Cementerio

Observé las dos piedras, aún asombrada. Volví a guardar la fría en un bolsillo, pero me resistía a guardar la que Aren me acababa de dar. Le daba vueltas en las manos, contemplándola con enorme atención, como si quisiera aprenderme su tacto y su aspecto de memoria. Su color rojo brillante, un poco oscuro, me incitaba a buscar en mi cabeza algo con lo que relacionarla. Tendría que tener mucho cuidado cuando lo hiciera...

Alcé la cabeza cuando Aren habló, y asentí con energía. Di un par de saltitos en el sitio y abracé la piedra con fuerza, antes de darle un besito y guardarla cuidadosamente en uno de mis múltiples bolsillos. Estaba tan acostumbrada a llevar peso encima que apenas noté el aumento.

Me lancé sobre Aren y lo abracé con mucha fuerza, pero estaba tan alterada que no tardé en soltarlo, incapaz de estarme quieta. Rebusqué un buen rato más entre mis objetos hasta dar con lo que buscaba. Finalmente, saqué una pequeña pluma de boa, de color violeta.

-Guardo este como uno muy especial -dije, enseñándosela con una enorme sonrisa.

La nueva reacción de la parvus hizo que el líder soltase una risilla y volviese a darle un pequeño apretón disfrutando de su abrazo. Notaba como la pequeña Ayne estaba inquieta y emocionada y eso le resultaba magnífico.

—Vas a ser una experta cazadora de tesoros —Comentó con voz dulce y suave, mostrando una sonrisa en la que casi podía percibirse un deje de cálida envidia por el disfrute tan nimio e indiscriminado. Aquella chica hacía salir lo mejor de él, o lo último que quedaba de aquel cariño tan puro.

En cuanto la muchacha sacó la pequeña pluma violeta recordó inmediatamente el momento en que la había dejado caer ante sus ojos, desapareciendo tras su primer encuentro y se le iluminaron los ojos y su sonrisa se mezcló con cierta incredulidad. Llevó una mano a la muñeca de la chica y la otra a sus deditos, cerrándolos sobre la pluma, arropando la pequeña mano con la suya propia.

—No sabes cómo me alegra oír eso —Se acercó a la chica y besó su frente. —Tú eres mi pequeño tesoro, Ayne. Así que si alguna vez necesitas algo, llámame y apareceré en donde sea —Indicó con candidez y tranquilidad. Luego se puso en pie. Aquel eufórico momento de reencuentro con la pequeña estaba pasando a turbulentas zonas que el caeruleus ya no quería remover mucho más.

Puso una mano sobre la cabeza de la pequeña y revolvió su pelo.

—Recuérdalo, ahora tienes un guardaespaldas —Bromeó —Pero será nuestro secreto —Añadió llevándose el índice a la boca indicando secretismo. Luego, sin dejar de mirarla, se evaporó tomando forma casi gaseosa que atravesó a la chiquilla y después desapareció.

*Se desvance*

Asentí, repleta de orgullo. No pensaba decepcionarlo.

-La mejor de todas -aseguré, feliz.

Aren parecía contento de volver a ver su pluma, y eso me hizo sentir un cosquilleo de emoción. Cerró mis dedos sobre la pluma, y cuando me soltó la mano la guardé de nuevo, demostrándole así el cuidado que tenía con ella.

Cuando habló, me eché a reír, emocionada.

-¡Entonces no estaré nunca sola! -exclamé.

Aren me pidió que lo guardara como un secreto, y me llevé un dedo a los labios, tal y como hizo él mismo, sin llegar a ocultar mi extensa sonrisa. Yo ya tenía a Amatista de guardaespaldas, pero eso no se lo dije. Amatista y Aren se parecían un poco, así que dejaría que los dos compartieran el puesto.

Por último, mi amigo se levantó y, de forma extraña, comenzó a deshacerse en el aire. Lo contemplé con los ojos muy abiertos, maravillada. De pronto, parecía un espectro, y se lanzó sobre mí, atravesándome. Sentí un aire frío y oscuro que me rodeaba, e inmediatamente pensé en el subsuelo de Humus y en Sodeth.

Cuando me di la vuelta, Aren había desaparecido. Lo busqué alrededor, pero ya no estaba. Solo entonces me di cuenta de que el cielo ya estaba oscuro. Aún con esa extraña sensación en la piel y la sonrisa intacta en los labios, me encaminé hacia el palacio.

*Se va*

Spoiler:

Una tercera pareja de hombres llegó al cementerio. Caminaron entre lápidas, leyendo algunos de los nombres y haciendo jocosas bromas.
El mago se acercó al panteón de los Campbell y, desde fuera, admiró su inusual belleza. El otro mientras tanto, se quedó rezagado, leyendo algunas lápidas más.

De pronto, el fornido llevó una mano a su cinturón, en el que llevaba un cuerno de caza. Sin aguardar ni un instante, se lo llevó a los labios y sopló con fuerza.El sonido pudo oírse en todas partes.
Su compañero, alterado, se volvió hacia él., fulminándolo enseguida con la mirada, aunque el otro no se dio por aludido.

-¡¿Qué haces, idiota?! -le siseó, furioso.

El fornido se encogió de hombros.

-Avisar al jefe de que hemos encontrado algo.

El mago miró hacia el palacio, que se erigía cerca de allí. Esperaba que no hubiesen llamado la atención de nadie.

*se quedan por ahí*

Siguiendo mi oído, llego tan bien como puedo hasta el cementerio con una bola de fuego en la mano. La carrera ha conseguido hacer que todo mi buen humor desaparezca: llueve y he perdido mi camiseta en algún lugar.

-Espero habérmela olvidado en el baño- murmuro enfurruñado. Mi hechizo ilumina lúgubremente el lugar, dándole un aspecto aún más fantasmal. No es que tenga miedo a la oscuridad, pero... la situación me pone carne de gallina.

Caminando mucho más lentamente, me voy aproximando al panteón. Allí me parece distinguir dos figuras, pero no podría asegurarlo por la falta de luz. No lo pienso mucho: me acerco a ellos, llama en alto. Igual es algún compañero en problemas...

Zacharyas, encapuchado y silencioso, había ido a parar al cementerio. Le pareció absurdo, pues aquel lugar estaba lejos de ser el escenario de una cacería o una batalla y más de ser el final de estas, sin embargo, al distinguir una figura allí (imposible no hacerlo, pues llevaba una llama en alto), se percató de lo errado que estaba. Pensó que aquel flamma parecía más un guerrero perdido que un enemigo.
Se acercó al joven pelirrojo, pero entonces vió algo en aquel lugar que le hizo reaccionar.

Si había enemigos allí, ya habrían visto al flamma, así que a él solo le quedaba ser su apoyo en las sombras. Esperando que no hubiese entre ellos (de ser ellos adversarios) otro caeruleus y de estar amparado en la oscuridad, Zacharyas se ocultó agachado tras una de las lápidas.

Spoiler:

Al escuchar la voz de Gerald, el guerrero, que era un piscis, frunció el ceño y apretó la mandíbula, molesto. Desenfundó su arma.

—¡¿Quién te crees que eres?! —gritó, furioso, antes de abalanzarse contra el chrysos. Sus movimientos eran lentos, pero levantó su arma, una hacha de aspecto pesado, con una insólita facilidad. Obcecado, y molesto, como estaba, el guerrero no se percató de la presencia de Narbe, ni tampoco prestó atención a Cierzo, que estaba a unos cuantos pasos del chrysos.

El mago, mucho más calmado (e inteligente) que su compañero, optó por esconderse tras una lápida. Con rapidez, y aprovechando el arrojo del guerrero, el flamma huyó hasta quedar escondido tras una de las lápidas, agachado. A diferencia del piscis, él sí que vio a Narbe y a Cierzo. Desde su escondite, conjuró dos flagares: uno de ellos, lo dirigió hacia Narbe; el otro, lo lanzó hacia Cierzo.

Ninguno de los dos vio a Zacharyas, que permanecía agazapado tras una lápida.

Una voz se aproxima y distingo a un chrysos que saluda a las siluetas a las que me acercaba. Voy hacia ellos, sonriendo: probablemente sean un grupo de amigos que han quedado a dar un paseo nocturno.

Cuando uno de ellos se lanza sobre el chrysos gritando, hacha en mano, me quedo momentáneamente desconcertado. ¿Qué demonios sucede? ¿Qué me he perdido? No me da mucho tiempo a cuestionarme nada. Desde detrás de una lápida un flagare vuela hacia mí, iluminando su camino y a mi posible agresor. Me lanzo al suelo para evitarlo, mientras distingo por el rabillo del ojo una cuarta figura, también atacada con otro hechizo. No pienso e invoco otro flagare como respuesta, que lanzo contra la lápida.

-¡Eh!- grito, ofendido-. ¡Yo solo pasaba a saludar, no hace falta ponerse así!

Zacharyas vio aparecer a más gente. Uno de los dos era Cierzo. Le alegró comprobar que conservaba sus alas, si bien no era momento de pensar en eso.

Uno de los adversarios, un tipo con un hacha, se lanzó contra un chrysos. Zacharyas supuso que no sería muy inteligente si atacaba de esa forma en respuesta a un insulto. Decidió pasar y dejarle eso a los otros. A él le interesaba más el otro individuo.

Se había ocultado, como él, y el tipo de guerreros que hacían eso eran los más divertidos. Magos, arqueros, o todo aquel al que le gustase atacar por la espalda. Pero era flamma, y eso le daba ventaja.
Semiagachado, cubierto con su capa negra, serpenteó sigilosamente entre las lápidas exteriores, rodeando el núcleo del cementerio, buscando con la mirada a aquel hombre.

Gerald en seguida se adelantó hacia los hombres, y entabló lucha con uno de ellos, que portaba una enorme hacha. El otro, por su parte, huyó hacia una lápida, para luego lanzar dos hechizos, uno de ellos contra mí. Traté de apartarme, conjurando mientras lo hacía un Ntendbit contra en que me amenazaba, con intención de usar el tornado como escudo si era necesario. En caso contrario, aprovecharía para lanzarlo contra la lápida tras la que se ocultaba el enemigo. Un flamma, pues. Sonreí macabramente; era como luchar contra mi hermano.

Escuché una voz algo más allá, y rápidamente entendí la trayectoria del otro proyectil; no me había fijado demasiado, pero parecía que había un tercer miembro en nuestro equipo.

Spoiler:

Tanto Narbe como Cierzo lograron esquivar el hechizo del flamma. Todavía oculto tras la lapida, el flamma observó cómo ambos guerreros lanzaban dos hechizos. Antes de que estos llegasen, el mago se apresuró a cambiar de posición, acercándose, semiagachado, a una lápida cercana para esconderse tras ella. No parecía tener intenciones de abandonar la protección que las tumbas le proporcionaban, sino que parecía más centrado en limitarse a esconderse y atacar. Así pues, desde su nueva posición, volvió a conjurar dos nuevos flagares que, de nuevo, envió hacia Narbe y Cierzo. Concentrado en su estrategia, no vio a Zacharyas, que lo buscaba.

El guerrero del hacha, por su parte, se movió hacia un lado para intentar evitar el ataque de Gerald. Pese a que sí logró que el corte no fuese crítico, el filo de la katana del chrysos sí que llegó a alcanzarle, haciéndole un corte sangrante pero no profundo en el pecho. El piscis reprimió un grito y buscó al chrysos con la mirada. Cuando lo encontró, volvió a levantar su arma y se acercó a él. Esta vez, no obstante, parecía que se pensaría mejor las cosas antes de lanzarse a atacar.

Mi hechizo no llega a alcanzar al flamma. Creo ver en las sombras cómo cambia de lugar buscando la protección de las tumbas. Menudo incordio. No estoy acostumbrado a luchar a estas distancias, prefiero cuando mi enemigo está al alcance de mi puño. Una nueva bola de fuego se me acerca y trato de apartarme de su trayectoria, mientras urdo un nuevo plan. Mientras esté amparado por las lápidas poco podré hacer, es un blanco difícil. Nunca he sido un gran estratega, prefiero la técnica de " patada en la boca primero y si ,le quedan dientes, preguntar después", pero en estos momentos no parece ser demasiado útil. Me agacho tras una tumba, imitándolo, y lanzo un nuevo flagare a donde creo que se encuentra. Mi mayor arma son ahora mis compañeros. Busco con la mirada a la otra diana de sus ataques: un aether. Me viene tan bien como cualquier otro, pienso, y trato de moverme tan discretamente como puedo hacia él.

En cuanto Zacharyas vio de donde salían ambos flagrares, sonrió. Lo tenía identificado. Pero sabía que mientras sus compañeros le atacasen, el mago cambiaría de sitio. Por otra parte, mientras lo entretuvieran quizás pudiera acercarse sin que lo notase.

Se dirigió, de nuevo rodeando el punto, a la lápida desde la cual el enemigo acababa de atacar. Era tedioso moverse en círculos, pero la única oportunidad que tenía era ponerse a su espalda, pues de atacarle de lado o de frente podía ser visto, y ahora mismo la única ventaja que tenía era que nadie sabía que estaba allí.

Solo lo buscaba para buscar su espalda. Cuando tuviese su espalda a la vista, prepararía su siguiente movimiento. Hasta entonces, aguardaría una oportunidad.

Tampoco parecía, por otra parte, que a los otros les fuese mal del todo.

El tipo es bastante más rápido de lo que parece y consigue no ser rebanado lo suficiente como para quedarse en el sitio. No importa, ahora estoy más cerca de él y no tardo apenas segundos en volver a la guardia para ver como vuelve a encaramarse.

Mis ojos están muy abiertos, ambiciosos. Este tipo no es más que un inepto y me muero de ganas por acabar con él.

No me lo planteo demasiado, simplemente lo veo. Aprovecho la corta distancia para intentar clavar mi espada en su vientre, olvidándome completamente de su arma. Un mero gesto que impulsa mis brazos y mi cuerpo hacia él con fuerza, si muchos tecnicismos. No temo a la muerte, ni temo a lo que pueda hacerme con ella. Sin dejar de mirarlo con una sonrisa casi enajenada, no tardo en susurrar.

—Chrysantae —Y la sonrisa se amplía.



FdR: Como pone en la ficha, la katana de Gerald es completamente de metal desde el mango y nisiquiera tiene tsuba (la piecita que se usa como protector de mano). Y sí, es un kamikaze lol

Conseguí evitar el golpe, y mi hechizo salió despedido en dirección al mago. Sin embargo, él no se quedó en aquel lugar, sino que cambió su posición. Así pues, lanzar mi golpe no sirvió de mucho. Aproveché aquella breve pausa para echar un vistazo a Gerald, que parecía estárselas arreglando bastante bien.

No tardé en volver a mis propios problemas, que seguían ahí. El flamma, tras cambiar de posición, lanzó un nuevo hechizo, y repetí mi contraataque exactamente igual. Tan solo varié un detalle: mantendría el hechizo conjurado en mis manos hasta verlo salir de nuevo en busca de otro refugio; entonces, en el momento en que estuviera cambiando de posición, lo lanzaría contra él.

Al igual que había ocurrido con sus anteriores flagares, tanto Narbe como Cierzo lograron esquivar los hechizos del mago, que volvió a repetir la estrategia: en cuanto vio el flagare de Narbe, el hombre, semiagachado, comenzó a moverse para cambiar de nuevo de posición. Esta vez, sin embargo, no pudo avanzar tanto cómo le hubiese gustado, pues tuvo que detenerse para intentar esquivar el hechizo de Cierzo. No lo consiguió del todo, y recibió el impacto del conjuro del aether en su costado derecho, lo que hizo que perdiese el equilibrio y que cayese hacia atrás.

El piscis, por su parte, volvió a atacar a Gerald, alzando el hacha, dispuesto a ensartarla en el cuerpo del chrysos. Para su desgracia, este impacto nunca llegó a producirse, pues Gerald, aprovechando que era más rápido que él, ensartó su katana en su vientre al tiempo que conjuraba un chrysantae. La suma entre el golpe, ya crítico de por sí, y el hechizo fue demasiado para el piscis, que soltó el arma y cayó hacia delante, aplastando el brazo derecho de Gerald.


Fdr. eh, Gerald, ¿deja vu?

El ataque del aether tiene más suerte que el mío, logrando derribar al flamma. Sonrío, orgulloso por el equipo que me he buscado. Me levanto para ir a rematarlo, cuando reparo en el chrysos. También él ha logrado su objetivo, pero con bastante peor fortuna: el bicharraco que le atacaba se ha desplomado sobre él. Me encuentro bastante cerca, puesto que me ido aproximando al dirigirme al aether, y cambio el plan. Lanzo un flagare a modo de cobertura, por si el aturdimiento de nuestro enemigo no dura lo suficiente como para permitirme moverme, y corro hacia el bulto enorme bajo el que se encuentra mi improvisado compañero.

Trato de mover el cuerpo del guerrero de encima del chrysos, antes de preguntar:

- ¿Todo bien por aquí abajo, camarada?

Zacharyas vio caer al mago hacia atrás y se irguió, corriendo hacia él mientras desenfundaba su arma. Siempre le había gustado más la magia, pero la magia no arrancaba tanta sangre.

Si llegaba junto al mago antes de que este se levantase... Tenía tantas ideas. Su cerebro comenzó a bullir, buscando la más apropiada en aquel corto intervalo espacial, pero al final optó por una cruel.
Ya no era él el que pensaba. Era el monstruo.

Ensartaría su cuello donde acababa, en la parte blanda que se juntaba con el torso... Ese pequeño hueco débil y carnoso que parecía tan sencillo de traspasar.

Quería mirarlo a los ojos mientras lo hacía.

Si no lo lograba, si el otro se levantaba antes... Entonces lanzaría un âchnam a su nuca, o a su cara... A su cabeza. Buscando tumbarlo de nuevo.

FdR-... Glups.

Vi caer al mago hacia atrás por mi hechizo con cierta satisfacción. Me volví un momento hacia Gerald, que caía bajo el peso del guerrero, ensartado en su katana. Fruncí el ceño, preocupado, y tuve el impulso de ir junto a él, pero reía y el flamma se me adelantó, así que lo dejé estar. No parecía que el chrysos estuviera herido, y ya recibía ayuda. Por otra parte, había un vivo que aún me preocupaba.

Avancé corriendo hacia el mago, ntendbit en ristre y listo para dispararlo contra él, dispuesto a no darle oportunidad de recuperarse, cuando una figura oscura emergió por detrás de él, con un arma brillando en la mano a la luz de la luna. Me paré a unos pasos de distancia y dejé hacer al fantasmita, pendiente de si necesitaba ayuda.

El mago soltó un quejido y apoyó las manos en el suelo, dispuesto a levantarse. Sin embargo, antes de que pudiese erguirse del todo, un Âchnam golpeó su nuca, haciéndole caer de nuevo. De nuevo en el suelo, el mago apoyó las manos en el barro, tosió y se giró, colocándose boca arriba para buscar al hechicero que le había atacado.

Zacharyas estaba a unos pasos de él, armado con su espadín. El flamma, viendo cómo el caeruleus se acercaba, se arrepintió de haberse dado la vuelta: el joven que tenía ante él parecía ansioso por ensartarle el arma, de ver cómo la sangre caía, de verle morir. Parecía un monstruo. Antes de que el caeruleus clavase el espadín en su cuello y de que la sangre comenzase a brotar, se preguntó dónde había estado durante la batalla.

*muertos todos*

Le ofrezco una mano al chrysos caído, para ayudarlo a levantarse. Pese a que una amenaza está fuera de combate, nos queda ese maldito flamma. Me giro, confiando en que algún movimiento revele su posición... pero no hace falta.

El aether se encuentra muy cercano a las lápidas donde nuestro atacante estaba atrincherado, pero creo distinguir una sombra que se abalanza armada contra él y da cuenta del enemigo caído. Supongo que en realidad la pelea nunca ha estado comprometida del todo: teníamos más apoyos de los que creía. Tomo aire profundamente, tratando de serenarme, antes de exclamar:

- ¡¿Qué demonios acaba de ocurrir?! No, no quiero saberlo- mi mal humor ha regresado al extinguirse la adrenalina del combate-. Un placer haber peleado a su lado, señores, pero tengo una camiseta que recuperar de algún lugar. ¡Ya no hay quien venga a socializar al cementerio! ¡Te atacan así, sin más, de gratis...!- me alejo refunfuñando y sacudiéndome como un perro. No he entendido nada de lo que ha ocurrido esta noche, sólo sé que tengo frío, estoy mojado y mi cama está seca y calentita. Invoco el que espero que sea el último flagare de la noche y dejo que ilumine mi camino hacia el palacio.

*se va*