Sala de baile

Parece un poco ida, lo normal en estos casos. Está claro que el trabajo ayuda a desconectar la mente de lo ocurrido. Amplio un poco la sonrisa cuando se acerca.

—Como un roble —Respondo, haciendo un gesto con ambas manos para mostrar que me encontraba bien en general. Ahora de cerca me fijo en que ella no tiene tampoco ninguna herida en la que no haya reparado. —Todavía quema mucho que hacer —Añado, mirando alrededor.

—Dime, ¿Tú estás bien? ¿Algún amigo tuyo está herido o...? ¿Está bien Rick? —Pregunto, entornando un poco los ojos para resultar algo más serio, pero sin sonar demasiado decadente. Inger lleva aquí bastante tiempo así que conocerá a muchos.

Asiento a su primera respuesta y luego presto atención a la siguiente. Al parecer nadie que ella conociera ha sufrido daños, con lo que doy por hecho que hay bastantes personas de una pieza. Sin embargo, se oscurece en cuanto confiesa que no hay ido por el lago y me mantengo un momento en silencio.

—Están dos de las chicas de Flavia, algunos soldados y bastantes personas del servicio —Le transmito con tono serio y depurado. Doy un paso hacia Inger y le pongo una mano en el hombro.

—No tiene que ser ahora, pero creo que al menos merecen que sepamos con quiénes no volveremos a cruzarnos —Le comento, en parte como si quisiera alentarla. Ver tanta muerte aparecer de un día para otro no es fácil para nadie, pero somos guerreros.

Aparto la mano de Inger cuando responde. Todo está muy reciente todavía, si ella no se ve con fuerzas, no voy a ser yo quien la obligue a reconocer a nadie.

—Es todo muy precipitado, ¿eh? —Pregunto con cierta resignación, entendiendo la sensación que describe. —De todas formas, supongo que a lo más tardar, mañana comenzarán con las ceremonias —Dudo mucho que tarden más en hacer algo con los cuerpos. El tiempo está empeorando y seguramente vayan a quemarlos para impedir cualquier contaminación nueva con las esporas.

—Es difícil, pero es más difícil cargar con arrepentimientos —Le aconsejo, no es la primera ni última vez que alguien escape de una visión trágica y se arrpienta de no haber podido dar un último adiós. Pero es lo último que menciono al respecto.

Miro a nuestro alrededor cuando Inger menciona cuándo se solucionará lo del palacio.

—Seguro que en cuanto nos demos cuenta estará todo listo. Por ahí fuera están haciendo unas cosas increíbles con magia —Le digo con una suave y amable sonrisa.

En cuanto vuelve a asentir todavía con duda, tomo aire para dar la conversación por finalizada.

—Bueno, será mejor que sigamos con esto. Ten cuidado —Le advierto con un tono algo más animado para no dejar la cosa tan fría. Hago un gesto con la mano y me doy la vuelta para marcharme, pero al momento vuelvo a girarme hacia ella.

—Oye, Inger, si quieres, cuando acabemos con ésto podemos descansar un poco e ir hasta allí... —Le propongo. No tengo especial interés en volver a repasar las caras de los muertos, pero se supone que somos un ejército y un eslavón debe tirar de otro.

El tiempo no mejora y por los pasillos corre el rumor de que están pasando cosas extrañas a lo largo del continente e incluso en los otros. El servicio no deja de cuchichear al respecto continuamente. Estoy empezando a pensar que no es un temporal corriente. Quiero pensar que se trata de esos que hace veinte o treinta años que no vienen con tanta fuerza y ponen nerviosos a los viejos. Aunque si realmente pasara algo por fin, estaría encantado. Quiero entrar en acción de una vez.


Tirado en el medio de la sala de baile, boca arriba, con una pierna estirada y otra flexionada y mis cosas a un lado, lanzo una pelota al aire y la recojo cuando llega cerca de mi cara. El techo es enorme. Intento tirarla lo más arriba posible, así puedo ver como baja como un proyectil.

Estoy tan atontado que giro la cabeza rápidamente al escuchar el arpa, sobresaltado y sosteniendo la pelota con ambas manos. ¿Desde cuándo había ahí una persona? ¿Tan atontado he estado que ni cuenta me he dado de que había alguien? O de que había llegado alguien. O aparecido. En todo caso me yergo y me quedo sentado con la mano que agarra la pelota apoyada en la rodilla que tengo flexionada y la otra en el suelo.

—Hola —Saludo amenamente, con una media sonrisa. Está algo lejos, pero incluso a esta distancia se reconoce perfectamente.

—Por fin te encuentro de nuevo, Fera —Comento con cierta picardía, recordando el nombre que Frikka había dicho y utilizándolo a sabiendas de que ella no me había dicho su nombre la primera y última vez. Ahora que vuelvo a verla es aún más guapa de lo que recordaba.

La forma en la que habla me hace sentir un cosquilleo en el cuerpo y no puedo evitar entreabrir la boca y pasarme la lengua por la comisura mientras la miro. Suelto una ligera risa, apenas un sonido al soltar el aire con cierta fuerza, bajando la cabeza un momento ante sus palabras.

—Dijiste que aparecerías de nuevo. Es lógico pensar que estaba esperándolo —Acabo por decir, con un tono algo similar al suyo, pero bastante más suavizado con una ligera risa.

Veo como desaparece y aparece sobre el piano y me recorre un ligero escalofrío. Me pongo en pie, sosteniendo la pelota con ambas manos. Por eso no la he oído entrar. Supongo que será una de los jefazos. Por alguna razón eso lo vuelve más interesante. Se me escapa una nueva sonrisa y giro un poco la cabeza durante un momento, humedeciéndome los labios.

—Tiene su punto. Sobre todo cuando se llega al límite —Respondo, mirándola con gesto entre pícaro y seductor.

Alzo las cejas y miro a otro lado ante sus palabras. Luego me rasco un poco la cabeza. Parece que no ha olvidado mi huída. Así que fue un desfalco, ¿ah? Por supuesto, parece una mujer que vaya a devorarte en un salto. Espero ese salto con emoción contenida.

—Sí, siento lo de aquella vez. No fue muy caballeroso. Te juro que no se repetirá —Le aclaro con tono ligeramente sumiso. Mantengo la media sonrisa.

Cambio el peso de una pierna a la otra y giro un poco la pelota en mis manos, como buscando un acercamiento o un reclamo, pero sin querer avanzar.
Me paso una mano por el pelo ante su pregunta.

—Perfecto, gracias. También me has vuelto a alegrar el día —Añado, pícaro, pasando la lengua bajo mis colmillos y apresándola con los dientes un momento, jugueteando con la boca.

—¿Y qué tal tú, preciosa? Espero que no estuvieras aburrida —Añado.

Su gesto no me deja quitarle el ojo de encima y cierro un momento la boca para tragar algo de saliva. Luego vuelvo a retomar la media sonrisa enseñando en parte los dientes.

Me fijo en como vuelve a desaparecer, apareciendo de nuevo a algunos metros del piano, sentada como una reina. Algo se retuerce dentro de mí haciéndome echar el cuerpo hacia adelante, como dando medio paso, pero sin querer acercarme nuevamente. Vuelvo a tragar saliva. Por un momento me imagino allí junto a ella, arrodillado con las manos acariciando sus muslos. Vuelvo a humedecerme los labios.

—Por supuesto. No pareces una mujer que pierda el tiempo. Aunque es una pena que estés tan ocupada —Comento, arrastrando ligeramente las palabras, como si tuviese la boca algo más pastosa. Me paso una mano por el pelo y me meto la pelota en el bolsillo. —Debe de ser estresante... —Añado con un tono algo más bajo e insinuante.

La miro mientras permanezco inmóvil, pensado todo tipo de cosas. Está sentada en una mera silla en medio de una sala de baile y siento como si me observase desde el mayor de los tronos, en un congreso repleto de gente a la espera del veredicto, decidiendo qué he de pagar por mis acciones.

Cuando se levanta, contengo la respiración un momento y noto como mi pulso empieza a acelerarse, activado por su movimiento. Miro fijamente como se mueve y siento un nuevo escalofrío cuando desaparece y aparece un poco más cerca.

Da igual lo que diga, mi mente está fija en su movimiento, en sus ojos fijos mientras avanza. Parece que tenga que recorrer una distancia infinita. Mi pecho se acelera a cada paso que da y el pelo de la nuca se me eriza. Siento los músculos tensarse debido a la tensión de cada vez que reaparece.

De nuevo vuelve a hablar y la electricidad me desborda por la espalda mientras estoy inmóvil y sellado al suelo. Siento el impulso, en una de sus apariciones, de dar medio paso atrás, atraído y dominado al mismo tiempo por esa sensación de felino depredador que me hace sentir el sudor en la espalda. Sin embargo me mantengo estático, quizá echando el pecho ligeramente hacia atrás debido al reflejo y, cuando la tengo tan cerca, siento la tensión, la expectación, en su punto límite. Cuando siento su dedo en mi boca suelto una ligera exhalación, como si hubiese presionado la válvula de escape. El hormigueo me estalla en la nuca y entonces desaparece frente a mí.

Tengo que echar un pie hacia adelante al momento, sorprendido por la pérdida total de aquella sensación, para no tastabillar. Respiro de forma rápido y algo cargada debido al maldito clímax de apenas unos segundos antes. Ha sido casi como un orgasmo mental, incluso siento algunas gotas de sudor tras las orejas. Cierro los ojos y me muerdo el labio inferior alzando la cabeza, recreándome por un momento en esa sensación y tratando de olvidar la desazón de que haya desaparecido definitivamente.

Me llevo una mano a la entrepierna, apretando los muslos ligeramente para retozar con el leve cosquilleo. Me doy unos segundos para mí y me dejo descender levemente hasta quedar de rodillas en el suelo. Finalmente acabo apoyando mi mano libre también en el mármol, quedado prácticamente a cuatro patas. No puedo borrar una sonrisa que viaja entre la satisfacción y la rabia divertida. Doy con el puño en el suelo y me yergo, quedando de rodillas en silencio. Tengo que buscar a esa mujer.

*se va*