Claro del bosque

Aquello estaba bien. Que moviese a su hermana. Gwendoline sabía que Zaih'ra no era, ni de lejos, de las que más trabajaban. Quizás aquella chiquilla entusiasta cambiase un poco las cosas.

-Gwendoline Viëla Al'luën -respondió con voz potente, cuando la chica lo preguntó-. Representante de Lumen en Brontë. Y, de ahora en adelante, líder de tu raza, guerrera. No me hagas quedar mal.

A fin de cuentas, ella sería responsable del nombramiento de aquella chica. Si algo se torcía, no creía que los otros se alegrasen demasiado. Eran serios. Ella también lo era, pero creía que de un modo distinto.

Priscilla asintió efusivamente, sintiéndose de pronto muy enérgica. Miró a su alrededor y se agachó rápidamente para recoger la ropa que había tirado, que encontró mojada y fría.

-¡Claro! -asintió-. Muchísimas gracias. ¡Es todo un honor! ¡Trabajaré duro!

Priscilla no sabía qué más podía decir, pero sí sabía que en cualquier momento dejaría de poder contener su júbilo. Tenía que contárselo a Zaih... Bueno... En algún momento. Tras preguntar algunas instrucciones, y tras agradecer otras tantas veces la aceptación de su nueva líder, dejó al grupo de entrenamiento para ocuparse de sus asuntos. La situación cambiaba para ella.

*Fin de escena*

Lanzaba estocadas al aire, con la espada que había tomado prestada de la sala de entrenamiento. Era ligera, no cómo Värdjas, y de utilizarla desde hacía meses lo cierto era que me sentía más ligero y veloz que nunca. Lo que, tratándose de mí, era una sorpresa. Lo que no quitaba que echase en falta la mole de metal que tanto me servía para atacar como para defenderme de golpes y proyectiles.

Telma había salido conmigo, y estiraba las piernas sin hacerme mucho caso, mientras yo me enfrentaba al aire frío y me quitaba de encima la frustración de la noche anterior. Al final había resultado no ser para tanto. Al menos, una vez me había hecho a la idea y había tomado la determinación de actuar.

Con un resoplido, lancé un tajo especialmente fuerte, girando el cuerpo para darle más inercia, y sin darme cuenta alcancé el tronco de uno de los árboles de la linde. Me había alejado del centro más de lo esperado. No estaba concentrado.
De un tirón seco extraje la espada, y seguí encadenando golpes contra rivales que no estaban allí, gastando energía, ignorando la nieve que se derretía encima de mí.

*se queda*

La sensación fue como una especie de pinchazo en la nuca, que me alertaba de algo. Pero antes de que me pudiese volver, ese algo, frío y mojado, dio de lleno contra mi nuca. Me volví en guardia, y al ver a Adain esbocé una sonrisa fiera enseguida. Aquello había sido caer realmente bajo.

-¡Solo los cobardes atacan por la espalda! -bramé, aunque de buen humor, acercándome con lentitud, acechante, amenazante-. Si no tuvieras esas alas te lo pensarías dos veces antes de atacar a un guerrero armado-. Envainé la espalda en la vaina, que llevaba a la cintura-. Pero te perdonaré esta vez, como excepción. El miedo que mora ahora en ti no dejará que esto se repita...

Lo evalué, pero un momento después me estaba agachando para tomar también un puñado de nieve.

-Pero comprenderás que has de pagar con la misma moneda, Adain.

Resoplé, aunque sin perder la sonrisa del todo, fingiéndome ofendido. Telma nos ignoraba por completo, por lo que parecía.

-¿Estrategia? Bueno, lo aceptaré por esta vez, ¡y solo porque yo estaba armado! –respondí, concesivo. Parecía que se lo había tomado más a pecho de lo que yo había querido.

Pero enseguida se recuperó, la verdad. Torcí la sonrisa, inclinando un poco el rostro, afilando la mirada, desafiante. ¿Cómo debía tomarle aquello? ¿Acaso estaba dispuesto a enfrentarse a mí de aquella forma?
Sopesicé la nieve en la mano, con gesto reflexivo, mientras pensaba una forma de alcanzarlo. Desde luego, no me lo estaba poniendo fácil, pero había pinchado mi orgullo y…

Demonios… ¡¿Por qué me metía en aquello?! No me lo pensé mucho más y lancé la bola con fuerza, directa a su pecho. No tenía que quitar mérito a mi brazo, a fin de cuentas.

Más rápido la próxima vez, me decía. Y no podía tener más razón que aquella. Desde luego, yo no estaba hecho para lanzar proyectiles, me pusiera como me pusiera. No en aquellas circunstancias, al menos. Y menos aún con un enemigo preparado de aquella forma.

Adain parecía divertirse con aquello. Pronto volvía a la carga de nuevo, con más nieve, y en mi caso fue necesario un impulso apurado para librarme del impacto. Seguramente él estaba entrenado en aquellas batallas. Yo, que había vivido toda la vida en Ignis, no había visto la nieve hasta pasados muchos años de la edad de jugar a aquello. Que no dejaba de ser divertido por los años, desde luego.
Pensar aquello me hizo sonreírme. Desde luego, Lea no hubiese opinado de la misma forma.

-Tendrás mucha velocidad, Adain –comenté mientras me acuclillaba y empezaba a recoger nieve con ambas manos. En un momento tenía una bola inmensa, del tamaño de su cabeza-. ¡Pero a ver si tienes -. La lancé con ambas manos, hacia él, con una mayor intención de golpearlo aquella vez, sin pensármelo dos veces- la fuerza para que tus ataques sirvan!

*Fin de escena*

Corría por el bosque, bajo la lluvia, a un ritmo constante, concentrada. La lluvia no era impedimento para moverme por entre los árboles; casi podía decir que disfrutaba del contraste entre las gotas frías y el calor corporal que iba acumulando por el ejercicio. La adrenalina, en cualquier caso, me impulsaba a seguir adelante.

Vi el claro entre los árboles y continué al mismo ritmo. Sabía que Vilo estaba ya a cierta distancia, pues lo había mandado en otra dirección, y había esperado a que estuviera relativamente lejos antes de echar a correr yo en otra. Una vez en el centro del claro, me detuve y conjuré un flagrare y lo lancé hacia arriba, hacia el cielo.

Ya había practicado con él llamadas con voz y silbidos, pero el fuego también era una manera interesante de reclamar su atención si la precisaba. Esperé un momento; la lluvia no tardó en tragarse mi llama, que tampoco era demasiado fuerte. Para no quedarme fría, continué con un trote ligero, pero sin salir ya del claro; no quería despistar a Vilo.

*Se queda esperando*

Llevo corriendo horas. Realmente no tanto, una como mucho, pero me siento como si fuesen horas. Estoy intentando aumentar mi fondo, y no centrarme solamente en la magia, pero lo cierto es que siempre ha sido algo que me ha costado: correr. Pero también es verdad que he notado la mejora desde que empecé este entrenamiento.

He salido de Palacio, pese a la lluvia, con ropa vieja y cómoda, apta para mojarse y embarrarse. He hecho una ruta pasando junto al huerto. Al principio noté que la velocidad era demasiado rápida, cuando empecé a notar el cansancio y una sensación de flato que me obligó a hacerme con toda mi fuerza de voluntad para no detenerme. Después, ya más despacio, me interné en el bosque, recorriendo un camino ya dibujado entre los árboles, dejándome llevar un poco por el azar y un poco por las zonas con menos pendientes ascendientes.

Cuando ya llevaba un buen rato trotando, vi el lago. La verdad es que con la lluvia la visión de la enorme masa de agua es imponente. Quise pararme a contemplarlo, pero una voz en mi cabeza me dijo que quizás aquello era una excusa para parar, y me obligué a apurar el paso de nuevo. A aquellas alturas, con el cuerpo caliente y el ritmo estable, me costaba menos continuar, aunque estaba agotada. Era como si mi cuerpo se hubiese acostumbrado al esfuerzo.

Regresé al bosque, concentrada, intentando no distraerme con ninguna planta con forma curiosa. En cierto momento me di cuenta de que estaba dirigiéndome hacia el claro, y me pareció un buen rumbo a tomar. Desde allí podía regresar al Palacio y dar el entrenamiento por terminado. Ya notaba calor incluso en los pulmones.

Y ahora estoy entrando en el claro y me encuentro con que no estoy sola. Ni soy la única que corre. Esbozo una sonrisa, saludando al borrón que imagino que es Lea. Llevo las gafas guardadas, ya que con la lluvia es prácticamente lo mismo usarlas que no hacerlo.

Oí un sonido proveniente de un punto concreto en la linde del claro, pero no fue a Vilo a quien vi aparecer, sino a Anna. Bien pensado, tenía sentido; Vilo habría sido mucho más sigiloso, y si hubiera llegado tan pronto desde mi señal supondría que estaba mucho más cerca de lo que había pretendido en un principio.

Saludé con un gesto a la chrysos, a la que, la verdad, no esperaba ver en aquella situación, y menos en un día como aquel. Quizás era un pensamiento injusto; si bien le había costado ponerse en marcha, sabía que Anna ya hacía tiempo que se tomaba su rol como guerrera más en serio. Pero, pese a ello, no estaba acostumbrada a verla trabajando en un ejercicio tan físico.

Troté hacia ella para acompañarla.

─Vaya un día para salir a correr, eh.

Me permití una sonrisa escueta.

─Hay que salir a tomar el aire de vez en cuando ─argumenté.

Iba a añadir algo más cuando una sombra llamó mi atención por el rabillo del ojo. Me giré para ir al encuentro de Vilo, que acababa de llegar. La verdad, o muy rápido había venido o sí que estaba más cerca de lo que yo esperaba. En cualquier caso, había venido a mi señal, que era lo importante.

Fui a abrazarlo y felicitarlo, pero escogió ese momento preciso para sacudirse. Pues gracias, majo. Ni que le fuera a servir de nada, con aquella lluvia.

─Serás bicho ─protesté, riendo.

Me agarré a su pelaje para saltar a su lomo, con intención de continuar con otro tipo de ejercicio. Me giré hacia Anna.

─¿Quieres venir? ─ofrecí.

Aunque quizás eso era interrumpir sus esfuerzos.

Viendo que sí, que quería, le tendí la mano para ayudarla a subir.

─Claro que puede, si es un fortachón ─repliqué con seguridad.

Si podía con Rick, podía con Anna. Y era un ejercicio interesante también para él. Y para mí, realmente, aprender a montar con una persona inexperta.

─Ponte así, detrás de mí, pégate a mi espalda y agárrame la cintura.

Una vez estuvo arriba y yo le di la señal, Vilo echó a correr de nuevo, y yo me incliné hacia adelante, llevando a Anna conmigo, para minimizar la resistencia. Tenía que acomodar un poco la postura, con una persona detrás, para ir en la posición adecuada.

Y así, a lomos de Vilo, nos internamos de nuevo en el bosque, en dirección al palacio.

*se van*

Finalmente di con el claro, y decidí que aquel era un buen lugar en el que poner en práctica mi experimento. Comencé por un calentamiento suave, invocando hechizos aether básicos, sin prestarle mucha atención a la ejecución, sino centrándome en la simple sensación de activación de la magia. Empecé por unos simples aethes, sin emplear siquiera toda mi fuerza, sino limitándome a agitar un poco las ramas de los árboles en la linde del claro. Cuando me di por satisfecho, cambié de hechizo.

Invoqué un ntendbit y lo contemplé. Analicé el flujo de aire, el movimiento del vórtice que giraba entre mis manos, moldeando su tamaño, tratando de controlarlo en todos sus aspectos. Lo deshice, invoqué uno nuevo y repetí el proceso. Traté de buscar los elementos comunes, los aspectos más estables de un hechizo que conocía desde mi más tierna infancia, volviendo sobre lo básico para prepararme para lo que vendría después. Tras repetir el proceso varias veces, dirigí el último de mis ntendbit contra un tronco, golpeándolo con fuerza.

Y entonces procedí a invocar algo diferente, un eölo. Resultaba complejo, por una parte, porque era un hechizo nuevo. Pero la dificultad no era la invocación en sí, sino el cambio en la forma. Un aethes era una mera ráfaga de viento. Un ntendbit, un remolino. Ambas eran manifestaciones de aire y viento en su forma natural. Un eölo, que suponía moldear el aire en forma de una bola, era algo completamente diferente. Así que me centré, por el momento, en darle forma, en controlar la esfera de aire que tenía en las manos, en medir bien su fuerza y su potencia. No tenía intención, por el momento, de utilizar el hechizo, sino, simplemente, de controlar su formación. Como había hecho con el ntendbit, repetí el proceso varias veces, dejando deshacerse el hechizo cuando perdía el control, volviendo a invocarlo, tratando de aumentar el tiempo que era capaz de mantener la estabilidad y el control del hechizo y de darle, en todo momento, una forma lo más homogénea posible. Aquello me iba a llevar un tiempo.

*Se queda*

Me he pasado los últimos días en la biblioteca, investigando sobre magia chrysos, mi magia. Ya que es algo que se me da bien y además me gusta. He encontrado mucha información nueva. En parte porque solo sabía lo básico, y en parte porque la cantidad de recursos y de libros que hay aquí es impresionante. He leído sobre varios hechizos que creo que podría aprender. En el libro decía que son de nivel básico, así que tengo esperanzas. Por otra parte son muy chulos, así que estoy emocionada por poder aprenderlos. Realmente hoy voy a probar con uno de ellos solamente. Creo que es mejor que vaya paso a paso.

Para entrenar y poder dar rienda suelta a mi magia he decidido venir al bosque. Me parecía un poco arriesgado intentar hacer un hechizo por primera vez en interiores. Tengo bastante control, pero al fin y al cabo sigue siendo magia de electricidad, con el caos que eso supone.

Lo primero que he hecho al llegar al bosque ha sido calentar un poco. Y eso, por supuesto, significa correr entre los árboles. Al hacer este tipo de cosas es como si no me hubiese marchado del pueblo. También he aprovechado para sacar la cadena y lanzarla unas cuantas veces, enroscando un extremo a una rama, para moverme más rápidamente.

Ahora que ya estoy calentita y con el corazón en marcha, será mejor que encuentre una zona más despejada. Debería haber un claro por aquí cerca. Me suena que la otra vez lo vi por esta zona. Avanzo un poco guiada por mi instinto y finalmente lo veo. Cuando llego al borde de la espesura, me paro. Hay alguien. Mi primer pensamiento es que si no está vacío no me sirve y debería buscar otro lugar. Entonces veo que esa persona parece estar entrenando. Y magia aether, nada menos.

Decido quedarme un poco aquí mirando, intentando no llamar la atención del guerrero que está en el centro del claro. Parece bastante poderoso. Me dedico a ver lo que hace, no he tenido muchas oportunidades de ver magia de viento en directo. Tras unos cuantos hechizos, parece que ha parado. Está quieto. A una parte de mí le tienta darle un sustillo. Pero enseguida recuerdo que estos guerreros de Brontë son poderosos y asustarlos podría ser peligroso para mí. Así que finalmente decido salir al claro.

- ¡Hola! Veo que hemos tenido la misma idea. Yo también venía a entrenar mi magia -le digo, proyectando la voz al tiempo que camino hacia él.

Me di la vuelta para topar con una cara nueva, desconocida. Quizás el bosque no había sido la mejor de las ideas, considerando lo concurrido que estaba aquel día. Y yo que creía que, alejándome del terreno de entrenamiento, podía encontrar el silencio. Ardua tarea, en Brontë.

Le dediqué una leve inclinación de cabeza a modo de saludo.

─Supongo que, ahora que ha mejorado el tiempo, no es un pensamiento particularmente original ─medité─. Creo que no nos conocemos. Soy Cierzo Cogo. Un placer.

Por su aspecto, diría que magia chrysos. Si había llegado hacía poco ─probable, considerando que no me sonaba en absoluto─ podía ser interesante ver qué era capaz de hacer. Los magos chrysos no abundaban, precisamente. Aunque intención no quería decir aptitud, claro.

Según me voy acercando, el guerrero se gira hacia mí. No parece sorprendido, igual ya notó que andaba por aquí. Por lo que puedo ver de él, no diría que es aether. No tiene alas, y tiene escamas como los flamma. Probablemente será mestizo.

¡Vaya! Nombre y apellido.

- Encantada. Yo soy Krista Carroll -le contesto mientras avanzo hasta estar a su altura. Le muestro una sonrisa segura y le ofrezco la mano para estrechársela firmemente.- Si no tuvieses inconveniente, podríamos compartir el espacio. Pero si lo tienes solo dilo y me busco otro lugar

Espero que no tenga problema con que entrene aquí. No me apetece tener que buscar ahora otro sitio. Si es tan agradable como el resto de guerreros con los que he tenido el placer de hablar hasta ahora, quizás incluso acabemos entrenando juntos. Sería genial.

Se presentó, ofreciéndome la mano, así que se la estreché con firmeza. Compartir espacio. No me hacía la menor ilusión, sinceramente; lo que buscaba era, precisamente, tranquilidad. Por desgracia, echarla tampoco parecía una opción.

─Con el tamaño del claro, no debería de haber problema ─apunté─. De todos modos, yo no creo que me quede mucho más. Pero adelante, siéntete libre.

Si, efectivamente, se dedicaba a la magia chrysos y acababa de llegar, lo más probable era que su entrenamiento fuese a corta distancia, con lo que tampoco tendría por qué utilizar demasiado espacio. Claro que siendo una recién llegada siempre era posible que me diera alguna sorpresa desagradable.

Como no tiene problema con que entrene aquí mientras está él, me quedo.  Lo que sí hago es alejarme lo máximo posible. Por si acaso.

Una vez estoy lo suficientemente apartada de él, empiezo. Lo primero que hago es dejar fluir la electricidad por mi cuerpo con chrysantae. Es estimulante, me sienta de maravilla. Cierro los ojos y disfruto de la chispeante sensación por todo el cuerpo. La voy sacando cada vez más y más. Hasta sentir la electricidad cubriéndolo todo, llenándolo todo. Abro entonces los ojos. Cojo mi cadena, como si la desenvainase. Y hago que la sensación en mi cuerpo se extienda al arma. Miro hacia el árbol que tengo más cerca. Examino las ramas que me quedan a la vista. Escojo una hoja lo suficientemente grande y lo suficientemente cerca para poder darle desde donde me encuentro. Y lanzo hacia ella un extremo de la cadena, haciendo un movimiento rápido con el otro extremo en mi mano. Le doy a la hoja y esta se chamusca por el centro. A continuación hago lo mismo con otras hojas en distintas direcciones. Pero siempre a distancia del otro guerrero.

Bien, ha llegado la hora de intentar el nuevo hechizo. Sé como funciona más o menos, lo que decía el libro. Así que me esfuerzo en concentrarme. Empiezo como antes, centrada en sentir la electricidad. Pero esta vez intento visualizar los elementales que mencionaba el libro, para hacer wixoss. Me los imagino como una especie de esferas brillantes y dinámicas. Busco que la energía que me envuelve se vaya separando de mí para formar esas esferas. Algo estoy consiguiendo, lo noto. Aunque al verlas parecen más bien manchurrones. Tendré que trabajar en ello. Ahora a por el siguiente paso. Fijo la mirada en un tronco cercano frente a mí. Cojo aire e impulso los elementales hacia adelante con todas mis fuerzas. Al principio parece que la cosa va bien. Pero en seguida la energía se va separando hasta que parece que se diluyen en el aire. Bueno, no me desanimo. Evidentemente es imposible que algo así salga a la primera. Y pienso que pese a todo me ha salido bastante decente.

Por hoy no lo volveré a intentar. Me siento muy cansada. Debe de ser de tanta concentración. No es un hechizo tan fácil. De todas formas no estoy tan agotada como para no seguir entrenando, así que vuelvo a mi cadena a practicar unos cuantos golpes más.

Por lo visto, la recién llegada de verdad venía con intención de entrenar y no de cháchara, como pasaba tan a menudo. Tuve que concederle que eso le daba buena imagen. Volví, pues, a centrarme en mis propias invocaciones, dejando que ella se ocupase de sus hechizos, que, efectivamente, resultaron ser chrysos. Me habría sorprendido otra opción, pero no era el más indicado para decir nada a ese respecto.

Volví, pues, sobre mis hechizos. Todavía quería dedicar un buen rato a practicar el eölo antes de retirarme definitivamente.

*Fin de escena*

El tiempo ha mejorado, y tú no tienes la menor intención de desaprovecharlo. El cielo parece imitarte, haberse vestido hoy de tus colores. Las nubes, como tus alas, lo cubren casi todo, un manto blanco pincelado con unas pocas líneas de azul. Como tu pelo, el sol, tímido, completa el cuadro con su brillo, aportándole a la tarde algo de calor. Y tú, el centro mismo de todo aquello, sobrevuelas el bosque, dejándote acariciar por una brisa suave, templada.

Es una ventaja, realmente, que te hayan permitido volar. No sabes si habrías aguantado tanto tiempo en el palacio sin esa libertad para moverte por el aire, que es tu elemento, que se marchitaría sin ti. Lo cual, por supuesto, no quiere decir que sea tu única forma de desplazarte.

Observas el bosque desde lo alto, planteándote utilizarlo para ejercitarte en un terreno un poco menos libre. Sería un ejercicio interesante. Pero, por el momento, aterrizas en el claro, con comodidad y tu inherente elegancia. Te atusas suavemente las alas y el pelo antes de plantearte, definitivamente, si quieres internarte en el ambiente más sombrío del bosque.

*Existe*