Lago

Tras media hora de buceo y exploración de las profundidades del lago, mis pulmones me pedían aire a gritos, así que emergí al fin y tomé una fuerte bocanada. El frío me golpeó en la cara. No había dejado de nevar, más bien se había intensificado. Contemplé la nieve caer con una sonrisa y miré al frente. A lo lejos, el pequeño islote en mitad del lago parecía pintado de blanco. Era curiosa la cantidad de veces que había estado en aquel lago, y que ni una vez hubiera explorado aquel montículo de tierra. Sin embargo, teniendo en cuenta que cuando iba al lago, iba con intención de estar en el agua, tenía cierto sentido que nunca me hubiera dedicado a pasear por allí.

Comencé a nadar a espalda, dejando caer sobre mí los copos. Aquella actividad me relajaba muchísimo. A lo largo del invierno, me había contentado con utilizar los baños o las termas para estar en contacto con el agua, pero ya no resistía estar tanto tiempo lejos de una gran masa de agua. Así, mientras nadaba, empecé a hacer planes para ir al río o volver al lago, ahora que se acercaba la primavera. Además, cuando hiciera un poco mejor, tendría que llevar a Nagore y quitarle aquel miedo tan tonto al agua.

Al rato de estar paseando, escucho un ruido en el lago y me dirijo al lugar con apremio pero cautela, sacando el kunai que escondo a mi espalda y poniéndolo frente a mí mientras me aproximo desde una distancia prudente.

Cuando llego al lugar, a pesar de que la noche ya limita mi visión, puedo diferenciar como un cuerpo femenino se mueve por la superficie de las aguas. La impresión hace que de un paso atrás al tiempo que noto como mis mejillas se encienden ligeramente. Miro al suelo y frunzo el ceño, llega un momento en la vida en la que un hombre debe conocer los secretos femeninos y éstos no deben ser objeto de disturbio para su mente.

Tras tomar aire y manteniendo el ceño fruncido, vuelvo a mirar al lago por si acaso se trataba de algún tipo de ilusión producida por un enemigo. Pero allí seguía aquel cuerpo de mujer, moviéndose por las aguas y sin dejarme diferenciar claramente su rostro. ¿Sería una sirena? ¿Una bruja de las aguas? ¿Acaso estaba allí para atraer a hombres que a estas horas de la noche tenían el pensamiento acalorado y la guardia baja? Una de las cosas que más había aprendido en el poblado era que mujeres e hijos son las peores trampas para la guerra de sexos.

Al final decido acercarme poniéndome la máscara para parecer más feroz y manteniendo el kunai en alto. Doy un salto y me coloco en la orilla.

—¡Tú, sirena o arpía! ¡Si buscas perturbar la conciencia en este lago no voy a permitírtelo! —Grito a la mujer que se dedica a nadar dulcemente entre las aguas, generando una visión bastante bella e intensa para un piscis.

Todo mi cuerpo se tensó de pronto y me coloqué de forma vertical, mirando a mi alrededor. En la orilla, una máscara me miraba. Una máscara que me resultaba tremendamente familiar. Me zambullí rápidamente, sintiendo cómo mis mejillas se encendían. No me podía creer que me hubieran pillado con la guardia tan baja. Que él me hubiera pillado con la guardia tan baja.

Sin embargo, esconderme no era una opción, y yo lo sabía. Por lo que había entendido de sus gritos, no debía haberme reconocido, pero si de verdad me tomaba por un peligro, y siendo como era, no era descartable que entrase en el lago a "deshacerse de su enemigo". Y yo sabía que eso empeoraría aún más las cosas. Tomé una decisión.

Llevé la mano a mi pelo y solté todas y cada una de las trenzas. Por su longitud, una vez suelto, podía ocultarme tras él sin problema. Emergí de nuevo, y con rostro serio, avergonzada pero intentando mostrar una cierta rebeldía, preocupada por mi dignidad, me acerqué a la orilla hasta estar suficientemente cerca como para que me reconociera. Aunque era casi de noche, aún había un poco de luz.

-Hola, Follow -saludé, para que mi voz le ayudase también a identificarme. Lo último que quería era que entrara en el agua él también.

Ante el primer movimiento de la extraña me adelanto un par de pasos, mojando mi calzado para observar dónde se ha metido, pero veo que simplemente se ha quedado quieta bajo el agua.

—¿¡Qué pretendes!? ¡¡Debes saber que soy un guerrero experimentado!! ¡¡Iré por ti si no piesas sal-...!! —Pero antes de terminar con mis amenazadores gritos veo como la mujer o, más bien, chica, sale del agua con el pelo suelto, al igual que una de esas mujeres del pantano e interpongo mi kunai con la punta hacia ella, algo nervioso por su actitud, pero muy alerta.

Pero cuando habla, en lugar de sonar como algún tipo de monstruo marino, suena exactamente igual que la piscis del sur y, tras abrir mucho los ojos de la sorpresa, doy unos pasos hacia atrás, impresionado y nervioso. Ha salido del lago tan tranquila, mostrándose así con su pelo suelto y sus cosas de mujer y sus membranas de piscis humedecidas. ¿Era aquello una forma de despistarme? ¿Pretendía que observase sus atributos para que la valorase como madre de mis hijos? ¿Era eso, me estaba esperando? ¿Entonces debía mostrarme yo también? No, no, seguro que el destino tiene otro tipo de explicación.

Todavía algo nervioso, recupero la compostura y guardo el kunai con un carraspeo y mirando hacia otro lado, con las mejillas algo cálidas de nuevo, ocultas tras la máscara. Carraspeo un momento.

—Hola, Massen del sur, no esperaba encontrarte a estas horas —Explico con la voz más áspera que puedo. —Deberías... No es seguro estar despojado... de un arma a estas horas y fuera del palacio —Continúo, tratando de parecer tan sereno como habitúo. —Ya nos veremos en una situación más propicia —Me doy la vuelta. Lo cierto es que deseo dar un salto y echar a correr para aliviar la situación, pero debo mostrarme firme y me retiro con paso lento. La piscis del sur es muy joven, pero su cuerpo empieza a ser engañoso...

La oscuridad estaba de mi parte y me ocultaba un poco, además de que había dispuesto mi pelo para ayudar en eso también. Suspiré, entre aliviada y exasperada. Al menos me había reconocido, aunque la situación era de lo más incómoda. En seguida encontró una excusa cualquiera para alejarse y desentenderse de la situación. Menudo cobarde. ¿Y aquel era el gran ninja Follow?

-Por lo menos, podías tener el detalle de pasarme mi ropa -comenté, en un tono bastante recriminatorio, señalamdo la roca sobre la que había dejado mis cosas. Me crucé de brazos y bajé la vista. Menuda situación más estúpida. Ahora no se podía ni ir a nadar al lago-. No esperaba encontrarme a nadie aquí en un día como hoy -murmuré, pensando que no toda la culpa era suya.

Cuando me dispongo a irme me pide que le pase la ropa y frunzo el ceño para luego mirar hacia atrás. No creo que yo haya sido el causante de su situación y pensaba que, después de una situación así, lo que más desea una mujer es que un hombre desconocido deje de verla si no es por una razón de peso. Sin embargo, me dirijo a su ropa y la agarro para luego ponerme ante ella y extender el brazo con las prendas en la mano.

—Podrías tenerla más a mano y no ser tan poco precavida. Tienes suerte de que no sea una bestia —. Reprocho su comportamiento y sus palabras, manteniéndome en mi posición. Oscurece y su actitud puede más que su práctica desnudez contra mi honor.

Escucho su comentario por lo bajo, al menos parte de él. Y sobreentiendo su queja.

—Hay mutitud de personas en este lugar y no todos temen al frío —Comento con cierta sequedad. Veo como la nieve se deposita en su cabeza y suspiro ligeramente por ser tan descuidada.

-Gracias -murmuré, poniéndome la camiseta. Un nuevo escalofrío. Mi ropa estaba empapada y helada. Salí del todo del agua para ponerme los pantalones y me escurrí el pelo, para luego echármelo sobre la espalda.

Follow seguía hablando, con su habitual bordería. Suspiré, frotándome la cara con las manos.

-Sí, ya lo sé, tienes razón -concedí-. Claro que puede aparecer cualquiera. Pero tampoco es la primera vez que vengo, y nunca han aparecido bestias. La única vez que vi animales peligrosos en ese bosque fue hace año y medio. Y si viene alguno peligroso, es tan sencillo como quedarse en el agua, supongo.

Me sacudí la nieve de la cabeza. Sí que estaba nevando con fuerza. No recordaba que hubiera nevado tanto el invierno pasado. Miré a Follow. Sabía que no estaba de buen humor, pero no pensaba darme por aludida.

-¿Sueles venir mucho por aquí? -pregunté con total naturalidad-. Yo no he vuelto desde el otoño pasado.

Me estremecí. La última vez que había estado en el lago me había encontrado con Aren. ¿Por qué tenía que volver a acordarme de eso ahora?

La chica me da la razón mientras se viste, pero parece que más bien pierdo el tiempo con mis palabras. Me mantengo en silencio, si no quiere escuchar y aprender no merece la pena que diga nada.

Pretendo irme una vez se ha callado, pero vuelve a hablar para preguntar. ¿De verdad es necesario? Niego con la cabeza y bufo un poco para luego pones los brazos en jarra.

—Depende del recorrido del día —Decido a responder, aunque tampoco es algo que considere importante. Miro el lago y de nuevo a ella.

—Este es como cualquier lugar de Brontë, no deja de ser una cárcel de madera y piedra —Respondo, mirando como los árboles alcanzan a cercar el gran lago que imita un lugar libre.

Me quedé mirándolo un momento, sin entender.

-¿Qué quieres decir con una cárcel? -pregunté, confusa. Me parecía muy extraño que tuviera una visión tan negativa del lugar, y más aún que alguien tan... ¿salvaje? como él hubiera decidido "encerrarse" por voluntad propia.

Estornudé y me froté la nariz. No iría a coger un resfriado... ¿Tan desacostumbrada estaba ya a las temperaturas de Aqua? ¿Cómo era posible que me cogiera el frío? Pero así era, y no me quedaba más remedio que admitirlo.

-Creo que voy a ir yendo hacia el palacio -comenté-. ¿Vienes, o prefieres quedarte un rato más por aquí?

No respondo a la chica cuando pregunta lo de la cárcel, no lo veo necesario. Pero sí miro como esturnuda con lo que su siguiente afirmación no fue ninguna revelación. Asiento.

Voy a irme por donde he venido, pero me pregunta si deseo acompañarla. Miro un momento a mi alrededor y me quedo mirando de nuevo a los límites del lago y me aparto la máscara hacia atrás, pensativo. Luego vuelvo a mirar a la piscis.

—Está bien —Digo con gesto firme pero tranquilo. Dejo que encamine los primero pasos y luego me dedico a seguirla sin llegar a ponerme a su altura.

Llegué al lago con mi bismontañera (una graciosa forma inventada por mí de decir bismonte y compañera) a mi lado.

-¡Como bien sabes, Telma, no podré entrar en Palacio hasta que mi nobleza sea restaurada! Por ello, empezaré por restaurar mi olor.

Antes de acabar, Telma ya chapoteaba en el agua contenta. No aguardé un segundo, dejé mi ropa andrajosa a un lado y me lancé a las cristalinas aguas del lago. ¡¡QUÉ BELLOS RECUERDOS TRAÍAN A ESTE MENDIGO!!

Chapoteé y me froté un rato. Pronto empecé a entonar, feliz por mi nueva vieja limpieza.

¡¡SI NO FUERA MENDIGO
SERÍA MARINERO!!
ASÍ TODOS LOS MARES PODRÍA SURCAR.

¡¡SI NO FUERA MENDIGO
SERÍA COCINERO!!
PARA PODER MIL MANJARES PREPARAR.

PERO SOY MENDIGO,
NO VALGO, NI TENGO
UNA SOLA MONEDA
PARA ALMACENAR.

POR ESO NO PUEDO
COCINAR MANJARES
NI EN GRANDES BARCOS
NAVEGAR POR EL MAAAAR.

Paseaba por los exteriores de Palacio cuando escuché el rumor de una voz familiar. Movida por la curiosidad, y con una pequeña sonrisa dibujada en los labios, me fui alejando de la zona del bosque en la que me encontraba para buscar el lugar del que provenían los ahora cánticos (Rick, el dueño sin duda alguna de la voz, estaba cantando en ese momento).

Siguiendo la desafinada cancioncilla, llegué al lago, pero, en vez de adentrarme en la zona, me escondí tras unos árboles ligeramente azorada. Rick, aparte de estar cantando, también se estaba lavando en el lago. Me pregunté por qué no entraba a Palacio para ducharse ahí, pero luego pensé en nuestro último encuentro y supuse que no se atrevía (o no quería) entrar dentro de Palacio en sí y que prefería estar fuera.

Asomé la cabeza por detrás del tronco del árbol que me cubría y volví a observar al flamma. Parecía más delgado y tenía el pelo más largo. Me pregunté qué tal estaría. ¿Cuándo había vuelto? ¿Llevaba mucho tiempo aquí? ¿Tenía pensado entrar en Palacio o no...?

Sacudí la cabeza y clavé la vista en el árbol que me ocultaba. Durante unos segundos pensé en saludar al flamma, pero luego descarté la idea. También pensé que podía esperar a que terminase para hablar con él, pero volví a rechazar la idea. Finalmente, decidí que lo mejor sería dejarle solo, porque... Bueno. Si yo fuese él, me resultaría violento que alguien estuviese detrás de un árbol mientras me aseo. Así que me aparté del árbol y di media vuelta, dispuesta a seguir con mi paseo por el bosque. Mientras me iba, pensé en lo mucho que me alegraba que el flamma hubiese vuelto a Brontë.

*se va*
pd. Ex husbaaandoooooOoOoOoOoOo

Mientras me aseaba sentí un escalofrío. Miré a todos lados. ¿Alguien me espiaba? Pero no vi a nadie en la penumbra.

Bajé la mirada al agua turbia y oscura por la noche. ¿Cómo iba nadie a espiar a un mendigo? ¿Y cómo iba a ser alguien tan infame como yo capaz de notar esas presencias, como si tuviese poderes? Seguramente no había sido más que una sombra de mi presente, acercándose.

En voz baja, entristecido, terminé la canción que cantaba a pleno pulmón, volviéndose esta no más que un susurro.

Pero soy un mendigo
sin nombre ni patria,
no me queda nada
por lo que luchar.

Una vez fui hombre,
ahora ya ni sueño
con aquella lejana
sombra de mí alcanzar...

Telma chapoteaba feliz.

Me hundí en las aguas, triste.

Había decidido no volver al palacio todavía; ya casi había pasado un día a la intemperie. Su indumentaria seguía siendo la misma: unos pantalones, una cinta en la cabeza y los puños de acero fuertemente aferrados en sus manos. Después de aquel tiempo de supervivencia, se sentía revitalizado y los recuerdos que volvían a él le hacían mantener una sonrisa en los labios.

En sus andanzas por el bosque, llegó al lago. Era un lugar en el que apenas había estado, y la vista del agua, probablemente helada, le hizo ensanchar aún más su sonrisa. Un hombre y un bismonte estaban en el agua. Se preguntó si sería un nómada. En cualquier caso, necesitaba beber algo (hasta entonces había dependido de la nieve) y, de paso, podía acercarse a conocer a aquel hombre.

-Buenas noches -saludó en voz lo bastante alta para hacerse oír por el otro, mientras se acercaba a la orilla.

Me volví hacia la voz. Parecía que sí había alguien al fin y al cabo.

Escudriñé la oscuridad; no podía ver bien de todo al extraño.

-¿Quién va? -pregunté con voz potente, dando un paso adelante, pero pronto cambié de actitud-. Es decir... Espero que no le moleste que un humilde mendigo y su compañera se den un baño en estas aguas, señor.

Lo de interactuar todavía era complicado. Telma continuó chapoteando.

La respuesta lo extrañó, y frunció el ceño, confuso.

-Corbin ad Falace...Faldice -se corrigió inmediatamente, maldiciéndose interiormente.

Decidió, ya que su interlocutor no podía verlo y él tampoco lo veía demasiado bien, convocar un clair ëm yäk en mi mano derecha, que mantuve tanto tiempo como pude para iluminarnos a ambos.

-Tranquilo, compañero -respondí a sus humildes palabras-. Eres libre de bañarte cuanto quieras... -miró un momento al bismonte (que, supuso, sería hembra)- con tu compañera. Aunque el agua no parece muy adecuada para un baño, hace demasiado frío... ¿Puedo conocer tu nombre?

El destello de claridad me hizo saber, por lo menos, su raza. ¿O acaso sería un chrysos disfrazado? No sabía por qué, pero no me agradaban nada esas asquerosas luciérnagas.

-Gracias por permitirme el baño, señor Corbin -. Hice una leve reverencia-. Mi nombre es Rick Deh... hijo de...

Bajé la vista al agua. ¿Qué hacía dando un nombre que ya me era del todo ajeno?

-Soy Mendigo, pero puede llamarme Rich. O Rick. O como más le guste.

Asintió, todavía confuso. No entendía muy bien a aquel tal Rick, o Rich, o como fuera. No hablaba como un mendigo, a pesar de que parecía intentar parecer uno. Nunca se había topado con un personaje tan estrambótico en su vida. Aunque, para los años que tenía, no había estado con demasiada gente nunca.

-Rick está bien -aseguró, con tono amable.

Se agachó junto a la orilla y tomó con su mano libre un poco de agua que se llevó a la boca. Mientras tanto, se preocupaba por mantener activo el hechizo, pero éste acabó por apagarse. Se levantó de nuevo y convocó otro, para facilitarse la visión.

-¿Buscas el camino a Brontë? -preguntó al hombre, pues no se le ocurría otro motivo por el que alguien pudiera acercarse a aquella zona.

Negué varias veces, enérgicamente.

-¡No, no! Para nada. Yo ya sé dónde está Brönte... Digamos, Señor... Que regreso a buscar algo que he perdido... No sé si me entiende.

Miré su silueta, que a ratos era iluminada por sus hechizos.

Telma nadaba muy lejos de nosotros.

Asintió con la cabeza, creyendo comprender. Sin embargo, sólo comprendía a medias. ¿A quién se le ocurría buscar algo en un lago a aquellas horas de la noche? Así no había quien encontrase nada. Dio un par de pasos más, introduciendo sus pies en el agua, y sintiendo un escalofrío que le recorría la columna.

-Puedo ayudarte, si quieres -me ofrecí-. Aunque encontrar algo en el lago a estas horas, tal vez no sea lo más adecuado. ¿Por qué no esperas hasta mañana, amigo? A la luz del sol será más fácil encontrar lo que buscas. Mis hechizos pueden servir de luz, pero no tienen punto de comparación con la luz del día...

Intentaba ser razonable. Si aquel hombre pasaba la noche en el agua acabaría con un ataque de hipotermia, tal vez incluso muerto. De día no haría mucho más calor, pero al menos la búsqueda no sería tan complicada...

-Por cierto, no me llames señor, Rick. Corbin está bien. Señor me hace sentir viejo, y yo aún no me considero como tal...

Cuanta palabrería. Desde luego, aquel tipo tenía que ser muy listo o algo así para hablar de aquella forma. Me rasqué la cabeza confuso.

-No, no... Lo que busco no es algo físico... Es un pancepto. Ya sabes. Una cosa que no es real, pero sí lo es, solo que no la puedes tocar, sino que la sientes.

Apoyaba mis palabras asintiendo, una y otra vez.

-Y por eso no lo busco en el lago, sino en todas partes y en ninguna, y a todas horas, esperando el momento para lograrlo.

Fruncía el ceño, intentando captar el significado de cada palabra, pero aún así el discurso le resultaba confuso. No tenía muy claro si el problema era suyo o de su interlocutor, pero empezaba a preocuparse.

-Entiendo... -dijo finalmente, aunque solo entendía a medias-. Y... ¿puedo saber qué es lo que buscas, Rick?

Cuanto menos, aquel tipo resultaba entrañable. No parecía muy avispado, pero sí sincero y convencido. Corbin no podía esconder su sonrisa, aún cuando temía que el otro se lo tomara como una burla.

Me retiré el pelo mojado de la cara. Debía cortármelo pronto, solo que los mendigos no se lo cortaban, sino que esperaban a quedarse calvos o a que estuviese tan largo que se rompiese por el peso, así que mejor no me lo cortaría.

Telma nadó hacia la orilla y se sacudió. Se puso a comer hierba.

-Yo... Podría decir varias cosas... Pero digamos que por ahora busco mi nobleza. Si tienes algo de licor para calentar mi cuerpo, o algo semejante, y comida con la que llenar mi panza, te contaré mi breve historia de mendigo.

Así era, o eso me habían dicho. Los mendigos intercambiaban favores por historias apasionantes.

Corbin rebuscó en los bolsillos de su pantalón, pero apenas sí encontró un par de frutos verdes de bastante mal aspecto.

-Llevo varios días fuera del palacio -explicó-. Decidí hacer un entrenamiento de supervivencia. No tengo gran cosa...

Miró al hombre, entrecerrando los ojos. Algo de todo aquello le escamaba, y no quería dejar pasar la oportunidad de escuchar una buena historia.

-Sin embargo, podemos ir hasta allí. Serás libre de proveerte de todo cuanto desees. Tal vez incluso esa nobleza que buscas te aguarde en aquel lugar... -comentó-. Desde luego, no me gustaría perderme esa historia. Y tú necesitas un buen abrigo si quieres sobrevivir hasta la primavera...

No era el más indicado para hablar, pues su indumentaria no correspondía a sus palabras, pero ni siquiera se daba cuenta de ese detalle.

Negué rápidamente con la cabeza, salpicando todo lo que me rodeaba.

- No, no, no, no, no, no, señor... No. No puedo entrar en el palacio todavía. No soy digno de ello, y por eso duermo entre paja, o entre hojas, aguardando a poder serlo. Si quiere hablar conmigo, Corbin, deberá hacerlo fuera, pues mis pies no deben pisar ese suelo todavía. No es el momento, señor, no.

Realmente no podía mostrarme ante Inger todavía, sin ser digno de sus ojos, o de dirigirle la palabra, o de mirarla... Más sucio que un perro.