Lago

Cuando oí esa voz mi cuerpo se tensó y tragué saliva.- Mierda... sin tan solo...- Miré a Arpa que estaba a un metro.- Tsk, otra vez, igual que cuando Silvanus...- Fruncí el ceño.- Ey...esa daga...- Miré hacia abajo y distinguí la daga del piscis.- Silvanus...- Pensé y cerré los ojos un momento. Los abrí y sopesé mis posibilidades, Arpa estaba a un metro, pero aún tenía mi cuchillo en la mano derecha, cosa con la que el piscis no contaba. Cerré los ojos y conté hasta tres en mi mente.- Uno...- Agarré el cuchillo fuertemente.- Dos...- Sentí las terminaciones nerviosas de mis alas.- Y tres!- Dejé caer la flecha de mi mano izquierda para distraer al chico y con un ágil movimiento propio de mi especie, abrí mis alas, con lo que chocaron contra el cuerpo de Silvanus y con el cuchillo aguanté la hoja de su daga, alejándola de mi cuello.

Con un movimiento rápido, me puse de cuclillas y di una vuelta de 360º, con lo que me zafé de su cercanía y volví a tenerlo frente a mí. Además, gracias a mi posición pude acercarme más a Arpa, unos escasos 30 cm. pero al menos era algo. Miré mi arco de reojo y luego volví a centrarne en el chico rubio que tenía delante.- Así que ahora te dedicas a atacar por la espalda eh?- Le prgeunté todavía en mi posición defensiva.

Sus alas me golpearon y caí hacia atrás de culo.
Ella se zafó de mí rapidamente, acercándose a su arma... cada vez más cercana.
Tragué saliva

-No, perdona- puntualicé levantando mi dedo índice y cerrando los ojos en posición de sabiondo- yo NUNCA ataco por detras, solo a las bestias y a Inger, pero a nadie mas: si quisiera luchar contigo, te lo habría dicho de frente, además, tengo la mano mala: lo sabes, por lo que sería absurdo luchar contra ti en estas condiciones- me levanto- olle y tu desde cuando tienes una daga? ¿no te llegan las diez que tienes en los dedos, buitre?- digo intentando picarla

Fruncí el ceño ante su explicación.- Pues que yo sepa ponerle una daga en el cuello a alguien cuando está descansando no es muy deportivo que digamos...- Murmuré mirando su mano.- Sí, la mano mala...- Sonreí débilmente.- Lo que pasa es que a éste le da palo enfrentarse a mi... Já! Pues lo lleva claro.- Pensé.- Los niños, por muy tozudos e infantiles que sepan tienen que aprender a cumplir sus palabras.

Escuché su pregunta y con un suspiro me incorporé y apoyé la mano en la cadera.- Toda protección es poca.- Dije seriamente-Sobre todo en los tiempos que corren, te recuerdo que estamos metidos hasta el cuello en esta guerra...-Le recordé.- Además, no pretenderás que afile mis flechas con mis garras.- Le dije levantando una ceja.- Porque eso haría que la punta de una pasara a la otra y no solucionaría nada...- Me agaché y guardé el cuchillo en mi bota derecha.- Además, no se pude tratar esa madera con mis garras, si tuviera el mínimo error partiría la flecha en dos, y esta arsenada.- Señalé el carcaj que tenía colgado del hombro con mi pulgar.- Es demasiado valiosa como para que se rompa una flecha, pero supongo que eso no lo entenderías...- Mientras hablaba me agaché nuevamente y recogí mi arco y lo examiné, parecía que estaba intacto.- Sólo faltaba que Arpa se estropeara...- Pensé.

Una vez tuve el arco perfectamente ajustado a mi cuerpo, me acerqué a Silvanus un par de pasos y le tendí una mano para ayudarlo a levantarse.- Qué haces ahí tirado?- Le pregunté reparando en su posición por primera vez.

-Oggghh, por dios, Thamerlein... que aburrida eres... pareces mi tia Gladis...- entocnes me ayuda a levantarme.¿que qué hago? pues tu sabrás ¿quizás porque tus apéndices emplumados me han tirado?- entonces me levanto y le froto los hombros- traaaanquiiiiila, mujer, tranquila: mira: si nos morimos, pues mira: ya nos queda el trabajo echo, total... nos vamos a morir tarde o temprano... ¿que mas da? es decir: ¿que mas dá que se rasque tu arco? ¿que mas dá que se te rompa una flecha? son cosas materiales la fin y al cabo, no?

Fruncí el ceño, mis alas, eran mis alas, no apéndices...

-Cómo puedes habalr de la muerte tan ligeramente?- Le pregunté un poco enfada.- Este niño no... no tiene ni idea.- Pensé mirándolo de arriba a abajo.- Silvanus, esto no es un juego. Es la guerra.- Cerré los ojos.- Sé que voy a morir, sé perfectamente que algún día me llegará la hora, pero no pienso malgastar mi vida quedándome de brazos cruzados cuando personas inocentes están muriendo.- Empecé a gritar sin darme cuenta.- No pienso perder ni un instante en bajar la guardia y perder una mínima posibilidad de salvar a mi pueblo.- Extendí el brazo y señalé todo.- Este mundo, este mundo precioso en el que vivimos va a morir, y yo pienso evitarlo, así que aunque muera en el intento, voy a utilizar lo que me queda de vida para darlo al máximo y evitar que todas esas persona simportantes para mí... no, que todos eses seres vivos mueran, uno tras otro por culpa de sabe dios que cosa!- Miré a Silvanus fijamente.-Estamos en guerra, y es una guerra que no va a ser fácil que no va a acabar así como así, pero todos los que estamos aquí estamos por un propósito común, puede que haya cosas secundarias, no lo sé, pero yo, por mi parte, no pienso regalar mi vida tan fácilmente.- Finalicé bajando el volumen de mi voz.

Entonces el chico cometió un error. Instintivamente agarré a Arpa y apreté la mano derecha en torno a su empuñadura.- Cosas materiales?- Siseé con los ojos cerrados.- Estás llamandolos simplemente cosas materiales?- Cerré los ojos fuertemente y tuve que contenerme para no darle una bofetada.- No tienes ni la menos idea...- Murmuré antes de abrir los ojos.- Este Arco.- Cogí a Arpa y se lo enseñé.- Este arco y estas flechas ...- Señalé mi carcaj y empecé a aumentar el volumen de mi voz.- Estas "cosas materiales" son lo único que me protegen. Son lo único en lo que puedo confiar cuando estoy sola. Y no sólo eso, tambien son...- Me quedé callada, las lágrimas querían saltar de mis ojos así que me dí media vuelta para que Silvanus no me viera y me froté los ojos con mi antebrazo.- Déjalo, no lo entenderías...- Murmuré.

Con cada palabra que Thamerlein daba, sentía una espinita que se clavaba en el fondo de mi corazón, como si una piedra machacara mi alma como si fuera un caracol.
A mi punto de ver, ahora mismo Thamerlein era la persona más valiente y noble del casitillo... jolin: menudos objetivos se marcaba. Increíble... y pensar que yo había venido aquí por el mero egoismo de no seguir viviendo mi vida... como si de unas vacaciones pagadas se tratasen. Bueno, también tenía ganas de aprender y esas cosas... pero si... mi profe de música siempre decía que había que aprender del que se te sienta al lado... pero hasta la fecha, nunca lo había echo... quizás tendría que aprender un poco de la chica que tenía "sentada a mi lado"...

Entonces me dí cuenta de que mi comentario sobre su arma le había afectado... quizás en exceso. No dije nada, solo la abracé: estaba a punto de romper a llorar: era un imbécil, no paraba de meter la zoca ni un minuto... Silvanus: eres idiota.

-Perdon- dije con un sollozo. ¿porqué tenía que ir solucionando mi vida con lloros?

Sentí que unos brazos me rodeaban y me mordí el labio. Con un sollozo se disculpó, quizás había sido muy dura, pero era la mera realidad, no me iba a disculpar porque eso era algo que le tenía que entrar a Silvanus en la cabeza, no estábamos aquí para vivir bien en un súper castillo y gozar de buenos servicios, no, estábamos como... somo si fueramos objetos, ahora mismo, éramos la baza del reino, su carta de triunfo.

Me separé de Silvanus sin querer ser muy ruda y apoyé una mano en su hombro.-No hace falta que te disculpes, tampoco pretendo que sigas mis ideales.- Dije.- Simplemente quiero que sepas lo que nos depara ahí fuera, lejos de la protección de los muros de este castillo.- Me quedé en silencio y lo miré a los ojos llorosos.- Y no llores.- Sonreí débilmente y le toqué la mejilla.- Tampoco tienes motivos para hacerlo.

El cielo se había oscurecido lentamente hasta llegar al negro oscuro del que estaba teñido ahora. Cerré los ojos una vez más y disfruté de la brisa veraniega que me llegaba, una brisa que esperaba que en un futuro trajera paz.

-Ya... ya lo se... entonces pensé en las bestias y la abracé mas fuerte- es decir... lo que más rabia me dá es que no sabemos que pasa: no sabemos nada... los líderes no están estudiando? pues que cuelguen sus avances en un tablon, o algo asi... así sabríamos a que enfrentarnos, ¿no?

hice una pausa...

-Tham... tengo miedo... ¿tu no?

Asentí a lo que dijo.- Eso pienso yo también...- Murmuré.

Entonces dijo que tenía miedo y me preguntó si yo también lo tenía.- Sí, y es... es incómodo tener esta sensación encima, pero no podemos hacer nada por evitarlo. Simplemente, intenta taparlo con recuerdos felice sy esperanzas, y te será más llevadero.- Le dije.- El miedo... no es algo a lo que haya que temer, simplemente hay que aprender a vivir con él y a sortearlo.

Nos quedamos en silencio y yo miré el cielo, no sabía si sería buena idea implicarlo tanto en esto, pero... podría elegir, y al fin y al cabo él estaba en esta guerra por algo, así que me decidí y hablé.- Silvanus... estoy intentando averiguarlo.- Le dije.- Estoy intentando averiguar contra qué luchamos, qué es "eso" tan temido que puede destrírnos a todos en un momento. Ya te dije qu eno me iba a rendir, y si caigo caeré en la batalla, pero hay que conocer bien a un enemigo antes de enfrentarse a él, y puesto que los lídere sno nos dicen nada voy a averiguarlo por mi cuenta.- Lo miré a los ojos.- Eso era lo que hacía ayer en la bilbioteca, creía haber encontrado la repsuesta, pero era una mera ilusión, no tengo nada. Parece que nada similar sucedió en toda la historia de Mithos... Y me parece extraño.- Cerré los ojos y suspiré.- Quieres ayudarme?- Le pregunté.- No te estoy obligando, eres libre de decidir si quiere spasar a un papel más importante dentro de este ejército, pero creo que sólo entrenando no llegaremos a nada...- Murmuré.

-Es tarde...- Murmuré echándole un último vistazo al cielo.- No hace falta que respondas ahora, piénsatelo vale?.- Di un par de pasos y me paré en seco.- Yo...- Giré el cuerpo y lo miré con una sonrisa.- Me alegro de haber tenido esta conversación contigo Silvanus.- Me giré y me fui.

*Se va*

Después de que terminara de hablar se fue, pero yo no pude articular palabra... todo lo que decía Thamerlein... era tan adulto, tan sensato, tan responsable... todo lo que me faltaba a mi... yo me daba cuenta y me gustaría remediarlo.
Me quedo pensando en su proposición... si los líderes, que son 7, mucho mas listos y experimentados que nosotros, con un alcance de conocimiento que nosotros no tendremos, puesto que ellos tienen libros que están en la sala de reuniones y lugares prohibidos para nosotros... ¿como ibamos a averiguar algo? Un momento... ESA NO ES LA ACTITUD! PIENSO PONERME A BUSCAR INFORMACIÓN YO TAMBIÉN! VOY A AYUDAR A THAMERLEIN! SI! ¿porqué? PORQUE SOY SILVANUS KETTLEBURN!


-Si... asta mañana... supongo...- no quise decirla nada sobre su proposición porque sino parecería que era un impaciente y que tomaba decisiones a la ligera... ya se lo diría mañana.
Ante su último comentario, esbozo una sonrisa enorme y me río. -A mi también me ha gustado.

Entones se va.

"Bueno... ya es tarde... debo volver" pensé mientras me dirigía al palacio con fuerzas renovadas, ya que tenía ganas de ponerme a investigar para darle una sorpresa a thamerlein... ya me había colado una vez en la sala común de los líderes una vez... ¿por qué no volver a hacerlo? seguro que encontraba jugosos libros que no encontraría en la biblioteca

*se va*

Llegué al lago, con una toalla en las manos. Había decidido acercarme aprovechando que no estaba cansada y que era de noche (si era de noche, nadie aparecería y, en caso de aparecer, nadie me vería).

Al llegar, dejé la toalla colgada de la rama de un árbol y me desvestí (hasta quedar en ropa interior). Colgué la ropa en el mismo sitio donde había dejado la toalla. Me acerqué a la orilla, mojé los pies, y me adentré en el lago. Luego comencé a nadar con tranquilidad.

*se queda*

Llegué al lago con intención de tomar un poco de aire fresco para tonificar los atractivos músculos que me conformaban. ¡Cuál fue mi sorpresa al tropezarme con una toalla en medio de la nada! Pero yo era un hombre inteligente, por lo que apenas me llevó diez minutos darme cuenta de que, si allí había una toalla, debía de haber alguien tomando un baño.

Olisqueé la toalla como buen sabueso y sonreí.

- Fémina...

Gustaba de ver féminas desnudas. Era, quizá, mi pasatiempo favorito. Así que decidí espiar un poco, y para no ser descubierto me excondí tras un mattorral. Encendí un flagrare y me puse a buscar alguna sinuosa figura en el agua.

*espía*

FdR- Como es tonto se nota...

Estaba nadando alegremente cuando vi una luz entre los matorrales. Arqueé una ceja y retrocedí. Fruncí el ceño y me cubrí con ambos brazos. Me pregunté quién sería (y qué haría allí, claro. Aunque esto último no sé si quería saberlo o no, la verdad).

- ¿Qu... Quién anda ahí...? - pregunté, lo suficientemente algo para que la persona (o ser) que estuviese allí escondida pudiese escucharlo y responder.

FdR. Tontos los dos, you know.
Sí, mis posts son taaan largos. Taaan completos. Taaan Taaaan.

Fruncí el ceño con furia al escucharla. Apreté el puño a la vez que me ponía en pie, alzando la voz a grito:

- ¡¡ESO!! -. Miré a ambos lados, mientras mi cabello despeinado y juvenil oscilaba al viento, otorgándome esa frescura que me caracterizaba y que me hacía irresistible a todos-. ¡¡¡¿QUIÉN ANDA?!!! ¡¡¡ESPIAR A UNA MUJER QUE SE BAÑA, ESPECIALMENTE EN MOVIMIENTO, ES DE LO MÁS FEO QUE HAY!!!

Desde luego, había gente de lo más innoble en ese castillo. ¡¡Seguro que se trataba de la puta de Lester!! Le pegaba tanto espiar a mujeres bañándose... Y pintarle la cara a la gente. Cómo la odiaba...

Menos mal que allí estaba yo, el caballeroso Rick Dehnel, hijo del no tan caballeroso pero sí un poco Reick Dehnel, para cuidar de aquella indefensa muchacha desnuda.

¿Quién podía saber qué recibiría a cambio de mi protección...?

Y ese alguien era... Rick. Lo supe no sólo por el tono de voz, sino por los gritos que pegaba y por lo que decía. De todas las personas que conocía en Brontë, Rick era el único (o eso creía) que podría ir gritando esas cosas por ahí. Y también era el único que no se daría por aludido por una pregunta así (a pesar de que la pregunta iba dirigida a él).

Me pasé una mano por el cuello y suspiré. Me pregunté si Rick se habría dado cuenta de que era yo quien había hablado, aunque una parte de mí me decía que no.

— ¡Rick! ¡¿Qué demonios haces ahí... escondido?! — pregunté —. Soy, por si no te habías dado cuenta, Inger... ¡Pero esa no es la cuestión! — Fruncí ligeramente el ceño —. La cuestión es que haces ahí escondido...

¿Escondido? ¿Qué insinuaba? Me llevé una mano al pecho sentidamente. Aquello era una ofensa para un noble taaan noble como Rick Dehnel, Reick Dehnel y también mi abuelo.

- ¡¡Yo no estoy escondido, Inger!! -expliqué a gritos para que me oyera-. ¡Estoy velando por tí!

Mira que pensar que alguien como yo podría estar haciendo algo tan soez, obsceno y... ¿Estaría en tetas? Ya la había besado dos días, así que debería ir pensándose el subir el nivel de excitación de nuestros encuentros si pretendía que no perdiera el interés. Yo era un hombre noble y cariñoso, pero es que las necesidades físicas de uno son ineludibles y...

- ¡¡¡¿Vienes aquí un rato a hacer cosas, In?!!! ¡¿Eh?! ¡¿Eh?! ¡¿Eh?!

Lo mejor era ser directo.

Me sonrojé levemente, y fruncí ligeramente el ceño.

— Pues estarías velando por mí escondido... — murmuré, desviando la mirada.

Me crucé de brazos. Di un par de brazadas hacia la orilla. Escuché lo que decía Rick en silencio, al tiempo que me sonrojaba más. ¿Qué demonios...? Boqueé.

— ¿Huh...? ¿Qué...? — Fruncí el ceño. Me sonrojé más —. ¿Cómo que...? — Clavé la vista en el agua —. ¡¿Cómo que a hacer cosas?!

Lo miré (desde lejos, evidentemente). Desvié la vista.

— De... De... Define... Cosas... ...

Clavé mi mirada en el agua. Por supuesto, lo que quería saber era si hablaba de hablar o no. Nada más.

FdR. xD Claro, nada más.

¿Que definiera cosas? Por favor... ¿Por qué me preguntaba aquello?

Me rasqué la barbilla mientras trataba de poner en orden mis ideas. Era más complicado de lo que parecía. Además, según tenía entendido, para que la definición fuera correcta no podía contener la palabra definida.

- Pues a veer...-. Comencé-. Cosas es cuando es algo, ¿sabes? O sea... Puede ser un objeto, que le llaman una cosa, o una acción. Hacer cosas como cantar, luchar contra el mal... Y también puede ser así como el despectivo para algo. "Mira esa cosa"... O cariñoso. "¡Qué cosita!". No sé si me explico bien, pero creo que soy claro.

Sonreí.

- Pero yo hablaba de cosas sensuales/sexuales/no aburridas/barra.

Arqueé ambas cejas. ¿Por qué estaba definiendo cosas? Vale, yo se lo había pedido, pero sabía que era una cosa (aunque, tenía que admitir, no sabría definirlo. Y, si probaba a hacerlo, mi definición sería similar a la suya). Negué varias veces y nadé hacia la orilla. Cuando salí del agua, me acerqué hacia el sitio donde había dejado la toalla y me cubrí con ella.

Miré a Rick de reojo. Me sonrojé.

— Sé lo que es una cosa, que lo sepas. — murmuré —. Yo me refería a eso último que has dicho...

Le di la espalda.

¿Lo último que había dicho? ¿De qué hablaba ahora? Es que... Realmente, no la entendía.

- ¿Te refieres a lo de la barra?

Pero me negaba a explicarle lo que era una barra. No eran horas, y sus propblemas lexicosemánticos no eran asunto mío. Así que opté por hacer una de esas cosas que tanto excitaban a las mujeres. Lo tenía pensado al cien por cien. En diez segundos caería desnuda a mis pies.

- Inger... ¿Quieres hablar de emociones?-sonreí-. Yo te escucho.

La cuenta atrás comenzó.

Sonreí y le miré de reojo.

— Tampoco me refería a lo de la barra. ¡Sé lo que es una barra...! — Ensanché la sonrisa —. ¿Quién te crees que soy...? ¿En serio crees que no sé lo que es una barra? ¡Me ofendes, Rick Dehnel!

Me pasé una mano por el pelo (que, evidentemente, aún tenía mojado). Me giré y lo miré.

— ¿Quieres tú hablar de emociones...? — Le devolví la sonrisa —. ¿Eh? ¿En serio te interesa que te cuente mis emociones, Rick Dehnel?

Arqueé una ceja y crucé los brazos.

La escuché en silencio. Al fin y al cabo lo que iba a hacer era escucharla, no hablar, así que no tenía por qué responder a cada uno de sus comentarios. bastaba con sonreír heroicamente y asentir cada poco para dar a entender que la escuchabas mientras pensabas en cosas completamente dispares que poco tenían que ver con ella.

- ¿Yo? ¿De emociones? -. Por suerte regresé a la conversación justo a tiempo-. Claro que sí. Me gusta escuchar a las chicas como un buen confidente y/o amigo. O lo que quieras que sea...

Lo que quisiera con derecho a roce y sin compromiso, claro.

Lo escuché en silencio. ¿En serio quería hablar de emociones? No le pegaba demasiado. A él le pegaba hablar de cosas como la nobleza y heroicidades varias, que era, a fin de cuentas, de lo que hablaba siempre.

Esbocé una pequeña sonrisa, y me pasé una mano por la nuca.

— Bueno... — Di un par de pasos hacia delante —. Si quieres escucharme, podemos hablar... — Me pasé la mano por el cuello —. Po... Por ejemplo... ... ¿Qué opinas de mí? ¿Eh? — Miré al suelo —. O... — Abrí mucho los ojos y alcé el tono de voz —. ¡¿Cuántos años tienes?! O sea... A ver... Es una curiosidad. Pensé que debía saberlo por... ... ¡Porque sí! ¿Por qué no saberlo? A ver... Imagínate que va a ser tu cumpleaños en unos días, tendría que comprar algo, ¿no...?

Me pasé una mano por el pelo y sonreí.

— Responde si quieres... Eh...

Me eché a reír.

- ¡Noooo! No va a ser mi cumpleaños pronto. Pero, por si sigue interesándote, tengo veitiuno -. Sonreí sacando pecho. Era tan atractivo que me costaba convivir con mi mismo cuerpo y concentrarme en el día a día-. Y de ti...

Me paré a pensar. ¡¡Incluso alcé los ojos al cielo para dar más sensación de pensar a la estampa!! Finalmente le sonreí ilusionado.

- Eres muy maja, Inger. Es más... ¡Muy pero que muy maja!

Eso sí que la iba a poner contenta, desde luego.

Escuché su risa y ensanché la sonrisa.

— ¡Veintiuno! ¡Uno menos que mi hermano! — Le miré —. Y... Tres más que yo. — Puse voz grave —. Qué vergüenza, Rick Dehnel... ¡Mira que ir por ahí besando a jovencitas! ¡Quéee vergüeenza!

Dejé escapar una ligera risa.

— Es broma... Eh... O... O sea... No me importa ni nada...

Me pasé una mano por el cuello. Le escuché en silencio. Lo miré, sonriente y con la ilusión casi pintarrajeada en la cara. Di un par de pasos hacia delante.

— ¡Yo también creo que eres majo! O... O sea, muy majo, sí... — Me pasé una mano por el cuello, ligeramente sonrojada —. ¡Y divertido...! Y... Y eso...

Ensanché la sonrisa.