Sala de baile

Después de ducharme, comencé a recorrer los pasillos pensativa, buscando algo interesante que hace. No me apetecía mucho leer, pues me había pasado los últimos días enfrascada en varias historias, saliendo sólo lo justo de la habitación, pero tampoco tenía ánimos para entrenar. Suponía que me apetecía charlar con alguien, porque tampoco quería pasear por los exteriores, así que cuando oí un suave taconeo al pasar por la sala de baile, no lo dudé y me adentré en ella, sonriente y curiosa.

Dentro, el chrysos Gerald bailaba solo, fingiendo que tenía una pareja. Parecía relajado, feliz con su baile, concentrado en él. Ensanché la sonrisa y silenciosamente me apoyé en una pared, al lado de la puerta. No quería interrumpirle.

Gerald se detuvo, algo cortado, poco después de que yo entrase. No pude evitar sentirme algo culpable.

-Bailas muy bien -murmuré, esbozando una tímida sonrisa. Luego tragué saliva-. Lamento haberte interrumpido... O, eh... No haberte saludado, pero... Eh... Parecías contento. Y concentrado.

Lo miré y me pasé una mano por la nuca, curvando ligeramente los labios. No lo había pensado antes, pero observar a alguien mientras baila (o escribe, dibuja, entrena...) puede resultar algo cortante. Y raro. Esperaba que el chrysos no pensara que me dedicaba a espiar a la gente.

-Sí que hace mucho que no nos vemos -respondí, acercándome a él. Sonreí de nuevo-. A mí todo me va bien. No he hablado con mucha gente, pero -me encogí de hombros- no me quejo. -Ensanché la sonrisa-. ¿Tú qué tal estás?

Le sonreí.

—Siempre puedes ponerte tú la música... Cantar o algo así. —Lo miré, curiosa de pronto—. ¿Sabes cantar?

Había conocido a poca gente que supiese cantar bien, y yo tampoco cantaba demasiado bien, así que me preguntaba si Gerald también pertenecía a ese grupo de gente que sólo desafina.

Cuando me preguntó si bailaba, me encogí de hombros y fruncí levemente el ceño.

—Buenooo... Bailo. Pero no muy bien. Me gusta, pero... —Me pasé una mano por el cuello—. No creo que se me dé muy bien. Sé pocos bailes. —Lo miré—. Pero me gusta. Es divertido.

Recordaba algunas fiestas en Caligo e Ignis, donde la gente se divertía bailando mientras festejaban días importantes, como año nuevo. Y también me acordaba de algunos de mis aniversarios, donde mis amigos y yo también bailábamos, improvisando pasos. Sonreí ampliamente. Eran tiempos divertidos.

No obstante, no tardé mucho en apagar la sonrisa, cambiándola por un fuerte rubor y una expresión de sorpresa. Nerviosa, miré al chrysos después de que me ¿rascase? la cabeza y tragué saliva.

—Eh... Yo... No... —Negué con la cabeza, bajando la vista. Carraspeé—. Eh... Estuve leyendo y... Eh... Poco más. —Me pasé una mano por la nuca y lo miré, todavía sonrojada—. Lo... Lo tuyo suena más interesante...

Sonreí un poco, aún con las mejillas rojas. No me había esperado ese gesto.

Me llevé una mano a la nuca. Perder la vergüenza era uno de mis grandes problemas. Cuando bailaba con mis amigos solía estar un poco ebria, cosa que siempre ayudaba a relajarse, y aún así siempre era de las últimas en atreverme a hacer algo. No obstante, creía que había mejorado en ese aspecto con el paso del tiempo. Ahora hacía cosas que antes de venir a Brontë jamás hubiese hecho; aunque imaginaba que seguía siendo la chica que tartamudeaba mucho y se ponía muy roja siempre, lentamente (muy lentamente) iba perdiendo la vergüenza.

—Yo tampoco canto bien... —murmuré. Curvé ligeramente los labios—. Y... Eh... Estoy en proceso de perder la timidez...

Ensanché la sonrisa y lo miré. Cuando me tendió una mano, bajé la vista y la contemplé durante unos largos segundos, sorprendida y nuevamente ruborizada, preguntándome si hacía bien en bailar con el chrysos, pero finalmente acabé aceptándola. Sólo sería un baile. Y seguro que era divertido.

—Yo... Eh... Te recuerdo que no... Que no bailo muy bien. —Lo miré. De pronto, como si me hubiese acordado de algo, añadí, en un tono más alto—: ¡Y yo no tarareo!

Fdr. Omg llevo dos años dicendo que quería que mis pjs bailasen, LLORO

FdR: No sé qué música es típica en Ignis, pero yo no me saco esto de la cabeza lol https://www.youtube.com/watch?v=4LDpI063qBA

Me acerqué a él, agarrando su mano con cuidado, y coloqué la otra mano, la que tenía libre, en uno de sus hombros. Él, por su parte, colocó su mano restante en mi cadera. Eso hizo que me volviese a sonrojar, aunque no tanto como antes.

—¿Tengo... bien puesta la mano...? —pregunté, mirando su hombro. No sabía qué tenía pensado bailar, ni tampoco conocía muchos bailes, así que me preocupaba bastante no saber qué posición adoptar. ¿Y si no iba ahí? Normalmente, cuando bailaba en pareja, solía adoptar esa posición, pero qué sabía yo.

Tragué saliva y asentí después de escuchar sus palabras. Aunque había aceptado bailar con él, ahora mismo volvía a sentir una especie de vergüenza recorriendo mi piel, haciendo que me costase hilar frases y moverme con soltura. No obstante, intentaba no perder el ritmo, aunque se me estaba antojando complicado (tanto que en un par de ocasiones bajé la vista a nuestros pies, intentando copiar sus pasos).

—Co... Conozco la canción... —murmuré, alzando la vista unos segundos. Luego volví a bajarla—. Es divertida...

Y aunque no lo pareciese, realmente sí que me gustaba la canción. Pero seguirle el ritmo me estaba costando tanto que no tenía tiempo para pensar buenas contestaciones.

Negué con la cabeza.

—No... No lo estoy...

Fruncí el ceño, todavía escrutando sus pies, intentando buscar la clave para bailar aquello. Cuando el chrysos me alzó el mentón para que lo mirase, volví a sonrojarme y desvié la mirada, nerviosa, avergonzada. Asentí, no obstante, débilmente, dándole a entender que lo había entendido. Y, de hecho, sí que lo entendía: si no me dejaba llevar, si no me relajaba, sería incapaz de bailar algo bien. El problema estaba en que me estaba costando bastante relajarme. Tal vez por la clase de baile, o tal vez porque no estaba segura de si estaba bien que bailase tan pegado con él. O a lo mejor porque notaba las mejillas rojas y no podía dejar en lo ridícula que parecía.

—Intento relajarme, de veras... Pero me cuesta —murmuré. Invitada por él,  di una vuelta sobre mí misma, curvando ligeramente los labios; luego, una vez a su lado, tras terminar la vuelta, lo miré de reojo. Tragué saliva y, obedeciendo sus órdenes, asentí y moví la cadera, intentando seguirle.

Podía tomarme aquello como una simple clase de baile y ya. Y luego se lo podía enseñar a Rick y todos tan contentos.

Lentamente fui consiguiendo relajarme y comencé a seguir sus pasos con mayor facilidad. Ahora que ya no estaba tan nerviosa como antes, era capaz de disfrutar del baile, y lo cierto es que era bastante divertido. Imaginaba que, si sabías bailar bien y no te daba vergüenza, uno podía llegar a pasarselo realmente bien.

Escuché las palabras de Gerald con atención, intentando retenerlas por si en un futuro volvía a bailar algo así. Cuando me hizo dar una vuelta, sonreí, y cuando quedé frente a él, lo miré, todavía con los labios ligeramente curvados, pero con un nuevo rubor, uno ligero, en las mejillas. Ensanché un poco la sonrisa cuando él sonrío, y luego, una vez separados, me pasé una mano por el cuello.

—Ha estado bien, sí. —Lo miré y solté una suave risa—. Aunque yo... Bueno, no sé bailar muy bien y me he puesto muy nerviosa... —Me coloqué un mechón tras la oreja izquierda—. Pero ha sido divertido, sí...

Al principio no, pero había acabado por divertirme con aquello.

Flavia entró en la sala de baile más por echar una ojeada que por tener algún objetivo en mente. 
Admiró el bonito suelo y contempló los distintos instrumentos del fondo y, majestuosa, caminó con aires rimbombantes por toda la sala. 
Era un bonito lugar y no era para menos. Al fin y al cabo, era un Palacio Ancestro. 

Suspiró y decidió acercarse a una flauta de metal bastante ornamentada. En sus años mozos había sido buena en música. Y no era para menos, pues era una de sus asignaturas predilectas. 
En una mano alzó la flauta y en la otra, hizo brotar media docena de gorriones de ardiente plumaje, que daban saltitos por sus manos.
Estos fueron lanzados al aire y comenzaron a revolotear. 

La líder de fuego comenzó a tocar una alegre serenata y, al ritmo de la misma, sus mágicos conjuros en forma de ave danzaban por toda la habitación.

Era una bonita visión.

*se queda*

Últimamente las noches en Brontë son bastante tranquilas. Apenas hay gente por los pasillos y puedo dedicarme a curiosear sin que nadie me llame la atención. Alguien debería repartir planos de este sitio. Sigo perdiéndome cada vez que me meto por pasillos que no acostumbro a usar.

Recorro el palacio sin ningún rumbo concreto, simplemente metiendo las narices en cada sala que no tiene la puerta cerrada. No está resultando una noche demasiado emocionante, pero de pronto escucho música a través de una puerta. Es un sonido suave y dulce, y no puedo evitar asomarme a ver de dónde sale. ¡Podrían ser fantasmas músicos, cuya única intención fuera tocar toda la noche, no dejar dormir a los guerreros e informar a nuestros enemigos cuando estuviéramos demasiado cansados para defendernos! ¡Alguien tiene que detenerlos!

Irrumpo en la habitación, que resulta ser la sala de baile. Qué sabios esos fantasmas, aquí no llamarán la atención. Recorro con la mirada todo el espacio, pero afortunadamente no hallo ningún espectro. Tan sólo es una mujer tocando la flauta. Reparo entonces en una pequeña bandada de pájaros de fuego que danzan por la habitación al ritmo de su interpretación. Vaya... es realmente bonito. Me quedo en la puerta boquiabierto, disfrutando del espectáculo de los pajaritos bailarines.

Al oírlo entrar, entreabrió uno de sus ojos para verlo mejor. 
Era un flamma. 
Aquella visión la alegró bastante. A pesar de todo, siguió tocando, pero esta vez cambió la melodía para que los pájaros danzarines volasen hacia el chico y lo rodeasen. Algunos tiraban de su pelo hacia dentro. Otros de su ropa y otro no paraba de dar vueltas a su alrededor. 

Paró entonces de tocar para abrir sus brazos enormemente. -Qué bien.- Aseguró.- Un flamma- declaró contenta. Rauda, se acercó a él, dando rápidos pasos. Le agarró la quijada y le abrió la boca a la fuerza. -Bien, bien. Buen mozo- dijo resuelta. - Soy Flavia Gnaea Seia Herennia Sallustia Severa Magna. Líder flamma en estos momentos en palacio. Gobernante de la provincia de Ur.- Hizo una pausa y lo miró como si llevase gafas y estuviera mirando por encima de las mismas. -¿Y tú eres?- dijo pellizcándole una mejilla con fuerza, batiéndola de lado a lado.

Con el cambio de melodía los pájaros en llamas me rodean y comienzan a picotear suavemente. Contengo la risa para no interrumpir a la intérprete, pero cada vez me es más difícil. Ahuyento sonriente con la mano a los que me tiran de la ropa, ¡menudos pájaros más descarados!

Cuando la mujer se detiene se lanza sobre mí también, examinándome como si fuera un caballo que fuera a comprar. Me recuerda de algún modo a las ancianas del pueblo, muy dadas también a exámenes físicos por sorpresa cuando llevaban tiempo sin verte. Me noto palidecer cuando se presenta como mi líder. No sé qué hacer ni cómo comportarme. ¡Es mi líder! Tengo que dar buena impresión. Tengo que parecer un buen flamma. Tengo que parecer un buen guerrero. Cosas que no tengo ni idea de cómo aparentar.

Me cuadro ligeramente y me aclaro la voz. Bueno, al menos no podrá decir que estoy raquítico. ¿He engordado desde que llegué aquí? ¿Se notarán mucho las manchas de grasa de la cena que tengo en la camisa?

- Soy Narbe Meister. Un placer conocerla, mi señora. Estoy totalmente a su servicio- ¿Debería hacer una reverencia? ¿Se ofenderá por haberla llamado señora? Continúo rígido bajo su mirada. Mithos sagrado, no he estado tan nervioso en mi vida.

-Narbe... Narbe...- Lo judgo con la mirada bastante seria.- No he visto tu nombre escrito en mis notas sobre el avance de los entrenamientos intensivos de palacio.
Entonces chasqueo la lengua varias veces con desaprobación. -Me estás dejando quedar muy mal, ¿ah?- le digo, soltándole la mejilla de mi atadura táctil para darle un par de suaves bofetaditas.- Debes buscar a las cinco guerreras que hay por el palacio y enfrentarlas. Así... es muy probable que adquieras un... digamos... bonito premio.

Vuelvo a revisarlo con la vista. Para ser el primer guerrero flamma que veo, es... poca cosita. Pero bueno: quizás me sorprenda en alguna de sus formas. 

-Y dime Narbe... ¿Llevas mucho por aquí? ¿Estás contento con el servicio? Supongo que sí- digo dándole un par de palmaditas en la tripa.
Río. 
-Y dime, ¿qué arma usas? ¿Cuál es tu especialidad? No es por ser cotilla- digo haciendo un gesto de desprecio con la mano.- Es que me encanta fardar de mis guerreros con los demás.

La líder parece una mujer muy seria, y trago saliva al oírla hablar de los entrenamientos intensivos. Algo oí comentar en algún momento, pero de un tiempo para acá tengo tan pocas ganas de entrenar...

- Las buscaré mañana mismo, señora. Es cierto que debería cuidar más mi entrenamiento...


- Estoy muy contento con el Palacio. Echo de menos Ignis, desde luego, pero vivo muy cómodo junto a todos mis compañeros guerreros- enrojezco levemente cuando noto su mano en mi tripa. Definitivamente, mañana mismo me pongo con un programa especial de entrenamiento-. La verdad es que no uso arma, señora. Acostumbro a pelear cuerpo a cuerpo... Aunque a veces no es demasiado práctico.

-Eso está bien. -Lo alago, frotándole la cabeza.- No esperaba menos de la mejor raza de todas. Esa determinación es legendaria.- Aclaro. 

Sin embargo me llevo una mano a la cara mientras niego con la misma. ¡Este chico es un caso perdido!
-Narbe, precioso. Dulce flor del desierto... ¿Cómo pensabas que... venir a un e-jér-ci-to con los puños como arma iba a ser una buena idea?- digo alzando cada vez más la voz, de modo que paso de un tono cariñoso a un tono acusador.

Suspiró. -Supongo que no me queda más remedio...- digo metiéndose la mano por el forro del kimono, sacando un corvo de acero y mango lapislázuli. -El corvo no es un arma muy común -comienzo a hablar.- Pero es un arma que no requiere ni mucha agilidad, ni fuerza, ni destreza. Es un arma perfecta para... -lo miro con cara de circunstancias. 
Luego río. 

-Atiende. Para usar un corvo,  lo verdaderamente importante es la solidez de la muñeca, juzgar bien la medida y saber aprovechar la oportunidad. Tienes un par de movimientos básicos: el picotazo; se hunde formando una herida curva hacia abajo, lo que permite perforar la cavidad torácica, los ojos o el cuello. Y el zarpazo; se clava de forma perpendicular y de arriba a abajo al objetivo aprovechando el peso del arma y del brazo, desgarrando al continuar su trayectoria y atrapando al enemigo al tomar contacto con hueso. De esta forma se golpea a la cabeza, hombros y esternón.

-Son los famosos "Pico del Cóndor" y "Garra del Puma" respectivamente. Son movimientos muy útiles. -Entonces se la entrego.

-Practica- sentencio.- Ahora no. Con alguien en otro lado -le aclaro. Este chiquillo es capaz de comenzar a atacarme o algo así... No se lo ve muy espabilado.

De un momento a otro se me va a caer la cara de vergüenza. Lo sé, lo intuyo. Esto es peor que cuando mi madre me pillaba de niño tras alguna trastada. Supongo que porque es más serio un ejército que aquel huerto al que prendí fuego por accidente...

No me atrevo a levantar la mirada del suelo y sé que si hablo apenas me saldrá un hilo de voz. Mi instinto me dice que lo más inteligente sería lanzarme a sus pies y pedir perdón, pero sé que debo mantenerme firme. Bastante mala impresión he causado ya como para quedar como un llorón además.

Pero se me iluminan los ojos cuando saca un arma de entre sus ropas. Escucho con atención todo lo que me dice, tratando de no decepcionarla de nuevo, y admirando la bonita hechura del arma. Cuando la recibo de sus manos creo que se me saldrá el corazón del pecho. ¡Un arma! ¡Para mí! ¡Y me la ha dado la líder! Podría abrazarla, pero sé que no debo. Acaricio con reverencia mi nuevo corvo, encantado.

- Muchísimas gracias, mi señora- sonrío como un crío ilusionado, pero no lo puedo evitar. Estoy tan feliz-. Le prometo que entrenaré duramente para aprender a usar su regalo. ¡Es un enorme honor recibir un arma de usted!

FdR: Mi líder cree que soy tonteeeteeee TToTT

-Ea, ea, venga. A dormir- digo ahuyentándolo como si fuera un mosquito molesto. - Venga, ahora no vayas a perderla de buenas a primeras, o la vendas por un cerdo.- Aclaro, divertida pero seria. 
Entonces me desaparezco, ardiendo de pies a cabeza, para luego dejarlo solo.

*se va*

FDR: me la iba a llevar en el anterior post pero se me olvidó lolU

Me quedo un momento en shock cuando mi líder se combustiona en llamas desaparece envuelta en llamas. Hay que decir que tiene estilo. Qué mujer más impresionante.

Pronto vuelve mi atención a mi corvo. ¡Qué bonito es! Pero es un arma, me reprendo  mentalmente, da igual cuán bonito sea. Lo importante es darle buen uso. Tengo que aprender a utilizarlo y demostrarle a la líder que puedo ser un buen guerrero. Eso, y adelgazar.

Salgo de la sala mientras canturreo feliz. Por fin tengo un arma. Un corvo para mí solo. Mañana iré a entrenar mucho. Por ahora, mi cama me espera.

*se va*