Dormitorio de los chicos

Negué esbozando enseguida una sonrisa, coincidiendo con sus palabras. Y no sabía yo tampoco hasta qué punto Adain conocía a Lea, pero de todas formas...

-Ella no es de las que hacen esas cosas. Si hubiese un problema lo diría sin más. Solo era una forma de hablar-. El comentario del calor extra me hizo erguirme un poco, entonces, tratar de, inconscientemente, hacerme algo más grande-. Bueno, tampoco es eso. Es decir... Me gusta hablar con ella, en general. No insinúo nada raro...

Ya veríamos cómo iba todo. No era como si no fuese a volver a dormir acompañado en toda mi vida, claro. Aquello solo era una pequeña dificultad. ¡Nada grave!

Me tranquilicé un poco al hablar de su libro, y esbocé enseguida una sonrisa, dándole una pequeña palmada en el hombro, alentador. Desde luego, desde su llegada siempre había estado esforzándose mucho.

-Puedo enseñarte un poco, claro. Estoy deseando alguien a quien enfrentarme cuerpo a cuerpo, pero no todo el mundo puede con estos músculos -bromeé, alzando el brazo y haciendo fuerza, con arrogancia fingida.

Bajé el brazo de nuevo cuando preguntó cómo era. Tuve que pensar un poco, esforzarme un poco en pensar, para no darle una descripción que vendiese a la dama como si solo fuese carne.

-Es una dama gentil y agradable, de cabello rojo y ojos...-. No lo recordaba bien- muy hermosos. No es demasiado alta, pero sí resulta atractiva, por si te interesa -añadí, dándole un pequeño codazo con picardía-. No creo que haya tenido tiempo de fijarse en ningún caballero todavía. Parece realmente simpática, y tiene ese punto... Ya sabes...

Entro arrastrando los pies. Me duelen tanto... Creí que un baño caliente ayudaría a que me sintiese mejor, pero lo cierto es que duelen lo mismo. Es como si me los hubiesen machacado con dos martillos o algo así.

Creo que voy a dormir como nunca. Y mañana me despertaré al mediodía. Y el Abuelo ya puede pensar lo que quiera en la Torre si se entera. Yo necesito descansar. Solo por hoy. Y ya nunca más...
Mithos...

Pongo rumbo a mi cama enseguida, ya preparado, cierro las cortinas y me tumbo. Ya ordenare mañana...

*se va a dormí XD*

Quizás un par de días eran poco, porque un par ya los llevaba, pero acabaría por acostumbrarme, de alguna forma. ¡Aquello era lo peor! Porque yo no quería acostumbrarme a estar sin ella. Quizás era posible que alguna noche pidiésemos alguna habitación, aunque fuese por un día... Aunque hacer aquello después de tantos meses teniendo una privada podría hasta considerarse un poco...

Negué tratando de quitarme aquello de la cabeza y forcé una sonrisa que acabó por ser natural. Tampoco era una tragedia. No se había marchado un año de viaje a la otra punta del mundo. Si la buscaba la encontraría en cuestión de minutos...

Me volví de nuevo hacia él cuando se sentó, divertido. Estaba de acuerdo con aquello. No era que Adain fuese un débil, pero lo cierto es que tenía poco rival en aquello en Brontë. Eso o los muy cobardes no se atrevían a dar la cara.
Torcí el gesto a sus palabras.

-¿No te interesan las damas? Si son la sal y el azúcar de la vida. Dulces y ardientes, desde luego-. Negué un par de veces, algo incredulizado-. ¿Preferencia? Bueno, es cierto que en Ignis no probé mucho más y...-. Pensé un momento-. Estuve mucho tiempo saliendo con una guerrera, Inger. Es caeruleus, aunque también es mestiza de flamma, y luego Lea...-. Lea era Lea, fuese lo que fuese-. Tampoco diría tanto. Más bien casualidad. Nunca me lo había planteado, la verdad...

Le sonreí, agradecido, y terminé por darle un puñetazo suave en el brazo, como hacían los nobles caballeros de verdad. Desde luego, había ido a dar con un buen tipo.

-Claro que sí. Contamos el uno con el otro. ¡Lo mismo para ti! Los buenos amigos nunca sobran, y tú me has tratado muy bien desde el principio.

De modo que le interesaban las señoritas. ¡¿Y a quién no?!, por otro lado. Un caballero como él podía pretender ser muy gentil, pero, seguramente, en el fondo alguna vez tendría aunque fuese un solo pensamiento dirigido a alguna hermosa mujer.
Me senté a su lado, atrayéndolo por los hombros con fuerza un momento.

-No seas tímido, hombre. Entrenar es importante, pero hay que entrenar más que los brazos -añadí, con una mirada maliciosa, clavándole el codo en las costillas-. Las flexiones no lo son todo. Te aseguro que tras ciertas noches la espada pesa menos cuando entrenas. Y uno tiene que cuidarse también, no todo es la guerra. Si lo fuese, ¿para qué luchábamos? Hay que tener algo hermoso que lleve a uno hacia adelante.

Sus palabras eran sabias, desde luego. Terminé por mirarlo de reojo, asintiendo con una sonrisa satisfecha. Lo aceptaría de momento.

-Pero si en algún momento te ves en necesidades no tengas miedo de pedir ayuda. Tienes ante ti a todo un seductor-. Aunque lo cierto era que no sabía cómo había funcionado aquel gran seductor en su última (y definitiva) victoria, porque no me había visto especialmente hábil-. ¡Y todo un guerrero! Que hablábamos de entrenar, no de damas-. ¿Dónde tenía la cabeza?

¿Siempre luchaba por Lea? Aquella pregunta me hizo dudar un instante, ponerme más serio. Aunque la respuesta era evidente, claro.

-No, claro. Lucho por los que lo necesiten: por los débiles, por los que estén en apuros, por los bondadosos... Y por mis padres y mi hermana. Lucho por mí mismo un poco, supongo, y por mis amigos, y por Brontë...-. Fruncí el ceño, pensativo-. Supongo que me gusta decir que lucho por el bien, aunque a veces llega a ser difícil saber cómo se descifra todo eso...-. Lo miré, serio-. Supongo que todo el mundo tiene su forma de ver el mundo. Y si uno quiere que las cosas cambien para ser lo que él cree correcto tiene que construirlo con sus manos. No puedes esperar sentado a que todo suceda solo...

No pude sino reír un poco y darle una palmada suave en la espalda. Por supuesto que sí, Adain. Por supuesto que sí.

-No dudo de tus cualidades, mi buen amigo. pero no dudes tú de las mías. Como ya te he dicho, no todo es luchar. No es que estos músculos sean para lucirme, pero no estorban. El día que quieras competimos, en caso de duda, por ver el que seduce antes a la dama que sea. Aunque tendré que retirarme a tiempo, que tengo un compromiso que cumplir -añadí, no fuese a ser que me tomase por un indeseable infiel o algo peor.

Cuento de hadas.
Primero reí. Luego, más sereno, me miré las manos, apoyadas sobre el regazo, pensativo.

-Son "ideales", como tú mismo has dicho. Deben ser difíciles de cumplir... Incluso imposibles, si me apuras, porque lo ideal no existe-. Lo miré-, ¿no? Solía pensar que podía cambiar el mundo. Cuando llegué aquí creí que me habían llamado porque era especial de verdad, porque estaba destinado a hacer grandes cosas. De verdad que pensaba que podría rescatar a cada doncella y encarcelar a cada bandido del mundo. Pero el tiempo pasa y te vas dando cuenta de que solo eres un hombre-. Era una realidad amarga-. Te despiertas con algo en mente, pero ya no es tan grande como lo era ayer. Al final todos te lo dicen... Parece que tus ideas no sean correctas, ¿sabes? Que eres un soñador, o algo así. Porque no puedes cambiar el mundo tú solo. Por mucho que hubiese deseado ser el héroe de la salvación, solo soy un guerrero más. Pero, ¿sabes?-. Lo miré entonces, y le sonreí-. Aún ahora que tengo los pies más en el suelo me gusta pesar que de verdad haré algo un día que signifique algo de verdad. Quizás no pueda encerrar a todos los malvados del mundo, pero si consigo, al menos, hacer algo bueno... Si logro evitar que pase algo espantoso o...-. Esbocé una sonrisa, algo amarga pero sincera-. A mí no me importaría dar la vida por algo así si fuese la única forma de lograrlo... Creo que valdría la pena.

FdR- pauza

No pude sino dejar ir una carcajada, animado, de alguna forma, por su disculpa. Era tan formal algunas veces que llegaba a recordarme un poco a casa. Aunque él no se parecía, ni de lejos, a los nobles más estirados, ni tampoco al estricto Reickiard Dehnel.

-Ni de lejos me ofendes -lo tranquilicé, poniendo una mano en su hombro, sonriendo-. Para eso tendrías que conseguir que creyese lo que dices. Y las damas no me dejan hacerlo, volviéndose hacia mí a cada paso que doy, preguntándose quién es ese codiciado soltero...-. Le di un breve codazo, divertido-. Pero no puede ser. Rickiard Dehnel no puede atenderlas. Ese es tu deber, entonces...

Pero él ya había dicho que no deseaba aquello. ¿Tendría acaso que buscar a otro escudero? O quizás esperar a que mi amigo estuviese preparado...

El otro tema era algo que me hacía sentirme más serio. Me froté el mentón, pensativo, en lo que él hablaba. Terminé por pasarle el brazo por el hombro, atrayéndolo hacia mí en una especie de abrazo.

-Estoy seguro de que en esa cabeza tuya hay unos firmes ideales también. A fin de cuentas estás aquí, dando la cara contra el enemigo, y no escondido en una vida de lujos dejando que sean otros los que arreglen las cosas-. Volví el rostro hacia él, ya risueño-. Entonces cuando "hagamos" algo grande lo celebraremos juntos. Supongo que tendré que esforzarme el doble por mantenerme con vida ahora que tenemos ese asunto pendiente-. Hice un gesto al aire, como si brindase una cerveza invisible. Terminé por reír un poco-. La verdad es que volver a la habitación me deprimía un poco. Pero estando tú aquí no se pasará tan mal, imagino. Aunque no esté a la altura, por supuesto -terminé, con tono algo más burlón.

No iba a pedir de una noche con él lo que pedía a una noche con Lea, claro...

¡¿Responsable?! Por supuesto que lo era. Un guerrero debía serlo, a fin de cuentas. ¡Aunque también sabía divertirme si era necesario! Y estar allí con Adain, escuchando los ronquidos de otros hombres, notando el olor a cerrado de tanto macho junto, me hizo darme cuenta de que, de hecho, llevaba más sin divertirme de aquella forma de lo que pensaba. ¿Dónde había recordado la cerveza y las noches de risas en una taberna? Qué desentrenado me tenía...
Aunque sí recordaba, aunque fuese por encima, el motivo por el que lo había dejado. Pero retomarlo tanto tiempo después... ¡Demonios! ¡Arrastraría a Adain por un ala! Pero eso sin decirle nada, y en otro momento. Aquel no era día de fiesta.

-Oh, claro que hay algún ideal-. Puse una mano en su pecho, sobre el corazón, y lo miré con una sonrisa heroica-. Está aquí dentro. Ya verás como cuando menos te lo esperes saldrá gritando "estoy aquí". No irás a creer que me hago amigo de cualquiera-. Reí de nuevo al verlo tan inseguro. Desde luego, iba a tener que esforzarme para sacar de Adain a un hombre más dispuesto. Tenía que creer más en sí mismo-. Tengo mucho que perder para morir sin más-. Le sonreí-. Una novia magnífica, buenos amigos...-. Le di un toque suave en el hombro con el codo-. Una bismonte cascarrabias, un  vulpus que no es mío pero me respeta... Y ahora incluso Lis empieza a dejar de despreciarme-. Añadí, con una sonrisa más relajada-. ¿Para todo no? -lo miré, curioso-. Bueno, supongo que hay cosas que uno ha de hacer solo. Pero bueno, es lo mismo por mi parte. Si hay algo que hacer cuenta conmigo, amigo.

Era agradable charlar con él de aquella forma tan franca. Al final no tenía tantos amigos, por mucho que llevase allí. Poder relajarse un poco con alguien, reír, simplemente charlar... Quizás no fuesen los actos más representativos de un héroe. Pero sí eran, de alguna forma, los más representativos del hombre. Y había que ser humano primero si se quería llegar a la heroicidad.

*Se duermen plácidamente y fin de escena*

El techo es completamente negro, por la oscuridad, como el resto del entorno. No puedo evitar pensar que no vería mi propia mano si la tuviese extendida ante los ojos, a un palmo de distancia. Podría llegar a creerme que estoy ciego si me lo dijesen, pero sé que no es así: solo está oscuro.

Con el paso del tiempo he ido acostumbrándome a las respiraciones de los otros hombres en la habitación. No hace tanto dormía solo, pero me he ido convirtiendo, poco a poco, en uno más, de alguna forma. Aunque todavía me estoy haciendo mi sitio aquí.

Al principio el palacio parecía enorme, como cada uno de sus integrantes. Luego, con el tiempo, yo mismo he ido creciendo, y los músculos de muchos parecen haber sido contrarrestados por sonrisas afables, y ya no dan tanto miedo. Son personas, por fuertes que sean.

Muchas veces siento que no estoy a la altura. No soy más que un protegido aquí. Yo no he recibido llamada alguna, no pertenezco a este lugar. Y, sin embargo, no soy yo el que se marcha, sino...
Supongo que podré volver a verla, ir a visitarla, o ella a mí. Supongo que no será una despedida para siempre, sin más, y que ella está muy cansada, y que nunca pareció muy a gusto en un lugar como este.
Yo no he sido elegido, y sin embargo estoy aquí, compartiendo techo y dormitorio con todos ellos. Y, si lo pienso fríamente, soy un fugitivo. ¿Está bien todo esto?

¿Por qué no ha venido el Abuelo a buscarme? Quizás la decepción fue demasiada. Y, de todos modos, aunque no dejo de pensar que debo ir a verlo, nunca me siento seguro de ello. Siempre ha algo que hacer antes. Porque no dejo de pensar que vi vuelvo a la Torre ya no habrá forma de salir de allí una vez más.

¿Es así como pasa? ¿Al final todo el mundo regresa a casa y no vuelven a verse?
No lo sé, porque Massen... Ella parece tan segura de lo que hace aquí que diría que lucharía hasta la muerte si se diese la situación, tal parece su convencimiento.
Me pregunto qué la mantiene a ella, cómo puede seguir adelante sin flaquear.
Incluso con ese miedo que parece tener a las alturas, incluso ahora que he crecido tanto que puedo mirarla desde arriba, parece que, cuando se trata de ella, todavía tengo que extender mucho las manos para lograr siquiera rozar su seguridad y firmeza. Está muy por encima, creo.
Quizás ella sepa decirme qué hacer.

*fin de escena*

Te despiertas remolón. Te reincorporas y te das cuenta de que estás en tu cama. Si embargo no recuerdas el haberte metido tú en ella.
Haces memoria y lo último que recuerdas es la charla con el líder parvus.
-Oooh...- Gimes enfadado contigo mismo por haberte quedado dormido.
Te levantas algo enfadado y te pones a hacer la cama, con calma y sin mucha prisa. Al fin y al cabo no tienes mucho más que hacer.

*se queda*

Pese a lo que me ha dicho el líder parvus sobre participar en misiones y esas cosas, no consigo encontrar ninguna. Parece que por el momento las cosas están calmadas, lo cual agradezco y a la vez odio, pues tengo la imporesión de que estoy sólamente perdiendo el tiempo en este lugar.

Sin embargo, he acabado por acostumbrarme a este lugar y a mi situación en el, por lo que realizo mis tareas más a gusto que al principio.
Continúo manteniendo mi relación con Summer. Tengo ganas de verla, a ella y a los niños. No creo que tarde en ir a verlos. ¿Qué podrían decirme? ¿Impedirme ver a mis hijos? No lo creo.

Me fijo en él.
Es de los pocos que hace su cama y hoy lo he pillado. Qué pequeño es.

-¿Por qué robas mi trabajo?- Comento sin verle, mientras recojo un montón de ropa.

Te sorprendes y te das la vuelta. Ves a un hombre del servicio y te sobresaltas por un instante ante su pregunta, soltando de golpe la almohada, casi lanzándola por los aires.
-Pues... no intento robarle el trabajo solo que en mi casa siempre la hago y... - te encoges de hombros.- Me gusta, supongo.
Le ves.
-Aunque puedo dejar de hacerla si te molesta.- Explicas.

Piensas en lo alto que és y en que te cuesta mantener la cabeza tan alta, aunque aguantas el tipo de la mejor manera que puedes.

-Me llamo Marik.- Explicas, algo azorado. Quizá este pueda ser tu amigo.

Arqueo una ceja y le veo con curiosidad. Menudo mojigato. -Por mi puedes limpiar las 254 habitaciones de este lugar- exagero, bromista.

Coloco mi mano en su cabeza. Es tan alto como una mesilla de noche. -Alexander.- Digo sin más.
Acabo de hacer su cama en dos movimientos rápidos y eficientes y termino de recoger la habitación en silencio, mientras le veo de vez en cuando de reojo mientras silbo en bajito, sólo para mi.

Profesionalidad ante todo.

Sonríes cuando te dice su nombre. Parece majo.
Sin embargo una vez hicho eso, te das cuenta de que se pone a trabajar como si tú fueras un elemento más del decorado  de la habitación.
Te quedas quieto, sentado en un pequeño taburete, intentado sacar conversación de alguna manera, aunque lo ves tan agetreado que no te atreves a interrumpirle.

Tus pulgares ruedan uno por encima del otro, con nerviosismo. Este silencio horrible te incomoda, pero aguantas hasta que acaba su trabajo.

Suspiras aliviado y te acercas, tirándole un poco del pantalón. -Oye Alenxander... ¿te apetece tomar algo o ir a dar un paseo?- Te guardas un "¿Quieres ser mi amigo?" porque tienes la impresión de que sonaría demasiado desesperado.

Te quedas expetante, esperando.

Escucho la pregunta y ahogo una mueca risueña. ¿Qué se supone que era aquello? ¿Qué clase de gominola acabo de encontrar?

-No.- Digo automáticamente.

Guardo silencio mientras cargo un carrito de ropa.
Unos segundos después vuelvo a hablar.

-No... a menos que...- Incido con uno de tus dedos cerca de su cara.- Que recojas toda la habitación de los chicos y lleves toda la ropa a la lavandería.- Sonrío.- Entonces hablamos.- Le cedo un montón de sábanas encima suya de modo que queda prácticamente tapado y me dirijo a la puerta.- Suerte peque.

*se va*

-Oh.- Respondes en cuanto niega.- Lo siento.- Susurras.
Te quedas apagado y con la cabeza gacha, sin saber muy bien qué hacer.
Entonces habla y escuchas con atención.
Una sonrisa se dibuja en tu rostro, ilusionado. - De acuerdo.- respondes, removiéndote bajo las sábanas usadas.

Cuando consigues quitártelas de encima, puedes ver que no está ya. Tuerces la boca, intrigado. Aún así, decides ponerte manos a la obra: no quieres quedarte dormido.

*trabaja*

Me duele todo. Cada sitio que ella golpeó ayer me duele un montón. Sobre todo las costillas, que cada vez que respiro parece que se me claven. Pero sé que no tengo nada roto, claro.
Supongo que soy un blando. Pese a todo. Porque aunque haya un hechizo en la sala los golpes duelen de verdad, y las heridas son de verdad. Y me pareció que no se esforzaba al máximo.

Siempre me pasa lo mismo. Puedo hacer algo bien: un buen ataque, una buena defensa, una estrategia aceptable... Al final, sin embargo, la cosa se estropea. Parece que no sepa más que nadie, porque hasta la fecha eso es lo que he demostrado.

Hoy leeré un libro, sin embargo. Para descansar.
Quizás si entrenase me haría más fuerte, claro...

*fin de escena*

Kyoti ha sacado los tarros de wilros, y los tiene sobre la cama. Los contempla, sin hacer nada. La verdad es que por más tiempo que pase, no tiene claro qué hacer con ellos. No lo ha tenido claro en ningún momento. Y se ha informado, que conste, no vayan a pensar otros que no sabe porque no se ha preocupado de saber. Se pregunta, a veces, si no debería hablarlo con los líderes. Preguntarles. No sabe hasta qué punto es buena idea criar a esos seres. Ni, mucho menos, utilizarlos. Él no sabe cómo, después de todo. Por más que se haya informado. Que no piensen que... Bueno, eso.

Kyoti gira un tarro y suspira. ¿Se tomarán a mal que se limite a guardarlos? Nunca se sabe cuándo van a ser útiles, en realidad. Ni cómo van a ser útiles. Y Kyoti no es muy decidido, así que no se le da bien decidir. Al menos, en su última misión no tiene que dar vueltas a eso. Ya viene pensado por otros.

Quizás debería plantearse que las cosas no deberían funcionar así...

*Se queda*