Claro del bosque

Esbozó una sonrisa al recibir el agradecimiento. Aquello era más de lo que Zacharyas esperaba obtener cuando fue a palacio. Él creía que se encontraría con muerte y dolor, y también la posibilidad de usar su fascinación con la muerte para algo bueno, pero nunca creyó que además encontrase gente que lo tratase bien y lo reconociese como hacía en ese momento Hewina, o como había hecho Stalon.

Sonrió para sí. En cuanto se encontrara a la pequeña quizás se animara a decirle alguna de aquellas cosas.

- No te preocupes -dijo a la claritas-. No me debes nada. Lo he hecho porque así lo he querido -. Añadió. Y era cierto-. Me alegra haberte sabido animar, eso es... -. Carraspeó-. Todo. No suelo animar a la gente. Más bien lo contrario.

"Ah, pues vaya.", le comenté.

No pude evitar preguntarme por qué decía que no solía animar a la gente, ya que a mi me pareció alguien bastante alentador.

"Bueno... ¿como estás? ¿qué tal has estado estos días?", le pregunté entonces, intentando dejar atrás lo que acababa de pasar.

Su pregunta hizo que Zacharyas recordase el encuentro con Alehyss y Rick, aquel extraño día. Las palabras de la mujer resonaron en sus oídos.

- Pues he...-comenzó, pero pronto calló de nuevo, pensando en lo que había pasado: el empujón, el nombramiento de torturas por parte de la chrysos.

Tragó saliva. Quizás aquella torturadora estuviera lejos de su alcance, aunque a él le bastaba con conocerla.

Volvió a la realidad al notar cómo Hewina lo observaba.

- No he hecho mucho -respondió veloz, aunque se dio cuenta de que ya había actuado extrañamente, hiciera lo que hiciera-. He estado visitando el palacio y conociendo gente...

Comenzó a hablar, pero enmudeció al rato, dejando la frase que iba a decir inacabada. Lo miré con atención.

Al cabo de un rato habló de nuevo, dejando claro que en realidad no había hecho mucho y que había estado visitando el palacio y conociendo gente. Supuse que no tenia gran cosa que contarme.

"Ahhh. ¿Y a quienes has conocido?", le dije entonces. Estaría atenta a los nombres o descripciones que diría, ya que a lo mejor él conocía a aquella mujer que vi en el claro.

Zacharyas hizo memoria.

- No a muchos, realmente -confesó-. A Stalon, una pequeña parvus... A Rick, un flamma... A Runek, otro flamma... A aquel caeruleus, Alexander, y a la aether Thamerleis aquel día contigo...

Se rascó la nuca, despeinándose el abundante cabello.

- También me encontré a Aren Darvenwish. Y vi a una chica llamada Alehyss, creo...

La dejó caer a ella de última, esperando que Hewina le diera alguna información que contrastar con la de Rick. Luego sonrió.

- Y a ti, claro.

Mientras escucho los nombres que pronuncia rememoro por unos segundos la imagen de aquellas personas, excepto la de Stalon, puesto que no la conozco y tampoco me suena demasiado.

Cuando nombró a Aren no pude evitar odiarlo mentalmente por unos segundos, pero también me pregunté que impresión le habría dado, ya que al fin y al cabo era el líder de su raza.

Por lo visto a Alehyss solo la conocía de vista.

"Bueno, ya conoces a bastante gente.", le dije. Me gustaría poder decirle que podría presentarle a alguien más que sea de mi confianza, pero como no le presentase a Adela... único a Heylel, pero lo cierto es que hacía bastante que no lo veía. O a Lyam.

- ¿Tú crees? -. Zacharyas esbozó una sonrisa-. Supongo entonces que no he decepcionado todavía a mi padre.

Carraspeó y miró hacia el cielo, pensativo. Ya llevaban un buen rato fuera.

- Será mejor que vaya yendo a comer algo. Sigo habituado al horario nocturno, que hoy me he saltado, y a estas horas me entra hambre -comentó, mirándola-. Si quieres seguir hablando...

Lo dejo caer. Zacharyas siempre había mantenido que le costaba mucho relacionarse, así que quería mantener la compañía de la claritas un poco más, aprovechando que iba bien. Por suerte, ella pareció estar de acuerdo.

Zacharyas sonrió y ambos se marcharon hacia el castillo.

*se van*

Llegué al claro del bosque con una tarta de arándanos en las manos y un hambriento Hoju revoloteando a mi alrededor. Era un día especial... mi cumpleaños, así que había decidido celebrarlo con Hoju. Habría invitado a alguien más... pero no me había encontrado con nadie todavía.

Coloqué un pequeño mantel en el suelo, y en este coloqué la tarta. Después Hoju y yo nos sentamos. Decidí no soplar velas, ya que Hoju seguro que no le encontraría sentido, y estaba tan ansioso que sería capaz de lanzarse de morros en la tarta para salvarla del fuego.

"Bueno, todo listo. Ahora te doy un pedacito.", le dije, y una vez corté dicho pedacito (no tan pedacito, ya que era bastante considerable para un bichín de su tamaño) lo cogí y se lo ofrecí.

"Toma, por mi cumple.", le dije sonriente. Entonces tras uno de sus ruiditos cogió el trozo con la boca y comenzó a devorarlo con ansia. Me reí un poco, y entonces cogí otro pedazo para mi y comencé a comerlo, con más calma que él. Mientras miraba al cielo y meditaba sobre el año que acababa de cumplir. No estaba triste, pero no podía evitar añorar un poco a mi familia. De hecho me extrañó mucho que no me hubiese llegado ninguna carta...

Cuando terminé el trozo de tarta me tumbé en la hierba, cerré los ojos y me relajé, mientras continuaba dándole vueltas a la cabeza con recuerdos del pasado, acontecimientos del presente y planes para futuro.


*se queda*


FdR: forever alone... D= XDDD ale, estais invitados a su cumple marginal =|

Hoy era el día especial de Lepiwa, por lo que había decidido comprarle un bonito sombrero de paja, ahora que venía el verano. Tener el pueblo de paso cerca, siempre era un chollo. Ademas, traía ricas frutas y, a parte del sombrero, un vestido azul celeste, de bonitos bordados para el verano. Seguro que haría mucho calor y esa ropa fresca siempre viene bien.

Me la encontré tumbada en la hierba.
-Hola joven- digo acercándome y dándole un beso en la mejilla. Feliz cumpleaños digo dándole las bolsas con los regalos. -espero que te gusten. Veo a su mascota. ¿Aün sigues a rasto con la rata esa?- digo viéndolo con cara extraña.

Bred llegó unos segundos mas tarde, un poco cansado por haberse quedado atrás y ser ya un boro anciano.
-Mira, Lepiwa, este es Bred, mi boro.

Bred entornó los ojos

Abrí los ojos al sentir unos pasos en la hierba, y entonces vi a Adela aproximándose a mi y saludandome. Me incorporé un poco con una sonrisa en los labios, y justo cuando iba a responder a su saludo me felicitó por mi cumpleaños, ofreciéndome a la vez un par de bolsas. Me asombré. Ella me preguntó algo sobre Hoju, pero estaba tan emocionada que no presté mucha atención.

"Vaya... te has acordado. Muchas gracias, Adela.", dije apresurándome en levantarme y abrazarla. Se me mojaron un poco los ojos con lágrimas, pero me apresuré en serenarme antes de terminar el abrazo.

"No hacia falta que me regalases nada... que estés ahora aquí conmigo es más que suficiente.", dije algo avergonzada, aunque realmente me hacia muchísima ilusión que me regalasen cosas.

Entonces un Boro entró a paso lento en el claro. Me asombré un poco, ya que no se suelen ver en los exteriores del palacio, pero entonces Adela me contó que ese era su boro Bred.

"Oh, vaya, ¿es este el boro del que me habías hablado?", le pregunté. Entonces me aproximé a él y le dije "Hola Bred.", mientras acariciaba una de sus patas con suavidad.

Le di los regalos a la chica y sonreí.- venga, mujer, ábrelos! ábrelos! no te quedes asi!
Entonces se pone a saludar al cascarrabias de Bred.
-Jajaja si, es este. - digo acuclillándome a la altura de este para acariciarle la cabeza.
Bred me miro de reojo de mala leche.
-Es un poco borde, pero dale un buen montón de suciedad, y se la comerá al instante. ¿Porque no le dices que limpie a Hoju?- digo cogiendo al peludo bicho y poniéndolo delante de Bred, que ante tal apetitoso manjar, empezó a absorber por los ojos todo el polvo y suciedad que el mamifero ocultaba en su pelaje hasta dejarlo brillante.

-Jajaja miralo, Lanuvia! miralo que limpio ha quedado. digo riéndome de Hoju.


FDR_ un boro es algo asi:

Spoiler:

Despues de divertirnos un rato, comer algo y jugar con nuestras mascotas y ponernos al día de nuestras vidas, nos fuimos

FDR2: e__e me los llevo ea!

*SE VAN*

Después de haber corrido por el bosque, trepando por los árboles y tratando de ser silencioso entre las ramas crujiente, llegué a un enorme claro que, a estas horas, el rojo del crepúsculo inundaba por completo. Me frené para contemplarlo y me levanté al máscara para verlo mejor. Me gustó mucho el sitio.

Me puse a caminar con calma con la máscara sobre el pelo y me fijé, por la pérdida del musgo y las marcas en la tierra y hierba del suelo que era un lugar al que los guerreros acudían bastante. Reconocí que era un buen lugar para tener tranquilidad o entrenar a solas, ya había tenido un par de interrupciones indeseadas mientras entrenaba en lugares más cercanos al palacio.

Pero ahora ya había entrenado bastante y, en lugar de comenzar de nuevo, me senté con las piernas cruzadas sobre una piedra de las más centradas y comencé a meditar escuchando el susurro del viento y los animales. Estaba de espaldas a la zona por la que se volvía al palacio con lo que tendría tiempo de cubrirme si alguien venía.

Delgadito, con hambre y solo, el dragón vaga por las inmediaciones de palacio y sin darse cuenta termina captand el olor de un piscis, por lo que sus escamas se erizan y una fuerza renovadora surge de sus patitas que, reptando por la hierba llegan hasta una piedra para al subirse, poder ver a lo lejos a un chico de espaldas, por lo que se acerca a el lo más rápido que puede. Una vez ha llegado, escala, con sus últimos esfuerzos, por la espalda del chico, hasta llegar a su oreja y lamerla.

Noté un cosquilleo en la espalda y la moví para espantar al insecto que pudiera generarla y que estaba rompiendo mi meditación, pero entonces noté como se posaba en mi hombro y me humedecía la oreja con lo que di un salto y un pequeño grito que me hizo bajar de la piedra y sacar el kunai con el pulso acelerado.

—¿¿Qué fue eso?? —Pregunté, agitado, al aire mientras mantenía mi kunai frente a mi pecho, apuntando a la alimaña que se me había acercado. Vi entonces a un pequeño dragón tirado en la piedra y, en lugar de relajarme, me puse aun más en tensión. ¿Y si esa bestia era venenosa?

—Quieto ahí... No te muevas —Ordené a una distancia prudencial. Sin perder la vista del bicho me agaché para arrancar lo que la mano me diera de forma que acabé por lanzarle al dragón un puñado de hierbas, setas, tierra y hojas. Así se podría nervioso y atacaría y yo podría comprobar qué clase de oponente era.

Ante el soberano susto del chico, el dragón cayó a la piedra donde estaba y se puso en pie, agitando un poco aturdido la cabeza.

El dragón vio la reacción del chico y se acobardó un poco ante sus palabras, retrocediendo un par de pasos cuando un montón de cosas le cayeron encima. Intentó echar una bocanada de fuego pero no fue capaz, pues no tenía fuerzas, pero en lugar de abandonar el lugar, se puso a comer una de las setitas que había caído a su lado. Era mejor que nada y él se lo tomó como una muestra de cariño del piscis al ofrecerle comida, lo que hizo que, al terminar de comer la seta, se acercase reptando a uno de sus pies y comenzase a subir por su pantalón.

Me puse en tensión de nuevo, apretando el kunai, cuando el dragón pareció querer escupir algo. Pero al momento se le cayó la cabeza como si estuviese exhausto y se decidió a comerse una de las setas que habían caído con todo lo demás. Me relajé un poco observándolo en silencio, parecía un lagarto más que un dragón.

Pero entonces volvió a mirarme y gateó hasta mi pie para empezar a subir por mi pierna con lo que empecé a mover la pierna como un descosido.

—¡Quitate, lagarto! ¡No me subas! —Y di un manotazo al bicho para que bajase de mi pie. Di un par de pasos atrás y acabé por guardar el kunai. A estas alturas imaginé queno lanzaba nada raro y, como no me había salido un sarpullido en la oreja cuando me había tocado, asumí que no era venenoso al tacto. Con una mano me sobraba para deshacerme de él.

—Déjame y vete por ahí si no quieres que te clave y te ponga en la hoguera de cena —Alerté con el ceño fruncido. Se estaba haciendo de noche y yo aquí discutiendo con un dragón enano.

El drágon fue azuzado con furia de la pierna del joven pscis, pero este, parecía dispuesto a no querer soltarse, pero un fuerte manotazo hizo que saliese despedido unos metros, haciendo un sonido extraño al caer rodando.

Escuchó sus amenazas y encogió la cabeza entre los hombros, pero la seta que le había lanzado le había gustado mucho y quería más, por lo que pensó que si se acercaba a él de nuevo, le daría más o por lo menos, cobijo y protección. Parecía valiente y el dragón también lo era, por lo que emprendió el vuelo con sus últimas fuerzas para demostrarle que él también era fuerte y se posó de nuevo, completamente exhausto en uno de sus brazos, encima de una de sus muñecas, muerto de cansancio, mientras le miraba con enormes ojos tiernos y con la cabeza girada, emitiendo un agudo y cortito sonido, como de llanto, mientras no le quitaba los ojos de encima.

Era el unico chico piscis que había encontrado y para él, era mejor que nadie en el mundo ahora.

cuando el bichito se calló hizo un sonido bastante raro que incluso llegó a preocuparme un poco, a fin de cuentas era un animal vivo, pero tampoco iba a preocuparme por cualquier bicho que se me cruzase, ahora debía volver al palacio y cenar algo.

Pero cuando iba a irme corriendo, vi como el condenado dragón volaba hacia a mí hasta agarrarse a mi brazo y lo moví un poco para que se bajase. El animal era muy molesto y no se bajaba. Llegado a un punto, me quedé mirándolo con el ceño fruncido mientras él me miraba con los ojos muy abiertos y cara de bobo. Hizo un ruidito y me aparté un poco por inercia, como si mi brazo fuese a quedarse atrás.

—... Tsk... ¿Qué? Déjame tranquilo —Dije con el ceño aun más fruncido. Agarré al dragoncito por el costado y lo coloqué en la piedra para luego ponerme la máscara.

—Y no me sigas... —Ordené, señalándolo con el dedo. Entonces eché a correr con los brazos hacia atrás y el pecho hacia adelante. Pero enseguida escuché otro gritito y, al girar la cabeza, vi al bicho volar de nuevo.

—¡Que no me sigas! —Le grité, siguiendo mi camino.

El dragón no iba a perder la oportunidad de recuperar una vida... quizás no fuera como la anterior, pero era un chico piscis y no iba a ceder en su intento, pero su mirada dulce y sus ruiditos n ablandaron el corazón del chico, que lo cogió con dos dedos y lo dejó en una roca, a lo que el dragón bufó molesto porque el chico parecía no entender lo que quería decirle, que se quería ir con el.

Vio en silencio como se ponia la máscara y como el señalaba con el dedo acusador, para que no le siguiera, y vio también como echó a correr, queriendo dejarl atrás, pero el dragón, tan cabezón como su primer dueño, no dejaría que su nuevo fichaje se le escapara, por lo que emitió un agudo sonido y emprendió el vuelo, un vuelo cansado y agónico, pero que, pese a los gritos del joven, no cesó.

Al final y haciendo acopio de todas sus fuerzas, pudo llegar a él y esconderse entre sus ropas, quedándose casi desmayado por el esfuerzo. Por lo menos su ropa podía ofrecerle algo que deseaba con ganas: calor.

*se van*

Aquella noche entró en el bosque descalzo, vestido tan solo con un pantalón. Se había puesto una cinta en la frente para apartarse el pelo y lucía sus inseparables armas en los puños. Había decidido que hacía demasiado tiempo que no realizaba un buen entrenamiento como los de antes.

Había decidido que dejarse perder por el bosque le ayudaría a practicar su orientación a la hora de volver. Por otra parte, no quería perder su resistencia al frío ni su capacidad de supervivencia. Con un poco de suerte, hallaría alguna bestia con la que probar su estado físico.

No fue así. Todo lo que encontró fue un claro en mitad del bosque, con el que tuvo que contentarse. Apretó los puños y cargó contra un árbol. Si no iba a encontrar un oponente real, tendría que crearse uno él mismo.

*Se queda entrenando*

Se secó el sudor de la frente, que caía sobre su cara pese a la protección de la frente. Le resultaba extraño entrar en calor con tanta facilidad en un ambiente tan frío, pero lo agradecía. Decidió ponerse en marcha de nuevo, y sin ayudarse de ninguna luz, fue siguiendo los sonidos nocturnos del bosque.

*Se pierde entre la maleza*

Alcé la vista al cielo y la brisa meció mi pelo, bastante más largo que a mi llegada. Telma lanzó una especie de mugidito y inspiré profundamente.

Estábamos sentados en el suelo, sobre la hierba. Y no llevaba más ropa que mis pantalones raídos y una capa vieja y marrón que dejaba ver mi pecho.

-A ver, Telma. Un noble nace siéndolo, eso está claro, y nunca deja de serlo. Pero eso es a nivel social, sin embargo yo ya no soy moralmente noble...

Acaricio su cabecita y miro sus ojos negros con ternura.

- Mi nobleza de nacimiento ya no me sirve, ahora necesito una nueva nobleza conseguida con mis puños de mendigo, y eso es lo que vamos a hacer.

Fruzo el ceño. Telma parece entenderme, pues ladea la cabeza varias veces.

- ¡Hacen falta, por lo menos, tres nobles actos para poder ser un noble de corazón! Así que vamos a ello... Lo primero será buscar alguien que precise de nuestra ayuda...

*se levanta se va*

FdR- Me faltó el "en capítulos anteriores..." XD

Caminamos bastantes minutos hablando de banalidades y sin prisa. No quería anticipar mi historia. Al final, tras varios tropezones, conseguí guiar a Corbin hasta lo que me gustaba llamar "mi guarida".

Había un conjunto de matorrales que se enredaban de mil maneras, creando una especie de matojo enorme. Sin embargo, en una parte había un hueco lo suficientemente grande como para caber un hombre grande. Había aprovechado aquel lugar para hacer un agujero en el suelo, como una especie de madriguera, y lo había llenado con hojas. Las últimas noches Telma y yo habíamos dormido allí. No era una cama, pero estaba mejor que el húmedo suelo al alcance del viento.

- No es gran cosa -dije, cediéndole el paso.

Telma, cansada por el largo día, se fue a una esquina sin decir nada y cayó rendida.

Invité a Corbin a sentarse entre las hojas.

- Mi mejor amigo también es claritas, como tú -comenté-. Aunque hace ya mucho que no sé de él...

Esperé a que sacase lo que fuera que había traído.

Vista su resistencia a entrar en el palacio, Corbin se había provisto bien. En una bolsa había metido unas manzanas, una buena hogaza de pan y algo de queso, además de una bota de vino. A aquellas horas no había podido sacar nada más de las cocinas, pero sí le había pedido a una joven del servicio una manta que incluyó en el "botín". Sacó la manta antes que nada, y depositó lo demás encima.

-No es gran cosa, pero espero que sea suficiente -comentó.

A continuación permaneció callado, mirando a Rick y esperando su historia.

FdR.: Rol pausado. Seguiremos mañana.

Asentí rápidamente con la cabeza tomando todo lo que me ofrecía y comencé a devorarlo. Bien cierto era que con esa pobreza de vino no íbamos a tener una buena juerga, pero ¡hacía cuanto no probaba tan delicioso bocado!

-Fueno, fomienfo fon la fistoria -escupía mientras hablaba, mendigamente.

Tragué y bebí algo de vino para aclararme la garganta. Comencé a hablar. Mientras lo hacía, mis recuerdos hechos imágenes comenzaban a pasar por mi cabeza.

-Nací en el lecho de una noble familia. Mi padre, mi abuelo... Mis antepasados... Todos ellos lucharon en mil cruentas batallas por conseguir un orgullo que dar a su nombre, el que una vez fue el mío. Sin embargo, cuando yo vine al mundo eran ya tantos los méritos que atesorábamos que nada quedaba que hacer para mí, o así lo veía yo. Por ello, dediqué mi juventud a presumir de una nobleza regalada, nobleza de nombre, y tanto lo hice que nunca luché por labrar la mía propia.

Comí un trozo de pan con avidez. Luego bebí un largo trago de vino.

-Quiso el tiempo que el marido de una mujer rica que vivía al lado perdiese la vida en batalla. Yo, de aquellas apenas pipiolo, acudí un día a su casa por sabe Mithos qué razón. La mujer y yo hicimos buenas migas, iba a visitarla a menudo, y finalmente ella me dijo que su difunto marido había muerto para ella entre las sábanas mucho antes morir en cruento cobate. Aquella noche me hice hombre, y pronto descubrí cierto morbo en las viudas.

Miré a Corbin fijamente a los ojos. Bebí más vino.

- Llevan tanto sin probar hombre que un poco de vigor las vuelve locas - expliqué-. Y entre enaguas de mujeres expertas pasé largos años. Pero un día mi padre, harto de mi poca utilidad en otras labores, me dijo que si quería hacerme un hombre de verdad y aportar honor a nuestro nombre debía realizar alguna gran obra. Eso me animó. ¿Qué hijo no quiere emular y enorgullecer a sus ancestros caballerosos?

Mis ojos chispeaban mientras hablaba ilusionado de los grandes momentos de gloria, aunque humillantes, de mi pasado. Hice una pausa y bebí un largo trago. Llevaba un buen rato hablando y me picaba la garganta.

-Así que decidí venir aquí para dejar de ser una decepción como hijo, pero desde que llegué no hice nada a derechas. No te acerques a Alehyss Lester, por cierto, es una asesina.

Inspiré profundamente. Mi mirada se oscureció.

-En palacio, cuando creí que no podía hacer más que plantar cara a duras fieras, conocí a una hermosa dama. A varias, bueno, pero una brillaba por encima del resto hasta tal punto que podía guiarme hasta en la noche más cerrada.

Pegué un puñetazo al suelo, haciendo que Telma se sobresaltase.

-Mas por mi torpeza lo estropeé todo. Demostré tanto deshonor que me di cuenta de que lo único que había de noble en mí era mi apellido, así que renuncié a él. No soy digno de llevar un apellido noble ni de mirar de nuevo a esa dama. No al menos hasta que demuestre al mundo, a mi padre, a mis ancestros y a mí mismo que hay nobleza en mí, más allá de la heredada y la aparentada.

Clavé mis furiosos ojos en Corbin, mirándolo con acusación, como si él fuese yo.

-¡¿PORQUE DE QUÉ ME SIRVE UN GRAN NOMBRE SI SOY EL MÁS POBRE SER HUMANO QUE EXISTE?!-. Apreté la mandíbula-. Ella quizá nunca lo entienda, sin embargo. Nunca entenderá que me alejé de ella porque no era digno de mirarla o de tocarla...

Notaba mis ojos arder, al borde de las lágrimas.

- No tengo nobleza y no la tengo a ella. No tengo más que una historia triste de mendigo, el corazón roto y un par de prendas sucias, pero todo lo que tengo fue lo que procuré.

Telma roncaba sonoramente. Envidiaba su capacidad de ser una bismonte sin problemas.

- Trato de recomponer lo que fui... Pero sería tan ambicioso tratar de recuperarlo todo... -. Lo miré intensamente. Notaba los ojos húmedos-. Quizás nunca llegue a ser digno de lo que una vez creí que era mío...

FdR- Toma ya

Corbin permanecía en silencio frente a aquel hombre que tanto había sido y tan poco era ya. Para un amante de historias como él lo que Rick, el mendigo le contaba era la historia de las historias, un diamante en bruto. Los ojos le brillaban de entusiasmo frente a su interlocutor, y se sentía de pronto ávido de cuentos. Sentía la emoción de la historia en sí mismo, y un nudo en la garganta al final del relato. De pronto, sentía ganas de recoger aquella historia y mostrarla al mundo. Al menos, suponía, Inger estaría interesada.

-¿Has pensado en hacerte bardo? -preguntó al mendigo con un deje de admiración en la voz.