito por fin el vestido, de manera que quedo solo con la ropa interior inferior. Después me quedo sentada y aprovecho para devolverle los besos que ella me dio antes por el torso. Tras lo cual me dedico a recorrer con la lengua la piel de su pecho. Sobre todo los pezones, en los que voy alternando besos y caricias más firmes con la lengua.

Entregado a los gestos del flamma, pero harto de tener ropa por el medio, Johan aprovecha un momento en el que Kyoti se acerca a Krista para alzarse de nuevo. Sin dejar de ejercer una presión en la pelvis del flamma al que este contribuye, se deshace del jersey, dejando su torso al aire fresco, que parece helado en comparación con la piel de Kyoti. Deja que este lo atraiga, comenzando un movimiento sugerente, sin poder evitar sonreír al verlo reaccionar desde arriba.

Él mismo está acelerado, y lo nota, aunque con el bizcocho y lo que ha fumado es como si a la vez flotase.

Contempla un instante el contacto entre el flamma y la chrysos, sin dejar de moverse de forma cada vez más evidente. A esas alturas ya nota con suma claridad lo que tiene debajo, a través de los pantalones. Cuando se le acaba la paciencia, tira de la ropa de Kyoti hacia arriba también, pero termina por concentrarse en desabrochar los botones sin demasiado cuidado y, una vez abierta, se pega a él, juntando los cuerpos.

Las manos del chico de fuego están realmente calientes, pero nada que ver con el resto de su cuerpo. Aunque Johan ya no tiene claro dónde empieza y termina el calor de cada cuerpo.

Tras un primer contacto general, comienza un recorrido con los labios y la lengua, terminando en el pezón derecho de Kyoti, en el que deja un suave mordisco antes de alzar la vista para mirarlo con gesto divertido.

Ben estaba pasándoselo muy bien con aquello. Kris resultaba ser muy expresiva, y pocas cosas había más divertidas que tener compañía expresiva en la cama. O en la hierba, en aquel caso. Pero pese a que, en principio, estaba dejando que Ben la tocara como quisiera, acabó por rebelarse contra aquello y buscarla ella.

Ben se incorporó con la chica cuando ella lo hizo, y sintió cómo su mente bailaba un momento ante el movimiento repentino. Veía a Kyoti y a Valter al lado, enzarzados, y no pudo evitar el impulso de recorrer con una caricia la espalda del segundo, que había quedado desnuda.

No tuvo mucho tiempo para pensar en ellos, de todas formas, porque Kris tampoco le estaba dando tregua. Jadeó, dejando ir la voz con el aire, cuando empezó a tocarle el pecho, contraatacando con sus propios métodos. Ben la atrajo contra sí, buscando más de ese contacto, al tiempo que avanzaba un poco la rodilla para no perder ese contacto.

Acabó, finalmente, por tomarle la cara entre las manos y alzársela para volver a besarla, con profundidad, con ganas, con más rapidez que antes. Dejó que una mano explorase su cuerpo, sus hombros, su pecho, su vientre, viajando hasta la poca ropa que le quedaba, buscando también tocarla por debajo de la misma.

Ben no sabía qué hora era, pero sentía que tenía toda la noche por delante, todo el tiempo para tocarla a ella, para tocarlos también a ellos, si encontraba la ocasión y, por supuesto para dejarse tocar.

Kyoti siente que ningún contacto es suficiente. Cuanta más piel queda al descubierto, más consciente es de que quiere recorrerla toda, acariciarla, probarla. Por suerte, Johan demuestra las mismas intenciones, desnudándolos a ambos. Kyoti aumenta constantemente el contacto con la pelvis, en movimientos insistentes, y cada vez que lo hace, se le escapa la voz, tensa, desde la base de la garganta.

Cuando él le aparta la camisa y se pega a su cuerpo, Kyoti se hace hueco con las manos por debajo de sus pantalones, buscando el contacto directo con las nalgas. Aprieta los dientes, dejando ir el aire por la nariz, cuando comienza a recorrerlo con la lengua.

Lo está mirando, y Kyoti lo mira también. Mantiene una de las manos donde está, asegurándose de mantener el contacto de cadera, y lleva la otra al frente, entre sus cuerpos. Siente su propia rigidez, pero no es la que busca. Desabrocha el botón del pantalón de Johan para darse espacio y comienza a acariciarlo, sin cortar el contacto visual, con la boca entreabierta.

Avanza, entonces, a volver a besarlo. Se siente inundado de sensaciones. Siente una extraña liberación, y el contacto es un desahogo que lleva mucho tiempo sin disfrutar. Siente que podría prenderse y arder. Besa a Johan como si quisiera devorarlo, como si no tuviera la paciencia para esperar a sentirlo más cerca y al mismo tiempo quisiera alargar este momento tanto como sea posible. No esperaba esta resolución cuando empezó la noche, pero aunque pudiese pensar en absoluto en este momento, no se le ocurriría una posibilidad mejor.

*Fin de escena*

Estaba molido, pero contento.

Al final habíamos sido capaces de reparar el tejado a tiempo y ya no habría más goteras. La tormenta había pasado, pero si llegaba otra no habría problema.

Llevaba la capa calada sobre los ojos y no había invocado un flagrare porque la lluvia me lo apagaba. Estando tan cerca de Brontë, al menos, las luces del interior del palacio se proyectaban sobre los jardines y me dejaban ver con claridad. El farol se me había quedado sin aceite hacía tiempo y había tenido que hacer una buena parte del camino entre tropiezos y guiándome a medias por mis recuerdos y por lo poco que dejaba ver la escasa luz nocturna.

Me apoyé contra un muro, cubriéndome, y suspirando. Necesitaba un momento antes de entrar. Originalmente aquello no era nada. Un pasatiempo. Una... forma de sentirme mejor. Algo mío. Pero se había vuelto importante, muy importante. Y empezaba a sentirme mal por no compartirlo. Porque realmente me sentía como si estuviese... mintiendo.

¿Pensaría Lea, como Ben, que había algo oscuro detrás de mis desapariciones...?

Tomé una magdalena de la cesta que llevaba en el brazo derecho y le di un bocado. Aquello tampoco hacía falta...

*se queda*

Voy trotando por los jardines, bajo la lluvia. Ya llevo un buen rato así, con esperanzas de gastar suficiente energía para poder dormir. Un día más en el que llego a la noche estando demasiado inquieta. Siempre he tenido este problema, pero desde que estoy en Brontë me pasa más a menudo. Supongo que será porque hay infinitos estímulos entre guerreros, hechizos, fiestas... Bueno, justamente la noche de la fiesta dormí genial. Un poco tarde, eso sí. Una sonrisita se me escapa al recordarlo.

Llevo los ojos encendidos para poder ver bien. Y cuando estoy pasando por una zona cerca de la entrada veo a una figura encapuchada contra un muro. Parece que lleva algo en las manos. Qué sospechoso. A una parte de mí le preocupa que sea un bandido o alguien con malas intenciones. Aunque sería muy estúpido por su parte, este palacio está lleno de guerreros.

Por lo que pueda pasar, apago los ojos. Saco la cadena y me acerco con cautela. No le quito la vista de encima a esa figura.

- ¿Quién está ahí? -pregunto proyectando la voz, seria.

Una voz me hizo detener mi boca, que masticaba el postre con deleite. Aquella voz... No estaba seguro de si me sonaba. Fruncí un poco el ceño. Estreché los ojos, tratando de diferenciar algo en la oscuridad, pero solo veía una figura borrosa demasiado lejos como para reconocerla y... un brillo metálico: un arma.

Apreté la mandíbula y aferré con fuerza la cesta de magdalenas. Todo podía ser un arma si uno era lo suficientemente diestro.

-¡Guarda tu arma! -bramé, con el ceño fruncido-. Soy un guerrero de Brontë. ¡¿Cuáles son tus intenciones?!

¿Se había acabado, acaso, la época de calma?

Su respuesta me coge totalmente por sorpresa. Por un momento me intimida. Pero no suelto la cadena. Y no lo haré hasta que esté segura de que no es alguien peligroso.

- Ah, pues... Yo también soy guerrera de Brontë.

Aunque si de verdad es un guerrero, se comporta de manera muy sospechosa. ¿Por qué se esconde entre las sombras?

- N-no voy a soltar el arma hasta que muestres tu cara. -por algún motivo tartamudeo ligeramente. Tampoco me da tanto miedo, solo me pone un poquito nerviosa.

Ahora que ya me ha visto, enciendo los ojos de nuevo para alumbrarle. Necesito comprobar que es quien dice ser.

Pues tampoco era una sorpresa que dijese aquello. Por un lado, cualquier sospechoso diría aquello, ya que estábamos en Brontë y todo el mundo sabía que había guerreros. Por otro lado, era fácil imaginar que un guerrero caminase por los jardines. Como yo. Pero, ¿por qué había sospechado de mí? Aquello era lo verdaderamente sospechoso.

-¡Mostraré mi cara si me das tu nombre!-. Bueno, qué demonios-. ¡Quiero decir que claro, mostraré mi cara!

Di un paso adelante y vi dos focos de luz generarse en un punto. De verdad que los chrysos tenían una buena ventaja injusta. Al menos aquello Resoplé, negando, y me eché a reír.

-¡Por el amor de Mithos, Kris!-. Me bajé la capucha, risueño-. No deberías increpar a la gente en medio de la noche de esa forma. Es sospechoso. Aún te vas a llevar algún susto...

La figura sospechosa da un paso y se descubre. ¡Pero si es Rick! Dejo ir una carcajada.

- Perdona, perdona. Es que te comportabas de manera sospechosa. Agazapado entre las sombras, con la cara tapada. -le digo divertida, mientras enrollo de nuevo la cadena.

La verdad es que ahora que sé que es él me parece evidente. Nadie tiene ese tamaño. ¿Cómo no me di cuenta? Río un poco más. Más por liberarme de la tensión que porque me haga gracia. Voy hacia él.

Al acercarme veo que lleva una cesta. Cada vez entiendo menos qué está pasando.

- ¿Qué es lo que haces, entonces? Si es que puedo preguntar -lo observo curiosa.- ¿Eso son... magdalenas? -tuerzo la cabeza, visiblemente confusa.

¡¿Sospechoso yo?! Si estaba lleno de buenas intenciones. Me salían por los poros.

-¡Llevaba la capucha porque llueve! -exclamé, no enfadado ni ofendido, pero suficientemente intenso como para dejar claro que me afectaba que me llamasen sospechoso-. Y simplemente me recosté contra un muro para no mojarme tanto. Iba a entrar en breves-. La señalé con la zurda-. Y tú... ¿Crees que la forma correcta de ver si alguien es peligroso es acercarse y preguntar quién va?-. La verdad era que sonaba como lo que habría hecho yo, sin duda-. Si hubiese sido un enemigo que no te hubiese visto, pues... te habría visto. Bueno, visto no, porque no hay luz. ¡Pero sabría que estás ahí!

Aunque, claro... atacar por sorpresa era bastante indigno. No podía decir que no estuviese de acuerdo con lo que había hecho Kris. Quizás lo prudente hubiese sido esperar un poco, observando. Aunque... No sabía realmente cuánto tiempo me había estado observando.

Bajé la vista a la cesta que llevaba colgada del brazo derecho y asentí, risueño.

-Verás, venía del pueblo. Me han dado una cesta entera de magdalenas porque... tenía mucha hambre. A estas horas, y sin cenar... ¿Quién no?-. Me eché a reír. Quizás era un poco exagerado-. ¿Quieres una? O dos-. Metí la mano en la cesta y le puse dos directamente en las manos-. Toma dos.

Sospechoso yo. Lo que había que oír.

Las palabras de Rick me duelen un poco. Igual es la forma en la que habla. Pero la verdad es que no le puedo quitar razón. No sé lo que hago. Si realmente hubiese sido un bandido sería mi primera vez enfrentándome a alguien de verdad. Y lo peor es que no sé cómo debería haber actuado. Supongo que me he emocionado con lo de estar aprendiendo a luchar y nuevos hechizos y me he olvidado de que soy solo una novata.

Agacho la mirada. Pero intento que no se note la decepción en mi expresión.

- Lo siento. Actué sin pensar realmente en qué podía pasar. Si vuelvo a estar en una situación similar, ¿debería quedarme escondida viendo qué hace esa persona? ¿O quizás avisar a alguien más experto? Mantenerme alejada no me parece una buena opción, ya que eso le daría vía libre a la persona a hacer algo malo si es su intención. La verdad es que no tengo muy claro cómo debería actuar -le miro con una sonrisa de disculpa.

Ni siquiera me da tiempo a pensar en el motivo tan raro que me ha dado para tener una cesta llena de magdalenas. Porque de repente tengo una en cada mano. No puedo negar que tienen buena pinta. Pero con la lluvia se van a estropear y eso no puedo permitirlo. Me las meto en el bolsillo de la sudadera.

¿Qué podía decirle? A fin de cuentas, yo siempre había sido de los que actuaban primero y preguntaban después. Ya en mi adolescencia, en Ignis, cuando pateaba culos en las calles de la ciudad. O cuando pateaban el mío.

¿Cómo había hecho para vivir tantos años?

-Pues depende del caso. Si es sospechoso pero no ha hecho nada, quizás observar. O preguntar, pero solo si sabes que podrás hacerte cargo de las represalias. Hace años hubiese dicho que lo justo es arriesgarse, porque ese es nuestro trabajo. Pero con el tiempo solo puedo pensar que no quiero que vuelva a morir nadie. Así que la precaución es necesaria salvo que realmente se trate de un caso extremo-. Y los que menos tenían que morir eran los pobres novatos, que aún tenían tantas esperanzas y sueños por cumplir-. Brontë es bastante seguro. Hay líderes y muchos guerreros. En una misión las cosas cambian, pero aquí tienes un poco de margen para ser precavida. Es mejor que des el aviso si crees que los problemas son serios.

Aunque si era un problemilla, no pasaba nada por intentar resolverlo, creía.

Le miro seria. Quiero demostrar que no me tomo nada de esto a la ligera. Sé que puede llegar a ser peligroso formar parte del ejército de Brontë. Y sé que es posible que haya vidas que dependan de mí en algún momento. Lo único que puedo hacer ahora para asegurarme de que lo haré lo mejor posible en el futuro es escuchar, observar y aprender.

- Entiendo. Te aseguro que tendré en cuenta tus palabras -le respondo con expresión segura.

Al menos tengo la suerte de contar con gente maravillosa que no tiene reparos en enseñarme. Le sonrío, concluyendo ese tema.

- ¿Entramos? No quiero que se estropeen unas magdalenas que tienen tan buena pinta -hago un gesto con la mano hacia la cesta.- Por cierto, qué amable la gente del pueblo, que te regalaron tantas solo porque estabas hambriento, ¿no?

No me resulta convincente su explicación, pero si no me dice nada no le voy a preguntar directamente. No soy quien para meterme en sus asuntos.

Verla mirarme de aquella forma me hizo sonreír. Parecía tomarse las cosas verdaderamente en serio. Me gustaba Kris porque, aunque acabase de llegar, tenía voluntad.

-Todos aprendemos con la experiencia. No te preocupes.

Asentí a su propuesta de entrar después. No tenía motivos para quedarme allí fuera, bajo la lluvia, con aquellas magdalenas esperando a que otra persona me confundiese con alguien misterioso y sospechoso. Porque yo no estaba haciendo nada sospechoso.

-Bueno, verás... Es que hace un tiempo estuve viviendo en el pueblo -le expliqué, mientras caminaba con ella hacia el interior-. Al final tengo amigos por allí. Y bueno, siempre que alguien necesita una mano...

*se van*